RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS.
Segunda parte
RADICACIÓN Y ACTIVIDAD EN AMÉRICA
A lo largo del XVI los polos de atracción fundamentales para los vecinos de Guadalcanal iban a ser Nueva España y Perú.
Tal tendencia viene demostrada también por el lugar de residencia de los individuos a examen: 8 en el Perú, 2 en Quito, 6 en Nueva España 1, en Panamá y otro en el Río de la Plata. La emigración de Guadalcanal, aunque aparece con los más diversos destinos, se centró casi en exclusiva en ambas áreas antes indicadas siendo esporádicas y excepcionales las salidas a otras regiones. Incluso encontramos distintos enclaves peruanos o mexicanos con diversos representantes de este pueblo.
En ambos bloques, peruano y novohispano, hay una curiosa similitud de actividades entre los colonos: mineros, mercaderes y tenderos en el área andina; mineros y comerciantes en Nueva España. En su trabajo sobre los mineros y comerciantes del México Borbónico Brading analiza el fenómeno típico de emigración peninsular, preferentemente montañesa, a los centros comerciales y mineros del virreinato, atraídos por su bonanza y, sobre todo, por reclamos familiares insertándose en las élites regionales. (7)
Si este es un fenómeno típico en el siglo XVIII que puede extenderse a otras áreas hispanoamericanas, por la breve muestra que ahora contamos respecto a la emigración de Guadalcanal, se puede avanzar que dicho modelo se establece en fechas y siglos anteriores como se verá a continuación. En el trabajo anterior sobre Guadalcanal insistí en la importancia que el éxito de un familiar o paisano en Indias pudo tener en la villa para motivar la salida posterior de diferentes emigrantes más, para repetir la aventura o proseguir la fortuna del indiano venturoso. Fama, fortuna y arraigo consiguieron en los primeros momentos de la conquista varios sujetos que irán atrayendo a familiares y paisanos.
En Tierra Firme, en las expediciones de Nicuesa, Balboa y Pedrarias, Francisco González de Guadal que se asentó en Panamá donde fue regidor; en Perú,-canal, Fernán González Remusgo de la Torre, regidor de Lima, tras el que aparecen varios parientes en el virreinato; también allí, Diego Gavilán, destacado en la conquista, encomendero y fundador de Huamanga, donde se asentará su linaje atrayendo a deudos y amigos, siendo tronco de la familia indiana del famoso cronista de Copacabana Alfonso Ramos Gavilán; en Quito, Rodrigo Núñez de Bonilla, conquistador, tesorero, encomendero y fundador de un destacado linaje indiano, gobernador de los Quijos como su pariente y paisano Alonso de Bastida, de similar trayectoria y fortuna; junto a ellos Pedro Martín Montanero y Juan Gutiérrez de Medina, también conquistadores y encomenderos; y en el mismo ámbito quiteño los Ortega Valencia, la familia del descubridor de la isla de Guadalcanal estos mismo linajes continúan pasando a Indias-. De durante el XVI y XVII distintos miembros. Ya he señalado el caso notorio de los Bonilla en otras Jornadas.
Ahora insistiré en relaciones y vinculaciones de estos individuos en sus actividades en el Nuevo Mundo. En el área peruana se encuentran varios con actividades centradas en el comercio y la minería, con diversas conexiones y similitudes entre sí. En Lima se asentó Cristóbal de Arcos Medina como mercader dedicado al tráfico de ropa de Castilla.
En sus operaciones comerciales aparece relacionado con Benito Carranco y, Cristóbal López de la Torre, probablemente también de Guadalcanal que aparecerán además vinculados a los hermanos González de la Espada, como luego se verá. Consiguió una regular fortuna valorada en unos 10.000 pesos, parte de la cual fue a parar en mandas y obras pías a Guadalcanal. Además de sus paisanos antes mencionados, la mujer de su hermano, María Yáñez de Bastida, contaba con otros parientes en el virreinato. Otra señora de este apellido, Mayor de Bastida, sería la beneficiaria de algunos bienes de su marido, Luis de Funes Bonilla, muerto en Lima a principios del XVII. Había pasado a Indias hacia 1570-80 y aparece al servicio de D. Alonso de Vargas, como administrador de su hacienda y recaudador de sus tributos en Arica.
Allí contaba con varios paisanos y conocidos que mencionaremos más adelante y entre ellos Luis de Bastida, quien regresó más tarde a Guadalcanal. Sin hijos de su matrimonio, dejó heredero universal de sus bienes, que no parecen muy cuantiosos, a su hijo natural Francisco Funes de Bonilla. Otro de sus parientes, Juan de Bonilla Mexía, moría poco después en Lima, sin que sepamos su ocupación, aunque parece haber estado centrada en dicha capital y en Cuzco, fundando una capellanía. Otra fundaría en la misma iglesia de Santa María, su paisano Fernando Rodríguez Hidalgo, que también se había instalado en la ciudad de Los Reyes, donde murió Antonio del Castillo, cuyo sobrino Diego Martín Rincón disfrutaría su capellanía y la de Rodríguez Hidalgo, murió en murió Huamanga, aunque sus bienes no llegaron a Sevilla hasta 1600. Tenía tienda en dicha villa y murió en la estancia de su paisano Diego Gavilán, que fue su albacea testamentario. Como Funes Bonilla dejó cinco hijos, mestizos, de diversas madres, a quienes recordaría en su testamento, no dejando descendencia legítima de su mujer.
En Arica se establecieron como dueños de recuas y esclavos los hermanos Alonso y Francisco González de la Espada, quienes como Cristóbal de Arcos Medina aparecen relacionados con Cristóbal López de la Torre y Benito Carranco, tal vez pariente éste de la madre de ambos Beatriz Carranco. Otro pariente suyo había pasado al Perú (Jerónimo González de la Espada) regresando más tarde a Guadalcanal. Un hermano de éste, Pedro Martínez Pava, murió como cura de la doctrina de Cajatambo dejando como heredera de sus cortos bienes a su sobrina Ana de Bonilla, que pudo cobrarlos gracias a las diligencias de su pariente Francisco Núñez de Bonilla en Lima. Martínez Pava, como doctrinero, no consiguió la fortuna, inmensa, que había logrado su pariente Alonso González de la Pava en Potosí. González de la Pava amasó como minero en el Cerro un importante capital que le permitió destinar 50.000 pesos de a ocho para fundar un convento en Guadalcanal, regresar a su pueblo y seguir dedicado a la actividad minera. Su sobrino, Juan González de la Pava, tal vez no contento con esta fortuna decidió probar la suya propia, marchó a América siendo desheredado por su tío. Precisamente había sido albacea testamentario de otro de sus paisanos muerto en Potosí en 1601, el capitán Francisco de la Cava, que en su actividad mercantil logró también un buen capital, que luego benefició a sus parientes e iglesias de Guadalcanal.
En el virreinato novohispano estos indianos aparecen también vinculados con actividades mineras y comerciales. Tal vez fuera el caso de Diego Ramos Gavilán (cuyos parientes hemos visto en Perú), y que entre otras sumas mandó a su pueblo 4.000 ducados para obras pías. Igualmente, asentado en México y generoso al morir fue Antonio de Bastidas, que se hallaba en la capital virreinal junto con su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida y relacionado con sus paisanos Hernando y Rodrigo Ramos, comerciantes y mineros del virreinato. Cristóbal llegó a ser prior del Consulado de México, lo que indica la preeminencia y fortuna lograda en 1617. (8)
En Tlaxcala murió Alonso López, dejando 3.000 pesos de plata y otros bienes para una capellanía. Otro homónimo Alonso López de la Torre se había asentado con su hermano en Taxco. Allí acudieron ante la suerte de su tío García Núñez de la Torre, uno de los primeros mineros de la zona, quien fundaría otra capellanía en Guadalcanal y dejaría por herederos de sus minas a sus sobrinos, que las siguieron explotando. Al morir Alonso López de la Torre, además de otras mandas enviadas a sus parientes, fundó una capellanía que disfrutaría su sobrino nieto Pedro Bonilla de la Torre. Si en Taxco encontramos a los de la Torre, Bonilla y Ramos, en Guanajuato se establecieron Álvaro de Castilla Calderón y Gonzalo de Bonilla Barba, fundadores de capellanías y prósperos indianos. Álvaro de Castilla aparece como mercader y minero, al igual que su hermano Juan de Castilla, repartiendo su actividad entre México y Guanajuato, donde conocieron su prosperidad sus paisanos Diego Gutiérrez, sastre de Guadalcanal, Pedro Sánchez Holgado, Rodrigo de Ortega y Agustín de Sotomayor, que vueltos a la península propagaron su fortuna.
Finalmente, Gonzalo de Bonilla Barba, llegando al virreinato después que los anteriores, repite su modelo. Se estable México y Guanajuato, dedicándose primero al comercio en de menudeo, asociándose a los Castilla (Juan y Álvaro, que parecen ser los socios capitalistas), prosperando en esta actividad, pasó al arrendamiento de haciendas de minas y terminó como propietario de minas e ingenios de beneficio de metales. Aparece también vinculado en sus relaciones mercantiles y mineras a Hernán y García Ramos Caballero, mercaderes y mineros; a Cristóbal Martín Zorro, como vecino y amigo de Luis de Castilla Chávez, alguacil mayor de minas en Guanajuato siendo testigos en su testamento sus también paisanos Pedro Ramos y Alonso de Castilla. Toda una colonia de Guadalcanal en Guanajuato.
LOS CAUDALES INDIANOS
Salvo el doctrinero Martínez de la Pava, el resto de indianos parece haber conseguido una relativa suerte y fortuna en sus diversas actividades en Indias y aún con todo, del clérigo pudo recibir su sobrina 340 pesos como ayuda a su dote. ¿Cómo influyó su suerte en la vida de Guadalcanal?, con esta documentación presente la cuantificación de los caudales remitidos a la villa tiene varias limitaciones. Por una parte, en cuanto a la documentación de capellanías sólo suele recoger la cifra destinada a tal fin. La de bienes de difuntos, si incluye testamento suele ser más precisa en el resto de las mandas, aunque si se trata de remanentes de bienes y herencias globales es imposible calibrar la cuantía.
Por otra parte, según se desprende de esta documenta que contemplar la posibilidad y evidencia, a veces, hay de que estos indianos durante su vida iban remitiendo, o traían personalmente, caudales y bienes a la península. Algunas de estas mandas pueden rastrearse en los fondos de los archivos notariales de Sevilla —y sin duda en los de Guadalcanal—; otras, con seguridad, no habrán dejado rastro documental. Por ello es importante conocer el entorno familiar más próximo de los emigrantes para, a través de sus parientes, calibrar la posible incidencia de legados americanos en sus patrimonios.
Con todo las mandas testamentarias y fundaciones de capellanías, limosnas y obras pías de Guadalcanal, pueden ser un índice para valorar el impacto americano en la villa. Y el impacto lo recibimos ahora también nosotros al cuantificar dichos envíos. Desde los 340 pesos de Martínez Pava hasta los 50.000 de su pariente González de la Pava o los 40.000 ducados de Álvaro de Castilla, hay distintos tipos de fortunas. Grosso modo desde 1580 hasta la década de 1620, en estos 19 casos, hemos contabilizado en las distintas mandas unos 38 millo cifra impresionante para dicho número de maravedíes, de los emigrantes. Hay que tener en cuenta que sólo las fundaciones del convento de González Pava y el hospital de Álvaro de Castilla totalizaron 76.300 ducados. Profundizando más el análisis observamos que el total remitido por 6 de estos emigrantes supuso unos 35 millones de maravedíes (20 llegaron del Perú y 15 de Nueva España) procedentes fundamentalmente de la actividad minera. Y curiosamente iban a beneficiar directa o indirectamente a familias de reconocido prestigio y posición en la villa: los Castilla, los de la Cava, los de la Pava y los Bastidas. Igualmente, las capellanías beneficiarían a las familias de los fundadores, como patronos y capellanes; vincularían diversas propiedades a esta institución y a estas familias y ser como sistema de crédito a innumerables vecinos de la villa.
En el aspecto artístico es innegable la repercusión de estos caudales. Son diversos los casos en que se ordena erigir nuevos altares, retablos y capillas; efectuar algunas reformas u obras; levantar un convento y un hospital, e indirectamente, al enriquecer a familias, capellanes e iglesias se posibilitaba un posterior mecenazgo de estos. Es interesante advertir la canalización de gran parte de estos capitales hacia instituciones religiosas y la Iglesia en general, fenómeno que sin duda incidirá e incrementará la acumulación de bienes en «manos muertas». Tal vez la institución de estas capellanías y obras pías favoreció el fenómeno observado por distintos autores en la España del siglo XVII de la proliferación del clero, muchos de cuyos miembros conseguían disfrutar estos bienes como parientes más o menos cercanos de los fundadores. Sin duda estas rentas fueron buenos estímulos y acicates para incrementar las «vocaciones» de hidalgos y segundones depauperados.
CONCLUSIONES
Cuando contemplamos un movimiento migratorio de tal magnitud en Guadalcanal, incluso después de descubiertas sus famosas minas; cuando comprobamos el éxito de muchos de estos indianos como conquistadores, pobladores, comerciantes y mineros; cuando vemos salir del pueblo hombres adultos que liquidan su hacienda y dejan sus familias para marchar a Indias y los encontramos en Perú o México relacionados estrechamente con parientes y paisanos anteriormente establecidos, llegamos a pensar en la importancia que los factores de atracción del Nuevo Mundo, más tal vez que los de repulsión del Viejo, tuvieron para ciertos sectores de estos emigrantes. Por otra parte, su asentamiento en América resulta menos caprichoso y fortuito que lo que hasta aquí conocíamos.
No marchan a ciegas a descubrir nuevos Dorados; van a asentarse junto o con sus familiares y paisanos; a continuar sus negocios comerciales o mineros, como luego en el XVIII y XIX repetirán montañeses, vascos, navarros, asturianos y gallegos. Van y vienen a la península con mayor facilidad que se creía; envían cartas, encargos, caudales y bienes con mayor frecuencia que la sospechada. Muchos regresan sanos y salvos como auténticos indianos a su villa natal. Son activos mercaderes, financieros, mineros, tenderos y arrieros, pioneros en algunas actividades coloniales, más que simples y ociosos rentistas como muchas veces se les pinta. Mandan importantes sumas a su pueblo, pero gran parte de su hacienda queda, aún sin herederos allá, en Indias, a través de capellanías, limosnas, y obras pías, gastos de entierro, etc.; legados a amigos y familiares también indianos o hijos legítimos o naturales allí establecidos. Sin duda en Guadalcanal tanto el movimiento migratorio como la remesa de caudales que apuntamos tuvo importantes repercusiones que estamos lejos aún de poder calibrar.
Cuando conozcamos más ejemplos locales o regionales tal vez todas estas afirmaciones queden más precisas o puedan ser generalizadas.
Notas.-
(7) Brading, D. A.: Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810). Madrid, 1975.(8) Cartas del Consulado de México, I617-1625. A.G.I., México, 322 y Consulados,
JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE