Segunda Parte.-
Sistemas naturales: el bosque mediterráneo
Clima y suelos, en el contexto físico de
relieve conocido, permiten un potencial biológico forestal, donde los bosques
esclerófilos mediterráneos constituyen el clímax vegetal. La distribución
bioclimática de las fitocenosis atienden al escalonamiento del relieve,
apareciendo el piso termo mediterráneo subhúmedo, que se corresponde
fundamentalmente con el piedemonte, el primer escalón serrano y el valle del
Viar, y el piso meso mediterráneo –también subhúmedo aunque en parte del
dominio cerca los umbrales húmedos– que ocupa las áreas más septentrionales. Los
bosques potenciales son encinares y alcornocales, con la aparición de bosquetes
de quejigos y robles en micro hábitats particularmente húmedos, incluso
castañares cultivados, además de formaciones de ribera que ocupan las orillas y
suelos más humectados en torno a los ríos. Variedad vegetal que contribuye a la
diversificación paisajística especialmente por los contrastes cromáticos
otoñales y primaverales.
Sin embargo, la arraigada explotación
forestal de este ámbito, aunque con menor intensidad y con criterios más
sostenibles que en otras tierras provinciales, ha contribuido decisivamente a
la transformación de las anteriores formaciones vegetales a lo largo de la
historia. De esta manera, aunque sigue manteniéndose la componente y la
vocación forestal del área, resulta difícil encontrar en la actualidad bosques
de quercíneas en una situación próxima a su estado climácico. En cualquier
caso, los bosques se concentran en las laderas de mayor pendiente y escarpes
más alejados del hacha del humano y del diente del ganado. Por el contrario, la
cubierta vegetal predominante en la actualidad está constituida por orlas
preforestales de espinal, coscojar, retamar, madroñal, lentiscar, acebuchal,
escobonal, etc. y estadios seriales de matorral noble –jaral, brezal, aulagar,
cantuesal– y de pastizal, vallicar y majadal. Esta diversidad vegetal y otros
valores naturales (fauna, riqueza geológica) han favorecido la catalogación
como Parque Natural y Reserva de la Biosfera de buena parte de la Sierra Norte
de Sevilla.
Sistemas agroforestales: la dehesa
La antedicha explotación forestal de la
Sierra Norte se concreta en el agro sistema de dehesas como forma de
aprovechamiento tradicional sostenible del bosque mediterráneo y, junto a éste,
constituye el elemento más identificativo del paisaje de esta área. Su
fisionomía se caracteriza por superficies de pastizal –incluso herbáceos de secano–
y monte mediterráneo con presencia de un estrato arbolado de encinas y
alcornoques más o menos denso, cuya funcionalidad productiva se basa en un
aprovechamiento mixto agrícola, forestal y ganadero.
Las dehesas configuran uno de los paisajes
humanizados de mayor valor de toda la provincia de Sevilla (y del conjunto de
Andalucía e, incluso, de la Península Ibérica). Son el resultado de la
particular convergencia entre los aspectos funcionales, culturales y estéticos
en el medio natural, dentro de un modelo de desarrollo consecuente con las
limitaciones y oportunidades que ofrecen los ecosistemas mediterráneos.
Contribuyen decisivamente al desarrollo socioeconómico de la población del
medio rural, al mantenimiento y conservación de la biodiversidad y recrean
paisajes humanizados de singular valor cultural y etnológico. Su imagen
concilia las referencias al bosque primigenio y al campo cultivado o
humanizado, sin que ninguna de estas dos situaciones parezca querer imponerse a
la otra. Al mismo tiempo, representa un sistema productivo que reúne prácticas
y saberes colectivos tradicionales que facilitan su valoración y aprecio desde
una interpretación cultural y etnológica, esencial para su conservación.
Sin embargo, a pesar de su valor, la dehesa
se ve sometida a una serie de amenazas que centran la gestión de estos sistemas
agroforestales, cuya degradación o desaparición supondría notables
repercusiones ecológicas y económicas, además de la pérdida de valores sociales
y culturales tanto en las propias dehesas como en los pueblos que de ellas
dependen. En este sentido, las principales actuaciones se centran en garantizar
su conservación y su continuidad como elemento característico del paisaje y
paradigma de desarrollo sostenible, en la valorización de productos y servicios
de la dehesa, en alcanzar un enfoque múltiple e integral que contemple las
posibilidades productivas y la conservación de sus recursos y en contribuir al
desarrollo socioeconómico y la mejora de la calidad de vida de la población del
medio rural ligada a estas explotaciones.
Los espacios humanizados
Las pautas tradicionales de ocupación y
aprovechamiento de un territorio como éste, de notables condicionantes
litológicos, orográficos y edafológicos, más allá del sistema productivo
agroforestal de las dehesas, debe relacionarse con la capacidad y prolongada
voluntad que han tenido históricamente los habitantes de la Sierra Norte para
superar dichas barrenas naturales haciendo uso de los recursos del medio sin
llevarlo al límite de sus potencialidades reales. Se conforman así una serie de
espacios claramente humanizados que corresponden bien a afloramientos calizos
de mayor aptitud agronómica, donde prevalecen tierras de cultivo, o a los
entornos transformados de los pueblos serranos. Los campos de cultivo más
extensos corresponden al olivar; también en secano, son frecuentes en los
entorno urbanos extensiones de cereal, mientras que los regadíos se limitan a
determinadas vegas aluviales. Estas teselas agrarias, pues en muchos casos
acogen prácticas ganaderas extensivas, determinan cierta heterogeneidad en los
biotopos vegetales y en los espacios adehesados.
El poblamiento de la Sierra Norte representa
un hábitat mayoritariamente concentrado, pequeños núcleos rurales que no
superan los 10.000 habitantes. Los núcleos serranos se localizan
preferentemente en espacios con una topografía amable o poco montuosa,
aprovechando valles (Constantina), navas (Las Navas) y otros espacios alomados
o situándose al resguardo de determinadas vertientes serranas (El Pedroso,
Guadalcanal, Almadén). Del mismo modo, la localización de los núcleos también
está relacionada con los pasillos naturales que se establecen entre las
alineaciones montañosas principales. Junto a los pueblos tradicionales, en la
Sierra Norte es posible reconocer un importante hábitat diseminado tradicional
que se relaciona con las prácticas agro-silvo-pastoriles del monte y,
especialmente, de la dehesa. Este hábitat se manifiesta a través de un conjunto
construcciones vernáculas, como cortijos, lagares y haciendas serranas, que
imprimen un notable carácter a determinados sectores serranos. Además,
persisten evidencias de otros sistemas de explotación pasados, como la minería,
que contribuyen, junto a los anteriores, a la cualificación y singularización
del paisaje de la Sierra Norte. Sin embargo, el abandono general que presenta
este patrimonio rural y minero constituye una dramática pérdida de identidad
cultural en el paisaje. Por último, como elemento que humaniza al paisaje y que
posee importantes implicaciones territoriales, ambientales y escenográficas, también hay que conservar las láminas de agua de los
diferentes embalses que se localizan en el
área.
Catálogos de Paisajes de la Provincia de
Sevilla