RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS.
Cuarta parte
FICHAS BIOGRAFICAS DE:
Continuación
FERNANDO RODRÍGUEZ HIDALGO (A.A.S., Capellanías. 860-7)
Fue otro emigrante de Guadalcanal, casado como el anterior, y avecindado en donde testó en 1596, fundando una capellanía en Los Reyes, la Iglesia parroquial de Santa María la Mayor de su villa natal. Poco sabemos de su salida del pueblo, actividad en Indias y bienes, salvo que contaba con casas en aquél (en la calle de La Cava) donde había vivido su madre y su hermana (Mayor Méndez, hija también de Pedro Méndez); una suerte de tierras que solía ser zumacal en el cerro llamado la Cuesta de la Horca; otras tierras de pan llevar en términos de Valencia de las Torres; 50 pesos que había dado a censo y 300 más de a nueve reales que ordenaba se enviaran a la villa para fundar con todos ellos dicha capellanía. Nombraba capellán de ella a uno de sus parientes o en su falta a los de su mujer Ana de Rivera. Los bienes de la capellanía en 1777 estaban compuestos por unas 87 fanegas de tierra de distinta calidad y en distintas "suertes", repartidas en los sitios del Escorial, el Zamón, Cuesta de la Horca, Los Barriales y el Durillo, en términos de Guadalcanal, más unas casas, tierras de pan llevar en Valencia de las Torres, un huerto (que antes había sido casa en la calle de La Cava), una escritura de censo de 2.287 reales de principal, y una suerte de tierras de tres fanegas, de regadío, en la huerta del Gordo. Algunos de sus capellanes desde el XVII al XVIII fueron Diego Martín Rincón, Francisco Rodríguez Hidalgo, Diego Rodríguez Hidalgo (hermano del anterior), Alonso de Gálvez Otero y Francisco Muñoz de Otero, parientes en diverso grado del fundador y curiosamente beneficiarios, también como parientes, de otras capellanías indianas.
JUAN BONILLA MEXÍA (A.A.S., Capellanías, 862-9)
Otra de las capellanías indianas de la iglesia mayor de Guadalcanal fue fundada por este sujeto, hijo de Gonzalo de Bonilla Mexía y de Mayor Ramírez y como tal pariente de varias familias de emigrantes del pueblo. Salvo estos datos casi nada conocernos del fundador, que se encontraba en Cuzco y Lima hacia 1621. En esta fecha enviaba a su hermana (María de Bonilla) una barra de plata con Esteban Martínez González, para que pudiera profesar como monja. Sabiendo después su muerte, Juan de Bonilla ordenaba a Francisco González de Bonilla que con el producto de su envío hiciera una capellanía en el pueblo, reservándose el nombra patrón para cuando él mismo regresara a España. del No sabemos si regresó o bien murió en Indias (que parece lo más probable) pero sí la institución real de la capellanía, que disfrutaron como capellanes sus parientes Rodrigo de Bonilla Gálvez, Cristóbal de Bonilla Zorro y Pedro de Bonilla Gálvez, entre otros. La fundación se hizo con 6.400 reales que quedaron una vez pagados los gastos de entierro de doña María de Bonilla, que fueron invertidos en tres censos.
PEDRO MARTÍNEZ PAVA (A.G.I., Contratación, 326 A)
Es el único cura que encontramos en el grupo de indianos recopilados en esta ocasión. Hijo de Jerónimo González de la Espada y de Juana Hernández de la Pava, contaba con otro hermano, de igual nombre y apellidos que el padre de ambos, que parece quedó en Guadalcanal y casó con María de Bonilla. Recuérdese la frecuencia de este apellido y la existencia de otros de la Pava y de la Espada entre los indianos del pueblo. Había salido de su tierra hacia 1585, manteniendo "en todo este tiempo mucha comunicación" con su hermano y su sobrina doña Isabel Bautista de Bonilla, quien en 1615 hacía gestiones para cobrar la herencia de su tío. Precisamente una carta suya, firmada de su puño y letra fue presentada en los autos realizados para la cobranza de esta herencia. Doncella doña Isabel y sola tras la muerte de sus padres, reclamó los cortos bienes de Martínez Pava como única heredera. Otro de sus parientes estantes en Lima, el licenciado Francisco Núñez de Bonilla, le había escrito en 1615 notificándole la muerte de su tío, como cura de Cajatambo y abintestato, por lo que por "parentesco y amistad" había abierto sus cartas y se había interesado por sus bienes. Lamentaba la situación de doña Isabel, sola y sin tomar estado "ni dote tan suficiente como las personas de la calidad de V. M. han menester ", lo que parece indicar la significación social en el pueblo de esta familia y también sus cortos medios, que sin duda fueron factores que incidieron en la emigración de algunos de sus miembros. Temiendo Núñez de Bonilla que al morir Martínez Pava en su doctrina, hubiera ocultación y merma de sus bienes, hizo gestiones en Lima ante el juez mayor de bienes de difuntos para poder remitir cuanto antes la herencia de su pobre e hidalga pariente, lo que por fin consiguió llegándole a doña Isabel.
DIEGO GONZÁLEZ HOLGADO (A.G.I., Contratación, 256 A-1)
Dentro del ámbito del virreinato peruano, pero en los límites de la Audiencia de Quito, encontramos a este indiano, salido de Guadalcanal hacia 1592, según propia declaración. Como otros, había dejado su familia y cortos bienes en el pueblo para hacer fortuna en el Nuevo Mundo. Era hijo del Dr. Gonzalo García Espinel y de Teresa Yáñez Holgado, ambos naturales y vecinos del pueblo, donde parecen familia de cierta relevancia social, contando con enterramiento en el convento de San Francisco de Guadalcanal donde estaba enterrado el abuelo paterno, Gonzalo García. Casó Holgado con Inés Díaz de la Parra, hija de Melchor Núñez de Cáceres y de Ginesa de Morales, de la que tuvo tres hijos: Melchor de la Parra, que ingresó como franciscano, Cristóbal González Holgado, que en ausencia de su padre se ordenó de clérigo de Evangelio y Mayor González Holgado, de 22 años al testar su padre en 1598. Contaba en el pueblo con casas de morada, bodega, bienes dotales recibidos con su mujer y otros varios. Se estableció en la ciudad de Loja, que había ido prosperando como asiento hispano y por su entorno minero desde su fundación, y allí abrió tienda de menudeo, cordobanes y otros artículos, dedicándose también a prestar dinero a diversos individuos, tal vez relacionados con la actividad minera. En Loja testó y disponía su entierro, así como diversas mandas piadosas y misas repartidas entre dicha ciudad y Guadalcanal. En los seis años de ausencia su familia tuvo frecuente comunicación epistolar con él desde Loja y otras villas; su viuda y su hija, mencionada ésta como Águeda González en 1600, cobraban 188 pesos de oro y 828 pesos corrientes de a nueve reales, procedentes de su herencia.
JERÓNIMO DE ORTEGA FUENTES (A.A.S., Capellanías, 862-9)
Testaba en. Panamá en 1600 cuando se preparaba para hacer el viaje de regreso a España, que sin duda quedó truncado por su muerte. Pocos datos conocemos de él salvo su filiación e institución de una capellanía. Era hijo del bachiller Juan de la Fuente y de Leonor Suárez de Ortega (apellido éste de varios mercaderes indianos del pueblo), muertos ambos antes de 1600. Instituyó una capellanía con 2.000 ducados de Castilla, en la sepultura de su padre, haciéndose a su costa un altar y unas puertas para dicha capilla de la iglesia mayor, además de ordenar un número determinado de misas en distintas festividades. El primer capellán, nombrado por Ortega, sería Jerónimo de Ortega, su sobrino, hijo de su hermana Guiomar Suárez, y tras él Lope Hernández (hijo de ésta también) o el pariente más cercano. El patrono sería un hijo de Guiomar Suárez cuando alcanzara la mayoría de edad y mientras el presbítero Luis de Ortega, primo del fundador, como hijo de Diego Ramos de Ortega (hermano de doña Leonor Suárez, antes mencionada). En caso de haber algún impedimento para la capellanía, los bienes destinados a las misas de ella serían para otra hermana de Ortega: Francisca Rodríguez.
BEATRIZ DEL CASTILLO (A.G.I., Contratación, 351 B)
Otros bienes de los llegados a Guadalcanal destinados para misas fueron 203 pesos de la herencia de Beatriz del Castillo. Hija de Pedro Méndez y María Riañes, ambos naturales del pueblo y ya difuntos en 1619, parece pasó a Indias con su marido Alonso González Sancha individuo sin duda también de la misma naturaleza. En 1555 había pasado desde Guadalcanal a Nueva España otro vecino: Juan González de Sancha, tal vez pariente del anterior. Beatriz del Castillo testaba en 1619 en la ciudad de Lerma, en el valle de Salta (Tucumán), ante su confesor fr. Juan de Zafra, el bachiller Juan de Rivera Valdés, su nieto Alonso de Tapia y Francisco López, dejando como albaceas al capitán D. Lorenzo de Céspedes y Tomás de Pinedo y Montoya, ambos vecinos de Lerma. Al no saber firmar lo h ze uno de los testigos en su nombre. De sus bienes destinaba el producto de 600 ovejas de su propiedad que había enviado al Perú con Pedro Fernández Pedroso, para mandarlo a Guadalcanal para decir misas en sufragio de su alma, la de su marido y padres. En 1622 llegaron 203 pesos a la Casa de la Contratación, que fueron reclamados por el licenciado Diego Fernández de la Barba, cura de Santa Ana de Triana, en nombre de Francisco Muñoz del Castillo, colector de la iglesia de Santa María de Guadalcanal.
ALONSO LÓPEZ DE LA TORRE (A.A.S., Capellanías, 856-3)
Tanto éste como Diego Ramos, el Rico, que le sigue, son indianos del siglo XVI, si bien los consignamos ahora como prototipo de tales en Guadalcanal y por estar en vigencia sus mandas y legados en el XVII. Alonso López de la Torre era hijo de Juan López de la Castellana y de Mayor Rodríguez, ambos vecinos de Guadalcanal, que además de al susodicho procrearon a Francisco Núñez de la Torre, Juana López y a Teresa García. En 1527 su tío (debe ser paterno) García Núñez de la Torre dejaba el pueblo y se establecía en la Nueva España siendo así uno de los primeros colonos del virreinato. Tuvo fortuna como minero explotando minas en Zumpango (donde se encontraba en 1535), en Escavango y más tarde en Taxco, donde explotaba una hacienda de minas con casas, ingenios, esclavos y las herramientas pertinentes, además de contar con otros bienes. Este pionero de la explotación minera mexicana sin duda fue ejemplo para muchos que le siguieron y sobre todo estímulo para otros de sus paisanos, siendo los más inmediatos, por parentesco, sus propios sobrinos Alonso López y Francisco Núñez. García Núñez de la Torre, rico y próspero, parece no tuvo descendencia de su enlace con Francisca Cherinos, por lo que sin duda reclamó a sus sobrinos para que le ayudaran en sus negocios y finalmente hacerles partícipes de su fortuna, dejándolos como herederos. Fue sin duda la causa primordial y determinante de la emigración de ambos y de su establecimiento en Taxco. Alonso López de la Torre y su hermano, como copropietarios, explotaron las minas de su tío y al testar el primero dejaba al otro el tercio de sus bienes una vez cumplidas las mandas de su testamento; su universal heredera sería su madre, aún viva, y en caso de su fallecimiento el susodicho Francisco Núñez de la Torre. Avecindado en Taxco, pero residiendo en México durante una enfermedad que le movió a testar, ordenaba su entierro en el monasterio de San Agustín de la capital. Fue pródigo en mandas para misas y obras pías: para las cofradías del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Rosario de México; a San Juan de Letrán; a los pobres de los hospitales de Nuestra Señora, de las Bubas y el Real de indios; a las mandas forzosas; a las iglesias de Nuestra Señora de la Concepción y de la Veracruz de Taxco; 300 misas en México y Taxco; 600 en Santa Ana de Guadalcanal (a las que destinaba 100 pesos de oro). Además, mandó fundar, con 1.500 pesos de oro común de sus bienes, una capellanía en la iglesia de Santa Ana de su villa natal, donde había fundado otra anteriormente su tío y la mujer de éste. Las misas de la misma debían celebrarse en un arco que mandaba construir junto al altar de San Cristóbal, destinando 50 ducados para conseguir licencia para erigirlo más 150 ducados para su construcción y limosna. Nombraba patrón de ella a su hermano Francisco Núñez y capellán a su sobrino Juan López (hijo de su hermana Juana López y de Ruy González de Otero); mientras que éste llegaba a la edad suficiente para gozar la capellanía el patrón nombraría capellán. Además, legaba 200 pesos de oro común a su hermana Juana López; 100 a su hermana Teresa García; 50 ducados de Castilla a su primo Juan Jiménez para ayudar a casar a la hija mayor que tuviere; a Juana López, moza que él había casado, 100 pesos de oro y otros 100 al hermano de ésta, Alonso. Junto a estas mandas de Guadalcanal recordaba a la viuda María de Lasarte (¿?), vecina de Taxco, por sus buenos servicios y para ayudar a casar a su hija. A su hermano, como queda dicho, le dejaba el tercio de sus bienes, descontadas mandas, y como universal heredera a su madre. En la primera mitad del siglo XVIII los bienes de la capellanía estaban compuestos por unos 232.400 maravedíes de principal a censo, más unas 40 fanegas de trigo en sembradura en el sitio del Molinillo, 25 de las cuales estaban desmontadas y eran regables, sembrándose lino y "fraijones".
DIEGO RAMOS. EL RICO (A.G.I., Contratación, 202-10 y 203-12) (A.A.S., Capellanías 858-5 y 859-6)
Como el anterior es un típico indiano del XVI al que consignamos por la vigencia de sus mandas en el XVII y como prototipo. Su calificativo o mote en el pueblo de Diego Ramos, el Rico, demuestra, una vez más, el impacto causado por su fortuna en el Nuevo Mundo, impacto decisivo para animar a otros de sus paisanos y familias (que fue estos bastantes) para seguir sus pasos en Indias. Era hijo de Diego Ramos, el Viejo, y de Elvira Rodríguez de León. No sabemos la fecha de su pase a Indias, salvo que testó en 1556 en México donde estaba avecindado; allí debió morir y ser enterrado en el convento de San Agustín, como su paisano López de la Torre, ya que en él contaba con una capellanía. Otra mandó fundar en Guadalcanal con 3.000 ducados de sus bienes y para misas por su alma y los de su linaje, además de ordenar que con este dinero se comprara también una carnicería que había junto a la iglesia de San Sebastián "y se quite de tal negocio por la reverencia que se debe tener ".
Destinaba otros 1.000 ducados para construir una capilla con arco y una reja de hierro, un altar de piedra labrada, con sus gradas, con un retablo mediano pintado con un crucifijo, Nuestra Señora y San Juan, debiendo poner un letrero en la reja donde constara el nombre del fundador de la capilla. En ella podrían ser enterrados los miembros de su linaje que quisieran. Contaría con una pila de piedra para el agua bendita. Como patrón de la capellanía nombraba a su hermano Rodrigo Ramos y tras él su hijo; en segundo lugar, a falta de los anteriores, a su sobrino García Ramos, hijo de su hermano de igual nombre y ya difunto al testar Diego, y en tercer lugar al pariente más cercano, además del guardián del convento de San Francisco de Guadalcanal; debía contar con dos capellanes, uno de ellos del mismo linaje que el fundador. En 1602 era capellán Rodrigo de Bonilla Gálvez, deudo de Diego Ramos. Su hermano Rodrigo pasó a Nueva España en 1558 con una licencia de estancia de tres años, sin duda para hacerse cargo de la herencia de su hermano; D. José Maldonado Cabrera, cuarto nieto de Rodrigo Ramos, disfrutaría como capellán la fundación de su antepasado ya en el siglo XVIII. En esta centuria los bienes de la misma estaban constituidos por dos casas de morada en Guadalcanal y siete escrituras a censo sobre un molino de aceite, viñas, casas y olivares de Cazalla, Villafranca y el mismo pueblo.
ALVARO DE CASTILLA CALDERÓN (A.G.L, Contratación, 316 A)
Pertenecía a una familia de Guadalcanal considerada "rica y poderosa", pese a lo cual, como otros de su pueblo, había marchado a Indias donde hizo fortuna en México y Guanajuato. También como varios paisanos en este virreinato se dedicó a la minería conociendo los avatares y reveses de esta ocupación. Con él habían estado en la capital mexicana y en Guanajuato Diego Gutiérrez, sastre de Guadalcanal, Pedro Sánchez Holgado, Rodrigo de Ortega y Agustín de Sotomayor, quienes habían regresado al pueblo contando la inmensa fortuna amasada por Castilla. Este destinó 50.000 ducados de su hacienda para erigir un hospital en la villa, si bien como en otros muchos casos tuvo que pasar bastante tiempo para que la obra comenzara. El dinero llegó a su hermano Rodrigo de Castilla. Francisco de Torres, que había estado también en Guanajuato, denunció que dicha cantidad la había recibido Álvaro de Castilla de un amigo suyo muerto en el Real de Minas. Otro denunciante fue el maestro mayor y albañil del pueblo Juan Ruiz Callejón quien ponía en duda el origen del dinero como perteneciente a Castilla. Doña Isabel de Castilla, sobrina carnal del fundador indiano, denunció al maestro de obras y logró ponerlo en prisión (de la que escapó) demostrando contar con más de 34.000 ducados para la obra y ser procedentes de su tío, que los había enviado con su criado Pedro de Ledesma hacía más de 20 años. Las rentas establecidas con tal capital las administraba un primo de doña Isabel, Rodrigo de Castilla, alguacil mayor de la villa. Curiosamente doña Isabel era viuda de Diego Ramos Gavilanes, sin duda de la misma familia del minero visto anteriormente. Álvaro de Castilla además del hospital hizo diversas limosnas para la iglesia de Santa María.
ANTONIO DE BASTIDAS (A.A.S., Capellanías, 871-18)
Pocos datos contamos de Bastidas salvo algunas relaciones familia Indias. Era hijo de Gonzalo Yáñez de la Bastida y en Guadalcanal eres de Catalina Espariegos, perteneciente a una prolífica familia de indianos de Guadalcanal: Bonilla y Bastidas. Nieto del alcaide Francisco González Abasta y de María de Bonilla, se asentó en México, junto con su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida, sin que sepamos su ocupación. Allí estuvo también relacionado con paisanos suyos, testigos a la hora de testar, Hernando Ramos y Rodrigo Ramos, que aparecerán más tarde dedicados a la actividad minera, que tal vez sería la misma de Bastidas. La familia contaba con enterramiento propio en el Convento de San Francisco de Guadalcanal, a la que enviaría una manda para misas, y él instituyó una capellanía en la Iglesia Mayor, dotada con 12.000 pesos de oro. Nombró capellán de la misma a su primo el licenciado Francisco de Monsalve, quien se benefició de varias capellanías indianas fundadas por varios de sus familiares.
ALONSO LÓPEZ (A.A.S., Capellanías, 856)
Homónimo de otro de sus compatriotas indianos, era hijo de Benito López y de Gerónima de la Rosa, naturales de Cazalla, pero avecindados en Guadalcanal. Murió hacia 1620 en Tlaxcala fundando una capellanía en la iglesia de Santa Ana de su villa natal, destinando para ella una suerte de tierras de 70 fanegas y unas casas de la calle larga de Cazalla, más 3.000 pesos de plata doble mexicana, instituyendo como herederos a los hijos y descendientes de su hermana Nicolasa de la Rosa y a los de Juan González Pecero y Catalina Muñoz Remusgo (ambos apellidos de indianos del pueblo), cuyo parentesco con el fundador se desconoce.
GONZALO DE BONILLA BARBA (A.G.I., Contratación, 381 A-3)
Otro ejemplo de esta familia de indianos afortunados fue el mencionado, quien murió en Guanajuato hacia 1621. Su testamento es rico en detalles sobre sus relaciones familiares en Guadalcanal e Indias y su fortuna antes y después de marchar al Nuevo Mundo. Era hijo de Gonzalo de Bonilla y de Mayor Barba, ambos vecinos de Guadalcanal y parece de familia adinerada. Al menos recibió al casar con doña María de Esquivel, vecina de Llerena, distintas suertes de viñas que le dio su padre a cuenta de su legítima y una bodega; recibió como dote de su mujer 4.000 ducados y dos años más tarde su padre le daba otros pedazos de viñas. Al morir éste heredó otros bienes diversos. Además, adquirió diversas suertes de viñedos en Guadalcanal redondeando sus posesiones. En su matrimonio con doña María de Esquivel tuvo cuatro hijos: un varón que murió a los 3 años; doña Catalina Vozmediano; Mayor Barba, que murió doncella después de morir la madre y María de Esquivel. Casó en segundas nupcias con Ana de los Reyes (hija de Juan Delgado y de Francisca Rodríguez, ambos vecinos de Guadalcanal) y en los dos años de matrimonio tuvieron a Francisca obtuvo bienes algunos y a los dos años de casado vendió parte de sus viñas (a María Delgado, hermana de su segunda mujer) y marchó a Indias. Se estableció en Guanajuato donde ya operaban como mineros sus paisanos los Castilla y como mercaderes los Ramos, entre otros. Comenzó como mercader, asociándose en compañía con Juan de Castilla Calderón, vecino de México y sin duda hermano de Álvaro de Castilla Calderón, que se dedicaba al comercio, a la financiación de mineros y directamente a la minería. Estableció su tienda en el real de minas de Santa Ana y el mismo Álvaro de Castilla tomó participación en la compañía agrandando el capital y sus operaciones. Debieron proporcionar éstas buenas ganancias a Bonilla, ya que tras tres años regentando la tienda y dejar dicha compañía, arrendó diversas haciendas de minas, comenzando su experiencia minera. Así tuvo las de Francisco de Alarcón, la de Bartolomé Sánchez Palomino (que fue de Pedro de Bustos). Más tarde compraría a los herederos de Bustos esta misma hacienda, otra a Jerónimo de Obantes y otras más, a la par que participaba en diversos lugares de minas, contando con hacienda propia de beneficio e indios trabajadores. Así como en sus actividades mercantiles primeras aparece relacionado con sus paisanos Juan y Álvaro de Castilla Calderón (minero este último también), en su empresa minera aparece vinculado a otros paisanos, e igual en su vida social en Guanajuato. Tenía estrechas relaciones, con Luis de Castilla Chávez, alguacil mayor de minas y mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, casado con Beatriz. Ramos, dedicado también al negocio minero y cuyas casas lindaban pared con pared. Hernando Ramos y García Ramos Caballero, vecinos y mercaderes de Guanajuato, además de aparecer como sus fiadores en alguna ocasión mantuvieron relaciones comerciales con Bonilla como también Cristóbal Martín Zorro (sin duda también de Guadalcanal por su apellido). Los Ramos, que contaban con minas, fueron sus albaceas testamentarios. Curiosamente como testigos de su testamento figuran otro de este apellido (Pedro), Luis de Castilla Chávez y Alonso de Castilla y como minero un Pedro Jiménez Gavilanes con apellido típico de su villa natal. Al final de su vida contaba con diversas participaciones de minas en San Nicolás y en el Realejo Viejo; cuatro minas en San Bernabé, que había adquirido por compra a los herederos de García de Contreras Figueroa; otra mina comprada a Isabel de Lucio; otra en San Martín (que fue de Martín Lorenzo) y la de San Nicolás en el Realejo del Fuerte. Su hacienda de minas en explotación procedía de la unión de las adquiridas a Obantes y Burgos, contaba con 22 indios como trabajadores y las explotaba directamente. En otra de sus minas tenía parte su propio criado Pedro Delgado, tal vez pariente de su segunda mujer, y que estaba al servicio de su casa desde 1620 (mucho después que Bonilla hubiera llegado a Nueva España). Tenía además diversos criados indígenas y otros bienes.
Su hacienda de minas fue rematada en subasta pública por el licenciado Diego Gómez, beneficiado del Real de Minas y minero, en 4.500 pesos de oro. Pagadas las deudas y mandas de Bonilla se hizo almoneda y venta de sus bienes que alcanzaron un total de 10.356 pesos, a los que descontados gastos y descargo por un total de 9.991 pesos, quedaban para sus herederos 365 pesos. A Sevilla llegaron 340 (85.080 mrs.) en 1634 que cobraron Miguel Ortiz Hidalgo, viudo de doña María de Esquivel, hija del primer matrimonio de Bonilla; Gonzalo Yáñez, vecino y regidor perpetuo de Guadalcanal, viudo de doña Catalina Vozmediano, hija del primer matrimonio también, en nombre de sus hijos Gonzalo Yáñez y doña Inés de Bonilla (en quien renunció la herencia su hermano siendo esta monja profesa) y Ana de los Reyes Bonilla, hija del segundo matrimonio.
JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
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