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sábado, 27 de septiembre de 2025

GUADALCANAL 1857


UNA FAMOSA COMUNICACIÓN REAL

             Alfonso XII, Rey de España, nacido en Madrid el día 28 de noviembre de 1857, hijo de Doña Isabel II y de Don Francisco de Asís, fue bautizado con los nombres de Alfonso Francisco de Asís Fernando Pío Juan María Gregorio Pelagio de Borbón y Borbón. Ansiaba el pueblo español que la corona volviese a ceñirla un varón, y el nacimiento del nuevo príncipe fue recibido y festejado con júbilo, lo mismo que su proclamación de Príncipe de Asturias.

            GUADALCANAL se distinguió con tan fausta nueva. El Ayuntamiento, en sesión de 2 de diciembre de mencionado año, acordó: “Diose cuenta del despacho telegráfico, que inserta el boletín extraordinario de la providencia, de veintinueve de noviembre último, participando que S. M. la Reina ha dado a luz felizmente un príncipe a las diez y quince minutos de la noche y que continuaba sin novedad”.

            El Señor Alcalde manifestó que había recibido dicho boletín a las ocho de la noche de ayer, y que en su consecuencia había dispuesto que en el mismo momento se anunciase al vecindario tan fausto suceso con repique general de campanas, y que para la noche de hoy hubiese iluminación en todo el pueblo y la banda de música tocase en la plaza desde las ánimas en adelante. El Ayuntamiento acordó estas determinaciones y acordó que el domingo seis del corriente se celebrase el feliz natalicio de S. A. R. el Príncipe de Asturias con una solemne misa y Tedeum en la Iglesia Parroquial de Santa María, a la que se invitarían a los cleros de las otras parroquias, a los señores jueces de paz, señores oficiales retirados, empleados cesantes jubilados y demás que tengan carácter oficial para que se sirvan concurrir con la municipalidad a dicha festividad religiosa, a la que también asistirá la música, que así mismo tocará la noche del sábado anterior en la plaza pública, en cuya noche deberá haber iluminación general”.

“Diose lectura a una comunicación del Sr D. Leandro López de Ayala, Diputado provincial de este partido, insertando otra del señor Gobernador Civil de esta provincia en la que, manifiestan ambos señores creen oportuno que los Ayuntamientos de las principales poblaciones feliciten a S. M. por el natalicio del Príncipe de Asturias. El Ayuntamiento animado de los mismos deseos acordó elevar a S. M. la indicada felicitación por conducto del Señor Gobernador y a este fin redactó el secretario municipal la felicitación siguiente:

Señora: El Ayuntamiento Constitucional de la vila de Guadalcanal, provincia de Sevilla, tiene la honra de ofrecer a L. R. P. de V. M. la sincera expresión de su júbilo por el feliz natalicio del Augusto Hijo; de V. M. el Serenísimo Señor Príncipe de Asturias. Y el Ayuntamiento, Señora, que reverentemente deposita el homenaje de su lealtad ante el excelso trono que V. M. ocupa, ruega a la vez al Todopoderoso prolongue con innumerables días las vidas preciosas de V. M. y del Príncipe heredero para que animado por el valor de los Pelayos, adornado de la santidad de los Fernandos, sonreído por la fortuna de los Carlos, dotado con la prudencia de los Felipes y revestido de las altas virtudes que tanto brillan en el reinado de V. M., labre la ventura de esta nación que fía la gloria de su porvenir en las relevantes prendas de su futuro Rey. Dígnese, pues, V. M aceptar este testimonio qué con el debido acatamiento tiene la honra de ofrecer a V. M. el Ayuntamiento de esta vila”.

            Salas Consistoriales de Guadalcanal, 20 de diciembre de 1857. Señora. A L. R. P. de V. M.

Leopoldo TENA CABEZAS

Revista de feria 1973 

sábado, 13 de septiembre de 2025

CARTA DE PASCUAS (1726)

CARTA DE PASCUAS QUE DESDE GUADALCANAL ESCRIBE UN BARBERO A DON PEDRO DEL PARRAL, VECINO DE MADRID, DICIÉNDOLE LO MAL QUE LE HA PARECIDO LOS PAPELOTES DEL RDMO. PADRE FEIJOO, DE TORRES, DE AQUENZA, DE MARTÍNEZ, DE RIVERA, y DEL MÚSICO.

 

    Introducción. -  Hace algún tiempo me encontraba, investigando en la Biblioteca Nacional de Madrid, y casualmente descubrí unos documentos que, en forma de cartas escritas a distintos destinatarios, hablaban de asuntos relacionados con Sevilla y su provincia. Entre esas cartas había una muy interesante -e incluso graciosa por su contenido- escrita en Guadalcanal en diciembre de 1726, en la cual un barbero de esta localidad cuyo nombre desconozco por el momento, aunque me propongo investigarlo- escribe a un amigo suyo de Madrid para manifestarle sus opiniones sobre ciertos “papelotes" y referirse de paso a sus relaciones con su difunta esposa, teñidas con una especie de amor/odio. Sorprende de este documento la frescura de sus expresiones y la filosofía crítica y moralizante que de él se desprende; para configurar a su autor como un erudito que en el siglo XVIII ejerce la crítica literaria desde una población como Guadalcanal, supuestamente considerada hasta ahora como ajena de los mentideros cultos de la época y que, por mediación de este barbero se nos revela como un foco de cultura en el cual participan el cura y posiblemente otros nativos o forasteros llegados al lugar, según parecen indicar las alusiones a libreros, autores o impresores, o a que "todo perro cristiano saca su papelote" para leerlo, quizás, en alguna también supuestamente tertulia literaria que el barbero-autor celebraría con sus amigos en el mismo Guadalcanal, aunque esto no podamos asegurarlo con certeza y sólo sean pistas para una posible investigación posterior.

            El azar ha querido que hablando un día en Sevilla de mi hallazgo con el poeta Andrés Mirón, me propusiera éste la publicación de dicha carta en una revista promovida por el Ayuntamiento de Guadalcanal, y dada la amistad y admiración que siento por Mirón, he accedido gustoso a su propuesta, pensando en dar a conocer la carta encontrada en Madrid a los actuales habitantes de la antigua Sisip (o a divulgarla si por alguien fuera ya conocida), pues tengo la intención de incluirla en un futuro libro, en el cual podrían responderse (si los hados nos son propicios y encontramos editor) algunas de las preguntas que cualquier lector atento de este documento puede plantearse, no sólo en lo referente a los nombres que en él se mencionan, sino también en cómo era la vida en Guadalcanal en el año 1726, para que pudieran desarrollarse las inquietudes culturales y críticas de nuestro desconocido barbero-autor.

            En la transcripción del original y con el fin de facilitar su lectura, me he tomado la licencia de actualizar algunos arcaísmos lingüísticos y de suprimir o añadir algunas comas y puntos, conservando en lo demás el texto su integridad:

 

RAFAEL RAYA RASERO,

Sevilla, mayo 1990.

Amigo don Pedro. Aunque en este país no me falta en que divertir mi pobre imaginación, con la máquina de estas Minas, y fatiga de mis barbarismos lances, pues le aseguro a vuesa merced que el día que tuve ayer no quisiera que nadie de mis amigos lo pasara, pues en menos de dos horas, sajé a tres enfermos ventosas, sangré a cuatro, y lo que más es, que a mi mujer se la llevó Dios de un sincopado accidente le duró tres horas y tres cuartos y medio, y le durará para sécula seculorum. Sea Dios bendito y alabado, que gracias le debo dar por haberme concedido una de las muchas cosas que le he pedido, que es enviudar. En fin, amigo don Pedro, a vuesa merced estimo tanto como a mí mismo, pues apenas me halo en tan triste lance, cuando lama a mi puerta un mozo, con su coletazo, con más mugre que un aceitero, con una carta de vuesa merced y un envoltorio de papeles. Veo su carta, y en ela me dice me remite varios papelotes de diversión que han escrito, y ruedan en Madrid, contra un Crítico Padre, o Padre para mortificarse y el barbero para afeitar. ¿No digo en esto bien, amigo don Pedro? Pero también siento mucho el enjambre de desatinos, que han ido emballestando unos contra otros, y muchos contra ese Critico. Válgate Dios por Critico, y el ruido que has metido con tus critiqueces. Parecen conjurados contra ti todos los batallones de la muerte, pues harto trabajo te mando. Preguntó un discreto en la Corte, cuando estaba el Señor Don Carlos Segundo a lo último de su vida, qué ¿cuántos médicos le asistían? y dijo un criado de Palacio: Señor, siete le asisten. Harto trabajo le mando -dijo el Cabalero- si escapa de entre siete pecados mortales, que mientras más peones entran en una viña, más presto la acaban. Harto trabajo le mando yo al Critico, si se escapa de tanto enemigo de la salud. Dios me libre de hombres que desean que los otros no tengan vida: el diablo le tentó al Padre meterse a Critico.

Pero, señor don Pedro, lo que más me admira es que un médico como Aquenza, con cien años a cuestas, cuando había de tratar de rezar solo, y arrepentirse del dinero mal levado en sus muy caras visitas, pues a título de Cámara del Rey no hay dinero para pagarle, pues a doblón serian como los sermones- sus visitas, se meta ahora a reparitos, y repliquitas. Deje a cada uno con su tema; y pues está ya más para morir, que, para otra cosa, trate de rumiar santos, oír misas, encomendarse a Dios, comer bien, y beber mejor, y dejar correr las cosas, que quien no ha de enmendar el mundo, déjele como está, y ya que escribe, gastara el tiempo en algún Tratadillo en romance, porque el de Sanguinis, que escribió en latín, para mi es lo mismo que si escribiera en griego. Déjese ya el doctor Aquenza de repuestitas, que ya no está para eso quien está más para morir, que para escribir, tome su coche, pues no le cuesta nada, paséese, y orille, que le tendrá más cuenta que oír disparates como los que dice el Médico de Sevilla, a quien yo, si le cogiera, diera con una piña verde; porque no anduviera en cuentecitos, que a un hombre como el doctor Aquenza no es razón se le digan tales dicterios, como los que él ha encajado en medio pliego de papel, lleno de disparates.

            Mediquillo debe de ser principiante, quien tanta envidia arroja en tan poco papel, con sus palos, y más palos. No es nuevo entre la maldita turba de matadores de cristianos, o médicos, que es lo mismo, andar en quimeras. Ya se acordará vuesa merced, señor don Pedro, diez años ha, los librotes que salieron unos contra otros, de Crítico, o Crítico Teatro, que para mí lo mismo es al derecho que al revés. En suma, que están siendo objeto de mi diversión en ocasión tan propicia. Cierto, amigo don Pedro, que no me harán daño los papelotes, y por ellos doy repetidas gracias a vuesa merced, y halándonos cerca de las pascuas, tan celebradas entre los católicos, del Nacimiento, debo anunciárselas a vuesa merced ahora, porque no se me olviden después, que yo no escribo cartas a nadie, sin que sea respuesta de alguna o acompañada con algo. Y pues vuesa merced vino con los papelillos, diré lo que siento de ellos, aunque no entiendo mucha Teología, pero mal dije si supiera yo escribir y contar como entiendo Teología. En fin, amigo don Pedro, en este mundo todo pasa y habiendo pasado y repasado algunos de los papelotes seis o siete veces, leve el diablo si me acuerdo de una palabra de ellos: si solo me recuerdo que uno de ellos habla también de una burra que fue Balaán, célebre burra debió de ser. Yo me alegrara ser como ela. Todos estos papeles, según mi gran capacidad, me parece que son sobre el Teatro Crítico. Válgame Dios lo que se ve en estos siglos. Si mi abuelo viviera, y viera lo que ahora pasa, sin duda o se volviera a morir, o de cólera reventara, porque fue muy devoto de San Benito, que en Toledo les trajo a cuestas más de seis años. Pero, señor d. Pedro, lo que a mí me desquicia el entendimiento es el ver que un religioso grave, que me dice vuesa merced lo es el Padre del Crítico Teatro, se meta a médico, a astrólogo, a músico, a letrado, y a otras muchas cosas, que no son de su profesión. Deje el Padre el mundo como está, que lo mismo hago yo y hacen otros. Hubiera escrito un librazo de Teología Moral, o de Sermones, u otra materia, que a lo menos si no hubiera sacado de ganancia cuatro doblones no me hubiera malquistado con tanta diversidad de clases, que, aunque yo no tengo que sentir (pues con el cónclave Barberato no parece se mete) me da mucho enfado que un hombre de cerquillo y cogulla ande rodando por estas calles, estrados y palacios, y lo cierto es que se le puede decir lo que el vizcaíno a la liebre: Más te valiera estar duermes. Déjese el Padre de crítico, que eso fue bueno para Gracián, y no para otro. Y si no, vuelva los ojos al Librazo del padre Cabrera, de su Crisis Política, y verá el despacho que tiene en las confiterías de esa Corte. Los que se destinan para místicos y moralistas, no son buenos para críticos, cada uno para lo que fue destinado: el soldado para la guerra, el labrador para cultivar, el señor para mandar, el religioso Corral, de Boix, y de Díaz, uno con agravios, otro con desagravios, otro con vindicaciones, y otros defendidos, que todos paran en pasto de polilas en las tiendas, o entre girapliega en las boticas. ¿Qué quiere decir toda esta máquina? que no hay más maldita Facultad que la de esta farándula, que con lo que yerran matan, y con lo que aciertan quitan la vida. Dios me libre de gente que matando viven, y no mueren matando. También se acordará vuesa merced, señor don Pedro, dos años ha, de otra cuestión de otros dos matasanos, uno Navarro soberbio, y otro Vallenato, apacible escéptico, que, sobre la clientela médica, maldita sea su alma, que en la librería de la calle Atocha me costó diez reales, que maldita la palabra yo la entiendo, y ahora la diera por tres reales para una misa a mi mujer. Dios la haya perdonado, amén. Digo, amigo, que ya se acordará, que estos dos anduvieron a palos en la calle de Barrio Nuevo. Si yo fuera Presidente de Castilla, entonces los hubiera desterrado de esa Corte para siempre, que no tienen vergüenza de que se diga que dos médicos anduvieron a palos; y esto sería porque ni uno ni otro tuvieron habilidad para manejar los monda dientes. Ya se sabe, amigo don Pedro, que esta clase de gente no hieren con armas, que matan con plumas. Yo me abolo el seso de contemplar las quimeras, desvergüenzas, y disparates, que entre estos faramalleros ha habido, hay, y habrá: quien malas mañas ha. En fin, amigo mío, buen provecho les haga, San Antón se la bendiga, que ni vuesa merced ni yo de eso no entendemos, y sólo acá con nuestras Porradas Berberinas lo pasamos como Corregidores. Pero, mi muy caro amigo don Pedro, reparo que entre los papelotes halo uno de Rivera, el salamanquino; y cierto que tiene sus rasgos claustrales: él parla bien, no se le quedó el pico en Salamanca, y habla de manera que todos le entendemos, él no es tonto, y dice lo que yo dijera, escribamos de suerte que sea para todos, y corra la mosca fresca, como en Tabla Carnicera. Él hace bien, pero podía dejarse también de puntillos críticos, que nació tarde para aderezar el mundo. Pero reparo en el Crítico la inmensidad de cosas que trata en un solo libro: ya veo, don Pedro, que caben muchas letras en uno sólo, que como yo solo trato con mi Porrillas, se me hacen grandes los demás. Este Crítico todo lo ha escudriñado; a cuezo de albañil me parece, que en entrando en una casa, todo lo embadurna. 0 me parece mejor al cajón de sastre, que teniendo en si diversos retales juntos, de ninguno hay pieza, ni hoja de calzones, ni mangas. En fin, son los hombres, que todo pican como el gorrión. Pero volvamos, amigo don Pedro, a mi buen Rivera. No fuera mejor que estudiara, mientras escribía cien frialdades, que ha arrojado de sí sobre cuatro pliegos que no sirven más que de cebo a los golosos, o curiosos, que es lo mismo. Climatérico me parece este año de 26, pero más lo fuera el 27, que yo con número de no tengo poca fe; y cuando lega un tabardillero al sexto, si pudiera le diera yo la Santa Unción, de miedo no se me fuera sin Sacramentos. Si, amigo mío, estos hombres quieren descalabrarle con tinta, y papel, y para nadie es esto mejor que para impresores y libreros, que, a lo menos, si no ganan, no pierden nada. En suma, gente que cuando entra en las casas de cotidiano es perniciosa: Dios, por su infinita bondad, me libre de ela. Amén.

Segundo reparo se me ofrece, amigo don Pedro, o tercero, que para mí lo mismo es por delante que por detrás; y es que también nuestro don Martínez entra con sus repulidlos términos y acicalados vocablos, defendiendo al Crítico, y ofendiendo al astrólogo, que no lo es fingido; pues voto años, amigo, que todo cuanto ha dicho este año de 26, en su calendario, he observado yo en estos países. No me parece bien que este Martínez, con sus quijadas de cangrejo, gane dinero y le pierda aun el tiempo. Halagar a uno, por morder al otro, es propiedad de culebra, que lo ejecuta a un tiempo. Cuide el doctor Martín (mal nombre este, ello a duende me huele) cuide, digo, de su Teatro Anatómico, y déjele al Crítico, que lo primero le ha dado de comer, y lo segundo ni aun de cenar; ya fe que limpie de la centinela, le ha de sudar el rabo, que el Navarrillo lo puso para pelar, según me ha dicho el cura de este lugar, que yo leve el diablo palabra entiendo de ela. Amigo mío, cada cual, a su negocio, a obrar bien, que Dios es Dios, así he oído decir lo dice San Agustín, no porque yo lo he visto, pero me acuerdo de lo que me decía mi abuela: Hijo, cuando oyeres cosa que haya dicho algún santo, ten cuidado, pues te acreditas en referirlo de discreto, de leído, y no de necio. Yo, amigo, y querido de mi alma, ni soy lo uno, ni lo otro, pues sólo soy lo que vuesa merced quisiere, y así le suplico tenga paciencia conmigo, que como estoy con el grande sentimiento de la prenda más amada que tenía, que ya por justos juicios de Dios, la levó, ojalá lo hubiera hecho dos años ha, que estuve casado con ela. Le aseguro me sirve de gran gusto el dilatarme en la conversación con vuesa merced, o en la carta, que es lo mismo. Ya habrá usted reparado, amigo, como se explica el astrólogo salamanquín: Es un demonio en el modo de decir tan sutil. El pardiez, amigo, que al Padre le dice bravas cosas, y a mí me han parecido bien: Y aquel reparillo de que contra un Padre no hay razón, estuviera mejor si dijera: contra un fraile no hay razón, que para mí es lo mismo fraile, que diablo. ¿Pero a este Torres quién le mete con frailes, ni con médicos? Trate de componer su Piscator, que se lega ya el tiempo, prevéngale buenas alforjas, hágale buenas mantillas, que el frío es, y será terrible: repase sus discípulos en su Cátedra, y déjese de posdatas, que es lo mismo que cosas postreras. Ya veo, que me dirá vuesa merced que como ha caído en gracia (como las cosas extranjeras a los españoles) sus escritos, que hasta las Madamas gustan de oír sus dichánganos, que con estos papelillos él no pierde nada, pues, aunque sea una friolera, en sonando Torres, corre que rabia, y al mismo paso la moneda. Buen tiempo, amigo don Pedro, que todo perro cristiano saca su papelote, se divierte la curiosidad, comen los autores, cenan los libreros, y almuerzan los impresores, y a mí me sucede lo mismo. Acuérdome, amigo don Pedro, haber visto otro papelón que laman Glosas, y de paso digo que en los días de mi vida vi Glosas más disparadas, mejor las había de hacer el sacristán de este lugar, aunque no sabe ayudar a misa. Yo me ralo las tripas, y me riego el estómago en considerar que haya hombres que se pongan a escribir tan amontonados de latinos. Pero, amigo, es verdad que el mundo de todo se compone, y es preciso haya de todo, es infinito el número de necios. Pues el Músico, con sus Arres, o Arias, que para todo es a un precio, tal arrear como el hombre arrea en diez pliegos y medio de imprenta. No he visto en mi vida, amigo, que quiere decir Aria, o Arri, que yo sólo entiendo es andar a prisa; pues vemos que cuando va alguno tras de un jumento, poco menos que él, todo es: arre, arre, arre: Reventarás arriando, le dijera yo al jumento, o al músico, que para mí lo mismo es correr que andar de prisa. El dichoso músico debía de estar despacio cuando tuvo lugar para cuatro arias, o recitados, encajar diez pliegos, que juro a Cristo que puede ir a la bruja de su abuela, que los lea, si está despacio, que yo, el demonio cargue conmigo, y con él, si lo leyere. ¿Pues qué diremos, amigo don Pedro del Aquenza Fingido, y el verdadero? Debe ser demonio este hombre, que finge, y hace verídico a un tiempo. Yo, si le conociera, léveme Dios, si antes de hablarle no sacara el rosario. Dios me libre de persona que de uno hace dos, semejantes que esto lo que suelen decir: hará de un diablo dos por apocarlos: mejor dijera yo por aumentarlos; no quiero nada con tal hombre. Pues no digo nada de don Martínez y su rocín; yo me alegrara que ahora nos vinieran otro Sancho Panza con Don Quijote, aunque aquí faltara Doña Dulcinea, sino que pongamos en su lugar al Crítico, siquiera por lo que tiene de faldas. Y a fe, amigo mío, que, si ha de montar en su rocín, el amigo, bien puede transformarse en duende, que otra suerte dudo alcancen sus gatillos, aunque me han dicho es ligero. Y siendo de la calidad del pescado su contextura, echándole en buena porción de agua, subirá, que amigo don Pedro el Torres creo es bien grande, que según me acuerdo en el Sacudimiento de Mentecantos dice tiene dos varas y cuarta de largo, de marca es el rocín, bien vale lo que pesa; y más cuando creo no ha cerrado, ni don Duende tampoco. Bien se echa de ver que no han cerrado las moleras hombres que andan como los niños, unas veces a coz y bocados, otras a palos, y otras a papelazos. Halo, amigo don Pedro, por remate de espinazo, entre los papelotes el de don Matilde, tan frío como él mismo, pues al cabo de cien años que Torres escribió el Viaje Fantástico y otros ciento que le vino el correo con las seis cartas del otro mundo, sale esto otro meaquedito, con su Paracelso, o Paracelsa, con seis docenas de patochadas, sin sustancia. Sin duda fue preñado y no parió de todo tiempo, que, si Torres le coge en una velada, lo dará mil vueltas y lo pondrá a parir de nuevo, de éste, diré yo, que lo ha pensado mucho, y es propio de borricos. Amigo muy amado, a cada loco dejarle con su tema, y más que se desmochen, que yo de toda esta turba multa solo debo decir que algunos estarán, con la subida de moneda, estrechos de cuartos, ya título de discretos, y peliagudos, como conejos, han querido recoger cuartos para gastarlos esta pascua. Buena fe la de Dios, que no les tengo envidia, que yo con mis Minas lo pasaré mejor que ellos con sus papelazos. Y sólo me queda el escozor de que se sufra en esa Corte, que un galenista traiga bastón, como si fuera militar de guerra, que de traje todos los somos. Es verdad que más matan ellos con paz, que los soldados en la guerra, y son enemigos declarados de las vidas. Pues otra cosa más se consiente que es anden declarados de las vidas. Pues otra Cosa más se consiente que anden en coche, habiendo muchísimos que le debían arrastrar. Vuesa merced no se fíe de ninguno de ellos, mire que el que más santo parece, diezma. Y, sobre todo, amigo, dejar cada uno para lo que es. Vuesa merced cuide de su pucherito, poca fruta, buen trinquiforti, y malos años para medicastrones, que curen sus mulas para que tiren lo que ellos debían tirar, y mire vuesa merced que esto se lo aconseja un tonto que le estima, y desea que Nuestro Señor le guarde muchos años.

Guadalcanal, y diciembre 12, de 1726.

RAFAEL RAYA RASERO.

Revista de feria 1990

sábado, 9 de agosto de 2025

Indianos de Guadalcanal

 

Guadalcanalenses en el Nuevo Mundo

    El sur de la Provincia de Extremadura fue una de las regiones que más conquistadores aportaron a América. Guadalcanal, que pertenecía a ella, se distinguió con un gran número de emigrantes, y así figura entre los treinta y dos pueblos y ciudades que más gente envió. Más que Ciudad Real, Ávila, Guadalajara, Jaén, y Málaga; Más que Écija y Sanlúcar de Barrameda; Más que Plasencia, Mérida, Llerena y Jerez de los Caballeros: O más que Fregenal, Azuaga y Fuente de Cantos y sigue a Medellín, patria de Hernán Cortés, con poca diferencia.
    ¿Por qué se produjo la emigración? La causa de la emigración ha sido siempre el buscar remedio a las necesidades que no se encuentran en el territorio de origen. En esa época vuelven al hogar tantos y tantos brazos que habían empuñado armas en las luchas sucesorias y en la guerra de Granada y ahora se encuentran sin meta. Toda la población, hidalgos y gente común, tendrían que dedicarse a las faenas agrícolas y ganaderas, de no ser porque el descubrimiento de las Indias abría una nueva salida para ellos.
    Las etapas de la emigración, son las siguientes:
>Etapa antillana, del 1506 al 1526, con salidas esporádicas individuales.
>Etapa novohispana, del 1527 al 1540. El 70% se va a México, el 11% a las Antillas, 6,5% al Perú, 6% a Tierra Firme, dos individuos al Plata, uno a la Florida y otro a Guatemala. 
>Segunda etapa novohispana, del 1554 a 1561: 33% a México, 21% a Perú, 20% a Antillas, 6,5% a Tierra Firme, 12%Nicaragua, uno a Florida y otro a Venezuela.
>Etapa Peruana, del 1566 a 1577; el 475 A Perú, 28% México y a Tierra Firme el 19%.
    En el siglo siguiente marchan sobre todo a México, que era llamado Nueva España, al que sigue Perú. En estos países hay muchos descendientes de Guadalcanal. La mayoría de los emigrantes que pasan solos son solteros y los acompañados son padres de mediana edad. Los primeros son jóvenes reclutados que buscan aventuras. A mediados del siglo XVI baja el número de aventureros y aumentan las mujeres y los niños para reunirse con sus maridos.
    Una oleada de artesanos, mineros, tenderos, abogados, médicos, funcionarios reales y eclesiásticos, marchan para disfrutar de mejores oportunidades. A los jóvenes sin oficio ya no les dejan pasar, porque hay muchos ociosos. Los casados ya no emigran sin sus esposas, y si están en Indias, las reclaman, pues la mayoría de los colonizadores habían tomado concubinas indígenas. En una carta de un capellán al rey en 1545 se dice: “Acá tienen algunos a setenta indias; syno es algún pobre no ay quien baje de cinco o de seys; la mayor parte de quinze y veynte, e no de treynta e quarenta…” En el archivo de Indias, hecho un recuento de guadalcanalenses en América, se ha hallado que entre 1493 y 1579 emigraron 352, desde el último año a 1600 fueron 38 y a lo largo del siglo XVII, setenta y cuatro, que hacen un total de 464 emigrantes, Si a esto añadimos los que se pudieron colocar de polizones, podrían llegar a los quinientos. Tenemos noticias de que en 1527 ya se había ido catorce y que la emigración fuerte fue entre 1527 y 1565.
    Guadalcanal en esa época aparece como una de las villas más pobladas de la Baja Extremadura, con unas cinco mil almas.
Las minas de plata descubiertas en 1555 no fueron obstáculos para la emigración, y aunque emigró mucha gente, hay que considerar las que vinieron a trabajar en las minas, que fueron muchas.
    Aunque Guadalcanal pertenecía a la región extremeña y formaba parte del triángulo formado por ella, Azuaga y Llerena, muy vinculados entre sí geográficamente y económicamente, se le relacionaba, como toda la sierra norte, con Sevilla, y de esta sierra eran los vinos que se exportaron a América desde el Descubrimiento mismo.
Los vinos claretes, mostos y tintos añejos eran famosos, hasta el punto de llevar los odres el nombre de Guadalcanal y, extendiéndolos los conquistadores por los nuevos territorios. El trasiego de gentes de un lado a otro del mar, llenaba el pueblo de noticias de ultramar, observándose qué tras salir varios individuos de diversas familias en los primeros viajes, vemos salir familiares más tarde al mismo sitio.
    Todos dejaron hermanos en el pueblo. Muchísimos eran parientes y es que antiguamente las familias de nuestro pueblo estaban unidas por lazos de consanguinidad. El éxito de un indiano influía sobre los paisanos para marcharse, aunque todos no consiguieron éxito y fortuna. Los años de máximas emigración son 1536, con ochenta y nueve personas, con predominio de familias a México, y 1561 con cuarenta y siete, entre ellos muchas familias labradoras, a Nicaragua y Santo Domingo. De todo lo cual se deduce que la emigración de Guadalcanal es fundamentalmente en el siglo XVI.
    El cronista Fernández de Oviedo, señala la fiebre que en todos los niveles despertaron las Indias cuando dice: “Hubo muchos que vendieron los patrimonios, rentas y haciendas que tenían y heredaron de sus padres, y otros, algo menos locos, las empeñaron por algunos años, dejando lo cierto por lo dudoso…, no temiendo en nada lo que tenían en comparación de lo que habían de adquirir y ganar en este camino.”
    El conquistador era por lo general individuo joven. Partían bastantes en pos de aventura, mejora económica y ascenso social. Querían servir a Dios y al rey, pero buscando también posición y riquezas.
    Según las leyes de Indias, el indiano debía ser gente limpia de toda raza de moro, judío, hereje o penitenciado por el Santo Oficio de la Inquisición. Para emigrar era necesario registrarse en la Casa de Contratación de Sevilla con un informe favorable de testigos del pueblo y ponerse en contacto con los dueños de naos o bien con mercaderes acordando el pago. En el Archivo de Indias existe un registro de la familia Bonilla cómo sigue: “Juan de Bonilla e Alonso de Bonilla, hijos de Alonso de Bonilla e Teresa Sánchez su mujer, vecinos de Guadalcanal, pasaron en la nao de Sancho Prieto al Perú, pasajeros de licencia del capitán Francisco Pizarro; juraron Antonio de Ortega y Francisco Muñoz García, vecinos de Guadalcanal, que conocen e que saben que no son de los prohibidos. Año 1534”.
    Del primero que se tiene noticia que emigró en 1509, es Pedro Gómez, artesano, que cambió su oficio por la espada. En 1515, Hernán González Remusgo de la Torre marchó para la conquista de Perú. Su sobrino Fernán González de la Torre, también se halló en dicha conquista. Francisco de Guadalcanal –su verdadero nombre era Francisco González de Bonilla- se asentó en Panamá, donde fue regidor. Mariana Veles de Ortega, una de las primeras que llegaron a Nueva España. Diego Gavilán, en la conquista del Perú, encomendero y fundador de Huamanga.
El caso de los Bonilla es el más representativo de una familia con éxito. Tras su tío Francisco de Guadalcanal, que marchó en 1517, pasó Rodrigo Núñez de Bonilla, que destacó en La Española y Tierra Firme, donde guerreó con sus armas y caballos, perdiendo muchos esclavos. De la conquista de Panamá pasó al Perú. Fue Tesorero de la Real Hacienda de Quito, recibiendo de Francisco Pizarro varias encomiendas, siendo de los más ricos de allí, pues se calculan en unos cien mil pesos de oro de la época. Más tarde fue nombrado gobernador de los Quijos. Su hijo Rodrigo reedificó la ciudad de Archidona, llamándola Santiago de Guadalcanal. En Quito encontramos también a Alonso de Bastida, que fue Tesorero Real. Pedro Martín Montanero y Juan Gutiérrez de Medina, fueron conquistadores y encomenderos.
    Miembros de la familia Ortega, Antonio y Pedro de Ortega Valencia, parientes de los Bonilla, que salieron de Guadalcanal en 1540, con rumbo a Nueva España, figurando en la Audiencia de Quito, y encontrándose Pedro como Alguacil Mayor de la provincia de Panamá en 1561. En el mismo registro de pasajeros encontramos a Bartolomé de la Parra, hijo del doctor Juan de la Parra. Sebastián del Toro y Rodrigo López, hijo de Pedro López el cerrajero. Otros miembros fueron Gonzalo Yanes de Ortega, su hermano, el mercader Alonso de Ortega; Rodrigo de Ortega y Jerónimo de Ortega Fuentes.
    Otros indianos fueron: Cristóbal de Arcos, mercader de ropa en Lima; Pedro de Arcos, Luis de Funes Bonilla, Juan de Bonilla Mexía, que mandó una barra de plata a su hermana María de Bonilla, y cuando llegó ya había fallecido; Francisco Rodríguez Hidalgo; Alonso y Francisco González de la Espada, dueños de recuas en Arica. Alonso y Juan González de Sancha, en Tucumán; el capitán Francisco de la Cava, en Potosí; Cristóbal López de la Torre, Álvaro García de la Parra, Juan Garzón, Alonso del Toro, Luis Camacho, Martín de Valencia y Ortega, Hernán Sánchez, el bachiller Pedro de Adrada, Gonzalo Pérez, Francisco Muñoz de la Rica y Esteban García, hijo de Diego Alonso Quintero.
    En México nos encontramos a Diego Ramos Gavilán y Antonio de Bastidas y su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida, Hernando y Rodrigo Ramos, comerciantes y mineros; García Núñez de la Torre, en Taxco, minero. En Guanajuato, a Álvaro de Castilla Calderón, que destinó cincuenta mil ducados a erigir el Convento de la Concepción, y a su hermano Juan, ambos mercaderes y mineros, y a Gonzalo de Bonilla Barba, propietario de minas, igual que los anteriores. También se encontraban allí Hernán y García Ramos Caballero, Cristóbal Martín Zorro, Luis de Castilla Chaves, Alguacil Mayor de Minas; Pedro Ramos y Alonso de Castilla, que forman una colonia de Guadalcanal en Guanajuato. No podemos dejar de mencionar algunos más, como Pedro Sánchez de Gálvez, los Yanes, Rodrigo, Juan, Pedro, Gonzalo y Francisco, Miguel y Luis Ortega, Diego Ramos, el Rico y Martín Delgado, que marchó en 1535 y que tiene el mismo nombre que el descubridor de las minas de Pozo Rico.
    Sin olvidar María Ramos, la guadalcanalense mas relevante y que su vida merece un capítulo aparte.
    Se llamaban “peruleros” a los que habían estado en Perú y volvían a Guadalcanal con riquezas. Parece ser que el nombre se extendió a los indianos de cualquier parte que volvieran a su tierra.
    Entre los peruleros que había en nuestro pueblo se han encontrado los siguientes: Benito Carranco, en 1624 aparece en la collación de San Sebastián. Había sido socio con los González de Espada y con Arcos en Lima. Juan Bonilla Mejías, Jerónimo Ortega de la Fuente,
Luis de Bastida, Pedro Sánchez Holgado, Diego Gutiérrez, sastre en Guadalcanal; Francisco de Torres, Rodrigo de Ortega, que estuvo veinte años en México y regresó en 1608; Agustín de Sotomayor, que 1613 ya llevaba cuarenta años en el pueblo desde que volvió.
Los cinco últimos testificaron en un pleito que hubo sobre Álvaro de Castilla y la Concepción. También hallamos a Jerónimo González dela Espada, hermano de Pedro Martínez de la Pava, cura de Cajatambo, en Perú. Éste al morir, dejó por heredera a su sobrina Ana de Bonilla, de Guadalcanal, en 1615. Bartolomé de la Parra, el hijo del doctor de la Parra, regresó a Santo Domingo, seguramente para ver a sus padres y en 1565 marchó a Nueva Granada.
    Jerónimo de Ortega Valencia, que se fue a Tierra Firme en 1570, lo encontramos en Guadalcanal en 1570, regresando ese mismo año a Indias. Gonzalo Yanes de Ortega, que había venido del Perú, lo vemos marcharse en 1556. Diego Alonso Larios, emigró en1536 a México, volvió al pueblo en 1561, marcha otra vez acompañado de una esclava. También se ha encontrado a la perulera de Santiago en 1565 que tenía un esclavo. El nombre puede referirse a la calle Santiago o a su hospital. En 1577 María González.
    El más famoso perulero de Guadalcanal fue Alonso González de la Pava, que fundó el Convento del Espíritu Santo y un hospital anejo.
    Había hecho un gran capital en Potosí, en las minas de plata del Cerro, que estaban situadas en una montaña. Allí se relacionó con Francisco de la Cava y con Alonso González de la Espada.       En 1615 ya estaba en Guadalcanal y en esa fecha se empieza a construir el Convento, figurando en 1619 en la iglesia de Santa Ana, como padrino de bautizo de una sobrina nieta, pues él no tuvo descendencia. Se sabe que poseía minas en la provincia de León en Extremadura. En la escritura de donación manda se digan misas por la conversión de los indios y por las ánimas de los indios muertos en las minas de Potosí, falleciendo en 1620 y siendo sepultado en el Convento del Espíritu Santo, donde se puede ver su retrato en el retablo.
Su sobrino Juan González de la Pava quiso imitarle y marchó al Perú, siendo desheredado por su tío. Sin embargo, años más tarde aparece su nombre como patrono del Convento.

Antonio Gordón Bernabé.

Revista de Guadalcanal 1992

sábado, 17 de mayo de 2025

Un guadalcanalense de devoción mariana

 


Agustín Capitán Álvarez

Nacido en Guadalcanal el 15 de diciembre de 1896, en la calle Jurado, 19, Lo bautizan en Santa María, el cura párroco Manuel Ruiz Ortiz. Fue hijo de José M.ª Capitán Velasco, de las segundas bodas de éste con Concepción Álvarez Ferro.

Pasa su infancia en Guadalcanal, fue enviado por sus padres a Sevilla donde cursa sus primeros estudios en el Colegio de Padres Escolapios de Sevilla, más tarde ingresa en el Seminario, a pesar de su gran vocación y su amor por la Santísima Virgen no llega a cantar misa, pero si aprende teología. Terminado su ciclo en el Seminario, como sacristán al Convento de Santa María de Jesús, En la calle Águilas. De aquí se traslada al Colegio de San Diego, para enseñar teología y religión.

Fue un notable escritor y un poeta místico, en los ratos libres hace versos. “Rayo de luz” que se transforman en uno de sus primeros libros, se editó en 1929, igualmente, con fecha posterior publicó otro poemario dedicado a Sevilla titulado “En las Orillas del Guadalquivir”. Es notable el libreto que publicó sobre la virgen de la Esperanza titulado “Oración Lírica”, Deja un libro sin editar que sacan a la luz en 1981. Su título “Sevilla, Jerusalén de Occidente”.

Fue también sustancial las colaboraciones en Revistas y diarios de Sevilla con artículos relacionados con la teología, y en las revistas editadas en Guadalcanal sobre la Semana Santa y la feria y fiestas,
           Ingresa en el I.N.P. y aquí se jubila. Muere en Sevilla el 28 de febrero de 1978.          

         Una brevísima muestra de su acendrado amor mariano, es este sonoro quinteto y esta oda:

Señora, por la realeza

 

A la Poesía de la Virgen María

Yo te amo con fervor,

sacra Poesía,

Y nunca te ofendí con soez insulto;

Lo mismo en el pesar que en la alegría,

De mi doliente amor te ofrecí el culto.

No me apartó de ti la hiriente mofa

Acompañada, acaso, del agravio,

Que despertó en el vulgo alguna estrofa

O no logró entender el hombre sabio.

Te he contemplado triste muchas veces

Ante un inicuo tribunal sentada,

Y he visto la injusticia de tus jueces

En la expresión cruel de su mirada.

Yo de tu templo me acerqué a la puerta

Y te juré desde ella siempre amarte,

Y al débil resplandor de luz incierta

Pude entrever las gracias de tu arte.

No importa, no, que te desdeñe el necio,

Que eres el alma y vida de la Historia,

Y hasta la misma Ciencia, en su desprecio,

Te llama a sí para ensalzar tu gloria.

Mi corazón por ti late y suspira

Y gozar o sufrir quiere contigo,

Que al no poder pulsar mi triste lira

Más infeliz me siento que un mendigo.

No sé más que admirarte, y tus favores

En mi destierro amargo en vano espero,

Y he de sufrir, paciente, mis dolores,

Mi triste soledad, cual otro Homero.

A otro premia ¡oh deidad! con tus laureles,

Pues yo no aspiro a tu inmortal corona;

Endulcen sólo mi dolor tus mieles,

Que el ángel del favor hoy me abandona.

¿Por qué cuanto tú escribes lo respeta

como divino y santo el tiempo, el hombre?

No me respondas, no; ya sé tu nombre:

Eres algo divino, eres poeta.

Y de tu lira el celestial encanto

hiere del alma humana el sentimiento,

y el mar, la tierra, el hombre, el firmamento

escuchan con fervor tu eterno canto.

Cuando de todo muere la memoria

en los obscuros brazos del olvido,

tu fama vive en la inmortal historia;

Y la divina luz de tu poesía,

al corazón del hombre, entristecido,

devuelve la ilusión y la alegría.

     Este libro, editado el año 1972, es un canto sentido a Sevilla y, muy especialmente, a sus devociones marianas y religiosas, aunque también agrupa poemas de otro corte, pero con el mismo sentido de inspiración clásica. Agustín Capitán Álvarez, fue un hombre de una gran religiosidad entre cuyos libros deben destacarse "Rayos de luz" (1929) y este que presentamos, en el que muy pocas advocaciones sevillanas se quedan sin un soneto como el que hoy recogemos.

A trazos esta es la biografía de don Agustín Álvarez. Su obra, personal y literaria, está llena de enseñanzas de su madre; de la mano de ella llega a su devoción al Cristo de la Flagelación y a la de su Señora Guaditoca. También es su madre la que le forma su ser de hombre bueno. Y en este ser de hombre bueno como vive y muere. Cuanto tiene útil para el pueblo que le vio nacer y se lo deja; libros para la Biblioteca Pública; óleos para la Cofradía de la Patrona y toda una obra poética de vivencias guadalcanalenses.

Por todo ello, la gratitud de sus paisanos, ha de mostrarse de alguna manera y, acaso, es forma oportuna de recordarlo entre nosotros con estas breves notas sobre su vida ejemplar, sacadas a la luz en este artículo.

Más notas no podría faltar -sería omisión imperdonable- es siquiera una brevísima muestra de su acendrado amor mariano, como el que trasmina en este sonoro quinteto:

que puso el Señor en Ti,

alíviame en mi pobreza,

ya que en Ti está la riqueza

que en mi vida apetecí.

Pedro Porras Ibáñez (Revista de feria 1983) y hemerotecas.

sábado, 26 de abril de 2025

Una Revista casi centenaria

El flaco caballo de cartón o la ruidosa chirriera,...         

        La Revista de Feria de Guadalcanal es prácticamente centenaria, el primer número que aparece en mis archivos es de 1928, pero creo que existen algunos anteriores, esta revista se llamaba “EL COMERCIO DE GUADALCANAL”, dirigida por Manuel Elena y estaba dedicada a las ferias y fiestas de la localidad.

                   En ella ya aparecían artículos de escritores locales y foráneos, algunos de ellos, como es el caso de una poesía de Luís Chamizo, insigne escritor y poeta de Guareña que se estableció en nuestra localidad al esposarse con Virtudes Cordo Nogales en 1921, Este artículo que contiene la poesía “HEROES SIN GLORIA”, es una oda dedicada a los héroes sin gloría, los héroes del martillo y del arado. Igualmente aparece en esta revista un curioso artículo como uno de Édouard Heliot, escritor y político francés de la época, titulado “EL PROBLEMA DEL ALCOHOL”.     

         Vemos el programa de la feria de ganado y fiestas del 1928, del 4 al siete de septiembre, organizados por la comisión de festejo, siendo presidente de la misma, Don Ignacio Vázquez, alcalde Don Guillermo Alvarado y actuando de secretario Don Adrián Salinas. La inauguración fue el día 4 a las 7,00 horas de la mañana con un pasacalles amenizado por la banda de música de la localidad dirigida por el profesor señor Escote, el día 6 a las 18,00 horas solemne procesión de Nuestra Señora de Guaditoca, patrona de la localidad, organizada por su Real Hermandad, con acompañamiento de las Autoridades, Banda Municipal de Música y de Tambores y Cornetas, durante el recorrido se dispararán numerosos cohetes y tracas. Por las noches, bailes de sociedad, conciertos, circo (Circo París), teatro, cinematógrafo, fuegos artificiales y otros festejos.

         Igualmente, se anunciaban el comercio de la localidad y la zona, como PURIFICACIÓN R. FRESNO -Fábrica de harinas y panificación esmerada-, ALBERTO DE LA HERA -Farmacia, droguería y perfumería-, JOAQUIN GARCÍA CALDERÓN -Transportes de mercancías y viajeros, servicio a la estación de tren-, CASA ROMERO – Bisutería, mercería y novedades-, FONDA DE MISERICORDIA -Casa especial para viajeros, amplías y ventiladas habitaciones, limpieza absoluta y cuarto de baños-, JULIO BARRAGAN CORDOBÉS -Paquetería, mercería, perfumería, ferretería, calzados y armas y explosivos de todas clases-, MANUEL NAVAS -Sombrearía-, SANTA CLARA – Molino de aceite, fábrica de harinas y panificación-, ADRIANO ATALAYA RIVERO -Almacén de calzado-, MARCOS ALVARADO Y TENA -Fabrica de aceite de oliva y orujos, jabones y sulfuros-, JUAN ATALAYA ROMERO -Colonias, paquearía, quincalla y vinos.- MANUEL BAÑOS MÁRQUEZ -fábrica de curtidos-. Y otros establecimientos, algunos de ellos han perdurado durante todo el siglo XX a través de sus sucesores.

         En esta canturía, la revista ha tenido diferentes nombres, como EL COMERCIO DE GUADALCANAL -Revista ilustrada-, FOTO Y LUZ -Revista de feria-, GUADALCANAL. Revista de feria o feria y fiestas-, PROGRAMA OFICIAL DE LOS FESTEJOS, REVISTA DE GUADALCANAL, y otras, simplemente ponían en su portada GUADALCANAL y el año. La revista durante tantos años ha pasado por varios estilos y contenidos, algunas de ellas, se limitaban simplemente al programa oficial de la feria, otras, la mayoría han contado con gran variedad de artículos y poesías, de guadalcanalenses y gente que ama Guadalcanal.

         La revista no siempre tuvo una cadencia anual, pero fue a partir de los años 70 cuando cogió su redacción y dirección Rafael Rodríguez Márquez, nuestro añorado amigo “Rafalito Electrovira” cuando realmente la edición tuvo continuidad hasta nuestros días, Rafael aparece por primera vez en el año 1969 con su artículo “REYES MAGOS”, en el reflejaba en aquella época los escasos juguetes que nos traían a los niños “el flaco caballo de cartón o la ruidosa chirriera,..” después siguen apareciendo sus artículos, año tras año, todos ellos relacionados con Guadalcanal, en el año 1973 aparece en el consejo de redacción de la revista, a partir del año siguiente coge la dirección hasta el 1985.

         Con Rafael a pesar de la diferencia de edad y que yo he vivido desde los nueve años fuera de Guadalcanal, me unía una amistad especial, tal vez nos unió nuestro amor por nuestra villa, como a tantos otros. Era la única persona que me llamaba en el pueblo Aguilar, mi segundo apellido por línea materna, tal vez por la amistad que le unía con mi tío Antonio, con el que compartía primer apellido y su gran pasión por el Guadalcanal CD, de los que ambos formaron parte de la directiva.

         Todos los veremos cuando iba a la feria me tenía guardada la revista, recuerdo que en el año 82 hablando con él en la puerta de la Puntilla, me comentó que estaba buscando un libro de poesía en las librerías de Sevilla y no lo encontraba de Agustín Capitán Álvarez, otro ilustre escritor Guadalcanalense poco conocido, le ofrecí que me diese el tirulo y yo se lo buscaba en Madrid, finalmente lo localicé en una librería de viejo de la Cuesta del Moyano de Madrid, se lo llevé en Navidades y me regaló un estuche con una pluma y un bolígrafo de la marca Inoxcrom, que guardo en mi escritorio como un tesoro.

         Cuantos y cuantos artículos, trabajos de personas de nuestro pueblo o muy amantes de él a través de los años, artículos que nos ha enseñado la historia de Guadalcanal, sus monumentos, sus hijos ilustres, el sentir y el pensar de nuestra gente, escritores, poetas e historiadores como los mencionados anteriormente Agustín Capitán y Luis Chamizo, u otros relevantes Manuel Maldonado Fernández, Antonio Gordón Bernabé, María Dolores Gordón Peral, Juan Collantes de Terán, Jesús Rubio, Antonio Fontán, Antonio Burgos, Andrés Mirón, Alberto Bernabé Salgueiro, Salvador Hernández González, y tanto otros, que unir a la lista interminable de Guadalcanalenses o foráneos, como José F. Titos Alfaro, Pedro Porras Ibáñez, Leopoldo Tena, Rafael Rodríguez Márquez, Ignacio Gómez Galván, José Baños Carmona, José María Álvarez, José Vázquez Márquez, Rafael A. Rivero del Castillo y un largo etcétera, entre los que humildemente me incluyo. Sin olvidar el último en esta larga lista a José Luis Ceballos y Antonio Murillo (Muri) que con sus historias futboleras nos han recordado las vicisitudes y anécdotas de nuestro equipo de futbol.

         La revista y el formato que actualmente conocemos se debe en parte a Ignacio Gómez Galván que en los dos periodos que ha estado en el ayuntamiento como concejal, ha llevado la dirección y le ha dado un formato más actual.

Rafael Spínola Rodríguez
Teruel, mayo 2021.
Revista de Guadalcanal 2021

sábado, 8 de marzo de 2025

Guadalcanal Monumental 14


La Torre de la Iglesia De Santa María de la Asunción
Un legado del esplendor de las minas de plata del siglo XVI

    Recuerdo cuando aún era niño aquel viejecito con su gorra y su bastón que todos llamábamos Bastián, sentado en un banco de la plaza contando historias y chascarrillos de nuestro pueblo, en una de sus citas más o menos comentaba: “nuestros antepasados echaron hace muchos años a los moros de Guadalcanal, salieron corriendo y no les dio tiempo ni a terminar la torre de la Iglesia, después de tantos años así se quedó, como la veis”.     Esta frase que no sé si será totalmente exacta a la que él dijo, era una sentencia y no tenía razón nuestro recordado Bastián, la torre es quizás el único legado que nos quedó de la floreciente Guadalcanal en el esplendor y posterior decadencia de sus minas en el siglo XVI, ya que en el año 1556 Agustín de Zárate, el recién nombrado administrador General de las minas de plata de Guadalcanal por la Princesa Regente Gobernadora, "recibe un nuevo destino de la administración fiscal y se establece en Guadalcanal para asegurar el orden en el beneficio del mineral y la recaudación de los derechos estatales de las importantes minas de plata que se han descubierto en esta villa"
    El Sr. Zárate se reúne a principio de dicho año con el Concejo de la Villa y sus alcaldes, estos le proclaman los pocos beneficios que la localidad obtiene de la explotación de la dicha rica mina, denunciando el progresivo estado de pobreza de la vecindad, por las grandes mermas de ganado (que se utiliza sin control y a bajo precio en la mina para alimentar a propios y esclavos), la esquilma de los montes que quedan "limpios" de leña y pastos, material para hacer carbón y maderos para la mina, todo esto hace que los montes queden mermados y con falta de manutención para el ganado, unido al poco trabajo que se les ofrece a los guadalcanalenses en la mina, que por su escasa profesionalidad, se limita al acarreo y penosos trabajos de pocos maravedíes de salario. 
    En este mismo sentido, el Concejo envía una libranza a la corte: “conbiene al seruiçio de V.M. que en esta fábrica no se lleue alcabala del carbón, leña, plomo y almártaga, pues estas son cosas que nunca se bendieron arrendaron en el dicho término de Guadalcanal, sino después que en la fábrica se funde y así ni al concejo ni arrendadores no se les haze agrabio. Reçobelo (agravio) la fábrica que de las demás cosas que en ella se benden lleuen más alcabala de lo que se lleua en la misma villa de Guadalcanal y así suplico a V. M. lo mande y con los mesmos días de franqueza que ay en la dicha villa”. 
    La respuesta real es favorable a la pretensión de la administración: Así pues, de hecho, la mina resulta ser un vecino incómodo para la villa; goza de los derechos de los demás vecinos —cortar leña y aprovecharse de los pastos propios y comunes— pero no se sujeta por la mayoría de los deberes. ¿Cómo afecta esto a la mayoría de los vecinos?, menos en los derechos, éstos sí que se ven claramente perjudicados: la rica dehesa de la villa, antes a disposición de los avecindados, queda reservada para el exclusivo de las minas durante 10 meses del año y sólo los dos meses de verano para el libre acceso de los vecinos 
    El mismo Zárate es consciente de que la villa merece una cierta compensación a los perjuicios que recibe en función de la presencia de la explotación real: “Conbendría que la alcauala de lo que se vende en las minas no se diese encabeçamiento a la villa de Guadalcanal, porque valen las cosas a esta causa eçesivamente caras, porque molestan a los que bienen a vender y les lleuan demasiada alcauala y a causa dello el carbón, almártaga y otras cosas nesçesarias se encaresçen y no se traen á vender a las dichas minas lo nesçesario"                                                                                                                                          . Por eso conbendría que se repartiese y diese por vía de encabeçamiento de las dichas minas a la fábrica dellas por un predio moderado y a los de Guadalcanal, "Su Magestad los gratifique los daños que a causa de las minas resçiuen así en los mantenimientos como en el pasto del ganado y bestiamen de las minas en su dehesa y en sacar çepas y no es equivalençia el prouecho que tienen de los que trauaxan en las minas de la villa, la qual meresçe qualquier gratificación por el amor y voluntad con que siruen a Su Magestad”. 
    El 25 de Abril, después de repetidas reuniones de D. Agustín de Zárate con el Concejo de la Villa, envía varios escritos a Valladolid para la princesa gobernadora, y, en uno de ellos comenta: “Con la mucha hanbre que en esta tierra hay, acude a estas minas mucha jente que no nos podemos valer porque el principal intento que traen es el de hurtar (...)”. Igualmente reconoce el administrador que: “labrándose aquí minas, forçoso se han de encaresçer los jornales y resçibir grande daño toda la tierra, porque les será grande costa labrar sus heredades” 
    En otro escrito comenta que los roces entre vecinos de la villa y la población minera son frecuentes y se inscriben los tradicionales choques entre comunidades configuradas y asentadas de antiguo y poblaciones halógenas. En este informe daba noticia de que: “los vezinos de la dicha villa de Guadalcanal hazen muchas molestias y malos tratamientos a los maestros, ofiçiales y operarios y otras personas que entienden en (...) las minas que an paresçido en término de la dicha villa y que no les quieren dar posadas ni rropa en que duermen ni mantenimientos por sus dineros”. 
    El 22 de Octubre de 1556 la princesa gobernadora dirige un escrito a D. Diego López administrador tesorero de la mina de Guadalcanal y otorga la obligación de liberar de los beneficios de dicha mina la cantidad de 590 ducados (221.250 maravedíes), equivalente al 0,017% del beneficio total de la extracción de plata hasta la fecha, así mismo otorga las siguientes libranzas, para un paño de la Iglesia de Guadalcanal 75.000 maravedies, al monasterio de los descalzos de Guadalcanal, 4 cálices de plata de las minas, con un valor de hechura de 37.500 maravedies, para limosnas a diversas instituciones religiosa de la villa 17.500 maravedíes y una cantidad no determinada para la adquisición de una campana para la torre de Santa Ana. Al año siguiente, según cédula de 12 de Mayo, se otorga otra asignación de 200 ducados (75.000 maravedíes) para seguir con la construcción de la torre de Santa María de la Asunción y finalmente, en el año 1559, se otorga una última obligación de liberar la cantidad de 65.000 maravedíes para terminar la dicha torre, así dispone la princesa regente gobernadora y envía copia de otorgamiento a Juan Pérez de Mérida mayordomo de la iglesia parroquial De estos otorgamientos es sabedor ejecutor D. Hernán López del Campo, instructor del Consejo de Hacienda y Contador Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. No hay constancia documentada de más asignaciones para la construcción de la torre y tampoco si en el año 1559 tenía su estado actual o si los sucesivos Concejos decidieron invertir más en su construcción. 
    La Torre de la iglesia de Santa María de la Asunción de Guadalcanal se levantó sobre la parte de la antigua muralla defensiva almohade de la población, se sitúa a los pies de la nave izquierda, después de varios siglos, la situación actual de esta torre es de deterioro y semi abandono, sea por parte de la iglesia o por las distintas administraciones que pudieran implicarse. En estos últimos tiempos se han efectuados varios intentos fallidos para remediar la situación: En el 2008, el arquitecto de la Archidiócesis de Sevilla, acompañado por el Delegado de Patrimonio del Excmo. Ayuntamiento -Eduardo Cordobés- y el Párroco de Guadalcanal -Gabriel Sánchez-, estuvo visitando el lunes 29 de septiembre la torre de la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, que presenta diversos desperfectos provocados por el paso del tiempo. Se ha acordado, en una primera fase que comenzaría en breve, fijar los elementos que se encuentran en peores condiciones y entrañan un mayor peligro, como las cornisas. Estas obras están financiadas por la Archidiócesis de Sevilla. La colaboración del Excmo. Ayuntamiento se centrará en la limpieza interior de la torre. El 5 de Noviembre de 2014, el entonces alcalde de Guadalcanal José Manuel Martínez, concedió una entrevista en El Correo de Andalucía a José Ángel Fontecha en la que entre otras cosas decía: “se adelantó ayer las principales líneas de actuación que podrían llevarse a cabo en la consecución de la financiación necesaria para la restauración de la torre de la Iglesia de Santa María de la Asunción. Tras sendas reuniones con responsables de La Caixa y con el párroco, Juan Carlos de la Rosa, el regidor aseguró que son tres campos en los que se pretende trabajar” “El Ayuntamiento y la iglesia firmarían un acuerdo para la apertura de una Cuenta Solidaria conjunta donde todo el que quiera, a base de donaciones podría ingresar lo que estime conveniente”. 
    “El Ayuntamiento contribuirá económicamente en todo lo que vaya pudiendo con la consecución de ayudas”. "Los contribuyentes que participaran en la colecta, aseguran desde el Consistorio, independientemente de la suma aportada, recibirían un diploma para recordar su colaboración". Los otros dos campos de acción "vendrían en forma de subvención, ya que se prevé solicitar las ayudas económicas pertinentes tanto al Ministerio de Fomento como al Grupo de Desarrollo Rural Sierra Morena, a fin de conseguir parte de los casi 300.000 euros en los que está presupuestada esta restauración. Dichas subvenciones son excluyentes entre sí, por lo que, si se logra una de ellas, quedaría descartada la otra"
    Han pasado los años, varias corporaciones municipales y párrocos, pero lo cierto es que nuestra simbólica torre de la plaza de España, sigue deteriorándose, sin emprender las obras necearías para su restauración y con las tres bufandas negras puestas que tanto afean el edificio y contorno, nuestro paisano Juan Daniel Blanco Ceballos se preocupa todos los años de retirar los escombros del interior y limpiar los escalones de los excrementos de las palomas. Parece según información que el Arzobispado de Sevilla ha habilitado conforme al proyecto, una partida similar a la que se concedió para arreglar la techumbre del convento, esta partida está pendiente de ejecutar a través del Área de Cultura del Emxo. Ayuntamiento de Guadalcanal.

Fuentes. - Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal, De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales (Julio Sánchez Gómez-Salamanca 1989), Consejo y Juntas de Hacienda, Contadurías Generales, Sobre emigración a América de los habitantes de Guadalcanal y Hemerotecas. Rafael Spínola

sábado, 14 de septiembre de 2024

Reflexiones

Los niños de los años cincuenta de Guadalcanal

         El agua se desparrama por el pretil de la ancha alberca de la huerta. Va calentar el sol cada vez más y la tierra, reseca, acoge agradecida el reguerito de agua fresca derrama la alberca.

A las dos de la tarde, el campo en verano se deja aplastar por el calor y el silencio. Sólo un moscardón o un gran abejorro zumba inquieto sin que sepamos nunca dónde está. La calina derrite los sesos de un pollino, inmóvil como una gran figura de peluche desvaído, que se acoge a la sombra de una higuera enorme que hay unos pasos más No se inquieta el asno por los movimientos y las voces estridentes del grupo de chavales que chapotean en la alberca redonda y grande. Ahora uno de ellos, apoyándose en el borde salta fuera ágilmente. Lleva un bañador oscuro, azul marino, con peto y tirantas. Es un bañador de esos que eran comunes allá por los años cincuenta cuando apenas hacía poco más de diez años que había concluido la guerra civil.

         Entonces, todavía nadie pensaba en democracias ni en políticas. España comenzaba a levantarse de una catástrofe espantosa que había costado las mejores vidas de gente en uno y otro bando.

Comenzábamos a olvidar. Las heridas sanaban, quedaban cicatrices enormes en los pueblos y en las almas, pero el mundo entero estaba, por fin, en paz después de sufrimiento y de tanta locura, y las puertas de la esperanza se nos iban abriendo poco a poco. Eran, todavía, años de penuria, de escasez, con los cementerios demasiado llenos y las despensas demasiado vacías. Se comía mal y poco, se remendaban las camisas y los zapatos, se parcheaban las perolas y los cubos y se les daba la vuelta a los abrigos y las chaquetas.

         Los que entonces éramos niños nada sabíamos de huelgas, ni de reivindicaciones laborales, ni de injusticias sociales. Veíamos a nuestros padres luchar a brazo partido con la vida para llevar un jornal al hogar y les admirábamos por su tesón y su constancia. Oíamos que en Sevilla los estudiantes tumbaban tranvías, en lucha con los “grises”, sin saber muy bien por qué lo hacían y nosotros, por solidaridad con ellos, hacíamos novillos en la escuela. Pero nada más. Todo el que tenía un trabajo procuraba cumplir y conservarlo sin querer pensar en más, porque apenas si había derechos y sí muchas obligaciones...

         Después, las hojas del calendario fueron sucediéndose una a otra con vertiginosa rapidez. Los años, la vida, volaban. Mil novecientos sesenta, sesenta y cinco, setenta... Francisco Franco, el Caudillo salvador de España para unos, el tirano para otros, admirado y odiado a un mismo tiempo, acaba sus días y se presenta ante el juicio de Dios a rendir cuentas de sus actos. Y ante los españoles se abre un nuevo capítulo de la Historia. Muchos malintencionados y muchos oportunistas, que aguardaban su momento, salen a la luz. “Ahora somos libres” se escucha por doquier. Pero la Libertad es un arma de doble filo, sirve para todo y para todos. Con ella y en su nombre, se puede hacer el bien y el mal, se puede trabajar generosamente por los demás y se puede trabajar egoístamente por uno mismo. Se puede jugar limpio y se puede mentir... Y, sin embargo, es la gran riqueza del ser humano.

         Ahora, en mil novecientos noventa y cuatro, en la madurez de nuestras vidas, los niños de los años cincuenta, que no fuimos educados en los difíciles vericuetos de la política, nos encontramos, tal vez, desorientados en lo más íntimo de nuestro ser.

         Tenemos, tiene España, la gran oportunidad de progresar en paz y en libertad y está quedando atrás ya el sarampión desorientador de los primeros años de democracia.

         No son estas páginas el lugar idóneo para vaticinios políticos, ni para mostrar preferencias, y no voy a caer en ese ridículo, pero tengo derecho a preguntarme a mí mismo y a todos, noblemente, hasta dónde estamos dispuestos a dar para salir adelante. Sí, tengo derecho, y lo tenemos todos los españoles, a pedir que sean barridos todos los vividores y todos los oportunistas, sean quienes sean y del color que sean, para que un viento de honradez y limpieza refresque nuestra patria, nuestras ciudades, nuestros campos y nuestros pueblos

         Para que todos seamos uno solo, codo con codo, en el común afán de un futuro mejor nuestros hijos.

PLÁCIDO DE IA HERA
REVISTA DE FERIA Y FIESTAS – 1994

sábado, 24 de agosto de 2024

Nuestra Historia 4

Apuntes Históricos de Guadalcanal

    Por un manuscrito mutilado del siglo XVII, posiblemente de un franciscano del Convento de la Piedad (hoy cementerio de San Francisco), tenemos noticias que la fundación de Guadalcanal la realizó el rey Gerión que llamaron Avo, hijo del rey Hyarbas de Mauritania, por el año 1690 a. C., llamándola TEJERA. Otros dicen que la fundaron los celtas en el año 580 a. C., con el nombre de TESERES. Permaneció con este nombre por espacio de 1010 años, que dominada por los vándalos y alanos, la ensancharon y la llamaron CANANI o como dice Claudio Ptolomeo, CANACA. Fue ciudad en estos tiempos según este autor por estas palabras: “Quorum civitates sun: Canaca, Fornacis".
    Esta grandeza fue por los años 430
    En el mes de julio del 713 llegan los musulmanes a Guadalcanal, eran árabes y beréberes que dejarían un pequeño destacamento en el lugar, al que llamarán WAD AL QANAL (Río de creación). Allí encuentran un cerro fortificado, habitado por visigodos e hispanorromanos, que llaman Monforte, rodeado de murallas, también encuentran habitantes en diversos sitios del término. Está patente que lo que hay al llegar los árabes es Monforte y su territorio. En el cerro de Monforte, a cinco kilómetros al suroeste del pueblo actual, hay construcciones romanas de derretido con dos murallas concéntricas. A la construcción de época romana, debe su nombre el lugar, compuesto de un original MONS FORTIS. Monforte sería un ejemplo más de nombre de fortificación alusiva a restos más antiguos y de valor arqueológico. Nos inclinamos al mozarabismo del nombre, pues es seguro que hubo habitantes cristianos en estas tierras durante el período de dominación musulmana. El cerro Mezquita y el arroyo Mezquitas son alusiones que confirman la antigüedad de Monforte, ya que por las investigaciones realizadas ya existía en tiempos del emperador Antonino Pío, que gobernó del año 138 al 161, y también refiriéndose a Guadalcanal dice que “el primero sitio de su fundación primera fue distante una legua de donde hoy está, en un cerro que se dice Monforte”, “fue fundada en lo selecto de la provincia antiguamente llamada Turduluna o Baiusturia, según el cómputo de las historias, fue casi mil seiscientos años antes del nacimiento de Cristo”. Esto viene a confirmar que esta fortaleza romana era un oppidum construido sobre restos de otros pobladores que en el caso nuestro serían turdetanos o tartésicos, pues todas las fortalezas primitivas estaban en alto.
    El campesinado hispano-romano-visigodo se sometió a las tropas de Muza, conviviendo luego con la nutrida población beréber asentada aquí y entre ellos, miembros de la tribu de los zenatas.
    Ya debía existir Wad al Qanal como población en el año 758, en tiempos del Califa Abderramán I, pues se cita que pasó cerca un tal Yusuf al Fihri, wali árabe que desde Mérida marchó a Fuente de Cantos y, reclutando gentes del sur extremeño, formó un ejército de veinte mil hombres beréberes contra el Califa, y fue a Almodóvar donde fue derrotado, luego se dirigió a Firris (Cerro del Hierro), entre Wad al Qanal y Qûstantina, y de allí a los Pedroches, siendo asesinado en Toledo.
    En el 756 Guadalcanal pertenecía territorialmente al castillo de Reina, y éste era de la Cora de Al Balat.
    En el 1088 dicen los Anales Toledanos, que el rey cristiano Alfonso VI alcanzó el puerto de Guadalcanal, pero no le ofreció batalla.
    Otra vez vinieron los almorávides en el 1091, y tres años después son dueños de estas tierras.
  En 1147 llegan los almohades y con ellos comienza un periodo importante de construcciones. En Guadalcanal construyen murallas y alcázar entre 1169 y 1175.
    Las murallas de nuestro pueblo eran de derretido, según señala el Catálogo Arqueológico, o sea, de mampostería de piedras, pero ello se contradice con su época.
    El 18 de julio de 1189, tras conquistar Reina se presentó en Guadalcanal el rey Alfonso VIII, pero no consta que la tomara por combate.
    En abril de 1241, el jeque de Wad-al-qanal, que la defendía en nombre de Abul-Hasan Axatat, rey de Sevilla, la entrega sin combate, reinando Fernando III el Santo, al 15 Maestre de la Ordende Santiago, Don Rodrigo de Iñiguez de Montalbán, al que acompañaba el Comendador D. Rodrigo de Valverde, D. Juan Muñiz de Gogoy, comendador de Extremera, D. Lope Sánchez de Porras, trece de la Orden; el comendador D. Hernán Meléndez, D. Rodrigo Yañez, comendador de Almoguer; y Albar Martínez de Aibar o Ibarra, comendador de Mora, siendo restaurada la mezquita que existía, fue bendecida por el obispo de Coria Jaime Sanguineto, que venía acompañando al Gran Maestre.
    Nos encontramos entonces a un Guadalcanal con un alcázar de cuya muralla sale la que rodea a la población con una capacidad para dos mil casas de las que los árabes usaban, muralla seguramente de tapial, aunque tuviesen ladrillos en las esquinas de las torres y en los arcos y aún piedra. Las puertas solían tener unos cinco metros de alto y todas las desembocaduras de calles solían tener portillos y puertas. Había una serie de torres cuadradas en el recinto cada cierto tramo de lienzo y plataformas para el camino de ronda. Las torres tenían habitación y techo de bóveda de cañón de ladrillo y puertas con arco de medio punto.
    La muralla estaba rodeada por todas partes por un foso que llamaban cava, por lo cual corría en la parte N. y O. un arroyo llamado de Pedro Gómez. La cerca iba desde la iglesia de Santa Ana hasta la puerta de Llerena y continuaba hasta la esquina de la calle López de Ayala, girando por la Cava y bajando por el muro del pilar hasta la puerta del Jurado, desde donde se dirigía a la esquina que desemboca a la puerta de los Molinos, y rebasada ésta subía más allá buscando la torre de Santa María y el Ayuntamiento, rodeando el Palacio y seguía por donde está la Almona.
    Por el otro extremo bajaba desde Santa Ana, por la calle Juan Pérez, dirigiéndose a las casas que ocupaban el Hospicio de San Basilio, girando hacia la puerta de Sevilla, subía por Pozo Berrueco en dirección a calle Águila y desde ésta enlazaba con el muro que venía por las traseras de los corrales de la calle y calleja San Sebastián.
    En 1248 pasó a pertenecer al señorío de la Orden de Santiago.
    En 1253 fue hecha cabeza de Encomienda, -que rentaba 36151 reales de vellón- por Pelay Pérez Correa (el Cid extremeño), pasando a depender su iglesia del Monasterio de Santa María de Tentudía.
    Don Lorenzo Suárez de Figueroa concedió a la villa vicario propio el 6 de junio de 1305, como lugarteniente de Tentudía, y la dotación parroquial a cargo de la Mesa Maestral. Confirmado por los Reyes Católicos el 6 de junio de 1494. La última confirmación es de Fernando VI el 28 de septiembre de 1753.
    En 1428 el Maestre-Infante D. Enrique de Aragón, amplió el término con parte del de Azuaga y Reina.
    Hay también noticias de un contingente judío que, después de la reconquista, poblaba el barrio de Santa Ana y la Morería. Y en la visita canónica de 1494 consta que tenía sinagoga, situada por cierto en el Ejido, luego Paseo del Coso.
    En 1521, por ser Guadalcanal comunero, fue mandado por Carlos I tirar los muros y, desde luego se tiraron trozos del mismo aunque no entero.
    Se rompió la cerca por la entrada a calle Jurado al lado del pilar actual y en la calle las Huertas. Se tiró el muro que subía hacia la torre y el que unía la iglesia con el edificio del actual Ayuntamiento, construyéndose un arco; se tiró el trozo de la calle Águila, delante del arroyo que iba por el foso; también el trozo de la entrada norte de la calle Juan Pérez y se respetó uno que va bordeando la iglesia de Santa Ana. Había un portillo entre el Palacio y la Almona que ya consta en 1494 que comunicaba con las carnicerías, sí no fuera así habrían quedando encerradas muchas calles como Santa Clara, Guaditoca, Concepción, Carretas, Altozano Bazán y la plaza de Santa Ana, que existen dudas de sí estaban comunicadas al exterior por un portillo, pues desde la puerta de Llerena hasta la de Sevilla hay grandísima distancia.
    En mil seiscientos y pico un testigo dice “Hasta hoy se ven algunos pequeños pedazos de muros y cerca antigua de Guadalcanal y tres puertas con edificaciones de las casas, quedando la villa cercada artificialmente. La de Llerena está caída.
    En la puerta de Llerena había un puente para pasar de calle Santa Ana a Berrocal Grande (Espíritu Santo) y Berrocal Chico a la población enfrente de la calle Granillos, ya que pasaba el arroyo dela Cava a primeros de este siglo XX. A mediados del siglo XVI se tiraron el resto de la muralla.
    Además de Guadalcanal, que fue un auténtico castillo, existieron otros que ya sólo quedan en la memoria, ejemplos:
CASTILLEJO: Situado en el cruce del camino de Valverde con la Cañada de Esteban Yáñez.
VALJONDO: En las tierras de este nombre, al oeste del camino viejo de Azuaga.
VENTOSILLA: En el cerro del Castillo, en la hacienda de la Plata.
PORTICHUELA.
ATALAYA.
SANTA CRUZ.
    Cerca de las minas de Pozo Rico está la fuente de la Cueva.
    En la linde de las “Viñuelas” y “Magrao”, existe una piedra horizontal sostenida por otras dos, se conoce por la “Piedra Corcovada”.
    Existió una ermita de San Antonio de Padua en el Cerro que llaman de las minas.
    Cueva de San Francisco en la Sierra del Agua
    En el siglo XIV residió en el Palacio existente junto a la Almona, el Gran Maestre de la Orden de Santiago D. Fadrique de Trastamara.
    En los Anales de Don Diego Ortiz de Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago aparece descrito un terremoto ocurrido el cinco de abril de 1504: “Como a la hora tercia, siendo Sumo Pontífice Julio II y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla, Sicilia y Cerdeña los cristianos Reyes don Fernando y doña Isabel, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas las iglesias y casas, de modo que amenazaban con caerse.
    Los que estaban en los campos aseguraban haber visto oscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos arrojando abundante agua por sus bocas y los montes abiertos exhalando vientos con cenizas.
    Hay quien afirma haber visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de Almadén, Cazalla y Guadalcanal.
    En 1592 tenía Guadalcanal 1462 vecinos. En 1596, registra 1055, lo cual supone más de cinco mil habitantes, que un número mayor al de ahora, y eso que la población total de España era aproximadamente, un quinto de la actual.
    10 de junio 1628. El licenciado D. Diego García de la Rubia, visitó las ermitas de San Pedro, San Benito, San Juan, Ntra. Sra. De los Remedios, Capilla de San Antonio (en las minas de Pozo Rico) y Santa Marina.
    1 de Noviembre de 1755, Guadalcanal sufrió un terremoto. En acción de gracias, por no haber recibido daño, ni en sus personas ni inmuebles, ni en ganados, la Comunidad de la Parroquia de Santa María, presidida por el párroco don Juan de Ortega, acordó celebrar perpetuamente una misa, seguida de procesión con el Santísimo porla Plaza Mayor, en la que habrá dos altares, repletos de flores, para sendas Estaciones de su Divina Majestad. Los gastos de cera y flores, por un importe de 16 reales de vellón, serán sufragados por el Consejo de la Villa.
    En 1833 por la reforma del ministro Javier de Burgos, pasó a ser andaluz, no apareciendo ya como jurisdicción eclesiástica extremeña en 1851.
    1854. En este año había 5506 almas, de los cuales 1558 eran cabezas de familia. Regían la villa Miguel Ramos Lobo, Alcalde; Leonardo Castelló y Donoso, como Alcalde 2º; Juan Rivero Silvestre, como Regidor 1º; Antonio María de Castilla, como Regidor 2º; José Rivero, Regidor 3º; Antonio Llamazares, Regidor 4º; José Barragán Palacios, Regidor 5º, Francisco Vázquez, Regidor 6º, Nicolás de Gálvez, Regidor 7º, Félix Nogales, Regidor 8º; Lucas de Torres, Síndico 1º, Antonio Fontán, Síndico 2º y Enrique Vicente Moreno, como Secretario del Ayuntamiento.
    Fue colocada en el reloj de la plaza una campana que se quitó del convento del Espíritu Santo.
    Se trasladó la cruz que existía al final de la calle Santa Clara al lugar que ocupa actualmente.
    El Ayuntamiento cedió terrenos para sembrarlos de olivos enla Sierra del Agua y en la Palomilla.
    La construcción de la fuente del Berrocal Chico se debe al presbítero Juan Barragán, que solicitó de las aguas vertientes de la fuente.

Recopilación Revistas de Guadalcanal. Años 1960 - 1969 - 1972 - 1988
Asociación Cultural Benalixa