La historia de la feria y la ermita se confunden en su origen
La historia de la feria y la ermita se confunden en su origen con la romería anual que la Pascua del Espíritu Santo se celebraba coincidiendo con las fiestas religiosas de los pueblos y hermandades de la comarca dedicaban en honor de la que hoy es su Patrona muy amada, a quien veneran con amor de hijos fieles.
De no existir carta o privilegio de concepción del ferial, se quiso hacer argumento poderoso a fines del siglo XVIII contra la permanencia de la feria en los llanos que rodean la ermita de Guaditoca.
Del incremento que llegó a alcanzar en los días gloriosos del Santuario, puede darnos idea el número de mercaderes y tratantes que acudían en busca de lucro y ganancia al ferial. El cuaderno formado en 1786 para el ajuste de la cuenta de maravedíes que cobró en aquel año la justicia de la Villa, nos da testimonio de que allí se vendía desde las vituallas más necesarias hasta los objetos más lujosos y superfluos.
En los portales que formaban una gran plaza delante del Santuario estaban las tiendas de lienzos, sedas, sombreros. En los puestos de las esquinas ya adosados a los muros del Santuario se vendían vinos, tabaco, chacinas y toda clase de alimentos. En mesas y tablas que arrendaba el Santuario, tenían sus vendejas los jilgueros de Sevilla, de Carmona, de Tocina, de Medina de las Torres y de Fuente de Cantos; los de Montemolín vendían costales, los granadinos pitos, los de Berlanga bayetas, frutas los de Palma y mil y mil cosas en que pudieran gastar dinero los peregrinos, ya para proveerse de cera o para tener algún recuerdo de aquellos días pasados en las vegas de Guaditoca.
Pero la parte más importante del ferial era el mercado de ganado. El sitio reunía para ello las mejores condiciones, ya que los pastos son abundantes en las dehesas próximas al río.
La causa principal del incremento que adquirió la feria no era otra que la devoción a la Virgen Bendita de Guaditoca, que atraía a su Santuario legiones de devotos para asistir a las fiestas religiosas que en su honor se celebran. Sólo las hermandades de Guadalcanal, Valverde, Berlanga y Ahillones daban buen número de romeros, a los que no les importaba lo penoso del camino, ni las molestias de la estancia, y aunque las hermandades tenían casas propias, no había alojamiento para todos.
La animación y vida comenzaba desde la víspera del día de Pentecostés, en el que hacían entrada Cofradías para el culto a la Virgen.
Desde el amanecer de dicho día se celebraban misas en el Santuario. La función principal se celebraba el segundo día de Pascua por el clero de Santa María. La última tarde salía la procesión, formada primero por las mujeres, que llevaban en andas de plata al Niño Bellotero, y después los hombres con la imagen de la Virgen, en andas de plata también.
Se recorría la plaza, siguiendo por la acera derecha y volviendo por la izquierda; y al pasar por los puestos de confituras arrojaban puñados de ellas a las andas.
Colocábanse las andas de la Virgen sobre la peña de la aparición, volviendo al Templo, donde se pujaban los mástiles para tener el honor de entrar a la Virgen en Santa Casa.
El final de la feria era el regreso de aquella multitud a sus hogares, hasta el año siguiente. Tal era la feria de Guaditoca.
PLACIDO COTE (Hijo) Alumno de 8.° Curso. 14 años
Revista de Feria 1980
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