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lunes, 28 de octubre de 2019

La minería en la Sierra Morrena Sevillana


De la Antigüedad al siglo XVI

 

Las actividades mineras en la Sierra Morena sevillana pueden remontarse, al menos, hasta la época romana. Uno de los mayores promotores mineros de esta época fue el pretor Sextus Marius, llegado desde Roma en el 114 a.c. con la misión de combatir a los lusitanos que depredaban la Hispania Citerior. Pronto se convertiría en el dueño de las minas de cobre, oro y plata de la Sierra Morena, cuya denominación procede de la deformación popular de su apellido.
En la Sierra Morena se han reconocido vestigios de trabajos romanos en la mina del Pago de Gibla (Constantina) y en el Cerro del Hierro (San Nicolás del Puerto), en éste se han encontrado candiles y útiles mineros localizados hasta 50 m de profundidad. También se han encontrado vestigios en los criaderos de plomo argentífero de Alanís y Cazalla. Aunque no hay testimonios directos, algunas fuentes antiguas citan explotaciones romanas en las antiguas minas de plata de Guadalcanal.
Por otro lado, también se han reconocido numerosas labores romanas en el distrito pirítico de Huelva y Sevilla. En la Sierra Morena sevillana destacan las Minas de Silillos, Cuchillón y Caridad (Aznalcóllar) y Admirable (Castillo de las Guardas).
Ya en la Edad Media, diversas fuentes musulmanas y cristianas citan las minas del Cerro del Hierro, el plomo y la plata de La Puebla de los Infantes y el hierro de Villanueva del Río. En 1499 se concierta un Real Asiento sobre las minas de El Pedroso y Constantina.
En 1514, la Corona concede al Duque de Arcos la explotación de todas las minas del Arzobispado de Sevilla. En ese año se hicieron asientos con Francisco de Herrera sobre las minas de El Pedroso y Constantina y con Cristóbal López de Aguilera sobre las de Alanís, Cazalla, La Puebla de los infantes y San Nicolás del Puerto. En 1539 las minas del Arzobispado de Sevilla se otorgan a Cristóbal Ponce de León. Esta situación de otorgamiento de concesiones en grandes dominios geográficos cambió en 1559 al promulgarse una pragmática que declaraba caducas todas las concesiones, salvo algunas excepciones. La pragmática establecía el modo de beneficiar las minas, obligando a asentarlas en el Registro General de Minas. En 1584, Felipe II promulga unas ordenanzas que regirán sobre los siguientes 241 años, dando igual tratamiento a súbditos extranjeros y a los del Reino y tipificando los impuestos y regalías de los diversos metales. A partir de este momento, la actividad minera se ve potenciada a pesar de las explotaciones americanas.

GUADALCANAL.-

En esta época, la explotación minera más importante de Andalucía se desarrolló en Guadalcanal, cuyas minas de plata fueron descubiertas en 1555 por Martín Delgado, teniente de alcalde de la villa. La Casa Real se las incautó y comisionó a Agustín de Zárate para su administración junto con unos súbditos alemanes que influyeron mucho en las técnicas de explotación. El rendimiento de la mina fue bueno y a fines de 1556, a la vista de los numerosos registros mineros surgidos en torno a la población, se nombra inspector General a Francisco de Mendoza. Con él se variaron los procesos de tratamiento, se instalaron molinos de caballerías y se empezaron a usar esclavos, sobre todo en las operaciones de desagüe. Poco después la mina empezó a decaer por los problemas de inundación y se comenzaron a aplicar procesos de amalgamación para la recuperación de la plata descubiertos por el sevillano Bartolomé de Medina.
En 1 564 se inicia una nueva fase a cargo del minero Francisco Blanco, y en 1570 se descubre una nueva de mineralización, encomendándose de nuevo a Zárate la dirección de los trabajos, que por aquel entonces llegaban a 130 m de profundidad. Sin embargo, los derrumbamientos e inundaciones acaban con la actividad en 1576. No volvió a haber actividad importante hasta 1632 en que se hicieron cargo de las minas los banqueros alemanes Fuggers (castellanizado a Fúcares), pero la explotación duró sólo dos años. A fines del siglo XVII encontramos al Estado laborando las minas por su cuenta.
En 1725, el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm obtuvo licencia para explotar las minas de Guadalcanal, junto con las de Cazalla, Riotinto, Aracena y Galaroza, durante treinta años. Para ello proyectó la formación de una compañía explotadora que interesó especialmente a la clase alta de la Corte, levantando una gran polémica. Con el informe favorable sobre los criaderos debido al alemán Roberto Shee, se constituyó la Compañía de Minas que pronto se dividió en dos: una para Guadalcanal y la otra para Riotinto. La Compañía de Guadalcanal verificó el desagüe de las labores y, tras un sinfín de pleitos, se extinguió a los dos años. Tras varias tentativas de reactivación, en 1768 una compañía francesa volvió a intentar el beneficio de estas minas, construyendo a tal efecto edificios e instalaciones. La falta de resultados favorables, tras una inversión estimada en ochenta mil ducados, obligó a la compañía a contratar en 1775 al perito sajón Juan Martín Hoppensak, quien, tras reconocer la mina, organizó el desagüe e investigó el cruce de los filones, anunciando además la proximidad de la falla en las labores más profundas del sur. A pesar de los esfuerzos, las dificultades del desagüe hicieron fracasar la empresa en 1778. Pero en 1796 Hoppensak tomaba las minas por su cuenta, junto con las de Cazalla.
Las minas de Guadalcanal fueron visitadas por el físico y naturalista Guillermo Bowles, venido de Alemania en l752 por encargo de Carlos III, y en su "Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España” (1775), da cuenta del reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el Campanilla. Además, hace una reseña histórica de las minas y refiere la existencia de dos planos antiguos, uno con diez pozos y otro con once, entre 80 y 120 pies de profundidad. Describe también otras minas de Guadalcanal, así como las de Puerto Blanco y Cañada de los Conejos (Cazalla), Alanís y Fuente de la Reina (Constantina), todas de plata.
Hoppensak continuó los trabajos de Guadalcanal y Cazalla al menos hasta 1806. En 1822 la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público encargó un informe que no consiguió abrir nuevos horizontes al criadero de Guadalcanal. De nuevo, en 1830 se encarga al presbítero Tomás González el reconocimiento de la bibliografía conveniente a las minas. En la década de 1840 una compañía inglesa reanuda las labores, que fueron abandonadas en breve a pesar del informe favorable que dio el capitán John Rule, como resultado de su visita personal.
Mucho más tarde, en 1.911, se vuelve a reanudar el desagüe por parte de un grupo de mineros particulares, mediante la instalación de un grupo de bombas eléctricas alimentadas por una central a boca de mina; se perforaron 100 m de pozo llegándose a los 200 m de profundidad, a la que se encontraban las labores antiguas. Se proyectó un aumento de los equipos de desagüe que no se llevó a cabo al sobrevenir la I Guerra Mundial. En 1919 y sin que hubiera actividad minera, el yacimiento estaba cubierto por concesiones a cargo de la Compañía del Pozo Rico, la Cuprífera Española y Rodolfo Goetz Phillipi.

Rafael Spínola 
Hemerotecas

lunes, 21 de octubre de 2019

nuestro entorno 31

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes 

Cuarta Parte 

2.3. Dinámicas y procesos recientes (continuación) 
La historia del final del siglo XX y, en especial, de principios del XXI está jalonada de reconocimientos que refuerzan el papel de espacio ambientalmente valioso del área de la Sierra Norte. En virtud de la citada ley 2/89, se han declarado los monumentos naturales de La Cascada del Huesna (2001) y el Cerro del Hierro (2003), que reforzaron su identificación como paisajes emblemáticos. En 2002 se declara la Reserva de la Biosfera Dehesas de Sierra Morena, que incluye, junto con otros sectores de Sierra Morena, la propia Sierra Norte, y finalmente, en 2011, se incorpora el Parque Natural a la Red Europea de Geoparques. Otro aspecto destacable de este territorio es que ha sido muy beneficiado por las ayudas públicas, en especial las provenientes de los programas de desarrollo regional LEADER, pero también por ayudas complementarias dentro de la Política Agraria Comunitaria, como las que afectan al olivar, las primas ganaderas o las derivadas de la línea de sustitución de superficies agrarias marginales por bosques y masas forestales. Todo ello ha contribuido a frenar la pérdida de población, que en los últimos años se ha estabilizado, incentivando actividades vinculadas al sector servicios o garantizando la viabilidad de las explotaciones en el sector primario. 
En cuanto a los paisajes urbanos, la dinámica regresiva de la población, el relativo aislamiento y la propia presencia del Parque Natural han influido en que el área no haya experimentado con la misma intensidad que otras en la provincia el crecimiento de la urbanización. La mayoría de los núcleos conservan la traza de sus cascos históricos, de configuración compacta, con viviendas unifamiliares entre medianeras, callejero estrecho y adaptado a la topografía. En el interior se observa un proceso de restauración y revalorización significativo, especialmente de edificios singulares o catalogados, pero también de espacios públicos y caserío, aunque con algunas mejoras pendientes. Los escasos crecimientos se han producido siguiendo las vías de comunicación (Constantina) o el acceso al ferrocarril (El Pedroso). En otros casos los crecimientos apenas tienen incidencia en la imagen histórica de los núcleos (La Navas de la Concepción, San Nicolás del Puerto…). En el área no se han construido vías de comunicación de nuevo trazado, pero sí se observa una mejora en los existentes, que ha aumentado la seguridad y, sobre todo, ha diversificado los accesos desde el área metropolitana, facilitando el conocimiento de otros sectores de la Sierra. 
El pasado minero de la Sierra explica igualmente la existencia de un ferrocarril que une la capital de la provincia con Cazalla de la Sierra. Durante casi 30 km., los trenes comparten las mismas vías electrificadas de la línea entre Sevilla y Córdoba, pero a escasos metros de la estación de Los Rosales hay un desvío donde comienza una línea no electrificada que conecta Andalucía con Extremadura. A partir de aquí y hasta Guadalcanal se han efectuado tareas de renovación de vía dejándola en buenas condiciones. La línea pertenece al Corredor Ferroviario Ruta de la Plata que comunicaba Sevilla con Gijón y que en 1985 fue suprimido. El papel de espacio de ocio y recreación al que se aludía con anterioridad ha permitido que se mantenga este corredor ferroviario que facilita el acceso a algunas de las actuaciones de uso público más conocidas, como el sendero cicloturista de la Vía Verde de la Sierra Norte. 
Por último, cabe una breve mención a la evolución de los paisajes mineros de la Sierra, que tuvieron mucha importancia durante el siglo XIX y primera mitad del XX. La mina del Cerro del Hierro cambia varias veces de titularidad en este periodo y se extraen hasta 1977 aproximadamente 4 millones de toneladas de mineral. En la actualidad no se lleva a cabo ningún trabajo de aprovechamiento y el lugar se ha convertido en monumento natural y en uno de los paisajes más icónicos del área. Pero de la actividad minera quedan paisajes relictos en otros sectores de la Sierra: la mina de San Luis (carretera El Real de la Jara - Cazalla de la Sierra), la mina de San Miguel (Almadén de la Plata), canteras antiguas en El Real de la Jara, o restos ruinosos de la industrialización asociada a las explotaciones de hierro en la fundición de El Pedroso. 

3.1_Percepciones y representaciones paisajísticas 
3.1.1_Evolución histórica de los valores y significados atribuidos al área 
La Sierra Norte de Sevilla es una de las áreas donde la evolución de los valores y percepciones atribuidos históricamente a sus paisajes es más patente y legible, debido, por una parte, a la estabilidad del ámbito serrano y, por otra, a la vinculación de estos significados con los principales aprovechamientos de cada etapa histórica. En este sentido, la imagen predominante de la Sierra Norte desde la prehistoria hasta los momentos finales de la dominación romana es la de un territorio productivo de gran riqueza mineral y metalúrgica, enfocado principalmente a la explotación de estos yacimientos. Esta imagen era común al conjunto de Sierra Morena, sin distinguirse rasgos específicos que diferenciaran unos espacios de otros. Es a partir del período medieval cuando comienza a distinguirse dentro del ámbito serrano del Reino de Sevilla entre las tierras más occidentales, vinculadas a la Ruta de la Plata, y las orientales, integradas por los concejos de las villas principales de Cazalla y Constantina. A partir de este momento de inicios de la Edad Media, el paisaje de la Sierra Norte es percibido como un paraíso cinegético, destacándose la diversidad de montes en los que abundaba la caza mayor (osos, jabalíes, corzos,…). Esta imagen tendrá continuidad durante los siglos de la Edad Moderna, señalándose la pérdida progresiva de algunas de estas especies y, en consecuencia, la mayor dedicación a la caza menor. En este contexto se valoran especialmente las espesuras del monte bajo como principales cazaderos del área, destacando la presencia del jaral y el lentisco. Por otra parte, entre los siglos XVI y XVIII, adquieren un notable reconocimiento los paisajes serranos de dominante agraria, en concreto los relacionados con los viñedos y las instalaciones de transformación del vino, en un momento de importante expansión de este cultivo para su exportación a América, especialmente en el entorno de Cazalla. El declive de este comercio y la plaga de filoxera de principios del XIX redujeron este cultivo a espacios residuales; sin embargo, el carácter vitivinícola de este territorio se mantuvo, aunque en menor medida, ligado a la producción de aguardientes. 
Desde finales del siglo XVIII y durante el XIX conviven dos tipos de percepciones sobre el paisaje de la Sierra Norte. Por una parte, una visión científica e ilustrada que reivindica la valoración de los paisajes naturales de la sierra por la singularidad de sus formaciones geológicas y mineralógicas y la riqueza y diversidad de su flora y fauna silvestre. Por otra parte, la visión romántica destacaba el carácter agreste y salvaje del área, señalando los bosques de ribera como paisajes sobresalientes por la frondosidad de la vegetación y la presencia del agua, así como por sus valores escénicos y sensoriales. En este sentido, destaca especialmente la ribera del Huéznar, considerada como un paisaje singular desde al menos el siglo XVIII en relación con las huertas serranas de las márgenes del río y con los ingenios que aprovechaban la fuerza motriz de las aguas. El uso recreativo y social de estas riberas fue aumentando durante el siglo XIX y principios del XX, destacando algunos espacios especialmente frecuentados y reconocidos como Isla Margarita, al tiempo que se mantuvo el carácter productivo del río con sus molinos, batanes y martinetes, incluso reutilizando algunas de estas construcciones como fábricas de electricidad. En el último tercio del siglo XX se ha ido produciendo la especialización de la ribera del Huéznar como paisaje turístico, manteniendo en algunos casos las huellas del paisaje heredado, como el patrimonio arquitectónico de las infraestructuras productivas en desuso, mientras que otros rasgos característicos como las parcelas agrarias se han perdido con el cambio de usos. 
Por otra parte, es también en las décadas finales del siglo XIX cuando proliferan las representaciones iconográficas de los paisajes del área, vinculadas a estancias temporales de ocio y descanso de algunos artistas de gran relevancia (Emilio Sánchez Perrier en Constantina, José Pinelo en Guadalcanal o Manuel Barrón y Carrillo en El Pedroso), que se decantan por encuadres de los alrededores de las poblaciones desde una mirada naturalista con acentos costumbristas, o bien por un acercamiento más realista hacia los sistemas agrícolas utilizados en los entornos de los núcleos serranos con cierta trascendencia hacia las labores anónimas del campo. Este interés por los paisajes de dominante agraria del área se concentra especialmente en las valoraciones y apreciaciones sobre el paisaje de dehesa, caracterizado en los momentos finales del XIX y comienzos del siglo XX por sus aprovechamientos agroganaderos diversos y complementarios. Finalmente, la imagen de esta área se completa con la recuperación, desde el siglo XIX y hasta finales del siglo XX, de la actividad minera. Entre los registros de estos nuevos paisajes mineros de la Sierra Norte destacan la red ferroviaria que daba servicio a las minas, los restos de la industria siderúrgica de El Pedroso y, sobre todo, el Cerro del Hierro. El Cerro del Hierro es reconocido como paisaje singular por sus geoformas características modificadas por los siglos de explotación minera, al tiempo que el poblado minero abandonado en los años 70 adquiere relevancia como registro del patrimonio industrial minero de la Sierra Norte. A partir de los años 80 del siglo XX se consolida de manera definitiva la percepción de este espacio como área paisajística diferenciada debido, fundamentalmente, a la unidad que le otorga el Parque Natural de la Sierra Norte y su emergente sector turístico. 

3.1.2_Percepciones y representaciones actuales 
En el proceso de participación ciudadana se ha producido un reconocimiento de los rasgos que identifican los paisajes más valorados del área, muchos de ellos pervivencia de los construidos a lo largo de la historia. La percepción social ha marcado, pese al componente natural de estos paisajes, su carácter humanizado, rasgo que se menciona constantemente como elemento diferenciador de otros espacios protegidos. Esta apreciación se concreta no sólo en los paisajes urbanos de los núcleos serranos tradicionales, sino, de forma especial, en el paisaje que se considera más identitario, la dehesa. Vinculado a él se mencionan los elementos singulares que construyen esa identidad: muros de piedra seca, bosque mediterráneo aclarado y gestionado por el hombre, presencia de ganado, etc. La dehesa se valora positivamente incluso cuando presenta un aspecto abandonado o deforestado y se considera un paisaje vulnerable a medio plazo por su carácter marginal dentro del sistema económico. Se señala el régimen privado de estos paisajes, que supone dificultades de accesibilidad. 
Para los participantes, el paisaje serrano es bastante inmutable, los cambios y las transformaciones se producen de forma muy lenta, y estos ritmos son difíciles de percibir en la escala temporal de la percepción humana. Hay mucha unanimidad en considerar que, pese a lo que pueda parecer a primera vista, se trata de paisajes muy poco homogéneos, que destacan por su riqueza, diversidad, matices formales (colores, olores, texturas…), o las diferentes perspectivas si se observa en una u otra dirección. 
Los valores que se destacan en los paisajes de la Sierra Norte son los de la tranquilidad, autenticidad, belleza, armonía entre lo natural y lo humanizado, presencia constante de la huella de diferentes pueblos. Estos valores se reconocen como un recurso, y se marca la vocación turística y recreativa que se deriva de los mismos. Otro factor importante que se atribuye a las transformaciones en el área es su dependencia de procesos externos, no controlados por las poblaciones autóctonas. En este sentido los cambios más relevantes que se aprecian en el paisaje de la sierra parecen tener que ver con el papel que el sistema económico global otorga a los espacios rurales, en especial los de montaña, un papel marginal y dependiente de las lógicas urbanas. Para algunas personas esto determina que la tendencia de un paisaje, que antaño se percibía como altamente humanizado, se oriente lentamente hacia la “naturalización”, en la medida en la que las poblaciones, y sus actividades, se van retirando del mismo. 

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla
2019

lunes, 14 de octubre de 2019

La caza en Guadalcanal

Tiempos de abundancia

En Guadalcanal, donde siempre ha existido una gran afición a la caza, se pueden encontrar con facilidad buenos cazadores que nos pueden contar cómo transcurre cada temporada, todos los razonamientos y teorías de estos viejos lobos de la sierra, llevados a la práctica a lo largo de cada jornada en cualquier rincón de este bello paraje. Puede ser de mucha utilidad para nuestros conocimientos cinegéticos, y así seguir más de cerca este arraigado costumbrismo. 
En el poco conocido Guadalcanal, además de caza y pesca se pueden encontrar muchas más cosas que me parecen un tanto desfasadas para enumerarlas un comentario de caza, sin que por ello se dejen de considerar de un importante valor, tanto para los del pueblo como para los forasteros.
Quizás con la caza se comience a conocer un poco más Guadalcanal; parece ser que los cazadores tenemos más poder publicitario que los alcaldes de villa, y que el propio Pedro Ortega Valencia, cuando tuvo el buen gusto de dar este nombre a una isla del Pacífico.
La caza en Guadalcanal es algo para tener muy en cuenta por parte de todos,  y debemos cuidar como algo muy nuestro; con la Caza se hacen y cultivan gran­des amigos, tan necesarios en este tiempo que nos ha tocado vivir.
Nos sentimos fatigados, agotados, vencedores o vencidos, pero siempre felices, durante muchas horas dedicadas a ese duro y trascendental menester, incluso hemos aumentado nuestra comprensión y justificación a muchas actividades humanas, que son más que nada fruto de esos instintos transmisibles que antes me he referido.
La caza en Guadalcanal ha tenido y tiene una importancia creciente. Esto es debido a diversos factores; la Naturaleza ha dotado este término de una vegetación, una fauna, y un clima, que le permite ser un lugar ideal para la caza.
La superabundancia de conejos en esta zona llega a límites incalculables, a pesar de verse diezmada por la terrible enfermedad, nacida en Francia el día 14 de junio de 1952, cuando el Dr. P. P. Delille, actuando de manera privada, inoculó a los conejos de campo unas cepas de virus procedentes del laboratorio de bacteriología de Lausana, y los dejó en libertad. Es precisamente en este momento cuando comienza la dispersión de la Mixomatosis por toda Europa.
Eminentemente, este es un terreno de caza menor, donde encuentra con facilidad abundante comida, y se ve libre de predadores, lo que siempre ha consistido una amenaza para cualquier especie de las que pueblan el término. El factor depredador es algo que se está cuidando con gran interés por parte todos, haciéndose cargo de la importancia que esto tiene para la repoblación la caza.
En estos últimos años, cuando se han adaptado diversas formas para el ex­terminio de las alimañas y juntos con los razonamientos del desaparecido Dr. Ro­dríguez de la Fuente, parece que no se ha llegado al convencimiento de hacer desaparecer el uso de los venenos, tan peligrosos para todos los que diariamente tenemos contactos con la Naturaleza.
Se ha podido comprobar que existen otros medios de eficaces resultados para este fin sin ser perjudiciales para nadie.       
Con estos procedimientos se ha visto claramente el fomento que ha tenido la población cinegética en esta zona. Quizás las numerosas bajas que produce Mixomatosis se pueden cubrir con estos sistemas  de equilibrio biológico, hoy día se siguen rutinaria y sistemáticamente. Por lo que supone una verdad ordenación de la caza, tan necesaria en este tiempo para todos los aficionados.
El cazador nato, el que responde en cada momento a la llamada del compañero, sabe hacer frente a las adversidades tanto climáticas como fisiológicas sabe que a la hora de la verdad hay que responder como tal; sabe entrar cuál hay que entrar, y sabe esperar cuándo hay que esperar. En infinidad de ocasiones a lo largo de mis andaduras como aficionado, he tenido ocasión de comprobar la importancia que en la caza es hacer las cosas bien. Muchas jornadas de caza suelen ser fracasos debido a estas circunstancias: alegando ignorancia unos, pesimismo e impaciencia otros, con lo que nunca se resuelve nada.
No cabe duda, amigo cazador, que en el gran contexto que configura una afición, encontramos infinidades de sinsabores a lo largo de la temporada.
Pero, como ya he dicho en este mismo comentario, el cazador nato sabe
sobrellevar todo lo bueno y lo malo en este trascendental menester, dentro de la
ética que le exige su condición de cazador. 
La lluvia, el frío, el calor, el picazón de los mosquitos, el agotador esfuerzo para ganar la montaña, son poderosos inconvenientes que han de ser vencidos para desenvolverse en este medio.
Dentro de las lindes cinegéticas se puede encontrar el placer de una cacería cómoda, donde se den bien las cosas, y se pueda disfrutar plenamente de nuestra afición.
Las piezas de caza entran en juego para tocar a cada uno las que la su le depare. Es una especie de lotería de la cual todos llevamos una participación cuando cogemos del sombrero el clásico papelillo, doblado tres veces, no hacemos otra cosa más que poner en marcha la gran ruleta donde se centran en ti nuestras ilusiones.
En este juego nadie es más que nadie, al estar al alcance indiscriminado todos los cazadores con las mismas posibilidades. El más profano cazador, a veces el más acariciado por la suerte, y otras veces ocurre lo contrario, pero siempre a la hora de la tertulia entra la conformidad, cuando somos invitados para día de caza, y olvidamos lo ocurrido (especialmente si ha sido malo), y comenzamos a hacer planes para la próxima jornada, despreciando la zozobra a veces interfiere en el desenvolvimiento normal de nuestros quehaceres particulares.
Luego considero que siempre estaremos en deuda con la caza, con lo que nos daremos cuenta claramente que la atracción enorme y multitudinaria de la caza no reside nunca en el éxito asegurado de la misma, sino en esa transfiguración del hombre llamado civilizado, en un ser más primitivo, más libre y más duro que trata de autolimitar su poder descendiendo en lo posible al nivel del salvaje. Porque amar a la naturaleza, a las piezas de caza, respetar una ética con uno mismo como único testigo, y a la vez juez, poner en juego tras facultades naturales, tanto físicas como mentales, gustar del silencio y sólido de la cumbre bravía de la montaña, de la niebla, la luna, el viento, el sol, y por supuesto, estar dispuesto a poseer la pieza, matándola con afición, y por afición a ella, no es, ni puede ser, ni será nunca cosa que repugnar a esa estricta y estrecha conciencia que Dios nos ha dado.

Isidro Escote Gallego
Revista de feria 1980

lunes, 7 de octubre de 2019

Nuestro entorno 30


La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes 

Tercera Parte 

2.2_Principales referencias e hitos del proceso de construcción histórica del territorio (Continuación) 

El proceso de repoblación castellano que se acomete tras la conquista terminó de definir el sistema urbano de la sierra, al igual que en el resto de la Banda Gallega. En el área de la Sierra Norte, la Corona impulsa desde Constantina la repoblación de El Pedroso, San Nicolás del Puerto o Las Navas de la Concepción. En manos de los señoríos civiles y militares quedaba la construcción de los recintos defensivos de Alanís, Guadalcanal, La Puebla de los Infantes y Villanueva del Río, aunque estas jurisdicciones fueron temporales y pronto todo el territorio de la Sierra Norte, a excepción de Guadalcanal, quedó bajo la jurisdicción de la Corona formando parte del alfoz de la ciudad de Sevilla. En lo que respecta a los aprovechamientos, se continúa con la actividad ganadera que ya había adquirido relevancia durante el período islámico. A la ganadería local y de trashumancia corta que se desplazaba a los pastos serranos desde la Campiña y la Vega, se añade ahora la de la Mesta que cruzaba Sierra Morena en dirección al Bajo Guadalquivir. Los caminos ganaderos de la Mesta va densificando la red de vías pecuarias de esta área. Por otra parte, la defensa de los pastos comunales para el ganado local frente a la cabaña trashumante de la Mesta dio origen a uno de los mayores referentes paisajísticos del área: la dehesa. 
En la Sierra Norte, los efectos del descubrimiento de América y el comercio indiano que marcan el inicio de la Edad Moderna se reflejan en el desarrollo del viñedo y el olivar. 
La exportación de los vinos serranos de esta área a América fue muy relevante durante todo el siglo XVI, empezando a decaer a mediados del XVII por la competencia de otros ámbitos. Esta expansión del viñedo conllevó la proliferación, sobre todo en los entornos de Cazalla y Constantina, de multitud de lagares. Cuando comienza a decaer la producción de vino y muchas viñas se sustituyen por olivar muchos de estos lagares fueron reconvertidos en almazaras, pero aún se conservan algunos registros que dan testimonio de esta floreciente etapa económica en la Sierra Norte. Por otra parte, esta área estuvo menos afectada que otras por la expansión de los señoríos, aunque durante los siglos XVI-XVIII se detecta un importante aumento de las grandes propiedades rurales. 
A pesar de ello, los terrenos de pastos y baldíos comunales seguían ocupando importantes extensiones de terreno. 
La primera mitad del siglo XIX está marcada por la nueva organización administrativo-territorial que se establece en 1833. Esta división vuelve a incorporar el núcleo de Guadalcanal a la jurisdicción de la provincia de Sevilla, al igual que ocurre con el término de Peñaflor. Por otra parte, la subdivisión de la provincia en partidos judiciales otorga bastante unidad al área de la Sierra Norte. El partido judicial con cabecera en Cazalla de la Sierra comprendía los municipios de Alanís, Almadén de la Plata, Cazalla de la Sierra, Constantina, Guadalcanal, El Pedroso, El Real de la Jara y San Nicolás del Puerto. En 1856 se suma Las Navas de la Concepción, tras emanciparse de Constantina. Los procesos desamortizadores que marcan el desarrollo de esta primera mitad del XIX tuvieron menos influencia en esta área, y en la Sierra Morena sevillana en general, que en otros ámbitos provinciales. La desamortización civil de Madoz fue la que más efectos tuvo al propiciar la privatización de los baldíos comunales, dando lugar a la conformación de la dehesa como gran propiedad privada y a la extensión del olivar. Dicha extensión se realizó a costa de los cultivos de vid, que a finales del XIX reducen su presencia a los ruedos urbanos tras la plaga de filoxera. La producción de aguardientes se mantuvo como persistencia del pasado vinícola del área. 
En el contexto del interés internacional por la explotación minera en la región desde mediados del siglo XIX, se produce un gran desarrollo de la minería industrial en los enclaves extractivos tradicionales. La instalación de la siderurgia de El Pedroso es uno de los máximos exponentes de este proceso, aunque dejó pronto de ser rentable por el coste de la explotación de carbón de Villanueva del Río. El hierro atrajo capital británico desde finales del siglo XIX. En las minas del Cerro del Hierro la explotación se mantuvo hasta los años 80 y la explotación de Villanueva del Río cesó en los años setenta del siglo XX, dando lugar a una importante transformación urbana de la zona. 
Este desarrollo de la minería conllevó también un importante avance en las comunicaciones de esta área serrana. El ferrocarril Sevilla-Mérida seguía la línea de explotación minera, pasando por El Pedroso y con un ramal directo al Cerro del Hierro, dejando de lado los núcleos principales de Cazalla y Constantina. Va estableciéndose así una malla de comunicaciones que distingue a la Sierra Norte del resto del ámbito serrano, completada por las carreteras como el eje Lora del Río-Constantina-Guadalcanal. Esta red se va completando en la primera mitad del siglo XX, estructurándose en torno al triángulo formado por Cazalla, Constantina y El Pedroso. 
Durante la primera mitad del siglo XX aparecen nuevo usos y procesos que transforman los paisajes y las funciones de esta área respecto al ámbito provincial. La Sierra Norte se configura como una pieza fundamental del sistema hidrológico regional, los cauces serranos abastecen a una gran parte de las ciudades y los regadíos del valle gracias a la construcción de diversos embalses. Por otra parte, con los planes de forestación que se desarrollan a partir de los años 40, muchas dehesas y bosques mediterráneos se sustituyen por repoblaciones forestales de interés maderero, eucaliptos y coníferas. Además, las dehesas tradicionales quedaron muy afectadas desde mediados del siglo XX por las transformaciones de los sistemas económicos que se dieron en Andalucía. El sistema de aprovechamiento que dominó estos espacios quedó truncado al especializarse en la ganadería y minimizarse el cultivo. 

2.3. Dinámicas y procesos recientes 
La historia reciente del área de la Sierra Norte está marcada por el proceso de pérdida de población que se produce a partir de la segunda mitad del pasado siglo. El territorio retrocede en más de un 50% de sus efectivos, con consecuencias importantes en la dinámica demográfica actual -abandono de enclaves rurales dispersos y despoblación en núcleos principales, crisis y abandono de los sistemas agrosilvopastoriles tradicionales, deterioro ambiental, envejecimiento y dependencia… etc.- que ha tenido su reflejo en los paisajes actuales. 
La dinámica que marca los procesos de transformación reciente en los paisajes de la Sierra Norte se explica por las dificultades de adaptación a los cambios producidos a partir de la modernización y mecanización de la agricultura, que otorga un papel marginal a los espacios de montaña media, en contraste con la posición competitiva de las campiñas. Las producciones de olivar en pendiente, o incluso las vinculadas a la dehesa, comienzan a ser poco rentables porque suponen mayores costes y menor producción. Todo ello se acelera a partir de la apertura de mercados que se produce con el Plan de Estabilización de 1959, y de la lógica que imponen los intercambios comerciales orientados hacia la exportación. El resultado es un exceso de mano de obra que emigra buscando oportunidades en las ciudades. 
Si se observa la evolución de la participación de los distintos usos en la superficie total del área, el proceso más significativo es una evidente renaturalización: los bosques y masas arboladas han aumentado en superficie un 6% y casi un 1% las repoblaciones y plantaciones forestales. Retroceden las formaciones adehesadas y el olivar, y en especial los pastizales y eriales. La actividad productiva vinculada a usos agrarios sólo aumenta su participación en el total superficial en el caso de regadíos y frutales localizados en pequeñas vegas al sur de Almadén de la Plata y al norte de Guadalcanal. 

La dehesa, uno de los principales sistemas productivos de la Sierra, ha retrocedido más de un 3% en el periodo comprendido entre 1956 y 2007. Hasta principios de los años sesenta no se habían producido cambios significativos en la composición, estructura, dedicación y superficie de las dehesas. La producción de lana de ovejas merinas, que había sido el eje principal de la producción hasta del siglo XIX, fue sustituida por la producción cárnica, de cerdo ibérico, de la que dependen la gestión productiva de los cultivos y el arbolado. La supervivencia del sistema ecológico de la dehesa requería labores permanentes de mantenimiento, para luchar contra la matorralización y regenerar el arbolado con ciclos de siembra de encinas y procesos de podado. En esta coyuntura la abundancia de la mano de obra y los bajos salarios eran la premisa fundamental. El éxodo rural, el alza de los salarios agrarios, el desarrollo de la ganadería industrial de aves y porcino, la aparición de la peste porcina africana, el desarrollo de fuentes calóricas diferentes a la leña, etc. explican en conjunto la inviabilidad del sistema de explotación tradicional de la dehesa. La respuesta de los propietarios a la crisis de rentabilidad de la dehesa a partir de los años sesenta es diversa: repoblación con especies de crecimiento rápido para su uso en las papeleras o demanda de madera (eucalipto, pino), dedicación cinegética, abandono seguido por la invasión de matorral o intentos de modernización. Estos últimos se basan en una sobreexplotación ganadera que, en muchos casos, se visibiliza en el paisaje con las huellas de la erosión. 
Otro uso que resulta de crecimiento proporcionalmente significativo es el de embalses y láminas de agua. Durante la segunda mitad del siglo se acomete la regulación de las principales subcuencas que afectan al área (Viar, Rivera de Huesna, Retortillo), con la construcción de los embalses de José Torán, Huéznar, Pintao,… 
La década de los ochenta supone el inicio de esa reorientación de la vocación territorial de la Sierra Norte, que determinará el crecimiento de los bosques y los usos forestales. 
Con la entrada de España en la Unión Europea, este tipo de espacios de montaña pasan a convertirse en objetivo de las políticas de desarrollo rural y de protección ambiental, ambas en este caso particularmente convergentes. Desde mediados de la década ya se empiezan a reconocer por parte de la administración algunos enclaves de especial interés para la conservación en el área. El PEPMF, aprobado en 1986, cataloga Monte Negrillo y Cerro del Hierro como el único paraje natural excepcional de la provincia, y establece su protección integral. Otra serie de espacios se reconocen como complejos serranos de interés ambiental con protección compatible (Sierra Morena Central, Loma de Hamapega y Sierra del Agua, Sierra de la Grana y Cadelero, Sierra del Pimpollar y Padrona, Cerro del Calvario, Cerro de la Traviesa, Loma del Hornillo, Las Jarillas y Acebuchosa), así como un área forestal de interés recreativo (Pintado) y las Ribera del Huéznar, el arroyo Parroso y el Viar como complejos ribereños de interés ambiental. También destaca la existencia del único paisaje agrario singular, en las Huertas del Arroyo de San Pedro de Guadalcanal. 
La práctica totalidad de los elementos catalogados en el PEPMF quedan integrados en 1989 en la figura de Parque Natural, establecida mediante la Ley 2/89 de Inventario de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía. A partir de ese momento, la mayor parte de las políticas públicas con incidencia en el paisaje se orientan a preservar sus valores ambientales y propiciar estrategias de desarrollo socioeconómico compatibles con los mismos. Así, se sucederán instrumentos de planificación ambiental (Plan de Ordenación de Recursos Naturales PORN- 1994; Plan Rector de Uso y Gestión PRUG -2000; ambos se actualizan en 2004; el Plan para el Desarrollo Sostenible PDS -2003, en proceso de actualización, etc.), que tendrán incidencia desigual, según sus objetivos y rango, en la conformación de los paisajes de componente natural y, en alguna medida, en los de dominante agroganadera, de propiedad privada, pero sometidos a determinadas limitaciones por su carácter de espacio protegido. Al mismo tiempo, la Sierra Norte va adquiriendo el papel de espacio abastecedor de servicios de ocio, turismo y actividades al aire libre. Esto se refleja en el aumento de los usos públicos del territorio, si bien con las limitaciones que supone el sistema de propiedad de la tierra en el área que arranca del siglo XIX, mayoritariamente privado, que restringe la posibilidad de dichos usos al mínimo, en contraste con otros parques naturales de Andalucía. 
Paralelamente se está produciendo el desarrollo del primer Plan Forestal Andaluz, aprobado igualmente en 1989, que se orienta claramente a la protección y gestión sostenible de las masas arboladas y a sustituir los suelos agrícolas marginales, poco productivos y en proceso de abandono, y los pastizales y eriales, por nuevas masas forestales arboladas. 

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla 
2019