Tiempos de abundancia
En Guadalcanal, donde siempre ha existido una gran
afición a la caza, se pueden encontrar con facilidad buenos cazadores que nos
pueden contar cómo transcurre cada temporada, todos los razonamientos y teorías
de estos viejos lobos de la sierra, llevados a la práctica a lo largo de cada
jornada en cualquier rincón de este bello paraje. Puede ser de mucha utilidad
para nuestros conocimientos cinegéticos, y así seguir más de cerca este
arraigado costumbrismo.
En el poco conocido Guadalcanal, además de caza y
pesca se pueden encontrar muchas más cosas que me parecen un tanto desfasadas
para enumerarlas un comentario de caza, sin que por ello se dejen de considerar
de un importante valor, tanto para los del pueblo como para los forasteros.
Quizás con la caza se comience a conocer un poco más
Guadalcanal; parece ser que los cazadores tenemos más poder publicitario que
los alcaldes de villa, y que el propio Pedro Ortega Valencia, cuando tuvo el
buen gusto de dar este nombre a una isla del Pacífico.
La caza en Guadalcanal es algo para tener muy en
cuenta por parte de todos, y debemos
cuidar como algo muy nuestro; con la Caza se hacen y cultivan grandes amigos,
tan necesarios en este tiempo que nos ha tocado vivir.
Nos sentimos fatigados, agotados, vencedores o
vencidos, pero siempre felices, durante muchas horas dedicadas a ese duro y
trascendental menester, incluso hemos aumentado nuestra comprensión y
justificación a muchas actividades humanas, que son más que nada fruto de esos
instintos transmisibles que antes me he referido.
La caza en Guadalcanal ha tenido y tiene una
importancia creciente. Esto es debido a diversos factores; la Naturaleza ha
dotado este término de una vegetación, una fauna, y un clima, que le permite
ser un lugar ideal para la caza.
La superabundancia de conejos en esta zona llega a
límites incalculables, a pesar de verse diezmada por la terrible enfermedad,
nacida en Francia el día 14 de junio de 1952, cuando el Dr. P. P. Delille,
actuando de manera privada, inoculó a los conejos de campo unas cepas de virus
procedentes del laboratorio de bacteriología de Lausana, y los dejó en
libertad. Es precisamente en este momento cuando comienza la dispersión de la
Mixomatosis por toda Europa.
Eminentemente, este es un terreno de caza menor,
donde encuentra con facilidad abundante comida, y se ve libre de predadores, lo
que siempre ha consistido una amenaza para cualquier especie de las que pueblan
el término. El factor depredador es algo que se está cuidando con gran interés
por parte todos, haciéndose cargo de la importancia que esto tiene para la
repoblación la caza.
En estos últimos años, cuando se han adaptado
diversas formas para el exterminio de las alimañas y juntos con los
razonamientos del desaparecido Dr. Rodríguez de la Fuente, parece que no se ha
llegado al convencimiento de hacer desaparecer el uso de los venenos, tan
peligrosos para todos los que diariamente tenemos contactos con la Naturaleza.
Se ha podido comprobar que existen otros medios de
eficaces resultados para este fin sin ser perjudiciales para nadie.
Con estos procedimientos se ha visto claramente el
fomento que ha tenido la población cinegética en esta zona. Quizás las
numerosas bajas que produce Mixomatosis se pueden cubrir con estos sistemas de equilibrio biológico, hoy día se siguen
rutinaria y sistemáticamente. Por lo que supone una verdad ordenación de la
caza, tan necesaria en este tiempo para todos los aficionados.
El cazador nato, el que responde en cada momento a
la llamada del compañero, sabe hacer frente a las adversidades tanto climáticas
como fisiológicas sabe que a la hora de la verdad hay que responder como tal;
sabe entrar cuál hay que entrar, y sabe esperar cuándo hay que esperar. En
infinidad de ocasiones a lo largo de mis andaduras como aficionado, he tenido
ocasión de comprobar la importancia que en la caza es hacer las cosas bien.
Muchas jornadas de caza suelen ser fracasos debido a estas circunstancias:
alegando ignorancia unos, pesimismo e impaciencia otros, con lo que nunca se
resuelve nada.
No cabe duda, amigo cazador, que en el gran contexto
que configura una afición, encontramos infinidades de sinsabores a lo largo de
la temporada.
Pero, como ya he dicho en este mismo comentario, el
cazador nato sabe
sobrellevar todo lo bueno y lo malo en este trascendental menester, dentro de la
ética que le exige su condición de cazador.
sobrellevar todo lo bueno y lo malo en este trascendental menester, dentro de la
ética que le exige su condición de cazador.
La lluvia, el frío, el calor, el picazón de los
mosquitos, el agotador esfuerzo para ganar la montaña, son poderosos
inconvenientes que han de ser vencidos para desenvolverse en este medio.
Dentro de las lindes cinegéticas se puede encontrar
el placer de una cacería cómoda, donde se den bien las cosas, y se pueda
disfrutar plenamente de nuestra afición.
Las piezas de caza entran en juego para tocar a cada
uno las que la su le depare. Es una especie de lotería de la cual todos
llevamos una participación cuando cogemos del sombrero el clásico papelillo,
doblado tres veces, no hacemos otra cosa más que poner en marcha la gran ruleta
donde se centran en ti nuestras ilusiones.
En este juego nadie es más que nadie, al estar al
alcance indiscriminado todos los cazadores con las mismas posibilidades. El más
profano cazador, a veces el más acariciado por la suerte, y otras veces ocurre
lo contrario, pero siempre a la hora de la tertulia entra la conformidad,
cuando somos invitados para día de caza, y olvidamos lo ocurrido (especialmente
si ha sido malo), y comenzamos a hacer planes para la próxima jornada,
despreciando la zozobra a veces interfiere en el desenvolvimiento normal de
nuestros quehaceres particulares.
Luego considero que siempre estaremos en deuda con
la caza, con lo que nos daremos cuenta claramente que la atracción enorme y
multitudinaria de la caza no reside nunca en el éxito asegurado de la misma,
sino en esa transfiguración del hombre llamado civilizado, en un ser más
primitivo, más libre y más duro que trata de autolimitar su poder descendiendo
en lo posible al nivel del salvaje. Porque amar a la naturaleza, a las piezas
de caza, respetar una ética con uno mismo como único testigo, y a la vez juez,
poner en juego tras facultades naturales, tanto físicas como mentales, gustar
del silencio y sólido de la cumbre bravía de la montaña, de la niebla, la luna,
el viento, el sol, y por supuesto, estar dispuesto a poseer la pieza, matándola
con afición, y por afición a ella, no es, ni puede ser, ni será nunca cosa que
repugnar a esa estricta y estrecha conciencia que Dios nos ha dado.
Isidro Escote Gallego
Revista de feria 1980
Un placer saludarte,Isidro...Me gustaría saber si en esa preciosa fotografía de caza, el que aparece es por la izquierda Rafael Ibáñez Rincón... Un abrazo!
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