Siglos XV al XVII
El tema de la esclavitud y las mancebías es tan antiguo como nuestra historia, sin embargo, en Guadalcanal las primeras noticias las proporciona el Archivo Histórico Nacional, Sección de Ordenes Militares, y datan del siglo XV, no en referencia a Llerena que es extensa, sino a la vecina villa de Guadalcanal. Solo se indica que en 1494 la casa de mancebía estaba ubicada al lado de la residencia del comendador hasta que fueron expulsadas por los visitadores.
Como vemos, la prostitución está presente en la Provincia de León de Extremadura, aunque no parece tener mucha trascendencia como generadora de rentas a los concejos. En cuanto a la consideración de las prostitutas y de las mancebías por la Orden de Santiago en esta provincia, en general es permisiva siempre que no alterara el buen hacer de la población y el correspondiente pago de diezmos y conviviera con los intereses de la Santa Madre Iglesia, como en los demás territorios de la Orden. A saber, que no se castiga el comercio carnal, ni el oficio o fornicio, sino su ejercicio fuera de la mancebía, asaltando clientes por las calles o tabernas, eran inducidos a que serían éstos los que acudieran a las mancebías o los propios hogares de estas trabajadoras del noble y viejo oficio, generalmente extramuros, donde las barraganas por unos dineros o algo de comida ofrecían el servicio.
En cuanto al clero, si advierten los visitadores que conste también que las leyes de la Orden castigan la prostitución y el fornicio para sus representantes, detectándose que se observa que los hay con barragana o concubina habitual y conocida, pero nada se habla de pecados de estos servidores de la iglesia pues se consideran ocasionales. Los casos denunciados más frecuentes, se trataban de capellanes o curas con hasta tres hijos o vicarios que dotaban a sus hijos con los bienes de la vicaría, caso de Tudía, o que han cometido adulterio con la mujer del santero, caso del padre Onofre Funes, el clérigo de Guadalcanal.
Otro tema analizado en nuestra villa por los visitadores de la Orden fue la esclavitud, era ésta hasta el siglo XV y la primera mitad del siguiente siglo, al ser una villa autónoma regida por un comendador y sin grandes fincas y casas de señores feudales, el vasallaje era mínimo y testimonial. Todo esto cambió a partir del año 1555, con el descubrimiento de las minas de plata por Martín y Diego Delgado, la falta de mano de obra y el trasiego de gentes, hizo florecer en la villa y alrededores las mancebías y la trata de esclavos.
Fue en el reinado de Felipe II cuando se empezaron a utilizar mano de obra de esclavos (llamados esclavos del rey) en las minas reales, y por tanto, en las de Guadalcanal no fue una acepción y muy pronto se advirtieron los beneficios, teniendo en cuenta que era mano de obra sin especificar, se les utilizaban para los trabajos más básicos y que los obreros españoles o los llamados “judeoconverso y moriscos blancos” no querían hacer, así se utilizaron los esclavos negros para las tareas más duras de las minas, como peones picadores, lavadores de granzas, cargadores o peones de albañilería, Estos cuando se incorporaban eran jóvenes, obedientes y de “brazos fuertes como una mula”, comentaba Higinio Lozano (Supervisor mayor) al administrador real, de estos oficios que se pagaban entre 35 y 60 maravedíes, dependiendo del año u otros factores a los esclavos negros, se les saldaban con deficientes especies, comida, vino aguado, aposento en las cuadras y algún que otro “beneficio”, pero jamás eran recompensados con moneda. Eran constante los castigos y vejaciones a los que estaban sometidos hasta conseguir su total docilidad, pero si algunos de ellos en casos extremos eran reincidentes o “indomables”, se les condenaba a galeras reales o vendidos en el mercado de Zafra y sustituidos por otros.
Cuando tomó posesión el administrador general de las minas del Rey, Francisco de Mendoza, consideró que resultaba más barato utilizar esclavos que mano de obra libre y propuso al emisario del Rey Felipe II en su visita en el año siguiente al descubrimiento de la mina ejercer esta opción: “porque se ha dicho que sería buena granjería para la fábrica de las dichas minas comprar una buena cantidad de negros y algunas negras, para que ellos trabajen en cavar y sacar metal, y ellas en apartarlo y lavarlo, y en guisarles de comer y otros servicios, y que ansí se haçe en las minas de la Nueva España”. (Sic).
Esta opción de traer ambos sexos trajo no demasiados pocos conflictos, la autoridad de la mina para evitar males mayores, autorizó a que se casaran, “si están emparejados se evitará el libre fornicio, se centraran en sus trabajos y serán más fácil de controlar” (sic). Craso error, los conflictos, violaciones y embarazos se sucedieron, así que se tomó una solución no menos cruel, los vástagos una vez que cumplían apenas el año, eran entregados al negrero Ginés de Alvaraque para que fuesen vendidos o cambiados por más mano de obra.
En último tercio del siglo XVI, la gran demanda de esclavos fue un problema de abastecimiento constante, a veces no siendo útiles o suficientes los que proporcionaban los llamados “negreros”, se hacían expediciones directamente a las costas africanas para procurarlos, sin embargo, como los que se precisaban eran muchos, fue un problema constante en este periodo convulso, lo que llevó a los administradores de las minas de Guadalcanal a la búsqueda de todas las alternativas posibles, las bajas eran constantes a causa de enfermedades, deserciones, accidentes o luchas internas entre ellos por motivos tribales, así que en aquella época se llegó a contar con catorce compradores para abastecer dichas minas, principalmente de los mercados de Zafra, Fuente de Cantos, Jerez de los Caballeros, Trujillo, Cáceres, Plasencia, Sevilla o en ocasiones de la vecina Portugal. Así se llevó a cabo una primera compra de unos 100 esclavos negros bozales de edades comprendidas entre los 18 y 30 años, procedentes de Senegal, Cabo Verde, Manicongo o Santo Tomé del mercado portugués y algunos otros comprados en la localidad de Zafra y otras cercanas localidades que ya había sido vendidos con anterioridad, hay referencias que en el año 1560 había censados 123 esclavos negros trabajando en las minas de Guadalcanal. Esta población era muy flotante, debido a que algunos de ellos escaparon de allí aprovechando las pocas horas de descanso que tenían durante la noche, pero la mayoría murieron a consecuencia de las condiciones de vida que llevaban, malnutrición, fatiga y enfermedades.
No obstante, a pesar de los problemas se siguió utilizando este tipo de mano de obra esclava durante este siglo y el siglo siguiente, así en el año 1646 consta en archivos que Francisco, esclavo del regidor de Llerena Juan Martín Bravo, fue juzgado y condenado a trabajar en la cercana mina de Guadalcanal a cuatro años “como galeote sin sueldo”, por “aber querido forzar unas mugeres y otras cosas de poco decoro” (sic).
Hay otros testimonios documentales en los que se relaciona a las esclavas que eran compradas por señores feudales para en muchos casos, ser utilizadas para el servicio doméstico y sexual, al final cuando estos se cansaban de ellas o eran descubiertos por sus venerables esposas, eran consideradas como puta, así: Don Julián Maldonado Mendoza, vecino de Guadalcanal, vende, en una carta de venta, como en las demás, leemos: “que no por su color negro, que no padece enfermedad y algunos de los vicios que generalmente se asociaban a los esclavos, esto es, ser promiscuos, ladrones, proclives al sexo, borrachos y fugitivos”(sic).
En esta carta de venta no se dice que la esclava Gracia sea “barragana”, al contrario, pero nos hace pensar que algunas debían serlo, máxime cuando la calificación de “puta” no está presente en otras cartas ni es uno de los defectos constantemente mencionados. En el caso de emplearse como prostitutas cabría culpar a sus amos otra manera más de explotarlas o por propia iniciativa, quizás para comprar su propia libertad.
Sin embargo, esta mano de obra procedente de donaciones de sus dueños, sentenciados o simplemente capturados y robados de las haciendas de sus patronos, no debía ser suficiente para la gran demanda de la mina, así que se contrató a un verdugo de Trujillo y según actuación de su cabildo se adoptó el siguiente acuerdo en el año de 1647: “…que el señor Garcia de Vargas haga diligencias en que busque un ejecutor de justicia, atento no le ay para las cosas que se ofreçen, no se hallando compre esclauos para que sirvan y exerçan el dicho oficio de la suya mina...” (sic)
Hay otro documento datado en 1690 en el que el Rey Carlos II “El Hechizado” autorizó a Rafael Gómez que a cuyo cargo estaba el beneficio de las minas de Guadalcanal a comprar y traer 200 esclavos negros libres de cargo de Portugal, según se refleja en este documento, el permiso respondía a un memorial en que refería: “que respecto a las muchas labores desagües y cosas pertenecientes al benefiçio de dichas minas, necesitaba de mucha gente para su abío y buen corriente y que sin embargo de haverla tratado de manteher, pagado sus hornales, tener hechos ajustes con los trabajadores por todo el año, se huien muchos por lograr más jornal en las siegas presentes u otras lavores agricolas, de que avía resultado mucho atráso.... (sic).
Estos esclavos a diferencia de los asalariados, fueron utilizados en trabajos forzados y esquilmados en las minas del reino durante los siglos XVI al XVIII, en este periodo los vecinos de Guadalcanal y comarca padecieron constantes saqueos, violaciones, vejaciones..., que siempre eran atribuidos a estos esclavos que en sus huidas se escondían en el entorno huyendo de las minas en busca de una libertad imposible y que en su mayoría eran nuevamente deportados a su trabajo o asesinados impunemente.
Por tanto, el delito más extendido entre los esclavos y libertos que encontraban sus amos para deshacerse de aquellos que ya no les servían o eran rebeldes o poco aplicados a las tareas encomendadas, se les delataba por la materia sexual o la simple fornicación, que eran los delitos más rápidos en ser juzgados por los representantes de la iglesia, o lo que es lo mismo, fueron acusados por expresar públicamente sus amos, que las relaciones sexuales fuera del matrimonio eran pecado capital según la iglesia o que a lo sumo constituían un pecado venial pero dañino en caso de se obrados por sus amos, y que los esclavos ocultaban este tipo de argumentos para convencer a miembros del otro sexo en sus propósitos, como Tomé, esclavo de Pedro González vecino de Guadalcanal, de 25 años, que fue testificado de que “persuadiendo a una esclava que tuviese cuenta carnal con él, le dixo y porfió no por ser pecado, que quantas más vezes se holgasen hera menos pecado”. Pero en todos los casos merecían el castigo y eran enviado a los trabajos disciplinarios de la mina de Guadalcanal.
Probablemente los procesados que cometían estas faltas “era por la no creencia y desconocían la doctrina de la iglesia sobre estas cuestiones. Por otra parte, son significativos los rasgos de los delincuentes en cuanto a su sexo, edad y estado pues coinciden con el resto de los juzgados por el tribunal de Llerena por este delito. Predominan los varones, circunstancia lógica si se tiene en cuenta que en materia sexual la iniciativa la llevaban los hombres; son jóvenes y solteros, lo que les lleva a defender una mayor libertad sexual acorde con sus necesidades fisiológicas, siendo además un comportamiento que les parece natural por su origen y creencia y no tener temor a nuestro creador todo poderoso en el juicio final, en el caso de las mujeres provocaban cierta "calentura y desazón" a sus amos, que obligados fornicaban con ellas en algunas ocasiones”. Afirmaban las jueces para aplicar sentencia y no ofender a la iglesia.
Para finalizar, cabría considerar que todos los indicios nos llevan a creer que la iglesia estaba en sintonía con los administradores de justicia para vulnerar las leyes en el respecto a los esclavos y someterlos a vejaciones en ocasiones sexuales. Fray Jusepe de Angulo, un fraile que había estado en Indias visitó la explotación de Guadalcanal, escribía a la Corte: “yo pase por las mynas de Guadalcanal por ver si eran como las de la Nueva España y cierto digo a V.M. que son muy rricas, mas que quantas e visto, sino que tienen muchos gastos en personas y oficiales y mandones superfluos y demasiados eczesibos salarios que se podrían escusar e poco miramiento para los esclauos, viendose escualidos e mermados de fuerza por su povre alimentaçión e menos descanso (sic)”. No hace referencia este buen fraile y miembro de la Corte es si en las minas al otro lado del océano, eran tratados mejor los llamados “indios”, que eran igualmente esclavizados.
Fuentes.- Archivo Histórico Nacional, Sección de Ordenes Militares, Centro de Estudios Extremeños, Noticias Históricas documentadas de las celebres minas de Guadalcanal e Indice de documentación sobre minas del Reyno.