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domingo, 5 de junio de 2022

Últimos días de la feria de Guaditoca

La historia de la feria y la ermi­ta se confunden en su origen

No nació la feria, que desde re­mota fecha se celebraba alrede­dor del Santuario de Guaditoca, en Guadalcanal, de privilegio de los Reyes; ni debió su origen a con­cepción de los grandes Maestres de la Orden de Santiago, a la cual perteneció por luengos años el se­ñorío de la Villa; ni lo instituyó el Ayuntamiento por auto de sus al­caldes y regidores; nació como otras instituciones populares de una necesidad y creció y se des­arrolló a lo sombra de la Virgen de Guaditoca.

La historia de la feria y la ermi­ta se confunden en su origen con la romería anual que la Pascua del Espíritu Santo se celebraba coinci­diendo con las fiestas religiosas de los pueblos y hermandades de la comarca dedicaban en honor de la que hoy es su Patrona muy ama­da, a quien veneran con amor de hijos fieles.

De no existir carta o privilegio de concepción del ferial, se quiso hacer argumento poderoso a fines del siglo XVIII contra la permanen­cia de la feria en los llanos que rodean la ermita de Guaditoca.

Del incremento que llegó a al­canzar en los días gloriosos del Santuario, puede darnos idea el número de mercaderes y tratantes que acudían en busca de lucro y ganancia al ferial. El cuaderno for­mado en 1786 para el ajuste de la cuenta de maravedíes que cobró en aquel año la justicia de la Vi­lla, nos da testimonio de que allí se vendía desde las vituallas más necesarias hasta los objetos más lujosos y superfluos.

En los porta­les que formaban una gran plaza delante del Santuario estaban las tiendas de lienzos, sedas, sombre­ros. En los puestos de las esqui­nas ya adosados a los muros del Santuario se vendían vinos, taba­co, chacinas y toda clase de alimentos. En mesas y tablas que arrenda­ba el Santuario, tenían sus vende­jas los jilgueros de Sevilla, de Carmona, de Tocina, de Medina de las Torres y de Fuente de Cantos; los de Montemolín vendían costa­les, los granadinos pitos, los de Berlanga bayetas, frutas los de Palma y mil y mil cosas en que pu­dieran gastar dinero los peregri­nos, ya para proveerse de cera o para tener algún recuerdo de aquellos días pasados en las ve­gas de Guaditoca.

Pero la parte más importante del ferial era el mercado de gana­do. El sitio reunía para ello las me­jores condiciones, ya que los pas­tos son abundantes en las dehesas próximas al río.

La causa principal del incre­mento que adquirió la feria no era otra que la devoción a la Virgen Bendita de Guaditoca, que atraía a su Santuario legiones de devo­tos para asistir a las fiestas religio­sas que en su honor se celebran. Sólo las hermandades de Guadalcanal, Valverde, Berlanga y Ahillones daban buen número de ro­meros, a los que no les importaba lo penoso del camino, ni las mo­lestias de la estancia, y aunque las hermandades tenían casas pro­pias, no había alojamiento para todos.

La animación y vida comenzaba desde la víspera del día de Pen­tecostés, en el que hacían entra­da Cofradías para el culto a la Virgen.

Desde el amanecer de dicho día se celebraban misas en el Santuario. La función principal se cele­braba el segundo día de Pascua por el clero de Santa María. La úl­tima tarde salía la procesión, for­mada primero por las mujeres, que llevaban en andas de plata al Ni­ño Bellotero, y después los hom­bres con la imagen de la Virgen, en andas de plata también.

Se recorría la plaza, siguiendo por la acera derecha y volviendo por la izquierda; y al pasar por los puestos de confituras arrojaban puñados de ellas a las andas.

Colocábanse las andas de la Virgen sobre la peña de la apari­ción, volviendo al Templo, donde se pujaban los mástiles para tener el honor de entrar a la Virgen en Santa Casa.

El final de la feria era el regreso de aquella multitud a sus hogares, hasta el año siguiente. Tal era la feria de Guaditoca.



PLACIDO COTE (Hijo) Alumno de 8.° Curso. 14 años
Revista de Feria 1980

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