El patrimonio
histórico protegido 3/4
Monumentos.-
Los castillos en
la Sierra Norte de Sevilla son de gran importancia para comprender el proceso
secular de la Reconquista en el Reino de Sevilla. Integrados en la llamada “frontera Norte de Sevilla”, formaban una
banda de fortalezas de gran protagonismo político y militar que se extendía por
la frontera con Portugal al Noroeste y por todo el norte del alfoz de la Sierra Norte en la Sevilla de la Baja
Edad Media.
La
influencia que el medio físico ejerció sobre su localización estuvo marcada por
las condiciones geográficas que a su vez orientaron las vías de comunicación y
los asentamientos urbanos. Estos castillos suponían la hegemonía militar en el
territorio y propiciaron bajo su protección campañas repobladoras, pudiéndose
afirmar que fueron el origen de muchas de las ciudades desarrolladas en sus
inmediaciones, contribuyendo, al tiempo, a su mantenimiento (3).
Los
castillos participaron en la formación y desarrollo de un tipo de poblamiento
en la Sierra Norte de Sevilla garantizando la presencia de la Corona de Castilla
en una zona no excesivamente poblada y pobre, pero siempre reclamada por el
reino portugués.
Algunos
tienen su origen en las fortalezas pertenecientes al período islámico, como los
de Alanís, Cazalla de la Sierra y Constantina, mientras otros fueron
construidos en época medieval tras la ocupación cristiana, como el de Real de
la Jara. En esta época, la evolución histórica de la Sierra Norte estuvo en
buena medida marcada por la presencia de estas fortificaciones siendo un factor
prioritario del desarrollo político y económico de la comarca.
Como
ejemplo destacado de los existentes en esta comarca, el Castillo de Alanís
cuenta con un expediente que se encuentra en la actualidad debidamente documentado,
presentando el grado de información que se tiene por objeto alcanzar para el resto
de los castillos declarados B.I.C. Esta fortaleza se encuentra en un punto de
confluencia de las principales carreteras de la comarca oriental de la Sierra
Norte, en el eje de comunicación de Sevilla con Cazalla y limitando su término
con el Sur de Badajoz, enclavado en un cerro al Sur del núcleo urbano, en el
punto más elevado del término destacando como referente obligado en las
visuales creadas desde distintos puntos de la población.
Responde
al tipo de fortaleza medieval de frontera, con recinto amurallado hexagonal
irregular y una torre adosada en forma de saliente en la zona Noroeste y está
construido en su totalidad con piedra caliza de la zona. Estilísticamente es
similar a otros de la denominada “banda
gallega”, presentando un maridaje entre sistemas constructivos y elementos
no estructurales y decorativos mudéjares y del gótico tardío.
Su
construcción está constatada hacia 1392, según las Cuentas del Mayordomazgo
Mayor de Sevilla, en las que se hace referencia a diferentes obras realizadas en
el mismo, siendo entregado en 1477 a los Reyes Católicos en el Alcázar de
Sevilla. A partir de entonces, no produciéndose cambios sustanciales en el
control político del territorio, fue sufriendo un proceso de deterioro desde el
S. XVII, aunque previamente fuera testigo de la rebelión morisca de 1567 y del
hospedaje de Felipe II en 1570 en su paso hacia la ciudad de Sevilla. En el S.
XIX las tropas francesas lo reedificaron, como hicieron con otros tantos,
dejándolo nuevamente abandonado.
La
incidencia de este castillo con el núcleo urbano es importante al asentarse en
un lugar prominente de la falda del llamado “Cerro
del Castillo”, en la travesía de la carretera local procedente del vecino
municipio de San Nicolás del Puerto, conformando un enclave de sumo interés
patrimonial junto al Ayuntamiento, la Iglesia Parroquial, las casas de mayor
valor arquitectónico y la ermita de San Juan, lugar desde el que se establece
una posición de dominio sobre un amplio sector de la sierra. Por este motivo se
ha considerado procedente la propuesta de delimitación de un entorno en el que
confluyan las relaciones de este B.I.C. con el resto de los espacios públicos e
inmuebles, como la cercana Iglesia Parroquial de Santa María de las Nieves,
logrando una figura de protección que afecte a la zona de mayor importancia
histórica y arquitectónica de la población.
Logrado
el establecimiento del poder militar por parte de la Corona de Castilla
mediante la implantación de estos castillos y recintos amurallados, un capítulo
importante en el proceso de la consolidación del orden cristiano sería el
asentamiento del estamento eclesiástico en las tierras tomadas. Como iniciativa
primordial, la fundación de las Iglesias Parroquiales en la Sierra Norte de
Sevilla supone una de las empresas desarrollas en los primeros años de la conquista,
motivo por el que este tipo arquitectónico conforma un conjunto de inmuebles
que mantiene unas características constructivas y estilísticas que permiten
establecer rasgos definitorios comunes. Estos templos responden a edificios que
se construyen según las características del estilo gótico-mudéjar de los siglos
XIV y XV, en los que se consolida, debido a las circunstancias políticas de la
época, un aspecto fortificado y de gran entidad constructiva. Sus fábricas presentan
muy comúnmente muros levantados en piedra de extremado grosor, arcos diafragmas
con contrafuertes o pilares y arcos apuntados de buena factura y cubiertas
frecuentemente cerradas con cantería, soliendo predominar las iglesias
denominadas de torre-fachada. La mayor par te han sido objeto de
transformaciones durante el siglo XVI, período de esplendor económico de la
sierra que contribuyó a la ampliación o el enriquecimiento de muchas de ellas,
al igual que en el S. XVIII, cuando, a causa de los efectos del terremoto de
Lisboa, se hizo necesario la reparación de las estructuras que quedaron
maltrechas a la vez que la incorporación de programas decorativos adaptados a
los gustos del barroco que incidieran en determinadas partes de los inmuebles
restándoles la gran presencia del aspecto defensivo. Su ubicación en los
núcleos originarios de las poblaciones, próximas a los Castillos y a los
principales edificios civiles, las convierten en centros de importantes valores
patrimoniales por su referencia en el parcelario histórico y, en casi todos los
casos, por servir de contenedores que custodian un importante tesoro de piezas
retablísticas, escultóricas, pictóricas o suntuarias.
La
Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Nieves de Alanís, presenta una
estructura primitiva gótico-mudéjar del S. XIV, como demuestran las bóvedas del
presbiterio, las dos portadas y la torre fachada de los pies del templo.
Durante el S. XVI se efectuaron en ella algunas remodelaciones, teniendo como
resultado el levantamiento de la Capilla de los Melgarejos. En el XVIII fue
cuando se produjeron las principales alteraciones, sobre todo las realizadas tras
el terremoto de Lisboa de 1755 con gran acierto, conformando una armónica
simbiosis entre ambos estilos que permite considerarla como uno de los templos
más singulares de la Sierra Norte sevillana.
Las
obras fueron realizadas por el maestro alarife José Candil, siguiendo los
informes de 1757 del Maestro Mayor del Arzobispado Pedro de San Martín, informándose
dos años después la finalización de las mismas por Pedro de Silva. Estas obras
consistieron fundamentalmente en la transformación interior de los pilares, arcos
y cubiertas en el interior del edificio.
Situada
al pie del Castillo, muy en el borde del núcleo urbano, centra la espaciosa
plaza del Ayuntamiento en el lado norte. Se trata de una iglesia de tres naves,
cortadas las laterales al inicio del presbiterio, por lo que éste destacaba en
solitario, hasta que esta disposición se alteró por la construcción de un
cuerpo bajo poligonal que se le adosa y al tramo oblicuo del ábside en el lado
norte y por la presencia de la sacristía en el lado sur. A los pies emerge la torre-fachada
coronada por un exiguo cuerpo de campanas que se remata en un chapitel
piramidal.
En
la documentación técnica realizada al efecto, además del entorno de protección,
se propone vincular al inmueble los siguientes bienes muebles: la pila Bautismal,
del s. XV y estilo mudéjar; las puertas del presbiterio pertenecientes al S.
XVI y de estilo renacentista; los zócalos de azulejos del XVI, realizados mediante
la técnica de cuenca y cuerda seca; el retablo mayor, obra gótica del círculo
de Sánchez de
Castro realizado
hacia 1500 con un total de 13 pinturas sobre tablas que representan escenas de
la vida de Cristo y de los Santos y las pinturas murales barrocas de las
bóvedas del presbiterio, realizadas a finales del XVII.
La
Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Consolación de Cazalla de la Sierra
se encuentra enclavada en la parte más elevada del promontorio al Sur de la
población. Es un edificio completamente exento junto al que se sitúa una de las
entradas de la antigua muralla almohade. Originariamente construida en estilo
mudéjar, fue ampliada en el S.XVI debido al auge económico y al alza de la
población con un lenguaje renacentista que respetó la traza original.
No
hay noticias documentales acerca de los maestros que realizaron esta intervención
comenzada en 1538, aunque, por sus características y calidad técnica, puede
relacionarse con intervenciones dirigidas por los Maestros Mayores de la
Catedral Hispalense Diego de Riaño y Martín Gaínza. En este edificio, la superposición
de estilos permite apreciar tres fases superpuestas: la mudéjar, mantenida en
los pies y la cabecera, que responde al tipo generalizado de las iglesias
medievales de la Sierra Norte de tres naves, con torre-fachada y ábside
poligonal; las muestras de estilo renacentista, apreciadas fundamentalmente en
las reformas del interior que transforman totalmente la primitiva construcción
medieval en la que destacan los soportes con sus remates derivados de los
empleados en la Sacristía Mayor de la Catedral Hispalense y el sistema de
cubiertas de bóvedas vaídas con casetones, pudiéndose considerar uno de los
mejores ejemplos del renacimiento andaluz por su extraordinaria factura. En el
siglo XVIII, este templo sufre una tercera transformación realizada por Pedro
Francisco López, siendo una intervención que se limitó al enmascaramiento de
las primitivas cubiertas del tramo de los pies y al levantamiento de las
portadas laterales barrocas.
En
la documentación actualizada, además de contemplar un entorno de protección, se
han incluido como bienes muebles vinculados al edificio los siguientes: el
retablo mayor, obra anónima protobarroca realizada en el S. XVII en la que se
exhiben temas en altorrelieve de la vida de Cristo como la Anunciación y la
Circuncisión y las imágenes de San Pedro y San Pablo, realizados entre 1592 y
1620 por los escultores Juan de Oviedo y la Bandera, Artús Jordán y los
maestros pintores Francisco Cid, Diego de Campos, Vasco Pereira, Antón Pérez y
Miguel y Lucas Esquivel; la pila bautismal, pieza destacada del S. XV realizada
en mármol de estilo mudéjar y una lápida renacentista del mismo material
labrada en 1538, según figura en la inscripción:
“EN EL AÑO DE NUESTRO/ SEÑOR JESU/ CHRISTO DE MD Y XXXVIII AÑOS SE COMENZO
ESTA/ IGLESIA NUEVA“, inscripción que aproxima la datación de las obras
renacentistas.
La
Cartuja de Cazalla de la Sierra es un conjunto cenobítico cartujo que gestado
desde el S. XV como filial de la Car tuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla.
Fue concebido como lugar de retiro de los monjes en edad provecta eligiendo un
emplazamiento en el que, al parecer, ya existía un monasterio jerónimo.
Situado
a 5 Km del pueblo de Cazalla, está asentado sobre una terraza desde la que
puede admirarse un bellísimo paisaje natural de frondosa vegetación, entre las
que discurren los antiguos caminos y trochas de conexión con la Ruta de la
Plata.
Su
construcción se inició contando con que la climatología y la falta de recursos
económicos provocaron constantes intentos de traslado entre los siglos entre
los XVI al XVIII, si bien, permaneciendo con gran cantidad de incidencias, en
la tercera década de éste último siglo,
experimentó un leve auge económico que permitió su conclusión y el remoce de
las zonas primitivas gracias a las donaciones privadas. En 1810, fue saqueada y
desalojada con motivo durante la invasión francesa, recuperando su función
prontamente hasta su decline definitivo en 1836. Desamortizado todo el
conjunto, quedó totalmente en ruinas llegando incluso a estar prácticamente
cubierto por la tierra y ocupado por la foráz vegetación de la zona, hasta que
durante los años sesenta del siglo XX fue adquirida junto a su finca por su
actual propietario que intenta adaptarla para uso hotelero Las ruinas
consolidadas permiten observar las transformaciones concretas efectuadas en
este inmueble así como la peculiar evolución de este tipo de edificios cartujos.
En esencia presenta tres núcleos fundamentales organizados alrededor de tres
claustros a los que se accede a través de una gran arcada de estilo clásico
labrada en sillería formada por dos pilastras toscanas que enmarcan un arco de
medio punto. A su derecha se sitúa la "Capilla
de los Peregrinos", una construcción rectangular de ladrillo y mampostería,
que corresponde a la tradicional “capilla
de afuera” existente en todas las Car tujas para atender a los fieles
venidos de lejos y preservar la intimidad de los monjes. Siguiendo el eje de la
entrada se llega a la Iglesia precedida por un pórtico en el que se abre un
gran arco mixtilíneo de trazas dieciochescas tras el que aparece la portada
principal presidida por la imagen de San Bruno.
La
Iglesia es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos,
compartimentada en cuatro tramos por arcos fajones que apean sobre pilastras toscanas.
El presbiterio es de planta ochavada, se cubre con nervadura de raigambre
gótica de ladrillo y antecede a la Sagrario, cubierta con falsa cúpula sobre
pechinas y decorada por un complejo programa iconográfico con temas como la
Apoteosis de San Bruno, en la cúpula, y los Evangelistas en las pechinas.
Al
exterior, sobre el muro derecho del presbiterio, se levanta la gran espadaña
que supone un inevitable hito paisajístico desde la lejanía ricamente decorado
con estípites, volutas, placas recortadas y remates de bolas cerámicas. En sus
inmediaciones se extiende el claustro principal, de planta cuadrada y con la
galería perimetral, hoy casi totalmente destruida, permitiendo sus escasos
restos interpretar las formas originales de los pilares de ladrillo ochavados.
Sus
muros estuvieron recubiertos con zócalos de azulejos de cuenca del S. XVI,
mientras que, sobre ellos, se conservan escasos testigos de pinturas murales de
estilo gótico-mudéjar.
En
el lado contiguo a la espadaña se sitúa la Sala Capitular y el segundo gran claustro
que enlaza con el primero a través de un sistema de galerías cubiertas con
bóvedas de aristas labradas en ladrillo. Esta es la zona más recóndita del
conjunto, a través de la cual se enlaza con otro pequeño claustrillo de planta
rectangular en el que se encontraban las antiguas celdas y en cuyo flanco
izquierdo, se situaba la primitiva iglesia después adaptada a cocina. La
totalidad del recinto Conventual se declaró B.I.C. en 1996, teniendo delimitado
un entorno de protección que comprende los propios límites de la finca en la
que se ubica.
Departamento de Protección del Patrimonio Histórico Delegación Provincial de la Consejería de Cultura en Sevilla