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sábado, 27 de septiembre de 2025

GUADALCANAL 1857


UNA FAMOSA COMUNICACIÓN REAL

             Alfonso XII, Rey de España, nacido en Madrid el día 28 de noviembre de 1857, hijo de Doña Isabel II y de Don Francisco de Asís, fue bautizado con los nombres de Alfonso Francisco de Asís Fernando Pío Juan María Gregorio Pelagio de Borbón y Borbón. Ansiaba el pueblo español que la corona volviese a ceñirla un varón, y el nacimiento del nuevo príncipe fue recibido y festejado con júbilo, lo mismo que su proclamación de Príncipe de Asturias.

            GUADALCANAL se distinguió con tan fausta nueva. El Ayuntamiento, en sesión de 2 de diciembre de mencionado año, acordó: “Diose cuenta del despacho telegráfico, que inserta el boletín extraordinario de la providencia, de veintinueve de noviembre último, participando que S. M. la Reina ha dado a luz felizmente un príncipe a las diez y quince minutos de la noche y que continuaba sin novedad”.

            El Señor Alcalde manifestó que había recibido dicho boletín a las ocho de la noche de ayer, y que en su consecuencia había dispuesto que en el mismo momento se anunciase al vecindario tan fausto suceso con repique general de campanas, y que para la noche de hoy hubiese iluminación en todo el pueblo y la banda de música tocase en la plaza desde las ánimas en adelante. El Ayuntamiento acordó estas determinaciones y acordó que el domingo seis del corriente se celebrase el feliz natalicio de S. A. R. el Príncipe de Asturias con una solemne misa y Tedeum en la Iglesia Parroquial de Santa María, a la que se invitarían a los cleros de las otras parroquias, a los señores jueces de paz, señores oficiales retirados, empleados cesantes jubilados y demás que tengan carácter oficial para que se sirvan concurrir con la municipalidad a dicha festividad religiosa, a la que también asistirá la música, que así mismo tocará la noche del sábado anterior en la plaza pública, en cuya noche deberá haber iluminación general”.

“Diose lectura a una comunicación del Sr D. Leandro López de Ayala, Diputado provincial de este partido, insertando otra del señor Gobernador Civil de esta provincia en la que, manifiestan ambos señores creen oportuno que los Ayuntamientos de las principales poblaciones feliciten a S. M. por el natalicio del Príncipe de Asturias. El Ayuntamiento animado de los mismos deseos acordó elevar a S. M. la indicada felicitación por conducto del Señor Gobernador y a este fin redactó el secretario municipal la felicitación siguiente:

Señora: El Ayuntamiento Constitucional de la vila de Guadalcanal, provincia de Sevilla, tiene la honra de ofrecer a L. R. P. de V. M. la sincera expresión de su júbilo por el feliz natalicio del Augusto Hijo; de V. M. el Serenísimo Señor Príncipe de Asturias. Y el Ayuntamiento, Señora, que reverentemente deposita el homenaje de su lealtad ante el excelso trono que V. M. ocupa, ruega a la vez al Todopoderoso prolongue con innumerables días las vidas preciosas de V. M. y del Príncipe heredero para que animado por el valor de los Pelayos, adornado de la santidad de los Fernandos, sonreído por la fortuna de los Carlos, dotado con la prudencia de los Felipes y revestido de las altas virtudes que tanto brillan en el reinado de V. M., labre la ventura de esta nación que fía la gloria de su porvenir en las relevantes prendas de su futuro Rey. Dígnese, pues, V. M aceptar este testimonio qué con el debido acatamiento tiene la honra de ofrecer a V. M. el Ayuntamiento de esta vila”.

            Salas Consistoriales de Guadalcanal, 20 de diciembre de 1857. Señora. A L. R. P. de V. M.

Leopoldo TENA CABEZAS

Revista de feria 1973 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Guadalcanal a través del tiempo

Arqueología en Guadalcanal
    
Los terrenos del término de Guadalcanal están constituidos por formaciones primarias pertenecientes al cámbrico superior que se extienden a los términos limítrofes, continuándose por las provincias de Córdoba y Badajoz, predominando en Guadalcanal el elemento calizo, generalmente de color oscuro. En las sierras que dominan la población hay lechos de precioso mármol, que son explotables, aunque de ordinario tienen poco espesor. Diabasitas de color negro aparecen en la parte oriental del término, entre Guadalcanal y Malcocinado (Badajoz), y en los límites con esta provincia asoma en algunas partes el granito, bastante descompuesto. Pequeñas manchas de terreno carbonífero encajadas en el cámbrico, se hallan en las vertientes orientales de la sierra de Guadalcanal.
    Al oriente de la población existen yacimientos de galena argentífera que fueron descubiertos en 1555 y explotados por la Real Hacienda en los años subsiguientes, siendo al fin abandonados por haberse agotado los filones. Su riqueza en plata era extraordinaria, llegando a superar en pureza del metal a las más famosas de México, la principal de estas minas fue Pozo Rico, a unos cuatro kilómetros al este de Guadalcanal. La Sierra del Agua tiene en el centro un macizo de hierro micáceo, conocido en el país con el nombre de Quiebraojos.
    Encuadrado al sur y este por la ribera de Benalija y al norte por el río Sotillo, el término de Guadalcanal hállase accidentado por estribaciones de la vertiente norte de Sierra Morena que caen sobre la extensa llanura extremeña, siendo las más importantes las Sierras del Viento y del Agua, situadas respectivamente, al noroeste y sureste de la villa, en las que hay alturas superiores a los 900 metros. En estas sierras y en otros cerros del término se abren en el terreno calizo cavernas y oquedades que han conservado algunos vestigios prehistóricos. Tales son las Cuevas de Santiago y San Francisco en la Sierra del Agua y sus estribaciones. De la primera proceden dos lascas atípicas de sílex tallado de siete centímetros de longitud, que se conservan en el Museo de Historia Natural de la Facultad de Ciencia de Sevilla, junto con un cuchillo de diorita de sección triangular de siete centímetros de longitud. En la Cueva de San Francisco, media legua al oriente de Guadalcanal, parece haberse hallado un cuchillo de sílex, trozos de vasijas y restos humanos y de animales. En el Cerro del Castillo de la hacienda de la Plata, situado al noroeste del término, entre el camino de Azuaga y el llamado Camino de la Trocha, se han recogido trozos de cerámicas de tipo análogo, uno de ellos de barro rojo, pulimentado, perteneciente al borde de un cuenco de gran diámetro y paredes delgadas. Algún fragmento pudiera llevarse a la primera Edad del Hierro, estando su superficie ornamentada con bandas horizontales alternativamente cóncavas y convexas, dibujando, por tanto, un perfil ondulado.
    La existencia de tales vestigios en el término, debe ponerse en relación con los primitivos explotadores de las riquezas mineras de la región; precisamente el hallazgo de la Cueva de San Francisco se debió a las exploraciones emprendidas como consecuencia de los indicios de mineral de cobre que existía en ella.
    Varios son los yacimientos romanos del término. Dentro de la villa el único resto que se conoce es un hermoso capitel compuesto, de mármol blanco, bastante mutilado, ahuecado por la parte superior, para servir de pila de agua bendita en la Parroquia de Santa María, a donde fue trasladado desde la desaparecida iglesia de San Sebastián, donde desempeñaba igual misión. El empleo discreto del trépano lo sitúa cronológicamente entre los siglos II y III.
    Al norte del camino de Pozo Rico, en la Suerte de Magrao, junto a la llamada Piedra Corcobada, mal supuesto vestigio de un trilito y al lado de un nacimiento de agua que allí existe, hay resto de un pequeño despoblado romano, consistentes en tegulae, ímbrices, ladrillos y fragmentos de vasijas.
    En el Cortijo de Santa Marina, a unos ocho kilómetros al norte de Guadalcanal, sobre la Cañada de Esteban Yanes, y sirviendo de abrevadero al ganado junto al pozo de la finca, hay un sarcófago de piedra de 210 x 70 x 54 cm., teniendo 35 cm. de profundidad por el interior y las paredes laterales 11 cm. De grueso; repellado con cemento, su forma es rectangular con los extremos en semicírculo. Según noticias recogidas sobre el terreno, procede de un cerro situado a poco más de medio kilómetro al oeste del caserío, donde en varias ocasiones se han encontrado sepulturas cubiertas por losas.
    En tierras del Cortijo de la Torrecilla, a ocho kilómetros al noroeste de Guadalcanal, en un pequeño altozano situado en la Era de los Comuneros, de la Suerte del Donadío, por cuyo pie pasa el regajo de este nombre, y al sureste de la carretera particular de la finca, hay restos romanos de tegulae, ladrillos, vasijas, terra sigillata y un gran trozo de firme de opus signinum, probablemente fondo de un depósito de agua.
    En el Cortijo de Monforte, situado a unos cinco kilómetros al sur y a poniente de la carretera de Cazalla de la Sierra, se encuentra un elevado cerro, en cuya cumbre hay un depósito de agua orientado por los ángulos a los puntos cardinales, de 4,80 x 3,10 y una profundidad hoy de 2,65 metros, pues el fondo está lleno de piedras; por el exterior los muros conservan una altura de 1,25 metros y su espesor es de 1,10, estando formados por un paramento exterior de mampostería de piedras y otro interior de ladrillos, siendo el núcleo de derretido. Los ángulos interiores del depósito tienen el bocel característico de las construcciones hidráulicas romanas. A unos 50 metros por debajo del depósito y en la ladera del cerro que mira al caserío del cortijo, hay resto de un muro de mampostería de piedras careadas de unos seis metros de largo por uno de altura. En otro cabezo del cerro, situado al este del que ocupa el depósito descrito, existen restos de otra muralla de análogas características, con paramentos de mampostería y núcleo de derretido, que parece formar un recinto cuadrangular del que sólo resta un ángulo y parte de los lados, y a nivel inferior otros restos de muro que, acaso rodearía el recinto superior.
    En las Tobas, a seis kilómetros al sureste, sobre el camino Real que desde la Sierra de Hamapega lleva al Hornillo, se han hallado sepulturas romanas de inhumación cubiertas por losas.
    El núcleo de Guadalcanal que actualmente conocemos, puede remontarse al a Julio del año 713, cuando árabes y bereberes se asentaron entre un valle y un alto al norte del llamado arroyo San Pedro, en su camino hacia la conquista de Emérita Augusta (Mérida), allí fundaron el campamento de “Wádi-al-Kanal” o “Wad-al-Qanal”) según autores. Actual Guadalcanal.
    Los antecedentes ciertos y contrastados por todos los historiadores, es que los ascendientes ancestrales de los actuales Guadalcanalenses, es que se asentaban a unos cinco kilómetros en varios poblados alrededor de Mons Fortis (cerro de Monforte). Los primeros antecedentes de este núcleo, datan en tono al siglo XV A. De C. Otros historiadores, como Fray Andrés de Guadalupe coinciden en su asentamiento fue fundada por el rey íbero Gerión” en 1690 antes de Cristo.
    Estos asentamientos en Monforte, seguramente fueron desarrollados y habitados por pueblos como los túrdulos,
    El periodista Andrés Rubio, también habitual de esta revista, nos cuenta a través de su obra ilustrada sobre la historia de Guadalcanal que “algunas crónicas cuentan que Guadalcanal fue fundada por el rey íbero Gerión” en 1690 antes de Cristo. Por lo que se ha podido investigar, se trataría de una leyenda de origen griego, aunque Fray Andrés de Guadalupe lo afirma en sus escritos como si fuera un hecho real. En los mapas y descripciones geográficas de los adelantados romanos – como el famoso Plinio el Viejo, Ptolomeo o Estrabón – se marcan las principales poblaciones que surgen a lo largo de la vía que conectaba Astigi (hoy Écija, ciudad fundada junto a una población turdetana) con Emérita Augusta (Mérida) y en ellas destacan pueblos bien conocidos como Regina (Reina) o Constancia Iulia (Constantina), pero no consta que aparezca ningún asentamiento de envergadura en lo que hoy es Guadalcanal. Esto no significa que no hubiera un pueblo de dimensiones similares a las que tiene hoy día nuestro municipio, pero no estaba donde está hoy, sino cinco kilómetros más al sur en el Cerro de Monforte.

Hemerotecas

sábado, 13 de septiembre de 2025

CARTA DE PASCUAS (1726)

CARTA DE PASCUAS QUE DESDE GUADALCANAL ESCRIBE UN BARBERO A DON PEDRO DEL PARRAL, VECINO DE MADRID, DICIÉNDOLE LO MAL QUE LE HA PARECIDO LOS PAPELOTES DEL RDMO. PADRE FEIJOO, DE TORRES, DE AQUENZA, DE MARTÍNEZ, DE RIVERA, y DEL MÚSICO.

 

    Introducción. -  Hace algún tiempo me encontraba, investigando en la Biblioteca Nacional de Madrid, y casualmente descubrí unos documentos que, en forma de cartas escritas a distintos destinatarios, hablaban de asuntos relacionados con Sevilla y su provincia. Entre esas cartas había una muy interesante -e incluso graciosa por su contenido- escrita en Guadalcanal en diciembre de 1726, en la cual un barbero de esta localidad cuyo nombre desconozco por el momento, aunque me propongo investigarlo- escribe a un amigo suyo de Madrid para manifestarle sus opiniones sobre ciertos “papelotes" y referirse de paso a sus relaciones con su difunta esposa, teñidas con una especie de amor/odio. Sorprende de este documento la frescura de sus expresiones y la filosofía crítica y moralizante que de él se desprende; para configurar a su autor como un erudito que en el siglo XVIII ejerce la crítica literaria desde una población como Guadalcanal, supuestamente considerada hasta ahora como ajena de los mentideros cultos de la época y que, por mediación de este barbero se nos revela como un foco de cultura en el cual participan el cura y posiblemente otros nativos o forasteros llegados al lugar, según parecen indicar las alusiones a libreros, autores o impresores, o a que "todo perro cristiano saca su papelote" para leerlo, quizás, en alguna también supuestamente tertulia literaria que el barbero-autor celebraría con sus amigos en el mismo Guadalcanal, aunque esto no podamos asegurarlo con certeza y sólo sean pistas para una posible investigación posterior.

            El azar ha querido que hablando un día en Sevilla de mi hallazgo con el poeta Andrés Mirón, me propusiera éste la publicación de dicha carta en una revista promovida por el Ayuntamiento de Guadalcanal, y dada la amistad y admiración que siento por Mirón, he accedido gustoso a su propuesta, pensando en dar a conocer la carta encontrada en Madrid a los actuales habitantes de la antigua Sisip (o a divulgarla si por alguien fuera ya conocida), pues tengo la intención de incluirla en un futuro libro, en el cual podrían responderse (si los hados nos son propicios y encontramos editor) algunas de las preguntas que cualquier lector atento de este documento puede plantearse, no sólo en lo referente a los nombres que en él se mencionan, sino también en cómo era la vida en Guadalcanal en el año 1726, para que pudieran desarrollarse las inquietudes culturales y críticas de nuestro desconocido barbero-autor.

            En la transcripción del original y con el fin de facilitar su lectura, me he tomado la licencia de actualizar algunos arcaísmos lingüísticos y de suprimir o añadir algunas comas y puntos, conservando en lo demás el texto su integridad:

 

RAFAEL RAYA RASERO,

Sevilla, mayo 1990.

Amigo don Pedro. Aunque en este país no me falta en que divertir mi pobre imaginación, con la máquina de estas Minas, y fatiga de mis barbarismos lances, pues le aseguro a vuesa merced que el día que tuve ayer no quisiera que nadie de mis amigos lo pasara, pues en menos de dos horas, sajé a tres enfermos ventosas, sangré a cuatro, y lo que más es, que a mi mujer se la llevó Dios de un sincopado accidente le duró tres horas y tres cuartos y medio, y le durará para sécula seculorum. Sea Dios bendito y alabado, que gracias le debo dar por haberme concedido una de las muchas cosas que le he pedido, que es enviudar. En fin, amigo don Pedro, a vuesa merced estimo tanto como a mí mismo, pues apenas me halo en tan triste lance, cuando lama a mi puerta un mozo, con su coletazo, con más mugre que un aceitero, con una carta de vuesa merced y un envoltorio de papeles. Veo su carta, y en ela me dice me remite varios papelotes de diversión que han escrito, y ruedan en Madrid, contra un Crítico Padre, o Padre para mortificarse y el barbero para afeitar. ¿No digo en esto bien, amigo don Pedro? Pero también siento mucho el enjambre de desatinos, que han ido emballestando unos contra otros, y muchos contra ese Critico. Válgate Dios por Critico, y el ruido que has metido con tus critiqueces. Parecen conjurados contra ti todos los batallones de la muerte, pues harto trabajo te mando. Preguntó un discreto en la Corte, cuando estaba el Señor Don Carlos Segundo a lo último de su vida, qué ¿cuántos médicos le asistían? y dijo un criado de Palacio: Señor, siete le asisten. Harto trabajo le mando -dijo el Cabalero- si escapa de entre siete pecados mortales, que mientras más peones entran en una viña, más presto la acaban. Harto trabajo le mando yo al Critico, si se escapa de tanto enemigo de la salud. Dios me libre de hombres que desean que los otros no tengan vida: el diablo le tentó al Padre meterse a Critico.

Pero, señor don Pedro, lo que más me admira es que un médico como Aquenza, con cien años a cuestas, cuando había de tratar de rezar solo, y arrepentirse del dinero mal levado en sus muy caras visitas, pues a título de Cámara del Rey no hay dinero para pagarle, pues a doblón serian como los sermones- sus visitas, se meta ahora a reparitos, y repliquitas. Deje a cada uno con su tema; y pues está ya más para morir, que, para otra cosa, trate de rumiar santos, oír misas, encomendarse a Dios, comer bien, y beber mejor, y dejar correr las cosas, que quien no ha de enmendar el mundo, déjele como está, y ya que escribe, gastara el tiempo en algún Tratadillo en romance, porque el de Sanguinis, que escribió en latín, para mi es lo mismo que si escribiera en griego. Déjese ya el doctor Aquenza de repuestitas, que ya no está para eso quien está más para morir, que para escribir, tome su coche, pues no le cuesta nada, paséese, y orille, que le tendrá más cuenta que oír disparates como los que dice el Médico de Sevilla, a quien yo, si le cogiera, diera con una piña verde; porque no anduviera en cuentecitos, que a un hombre como el doctor Aquenza no es razón se le digan tales dicterios, como los que él ha encajado en medio pliego de papel, lleno de disparates.

            Mediquillo debe de ser principiante, quien tanta envidia arroja en tan poco papel, con sus palos, y más palos. No es nuevo entre la maldita turba de matadores de cristianos, o médicos, que es lo mismo, andar en quimeras. Ya se acordará vuesa merced, señor don Pedro, diez años ha, los librotes que salieron unos contra otros, de Crítico, o Crítico Teatro, que para mí lo mismo es al derecho que al revés. En suma, que están siendo objeto de mi diversión en ocasión tan propicia. Cierto, amigo don Pedro, que no me harán daño los papelotes, y por ellos doy repetidas gracias a vuesa merced, y halándonos cerca de las pascuas, tan celebradas entre los católicos, del Nacimiento, debo anunciárselas a vuesa merced ahora, porque no se me olviden después, que yo no escribo cartas a nadie, sin que sea respuesta de alguna o acompañada con algo. Y pues vuesa merced vino con los papelillos, diré lo que siento de ellos, aunque no entiendo mucha Teología, pero mal dije si supiera yo escribir y contar como entiendo Teología. En fin, amigo don Pedro, en este mundo todo pasa y habiendo pasado y repasado algunos de los papelotes seis o siete veces, leve el diablo si me acuerdo de una palabra de ellos: si solo me recuerdo que uno de ellos habla también de una burra que fue Balaán, célebre burra debió de ser. Yo me alegrara ser como ela. Todos estos papeles, según mi gran capacidad, me parece que son sobre el Teatro Crítico. Válgame Dios lo que se ve en estos siglos. Si mi abuelo viviera, y viera lo que ahora pasa, sin duda o se volviera a morir, o de cólera reventara, porque fue muy devoto de San Benito, que en Toledo les trajo a cuestas más de seis años. Pero, señor d. Pedro, lo que a mí me desquicia el entendimiento es el ver que un religioso grave, que me dice vuesa merced lo es el Padre del Crítico Teatro, se meta a médico, a astrólogo, a músico, a letrado, y a otras muchas cosas, que no son de su profesión. Deje el Padre el mundo como está, que lo mismo hago yo y hacen otros. Hubiera escrito un librazo de Teología Moral, o de Sermones, u otra materia, que a lo menos si no hubiera sacado de ganancia cuatro doblones no me hubiera malquistado con tanta diversidad de clases, que, aunque yo no tengo que sentir (pues con el cónclave Barberato no parece se mete) me da mucho enfado que un hombre de cerquillo y cogulla ande rodando por estas calles, estrados y palacios, y lo cierto es que se le puede decir lo que el vizcaíno a la liebre: Más te valiera estar duermes. Déjese el Padre de crítico, que eso fue bueno para Gracián, y no para otro. Y si no, vuelva los ojos al Librazo del padre Cabrera, de su Crisis Política, y verá el despacho que tiene en las confiterías de esa Corte. Los que se destinan para místicos y moralistas, no son buenos para críticos, cada uno para lo que fue destinado: el soldado para la guerra, el labrador para cultivar, el señor para mandar, el religioso Corral, de Boix, y de Díaz, uno con agravios, otro con desagravios, otro con vindicaciones, y otros defendidos, que todos paran en pasto de polilas en las tiendas, o entre girapliega en las boticas. ¿Qué quiere decir toda esta máquina? que no hay más maldita Facultad que la de esta farándula, que con lo que yerran matan, y con lo que aciertan quitan la vida. Dios me libre de gente que matando viven, y no mueren matando. También se acordará vuesa merced, señor don Pedro, dos años ha, de otra cuestión de otros dos matasanos, uno Navarro soberbio, y otro Vallenato, apacible escéptico, que, sobre la clientela médica, maldita sea su alma, que en la librería de la calle Atocha me costó diez reales, que maldita la palabra yo la entiendo, y ahora la diera por tres reales para una misa a mi mujer. Dios la haya perdonado, amén. Digo, amigo, que ya se acordará, que estos dos anduvieron a palos en la calle de Barrio Nuevo. Si yo fuera Presidente de Castilla, entonces los hubiera desterrado de esa Corte para siempre, que no tienen vergüenza de que se diga que dos médicos anduvieron a palos; y esto sería porque ni uno ni otro tuvieron habilidad para manejar los monda dientes. Ya se sabe, amigo don Pedro, que esta clase de gente no hieren con armas, que matan con plumas. Yo me abolo el seso de contemplar las quimeras, desvergüenzas, y disparates, que entre estos faramalleros ha habido, hay, y habrá: quien malas mañas ha. En fin, amigo mío, buen provecho les haga, San Antón se la bendiga, que ni vuesa merced ni yo de eso no entendemos, y sólo acá con nuestras Porradas Berberinas lo pasamos como Corregidores. Pero, mi muy caro amigo don Pedro, reparo que entre los papelotes halo uno de Rivera, el salamanquino; y cierto que tiene sus rasgos claustrales: él parla bien, no se le quedó el pico en Salamanca, y habla de manera que todos le entendemos, él no es tonto, y dice lo que yo dijera, escribamos de suerte que sea para todos, y corra la mosca fresca, como en Tabla Carnicera. Él hace bien, pero podía dejarse también de puntillos críticos, que nació tarde para aderezar el mundo. Pero reparo en el Crítico la inmensidad de cosas que trata en un solo libro: ya veo, don Pedro, que caben muchas letras en uno sólo, que como yo solo trato con mi Porrillas, se me hacen grandes los demás. Este Crítico todo lo ha escudriñado; a cuezo de albañil me parece, que en entrando en una casa, todo lo embadurna. 0 me parece mejor al cajón de sastre, que teniendo en si diversos retales juntos, de ninguno hay pieza, ni hoja de calzones, ni mangas. En fin, son los hombres, que todo pican como el gorrión. Pero volvamos, amigo don Pedro, a mi buen Rivera. No fuera mejor que estudiara, mientras escribía cien frialdades, que ha arrojado de sí sobre cuatro pliegos que no sirven más que de cebo a los golosos, o curiosos, que es lo mismo. Climatérico me parece este año de 26, pero más lo fuera el 27, que yo con número de no tengo poca fe; y cuando lega un tabardillero al sexto, si pudiera le diera yo la Santa Unción, de miedo no se me fuera sin Sacramentos. Si, amigo mío, estos hombres quieren descalabrarle con tinta, y papel, y para nadie es esto mejor que para impresores y libreros, que, a lo menos, si no ganan, no pierden nada. En suma, gente que cuando entra en las casas de cotidiano es perniciosa: Dios, por su infinita bondad, me libre de ela. Amén.

Segundo reparo se me ofrece, amigo don Pedro, o tercero, que para mí lo mismo es por delante que por detrás; y es que también nuestro don Martínez entra con sus repulidlos términos y acicalados vocablos, defendiendo al Crítico, y ofendiendo al astrólogo, que no lo es fingido; pues voto años, amigo, que todo cuanto ha dicho este año de 26, en su calendario, he observado yo en estos países. No me parece bien que este Martínez, con sus quijadas de cangrejo, gane dinero y le pierda aun el tiempo. Halagar a uno, por morder al otro, es propiedad de culebra, que lo ejecuta a un tiempo. Cuide el doctor Martín (mal nombre este, ello a duende me huele) cuide, digo, de su Teatro Anatómico, y déjele al Crítico, que lo primero le ha dado de comer, y lo segundo ni aun de cenar; ya fe que limpie de la centinela, le ha de sudar el rabo, que el Navarrillo lo puso para pelar, según me ha dicho el cura de este lugar, que yo leve el diablo palabra entiendo de ela. Amigo mío, cada cual, a su negocio, a obrar bien, que Dios es Dios, así he oído decir lo dice San Agustín, no porque yo lo he visto, pero me acuerdo de lo que me decía mi abuela: Hijo, cuando oyeres cosa que haya dicho algún santo, ten cuidado, pues te acreditas en referirlo de discreto, de leído, y no de necio. Yo, amigo, y querido de mi alma, ni soy lo uno, ni lo otro, pues sólo soy lo que vuesa merced quisiere, y así le suplico tenga paciencia conmigo, que como estoy con el grande sentimiento de la prenda más amada que tenía, que ya por justos juicios de Dios, la levó, ojalá lo hubiera hecho dos años ha, que estuve casado con ela. Le aseguro me sirve de gran gusto el dilatarme en la conversación con vuesa merced, o en la carta, que es lo mismo. Ya habrá usted reparado, amigo, como se explica el astrólogo salamanquín: Es un demonio en el modo de decir tan sutil. El pardiez, amigo, que al Padre le dice bravas cosas, y a mí me han parecido bien: Y aquel reparillo de que contra un Padre no hay razón, estuviera mejor si dijera: contra un fraile no hay razón, que para mí es lo mismo fraile, que diablo. ¿Pero a este Torres quién le mete con frailes, ni con médicos? Trate de componer su Piscator, que se lega ya el tiempo, prevéngale buenas alforjas, hágale buenas mantillas, que el frío es, y será terrible: repase sus discípulos en su Cátedra, y déjese de posdatas, que es lo mismo que cosas postreras. Ya veo, que me dirá vuesa merced que como ha caído en gracia (como las cosas extranjeras a los españoles) sus escritos, que hasta las Madamas gustan de oír sus dichánganos, que con estos papelillos él no pierde nada, pues, aunque sea una friolera, en sonando Torres, corre que rabia, y al mismo paso la moneda. Buen tiempo, amigo don Pedro, que todo perro cristiano saca su papelote, se divierte la curiosidad, comen los autores, cenan los libreros, y almuerzan los impresores, y a mí me sucede lo mismo. Acuérdome, amigo don Pedro, haber visto otro papelón que laman Glosas, y de paso digo que en los días de mi vida vi Glosas más disparadas, mejor las había de hacer el sacristán de este lugar, aunque no sabe ayudar a misa. Yo me ralo las tripas, y me riego el estómago en considerar que haya hombres que se pongan a escribir tan amontonados de latinos. Pero, amigo, es verdad que el mundo de todo se compone, y es preciso haya de todo, es infinito el número de necios. Pues el Músico, con sus Arres, o Arias, que para todo es a un precio, tal arrear como el hombre arrea en diez pliegos y medio de imprenta. No he visto en mi vida, amigo, que quiere decir Aria, o Arri, que yo sólo entiendo es andar a prisa; pues vemos que cuando va alguno tras de un jumento, poco menos que él, todo es: arre, arre, arre: Reventarás arriando, le dijera yo al jumento, o al músico, que para mí lo mismo es correr que andar de prisa. El dichoso músico debía de estar despacio cuando tuvo lugar para cuatro arias, o recitados, encajar diez pliegos, que juro a Cristo que puede ir a la bruja de su abuela, que los lea, si está despacio, que yo, el demonio cargue conmigo, y con él, si lo leyere. ¿Pues qué diremos, amigo don Pedro del Aquenza Fingido, y el verdadero? Debe ser demonio este hombre, que finge, y hace verídico a un tiempo. Yo, si le conociera, léveme Dios, si antes de hablarle no sacara el rosario. Dios me libre de persona que de uno hace dos, semejantes que esto lo que suelen decir: hará de un diablo dos por apocarlos: mejor dijera yo por aumentarlos; no quiero nada con tal hombre. Pues no digo nada de don Martínez y su rocín; yo me alegrara que ahora nos vinieran otro Sancho Panza con Don Quijote, aunque aquí faltara Doña Dulcinea, sino que pongamos en su lugar al Crítico, siquiera por lo que tiene de faldas. Y a fe, amigo mío, que, si ha de montar en su rocín, el amigo, bien puede transformarse en duende, que otra suerte dudo alcancen sus gatillos, aunque me han dicho es ligero. Y siendo de la calidad del pescado su contextura, echándole en buena porción de agua, subirá, que amigo don Pedro el Torres creo es bien grande, que según me acuerdo en el Sacudimiento de Mentecantos dice tiene dos varas y cuarta de largo, de marca es el rocín, bien vale lo que pesa; y más cuando creo no ha cerrado, ni don Duende tampoco. Bien se echa de ver que no han cerrado las moleras hombres que andan como los niños, unas veces a coz y bocados, otras a palos, y otras a papelazos. Halo, amigo don Pedro, por remate de espinazo, entre los papelotes el de don Matilde, tan frío como él mismo, pues al cabo de cien años que Torres escribió el Viaje Fantástico y otros ciento que le vino el correo con las seis cartas del otro mundo, sale esto otro meaquedito, con su Paracelso, o Paracelsa, con seis docenas de patochadas, sin sustancia. Sin duda fue preñado y no parió de todo tiempo, que, si Torres le coge en una velada, lo dará mil vueltas y lo pondrá a parir de nuevo, de éste, diré yo, que lo ha pensado mucho, y es propio de borricos. Amigo muy amado, a cada loco dejarle con su tema, y más que se desmochen, que yo de toda esta turba multa solo debo decir que algunos estarán, con la subida de moneda, estrechos de cuartos, ya título de discretos, y peliagudos, como conejos, han querido recoger cuartos para gastarlos esta pascua. Buena fe la de Dios, que no les tengo envidia, que yo con mis Minas lo pasaré mejor que ellos con sus papelazos. Y sólo me queda el escozor de que se sufra en esa Corte, que un galenista traiga bastón, como si fuera militar de guerra, que de traje todos los somos. Es verdad que más matan ellos con paz, que los soldados en la guerra, y son enemigos declarados de las vidas. Pues otra cosa más se consiente que es anden declarados de las vidas. Pues otra Cosa más se consiente que anden en coche, habiendo muchísimos que le debían arrastrar. Vuesa merced no se fíe de ninguno de ellos, mire que el que más santo parece, diezma. Y, sobre todo, amigo, dejar cada uno para lo que es. Vuesa merced cuide de su pucherito, poca fruta, buen trinquiforti, y malos años para medicastrones, que curen sus mulas para que tiren lo que ellos debían tirar, y mire vuesa merced que esto se lo aconseja un tonto que le estima, y desea que Nuestro Señor le guarde muchos años.

Guadalcanal, y diciembre 12, de 1726.

RAFAEL RAYA RASERO.

Revista de feria 1990

sábado, 6 de septiembre de 2025

LA EPÍSTOLA DE EMILIO ARRIETA

ADELARDO LOPEZ DE AYALA

(Guadalcanal 1828- Madrid 1879)

“Ya no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada...”
Adelardo López de Ayala.

    
    La Epístola a Emilio Arrieta de este poeta sevillano figura entre “Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana”, escogidas por Menéndez Pelayo, entre lo mejor de la literatura española antigua y moderna, pero son muy pocos los que se interesan por los versos de López de Ayala.
    El nombre de Adelardo López de Ayala figura entre los importantes nombres de autores que se hicieron famosos en el teatro durante la segunda mitad del siglo XIX, imprimiendo a aquél una tendencia en que el recuerdo del moribundo teatro romántico se mezcla con una especie de realismo y con otros influjos de toda clase. Ayala fue aplaudidísimo en su obra Consuelo (1878) que se hizo popular, durando esa popularidad largos años, por lo sentimental de la obra, por su bella forma, por sus cualidades de fina observación que el público sentía realmente. La protagonista abandona un amor sincero, pero pobre, a cambio de otro capaz de satisfacer sus ansias de lujo: dejada por su marido y despreciada por su antiguo amador, la vida sentimental de Consuelo concluye:
“cercada de ostentación,
alma muerta, vida loca,
con la sonrisa en la boca
y el hielo en el corazón”.

    El manifiesto de Cádiz, 19 de septiembre de 1868, (que terminaba con la famosa frase “Viva España con honra”) presentando al país los acontecimientos de aquella revolución llamada Gloriosa, lo escribe Adelardo López de Ayala. Para agradecerle sus servicios la septembrina hace a López de Ayala ministro de Ultramar.

    Adelardo López de Ayala y Herrera nace en Guadalcanal, provincia de Sevilla, el 1 de mayo de 1828. Siete años antes que Bécquer. Hasta los veinte años pasa su vida en Guadalcanal, en Sevilla y Villagarcía (Badajoz). A los catorce años comienza en Sevilla sus estudios en Leyes, pero los abandona. Se traslada a Madrid en 1849 con la idea de estrenar su primera obra dramática Un hombre de Estado, acerca de la figura de Rodrigo Calderón, favorito de Felipe III, que una vez corregida se estrena en el Teatro Español en 1851.
    Alternó su vocación literaria con la política y fue elegido diputado por Mérida (1858), por Castuera (1863), por Madrid (1863) y por Badajoz (1871). Fue ministro de Ultramar con los gobiernos revolucionarios, con Amadeo de Saboya y con Alfonso XII (en la órbita del conservador Cánovas), Presidente del Congreso en 1878, y antes de su muerte se le ofreció ser Primer Ministro. Adelardo López de Ayala muere en Madrid el 30 de enero de 1879.
    En su tiempo estuvo considerado como un gran orador, y fue, sin duda, uno de los más importantes autores teatrales de su época. Con él alcanzó su más alto rango la llamada alta comedia, típica del teatro realista, que no estuvo exento de algunos caracteres románticos, entre ellos el efectismo y tono pasional.
    El propio López de Ayala empezó haciendo teatro romántico más o menos adulterado, Un hombre de Estado (1851), Los dos Guzmanes (1851) y Rioja (1854); pero mayor importancia tiene su teatro realista, El tejado de vidrio (1856), El tanto por ciento (1861), El nuevo don Juan (1863) y Consuelo (1878), tal vez, su mejor obra. Ayala refleja la sociedad de la época, centrándose sobre todo en la burguesía, de la que toma argumentos y personajes; su carácter escasamente romántico y el cuidado en la construcción de sus obras supone un avance hacia el teatro moderno.
    Su novela Gustavo fue prohibida por la censura en 1852. Los poetas realistas, al renunciar en gran modo a la fantasía y a la evocación no sólo se apartan de los motivos medievales y caballerescos o no retornan al mundo mitológico, sino que también se apartan de lo sobrenatural cristiano que alentaba en la poesía romántica. Durante el periodo realista, la amargura y el desengaño romántico no llevan a la desesperación o al suicidio: se resuelven en una irónica y filosófica sonrisa. Para los poetas realistas, el mundo es tal como se muestra y así hay que aceptarlo.
Todavía guardo en mi memoria unos versos de López de Ayala que aprendí en la adolescencia:
“Brote la clara luz del desengaño
iluminando mi razón dormida.
Para vivir me basta un año”.

Francisco Arias Solís
La Comunidad