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Restos de las minas del molinillo |
El patrimonio artístico y monumental de Guadalcanal ha ido perdiendo a lo largo de su historia muchos de los elementos que lo enriquecieron. Dejando aparte las pérdidas sufridas con las desamortizaciones del siglo XIX, las destrucciones de la Guerra Civil y los expolios y ventas de la recta final del siglo XX, algunos monumentos debieron desaparecer desde antiguo. Este parece ser el caso de la iglesia de San Antonio, que atendía las necesidades de los trabajadores de la Mina del Molinillo. Como los demás templos de la localidad, su atención y funcionamiento caían dentro del marco jurisdiccional eclesiástico de la Provincia de León de la Orden de Santiago, a pesar de ser un templo rural como el de Nuestra Señora de Guaditoca o la desaparecida ermita de Santa Marina. De ahí que la inspección de su funcionamiento se confiase a la Visita Canónica ejercida por los visitadores santiaguistas.
En
este sentido, el informe de la Visita Pastoral efectuada el 16 de noviembre de
1575 nos describe la estructura arquitectónica y el patrimonio de bienes
muebles de este recinto de culto, que se convertía en el centro espiritual de
las cincuenta o sesenta casas que a juicio de los visitadores integraban el
poblado minero, levantado por la Corona para la explotación de este yacimiento[1].
En esa fecha el templo estaba atendido por el clérigo Juan Carrasco, en su
condición de capellán.
La
iglesia era un recinto de medianas dimensiones, pues constaba de una sola nave
articulada en tramos por medio de tres arcos de ladrillo. Se seguía así el
tradicional modelo de iglesia de arcos transversales o arcos diafragma, propio
de la arquitectura mudéjar de la Sierra sevillana y también extendido por las
vecinas serranías onubense y cordobesa y las cercanas tierras extremeñas. Y
como es propio de este modelo de ascendencia medieval, la cubierta consistía en
una techumbre de madera de castaño, dispuesta a un agua, cuya trama estaba
integrada por las consabidas vigas o alfajías de madera sobre las que
descansaban los ladrillos por tabla, que suplen la tablazón de madera de otras
modalidades lignarias. Un sistema de gran tradición en la zona, presente también
en la arquitectura doméstica y que como vemos hunde sus raíces en las
tradiciones constructivas medievales. Sin embargo, para el presbiterio, la zona
más noble del templo, se reserva la cubierta abovedada con crucería gótica, que
en el caso de esta iglesia de San Antonio mostraba su plementería realizada en
ladrillo, con lo que se reforzaba el componente estético de mudejarismo de
estas construcciones religiosas rurales, tan vinculadas a la práctica de los
maestros locales que perpetuaban usos y técnicas ancestrales. Para el servicio
del templo se contaba con una sacristía mediana, techada a un agua con el mismo
sistema constructivo visto en la nave del templo.
Los
datos suministrados por esta Visita Canónica de 1575 se completan con el testimonio
que ofrece un inventario fechado el 6 de julio del siguiente año de 1576[2].
Si bien coincide en la descripción del templo con el informe de los Visitadores
santiaguistas, añade algunos datos complementarios, como las medidas de la nave
(25 pies de ancho y 88 de largo), “de proporcionada altura”,
y la existencia de dependencias accesorias como la casa del capellán, integrada
por dos “piezas” o habitaciones bajas y cuatro altas.
Al
presbiterio o capilla mayor se ascendía por tres gradas o escalones forrados de
azulejos. El testero estaba ocupado por el retablo mayor, que adoptaba la forma
de tabernáculo o templete cerrado por portezuelas. Su estructura descansaba
sobre el pequeño tabernáculo del Sagrario, del que sabemos estaba decorado en
1575 con cuatro balaustres – elemento propio del repertorio ornamental del
Renacimiento – que sustentaban una cornisa dorada de coronamiento. Se cerraba
por medio de una portezuela ornamentada con la representación del tema de la
Resurrección de Cristo, seguramente en relieve escultórico. Este receptáculo
eucarístico se cerraba con sendas puertas pintadas al óleo y albergaba la
custodia de plata del Santísimo Sacramento. El núcleo del retablo lo constituía
el citado templete cerrado con puertas (en cuyas caras estaban pintadas las
efigies de San Juan Evangelista y San Antonio), que albergaba una imagen
también pictórica de la Virgen con el Niño. Sobre la mesa de altar, a la
izquierda, descansaba una imagen de San Antonio de bulto redondo. Y coronando
todo el conjunto, una imagen del Crucificado también de bulto redondo. Otras
piezas de interés eran dos guadamecíes pequeños (piezas de adorno elaboradas en
cuero) que representaban a los santos Andrés y Santiago.
El
templo contaba también con un ajuar integrado por piezas de orfebrería como un
cáliz, dos crismeras, una ampolleta, dos candeleros y una pareja de vinajeras
medianas, todo de plata, además de diversas vestiduras litúrgicas como
casullas, albas, amitos, frontales de altar, etc. Otros enseres eran un
incensario de latón, una caldereta o acetre de azófar para el agua bendita, una
campanilla para el altar, dos atriles, la pila bautismal cerrada con tapa de
madera, el palio para la procesión del Santísimo Sacramento tejido en damasco
carmesí, unas parihuelas cerradas con su tapa a modo de ataúd para los
entierros, el guion o estandarte para la procesión eucarística (coronado por
una cruz de madera dorada), el reloj de la iglesia, un candelero grande de
madera para colocar el cirio pascual, un cajoncito de madera de pino para
guardar la cera del Santísimo y un púlpito también de madera de pino con su
escalera. Para los cultos de la Semana Santa se utilizaba, como Monumento
Eucarístico, un arca de madera de nogal donde se depositaba el Santísimo. Este
conjunto de enseres litúrgicos se había costeado tanto a base de las limosnas
de los fieles como especialmente a costa de la Hacienda Real, interesada en la
correcta atención espiritual de los trabajadores de este poblado minero, en
aquella interesante coyuntura de la España de mediados del siglo XVI, cuando
las minas de Guadalcanal adquirieron la celebridad con la que han pasado a la
Historia.
[1] ARCHIVO
HISTORICO NACIONAL, sección Ordenes Militares, Visitas de la Orden de Santiago,
libro 1012 – C, folio 378 recto – 379 recto.
[2] ARCHIVO
GENERAL DE SIMANCAS, sección Cámara de Castilla – Diversos, legajo 46,
documento 31: Relación de los ornamentos y otras cosas de la
iglesia de las minas de Guadalcanal (1576).
Revista de Feria 2009
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