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domingo, 21 de agosto de 2022

Crónicas de una añoranza 5

Apuntes de Diego “El Sereno”

Quinta parte 

El Furtivismo


    El furtivismo es la escuela de donde siempre salieron los mejores guardas jurados de caza. A primera vista esto parece un contrasentido pues la transformación de un furtivo en guarda jurado, manda narices, sin embargo, no es un caso extraño ni mucho menos, casi todos los grandes guardas jurados han pasado por el noviciado del furtivismo antes de tomar los hábitos para velar las armas de la guardería andante.
    ¿Quién no conoce a alguno de estos hombres, nacidos en el fondo de la serranía, con el olor de las jaras pegado a la ropa?
    Pecadores de todos los pecados cinegéticos a lo largo y a lo ancho de nuestros montes para al final tomar los hábitos de la canonización.
    No es nada nuevo el furtivismo en ninguna parte, es algo que se viene practicando desde tiempos inmemorables acentuándose en unas épocas más que en otras, por una gran cantidad cazadores.
    Aunque todos digamos lo contrario, hemos sido participes en este tipo de caza en alguna ocasión a pesar de la dureza que las leyes de caza han tratado de siempre a este tipo de infractores.
    A raíz de la aparición masiva del automóvil, cuando todo se pone al alcance de la mano, y no importan las distancias para transportarse en poco tiempo, y de una manera rápida lo que en el furtivismo es primordial, para evadirse de la intervención de los agentes de guardería o de la Guardia Civil, parece que se hace más popular esta forma de cazar.
  Existe diversas formas de practicar el furtivismo, todas ellas casi siempre de eficaces resultados, sobre todo cuando se caza desde el automóvil, difícilmente se marra una pieza sobre todo si se trata de caza mayor.
    En los viejos tiempos, el furtivismo se hacía utilizando medios muy rudimentarios, pero que también daban buenos resultados, porque eran manejados por hombres muy diestros en el uso de aquellos pertrechos; y las circunstancias les habían enseñado a afinar al máximo sus cualidades de cazador para no volver con las manos vacías.
    En la actualidad se hace un furtivismo muy refinado, que deja mucho que desear sobre el que se hacía antes; pero que cuenta con buen número de adictos, sin disponer de más arma que el propio automóvil, suficiente para hacer buena cacería por cualquier carretera de las que cruzan los cotos, tanto de caza menor como de mayor y que dan acceso a todo el mundo.
    El furtivismo es una modalidad de caza apasionada incluso para los que la practican por primera vez, así generalmente nos hemos iniciados todos en la caza, viviendo lances de incalculable valor cinegético, que hoy recordamos con nostalgia, aunque tristes, confesos y arrepentidos.
    Grandes cazadores me contaron en muchas ocasiones sus vivencias cinegéticas furtivas, calificándolas como las mejores de su vida; parece ser que al cazador le gusta vivir la gran aventura de la caza con todas sus consecuencias, sin darle importancia alguna a los muchos sinsabores que les puede acarrear esta forma de practicar el bello y legendario deporte de la caza.
    Los secretos de la caza los revela ella misma, pero hace falta una completa dedicación para lograr el éxito.
    Los cazadores conocemos bien a estos hombres transformados, con los que nos gusta siempre dialogar largo y tendido, sobre todo lo relativo a la caza, cuando nos salen al paso en nuestra andadura, o cuando nos conducen por los serpenteantes caminos de la sierra, hasta llegar al puesto para darnos las ultimas instrucciones pertinentes, y desearnos buena suerte en la jornada. Hasta aquí es donde generalmente llegan nuestros conocimientos sobre los furtivos, pero detrás de todo esto quedan muchos años de duro trabajo, en la constante convivencia con la caza en su medio natural, que es donde ellos tienen su campo de acción y desarrollan una tarea extraordinaria, colaborando siempre en la planificación de la caza, haciendo constante uso de los conocimientos adquiridos sobre la estrategia cinegética, que en tantas ocasiones les conducirían al éxito en su constante deambular por esos campos de Dios.
    El furtivo es hombre que vive más de cerca la aventura de la caza, y siempre está presto a partir con su perro hacia el solitario encuentro con la caza, despreciando la pereza que nunca conoció, porque la afición a la caza no le permite muchas comodidades, y sabe que ha de estar en forma como un deportista más, enamorado de su profesión, a la cual dedica todo el tiempo posible porque se encuentra a gusto en el entorno campestre, lejos de la contaminación y del ajetreo.
    Una vez redimidos y caminando por los caminos de la ley, los buenos cazadores tendrán que agradecerles el gran servicio que prestan como verdaderos maestros en el arte venatorio, es por lo que desde aquí quiero rendir homenaje a todos ellos que, con su callado trabajo, han sabido siempre proporcionarnos el placer de una buena cacería.
    Siempre he visto en estos furtivos la esencia del cazador de nacimiento, impasibilidad, aguante hasta donde sea, párpados inmóviles y trallazo a punto.
    Por otra parte, es muy importante su aportación a la tecnología de la caza. Nadie mejor que ellos conoce el campo y las reacciones de los animales en todos sus aspectos. Ya que, empujados por la necesidad, tal vez, se hicieron los grandes maestros que suelen ser.
    Es, pues, esencial su activa colaboración para tener mejores posibilidades en el ejercicio de nuestra afición.
    El furtivo tuvo su época dorada en los viejos tiempos, cuando la caza daba para todos, atraídos quizás más que por el logro, por esa llamada ancestral por la que nos sentimos llamados, muchas veces los cazadores, aunque no seamos furtivos, para mantener el legado histórico de nuestra fauna, sobre la que tanto se ha escrito y comentado a través de todos los tiempos.
    El furtivismo en todas las épocas se ha considerado como un acto delictivo, penado por todas las leyes de caza, para el bien equitativo de la caza y de los cazadores, despreciando todas las posibilidades de aprendizaje que el hombre encontrara al paso por el mismo hasta sentar cátedra en el arte venatorio.
    No cabe duda de que existe mucha leyenda negra sobre esta forma de cazar, casi siempre mal vista por infinidad de aficionados, preciándose de no haber roto nunca un plato, (valga la expresión).
    Hoy día se hace un furtivismo lucrativo y de ocasión, el cual solo sirve para satisfacer a despreciables aficionados, de los que nunca aprenderá nada bueno el cazador novel, sino todo lo contrario, por considerarse fuera de la ética que exige siempre el arte del buen cumplir, Hoy es algo que no tiene excusa, ni podrá, por ser algo que les degrade y envilece.
    Este tipo de furtivos no hace maestros como los de antaño, los que tantas veces nos condujeron por los intrincados atajos de nuestras sierras en persecución de la caza copada, en la lucha natural, siempre dentro de ese escenario campestre y bravío, a veces inhóspito como el campo mismo, aprendiendo cada día las leyes de la cinegética más venturosa.

Esta forma de cazar no está a la captura de ninguna determinada pieza o especie, sino a la configuración del entorno campestre con todos los animales que lo pueblan discriminadamente; así comenzaron hace muchos millones de años los primeros homínidos furtivos y no precisamente para decaer en el transcurso del tiempo, ni desfallecer por la dureza con que lo practicaban: hacían constantes renovaciones para mejorar sus útiles de caza dentro de sus escasos medios, hostigados en superarse cada día, afanados en una tarea que nunca veremos terminada.
    A lo largo de la historia de caza, se pueden ver las innumerables innovaciones que han tenido las armas para este fin; desde la ballesta al fusil de chispa ideado a finales del año 1.537, hemos ido pasando por más sofisticados modelos, sobre los que se han montado potentes, teleobjetivos, (últimamente electrónicos), capaces de hacer blanco a centenares de metros con una sorprendente precisión.
    No voy a criticar aquí, la belleza que tiene apretar el gatillo y ver rodar a gran distancia las piezas de caza, porque yo soy un pecador más, que sabe cómo los demás que no estamos dentro del ético arte venatorio.
    La caza debe ser perseguida por el hombre, y no privada de sus facultades de supervivencia, por un poderoso medio mecánico que a veces nos sorprende a nosotros mismos. La caza ha sido considerada como un deporte, para hombres y mujeres que siempre han sabido amar a la naturaleza como a ellos mismos, considerémosla como un bien común que hay que cuidar.
La Caza Mayor

    La madre naturaleza domina el espíritu, aunque el hombre muchas veces cree lo contrario, y fabrica nuevos cauces para cambiar, a su antojo, la marcha de los ecosistemas, lo que configura un ambiente un tanto enrarecido, sobre el modo antiguo de montear, basándose en rebuscadas técnicas sobre el arte sanatorio.
    Los trofeos, de venado generalmente, en la zona de Hornachuelos, se ven cada año descender de calidad, quizás por la masiva cantidad de reses existentes en cada coto. Hoy se cobran una gran cantidad de reses en cada montería, pero de escaso valor sus trofeos para los monteros. Que siempre buscamos volver con un buen ejemplar para que ocupe ese sitio que aún nos queda vacío en el salón.
    Estando, así las cosas, cada vez constituye para el montero menos entusiasmo el lance de un venado, el cual, tras el derribo, quedará solamente para contar en la lista de reses cobradas, sin prestarle la más mínima atención al trofeo por su escaso valor.
    A cortar ese descenso en calidades, acude con cierta premura el cerramiento de las dehesas. Pero no creo que esto solucione el problema, porque aun dando por bueno lo de los cotos cercados y que puedan superar sus propias dificultades y pervivir, no cabe duda de que traerán consigo un tipo de monterías que todavía se parecerán menos a las de los viejos tiempos.
    Esto parece que lo animales lo van superando a fuerza de darse golpes, y de haberse aprendido por dónde va la alambrada, parece que hay cierta tendencia en esto de las cercas, a cortar las huidas o querencias de las reses, con lo que se benefician unos y se perjudican otros.
    Estamos viendo claro cómo los cotos de más rancia solera de Hornachuelos, se están convirtiendo en granjas cinegéticas, pues no cabe duda de que el airoso porte de un venado, con el solo hecho de contemplarlo a través de una alambrada, pierde todo su encanto como animal salvaje.
    Los viejos cotos de Hornachuelos, considerados en la antigüedad como los mejores de España, hoy siguen siéndolo debido al incremento que ha tenido la caza mayor en esta zona. De aquí se han surtido y repoblado de ciervos, extensas zonas por todo el país, allá por los años cincuenta se llevó a cabo una campaña de capturas en esta zona para repoblar de ciervos diversos puntos de la península. Fue una idea acertadísima de D. Jaime de Foxa, hombre íntegro, cazador de solera, dedicado a la caza desde todos los agudos y desde toda la vida, amén de ingeniero de Montes y jefe Nacional de Caza y Pesca, por entonces.
    Este humilde aficionado tuvo la gran suerte de compartir con él muchas jornadas de caza, y de escuchar sus comentarios, con ese calor que nadie como él sabía poner en cada frase, cuando se refería a sus vivencias cinegéticas.
    El excesivo número de hembras repercute notablemente en la calidad de los trofeos, los prematuros machos tienen que cubrir a los grandes rebaños de hembras, lo que conduce al raquitismo y degeneración de las cuernas.
    No es extraño darse de cara en cualquier aguada, entre las vértebras de nuestra hermosa serranía cordobesa, con cierta cantidad de ciervas: no ocurre así con los venados de cabeza, que apenas sí se les ve, parece que tienen cierta tendencia hacia los nuevos cotos, para quedar las ciervas con los machos jóvenes en los cotos históricos. Esto es algo que pone a cavilar a guardas y técnicos en la materia, sin que hasta el momento se haya llegado a encontrar alguna razón que justifique esta especie de migración, y menos aun tratándose de una especie bastante sedentaria como la que nos ocupa.
    Puede que esto justifique un poco los cerramientos de los cotos, y también puede llevar consigo cortar el paso a estos contingentes venatorios, y cambiar los ecosistemas ecológicos de siempre; consecuencia de todo esto es, que se puedan oír berrear a los ciervos durante todo el año, al estar en constante compañía de las hembras, que siempre hay alguna receptiva y provoca la atención de los machos.
La Berrea

    En el seco y polvoriento mes de septiembre, en los comienzos de la otoñada es cuando los primeros frutos inmaduros de los Quejigos, picados por los pájaros y las ratas caen al suelo poniéndose al alcance de toda una legión de hambrientos ungulados, que después del largo estío los van saboreando con deleite para empezar a sentirse los primeros acordes nupciales de los ciervos tan abundantes en nuestra sierra.
    La berrea es una especie de sinfonía nocturna que a todos los aficionados nos gusta oír por las noches, desde un collado hablando bajo y haciendo planes, sobre la próxima salida al campo, y en los posibles lance que nos esperan en la temporada que se avecina, esperando siempre un ejemplar mejor.
    El ciervo muge con el cuello tendido hacia el cielo y la cuerna casi tocando la espalda. Su grito de amor es tenue al principio, y a medida que pasan los días se torna intenso y desafiante: para algunos aficionados la berrea es la llamada a la hembra, para otros, el reto que el macho lanza a sus posibles rivales, son bramidos lanzados al aire, aviso de un destino que se cumplirá.
    Mientras los veteranos luchan al empujón por las hembras a punto, los ciervos jóvenes, que se mantienen lejos de las peleas, pero cerca del rebaño femenino aprovechan el apasionamiento hostil de los mayores para introducirse en el rebaño y montar alguna hembra esquivando la presencia de los grandes machos.
    La cierva será la novia complacida, el macho, amo de la manada, será la que hace velar sus derechos poligámicos, y un año más darán sus frutos.
    A mediados de octubre la función biológica se habrá cumplido. El macho se independiza, para retirarse a los jarales donde se verá libre de los últimos insectos del estío, y vivirá por su propia cuenta caminando despacio como si padeciera del agobiante peso de las cuernas, para llegar a la cumbre desde la cual dará un giro a su hermosa cabeza y tal vez desde allí bramará por última vez, rubricando así la función procreadora que Dios le ha encomendado.
    Para la mayoría, el venado es simplemente un trofeo para colgar en la pared, Para mí es algo más. Representa el espíritu de nuestros montes, junto con su porte airoso y señorial tan soñado por el verdadero aficionado, disfrutando cada segundo de su presencia, lamentablemente caída en la actualidad en esa falsa de la montería en todas sus facetas, para menospreciar su belleza, y mirarlo solo desde el punto de vista comercial, y no desde el ángulo que siempre se ha mirado la caza.

Isidro Escote Gallego.

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