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sábado, 28 de septiembre de 2024

... Y TENDRÁS EL CIELO DE GUADALCANAL

Manuel Machado, Poeta

            Anualmente se celebra en Teruel, ciudad dende vivo La Semana Cultural sobre el Modernismo y la Generación de 98, curioseando en la exposición de libros encontré un viejo libro de la Editorial Azteca de México titulado “Manuel Machado de la Generación del 98 al Modernismo”, en este libro encontré en el capítulo dedicado a su obra Ars Moriendi (Arte de Morir), en el apartado Sevilla y otros poemas de 1918, en el que sin título comienza un párrafo de un poema inacabado dedicado a Guadalcanal:

Mezcla de plata y gloria,
risa, azul y sal…
y tendrás el cielo de Guadalcanal.

             Me puse en contacto con un amigo que trabaja en el Centro de Estudios Turolenses y solicité permiso para indagar en los archivos de ésta fundación, una vez concedido me puse manos a la obra con dos objetivos claros, encontrar toda la información sobre este principio de poema y la relación del otro Machado con Guadalcanal, la bibliografía de Manuel Machado es muy extensa y algo distinta a mis ideas, pero a la vez, admito que a mi edad la poesía no se debe juzgar por ideas políticas, simplemente hay escritores y tendencias respetables, compartidas o no.

            Las pesquisas fueron decepcionantes, al menos creo que para mí, consulté libros, Obras Completas tan prestigiosas como las editadas por Mundo Latino o las de Editorial Plenitud, La Generación del 98 de Pedro Laín Entralgo, Alma, Ars Moriendi del profesor Pedro del Barco, y varios más, revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, El Modernismo, Poesía Hispánica, La Farsa, El Castellano, El lunes del Imperial, Cosmópolis y otras, en la mayoría de estos libros y revistas no aparece ninguna acotación del poema o simplemente aparece con sus tres líneas.

            Lo curioso es que, dentro de su obra del arte de morir, Manuel Machado apela a describir la belleza de paisajes como Finisterre, Regreso o el dedicado a Guadalcanal, escapando de su mente atormentada aparando en el alma y la muerte y refugiándose en la geografía paterna y materna de Galicia y Andalucía.

            Nada, efectivamente en las publicaciones citadas aparece como un poema inacabado, pero curiosamente en una edición Mundo Latino de 1.929, dice en su comentario final que en esta obra desaparecen algunos poemas, entre ellos, después de ”Sevilla” , el que, sin título comienza por Mezcla de título plata y gloría…”, pero en una edición anterior de la misma publicación, en un capítulo en el que comenta que Manuel Machado “recurre a la pintura en su obra Ars Moriendi” y se refugia en el paisaje, aparecen poesías nostálgicas y hermosas como Finisterre, Sevilla y Guadalcanal, y aquí me llevo la sorpresa que aparece bajo el título “poema inacabado de Guadalcanal”, una “versión” distinta:

Mezcla de plata y gloria,
risa, azul y cal,
y tendrás el cielo de Guadalcanal.

             Puede que sea un error tipográfico, pero a mí, particularmente me cuadra más cal que sal, ya que nuestro pueblo es de interior y con minas de plata y no de sal, igualmente se caracteriza por la cal que adereza las paredes de sus casas y hacen blancas y hermosas nuestras plazas y calles, y tal vez por esas calles paseara alguna vez el otro Machado y se enamorara de nuestro pueblo, aun pensando que un poeta no tiene que haber estado en un lugar para describir su hermosura.

            Mis deducciones me hacen pensar que “Guadalcanal” no es un poema inacabado como se induce de varias publicaciones consultadas, simplemente, el poeta seleccionó las palabras justas para describir la belleza de nuestro pueblo.

            ¿Y por qué no pudo estar el poeta en Guadalcanal?, por una parte, su padre, Antonio Machado Álvarez (Demófilo), era íntimo amigo y colaborador en los estudios folklorista de nuestro paisano Juan Antonio Torre Salvador (Micrófilo), y por otra, es sabido que, siendo muy niño, apenas contaba 9 años, su familia abandonó Sevilla y se instaló en Madrid, pero en 1896 su familia le envió nuevamente a Sevilla durante un tiempo, para alejarlo de un lío de faldas y la vida bohemia.

            Durante esa época, combinó sus estudios de filosofía en Sevilla bajo la supervisión y tutela de su tío materno Rafael Ruiz, con su vida de juergas y borrachera, las crónicas dicen que se dedicó a viajar por gran parte de Andalucía e incluso se le sitúa en un ateneo literario en Constantina, en alguna tertulia literaria, taurina o flamenca, así que yo pienso que perfectamente en esa, o en otra época pudo visitar Guadalcanal, y por qué no, visitar a Micrófilo en la calle Guaditoca, amigo de la familia y enfermo ya por aquellas fechas.

Hemerotecas 

sábado, 21 de septiembre de 2024

Guadalcanal Monumental 2

La Capilla de San Vicente Ferrer de Guadalcanal y la antigua Hermandad del Rosario de la Aurora

           La Iglesia de San Vicente.- Edificio barroco cuya planta tiene forma de Cruz Latina, de una nave cubierta por bóveda de medio cañón con lunetas y cúpula en el crucero, pr su construcción y portada, parece obra del siglo XVIII, en ella se encontraba una imagen de San José, obra dl insigne escultor Juan de Mesa. Desde hace muchos años, este edificio, en manos particulares ha tenido múltiples funciones ajenas al culto, actualmente es una cafetería.

    La antigua capilla de San Vicente, destinada hoy a usos bien distintos de su función religiosa ordinaria, es uno de los monumentos de Guadalcanal de más desconocida historia, vacío que queremos llenar aportando una serie de noticias históricas ciertamente dispersas y aisladas, pero evocadoras de su origen, sus vicisitudes y su desaparecido patrimonio artístico, todo ello bajo el denominador común del culto del Santo Rosario, añeja y olvidada devoción de otros siglos en la localidad.
    Esta devoción, propagada por la Orden Dominicana desde la Baja Edad Media, se consolida en el siglo XVI gracias a la institución en 1573, por el Papa Pío V, de la festividad de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria de Lepanto (7 de octubre de 1571) y alcanza su mayor auge durante los siglos XVII y XVIII gracias a los numerosos Rosarios públicos que se crearon entonces, especialmente en Sevilla y su archidiócesis. En efecto la religiosidad popular adquiere en Sevilla auténtica naturaleza en torno a la segunda mitad del siglo XVII, fenómeno en el que jugó importante papel las misiones cuaresmales pro­movidas por las autoridades eclesiásticas, en las que el rezo del Santo Rosario, como devoción a la vez individual y comunitario, es fomentado por los propios misioneros. De esta forma, el Rosario se convierte en signo visible y tangible de la presencia de Dios y en un auténtico medio de salvación, por lo que esta práctica piadosa se constituye en paradigma de la religiosidad popular (1). Tras el falleci­miento en olor de santidad del dominico Fray Pedro de Ulloa (1690), se genera todo un movimiento fundacional de congregaciones de marcado carácter peni­tencial y de culto interno en relación con esta devoción del Santo Rosario. Así se inició una auténtica explosión que se expandió por las diversas parroquias, iglesias y conventos en un cortísimo espacio de tiempo (2).
    En el caso de Guadalcanal, los orígenes de la Hermandad del Rosario nos son conocidos gracias a unas notas históricas elaboradas por Don Antonio Muñoz Torrado e insertas en el expediente incoado en 1925 por el Arzobispado de Sevilla sobre la venta de la ermita de San Vicente (3). Según nos relata Muñoz Torrado, las reglas de la Hermandad del Rosario de Guadalcanal fueron aprobadas el 8 de octubre de 1691 por el Prior del convento Santo Domingo de Llerena, dada la pertenencia de la localidad durante aquella época y hasta fines del siglo XIX en lo eclesiástico a la antigua Provincia de León de la Orden de Santiago. Por ello los vínculos con la citada localidad pacense, donde residían las autoridades religiosas de dicha Provincia de León, eran estrechos, no debiendo extrañar que los dominicos del convento Llerenense, como el más cercano a Guadalcanal, se encargasen de fomentar en la localidad la devoción al Rosario mediante predi­caciones y la fundación de una hermandad de esta advocación mariana.
    A principios del siglo XVIII y como nos sigue contando Muñoz Torrado, la Hermandad, instalada desde su origen en la parroquia de Santa María, entró en decadencia, de la que salió gracias al impulso del Venerable Simón el Ermitaño, muerto en 1711 y al que se debió la edificación de la capilla de la que tratamos, dedicada a San Vicente Ferrer -y no a su homónimo mártir-, santo dominico valenciano (1350-1419) famoso por sus fervorosas y multitudinarias misiones. El Venerable Simón, que vivía retirado en la ermita de San Benito, consiguió enfervorizar de nuevo a los cofrades y devotos del Rosario mediante la salida procesional por las calles de la localidad al amanecer. Y para tener un templo propio donde celebrar sus cultos, poco después de su muerte la Hermandad del Rosario de la Aurora comenzó a labrar el templo de San Vicente, que vino finalizarse en 1739. Ya a fines de siglo, el 1 de enero de 1792, la cofradía aprobar nuevas Reglas.
    A lo largo del siglo XIX la cofradía permanece activa en San Vicente, aunque sufriendo diferente altibajos y vicisitudes. En los primeros años de dicha centuria ocurrió un curioso episodio relacionado con esta iglesia, que igualmente nos es relatado por Muñoz Torrado:
    Por los años de 1818 vino a Guadalcanal a residir una ilustre dama que ocupó cargo en la corte, cerca de la Reina. Presentóse un día festivo en Santa Maria; a la hora de la Misa Mayor, con traje poco honesto. Pasaba el tiempo y los fieles se impacientaban, acercándose alguno a la Sacristía para preguntar la causa de la no celebrarse la Misa. Era Vicario D. Paulino de Caro, Caballero Santiaguista Vicario y Juez Eclesiástico de la villa, y salió al altar y dijo que no saldría la Misa hasta que no se retirara aquella Señora que no vestía conforme a la honestidad. Salió la Señora del templo humillada en su soberbia, y retiróse a su casa. Desde aquel día vistió honesta y humildemente, y asistía todos los días a Misa en la iglesia de San Vicente, y obtuvo privilegio del Obispo Prior (de Llerena) para que hubiese Reservado allí. Su cadáver recibió sepultura en el centro del crucero.
    Dicha señora era Doña Rosa Maffeito, fallecida en 1838. Su hija, Doña Ana Espinosa de los Monteros y Morales, esposa de Don Leandro López y Ayala, ambos vecinos de Guadalcanal, consiguieron en 1851 autorización eclesiástica para que en la ermita de San Vicente se establece el sagrario donde rendir continuo culto al Santísimo (4). El 22 de enero de dicho año dicho matrimonio se dirigía por escrito al Gobernador Eclesiástico del Priorato de San Marcos de León ofrecién­dose a mantener el culto eucarístico en dicho recinto sagrado. Tres días más tarde el citado Gobernador Eclesiástico pidió informes sobre el asunto al Párroco de Santa María de la Asunción, quien el siguiente día 27 contestó en sentido positivo a la propuesta de dichos señores, "pues además de ser bastante crecido el número de cofrades y devotos del Santo Rosario de la Aurora, sito en dicha ermita, y de concurrir diariamente a sacar por las calles y hora de la madrugada el Santo Rosario, se celebran en dicha ermita funciones de iglesia y misas rezadas en todos los días del año, a las que concurren muchos fieles, lo mismo que a recibir el Sacramento de la Penitencia, particularmente en la Cuaresma". El 1 de febrero siguiente dicho Gobernador pidió a los solicitantes que otorgasen, ante notario, escritura de obligación de sus bienes, por lo cual se comprometen al manteni­miento del culto eucarístico en San Vicente, que, en efecto, fue otorgada el 6 del propio mes ante el escribano Antonio José Calleja, siendo testigos Dionisio Palacios, Juan Pérez y Narciso Calleja. Los bienes con que se garantizaba el cumplimiento de los devotos propósitos de Don Leandro y Doña Ana eran sus casas en la calle Valencia, "que lindan a mano derecha entrando en ellas con huerto de casas de Doña Joaquina Sánchez y por la izquierda y espaldas con el mismo huerto (...)” y la finca "La Jayona". Finalmente, el 3 de marzo siguiente el Doctor Don Genaro de Alday, Provisor del Obispado Priorato de San Marcos de León, concedió su permiso para que se estableciese sagrario con Sacramento perpetuo en San Vicente, encomendando su inspección al Párroco de Santa María, corriendo a cargo del matrimonio López de Ayala y de sus sucesores el man­tenimiento de la lámpara que habría de iluminar al Santísimo, de los vasos sagrados y de otros enseres del culto.
    Ya en 1855 el Ayuntamiento de Guadalcanal había solicitado a las autoridades eclesiásticas de la Orden de Santiago la cesión de las ermitas de San Vicente y de los Milagros para instalar en ellas las Casas Consistoriales y escuelas (5), lo que parece que no se llevó a cabo, aunque una década después, con motivo de la Revolución de septiembre de 1868, el templo fue incautado por la Junta Revolucionaria que tomó el poder en la localidad, siendo desmontados los retablos y pulpitos, todavía sin instalar cuando en 1874 es devuelta la capilla (6). Al año siguiente de 1875 el templo estaba ya restaurándose y se preveía su pronta apertura al culto, para la cual el 10 de abril de dicho año el Párroco Don Juan Climaco Roda solicitaba permiso al Arzobispado de Sevilla -jurisdicción eclesiás­tica a la que la localidad se había incorporado por entonces-, bendiciéndose finalmente la capilla el siguiente 18 de abril. Por esa época el capellán de la Hermandad celebraba en San Vicente la misa de los domingos y festivos, después de cantado el Rosario por las calles del pueblo, además de los Septenarios de San José y de la virgen de los Dolores, la Función anual de la cofradía el día de la Circuncisión del Señor, con sermón y exposición del Santísimo, y los oficios de Semana Santa el sermón de la Institución de la Eucaristía (7).
    Sin embargo, no tardaron en presentarse nuevamente las fricciones entre la autoridad eclesiástica y la municipal. El 4 de febrero de 1876 el Gobierno Civil de la provincia exponía al Arzobispado sus quejas sobre el párroco de Santa María de la Asunción, quien se había negado a que el templo de San Vicente se utilizase como colegio electoral, a lo que se respondió desde la Misa alegando que el Ayuntamiento de Guadalcanal debería haberse dirigido al Palacio Arzobispal, "única (jurisdicción) a quien corresponde ceder para un servicio profano las iglesias abiertas y destinadas al culto público", y no al citado párroco de Santa María, con lo que se hubiese conseguido la pertinente autorización para instalar el colegio electoral en la citada capilla y se habrían evitado los enfrentamientos entre el párroco y el alcalde (8), agravados por la incautación de dicha ermita el 20 de enero de dicho año por parte del Ayuntamiento, quien la devolvió a las manos de la Iglesia el 13 de marzo del año siguiente (9).
    Todavía a fines del siglo XIX la Hermandad del Rosario de la Aurora permanecía activa en su templo de San Vicente, saliendo en procesión "todos los días de madrugada cantando el Santo Rosario por las calles de la población, y costeando el estipendio de la misa que se celebra en dicha ermita los días festivos terminada la procesión", según informaba al Arzobispado el Mayordomo de la misma, Don Rafael Arcos Romero, al tiempo que solicitaba permiso para emprender en dicho templo la construcción de un coro en alto a los pies de la nave al objeto de albergar a los numeroso fieles que concurrían a los cultos, obra que había sido tasada en 900 reales por los alarifes locales (10).
    No volvemos a tener más noticias de la capilla y hermandad hasta los primeros años del siglo XX. Todavía en 1914 salía diariamente el Rosario de la Aurora, celebrándose en noviembre la Novena de Animas (11). Sin embargo, la decadencia por la que atravesaba la cofradía del Rosario era irreversible, llegando a disolverse en 1916 y pasando sus libros y objetos a la Parroquia de Santa María, aunque su extinción canónica no se planteó hasta el decreto dado por el Cardenal Ilundain el 4 de junio de 1925, año en que el Arzobispado se plantea la venta de la capilla de San Vicente, cerrada al culto desde 1917 y sirviendo como almacén, aunque conservando los retablos y algunas imágenes. Los pocos hermanos que perdu­raban de la cofradía del Rosario alegaron el siguiente 9 de julio la propiedad de la Hermandad sobre el edificio, oponiéndose a su enajenación y nombrando una Junta de Gobierno interna para reorganizar la corporación. No sabemos si la Hermandad logró salir de su postración, aunque sí se consiguió paralizar la venta, suspendida por decreto arzobispal del 16 de septiembre de dicho año. Ya en 1931 el Párroco de Santa María recibió algu­nas peticiones para destinar el edificio a escuela, lo que fue desestimado por la Mitra (12).
    Finalmente, en los desgraciados su­cesos de 1936 el edificio fue saqueado, destrozándose sus retablos e imáge­nes (13). Gracias a un inventario de 1924 podemos hacernos a la idea del patri­monio artístico perdido (14). El retablo mayor era de madera tallada, presidido por la Virgen del Rosario, acompañada a los lados por Santo Domingo de Guzmán y San Vicente Ferrer, imágenes todas de talla. En sendos retablos laterales se veneraban un Crucificado y San Anto­nio, respectivamente. Y ya en la nave, dentro de hornacinas formadas en los muros, las esculturas de San José, procedente del antiguo convento de Santa Clara e interesantísima obra atri­buida a Juan de Mesa (15) y San Diego de Alcalá. Sobre las pilastras del presbi­terio se situaban dos pinturas proce­dentes del desaparecido convento de San Francisco.
    Hoy sólo podemos contemplar, como recuerdo de esta desaparecida devo­ción del Rosario, la antigua capilla de San Vicente, sobrio y sencillo edificio barroco compuesto por una sola nave con planta de cruz latina cubierta por bóveda de cañón y lunetos y media naranja sobre el crucero (16), la cual se trasdosa al exterior por medio de tambor poligonal cubierto con linterna ciega, siguiendo un modelo muy difundido en la época por Extremadura. Al interior se accede por medio de simples portadas adinteladas, apilastradas y rematadas por frontones, destacando en la fachada de los pies una sencilla espadaña de vano único.

NOTAS: -

(1) ROMERO MENSAQUE, Carlos José: "La conformación popular del universo religioso: los Rosarios públicos y sus Hermandades en Sevilla durante el siglo XVIII", en Religión y Cultura, vol. I. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía - Fundación Machado, Sevilla, 1999. Pág. 428.
(2) Ibidem, págs. 428-429.
(3) ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA (en adelante, A.G.A.S.), sección II (Gobvr serie Asuntos Despachados, legajo 587: Expediente de venta de la ermita de San Vicente de Guadalcanal (1925-1935).
(4) A.G.A.S., sección III (Justicia), legajo 3703: Guadalcanal. Sacramento en la ermita de San Vicente (1851).
(5) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 275 (1855).
(6) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 327 (1874).
(7) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 632, expediente n.911: Guadalcanal. Ermita de San Vicente. Sobre su reedificación, bendición y Sagrado permanente (1875).
(8) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 332 (1876): Guadalcanal. Parroquia de Santa María. Queja del alcalde por haberse negado el Cura a ceder la ermita de San Vicente para colegio electoral.
(9) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 336 (1877).
(10) A.G.A.S., sección II (Justicia), serie Hermandades, legajo 225.
(11) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 414 (1914).
(12) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 587: Expediente de venta de la ermita de San Vicente de Guadalcanal (1925-1935).
(13) HERNÁNDEZ DÍAZ, José - SANCHO CORBACHO, Antonio: Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1937. Pág. 131.
(14) A.G.A.S., sección IV (Administración General), serie Inventarios, legajo 693.
(15) GÓMEZ MORENO, María Elena: Escultura del siglo XVII, vol. XVI de "Ars Hispaniae". Madrid, 1963. Pág. 179; HERNÁNDEZ DÍAZ, José: Juan de Mesa. Escultor de Imaginería (1583 - 1627). Sevilla, 1983. Pág. 82.
(16) HERNÁNDEZ DÍAZ, José - SANCHO CORBACHO, Antonio - COLLANTES DE TERAN, Francisco: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, vol. IV. Sevilla, 1953. Pág. 224; V.V.A.A.: Guía artística de Sevilla y su provincia. Sevilla, 1981. Pág. 583.

Salvador Hernández González
Revista de Feria 2000

sábado, 14 de septiembre de 2024

Reflexiones

Los niños de los años cincuenta de Guadalcanal

         El agua se desparrama por el pretil de la ancha alberca de la huerta. Va calentar el sol cada vez más y la tierra, reseca, acoge agradecida el reguerito de agua fresca derrama la alberca.

A las dos de la tarde, el campo en verano se deja aplastar por el calor y el silencio. Sólo un moscardón o un gran abejorro zumba inquieto sin que sepamos nunca dónde está. La calina derrite los sesos de un pollino, inmóvil como una gran figura de peluche desvaído, que se acoge a la sombra de una higuera enorme que hay unos pasos más No se inquieta el asno por los movimientos y las voces estridentes del grupo de chavales que chapotean en la alberca redonda y grande. Ahora uno de ellos, apoyándose en el borde salta fuera ágilmente. Lleva un bañador oscuro, azul marino, con peto y tirantas. Es un bañador de esos que eran comunes allá por los años cincuenta cuando apenas hacía poco más de diez años que había concluido la guerra civil.

         Entonces, todavía nadie pensaba en democracias ni en políticas. España comenzaba a levantarse de una catástrofe espantosa que había costado las mejores vidas de gente en uno y otro bando.

Comenzábamos a olvidar. Las heridas sanaban, quedaban cicatrices enormes en los pueblos y en las almas, pero el mundo entero estaba, por fin, en paz después de sufrimiento y de tanta locura, y las puertas de la esperanza se nos iban abriendo poco a poco. Eran, todavía, años de penuria, de escasez, con los cementerios demasiado llenos y las despensas demasiado vacías. Se comía mal y poco, se remendaban las camisas y los zapatos, se parcheaban las perolas y los cubos y se les daba la vuelta a los abrigos y las chaquetas.

         Los que entonces éramos niños nada sabíamos de huelgas, ni de reivindicaciones laborales, ni de injusticias sociales. Veíamos a nuestros padres luchar a brazo partido con la vida para llevar un jornal al hogar y les admirábamos por su tesón y su constancia. Oíamos que en Sevilla los estudiantes tumbaban tranvías, en lucha con los “grises”, sin saber muy bien por qué lo hacían y nosotros, por solidaridad con ellos, hacíamos novillos en la escuela. Pero nada más. Todo el que tenía un trabajo procuraba cumplir y conservarlo sin querer pensar en más, porque apenas si había derechos y sí muchas obligaciones...

         Después, las hojas del calendario fueron sucediéndose una a otra con vertiginosa rapidez. Los años, la vida, volaban. Mil novecientos sesenta, sesenta y cinco, setenta... Francisco Franco, el Caudillo salvador de España para unos, el tirano para otros, admirado y odiado a un mismo tiempo, acaba sus días y se presenta ante el juicio de Dios a rendir cuentas de sus actos. Y ante los españoles se abre un nuevo capítulo de la Historia. Muchos malintencionados y muchos oportunistas, que aguardaban su momento, salen a la luz. “Ahora somos libres” se escucha por doquier. Pero la Libertad es un arma de doble filo, sirve para todo y para todos. Con ella y en su nombre, se puede hacer el bien y el mal, se puede trabajar generosamente por los demás y se puede trabajar egoístamente por uno mismo. Se puede jugar limpio y se puede mentir... Y, sin embargo, es la gran riqueza del ser humano.

         Ahora, en mil novecientos noventa y cuatro, en la madurez de nuestras vidas, los niños de los años cincuenta, que no fuimos educados en los difíciles vericuetos de la política, nos encontramos, tal vez, desorientados en lo más íntimo de nuestro ser.

         Tenemos, tiene España, la gran oportunidad de progresar en paz y en libertad y está quedando atrás ya el sarampión desorientador de los primeros años de democracia.

         No son estas páginas el lugar idóneo para vaticinios políticos, ni para mostrar preferencias, y no voy a caer en ese ridículo, pero tengo derecho a preguntarme a mí mismo y a todos, noblemente, hasta dónde estamos dispuestos a dar para salir adelante. Sí, tengo derecho, y lo tenemos todos los españoles, a pedir que sean barridos todos los vividores y todos los oportunistas, sean quienes sean y del color que sean, para que un viento de honradez y limpieza refresque nuestra patria, nuestras ciudades, nuestros campos y nuestros pueblos

         Para que todos seamos uno solo, codo con codo, en el común afán de un futuro mejor nuestros hijos.

PLÁCIDO DE IA HERA
REVISTA DE FERIA Y FIESTAS – 1994

sábado, 7 de septiembre de 2024

Guadalcanal monumental 1

 

Iglesia Parroquial de Santa María de la Asunción 

Introducción
    Sin duda alguna la parroquia de Santa María de la Asunción constituye el principal monumento de Guadalcanal, a la vez que depositaria de un patrimonio artístico que, cuantioso y de notable calidad en siglos pasados, nos ha llegado muy esquilmado por los trágicos y desgraciados acontecimientos de 1936. La evocación de este patrimonio perdido tiene, aparte de su interés para la historia del arte local, el objetivo de que tomemos conciencia de la importancia de lo que todavía nos queda. Mal podremos defender y conservar lo que tenemos si no lo conocemos ni valoramos.
    Por ello, y a modo de pequeña guía artística del templo, vamos a trazar una descripción de sus valores arquitectónicos, seguida del recuerdo de las obras de arte desaparecidas, para finalizar con las obras que actualmente podemos contemplar.

1.- Descripción arquitectónica.
    El templo de Santa María es uno de los más interesantes ejemplos de la arquitectura medieval en la Sierra Norte sevillana. Las diferentes etapas que han ido marcando su historia constructiva han dejado su huella en el edificio, definiendo un amplio muestrario de elementos de los estilos islámico, gótico, mudéjar, renacimiento y barroco.
    En el solar que ocupa la parroquia se levantó la primitiva fortaleza musulmana, de época almohade, de la que sólo ha llegado a nosotros un trozo de muro situado junto a la cabecera del templo y en el que se abre un arco de herradura apuntada encuadrado por alfiz. Esta construcción militar fue derribada para levantar un templo gótico-mudéjar, construido a base de sillares y ladrillo, de planta rectangular y dividido en tres naves repartidas en cuatro tramos por medio de pilares cruciformes, rematados por capiteles muy sencillos en forma de cavetos, sobre los que apoyan arcos apuntados. Dichas naves primitivamente debieron estar cubiertas por techumbres de madera en forma de artesa en la nave central y de colgadizo en las laterales.
    La nave central comunica a través de un arco toral apuntado, con el presbiterio o capilla mayor compuesto por dos tramos, ambos cubiertos con bóvedas góticas de nervaduras. El primero el más cercano a la nave y de planta rectangular, lo hace con bóveda sex partita, mientras que el segundo, de planta poligonal, se cubre con bóveda de crucería dispuesta en forma de abanico, cuyos nervios arrancan de baquetones coronados por capiteles de sección troncopiramidal cuyas caras se decoran con figuras de gran tosquedad. Las naves laterales terminaban primitivamente antes de construirse las capillas que constituyen sus cabeceras, en testeros planos, iluminándose por medio de óculos de cinco lóbulos abiertos en la cabecera y ventanas en forma de arcos de herradura a los lados. El arcaísmo de algunos de los elementos descritos ha llevado a la crítica histórico-artística a fechar el templo a comienzos del siglo XIV, continuando las obras a lo largo de dicho siglo y desarrollándose hasta el siguiente. Así lo prueba la construcción de la capilla adosada a la nave derecha o de la Epístola, fechable en momentos avanzado del siglo XV o comienzos del XVI y compuesta por dos tramos, el primero cubierto con bóveda de crucería estrellada con terceletes, mientras que el segundo, producto de una reforma de época bastante posterior, lo hace con bóveda semiesférica sobre pechinas.
    También a estos años de transición entre los siglos XV y XVI se deben otras partes del templo, como su portada y la torre. La primera, abierta en el muro izquierdo o del Evangelio, está formada por un vano adintelado cobijado por arquivoltas apuntadas y abocinadas, encuadrándose lateralmente por sendos baquetones rematados por pináculos y coronándose el conjunto por un alero de modillones. Obra muy característica de fines del gótico, muestra cierto parentesco con las portadas laterales de la parroquia de Santiago de Llerena. Esta relación artística no resulta nada extraña si se tiene en cuenta la pertenencia de Guadalcanal hasta mediados del siglo XIX en lo eclesiástico a la denominada Provincia de León de la Orden de Santiago. Esta institución religiosa-militar tenía establecido un Provisorato en la citada localidad pacense, del cual dependía todo lo relativo a la vida religiosa en Guadalcanal hasta su incorporación en 1851 al Arzobispado de Sevilla.
    La torre, ubicada a los pies de la misma nave izquierda, está ejecutada en ladrillo y se compone de cinco cuerpos, abriéndose los vanos del cuerpo de campanas, por medio de arcos conopiales que enlazan con la moldura que da paso al pretil que corona el conjunto. En esta construcción puede advertirse la influencia del modelo de campanario fuerte, macizo y monumental presente en muchas localidades de la provincia de Badajoz, pudiéndose citar a este respecto, entre otras muchas, las torres de las parroquias de Azuaga y Granja de Torrehermosa.
    Conforme avanza el siglo XVI continúan las obras en el templo. Se construyen las capillas de cabecera de las naves laterales. La de la cabecera de la nave izquierda, dedicada en tiempos a Nuestra Señora del Espino y fundada por Alonso Ramos, hijo de Rodrigo Ramos el Viejo, es de planta rectangular y se cubre con bóveda elíptica sobre pechinas, mientras que la de la nave contraria, edificada en torno a 1550 a expensas de Francisco López, clérigo, venido poco antes del Perú, muestra bóveda vaída de intradós acasetonado.
    El siglo XVII contempló la construcción de la sacristía, según declara la inscripción situada en la pequeña portada, rematada por frontón triangular, que le da acceso: “Esta sacristía se hizo siendo Mayordomo Francisco Ximénez Sotomayor, Regidor Perpetuo. Año de 1600. La gloria sea a Dios”. Ya en el XVIII debió emprenderse la construcción del coro, a los pies del templo, y la reforma de las cubiertas de las naves, sustituyendo las primitivas techumbres de madera por bóveda de medio cañón rebajado en la nave central y de medio cañón simple en las laterales. En este sentido hay que tener en cuenta que el 28 de agosto de 1719 Francisco del Toro y Antonio González, maestros de albañilería y de carpintería, respectivamente, vecinos de Llerena, otorgaban escritura ante Pedro de Figueroa, notario de Guadalcanal, sobre la obra que necesitaba este templo.
    Ya en nuestro siglo, concretamente en 1931, se construyó la torre del reloj, recientemente reconstruida a raíz del derribo sufrido a consecuencia de un fuerte temporal.

2-. El patrimonio artístico desaparecido, a través de un inventario de 1924.
    La parroquia de Santa María fue acumulando a lo largo de su dilatada historia un nutrido patrimonio artístico compuesto por retablos, esculturas, pinturas, piezas de orfebrería y ornamentos sagrados de diferente época y estilo, en su mayor parte destruido pasto de las llamas en los desgraciados sucesos en 1936.
    Ya en el siglo XVI se registran algunos encargos de obras para este templo. El 6 de diciembre de 1585 Antonio Rodríguez de Cabrera concertaba con el escultor Juan Bautista Vázquez el Viejo la ejecución de un retablo compuesto por banco, un cuerpo articulado por pilares de orden corintio y ático. La hornacina del único cuerpo albergaría una pintura de la Anunciación, mientras que el ático estaría presidido por la figura de Dios Padre. Y seis años después, el 18 de octubre de 1591 Luis de Porres, Abogado de la Real Audiencia de Sevilla y tutor de García Díaz de Villarrubia de Ortega, concertaba con Diego López Bueno y Francisco Pacheco, quienes se ocuparían de la parte arquitectónica y pictórica, respectivamente, un retablo compuesto por banco, un cuerpo articulado en tres calles por columnas y pilastras estriadas y ático. En el banco se representaba a los Evangelistas, flanqueando el tema de la Sagrada Cena, mientras que en la hornacina central figuraba la Asunción de la Virgen, acompañada en las hornacinas de las calles laterales por Santo Domingo y San Francisco, cuyas efigies eran rematadas por los bustos de la Magdalena Penitente y Santa Catalina mártir, apareciendo la Trinidad en el ático y la figura de Jesús en el remate del retablo.
    El siglo XVII asiste a la ejecución de un monumental retablo mayor, contratado en 1638 con el escultor Mateo Méndez de Llerena, quien tres años antes, en 1635, concertó otro retablo para la capilla que en el mismo templo tenía Francisco de Rojas Bastida.
    La actividad artística continúa también en el siglo XVIII. En primer lugar se procede al dorado del citado retablo mayor, tarea de la que se encargó entre 1703 y 1707 Antonio Gallardo, maestro dorador vecino de Sevilla. Y en segundo lugar, el 1 de abril de 1.712 José García Zambrano, maestro escultor vecino de Llerena, concertó un retablo para la capilla de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, el cual “ha de tener seis columnas salomónicas talladas de rosas, Sagrario de uso, nicho para la imagen y todos los demás adornos competentes arreglado a planta que muestra, peana para la imagen con tres serafines”.
    A través de estos contratos podemos comprobar que en el patrimonio artístico de Guadalcanal se hace presente una doble influencia: por un lado, la de la escuela sevillana, lógica por la situación geográfica de la localidad y a la que llegan obras de artistas tan destacados como el escultor Juan Bautista Vázquez el Viejo y el pintor Francisco Pacheco, este último más conocido por ser suegro de Velázquez y por su obra literaria que por su labor propiamente pictórica y por otro lado, la pertenencia de Guadalcanal a la Orden de Santiago, como antes se dijo, motiva las naturales relaciones con un centro artístico de tanto peso en la Baja Extremadura como era Llerena, considerada como “la Atenas de Extremadura”. De esta forma, Guadalcanal aparece como un verdadero cruce de influencias artísticas, imprimiendo esta mezcla de rasgos andaluces y extremeños un peculiar sello a sus monumentos.
    Desgraciadamente todas las obras citadas en las noticias documentales arriba expuestas han desaparecido, como la mayor parte de las que se repartían por el templo que estamos analizando. Gracias a un inventario de 1924 ya los estudios de los profesores Hernández Díaz y Sancho Corbacho podemos hacernos una idea de este patrimonio perdido y su situación en el templo.
    El presbiterio estaba presidido por el retablo mayor ejecutado por Mateo Méndez.
    Era una monumental estructura arquitectónica en madera dorada distribuida en tres planos para adaptarse a la forma poligonal del testero. El plano central estaba organizado por una gran hornacina conteniendo un relieve de la Asunción de la Virgen, de madera tallada y rodeada de ángeles, que procede de la iglesia de San Vicente, flanqueada por columnas pareadas estriadas de orden corintio sobre las que apeaba entablamento y frontón triangular partido. Sobre esta hornacina montaba el segundo cuerpo, articulado por columnas también corintias y estriadas entre las que se repartían cartelas con atributos marianos, dando paso al ático, compuesto por una hornacina con la figura del Crucificado. El plano derecho o de la Epístola se organizaba en dos cuerpos, articulados por medio de columnas jónicas en el primero y corintias en el segundo, entre las que se abrían hornacinas, rematadas en medio punto las inferiores y adinteladas las superiores, todas rematadas por frontones rectos y rotos, albergando esculturas de los santos Pedro, Pablo, Atanasio y Crispín. Como remate, un pequeño ático con pintura de tema sin identificar. El plano del lado contrario consistía en una hornacina abierta en arco muy rebajado, a modo de pequeña capilla, “llamada de las Llagas de San Francisco”, quizás por contener un lienzo en el que se representase el episodio de la Estigmatización de dicho santo, aunque antes de su destrucción albergaba una imagen de vestir de la Virgen, según se advierte en fotografías antiguas. Sobre dicha hornacina descansaba el segundo cuerpo, organizado como su compañero del lado contrario por medio de hornacinas rematadas por frontones en las que se cobijaban las imágenes de San Cristóbal y San Blas, El frontal del altar estaba formado “de preciosos azulejos de refractos (reflejos) metálicos, de gran mérito y antiguos, encontrados detrás de un muro”.
    Al arco toral se adosaba, aparte de sendas esculturas de ángeles lampareros, un púlpito de hierro forjado “del siglo XV, formado recientemente de un balcón de aquella época y adosado a la verja del Sagrario, constituyendo un hermoso conjunto por ser del mismo estilo y antigüedad, viniendo a sustituir al que existía, de madera, feo y de mal gusto”.
    Situándonos ya en la nave izquierda o del Evangelio, ésta era encabezada por la capilla del Sagrario, dedicada antaño a Nuestra Señora del Espino, como antes se dijo. Ocupaba su testero un retablo de madera, tallado y dorado, presidido por la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, flanqueado por la de la Inmaculada Concepción y el Arcángel San Rafael, mientras que en la parte superior figuraba un lienzo pequeño de Nuestra Señora del Espino. El tabernáculo del Sagrario era también de madera, tallado y dorado, “Y por dentro con piedra de jaspe y forrado de pequeñas cornucopias”.
    Ya en la nave y bajo arcos abiertos en los muros se cobijan tres altares. El primero contenía un retablo dorado que albergaba un grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias, “con el Señor muerto en los brazos y un angelito que le sostiene una mano”. El segundo estaba dedicado a San Juan Nepomuceno. Y el tercero, también con retablo dorado, contenía la imagen de San Antonio.
    La capilla bautismal, cerrada por una verja de hierro forjado, tenía en su altar una pintura en lienzo de San Juan Bautista y las imágenes de San Isidro y Santa María de la Cabeza, situándose sobre una repisa una urna con la imagen del Señor de la Humildad y Paciencia.
    Pasando ya a la nave contraria o de la Epístola, en su cabecera se abría la Capilla del Amarrado y Soledad, en la que se hallaban dos retablos. El principal estaba presidido por la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, abriéndose a sus pies una urna con el Señor yacente. A los lados de la escultura mariana se situaban las esculturas del Niño Jesús y de San José, ésta “de gran mérito”. En el otro retablo, de madera pintada con adornos dorados, obra de la segunda mitad del siglo XVIII, se veneraba la imagen del Señor amarrado a la Columna, de escuela sevillana del primer tercio del siglo XVIII y en la parte superior la Virgen de la O.
    La siguiente capilla era la de Nuestra Señora del Rosario, también denominada del Cristo de las Aguas, dividida en dos tramos, el primero cubierto con bóveda de nervaduras gótica y el segundo con semiesférica sobrepechinas, como ya se dijo al describir el templo. En el segundo tramo, que cumplía la función de presbiterio, se levantaba un retablo “muy deteriorado y de pésimo gusto con la imagen de Nuestra Señora de la Asunción (. ..) Y debajo un cuadro-relicario con varias reliquias de santos”. A su izquierda se situaba el altar del Crucificado de las Aguas, “imagen de colosales proporciones”, al parecer de papelón, flanqueada por San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, situándose en dos repisas la Virgen de los Remedios y Santa Clara. En el primer tramo, situado junto a la verja de entrada, se ubicaban otros dos retablos. El primero, de madera tallada y dorada, decorado con columnas salomónicas, estaba dedicado a Nuestra Señora del Rosario, debiéndose identificar con el que antes vimos había concertado en 1712 el maestro escultor José García Zambrano. El segundo, pintado en blanco, albergaba una interesante escultura de San Francisco de Asís, de escuela sevillana del primer cuarto del siglo XVII, atribuida por el inventario de 1924 a Martínez Montañés, aunque quizás habría que relacionarla más bien con el estilo de Juan de Mesa, a quien se atribuye la desaparecida escultura de San José con el Niño de la iglesia de San Vicente de la propia localidad.
    Ya de nuevo en la nave, en ella se situaban la capilla de Nuestra Señora de Guaditoca, “toda ella alicatada a metro y medio, siendo también de azulejos el retablo, gradas, mesa y frontal del altar”, y el altar de las Animas, con pintura de este tema.
    Finalmente, de los muros del templo colgaban diferentes pinturas, como las de la Asunción de la Virgen, la Inmaculada, San Juan Nepomuceno, Santo Domingo de Guzmán, San Ignacio de Loyola y la Virgen de las Angustias.

3.- El patrimonio artístico actual.
    La parroquia de Santa María alberga hoy entre sus muros un conjunto de obras, en gran parte de moderna ejecución, que han venido a llenar el vacío dejado por la desaparición de las piezas antes mencionadas.
    El actual retablo mayor, ejecutado en 1955, alberga una serie de pinturas de Rafael Blas Rodríguez realizadas en la misma fecha e inspiradas en los grandes temas de la pintura flamenca e italiana de los siglos XVI y XVII. En el ático se sitúan una escultura del Crucificado del siglo XVI, y dos tablas de fines del Siglo XVI representando a San Pedro y San Pablo y la Última Cena, que quizás pudiera tener alguna relación con el retablo que antes veíamos había sido encargado en 1591 por Luis de Porres a Diego López Bueno y Francisco Pacheco con destino a este templo. De gran interés es el frontal del altar, de azulejos sevillanos, fechable hacia 1600.
    La capilla de cabecera de la nave izquierda se cierra, en el frente que mira a la capilla mayor, por medio de una interesante reja renacentista fechada a fines del siglo XVI, cuyos dos pisos se articulan por medio de balaustres, figurando en el friso que los separa inscripción alusiva a los fundadores de la capilla.
    Ya por la nave se reparten algunas imágenes modernas de serie, como las de San Antonio, San Isidro Labrador, Virgen del Pilar, San Rafael, Virgen Milagrosa y Virgen de Fátima, además de un lienzo de las Ánimas, firmado por el citado Rafael Blas Rodríguez y fechado en 1957. Muy interesante resulta la pila bautismal, de estilo mudéjar y fechable en el siglo XIV, cuyas caras exteriores se ornamentan a base de arcos de herradura apuntados.
    En la nave contraria, aparte de algunas rejas de forja del siglo XVI, entre las que sobresale la que cierra la capilla de cabecera, obra atribuida al rejero Francisco Medina, hay que destacar, algunos retablos, recompuestos a base de elementos procedentes de otros desaparecidos y diversas esculturas, algunas antiguas, como la de San José con el Niño, Cristo de la Humildad y un Niño de Jesús, todas del siglo XVIII, y otras de moderna ejecución. De estas, algunas son de serie como las del Resucitado, Santa Teresita, Virgen del Carmen, San Juan de Dios, Sagrado Corazón y Cristo en su Entrada en Jerusalén, de la Hermandad de la Borriquita, mientras que las pertenecientes a otras hermandades de penitencia son debidas a afamados artistas sevillanos de nuestro siglo. Así, a Castillo Lastrucci se deben las imágenes del Cristo de la Sangre Amarrado a la Columna y Nuestra Señora de la Esperanza, titulares de la Hermandad de la Vera Cruz, y San Juan Evangelista, perteneciente a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, cuyo titular es obra de José Fernández Andes, debiéndose su cotitular, la Virgen de la Amargura, a Antonio Illanes, quien también ejecutó la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. cotitular de la Hermandad de su nombre, siendo el Cristo Yacente de autor desconocido. El Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores, titulares de la Hermandad de las Tres Horas, son obra de José Blanco (1952) y Rafael Quilez, respectivamente. La más reciente de las imágenes procesionales es la de la Virgen de la Paz, ejecutada en 1982 por Matilde García, discípula de Buiza, titular junto al Cristo de la Humildad de la Hermandad del Costalero.
    Finalmente habría que mencionar la colección de piezas de orfebrería del templo, fechadas entre los siglos XVI al XIX y entre las que destacan un ostensorio de plata dorada y cincelada del último tercio del siglo XVI, la cruz parroquial de plata dorada y cincelada decorada con figuras de los Evangelistas y relieves de la Asunción de la Virgen y los santos Pedro, Pablo, Catalina, Lorenzo, Santiago y María Magdalena, fechable hacia 1600; un ostiario de plata en forma de caja circular cubierta por tapa cónica con gallones, con decoración tardogótica, obra del segundo cuarto del siglo XVI; y un cáliz manierista del último cuarto del siglo XVI.

Salvador Hernández González
Revista de Guadalcanal año 1999

sábado, 31 de agosto de 2024

¿Adiós barquitos hundidos?


Cartas desde Whuzland/cuarta

Whuzland, Abril 2024

          Buen día Sr. Europeo,

          Hoy quiero hacerle un análisis sobre los últimos diarios que amablemente me ha enviado y concentro la noticias sobre la migración de mis semejantes de continente, como ya le he mencionado en alguna anterior, mi pequeño poblado a contribuido con varios jóvenes, entre ellos mi nieta a crecentar esta lista.

         Pero permítame, con el debido respeto señor, que antes le haga una pequeña reflexión: “Si en algún lugar se reunieran los mares y océanos para hablar, a buen seguro que habría mucho dolor en sus conversaciones y que ese dolor sería un agua negra que empaparía a toda la humanidad”.

         Leo pomposos titulares en sus prestigiosos diarios, hoy se celebra “El Día Internacional de los mares”, uno de tantos días internacionales reivindicativos que no valen para nada, pienso, sabido es que los mares son una de las vías con que la naturaleza nos envía inequívocos mensajes de alerta de cómo va nuestra relación con ellos. Y esos mensajes son tan rotundos en su forma y contenido, como reacios son muchos de vuestros políticos en escucharlos y tomar las medidas oportunas.

         Sigo leyendo, esta vez en un editorial del periódico de mayor tirada de su quimérica nación las declaraciones de un político, en este caso del de un partido que dice llamarse el “Partido Popular”, no analizo sus tendencias, el color político es lo de menos, las necedades no tienen color, decía textualmente “el tema de las pateras es comparable a los trenes de inmigrantes españoles que iban a la vendimia francesa allá por los años 60 del pasado siglo”, craso error, mi querido regente.

         En una de sus cartas que conservo señor, usted me comentaba: “Mi padre como tantos andaluces y extremeños fue varios años en uno de estos trenes, “a ganarse unas perrillas para pasar el invierno”, decía cuando se marchaba”, pero con una diferencia fundamental sobre las pateras, ellos viajaban con billete de ida y vuelta y trabajo fijo, pensión completa y horario y salarios “europeos”, terminada la vendimia, volvían a España.

         Permítame que le diga con todo respeto, las peteras son el trampolín de miles de africanos hacia al mal bautizado “primer mundo” construidas y tripuladas con la esperanza y la constancia de la desesperación y recibidas con la incoherencia de Europa, abandonan el arraigo de nuestra tierra y muchas veces, demasiadas, pierdan todo su equipaje (con consiste solo en su vida) a bordo de los barquitos hundidos cerca de vuestras costas, convirtiéndose éstas, en cementerios sumergidos de hambre, miseria y esperanza.

         Y es que cada vez tienen ustedes más faros apagados para no alertarnos de la presencia de arrecifes de piratas y malos capitanes –unos varados en el velo anacrónico de los políticos y otros disfrazados de peroratas, todos igualmente prisioneros de la desgracia ajena- , que desde la frágil trinchera de la intolerancia se niegan a buscar soluciones, son o mejor dicho, ignoran que todos cómplices, simplemente porque hablando y lamentándose de los negritos que pululan por sus ciudades y  curiosamente han denominados como nahuhtú (desheredado en nuestro dialecto) “ninis”, ¿han pensado en dar soluciones para empuñar con firmeza la solución y concienciaros con el timón de la responsabilidad?.

         Me surgen muchas preguntas hacia sus congeneres: ¿Cuántos barquitos hundidos más hacen falta para que vuestros dirigentes comprendan que van por una singladura equivocada?, ¿Cuántos desvelos de guardia civil, voluntariados, ONGs y patrones de pesca hacen falta para evitar la muerte segura de esperanzas a la deriva?, ¿Cuánto dolor y olor a muerte más tienen que sangrar vuestras playas?...

         Demasiadas preguntas, ustedes señor, piensan que no existe ninguna respuesta, sus políticos quizás con buena voluntad, o no y poca eficacia se reúnen con otros políticos de países exportadores de desesperanza para tomar soluciones, primero fue con Marruecos, muchas concesiones por vuestra parte, poca eficacia por Marruecos, ahora quieren reunirse con Mauritania y otros países del Magreb  para “tomar soluciones”, pienso que al final, más concesiones y poco o ningún medio por parte de Mauritania y otros países exportadores de penurias, ya que éstos países nos encontramos entre los más pobres del mundo y su renta per cápita se sustenta casi exclusivamente de “exportaciones humanas” a Europa.

         ¿Soluciones?, yo no las tengo, pero pienso que su país señor y la Unión Europea tampoco las busca o no le interesa “hincarle el diente”, y ahí es donde tienen que ponerse a trabajar, basta ya de bla, bla, bla..., tomen conciencia para dar esperanza y vida a éstos mal llamados migrantes.
         No soy demasiado optimista en este tema. Es más, creo que mi análisis es demasiado escéptico y usted desde la frontera del bienestar tampoco, pero me pregunto, por qué no ser un poco optimista y pensar que algún año podremos celebrar “El Día Internacional del Adiós de los barquitos hundidos”.

 Rafael Candelario Repisa

La fragua del pensamiento

sábado, 24 de agosto de 2024

Nuestra Historia 4

Apuntes Históricos de Guadalcanal

    Por un manuscrito mutilado del siglo XVII, posiblemente de un franciscano del Convento de la Piedad (hoy cementerio de San Francisco), tenemos noticias que la fundación de Guadalcanal la realizó el rey Gerión que llamaron Avo, hijo del rey Hyarbas de Mauritania, por el año 1690 a. C., llamándola TEJERA. Otros dicen que la fundaron los celtas en el año 580 a. C., con el nombre de TESERES. Permaneció con este nombre por espacio de 1010 años, que dominada por los vándalos y alanos, la ensancharon y la llamaron CANANI o como dice Claudio Ptolomeo, CANACA. Fue ciudad en estos tiempos según este autor por estas palabras: “Quorum civitates sun: Canaca, Fornacis".
    Esta grandeza fue por los años 430
    En el mes de julio del 713 llegan los musulmanes a Guadalcanal, eran árabes y beréberes que dejarían un pequeño destacamento en el lugar, al que llamarán WAD AL QANAL (Río de creación). Allí encuentran un cerro fortificado, habitado por visigodos e hispanorromanos, que llaman Monforte, rodeado de murallas, también encuentran habitantes en diversos sitios del término. Está patente que lo que hay al llegar los árabes es Monforte y su territorio. En el cerro de Monforte, a cinco kilómetros al suroeste del pueblo actual, hay construcciones romanas de derretido con dos murallas concéntricas. A la construcción de época romana, debe su nombre el lugar, compuesto de un original MONS FORTIS. Monforte sería un ejemplo más de nombre de fortificación alusiva a restos más antiguos y de valor arqueológico. Nos inclinamos al mozarabismo del nombre, pues es seguro que hubo habitantes cristianos en estas tierras durante el período de dominación musulmana. El cerro Mezquita y el arroyo Mezquitas son alusiones que confirman la antigüedad de Monforte, ya que por las investigaciones realizadas ya existía en tiempos del emperador Antonino Pío, que gobernó del año 138 al 161, y también refiriéndose a Guadalcanal dice que “el primero sitio de su fundación primera fue distante una legua de donde hoy está, en un cerro que se dice Monforte”, “fue fundada en lo selecto de la provincia antiguamente llamada Turduluna o Baiusturia, según el cómputo de las historias, fue casi mil seiscientos años antes del nacimiento de Cristo”. Esto viene a confirmar que esta fortaleza romana era un oppidum construido sobre restos de otros pobladores que en el caso nuestro serían turdetanos o tartésicos, pues todas las fortalezas primitivas estaban en alto.
    El campesinado hispano-romano-visigodo se sometió a las tropas de Muza, conviviendo luego con la nutrida población beréber asentada aquí y entre ellos, miembros de la tribu de los zenatas.
    Ya debía existir Wad al Qanal como población en el año 758, en tiempos del Califa Abderramán I, pues se cita que pasó cerca un tal Yusuf al Fihri, wali árabe que desde Mérida marchó a Fuente de Cantos y, reclutando gentes del sur extremeño, formó un ejército de veinte mil hombres beréberes contra el Califa, y fue a Almodóvar donde fue derrotado, luego se dirigió a Firris (Cerro del Hierro), entre Wad al Qanal y Qûstantina, y de allí a los Pedroches, siendo asesinado en Toledo.
    En el 756 Guadalcanal pertenecía territorialmente al castillo de Reina, y éste era de la Cora de Al Balat.
    En el 1088 dicen los Anales Toledanos, que el rey cristiano Alfonso VI alcanzó el puerto de Guadalcanal, pero no le ofreció batalla.
    Otra vez vinieron los almorávides en el 1091, y tres años después son dueños de estas tierras.
  En 1147 llegan los almohades y con ellos comienza un periodo importante de construcciones. En Guadalcanal construyen murallas y alcázar entre 1169 y 1175.
    Las murallas de nuestro pueblo eran de derretido, según señala el Catálogo Arqueológico, o sea, de mampostería de piedras, pero ello se contradice con su época.
    El 18 de julio de 1189, tras conquistar Reina se presentó en Guadalcanal el rey Alfonso VIII, pero no consta que la tomara por combate.
    En abril de 1241, el jeque de Wad-al-qanal, que la defendía en nombre de Abul-Hasan Axatat, rey de Sevilla, la entrega sin combate, reinando Fernando III el Santo, al 15 Maestre de la Ordende Santiago, Don Rodrigo de Iñiguez de Montalbán, al que acompañaba el Comendador D. Rodrigo de Valverde, D. Juan Muñiz de Gogoy, comendador de Extremera, D. Lope Sánchez de Porras, trece de la Orden; el comendador D. Hernán Meléndez, D. Rodrigo Yañez, comendador de Almoguer; y Albar Martínez de Aibar o Ibarra, comendador de Mora, siendo restaurada la mezquita que existía, fue bendecida por el obispo de Coria Jaime Sanguineto, que venía acompañando al Gran Maestre.
    Nos encontramos entonces a un Guadalcanal con un alcázar de cuya muralla sale la que rodea a la población con una capacidad para dos mil casas de las que los árabes usaban, muralla seguramente de tapial, aunque tuviesen ladrillos en las esquinas de las torres y en los arcos y aún piedra. Las puertas solían tener unos cinco metros de alto y todas las desembocaduras de calles solían tener portillos y puertas. Había una serie de torres cuadradas en el recinto cada cierto tramo de lienzo y plataformas para el camino de ronda. Las torres tenían habitación y techo de bóveda de cañón de ladrillo y puertas con arco de medio punto.
    La muralla estaba rodeada por todas partes por un foso que llamaban cava, por lo cual corría en la parte N. y O. un arroyo llamado de Pedro Gómez. La cerca iba desde la iglesia de Santa Ana hasta la puerta de Llerena y continuaba hasta la esquina de la calle López de Ayala, girando por la Cava y bajando por el muro del pilar hasta la puerta del Jurado, desde donde se dirigía a la esquina que desemboca a la puerta de los Molinos, y rebasada ésta subía más allá buscando la torre de Santa María y el Ayuntamiento, rodeando el Palacio y seguía por donde está la Almona.
    Por el otro extremo bajaba desde Santa Ana, por la calle Juan Pérez, dirigiéndose a las casas que ocupaban el Hospicio de San Basilio, girando hacia la puerta de Sevilla, subía por Pozo Berrueco en dirección a calle Águila y desde ésta enlazaba con el muro que venía por las traseras de los corrales de la calle y calleja San Sebastián.
    En 1248 pasó a pertenecer al señorío de la Orden de Santiago.
    En 1253 fue hecha cabeza de Encomienda, -que rentaba 36151 reales de vellón- por Pelay Pérez Correa (el Cid extremeño), pasando a depender su iglesia del Monasterio de Santa María de Tentudía.
    Don Lorenzo Suárez de Figueroa concedió a la villa vicario propio el 6 de junio de 1305, como lugarteniente de Tentudía, y la dotación parroquial a cargo de la Mesa Maestral. Confirmado por los Reyes Católicos el 6 de junio de 1494. La última confirmación es de Fernando VI el 28 de septiembre de 1753.
    En 1428 el Maestre-Infante D. Enrique de Aragón, amplió el término con parte del de Azuaga y Reina.
    Hay también noticias de un contingente judío que, después de la reconquista, poblaba el barrio de Santa Ana y la Morería. Y en la visita canónica de 1494 consta que tenía sinagoga, situada por cierto en el Ejido, luego Paseo del Coso.
    En 1521, por ser Guadalcanal comunero, fue mandado por Carlos I tirar los muros y, desde luego se tiraron trozos del mismo aunque no entero.
    Se rompió la cerca por la entrada a calle Jurado al lado del pilar actual y en la calle las Huertas. Se tiró el muro que subía hacia la torre y el que unía la iglesia con el edificio del actual Ayuntamiento, construyéndose un arco; se tiró el trozo de la calle Águila, delante del arroyo que iba por el foso; también el trozo de la entrada norte de la calle Juan Pérez y se respetó uno que va bordeando la iglesia de Santa Ana. Había un portillo entre el Palacio y la Almona que ya consta en 1494 que comunicaba con las carnicerías, sí no fuera así habrían quedando encerradas muchas calles como Santa Clara, Guaditoca, Concepción, Carretas, Altozano Bazán y la plaza de Santa Ana, que existen dudas de sí estaban comunicadas al exterior por un portillo, pues desde la puerta de Llerena hasta la de Sevilla hay grandísima distancia.
    En mil seiscientos y pico un testigo dice “Hasta hoy se ven algunos pequeños pedazos de muros y cerca antigua de Guadalcanal y tres puertas con edificaciones de las casas, quedando la villa cercada artificialmente. La de Llerena está caída.
    En la puerta de Llerena había un puente para pasar de calle Santa Ana a Berrocal Grande (Espíritu Santo) y Berrocal Chico a la población enfrente de la calle Granillos, ya que pasaba el arroyo dela Cava a primeros de este siglo XX. A mediados del siglo XVI se tiraron el resto de la muralla.
    Además de Guadalcanal, que fue un auténtico castillo, existieron otros que ya sólo quedan en la memoria, ejemplos:
CASTILLEJO: Situado en el cruce del camino de Valverde con la Cañada de Esteban Yáñez.
VALJONDO: En las tierras de este nombre, al oeste del camino viejo de Azuaga.
VENTOSILLA: En el cerro del Castillo, en la hacienda de la Plata.
PORTICHUELA.
ATALAYA.
SANTA CRUZ.
    Cerca de las minas de Pozo Rico está la fuente de la Cueva.
    En la linde de las “Viñuelas” y “Magrao”, existe una piedra horizontal sostenida por otras dos, se conoce por la “Piedra Corcovada”.
    Existió una ermita de San Antonio de Padua en el Cerro que llaman de las minas.
    Cueva de San Francisco en la Sierra del Agua
    En el siglo XIV residió en el Palacio existente junto a la Almona, el Gran Maestre de la Orden de Santiago D. Fadrique de Trastamara.
    En los Anales de Don Diego Ortiz de Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago aparece descrito un terremoto ocurrido el cinco de abril de 1504: “Como a la hora tercia, siendo Sumo Pontífice Julio II y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla, Sicilia y Cerdeña los cristianos Reyes don Fernando y doña Isabel, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas las iglesias y casas, de modo que amenazaban con caerse.
    Los que estaban en los campos aseguraban haber visto oscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos arrojando abundante agua por sus bocas y los montes abiertos exhalando vientos con cenizas.
    Hay quien afirma haber visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de Almadén, Cazalla y Guadalcanal.
    En 1592 tenía Guadalcanal 1462 vecinos. En 1596, registra 1055, lo cual supone más de cinco mil habitantes, que un número mayor al de ahora, y eso que la población total de España era aproximadamente, un quinto de la actual.
    10 de junio 1628. El licenciado D. Diego García de la Rubia, visitó las ermitas de San Pedro, San Benito, San Juan, Ntra. Sra. De los Remedios, Capilla de San Antonio (en las minas de Pozo Rico) y Santa Marina.
    1 de Noviembre de 1755, Guadalcanal sufrió un terremoto. En acción de gracias, por no haber recibido daño, ni en sus personas ni inmuebles, ni en ganados, la Comunidad de la Parroquia de Santa María, presidida por el párroco don Juan de Ortega, acordó celebrar perpetuamente una misa, seguida de procesión con el Santísimo porla Plaza Mayor, en la que habrá dos altares, repletos de flores, para sendas Estaciones de su Divina Majestad. Los gastos de cera y flores, por un importe de 16 reales de vellón, serán sufragados por el Consejo de la Villa.
    En 1833 por la reforma del ministro Javier de Burgos, pasó a ser andaluz, no apareciendo ya como jurisdicción eclesiástica extremeña en 1851.
    1854. En este año había 5506 almas, de los cuales 1558 eran cabezas de familia. Regían la villa Miguel Ramos Lobo, Alcalde; Leonardo Castelló y Donoso, como Alcalde 2º; Juan Rivero Silvestre, como Regidor 1º; Antonio María de Castilla, como Regidor 2º; José Rivero, Regidor 3º; Antonio Llamazares, Regidor 4º; José Barragán Palacios, Regidor 5º, Francisco Vázquez, Regidor 6º, Nicolás de Gálvez, Regidor 7º, Félix Nogales, Regidor 8º; Lucas de Torres, Síndico 1º, Antonio Fontán, Síndico 2º y Enrique Vicente Moreno, como Secretario del Ayuntamiento.
    Fue colocada en el reloj de la plaza una campana que se quitó del convento del Espíritu Santo.
    Se trasladó la cruz que existía al final de la calle Santa Clara al lugar que ocupa actualmente.
    El Ayuntamiento cedió terrenos para sembrarlos de olivos enla Sierra del Agua y en la Palomilla.
    La construcción de la fuente del Berrocal Chico se debe al presbítero Juan Barragán, que solicitó de las aguas vertientes de la fuente.

Recopilación Revistas de Guadalcanal. Años 1960 - 1969 - 1972 - 1988
Asociación Cultural Benalixa

sábado, 17 de agosto de 2024

Rafael García Plata de Osma

 

Un extremeño nacido en Guadalcanal

Nacido en Guadalcanal 1870

Falleció en Cáceres 1918

         Este ilustre paisano que casi todos los anales le consideran como extremeño, nació y vivió sus primeros años en Guadalcanal, localidad en la que su padre regentaba una farmacia, tal vez sus raíces no sean de nuestro pueblo, su padre Antonio García Plata era sevillano y su madre Francisca de Osma de la localidad de Valdefuentes (Cáceres).

         Cursa sus estudios de bachiller en Sevilla y siguiendo la tradición familiar se matricula en farmacia, pero esta carrera la deja en el segundo año y se traslada a Madrid, decide seguir la carrera de leyes y entrar en círculos literarios su verdadera vocación.

         En el último curso de carrera cae enfermo de pulmonía y apenas superada la enfermedad vuelve a recaer de la misma, deteriorando y marcando su salud para el resto de su vida, por lo que decide trasladarse a Alcuéscar (Cáceres), zona más apropiada que el clima de Madrid para su débil salud.

         En este localidad se instala y vive gran parte de su vida, contrae matrimonio con Aurelia Parra Bravo, fruto se este matrimonio nacieron cuatro hijos, ejerció y vivió como extremeño, según palabras de José María Cacho “se convirtió en defensor de todo lo típicamente extremeño laborando más en pro de la región que le acogió que muchas otras personas nacidas en Extremadura”, ejerciendo de historiador, etnólogo, y sobre todo, folklorista, recuperando la realidad extremeña, sus costumbres, canciones y folklore, recogidos de las bocas de los lugareños.

         Sus inicios literarias le llevaron a publicar en la revista cacereña “Revista Cacereña” diferente artículos de opinión, que fueron considerados por Pulido Cordero y Nogales Flores como “elemento bibliográfico y de referencia imprescindible para el estudio de la historia de Extremadura, destacando títulos como: Melitonada geográfica de la provincia de Cáceres” “Cacerías de gazapos geográficos en la provincia de Badajoz”, posteriormente colaboró en El Noticiario y Diario de Cáceres, El Ideal, El Heraldo y El Globo de Madrid, Hojas Selectas y La Semana Cómica de Barcelona y en otros muchos diarios y revistas nacionales y publico tres libros asumiendo el mismo el coste de su edición, dejando un importante legado escrito inédito a sus herederos, que posteriormente han sido publicados.

         Otras citas importantes a destacar son: (1899). - “Geografía popular de Extremadura”. Revista de Extremadura. Cáceres, Vol. I, pp. 320-325, (1903). - “Primavera popular”, Revista de Extremadura II, pp. 260-267, (1903). - Geografía popular de Alcuéscar. en Rev. de Extremadura”, t. V., (1903): Geografía popular de Alcuéscar. en Rev. de Extremadura”, t. V., (1904): El librillo de la jambre o Juan de Mera, el zapatero perdío. Sobre temas extremeños. en Rev. de Extremadura, t. VI. o. (1906): Dos glosas religiosas populares. Apuntes recogidos en Alcuéscar. en Rev. de Extremadura, t. VII.

         Entabló amistad con Ramón Menéndez Pidal, que publicó algunos de sus trabajos y gracias a su intersección fue nombrado Académico Correspondiente en Extremadura de la Real Academia Española, en 1918 poco antes de su fallecimiento y también fue honrado con el nombramiento como Académico Sevillano de las Buenas Letras.

         Descansa en paz en el Cementerio de Cáceres, donde falleció a la temprana edad de 48 años, el 19 de noviembre de 1918, a consecuencia de su débil salud y de la epidemia de gripe que asolaba a Europa, dejando un importante legado para la cultura Extremera.

 Datos Biográficos. - José María Cancho Sánchez