El Vino en Guadalcanal
en los Siglos XVI al XVIII
Durante
estos siglos el cultivo de la vid fue extendiéndose por casi toda la provincia
de Sevilla, no quedo ninguna comarca en la que no hubiesen viñas, siendo su
momento más álgido los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, muchas de estas
viñas y su fruto el vino viajaron en las flotas que partían de Sevilla hacia
América.
En la
edición de la Real Sociedad Económica Matritense de la “agricultura general” de
Alonso de Herrera (Agrónomo de 1470 a
1539), figura la siguiente relación de vinos destacados, importantes en los
s. XV y XVI:
*Alanís, elogiado a
principios del XV con el blanco de Cazalla y otros
*Alcalá de los Gazules
/ Alcalá la Real
*Aljarafe, en el reino
de Sevilla, más o menos tinto, algo dulce. Se cita como cosa buena al principio
del XVI.
*Andújar /
Fuenteovejuna
*Guadalcanal y Cazalla
celebres en el siglo XV
*Jerez seco, del reino
de Sevilla de Jerez de la Frontera.
No se
conoce con certeza cuales eran los viñedos que se cultivaban en Andalucía antes
del XV, pero se tiene noticias de 1482 que se producían en jerez los
denominados vinos de romania, conforme establecían las ordenanzas del marques
de Cádiz: “ mando que lo fagan de Torrontes e de Fergusano e verde agudillo según
e por la forma e manera que se facen en Xerez”. Torrontes es uva blanca
que está extendida en muchos puntos de la geografía española y argentina. La
Fergusano es la llamada Fray Gusano de Mainia o de Miraflores que es muy
parecida a la Mantúo de Pilas. Y la Verde Agudillo, quizás corresponde al
verduguillo actualmente Teta de vaca.
El tratado
que más nos puede aproximar al tipo de variedades cultivadas en aquella época
es el de Simón de Rojas Clemente y Rubio “Ensayo sobre las variedades de vid común
que vegetan en Andalucía” editado en 1807. En el mismo hace una
clasificación de las distintas variedades, agrupándolas en Tribus y habla de
119 variedades distribuidas en XV tribus: Iª las Listanes/Forenses (Listán
común, Morado, ladrenado, colgadera, tempranillo, etc.). IIª
Palominos/Fissiles. IIIª Mantúos / Pensiles (mantúo castellano, bravío, de
Pilas, fray gusano, torrontés, etc). IVª Jaenes/Duracinae (Jaén
Negro de Sevilla, de Granada, Jaén Blanco). Vª Mollares/ Helvolae. VIª
Albillos/ Dapsiles (Castellano, Negro, etc. Aquí también describe algunas cepas que
denomina “variedades sueltas” como la Malvasía, la Tintilla o la Romé, la
Morrastell, la Beva). VIIª Ximenecias/ Ximeneciae. Tribu VIIIª
Perrunos/ Flaventes. IXª Vigiriegos/ Postratae. Xª Agraceras/Oxicarpae. XIª
Ferrares/Pergulanae. XIª Tetas de vaca/Bumasti ( Corazón de cabrito, Casco de
tinaja, etc.). XIIIª Cabrieles/ Oleagineae. XIVª Datileras/Dactilides.
Tibu XVª Moscateles/Apianae. En este apartado también muestra un grupo de “Variedades
aisladas” como Vigiriega de Motril Moscatel de flandes, Uva del Rey, etc.
A falta de
fuentes que nos permitan valorar con exactitud la superficie dedicada al
cultivo de la vid, hemos de recurrir a las descripciones que hacen de su
entorno los coetáneos de estos siglos como las contenidas en la cosmografía de
Hernando Colon que allá por el año 1517, nos trasmite una imagen muy positiva
en cuanto a la presencia y frecuencia del viñedo por Sevilla.
En la
ribera del Guadalquivir nos decía: “party de alcala del rrio para la rinconada
que ay media legua grande llana e de viñas”...... “la renconada e fasta el
algaba ay una legua llana e de viñas”....... Y también como centro
productor de vino, encontramos en el itinerario de Hernando en la sierra norte
a Cazalla de la que afirma “en este lugar ay muy buenos vinos”.
Ya a partir
del siglo XVIII las fuentes serán más generosas y ciertamente contamos con un
instrumento muy certero el Catastro de Ensenada desde 1749. El catastro resulta
útil para establecer la geografía del viñedo en la Corona de Castilla. Una de
las áreas que según datos del catastro superaban el porcentaje medio de
superficie dedicada a la vid, era Sevilla: siguen destacando como comarcas productoras
la sierra norte y el aljarafe. En la sierra superaban la media Cazalla y
Constantina, después Alanís cuyos famosos vinos fueron citados siglos atrás por
Lope de Vega, y Guadalcanal que también se distinguió por sus vinos en el
XVI.
En el
Aljarafe destaca Sanlúcar la Mayor con más de 22% de su término cubierto por
vides y Villanueva del Ariscal. También alcanzaban la media localidades como
los Palacios y Villafranca, viajeros del siglo XVIII como Esteban Silhuette
cita los buenos vinos de Lebrija.
Es difícil
conocer que tipos de vinos se realizaban y sobre todo cuales eran sus
características organolépticas, es decir sus aromas y sabores. No quedan
vestigios materiales de aquellos vinos, como no puede ser de otra manera. Los
conocemos solo y exclusivamente por la literatura de la época, que por cierto
fue muy prolija y de una calidad extraordinaria, estamos hablando del Siglo de
Oro Español. Y aunque hasta el último tercio del XVIII la vinatería andaluza
producía fundamentalmente, mostos, es decir vinos jóvenes que se encabezaban
ligeramente con aguardiente vínico a fin de que pudiesen mantenerse en sus
traslados, sabemos que también se producían vinos de guarda, es decir vinos
añejados y envejecidos.
Vinos que
desde luego eran consumidos tanto por el pueblo llano como por la nobleza,
alcanzando una merecida fama, recogida por nuestros clásicos (Cervantes,
Lope de Vega, etc.). En este sentido, articulistas, historiadores y
cronistas como José María Osuna, Antonio Merchán, José María Martín Cornello,
Carlos Lora y Santiago Montoto han dado perfecta cuenta de ello en sus
artículos de diversas revistas y en otras publicaciones de tirada nacional.
Así en uno
de los Sonetos de Lope de Vega: "Vino aromatizado que sin pena beberse puede,
siendo de Cazalla, y que ningún cristiano lo condena". O en libros
como "Rinconte
y Cortadillo" de nuestro universal Miguel de Cervantes, que debió
ser un excelente catador por la profusión de vinos que conocía, "lo
trasegó del corcho al estómago y acabó diciendo: "De Guadalcanal
es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico". En el drama
religioso “El rufián dichoso” cita Cervantes los vinos de Alanís, al
poner en boca del espadachín Cristóbal de Lugo estos versos: Por San Pito/ que
han de entrar todos, y la buena estrena /han cíe hacer a la hornada que ya sais/ y más, quo tenso da
Alanís un cuero/ que se viene a las barbas.
En una de
las novelas ejemplares, “El licenciado Vidriera”, vuelve a
hacer Cervantes su típica alusión a los vinos de esta comarca, y es donde más
gala hace del conocimiento de estos líquidos báquicos: Al llegar a Génova el
capitán don Diego dé Valdivia y Tomás Rodaja, entran en una hostería, y después
que el hostelero ofrece una gran variedad de vinos, dice el autor: ”Y
habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se
ofreció de hacer parecer allí, sin usar de tropelía y como pintados en mapa,
sino real y verdaderamente, a Madrigal. Coca, Alaejos, y a la imperial más que
Real Ciudad, recámara del dios de la risa; ofreció a Esquivias, a Alanís. A
Cazalla y Guadacanal, sin que se olvidase de Rivaldavia y Descargamaria.
Finamente, más vinos nombró el huésped, y más le dio, que pudo tener en sus
bodegas al mismo Baco”.
El comercio
de vinos andaluces y sobre todo sevillanos de estos siglos con América fue sin
duda la gran oportunidad para la industria vinatera sevillana, que no supimos
capitalizar. Y que dejamos pasar, para haber hecho de Sevilla una de las mejores
zonas vitivinícolas
En primer
lugar hemos de destacar que el vino en la dieta marinera está perfectamente
atestiguado, formaba parte indispensable del avituallamiento de las flotas. El
Vino, que junto al bizcocho, el agua y el queso eran los alimentos más
consumidos en estos viajes. Pero lo más trascendental es que conforme avanzaba
la conquista de las Indias, las cantidades de vinos que se fueron embarcando
fueron progresando casi geométricamente. Pues aunque también se llevaron vides
para su replantación, estas necesitaron mucho tiempo para su adaptación a las
nuevas tierras y nuevos climas, aparte de que hubo legislación suficiente para
regular en el tiempo y en el espacio estas plantaciones, como la prohibición de
finales del XVI de cultivar viñas en las colonias, con el fin de no perjudicar
la economía de la metrópoli.
Así podemos
empezar a distinguir esa gran oportunidad para la viticultura sevillana desde
muy pronto; Tomas de Mercado (Economista, teólogo dominico y nacido en
Sevilla en XVI), decía que el vino duplicaba su precio en indias “cincuenta
pipas de vino entregadas en Cazalla valían a quince cada una, setecientos
cincuenta ducados. Véndenlas a treinta pagados en nueva España, lo cual excede
mucho lo que costara asegurar las pipas de ida y la plata de vuelta”.
Hamilton (historiador
hispanista) también plantea que los productos alimenticios a Indias se
duplicaban. Pero un estudio de Mª Carmen. Mena García sobre precios y costos de
transporte de algunos productos agrarios remitidos a Indias en 1514 plantea que
los precios son bastante mayores. Ella documenta que 1.152 arrobas de vino de Guadalcanal,
que importaron inicialmente 79.833 maravedíes y que a su arribo a Darién habían
incrementado su coste hasta 171.432 maravedíes (10.099 de gastos de envasado y
acarreo hasta el barco y 82.000 de fletes y avería), se vendieron en
destino por 821.250 maravedíes, lo que supone un incremento del precio de
origen del orden del 1.026% y un beneficio bruto de 479%.
El trabajo
de Serrano Mangas da información de que entre 1618 y 1648 las cantidades de
vinos suministradas por los asentistas de Sevilla para el avituallamiento de la
Armada de la Carrera de Indias, las Flotas de Nueva España y la Armada de
Barlovento, constatamos que el total ascendió a 1.422.135 arrobas, lo que
supone un promedio anual de 45.875 arrobas, cifra que supera en un 10% la media
anual que alcanzaron las exportaciones de vino para su comercialización durante
la segunda mitad del siglo XVII y primera del XVIII.
Los vinos
de Sevilla y su hinterland se vieron favorecidos por la legislación del
momento. En 1509 el Juzgado del Vino de Sevilla trato de impedir la entrada en
la ciudad de caldos procedentes de otras comarcas con vistas a su exportación a
Indias. La Corona dispuso que aquellos vinos destinados al aprovisionamiento de
los navíos y armadas de la Carrera gozaran de absoluta libertad, no así su
destino para otros usos, como la venta en la propia ciudad.
Los
cosecheros bajo-andaluces si gozaban del privilegio de no pagar el almojarifazgo
y la alcabala de primera venta, esto en 1588 y según datos de García Fuentes, él
envió de una pipa de vino, pagaba, en concepto de derechos aduaneros, 562
maravedíes si el cargador no era vecino de Sevilla, si lo era solo pagaba 85 maravedís.
Según Pierre
Chaunu (historiador hispanista) entre 1511 y 1550 viajaron 3.153
navíos y entre 1581 y 1590 lo hicieron 873. Si extrapolamos la media por navío
que obtiene García Fuentes en la década de los ochenta del siglo XVI al total
de los navíos que viajaban cada año, el resultado que se obtendría es de unas
450.000 arrobas anuales, cifra muy parecida a la que estable Chaunu por fuentes
de tipo fiscal.
La
procedencia de los vinos era: 52% caldos jerezanos del total de los embarques
controlados, porcentaje que se eleva a un 53,2% si se añade los procedentes de
Sanlúcar y el Puerto. El 42% de las comarcas sevillanas del Aljarafe y de la
Sierra norte. Los del Condado de Huelva el 1,8% y el 2,6% restante eran vinos
con origen desconocido. El 67,5% va destinado a Nueva España, el 2,4% a Tierra
Firme, un 7,6% a las Antillas y Margarita y el 3,5% restante a Honduras. La
gran diferencia entre el virreinato de Nueva España y Tierra Firme se explica
por el rápido desarrollo que alcanzó el cultivo de la vid en este territorio en
Perú (Nasca,
Ica, Pisco, Paspaya y Arequipa) y Chile (inmediaciones de Santiago).
En la
segunda mitad del XVII y según García Fuentes, contabiliza en esos 50 años
2.054.822 arrobas de vino exportado a las Indias de los que el 95% fueron de
procedencia andaluza y el 5% restante de caldos canarios. El destino
fundamental continúo siendo el virreinato novohispano con un 55,5% del total.
Durante los
siglos XVI, XVII y principios del XVIII, Sevilla y su área de influencia
disfruto también del llamado “Tercio de los frutos de la tierra”.
Para García-Baquero el primer año que se tiene constancia documental que se aplicó
“el
tercio de los frutos de la tierra” fue en 1673.
Para el siglo XVIII las cifras que nos da
García-Baquero en el periodo de 1720 a 1751, y medidos en toneladas de
aforamiento, los productos agrícolas supusieron el 46% del total de la carga y
casi la mitad de los mismos la asumió a su vez el vino (41% del total de los
productos agrícolas y el 19% del volumen total exportado). Es decir para esos
32 años el total de vino exportado fue de 1.332.85 arrobas. En cuanto a la
procedencia es de Jerez, el Puerto, Sanlúcar, Rota, Chiclana, la comarca del
Aljarafe sevillano y el Condado, más un pequeño refuerzo de vinos “carlones”.
Pero
también durante todos estos siglos el comercio del vino que se producía en el
territorio de Sevilla, no solo se limitaba con América, sino que también
Galicia, Santander, Guipúzcoa, constituían destinos frecuentes de los vinos
trasportados en naves fletadas en Sevilla. Y junto a ellos otros mercados
europeos también eran destinatarios del vino sevillano.
Gracias a
esa expansión del negocio vinatero, surgirán en los campos, pueblos y aldeas de
Sevilla, en la que destaca la Sierra Norte a lo largo del siglo XVI y
siguientes, monumentales haciendas cuyas edificaciones magnificaban la vida
rural. Gran número de ellas poseen intactas sus estructuras y muchos de sus
elementos, como se recogen en el libro editado por la Junta de Andalucía: “Cortijos,
haciendas y lagares de la provincia de Sevilla”
Cortijo
Castañarejo y Merino; en Cazalla de la Sierra. Noticias del XVI informan de un
primitivo lagar. En 1578 el italiano Antonio Corzo lo compro, tenía dos
lagares. El primitivo lagar tiene una torre de contrapeso. Cortijo de Franco o lagar
de los Pollos¸ Cortijo del Inquisidor; Cortijo El Marqués, con lagar del XVIII,
Lagar de las Tres Vigas. Lagar de Campovid en Constantina, antiguo lagar con
prensa de viga. Bodega del Rey en Guadalcanal del XVIII y XIX. Cortijo
El Lagar en Las Navas, instaurado por la Orden de los Basilios en 1575. Cenobio
San Antonio del Valle de galleguillas. Y tantos otros, son muestras exactas de
esos emporios vitivinícolas que plagaron muchos pueblos de la provincia. La
mayor parte de ellas contaban con lagares de viga, lagareta e importantes
bodegas y, en algunos casos, con calderas para la quema de vinos (cuando
los excedentes lo permitían) y alambiques para la posterior obtención
del aguardiente.
En
definitiva y sin duda alguna los tres mejores siglos de la historia de la
vitivinicultura de Sevilla, por su cantidad, por su calidad, pero sobre todo
por la enorme riqueza que genero a su alrededor.
Rafael Spínola R.
Hemerotecas