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sábado, 14 de septiembre de 2024

Reflexiones

Los niños de los años cincuenta de Guadalcanal

         El agua se desparrama por el pretil de la ancha alberca de la huerta. Va calentar el sol cada vez más y la tierra, reseca, acoge agradecida el reguerito de agua fresca derrama la alberca.

A las dos de la tarde, el campo en verano se deja aplastar por el calor y el silencio. Sólo un moscardón o un gran abejorro zumba inquieto sin que sepamos nunca dónde está. La calina derrite los sesos de un pollino, inmóvil como una gran figura de peluche desvaído, que se acoge a la sombra de una higuera enorme que hay unos pasos más No se inquieta el asno por los movimientos y las voces estridentes del grupo de chavales que chapotean en la alberca redonda y grande. Ahora uno de ellos, apoyándose en el borde salta fuera ágilmente. Lleva un bañador oscuro, azul marino, con peto y tirantas. Es un bañador de esos que eran comunes allá por los años cincuenta cuando apenas hacía poco más de diez años que había concluido la guerra civil.

         Entonces, todavía nadie pensaba en democracias ni en políticas. España comenzaba a levantarse de una catástrofe espantosa que había costado las mejores vidas de gente en uno y otro bando.

Comenzábamos a olvidar. Las heridas sanaban, quedaban cicatrices enormes en los pueblos y en las almas, pero el mundo entero estaba, por fin, en paz después de sufrimiento y de tanta locura, y las puertas de la esperanza se nos iban abriendo poco a poco. Eran, todavía, años de penuria, de escasez, con los cementerios demasiado llenos y las despensas demasiado vacías. Se comía mal y poco, se remendaban las camisas y los zapatos, se parcheaban las perolas y los cubos y se les daba la vuelta a los abrigos y las chaquetas.

         Los que entonces éramos niños nada sabíamos de huelgas, ni de reivindicaciones laborales, ni de injusticias sociales. Veíamos a nuestros padres luchar a brazo partido con la vida para llevar un jornal al hogar y les admirábamos por su tesón y su constancia. Oíamos que en Sevilla los estudiantes tumbaban tranvías, en lucha con los “grises”, sin saber muy bien por qué lo hacían y nosotros, por solidaridad con ellos, hacíamos novillos en la escuela. Pero nada más. Todo el que tenía un trabajo procuraba cumplir y conservarlo sin querer pensar en más, porque apenas si había derechos y sí muchas obligaciones...

         Después, las hojas del calendario fueron sucediéndose una a otra con vertiginosa rapidez. Los años, la vida, volaban. Mil novecientos sesenta, sesenta y cinco, setenta... Francisco Franco, el Caudillo salvador de España para unos, el tirano para otros, admirado y odiado a un mismo tiempo, acaba sus días y se presenta ante el juicio de Dios a rendir cuentas de sus actos. Y ante los españoles se abre un nuevo capítulo de la Historia. Muchos malintencionados y muchos oportunistas, que aguardaban su momento, salen a la luz. “Ahora somos libres” se escucha por doquier. Pero la Libertad es un arma de doble filo, sirve para todo y para todos. Con ella y en su nombre, se puede hacer el bien y el mal, se puede trabajar generosamente por los demás y se puede trabajar egoístamente por uno mismo. Se puede jugar limpio y se puede mentir... Y, sin embargo, es la gran riqueza del ser humano.

         Ahora, en mil novecientos noventa y cuatro, en la madurez de nuestras vidas, los niños de los años cincuenta, que no fuimos educados en los difíciles vericuetos de la política, nos encontramos, tal vez, desorientados en lo más íntimo de nuestro ser.

         Tenemos, tiene España, la gran oportunidad de progresar en paz y en libertad y está quedando atrás ya el sarampión desorientador de los primeros años de democracia.

         No son estas páginas el lugar idóneo para vaticinios políticos, ni para mostrar preferencias, y no voy a caer en ese ridículo, pero tengo derecho a preguntarme a mí mismo y a todos, noblemente, hasta dónde estamos dispuestos a dar para salir adelante. Sí, tengo derecho, y lo tenemos todos los españoles, a pedir que sean barridos todos los vividores y todos los oportunistas, sean quienes sean y del color que sean, para que un viento de honradez y limpieza refresque nuestra patria, nuestras ciudades, nuestros campos y nuestros pueblos

         Para que todos seamos uno solo, codo con codo, en el común afán de un futuro mejor nuestros hijos.

PLÁCIDO DE IA HERA
REVISTA DE FERIA Y FIESTAS – 1994

sábado, 24 de agosto de 2024

Nuestra Historia 4

Apuntes Históricos de Guadalcanal

    Por un manuscrito mutilado del siglo XVII, posiblemente de un franciscano del Convento de la Piedad (hoy cementerio de San Francisco), tenemos noticias que la fundación de Guadalcanal la realizó el rey Gerión que llamaron Avo, hijo del rey Hyarbas de Mauritania, por el año 1690 a. C., llamándola TEJERA. Otros dicen que la fundaron los celtas en el año 580 a. C., con el nombre de TESERES. Permaneció con este nombre por espacio de 1010 años, que dominada por los vándalos y alanos, la ensancharon y la llamaron CANANI o como dice Claudio Ptolomeo, CANACA. Fue ciudad en estos tiempos según este autor por estas palabras: “Quorum civitates sun: Canaca, Fornacis".
    Esta grandeza fue por los años 430
    En el mes de julio del 713 llegan los musulmanes a Guadalcanal, eran árabes y beréberes que dejarían un pequeño destacamento en el lugar, al que llamarán WAD AL QANAL (Río de creación). Allí encuentran un cerro fortificado, habitado por visigodos e hispanorromanos, que llaman Monforte, rodeado de murallas, también encuentran habitantes en diversos sitios del término. Está patente que lo que hay al llegar los árabes es Monforte y su territorio. En el cerro de Monforte, a cinco kilómetros al suroeste del pueblo actual, hay construcciones romanas de derretido con dos murallas concéntricas. A la construcción de época romana, debe su nombre el lugar, compuesto de un original MONS FORTIS. Monforte sería un ejemplo más de nombre de fortificación alusiva a restos más antiguos y de valor arqueológico. Nos inclinamos al mozarabismo del nombre, pues es seguro que hubo habitantes cristianos en estas tierras durante el período de dominación musulmana. El cerro Mezquita y el arroyo Mezquitas son alusiones que confirman la antigüedad de Monforte, ya que por las investigaciones realizadas ya existía en tiempos del emperador Antonino Pío, que gobernó del año 138 al 161, y también refiriéndose a Guadalcanal dice que “el primero sitio de su fundación primera fue distante una legua de donde hoy está, en un cerro que se dice Monforte”, “fue fundada en lo selecto de la provincia antiguamente llamada Turduluna o Baiusturia, según el cómputo de las historias, fue casi mil seiscientos años antes del nacimiento de Cristo”. Esto viene a confirmar que esta fortaleza romana era un oppidum construido sobre restos de otros pobladores que en el caso nuestro serían turdetanos o tartésicos, pues todas las fortalezas primitivas estaban en alto.
    El campesinado hispano-romano-visigodo se sometió a las tropas de Muza, conviviendo luego con la nutrida población beréber asentada aquí y entre ellos, miembros de la tribu de los zenatas.
    Ya debía existir Wad al Qanal como población en el año 758, en tiempos del Califa Abderramán I, pues se cita que pasó cerca un tal Yusuf al Fihri, wali árabe que desde Mérida marchó a Fuente de Cantos y, reclutando gentes del sur extremeño, formó un ejército de veinte mil hombres beréberes contra el Califa, y fue a Almodóvar donde fue derrotado, luego se dirigió a Firris (Cerro del Hierro), entre Wad al Qanal y Qûstantina, y de allí a los Pedroches, siendo asesinado en Toledo.
    En el 756 Guadalcanal pertenecía territorialmente al castillo de Reina, y éste era de la Cora de Al Balat.
    En el 1088 dicen los Anales Toledanos, que el rey cristiano Alfonso VI alcanzó el puerto de Guadalcanal, pero no le ofreció batalla.
    Otra vez vinieron los almorávides en el 1091, y tres años después son dueños de estas tierras.
  En 1147 llegan los almohades y con ellos comienza un periodo importante de construcciones. En Guadalcanal construyen murallas y alcázar entre 1169 y 1175.
    Las murallas de nuestro pueblo eran de derretido, según señala el Catálogo Arqueológico, o sea, de mampostería de piedras, pero ello se contradice con su época.
    El 18 de julio de 1189, tras conquistar Reina se presentó en Guadalcanal el rey Alfonso VIII, pero no consta que la tomara por combate.
    En abril de 1241, el jeque de Wad-al-qanal, que la defendía en nombre de Abul-Hasan Axatat, rey de Sevilla, la entrega sin combate, reinando Fernando III el Santo, al 15 Maestre de la Ordende Santiago, Don Rodrigo de Iñiguez de Montalbán, al que acompañaba el Comendador D. Rodrigo de Valverde, D. Juan Muñiz de Gogoy, comendador de Extremera, D. Lope Sánchez de Porras, trece de la Orden; el comendador D. Hernán Meléndez, D. Rodrigo Yañez, comendador de Almoguer; y Albar Martínez de Aibar o Ibarra, comendador de Mora, siendo restaurada la mezquita que existía, fue bendecida por el obispo de Coria Jaime Sanguineto, que venía acompañando al Gran Maestre.
    Nos encontramos entonces a un Guadalcanal con un alcázar de cuya muralla sale la que rodea a la población con una capacidad para dos mil casas de las que los árabes usaban, muralla seguramente de tapial, aunque tuviesen ladrillos en las esquinas de las torres y en los arcos y aún piedra. Las puertas solían tener unos cinco metros de alto y todas las desembocaduras de calles solían tener portillos y puertas. Había una serie de torres cuadradas en el recinto cada cierto tramo de lienzo y plataformas para el camino de ronda. Las torres tenían habitación y techo de bóveda de cañón de ladrillo y puertas con arco de medio punto.
    La muralla estaba rodeada por todas partes por un foso que llamaban cava, por lo cual corría en la parte N. y O. un arroyo llamado de Pedro Gómez. La cerca iba desde la iglesia de Santa Ana hasta la puerta de Llerena y continuaba hasta la esquina de la calle López de Ayala, girando por la Cava y bajando por el muro del pilar hasta la puerta del Jurado, desde donde se dirigía a la esquina que desemboca a la puerta de los Molinos, y rebasada ésta subía más allá buscando la torre de Santa María y el Ayuntamiento, rodeando el Palacio y seguía por donde está la Almona.
    Por el otro extremo bajaba desde Santa Ana, por la calle Juan Pérez, dirigiéndose a las casas que ocupaban el Hospicio de San Basilio, girando hacia la puerta de Sevilla, subía por Pozo Berrueco en dirección a calle Águila y desde ésta enlazaba con el muro que venía por las traseras de los corrales de la calle y calleja San Sebastián.
    En 1248 pasó a pertenecer al señorío de la Orden de Santiago.
    En 1253 fue hecha cabeza de Encomienda, -que rentaba 36151 reales de vellón- por Pelay Pérez Correa (el Cid extremeño), pasando a depender su iglesia del Monasterio de Santa María de Tentudía.
    Don Lorenzo Suárez de Figueroa concedió a la villa vicario propio el 6 de junio de 1305, como lugarteniente de Tentudía, y la dotación parroquial a cargo de la Mesa Maestral. Confirmado por los Reyes Católicos el 6 de junio de 1494. La última confirmación es de Fernando VI el 28 de septiembre de 1753.
    En 1428 el Maestre-Infante D. Enrique de Aragón, amplió el término con parte del de Azuaga y Reina.
    Hay también noticias de un contingente judío que, después de la reconquista, poblaba el barrio de Santa Ana y la Morería. Y en la visita canónica de 1494 consta que tenía sinagoga, situada por cierto en el Ejido, luego Paseo del Coso.
    En 1521, por ser Guadalcanal comunero, fue mandado por Carlos I tirar los muros y, desde luego se tiraron trozos del mismo aunque no entero.
    Se rompió la cerca por la entrada a calle Jurado al lado del pilar actual y en la calle las Huertas. Se tiró el muro que subía hacia la torre y el que unía la iglesia con el edificio del actual Ayuntamiento, construyéndose un arco; se tiró el trozo de la calle Águila, delante del arroyo que iba por el foso; también el trozo de la entrada norte de la calle Juan Pérez y se respetó uno que va bordeando la iglesia de Santa Ana. Había un portillo entre el Palacio y la Almona que ya consta en 1494 que comunicaba con las carnicerías, sí no fuera así habrían quedando encerradas muchas calles como Santa Clara, Guaditoca, Concepción, Carretas, Altozano Bazán y la plaza de Santa Ana, que existen dudas de sí estaban comunicadas al exterior por un portillo, pues desde la puerta de Llerena hasta la de Sevilla hay grandísima distancia.
    En mil seiscientos y pico un testigo dice “Hasta hoy se ven algunos pequeños pedazos de muros y cerca antigua de Guadalcanal y tres puertas con edificaciones de las casas, quedando la villa cercada artificialmente. La de Llerena está caída.
    En la puerta de Llerena había un puente para pasar de calle Santa Ana a Berrocal Grande (Espíritu Santo) y Berrocal Chico a la población enfrente de la calle Granillos, ya que pasaba el arroyo dela Cava a primeros de este siglo XX. A mediados del siglo XVI se tiraron el resto de la muralla.
    Además de Guadalcanal, que fue un auténtico castillo, existieron otros que ya sólo quedan en la memoria, ejemplos:
CASTILLEJO: Situado en el cruce del camino de Valverde con la Cañada de Esteban Yáñez.
VALJONDO: En las tierras de este nombre, al oeste del camino viejo de Azuaga.
VENTOSILLA: En el cerro del Castillo, en la hacienda de la Plata.
PORTICHUELA.
ATALAYA.
SANTA CRUZ.
    Cerca de las minas de Pozo Rico está la fuente de la Cueva.
    En la linde de las “Viñuelas” y “Magrao”, existe una piedra horizontal sostenida por otras dos, se conoce por la “Piedra Corcovada”.
    Existió una ermita de San Antonio de Padua en el Cerro que llaman de las minas.
    Cueva de San Francisco en la Sierra del Agua
    En el siglo XIV residió en el Palacio existente junto a la Almona, el Gran Maestre de la Orden de Santiago D. Fadrique de Trastamara.
    En los Anales de Don Diego Ortiz de Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago aparece descrito un terremoto ocurrido el cinco de abril de 1504: “Como a la hora tercia, siendo Sumo Pontífice Julio II y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla, Sicilia y Cerdeña los cristianos Reyes don Fernando y doña Isabel, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas las iglesias y casas, de modo que amenazaban con caerse.
    Los que estaban en los campos aseguraban haber visto oscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos arrojando abundante agua por sus bocas y los montes abiertos exhalando vientos con cenizas.
    Hay quien afirma haber visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de Almadén, Cazalla y Guadalcanal.
    En 1592 tenía Guadalcanal 1462 vecinos. En 1596, registra 1055, lo cual supone más de cinco mil habitantes, que un número mayor al de ahora, y eso que la población total de España era aproximadamente, un quinto de la actual.
    10 de junio 1628. El licenciado D. Diego García de la Rubia, visitó las ermitas de San Pedro, San Benito, San Juan, Ntra. Sra. De los Remedios, Capilla de San Antonio (en las minas de Pozo Rico) y Santa Marina.
    1 de Noviembre de 1755, Guadalcanal sufrió un terremoto. En acción de gracias, por no haber recibido daño, ni en sus personas ni inmuebles, ni en ganados, la Comunidad de la Parroquia de Santa María, presidida por el párroco don Juan de Ortega, acordó celebrar perpetuamente una misa, seguida de procesión con el Santísimo porla Plaza Mayor, en la que habrá dos altares, repletos de flores, para sendas Estaciones de su Divina Majestad. Los gastos de cera y flores, por un importe de 16 reales de vellón, serán sufragados por el Consejo de la Villa.
    En 1833 por la reforma del ministro Javier de Burgos, pasó a ser andaluz, no apareciendo ya como jurisdicción eclesiástica extremeña en 1851.
    1854. En este año había 5506 almas, de los cuales 1558 eran cabezas de familia. Regían la villa Miguel Ramos Lobo, Alcalde; Leonardo Castelló y Donoso, como Alcalde 2º; Juan Rivero Silvestre, como Regidor 1º; Antonio María de Castilla, como Regidor 2º; José Rivero, Regidor 3º; Antonio Llamazares, Regidor 4º; José Barragán Palacios, Regidor 5º, Francisco Vázquez, Regidor 6º, Nicolás de Gálvez, Regidor 7º, Félix Nogales, Regidor 8º; Lucas de Torres, Síndico 1º, Antonio Fontán, Síndico 2º y Enrique Vicente Moreno, como Secretario del Ayuntamiento.
    Fue colocada en el reloj de la plaza una campana que se quitó del convento del Espíritu Santo.
    Se trasladó la cruz que existía al final de la calle Santa Clara al lugar que ocupa actualmente.
    El Ayuntamiento cedió terrenos para sembrarlos de olivos enla Sierra del Agua y en la Palomilla.
    La construcción de la fuente del Berrocal Chico se debe al presbítero Juan Barragán, que solicitó de las aguas vertientes de la fuente.

Recopilación Revistas de Guadalcanal. Años 1960 - 1969 - 1972 - 1988
Asociación Cultural Benalixa

sábado, 13 de julio de 2024

Nuestra Historia 3

Los enterramientos en la iglesia de Santa Ana
Morada de sus vecinos desde el siglo XIII al XIX


         Era costumbre desde muy antiguo que los fallecidos cristianos se enterrasen en las iglesias, y así vino sucediendo en Guadalcanal, donde desde 1241 se haría en la única iglesia existente entonces, que era la mezquita bendecida, con la advocación de Nuestra Señora de Santa Ana. Posteriormente, al dividirse el pueblo en tres collaciones o barrios parroquiales, se hacía en cada una de las tres iglesias correspondientes.

         En ocasiones, bien por saturación o por voluntad del difunto, se recurría a las iglesias del Espíritu Santo, la Concepción, los Milagros, San Francisco y quizás algún convento u hospital más. Hay evidencia de restos humanos hallados en la explanada que circunda a Santa Ana, lo que demuestra que antiguamente también se usó aquel terreno.

         El barrio de Santa Ana comprendía las calles de Juan Pérez, Fox, Granillos, Santa Ana, Berrocal Grande o Espíritu Santo, Berrocal Chico o calle Alta, Larga de San José, llamada antes calle del Arco y Sevilla fuera, Calleja de Miera, Calleja de la Jara, Cotorrillo, Calle del Triángulo o Altozano Bazán, San Bartolomé, Valencia, Carretas, Tres Cruces, llamada antes Bodegas, Cuesta de Santa Ana y Plazuela de Santa Ana, y todos los vecinos fallecidos en ellas eran sepultados en dicha parroquial.

         Entre las personas ilustres que descansan en ella, se encuentra el Vicario don Juan Pérez, que fue cura de esta iglesia a finales del siglo XVI y principio del XVII, que tenía sus casas de morada en la calle que tomó su nombre y todavía es conocida como calle Juan Pérez. También yace en ella don Cristóbal Gordón, caballero de la Orden de Santiago, Vicario y Juez eclesiástico de Guadalcanal, fallecido a mediados del siglo XVIII, habiendo sido cura de Santa Ana durante cuarenta años.

         Existían varias clases de enterramientos en las bóvedas, con precios que iban de tres a veinticuatros reales; muchos se sepultaban en las capillas, como la de la Virgen del Carmen, Cristo del Buen Socorro, altar de San Marcos, San Isidro, etc., existiendo algunas lápidas en el suelo y en las paredes, algunas de ellas legibles y rotas, como la situada en la puerta de la iglesia con el nombre de Antón Martín, muy antigua. También en el altar mayor, aparece una lápida donde reposan los restos de la familia Castilla.

         En febrero de 1849 se saturó de cadáveres y se convirtió la capilla del convento del Espíritu Santo en cementerio destinado para los fallecidos de Santa Ana hasta julio del mismo año.

         En julio de 1855 se inauguró el cementerio común en los llanos de San Francisco, quedando así hasta nuestros días, por lo que, los que no habían cumplido diez años en ese fecha quedaron para siempre en Santa Ana, y según los libros de defunciones he contabilizado 195 párvulos y 161 adultos, que hacen un total de 356 difuntos los que se encuentran bajo las losas de Santa Ana, además de miles de restos.

        Después de la última restauración de esta iglesia, todos los restos fueron depositados en la zona del altar mayor

 

Antonio Gordón Bernabé.

Revista de Guadalcanal 1981

sábado, 11 de noviembre de 2023

Guadalcanal año a año

Una Revista casi centenaria

             La Revista de Feria de Guadalcanal es prácticamente centenaria, el primer número que aparece en mis archivos es de 1928, pero creo que existen algunos anteriores, esta revista se llamaba “EL COMERCIO DE GUADALCANAL”, dirigida por Manuel Elena y estaba dedicada a las ferias y fiestas de la localidad.

             En ella ya aparecían artículos de escritores locales y foráneos, algunos de ellos, como es el caso de una poesía de Luís Chamizo, insigne escritor y poeta de Guareña que se estableció en nuestra localidad al esposarse con Virtudes Cordo Nogales en 1921, Este artículo que contiene la poesía “HEROES SIN GLORIA”, es una oda dedicada a los héroes sin gloría, los héroes del martillo y del arado. Igualmente aparece en esta revista un curioso artículo como uno de Édouard Heliot, escritor y político francés de la época, titulado “EL PROBLEMA DELALCOHOL”.

           Vemos el programa de la feria de ganado y fiestas del 1928, del 4 al siete de septiembre, organizados por la comisión de festejo, siendo presidente de la misma, Don Ignacio Vázquez, alcalde Don Guillermo Alvarado y actuando de secretario Don Adrián Salinas. La inauguración fue el día 4 a las 7,00 horas de la mañana con un pasacalles amenizados por la banda de música de la localidad dirigida por el profesor señor Escote, el día 6 a las 18,00 horas solemne procesión de Nuestra Señora de Guaditoca, patrona de la localidad, organizada por su Real Hermandad, con acompañamiento de las Autoridades, Banda Municipal de Música y de Tambores y Cornetas, durante el recorrido se dispararán numerosos cohetes y tracas. Por las noches, bailes de sociedad, conciertos, circo (Circo París), teatro, cinematógrafo, fuegos artificiales y otros festejos. Igualmente, se anunciaban el comercio de la localidad y la zona, como PURIFICACIÓN R. FRESNO -Fábrica de harinas y panificación esmerada-, ALBERTO DE LA HERA -Farmacia, droguería y perfumería-, JOAQUIN GARCÍA CALDERÓN -Transportes de mercancías y viajeros, servicio a la estación de tren-, CASA ROMERO – Bisutería, mercería y novedades-, FONDA DE MISERICORDIA - Casa especial para viajeros, amplías y ventiladas habitaciones, limpieza absoluta y cuarto de baños-, JULIO BARRAGAN CORDOBÉS -Paquetería, mercería, perfumería, ferretería, calzados y armas y explosivos de todas clases-, MANUEL NAVAS - Sombrearía-, SANTA CLARA – Molino de aceite, fábrica de harinas y panificación-, ADRIANO ATALAYA RIVERO -Almacén de calzado-, MARCOS ALVARADO Y TENA -Fabrica de aceite de oliva y orujos, jabones y sulfuros-, JUAN ATALAYA ROMERO -Colonias, paquearía, quincalla y vinos.- MANUEL BAÑOS MÁRQUEZ - fábrica de curtidos-. Y otros establecimientos, algunos de ellos han perdurado durante todo el siglo XX a través de sus sucesores.

            En esta canturía, la revista ha tenido diferentes nombres, como EL COMERCIO DE GUADALCANAL -Revista ilustrada-, FOTO Y LUZ -Revista de feria-, GUADALCANAL. Revista de feria o feria y fiestas-, PROGRAMA OFICIAL DE LOS FESTEJOS, REVISTA DE GUADALCANAL, y otras, simplemente ponían en su portada GUADALCANAL y el año. La revista durante tantos años ha pasado por varios estilos y contenidos, algunas de ellas, se limitaban simplemente al programa oficial de la feria, otras, la mayoría han contado con gran variedad de artículos y poesías, de guadalcanalenses y gente que ama Guadalcanal.

            La revista no siempre tuvo una cadencia anual, pero fue a partir de los años 70 cuando cogió su redacción y dirección Rafael Rodríguez Márquez, nuestro añorado amigo “Rafalito Electrovira” cuando realmente la edición tuvo continuidad hasta nuestros días, Rafael aparece por primera vez en el año 1969 con su artículo “REYES MAGOS”, en el reflejaba en aquella época los escasos juguetes que nos traían a los niños “el flaco caballo de cartón o la ruidosa chirriera,..” después siguen apareciendo sus artículos, año tras año, todos ellos relacionados con Guadalcanal, en el año 1973 aparece en el consejo de redacción de la revista, a partir del año siguiente coge la dirección hasta el 1985.

            Con Rafael a pesar de la diferencia de edad y que yo he vivido desde los nueve años fuera de Guadalcanal, me unía una amistad especial, tal vez nos unió nuestro amor por nuestra villa, como a tantos otros. Era la única persona que me llamaba en el pueblo Aguilar, mi segundo apellido por línea materna, tal vez por la amistad que le unía con mi tío Antonio, con el que compartía primer apellido y su gran pasión por el Guadalcanal CD, de los que ambos formaron parte de la directiva.

            Todos los veremos cuando iba a la feria me tenía guardada la revista, recuerdo que en el año 82 hablando con él en la puerta de la Puntilla, me comentó que estaba buscando un libro de poesía en las librerías de Sevilla y no lo encontraba de Agustín Capitán Álvarez, otro ilustre escritor Guadalcanalense poco conocido, le ofrecí que me diese el tirulo y yo se lo buscaba en Madrid, finalmente lo localicé en una librería de viejo de la Cuesta del Moyano de Madrid, se lo llevé en Navidades y me regaló un estuche con una pluma y un bolígrafo de la marca Inoxcrom, que guardo en mi escritorio como un tesoro.

            Cuantos y cuantos artículos, trabajos de personas de nuestro pueblo o muy amantes de él a través de los años, artículos que nos ha enseñado la historia de Guadalcanal, sus monumentos, sus hijos ilustres, el sentir y el pensar de nuestra gente, escritores, poetas e historiadores como los mencionados anteriormente Agustín Capitán y Luis Chamizo, u otros relevantes Manuel Maldonado Fernández, Antonio Gordón Bernabé, María Dolores Gordón Peral, Juan Collantes de Terán, Jesús Rubio, Antonio Fontán, Antonio Burgos, Andrés Mirón, Alberto Bernabé Salgueiro, Salvador Hernández  González, y tanto otros, que unir a la lista interminable de Guadalcanalenses o foráneos, como José F. Titos Alfaro, Pedro Porras Ibáñez, Leopoldo Tena, Rafael Rodríguez Márquez, Ignacio Gómez Galván, José Baños Carmona, José María Álvarez, José Vázquez Márquez, Rafael A. Rivero del Castillo y un largo etcétera, entre los que humildemente me incluyo. Sin olvidar por último en esta larga lista a José Luis Ceballos y Antonio Murillo (Muri) que con sus historias futboleras nos han recordado las vicisitudes y anécdotas de nuestro equipo de futbol.

            La revista y el formato que actualmente conocemos se debe en parte a Ignacio Gómez Galván que en los dos periodos que ha estado en el ayuntamiento como concejal, ha llevado la dirección y le ha dado un formato más actual.

Rafael Spínola Rodríguez
Teruel, mayo 2021.
Publicado en la revista Guadalcanal 2021

domingo, 4 de junio de 2023

Historia de mi vida

Años para recordar

        Algo de mi vida transcurrida en los 74 años que tengo. Apenas tenía 7 años me encontraba vendiendo naranjas por las ca­lles de esta Villa de Guadalcanal, incluso descalzo, hasta que fui capaz de ganar para poner en mis pies los primeros zapatos. A los 8 años aprendía el oficio de zapatero, más tarde, a los 9 años, me tuve que ir a guardar cabras a la finca de "Las Cabezas", situada en este término municipal de Guadalcanal. Seguidamente me fui a la finca de "Dos Hermanas", término de Cazalla de la Sierra. De ésta pasé a la finca del "Hornillo", término de Guadalcanal, en la cual desempeñé el trabajo de ir todos los días al pueblo para llevar una carga de leña y traer avíos para el personal que allí trabajaba.

        En el año 1.934 me fui a trabajar a los "Baldíos de Fuente del Arco", allí permanecí hasta la hora de tener que ir a la mili. Durante los años 36 al 39 tuve que soportar la Guerra Civil Española, pero la pasé con la familia Ramírez Gallego.

        Cuando marché a la mili, por suerte, me tocó a África, en la cual lo pasé bien. A ella nos incorporarnos 15, 9 fuimos a Infan­tería, 3 a Ingenieros, 2 a Artillería y 1 a Caballería de Regulares. Allí permanecí 3 años y medio de donde fuimos trasladados a Logroño. De allí fui trasladado al Regla­mento de Estella al Batallón de Cazadores de Montaña, destacado en el Cale Alto, término de Oyorzún, provincia de San Sebastián.

        Allí permanecí hasta llegarme la licen­cia y después trabajé 2 años en Cazalla de la Sierra. De allí volví a los "Baldíos de Fuente del Arco" donde permanecí hasta los 32 años, que fue cuando me casé con la compañera que tengo. En 1.953 estuve trabajando con José Nogales Cordo con el que permanecí tres años. Después trabajé con la familia "Los Matianos" de Alanís, después con José Llanes Criado y más tarde, en "La Florida". De allí pasé con Cándido Rivero Cordo y terminado el contrato con éste me fui a Sevilla, donde trabajé en los "Colegios de Magisterio", que están detrás de la Gran Plaza.

        De allí pasé a la Residencia "María Auxiliadora", donde permanecí desde que se levantaron los raíles del tranvía, porque ésta era la cochera de esto Allí estuve hasta que se edificó la residencia médica a la que pertenecemos los del pueblo de Guadalcanal. La residencia fue edificada por la Empresa "Viuda de Teófilo Serrano".

        Cuando se marchó la empresa regresé a Guadacanal, desde donde me desplaza­ba a la azucarera de Los Rosales para trabajar en la campaña de remolacha. Terminada la campaña me llevaba la familia para la recogida de algodón y terminada ésta regresaba al pueblo para la recolección de la aceituna. Pasada ésta me dedicaba a la labor de los olivos.

        Con unos y con otros, así estuve hasta la hora de la jubilación y hoy, ya jubilado, tengo más tranquilidad, aunque todavía trabajo algo para distraer el tiempo y pasar­lo lo mejor que pueda. Y así termino esta historia, aunque creo que no está todo redactado.

MANUEL SÁNCHEZ BLANCO
Revista de feria 1995

domingo, 7 de mayo de 2023

Guadalcanal y su presencia en América

 


La antigua carnicería

Y se quite de tal negocio por la reverencia que se debe tener

El día 30 de junio, recibí una llamada telefónica de Guadalcanal de D. Ignacio Gómez Galván reciente Concejal Delegado de Cultura, diciéndome que era un colaborador veterano y que no podía faltar mi artículo para la Revista.

Yo le di las gracias por su amabilidad y simpatía, pero este año no recibí la invitación para hacerlo y aunque ya quedaba escaso tiempo, pues un artículo de calidad no se escribe en un momento, intentaría complacerlo. Hoy les ofrezco una primicia que tenía guardada desde hace más de treinta años, cuando estaba buscando datos de capellanías sobre mis familiares Baltasar Gordón, Benito Carranco de la Pava, Bonilla, Gálvez, Ortega, Parra, Yanes-Camacho, de Cote, etc. Diego Ramos de León el Rico que era hijo de Diego Ramos el Viejo de Elvira Rodríguez de León, marcho a Indias en la primera mitad del siglo XVI y se asentó en México. Allí testó en 1556 y murió. Mando fundar dos capellanías, una en el convento de San Agustín de México y otra en Guadalcanal, en la iglesia de San Sebastián, esta con 3.000 ducados para decir misas por su alma y la de su familia. Eran sus hermanos García Ramos el Viejo, Alonso Ramos Rico y Rodrigo Ramos de León el Viejo. Mandaba que con ese dinero se comprara además una carnicería que se hallaba junto a la iglesia de San Sebastián "y se quite de tal negocio por la reverencia que se debe tener" según consta en la manda testamentaria. En estos casos solía intervenir el Santo Oficio de la Inquisición. En un caso semejante pero más grave, en el mismo siglo en Usagre, se mandó derribar las paredes de la casa y que nunca más se edificara en el solar, cosa que yo he presenciado. Esto me hizo pensar si en Guadalcanal se procedió igual pues siempre me extrañó ese rincón sin construir en la calle Santa Clara. Lo cierto es que la "carnecería pública" se puso próxima a la Almona, cerca de la calleja del matadero que estaba en la cava del Palacio. En el siglo XVIII aparece una carnicería particular en la casa de Cristóbal Ximenez Caballero, en la calle San Sebastián cercana a la iglesia.

En el siglo pasado, en los años cuarenta y cincuenta, recuerdo haber visto por allí un puesto de churros y si no recuerdo mal, también se vendió carne y pescado en la parte del rincón. Era la memoria popular de la tradición antiquísima. Diego Ramos dejó otra manda de 1.000 ducados para edificar una capilla con retablo pintado con un crucifijo, Nuestra Señora y San Juan, con arco y reja de hierro, donde iría su nombre y con derecho de enterramiento de las personas de su linaje. Nombró patrono de la capellanía a su hermano Rodrigo Ramos y a falta de él, su hijo Alonso Ramos, el de la capilla de Santa María, y a falta de ellos, a su sobrino García Ramos de León y por último al pariente más cercano que podía ser Hernando Ramos el Rico. Este sobrenombre podría deberse a la riqueza o bien al apellido Rico de sus mayores, pues lo llevaban todos. Deja por patrono en último extremo, al guardián del convento de San Francisco de Guadalcanal, que lo era Fray Francisco Serrano. La capellanía contaría con dos capellanes -uno de su familia- y era servidera en la iglesia de San Sebastián, donde Diego era feligrés. Si Diego Ramos levantara la cabeza vería con horror que, para colmo, su iglesia se había convertido en un mercado en los años cincuenta, lo que prueba la crisis de valores que se sufre en esta época que vivimos, crisis que se quiere solucionar por medio de psicólogos, cuando la solución está en recuperar los valores de nuestros antepasados, la fe, la dignidad, la moral, la honradez y la hombría de bien.

Por Antonio Gordon Bernabé
Revista e Feria 2003


Mis relaciones con Hispanoámerica

Vd. y yo resultamos parientes 

Estando de médico titular en Extremadura, concretamente en Casas de Reina y Reina, iba con frecuencia a Madrid en las vacaciones, para hacer investigaciones históricas y en una de ellas, a primeros de los años ochenta, conocí a D. Alfonso de Figueroa y Melgar, duque de Tovar y Grande de España, descendiente del Gran Maestre de la Orden de Santia­go, Lorenzo Suárez de Figueroa, que estaba interesado por sus ascendien­tes de Llerena y Guadalcanal y al cual le proporcioné muchos datos de los archivos de ambos pueblos. Nos hici­mos muy amigos y me presentó en la Real Academia de la Historia para in­vestigar.

Posteriormente marchó a Hispa­noamérica y después fijó su residen­cia en New York, donde se dedica a cuestiones nobiliarias y genealógicas. Por medio de él me han escrito mu­chos académicos e historiadores de Argentina, México, Perú, Ecuador, in­teresándose por familias de Guadalcanal, pues son descendientes de conquistadores que marcharon del pueblo en el siglo XVI y se enteraron que yo dominaba las genealogías de Guadalcanal y de todos los pueblos del sur de Extremadura.

De Córdoba en Argentina tengo una carta de 1991 que dice: "Mucho agradecería de su gentileza si me orien­tara en la investigación relativa a mis ancestros y como según Alfonso de Figueroa es usted una autoridad en co­sas de Extremadura, quedo, pues, lleno de ilusión respecto de recibir sus noti­cias quedando a sus gratas órdenes".

Una de las cartas últimas, recibi­da en octubre de 2003 procedente de Quito (Ecuador), dice lo que sigue: "Muy señor mío: Soy como Vd. médico de profesión y me encanta la historia, dirijo la Academia Nacional de Histo­ria de este país y me place ponerme enteramente a sus órdenes. Su nombre lo debo a nuestro común amigo Alfon­so de Figueroa quien le envía muchos recuerdos.

Tengo verdadera devoción por Guadalcanal, pues es la tierra de los li­najes más viejos del Ecuador actual. Sus grandes troncos en el siglo XVI y de donde descendemos la mitad del país.

Alfonso me ha ponderado que, aparte de sabio, es Vd. muy generoso con sus conocimientos, de tal manera que quedo con la inmensa ilusión de recibir sus datos y orientaciones.

Le ruego recibir mis más atentos y cordiales saludos y recibir mi agradeci­miento más profundo".

Otra carta posterior: "Muy estima­do amigo: Con enorme alegría recibo su carta con noticias preciosas, tiene Vd. una erudición formidable, su obra no puede quedar inédita, aquí editamos gratuitamente dos libros inéditos de ge­nealogía por año, con tiraje de trescien­tos ejemplares, pero para Vd. podría­mos subsanarlo. Sería un honor publi­car su obra.

Me encantaría proponer su nom­bre para la Academia que será acepta­do con orgullo y regocijo. Alfonso me encarga muchos recuerdos”.

Con todo lo dicho, quiero hacer constar el interés que demuestran los hijos de América por Guadalcanal, que siguen viéndolo como un pueblo del siglo XVI muy habitado e importante, con mucha agricultura y ganadería, con la casa de la encomienda del Palacio, con muchas iglesias y conven­tos, muchos clérigos, monjas y frailes, cuando en realidad todo esto ha desaparecido y ya no es ni sombra de lo que fue. Es el signo de los tiempos que lo cambia todo, aquí y en todas partes.

Muchos de ellos, importantes como Monseñor Alberto Luna, Arzo­bispo de Cuenca (Ecuador). Su sépti­mo abuelo emigró de Guadalcanal es­tableciéndose en Quito. Era Alonso Sánchez de Espinosa y Luna, por lo que resulta, según me comunican, que son mis parientes. He investigado el árbol genealógico. También D. Fernando Jurado Noboa, director de publicaciones de la Academia me dice Vd. y yo resultamos parientes". Y es que las familias antiguas estaban muy emparentadas.

También desciende Guadalcanal Santa Mariana de La Azucena de Jesús, de Quito, muerta en 1645 con 26 años. Fue hecha santa en 1950 por Pío XII. Su abuela materna, María Delgado, era de Guadalcanal. Por encargo de la Academia, estoy realizando su genealogía.

Muchos emigrantes de Guadalcanal obtuvieron encomienda con grandes extensiones de terreno e indios como sucede con los Bonilla en Ecuador, cuyos descendientes tienen conciencia de su status social, el mismo que tenían en Guadalcanal, que eran muy alto y hoy forman la élite aristocrática de ese país. Sin embargo los Bonilla actuales de nuestro pueblo parece que han perdido el hilo de su antigüedad y estado.

Los descendientes de Guadalcanal en Hispanoamérica son ahora flor y nata de sus países, que viven entre gran cantidad de nativos y descendientes de otros pueblo de  España.

Por Antonio Cordón Bernabé
Revista de feria 2004

domingo, 12 de marzo de 2023

Mis recuerdos en Guadalcanal

Una orquesta con el vocalista de color, de Azuaga, cantando el Tico Tico

El recuerdo más remoto que tengo es que me llevan en brazos, no sé si mi madre mi prima Magdalena o mi niñera Justa, que no lo veo claro. Yo, aunque no vivía en el pueblo, lo frecuentaba mucho, varias veces al año, y siempre estaba acompañado de mi primo Pepe Fontán. Él y su hermana Aurelia eran para mí como hermanos. Recuerdo los viajes tan bonitos en tren, el correo de Mérida, con mis padres y mi hermana María Dolores. Recuerdo trenes con muchos militares y moros, eso sería durante la guerra. Mis amigos Manolo González Rincón y sus primos Pepe y Fermín Rincón, con los que tanto me divertía jugando en el pueblo y en los alrededores, sobre todo por las Erillas y huertas próximas hasta el puente de Sevilla y la sierra. Recuerdo que mi hermana me subía a un risco que hay en la esquina de Costanilla y Pozo Berrueco y aquello para mí era un rascacielos, debía de ser pequeñísimo quizás finales del año 35 o 36. Se viene a mi memoria cuando creció una rama de olivo en la fachada de la iglesia de San Sebastián por donde estaba la torre y estaba todo el mundo admirado, hubo quien dijo que podía ser un milagro, o cuando bajaron las cam­panas de esa iglesia para quitar la torre, nos subíamos a ellas y le dábamos con piedras para tocarlas. Esa era mi parroquia. Ya habían pasado los tiempos del Chato de Malcocinado. Recuerdo los bailes del casino de la plaza, con una orquesta con el vocalista de color, de Azuaga, cantando el Tico Tico, Santa Lucía, en forma en los primeros años cuarenta, que estaban de moda, las coplas que hoy me siguen encan­tando. Recuerdo la matraca en los días de Semana Santa y a Cabanillas tirando de la cuerda. Es que no podían tocar las campanas con Jesu­cristo muerto. También recuerdo a mis amigos los Quinteros, el mayor que murió joven y uno que era de mi edad, eran de los más travie­so que había en el pueblo, aunque el más famoso era Pepe, lo recuer­do cantando al frente del grupo que acompañaba a la Virgen de Guaditoca en las romerías. Recuerdo cuando me vestían de nazareno con mi primo en la Soledad, en el año 50 me amaneció subiendo por la calle Granillos con una tuba al hombro, íbamos acompañando a otra hermandad, quizás a Nuestro Padre Jesús, pues era costumbre acompañarse unas a otras, o sea, una representación. También vie­nen a mi memoria las músicas de la banda antigua de Guadalcanal, los gañotes y la Verónica cantando en la plaza. Recuerdo lo mucho que jugaba en casa de mi abuela María Dolores en la Costanilla, una vez la acompañé al castillo de la Concepción donde vivía una mujer que proporcionaba grillos que se metían en una jaulita de alambres y decían que era para ahuyentar a los mosquitos, una costumbre anti­quísima. También jugaba en casa de mi abuela Encarnación en el Espíritu Santo, que por cierto había una fuente por allí arriba, enfren­te del convento, con un agua extraordinaria, pues bien, un día nos llevó a mi primo y a mí a enseñarnos el pueblo, estuvimos haciendo una visita, ella era muy religiosa, a la iglesia de Santa María y después nos enseñó, entre otras cosas, el túnel y la vía desde el puerto y nos asomamos agarrados de la mano y yo quedé asombrado. En una oca­sión fue a confirmar el obispo de Badajoz o fue una visita pastoral, no recuerdo bien, y nos acompañó ella, era la década de los cuarenta. Recuerdo el jaleo de caballerías que había en Guadalcanal por la ma­ñana temprano y al anochecer, que es digno de recordarse; un pueblo eminentemente agrícola con muchos labradores y hortelanos. El am­biente en Guadalcanal era el mismo que a principios de siglo y aun­que de los siglos pasados con muchas calles empedradas desde hacía cientos de años según mis abuelas. Recuerdo que aprendí a montar en bicicleta en el Palacio y calle Santa Clara con mi primo y los Rin­cón. Un día bajé de la estación sin frenos y al llegar a la carretera de Llerena frené con el pie y di un batacazo saltando por lo alto y un perro que pasaba por allí en aquel momento también lo pasó mal. Estos son vivencias y anécdotas que sé que le gustan mucho a mi gran amigo Ramón Jiménez Rufián. Así no sé si se acordará cuando se iba la luz y decían que algo pasaba en el Martinete que es donde estaba la central eléctrica. Me decía Ángel Fontán que la cruz del Puerto la hizo él, que hay una corriente de agua por debajo del pueblo y, según recuerdo, que hay un pasadizo secreto desde el cementerio hasta la Iglesia de Santa María. Las entradas están tapadas. Recuerdo los veranos con la feria y la antigua feria de ganado donde ahora está la piscina y de las peleas que había en estas. También la procesión infantil que el día de las Cruces de Mayo hacia el Sanito que andaba con una muleta. Recuerdo que estando de médico en Casas de Reina y Reina pasé consulta en Guadalcanal en marzo y abril de 1980 por el Dr. Chamorro en la calle Luenga y en la última me tuvo que hacer las recetas Emilio Costillo ya que me fracturé la muñeca, derecha al caerme con la niña, que tenía catorce días, sobre la vía de la estación de estación de Las Casas, y ahora que me acuerdo estuve en la celebración de la misa en Santa Ana el día 26 de Julio de 1979 donde leí la epístola recién llegado D. Antonio.

Un recuerdo especial para mis amigos de Guadalcanal, muchos ya fallecidos pero que los cito entre los vivos porque siguen siendo mis amigos; como siempre, unos son más íntimos que otros, con más relación o con menos, incluso muchos, compañeros de dominó. Baltasar López de Ayala, Rafael Torrado Aguión, Ramón Jiménez Rufián, José Álvarez Medina, Rafael Ibáñez Rincón, Manuel López Blandez, Cándido Rivero Sanz, Agapito Hernández, Miguel Chaves Álvarez, Miguel Chaves Muñoz, Jesús Blandez, Cayetano Blandez, Leopoldo Tena, Rafael López Oleína, Gerardo Pérez Morente; mis recuerdos para mis compañeros los doctores J. L. Barragán, Ángel Marquínez, Antonio Barrera y Ceferino Cabezas, y también para Bienvenido del Castillo y Emilio Costillo, que me he enterado que ya no está en el pueblo. Era un buen gastrónomo y excelente amigo y en dos ocasiones nos reunió a todos los médicos incluido el farmacéutico Enrique Gómez-Álvarez y el médico de Ahillones Claudio Cabezas Cuenca para comer en el casino. También recuerdo a Parrón, Ignacio Núñez y Vicente Amigo, así como a Joaquín Yanes Rivero, Ignacio Criado, Rafael Rodríguez Márquez, Casto Perelló y los hermanos Arcos.

Un recuerdo para Antonio Fontán Pérez, Antonio Fontán Yanes, Collantes de Terán, Albero de las Heras y Andrés Mirón padre, mi antiguo y gran amigo Carmelo Rivero, Ezequiel Rius y parientes, Placido de Cote, Pepe el guardia, mis familiares Pepe Fontán y su padre, Adriano Atalaya, asimismo Ignacio Cabezas, Ramón Agustín González Rincón, Rafael Rivero Morente, Amador Rufián Cabezas, Antonio Yerga, Rafael Montero y Jesús Rivero Yanes, y para mis amigos Manolo, Pepe y Fermín Rincón.

Mis saludos para los Sres. Alcalde, Cura Párroco y Mensaque Romera.

Si se me olvida alguno, a pesar de esta larga relación, le pido disculpas desde aquí.

Un abrazo:

ANTONIO GORDON BERNABÉ
Revista de feria 1998

domingo, 12 de febrero de 2023

La ermita de San Benito

Colaciones de los visitadores de la orden de Santiago

En 1.494, la Orden de Santiago hizo visita a Guadalcanal, y refiriéndose a esta ermita, dice lo que sigue:
"Está en término de la dicha villa de Guadalcanal cerca del camino que va pa Alanís de la vocación de Señor Sant Benito en que los de la dicha villa tienen mucha devoción, hecha de quatro arcos de cal e de ladrillo e otro arco en la capilla del altar. Está cubierta de madera tosca e de sanos dejara e encima, barro e teja, e el suelo de la dicha hermita enladri­llado. Está todo razonablemente reparado e limpio.
En el altar principal está un crucifijo de bulto de madeja asentado en una crus asaz devoto arrimado sobre el dicho altar e una ymagen de Sant Benito de bulto de madera vestido con un roquete de lienzo bien hecha la dicha ymagen e una crus pequeña de palo pintado e una tabla pintada con la yrmgen de Na Señora. Un candelero de fierro, unos manteles e ante el dicho altar un frontal de lienzo viejo, roto, pintado. A la espalda de la dicha ymagen una cortina pintada de lienzo, en lo alto por cielo un paramento de lienzo con floraturas de hilo alderredor. Estaba ante dicho altar colgada una lámpara con un bacín de latón pequeño con sus cadenillas, ytem una campanilla pequeña e dos ampollas de plomo.
    Avía otro altar de Nra Sra en que estaba su bulto de madera con su hijo en los brazos metida en una caja de madera. Esta­ban otras dos ymágenes de bulto e otra caxa sin ymagen, una cruz de palo, un portapaz de palo pintada, dos candilexos de barro e unos manteles viejos rotos. Ante el dicho altar, un bacín dé latón por lámpara.
Otro altar de Sra Santa Lucia en que estaba su bulto de madera vestido un roquete de lienzo delgado e otra ymagen de bulto de Señor San Blas vestido otro roquete de lienzo viejo delgado e una cruz de palo, un candelera de hierro, unos manteles bue­nos e delante por frontal, un paño de lienzo pintado; a las espaldas de dicho altar, un paño pintado de ymágenes viejo e roto.
    A la entrada de la hermita, estaba un portal bien hecho de ladrillo con sus arcos e un antepecho en que asientan los pilares de los dichos arcos cubierto de madera tosca e de teja vana. Del otro cabo de la dicha hermita tiene tres pilares sobre que están armadas las maderas desde el hastial de la Iglesia hasta los pilares e desde ally hasta otra pared que cierra este portal está todo cubierto de madera tosca e de xara e teja vana.
    Encima del tejado de la dicha Iglesia en un pilar de ladrillo está una campana mediana. Junto al dicho portal de los pilares está un aposentamiento para los que vienen a la hermita a velar e a sus devociones e por dentro del dicho aposentamiento está un corral en que está un olivo de olivas asaz gruesas, e en cabo de dicho corral una casa buena en que mora el hermitaño e por dedentro deste corral entran por una puerta a ciertas huertas e una viña conmuchos árboles de nogueras e higueras e ciruelos e de otros frutales lo qual todo estaba muy buena heredad sy fuese bien reparado. Hallaron por mayordomo de la dicha hermita a Alonso García Carranco vecino de la villa".
    Plata e hornamentos de la hermiía quel dicho mayordomo tenía en su casa: una arra grande nueva, dos bulas en pergamino, una de diez sellos y otra de tres sellos, un cáliz de plata con su patena, otro cáliz destaño, dos vestimentas pa decir misa con sus albas e amitos e aderezo, una ara pa decir misa, dos cortinajas viejas, seis frontales viejos e raídos, quince pares de manteles, los cinco pares de lino e los diez de estopa, dos pares de tonajas romaniscas labradas con hilo mediano y tres pares más, otros dos pares de tonajas labradas, un paño de lino labrado de bastones, un cielo de estopa pintado, un amito por bendecir e unos corporales e una hijuela, cinco alfondillas, dos acetres de cobre, una calde­ra, un azadón viejo, una cajeta, seis mano­jos de lino bayal e un bellosino de lana e un aniño, ocho fanegas de trigo, ocho libras de cirro (sic), una mesa e dos bancos de asen­tar".
    "Cuentas del mayordomo: Dijo que había recibido de limosnas e de unas perdonanzas de una bula 578 maravedís y había gastado en pro de la hermita un millar de ladrillos que esta en ellas pa labrar, 678 maravedís, en tal manera que alcanza dicho mayordomo a la hermita por 100 mrs. Y tem dió por relación que la dicha hermita de los alcaldes pasados estaban recogidos 5000 maravedís e que el concejo desta villa los había tomado prestado por necesidad que tenía de lo que se labra e edifica en la Iglesia de Sant Sebastián con seguridad de resti­tuir a la dicha hermita los dichos 5000 mrs".
    Aquí termina la visita, la cual es una transcripción y por tanto está escrita con la ortografía de la época. Del escrito se des­prende que ya existía mucho antes del Descubrimiento de América, pues tienen muchos objetos viejos y rotos. Con su dinero se ayudó a la construcción de la Iglesia de San Sebastián y el Maestro Alonso de Cárdenas en capítulo celebrado en Llerena concedió un mayorazgo a Lorenze Remuzgo de Gálvez y Francisco de Gálvez hermanos, que tenía tierras con viñas por San Benito, por los servicios prestados a la Orden en la Guerra de Granada.
    La ermita de San Benito era una construcción mudéjar, quizás de la primera mitad del siglo XV en tiempo de los maestral Lorenzo Suarez de Figueroa y el infante Enrique de Aragón, en que proliferaron las construcciones de este tipo, algunas de ellas se edificaron sobre morábitos arábigos. Por otra parte, encontramos una ermita de San Benito, muy famosa, en Castiblanco de los Arroyos, que ya existía en 1344, donde iba a cazar el rey Alfonso XI padre del maestro Don Fadrique.
    En la visita realizada por la Orden a Guadalcanal en 1549 consta lo que sigue: 
    "La hermita de San Benito que es una iglesia de una nave fecho en ella tres arcos de ladrillo sobre los quales estaba una techumbre de madera de castaño con sus alfagias de lo mismo y ladrillo por tabla tiene una capilla de bóveda sobre cruceros de ladrillo y el casco de lo mismo con cinco marcos de piedra en ella ay un altar mayor en el qual está una ymagen de bulto de Señor San Benito y otra de Nuestra Señora de bulto y en la pared del dicho altar mayor están ciertas pinturas, muy viejas. Divide la dicha capilla del cuerpo de la iglesia una rexa de palo pintada de negro y encima de ella un friso en que están pintados los doce apóstoles y encima de ellos un crucifijo de bulto. En el cuerpo de la iglesia, a la mano derecha del altar está una sacristía con la techumbre de madera tosca y cabrías y ripia por tabla. A la entrada de la dicha hermita está un portal baxo sobre cuatro arcos de ladrillo e la techumbre del maderado de castaño y ladrillo por tabla. Junto a la hermita está un huertezillo que tiene algunos árboles y parras y dentro del está una silla en que está el hermitaño".
    Era el mayordomo Hernán García de Flores en 1.548, y en 1.549 fue elegido Hernán Mexia que había recibido 1873 maravedís pero no se le pide cuenta por no llevar un año.
    Tenía dos capellanías, una servida por Perianes -Pedro Yanes- clérigo que te­nía que decir una misa a la semana con los bienes siguientes: tres viñas, en la Laguna, Molinillo y Calera, un parral, tres zumacales, en huerta del Gordo, cuesta de la Horca, y Castillejo, y tierras al Encimar de Valverde, Majada, Mata de la Orden y Donadío. La otra capellanía la servía el clérigo Pedro de Ortega que tenía de carga cien misas en diez años y con los bienes siguientes: Una casa en la calle del rico, una bodega al lado con 16 vasos, tres pedazos de castañal al valle de Setenil, un pedazo de tierra con 4 ó 5 olivas al monasterio de San Francisco, y dos mil maravedís de renta de unas viñas a la Calera.
    Vemos como las devociones a un santo se traducían en construcciones de ermitas y, a veces, de cofradías. En el muro, se ve una cruz de Santiago de brazos igua­les por estar enmarcada en un círculo, lo que demuestra la influencia santiaguista en su construcción. Estaba a un cuarto de legua de Guadalcanal.
    En el año 1712, Manuel de Acuña era ermitaño de Nª Sª de Consolación de Señor San Benito, conocido como Manuel de la Cruz y que fundó una cofradía de Nª Sª de Consolación y San Benito Abad, aproada por el Papa Inocencio XIII en 1722.
    La descripción de su arquitectura, según el Catálogo Arqueológico y Artísti­co, es de una nave cubierta por bóveda de cañón y lunetos, casquete esférico en el ante presbiterio y cúpula en el camarín, porche de ingreso y coro: En el muro del Evangelio, se descubre por el interior del templo, una portadita con arco apuntado, y en el muro exterior, del lado de la Epísto­la, una portada mudéjar de época tardía.
    En 1923 se hizo un inventario de la Capilla de San Benito Abad y dice que está frente a la línea férrea. Consta de una hermosa nave, coro alto, sacristía y varias piezas de casa habitación del ermitaño. En 1920 se encontraba en mal estado y una chispa electrónica la perforó por varias partes, dejándola en estado ruinoso, en el que se encuentra. Tiene cuatro altares, el mayor con las imágenes de la Asunción y del tamaño mayor del natural, Santa Eusebia y Santa Máxima; el de San Pedro con la imagen; el del Señor de la Humildad y Paciencia -Señor sentado en la Peña- y el de la Virgen de los Dolores, bellísima es­cultura, y a los lados, Santa Águeda y Santa Lucía. Por debajo del altar del Señor de la Humildad, hay un nicho formado en el arco donde se encuentra una colosal imagen de extraordinarias proporciones de San Antonio Abad con un hermoso cochino, y una pequeña imagen de la Virgen del Rosa­rio.

    Me contaba mi madre (q.e.p.d.) que a principios de este siglo y hasta los años veinte, iban de romería a San Benito, qui­zás el 21 de Marzo,, y que había la costum­bre de traer al Sr, sentado en la Peña y la Virgen de los Dolores desde su ermita de San Benito a la Iglesia de Santa María para salir el Jueves Santo en procesión y luego regresar el Domingo de Resurrección. Per­tenecían a la cofradía de Las Tres Horas. Esta costumbre siguió hasta 1936 en que fue saqueada la ermita salvándose sólo el Cristo. Yo visité la ermita con mi padre en 1967 y estaba llena de maleza. Actualmen­te es de la sociedad de D. Antonio Fontán Pérez, amigo y pariente lejano nuestro, que la adquirió el 11 de Abril de 1977 y la ha limpiado y arreglado, evitando así que la incuria del tiempo la destruyera. 

Antonio Cordón Bernabé
(De mi libro inédito: Guadalcanal y su Encomienda).
Revista de feria 1995
  

sábado, 10 de septiembre de 2022

El observatorio astronómico AIKAID de Guadalcanal, una realidad

 


Y las ayudas económicas que no llegaron y la obra muere victima del olvido

Tras dos años de grandes esfuerzos, nos parece ya una realidad este observatorio que se está construyendo en la Sierra Norte y del que mostramos dos fotografías de cómo se encuentran las obras en este momento.

         En el Monte del Viento tenemos a Manuel Fernández Chaves, quien está llevando a cabo esta singular obra, a quien preguntamos.

__  ¿Con que objetivo te pusiste a hacer todo esto, que a nosotros no nos parecía en un principio que iba a ser de tanta envergadura, y sin embargo a medida que va avanzando el tiempo, nos va pareciendo más importante?

_ Creo que siempre que se comenta con alguien algo que uno vio y le impresionó mucho, nadie puede hacerse una idea tan clara como el que lo tuvo ante sus ojos. Y el objeto principal de esta obra es la de aportar más cultura para mi pueblo en la medida de mis posibilidades.

__  Dices que, para tu pueblo, esto hay que explicarlo más extensamente.

_ Digo para mi pueblo, y digo bien. Este observatorio es para Guadalcanal “ya lo dije en una charla en la biblioteca”, así como para toda la comarca a la que podrán venir estudiosos de la Astronomía, Colegios, Instituto e incluso de la Universidad de Sevilla.

__  ¿Qué organismos le han ayudado entonces?

_ Económicamente, hasta ahora ninguno. Aunque en la Junta de Andalucía me han dado muy buenas impresiones sobre una ayuda que pedí y La que posteriormente me den por medio de las Consejerías de Medio Ambiente, educación y Cultura. He tenido ayudas muy valiosas en lo que se refiere a materiales, mano de obra por el Ayuntamiento y varios particulares.


    Pues amigo Manuel yo agradezco esta oportunidad en nombre de todos , lo que haces por nuestro pueblo, en todo lo que te he pedido siempre, y de verdad deseamos que se vea terminada esta gran obra en la que tanto sacrificio, constancia y sudor te está costando y lo que es peor, sin ninguna ayuda económica, desde aquí invitamos a los dirigentes de la Junta de Andalucía para que nos visiten y comprueben cuanto decimos y traten de prestar ayuda económica para ver terminada esta magnífica obra, orgullo Guadalcanalense, y de Andalucía.

    Gracias, una vez más, Manuel, hombres como tú hacen falta muchos.

La redacción

Revista de Feria 1985