https://guadalcanalpuntodeencuentro1.blogspot.com/

lunes, 24 de junio de 2019

Nuestro entorno 23

 La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes

Segunda Parte.- 
Sistemas naturales: el bosque mediterráneo
Clima y suelos, en el contexto físico de relieve conocido, permiten un potencial biológico forestal, donde los bosques esclerófilos mediterráneos constituyen el clímax vegetal. La distribución bioclimática de las fitocenosis atienden al escalonamiento del relieve, apareciendo el piso termo mediterráneo subhúmedo, que se corresponde fundamentalmente con el piedemonte, el primer escalón serrano y el valle del Viar, y el piso meso mediterráneo –también subhúmedo aunque en parte del dominio cerca los umbrales húmedos– que ocupa las áreas más septentrionales. Los bosques potenciales son encinares y alcornocales, con la aparición de bosquetes de quejigos y robles en micro hábitats particularmente húmedos, incluso castañares cultivados, además de formaciones de ribera que ocupan las orillas y suelos más humectados en torno a los ríos. Variedad vegetal que contribuye a la diversificación paisajística especialmente por los contrastes cromáticos otoñales y primaverales.
Sin embargo, la arraigada explotación forestal de este ámbito, aunque con menor intensidad y con criterios más sostenibles que en otras tierras provinciales, ha contribuido decisivamente a la transformación de las anteriores formaciones vegetales a lo largo de la historia. De esta manera, aunque sigue manteniéndose la componente y la vocación forestal del área, resulta difícil encontrar en la actualidad bosques de quercíneas en una situación próxima a su estado climácico. En cualquier caso, los bosques se concentran en las laderas de mayor pendiente y escarpes más alejados del hacha del humano y del diente del ganado. Por el contrario, la cubierta vegetal predominante en la actualidad está constituida por orlas preforestales de espinal, coscojar, retamar, madroñal, lentiscar, acebuchal, escobonal, etc. y estadios seriales de matorral noble –jaral, brezal, aulagar, cantuesal– y de pastizal, vallicar y majadal. Esta diversidad vegetal y otros valores naturales (fauna, riqueza geológica) han favorecido la catalogación como Parque Natural y Reserva de la Biosfera de buena parte de la Sierra Norte de Sevilla.

Sistemas agroforestales: la dehesa
La antedicha explotación forestal de la Sierra Norte se concreta en el agro sistema de dehesas como forma de aprovechamiento tradicional sostenible del bosque mediterráneo y, junto a éste, constituye el elemento más identificativo del paisaje de esta área. Su fisionomía se caracteriza por superficies de pastizal –incluso herbáceos de secano– y monte mediterráneo con presencia de un estrato arbolado de encinas y alcornoques más o menos denso, cuya funcionalidad productiva se basa en un aprovechamiento mixto agrícola, forestal y ganadero.
Las dehesas configuran uno de los paisajes humanizados de mayor valor de toda la provincia de Sevilla (y del conjunto de Andalucía e, incluso, de la Península Ibérica). Son el resultado de la particular convergencia entre los aspectos funcionales, culturales y estéticos en el medio natural, dentro de un modelo de desarrollo consecuente con las limitaciones y oportunidades que ofrecen los ecosistemas mediterráneos. Contribuyen decisivamente al desarrollo socioeconómico de la población del medio rural, al mantenimiento y conservación de la biodiversidad y recrean paisajes humanizados de singular valor cultural y etnológico. Su imagen concilia las referencias al bosque primigenio y al campo cultivado o humanizado, sin que ninguna de estas dos situaciones parezca querer imponerse a la otra. Al mismo tiempo, representa un sistema productivo que reúne prácticas y saberes colectivos tradicionales que facilitan su valoración y aprecio desde una interpretación cultural y etnológica, esencial para su conservación.
Sin embargo, a pesar de su valor, la dehesa se ve sometida a una serie de amenazas que centran la gestión de estos sistemas agroforestales, cuya degradación o desaparición supondría notables repercusiones ecológicas y económicas, además de la pérdida de valores sociales y culturales tanto en las propias dehesas como en los pueblos que de ellas dependen. En este sentido, las principales actuaciones se centran en garantizar su conservación y su continuidad como elemento característico del paisaje y paradigma de desarrollo sostenible, en la valorización de productos y servicios de la dehesa, en alcanzar un enfoque múltiple e integral que contemple las posibilidades productivas y la conservación de sus recursos y en contribuir al desarrollo socioeconómico y la mejora de la calidad de vida de la población del medio rural ligada a estas explotaciones.

Los espacios humanizados
Las pautas tradicionales de ocupación y aprovechamiento de un territorio como éste, de notables condicionantes litológicos, orográficos y edafológicos, más allá del sistema productivo agroforestal de las dehesas, debe relacionarse con la capacidad y prolongada voluntad que han tenido históricamente los habitantes de la Sierra Norte para superar dichas barrenas naturales haciendo uso de los recursos del medio sin llevarlo al límite de sus potencialidades reales. Se conforman así una serie de espacios claramente humanizados que corresponden bien a afloramientos calizos de mayor aptitud agronómica, donde prevalecen tierras de cultivo, o a los entornos transformados de los pueblos serranos. Los campos de cultivo más extensos corresponden al olivar; también en secano, son frecuentes en los entorno urbanos extensiones de cereal, mientras que los regadíos se limitan a determinadas vegas aluviales. Estas teselas agrarias, pues en muchos casos acogen prácticas ganaderas extensivas, determinan cierta heterogeneidad en los biotopos vegetales y en los espacios adehesados.
El poblamiento de la Sierra Norte representa un hábitat mayoritariamente concentrado, pequeños núcleos rurales que no superan los 10.000 habitantes. Los núcleos serranos se localizan preferentemente en espacios con una topografía amable o poco montuosa, aprovechando valles (Constantina), navas (Las Navas) y otros espacios alomados o situándose al resguardo de determinadas vertientes serranas (El Pedroso, Guadalcanal, Almadén). Del mismo modo, la localización de los núcleos también está relacionada con los pasillos naturales que se establecen entre las alineaciones montañosas principales. Junto a los pueblos tradicionales, en la Sierra Norte es posible reconocer un importante hábitat diseminado tradicional que se relaciona con las prácticas agro-silvo-pastoriles del monte y, especialmente, de la dehesa. Este hábitat se manifiesta a través de un conjunto construcciones vernáculas, como cortijos, lagares y haciendas serranas, que imprimen un notable carácter a determinados sectores serranos. Además, persisten evidencias de otros sistemas de explotación pasados, como la minería, que contribuyen, junto a los anteriores, a la cualificación y singularización del paisaje de la Sierra Norte. Sin embargo, el abandono general que presenta este patrimonio rural y minero constituye una dramática pérdida de identidad cultural en el paisaje. Por último, como elemento que humaniza al paisaje y que posee importantes implicaciones territoriales, ambientales y escenográficas, también hay que conservar las láminas de agua de los diferentes embalses que se localizan en el  área.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla

domingo, 16 de junio de 2019

El vino de Guadalcanal

De Guadalcanal es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico...

Fue siempre excelente y de muy extendida fama el vino de Guadalcanal. Todavía es y quedan vestigios, cierto que muy pocos, de nuestra pasada grandeza vinícola. Tinajas de lagares aquí y allí; pocas ya, muy pocas, pero se suelen ver. Nombres de fincas, como el de “Las Viñuelas”, nos dicen de este pasado. Hay viñas, desaparecidas casi ayer, que en unión del nombre de quien lúe su dueño han dado a conocer, hasta recientemente, el paraje en el que es­tuvieron ofreciendo sus frutos; tal sucede con la “Viña de Juan Guerrero”, enclavada a la altura de la torre de la Iglesia de Santa María, dando vista a este campanario, descolgada, pendiente abajo, entre la línea férrea y la carretera del puerto Llerena. La predilección, que perdura en nuestro pueblo, por el consumo de mostos, denotan, a leguas, su ascendiente vinatero.
Cervantes, en toda su obra, acusa la bien ganada fama del vino de Gua­dalcanal. No podía por meaos, ya que en el siglo XVII llega a su más alto nivel el buen tomar de los caldos de esta sevillana zona septentrional, ocupada, a la sazón, en extensa superficie, por viñedos, que la filoxera hizo se extinguieran en un santiamén, y a la cual se debe, desconocida en un principio la resistencia a ella de la vid americana, el nacimiento del actual cultivo extensivo del olivar, en el presente amenazado de gravísimas plagas, no sólo de insectos y hongos.
Rige Monipodio el hampa de Sevilla, y la gobierna, como cofradía de ma­leantes, en un patio celebérrimo, porque así lo quiso el autor del Quijote, en su novela ejemplar “RINCONETE Y CORTADILLO”.
Pues bien, la madre Pipota —que así se llamaba la vieja (abundante de faldas, confiando su eterna salvación, pese a sus complicidades, en sólo alum­brar imágenes de su devoción) que dio el ser al señor Monipodio—, cuando en­tra en la dicha cueva de perversión, luego de practicar sus devociones y desem­pernar el negocio sucio que le traía, pide un trago con el que reponer energía.
Se lo dan abundante.
Se lo bebe más que aprisa.
Y tragado, alaba:
“De Guadalcanal es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico...”
Y más.
Al temor de la señora Pipota de no caerle bien sin desayunar, le replica su hijo —seguro de la buena calidad del caldo—, que lo beba sin cuidado por fu? es trasañejo.
Con sólo esta no única cita de don Miguel a todo lo largo de su obra, ha­tea debido bastar para que la fachada de nuestra Casa-Ayuntamiento luciera aoüFjo recordatorio de ser Guadalcanal lugar cervantino.
Pero, ¡ay!, que de poco vale decirlo.

Pedro PORRAS IBAÑEZ

Revista de Feria 1978

lunes, 10 de junio de 2019

Nuestro entorno 22

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes
Primera Parte

1.1_Ubicación en el contexto provincial
Esta área paisajística se localiza al norte de la provincia de Sevilla, sobre terrenos hercínicos incluidos dentro de la zona geológica de Ossa-Morena, que se articulan en torno a las sierras de Constantina y Cazalla. Su frontera septentrional queda definida por el límite provincial con Badajoz y los términos municipales de El Real de la Jara, Guadalcanal y Alanís. Al sur, el límite discurre sobre el contacto entre el Macizo Ibérico y las unidades postorogénicas neógenas y cuaternarias de la vega del Guadalquivir, seccionando los términos de Cantillana, Villanueva del Río y Minas, Alcolea del Río, Lora del Río y Peñaflor. Al oeste, los términos de Almadén de la Plata, El Real de la Jara y El Pedroso marcan la separación con el área del Corredor de la Plata y la Sierra de Aracena, ya en la provincia de Huelva, quedando finalmente el borde oriental establecido por el límite administrativo entre las provincias de Sevilla y Córdoba, que discurre por los términos de Alanís, Las Navas de la Concepción, La Puebla de los Infantes y la parte norte del de Peñaflor. Al igual que ocurre con el límite septentrional, en este caso se obvian determinadas continuidades territoriales y paisajísticas que se aprecian en el contacto del área con los terrenos que conforman los espacios serranos cordobeses de Hornachuelos y sierra Albarrana.
Aunque tradicionalmente, Almadén de la Plata y El Real de la Jara, núcleos situados al noroeste del área entre las cuencas de los ríos Viar y Ribera de Cala, han presentado una vinculación territorial con el Corredor de la Plata, debida en gran parte a las dificultades de conexión con los municipios situados en la margen izquierda del Viar, la inclusión de estos sectores dentro del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla propicia un régimen jurídico de protección y gestión de los recursos naturales compartido con los sectores orientales de la Sierra Morena de Sevilla, lo que ha sido tenido en cuenta para su inclusión en la presente área paisajística.

1.2_Encuadre territorial
El área paisajística de la Sierra Norte de Sevilla se presenta como un espacio agreste de media montaña, fuertemente influido desde los inicios del poblamiento por la difícil accesibilidad y compleja articulación territorial. Se trata de un territorio de dominante forestal marcado por una mayor estabilidad en sus dinámicas de cambio que otros sectores de la provincia, donde desde época calcolítica hasta la actualidad las actividades minera y los aprovechamientos agroganaderos, las dehesas, han constituidos actividades fundamentales en el aprovechamiento del territorio. En el siglo XX aparecen en el áreas nuevas funciones como la de reservorio hidráulico provincial (construcción de numerosos embalses) o aquellas asociadas a la declaración de espacio natural protegido por sus importantes valores ambientales y culturales.
El poblamiento de la Sierra Norte representa un hábitat mayoritariamente concentrado, de pequeños núcleos rurales, donde las localidades con mayor peso histórico y poblacional, Constantina y Cazalla, no han logrado establecer una estructura territorial claramente jerarquizada. El resto de núcleos poblacionales del área conservan una imagen tradicional y relativamente bien conservada, a pesar de algunos desarrollos recientes, que responden a lógicas turístico-residenciales surgidas en las últimas décadas. Así mismo, y repartido por el conjunto del territorio, existen construcciones tradicionales, relacionadas con las prácticas agrosilvopastoriles del lugar, como cortijos, lagares y haciendas, de gran valor patrimonial y paisajístico.
En conjunto el área presenta una marcada vocación forestal, primando en su modelo productivo los aprovechamientos extensivos del monte y las oportunidades turísticas y recreativas que ofrecen los recursos naturales y culturales existentes. La figura de protección de Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla constata los valores ambientales, patrimoniales y paisajísticos presentes, que junto con los espacios protegidos del entorno de Aracena y Hornachuelos han sido declarados por la UNESCO como Reservas de la Biosfera bajo la denominación de Dehesas de Sierra Morena.

1.3_ Contextualización paisajística
El Atlas de los Paisajes de España establece una marcada distinción en el área entre los paisajes más montuosos, designados como sierras, cerros y valles andaluces, levantinos y extremeños y los paisajes que reflejan con mayor claridad la morfología propia de un macizo antiguo arrasado, identificados como penillanuras y piedemontes.
En el caso de los primeros, el Atlas distingue dos tipologías básicas, las sierras y valles de Sierra Morena, que aparece representada en el área por las sierras de San Miguel, Albarrana y Sierra Alta, y las laderas y valles de Sierra Morena al Guadalquivir, que coincide con las subcuencas del Rivera de Huelva, el Viar, el Hueznar y otros arroyos que desaguan en el tramo medio del Guadalquivir.
Por lo que respecta a las penillanuras, en esta área destaca por su extensión espacial la de Constantina, definida por una ancha banda de rumbo hercínico que atraviesa el sector central. De menores dimensiones y en situaciones periféricas, también están representadas en el área las penillanuras de Santa Olalla de Cala, Monesterio, Puebla del Maestre y Malcocinado. En el extremo suroriental del área, se identifican los terrenos campiñeses de la Puebla de los Infantes y los correspondientes a la Vega sevillana del Guadalquivir.
Dentro del Mapa de los Paisajes de Andalucía, la mayor parte de la Sierra Norte se encuadra dentro del área paisajística denominada Serranías de baja montaña, incluida en la categoría de Serranías, y contiene tres ámbitos paisajísticos: Sierra Morena Occidental que cubre la mayor parte del área, Bembézar-Bajo Guadiato, que se extiende por una pequeña franja al este del área y Sierra de Constantina, situada en una banda central de dirección NO – SE.
En relación con los tipos paisajísticos a escala subregional  y comarcal establecidos en el presente estudio, esta área de paisaje contiene los siguientes: Colinas y piedemonte con relieves tabulares, vegas y terrazas de dominante agraria (extremo norte). Relieves tabulares y colinas con influencia de fenómenos endógenos, con altitudes entre 50 y 200 msnm, pendientes entre 1 y 15 %, sobre calcarenitas, pizarras y conglomerados, de brezal arbolado, tierra calma y de labor y olivar, en parcelas medianas y de visibilidad muy baja y baja. Colinas, alineaciones y macizos montañosos de dominante natural sobre sustratos metamórficos (mitad septentrional). Colinas, cerros y superficies de erosión, relieves montañosos y relieves estructurales, con altitudes entre 100 y 400 msnm y pendientes entre 10 y 40 %, sobre pizarras, de breñal arbolado y erial, en parcelas grandes, con asentamientos difusos, y visibilidad de muy baja a baja. Colinas con altitudes entre 200 y 400 m y pendientes entre 4 y 20 %, sobre granitos y gabros, de breñal arbolado, dehesas de encinas con pastos y encinar, en parcelas medianas, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja-baja.. Relieves tabulares y colinas, con altitudes entre 50 y 200 msnm y pendientes entre 1-15%, sobre calcarenitas, de cultivos herbáceos en regadío y olivar, en parcelas medianas, con asentamientos difusos, y visibilidad de muy baja a media alta. Relieves montañosos de dominante natural. -. Colinas y relieves montañosos con altitudes entre 400 y 700 msnm y pendientes entre 7 y 40 %, sobre pizarras, de breñal arbolado, en parcelas medianas y grandes, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja y baja. Colinas y relieves montañosos con altitudes entre 400 y 700 m y pendientes entre 7 y 40 %, sobre complejo vulcano-sedimentario, de breñal arbolado y dehesas de encinas con pasto, en parcelas medianas y grandes, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja y baja. Colinas y relieves montañosos con altitudes entre 500 y 700 msnm y pendientes entre 7 y 40 %, sobre pizarras, de olivar y breñal arbolado, en parcelas pequeñas y medianas, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja y baja. Vegas y terrazas agro-intensivas del Guadalquivir y afluentes. Terrazas, vegas y llanuras, con altitud entre 25 y 100 msnm y pendientes menores a 4 %, sobre arcillas y limos, de cultivos herbáceos en regadío y cítricos, en parcelas medianas, con asentamientos aislados, espacios sin edificación, y con visibilidad de baja a media.

1.4 _Principales características paisajísticas del área.
- Territorio serrano de dominante natural que presenta una relativa estabilidad en su paisaje.
Destacan sus valores naturales y patrimoniales.
- El aprovechamiento agrosilvopastoril del bosque mediterráneo genera el paisaje de dehesa propio del área, ejemplo de uso racional y sostenible del territorio por parte del ser humano desde tiempos remotos.
- Las características del relieve, de sierras quebradas, con valles y espacios alomados, generan cuencas visuales cerradas en las vaguadas y partes bajas, que contrastan con las amplias vistas de conjunto desde las penillanuras y puntos culminantes.
- El desarrollo de la actividad minera, existente prácticamente desde el inicio del poblamiento estable del área, ha tenido gran influencia en la configuración del territorio, tanto en el sistema de asentamientos (Cerro del Hierro) como en las redes de comunicación.
- La abundancia de cursos de agua y la impermeabilidad de la litología han convertido al área en un espacio prolijo en infraestructuras hidráulicas.
- La propiedad privada de gran parte del territorio genera problemas de accesibilidad al paisaje.  SEVILLA

2.1_Fundamentos y componentes naturales del paisaje
El paisaje de la Sierra Norte contrasta nítidamente con el resto de ámbitos paisajísticos de la provincia debido a su marcada impronta serrana y natural que, sin embargo, emana de una convivencia respetuosa entre el medio y las actividades humanas. La particular base física, la componente vegetal principal de los suelos y unas pautas tradicionales de ocupación y aprovechamiento antrópico del medio natural, de profundo arraigo histórico, son los elementos paisajísticos más relevantes de este territorio.
El medio físico como determinante del paisaje
La trascendencia de la Sierra Norte como espacio montuoso se deriva, por un lado, de su franca separación respecto a las tierras bajas y formas horizontales de la depresión del Guadalquivir y, por otra parte, por la extensión y continuidad que adquiere el macizo como flanco septentrional a lo largo de todo el valle. Su relieve, sin embargo, presenta una modesta altitud, consecuencia de su antigüedad, litología y sometimiento a los procesos erosivos. Estas circunstancias determinan un relieve compuesto por una sucesión de lomas, colinas y sierras de formas suaves que se alinean siguiendo las direcciones predominantes de los plegamientos que dieron origen en su momento al macizo hercínico.
En determinados casos, la erosión ha configurado extensas penillanuras de marcada topografía plana. Sólo ocasionalmente, coincidiendo con roquedos más duros, persisten resaltes y relieves residuales aislados, como los que integran las sierras de Hamapega, Urbana, del Viento o Padrona, además de los mayores desniveles y pendientes de aquellos enclaves donde la incisión fluvial ha sido más acentuada. Este relieve de la Sierra Norte le confiere al ámbito todos los atributos y significados que identifican a la montaña media mediterránea. La acción modeladora de los cursos fluviales es destacada en relación de la deleznabilidad de los materiales y de los sistemas de fallas locales, lo que ha generado formas incisivas de fuerte impronta paisajística (cañones, gargantas, abarrancamientos) así como importantes rupturas en los relieves principales.
La litología de la Sierra Norte está constituida fundamentalmente por rocas precámbricas y paleozoicas que experimentaron el empuje de las orogenias Cadomiense y hercínica, lo que explica la intensa deformación que presentan los materiales.
Se trata de pizarras, calizas y areniscas, más frecuentes hacia el norte, y de rocas plutónicas, predominantes hacia el sur y oeste. Tras el arrasamiento del relieve primigenio, el zócalo hercínico fue rejuvenecido por la orogenia alpina y por la acción de los agentes geomorfológicos externos. Se genera así un relieve estructural de tipo apalachense en el que en el que las unidades morfo-edáficas presentan una orientación noroeste-sureste, lo que influye en la misma disposición de la red hídrica e, incluso, de los aprovechamientos humanos. Los suelos resultantes son poco evolucionados o directamente raquíticos, de naturaleza ácida, colores pardos, texturas arenosas y escasa fertilidad, en función de lo cual su vocación es claramente forestal.
El clima de la Sierra Norte es típicamente mediterráneo, de carácter templado y semicontinental, si bien está íntimamente ligado a la influencia atlántica tanto en términos de precipitaciones como de temperaturas. Se trata, por tanto, de un clima suave en el que las temperaturas medias se sitúan en valores en torno a 13-15°C y la pluviometría media anual oscila entre 700 y 1.000 mm/año, si bien el régimen de lluvias es notablemente irregular y presenta marcada sequía estival de carácter anticiclónico. El carácter escalonado del relieve contribuye a un gradiente pluviométrico positivo de sur a norte, aunque decreciente de oeste a este. Asimismo, la altitud favorece una suavización estival de las temperaturas desde los espacios más meridionales hasta el segundo escalón serrano, desde el cual la uniformidad es mayor; el proceso durante el invierno es el inverso.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla

lunes, 3 de junio de 2019

Pequeña gran historia del templo de Santa Ana

De la época morisca a nuestros días

     Guadalcanal, el pueblo más alto sobre el nivel del mar en la provincia de Sevilla, antigua fortaleza fronteriza de Extremadura, de la que pasó a Sevilla 1843, donde se mezcla la gracia blanca de Andalucía y el tono austero de Castilla, antes rica en monumentos, parece que se va a salvar de la acción iconoclasta el antiquísimo templo de Santa Ana, del cual se sigue expediente de declaración de monumento histórico-artístico de carácter nacional en la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultura.
     Para que una edificación sea declarada como tal debe reunir un interés Histórico y arquitectónico representativo de un estilo. Santa Ana posee ambos, largamente. Su arquitectura pertenece al estilo mudejárico de la Sierra, que está considerada  «per se» en bellas artes. Dentro. De éste se catalogan el de la sierra de Guadalcanal y el de Aracena, cuyas características son las ábsides semicirculares, arcos transversales y torre-fachada.
     Este templo, como ya señalaron Hernández Diez y Sancho Corbacho, por su situación y la belleza de su fábrica, merece muy destacado recuerdo. Fue construido sobre una mezquita situada en dirección NO-SE, y, por tanto, mirando a la Meca, en un montículo cerca de la muralla, en cuyas proximidades abundan los berrocales. Su alminar fue aprovechado para torre, la cual tiene tres cuerpos con seis arcas de medio punto en el de campanas y un chapitel apiramirado de pesadas proporciones. El templo, de una sola nave sobre planta de cruz latina con soberbios pilares y arcadas transversales ojivales de  cubiertas son de madera en tres tramos finales, perteneciendo  al techo primitivo el que está próximo al presbiterio; sigue otro tramo cubierto con bóveda apuntalada que da ingreso a la capilla mayor, cubierta por  gran cúpula que apea sobre arcadas ojivales. Podemos ver el abovedado en cañón sobre semicircular o ligeramente apuntalado, la media naranja sobre arcos torales semicirculares en dicha capilla, existiendo tres capillas mas en el muro del Evangelio, con una cúpula policromada y las otras con bóvedas baidas, y otra en el de la Epístola, también copulada, y en la bautismal, una bellísima pila de piedra decorada par labor de lacería mudéjar. En el exterior, precediendo el muro epistolar, hay un pórtico mudéjar con tres arcos ojivales encuadrados en alfices, basados en pilares octogonales de ladrillo.  Interesantísima la torre fachada, una de las mas típicas de la región. Las portadas  muy clásicas, con arcos escarzanos.
     Como obras de arte encontramos en el retablo mayor la figura en serie de  Santa Ana y pinturas de San Miguel, Huida a Egipto, Imposición de la casulla a San Ildefonso, en el lado del Evangelio hallamos un retablo donde se venera una figura de San Ignacio de Loyola, El altar  del Niño Jesús de Praga y otro con pinturas de la Anunciación y del Padre Eterno y una lápida gótica. En la Epístola la capilla de la Virgen del Carmen, dos pinturas murales barrocas de San Pedro y San Pablo. Existen, además, los iconos de San Isidro, Santiago, San Crispín y San Marcos. Abunda la azulejería Sevillana del tiempo de Niculoso Pisano (siglo XVI) del tipo de veneras, casetones y estrellas. La pila de agua  de agua bendita está decorada con gallones.
    En arquitectura, al igual que en medicina, cuando los sigilos objetivos no aclaran la cronología, tenemos que recurrir a la historia y a la analítica y estas, según mis investigaciones, nos dan una fecha de construcción comprendida entre finales del siglo XIII y  todo el XIV.
      Es poco conocida por parte de la mayoría la historia del Norte de Sevilla. Declarada una Cruzada de lucha contra la morisma por la Orden de Santiago, fue sitiado Guadalcanal, rindiéndose, y entregándola al gobernador árabe, que la tenía  encomendada por Axataf  o Abul Hasan Rey de Sevilla, a los cristianos, entrando los  escuadrones por la puerta de Llerena. (Espíritu Santo). Son guerreros que vienen de combatir del castillo de Reina, de Llerena, Usagre, Fuente del Maestre, Almendralejo, Montemolín, a los que han ido reconquistando, así cono muchos castillos y aldeas: Son hidalgos del Norte; de León y Castilla, de Galicia, de Vasconia; muchos se quedan como pobladores, de los cuales descendemos algunas familias, vienen los comendadores con sus mesnadas, entre ellos Pelay Correa, los trece del Capitulo y muchos clérigos que predican a las huestes, todos ellos dirigidos por el maestre Rodrigo Iñiguez.
      La mezquita fue  purificada y consagrada por el obispo de Coria Jaime Sanguineto, al que acompañan  los priores de San Marcos de León y de Uclés. Se dijo la primera misa y se cantó el Tedéum poniéndose el estandarte de damasco rojo de la Orden sobre el Alcazar (Santa María), el  mismo que figuraría poco después en la conquista de Sevilla. Guadalcanal ya es cristiano. Esto sucedía un día de otoño de 1241.
Santa Ana, según tradición, fue la primera iglesia que hubo en el Maestrazgo, después de la de  Mérida, y por los libros antiguos  de esta iglesia consta  que de todo el partido de Llerena se llevaban a bautizar los niños, y que se hizo esto mucho tiempo, hasta que los demás lugares se poblaron, según, consta de escrituras fidedignas de un fraile franciscano del siglo XVII y del cronicón de Bleda. Al principio estuvo sujeta a la Vicaria  de Tentudía, perteneciendo al Arzobispado de Santiago de Compostela hasta 1274, en que pasó al de Sevilla.
      En 1494 consta que tenía 320 parroquianos, estando parte de su barrio extramuros en la Edad Media. En los libros de bautismo que he consultado aparecen muchos moriscos que recibieron las aguas, lo que prueba la gran cantidad que vivieron en este barrio antes de su expulsión en 1609. En el siglo pasado aparece regida por un párroco y cinco sacerdotes, contribuyendo con el oro de sus cálices en la lucha contra los franceses.
     Por ser de la Orden de Santiago tenia jurisdicción vere mullius, hasta que extinguida aquella pasó a depender del  Arzobispado de Sevilla, y mas tarde, en 1911, filial de Santa María y suprimida como tal en 1936, en que fue saqueada. Fueron destrozados los retablos e imágenes; convirtiéndose el edificio en un granero. Entre los restos apareció una tabla con dos figuras de padres de la Iglesia de 1.580 con cerca de cincuenta agujeros de bala. Destrozando el magnifico crucifijo de marfil del siglo XVIII, verdadera joya de arte; una gran custodia de tres cuerpos de plata repujada fue quemado un terno de terciopelo rojo bardado en oro puro que figuró en la  Exposición Iberoamericana de 1925, amén de mucha orfebrería y ornamentos.
      Esta es la pequeña gran historia del templo de Santa Ana, qua estuvo a punto de correr la suerte de San Sebastián, magnífica iglesia mudéjar destruida por la piqueta para hacer un mercado de abastos, o del  Hospital de la Caridad, de estilo gótico, que tuvo igual fin por la incuria del tiempo y de los hombres.

Antonio  Gordón Bernabé Spínola
Guadalcanal, 11 de Abril de 1977