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sábado, 9 de septiembre de 2023

La guerra del poco intelecto

Diálogos con la estatua de la plaza de mi pueblo y con el último Quijote

    Un día cualquiera, después de transitar durante años por la plaza de mi pueblo, me di cuenta que la estatua de un personaje patrio seguía allí inmóvil, impertérrito, sin capacidad de dialogo.
    Traté de establecer una charla imaginaria y le pregunté:
    _ ¿Debe estar usted cansado de vivir hay inerte durante años viendo pasar la gente y la vida?
    _ Paisano analice lo que le queda de vida, después de unos años, la suya será pasto del olvido, al menos la mía, la recordará cualquiera con curiosidad o nostalgia de otros tiempos y algún forastero preguntará: ¿quién es ese hombre de abultada cabeza y generoso bigote? -me contestó la estatua sin perturbar su mirada al frente-
    Esto me hizo pensar en mi vida presente. ¿Quién se acordará de mí cuando el ciclo natural de mi vida termine? Al menos Él, fue hombre de letras en sus tiempos, político querido y odiado a partes iguales por defensores y detractores. Yo me siento un simple mortal que apenas me atrevo a transmitir mis torpes pensamientos en una planilla con la pluma estilográfica que heredé de un gran amigo y con efímero resultado.
    _ La observación de años y años desde mi pedestal me ha servido para hacer una composición de lugar, ver como mucha gente de nuestro pueblo está estancada en el limbo. -siguió cavilando Don Adelardo-
Tras meditar no menos de un minuto, me inquietó su frase y le pregunté:
    _ Esa observación que usted hace no la entiendo.
    _Mente obtusa la de usted -me contestó-,
    _ ¿Acaso no ha observado las charlas de la gente de edad que se sienta en los duros bancos de esta plaza?, ellos transmiten sabiduría y experiencia de sus vidas, comentando el devenir del pueblo a través de los años, En cambio, la juventud no los escuchan, solo están atentos a esos endemoniados cacharros que llaman móvil y no tienen relación con la historia y memoria viviente, que son sus mayores.
    _ ¿Y los niños?, su mayor diversión es darme balonazos o tirarme esas condenadas naranjas amargas que saben a rayos -mal vamos paisanos-
    _ Pesimista le veo a usted Sr, López, hablemos ahora de su vida, permítame que le comente, he leído mucho sobre su biografía, no todas las crónicas le tratan con afinidad y respeto.
    _ Tal vez señor Candelario se refiera a la escrita por Don Luís de Oteyza, exactamente, la titula: “López de Ayala o el figurón político literario”.
    _ Si exacto, en esta obra, ¿el título le retrata?, valga el símil, le llama figurón, deja entrever y le cataloga decididamente con una actitud desfavorable hacía su persona, en su época como político y escritor y, le describe como un presuntuoso que le llevó a medrar en todos los regímenes políticos que participó. -le comenté-
    _ Bueno, este periodista, por cierto, extremeño como yo, nacido en Zafra, tampoco creo es un ejemplo de equidad, durante lo que ustedes llamaron Guerra Civil y yo simplemente, tacho de “guerra del poco intelecto”. Este caballero se exilió en las Américas, yo en cambio, me hubiese posicionado en cada momento con el poder establecido, y quien sabe si no tendría ahora en mi currículo haber llegado a ministro de la república y del régimen, e igualmente en la dictadura de Primo de Rivera.
    _ Me queda claro, su forma de pensar -reflexioné con benevolencia-, en la actualidad en nuestra política patria también existen personas como usted, ahora les llamamos “tránsfugas”.
    _ Y hablando de “paisanismos”, usted es uno de los Guadalcanalenses que se pueden preciar de nacer extremeño y morir andaluz, me remito nuevamente a sus biografías y creo que se sintió siempre extremeño.
      Nuevamente le veo un poco obtuso caballerete –dijo esta vez sí, con superioridad-, hay un viejo refrán que se extrajo de la obra la Lozana Andaluza del insigne clérigo Francisco Delicado que alumbró allá por el año 1528, dice: “que uno no es de donde nace, sino con quien pace”, yo representé siempre políticamente a quien consideraba mis paisanos, es decir, al regio pueblo extremeño.
    _ Vale, vale, me queda meridianamente claro lo de su paisanaje. ¿Y ahora políticamente como se definiría señor ex ministro de Ultramar?
   _ La política como actualmente la conciben ustedes, no la entiendo, votan a personas que no conocen, depositan su confianza en personajillos que no son capaces de medrar en el Congreso para defender sus posiciones, su léxico es vulgar, sus discursos son vacíos e intranscendentes y se limitan a leer lo que sus asesores le escriben. Recuerdo y así está traslucido en los anales, yo hice un discurso en el Congreso de los diputados que duró más de cuatro horas, fue una epopeya que salió de mí cabeza, sin lectura ni notas previas y que levantó una polémica entre mis correligionarios, después de un virulento debate, no llegamos a las manos de pura quimera.
    _ Y de política, si quiere, podemos analizar la misma desde el día de mi óbito -prosiguió-.      En este pedestal de piedra y a través de casi un siglo, he visto entrar y salir muchos alcaldes y ediles en aquella casa de la derecha, sí, aquella que llamáis Ayuntamiento. He visto a muchos lugareños que han entrado en política con una determinada ideología, pero la poltrona y el vasallaje, que no el servilismo a la ciudadanía, le han vaciado su mollera, y alguno de ellos, han vaciado las arcas municipales y llenado sus bolsillos. Uno de ellos me bajó del pedestal durante su mandato y me envió poco menos que al vertedero. No generalizo, igualmente reconozco otros ciudadanos fuellaores que han servido fielmente a su responsabilidad, aun cuando no se les reconozca una vez terminada la legislatura con estatuas o nombres de calles en la localidad, o una plaza con naranjos donde se desplacen la chavalería a jugar con la pelota.
    Traté de cambiar el curso de la conversación, vi que políticamente mi interlocutor me llevaba como vulgarmente se dice “al huerto”, así que toqué un nuevo palo:
    _ Otro tema que quería preguntarle es el de amores y desamores en su vida, algunos historiadores coinciden en que usted tuvo varios en su vida, lógico, y que, su gran amor fue la joven Carmen Ortega de Castilla natural del pueblo sevillano de Osuna, a la postre, su prima. Sin embargo, este amor no llegó a buen fin, principalmente por la oposición de la madre de ella, alegando que eran parientes. Justo Fernández López, en un artículo describe que se casó con la actriz Elisa Mendoza Tenorio. Otros le relacionan con la primera actriz del Teatro Español, la aragonesa Teodora Lamadrid, así se puede leer en un artículo de la publicación Argentina “El Plata Científico y Literario”, de Buenos Aires, que curiosamente en las crónicas de sociedad, publicado en Argentina en 1853, se puede leer: “Ha llegado a la capital federal del Plata la cantante lírica española Teodora Lamadrid, desposada del político y dramaturgo español D. Adelardo López y de Ayala, para actuar en el teatro el Coliseo Principal y representar varias obras y óperas de insignes escritores españoles… Con esta actriz del mismo modo, el periódico “La voz Española en Melilla”, le cita como esposo de la insigne primera actriz.
    _ Yo haciendo honor a la época que me tocó vivir, soy un caballero, por ello, no quiero hablar de señoras y señoritas que compartieron mi vida, algunos nombres y situaciones podrían alterar las hemerotecas, Entre ellas, bien casadas había. Veo que en este tema anda algo versado, haga una composición de lugar con todo lo escrito y saque sus desenlaces. –contestó el literato con un rictus que evidenciaba complacencia-.
    _ Bueno, pasemos a su faceta que perdurará en el tiempo, es decir, a la literaria.,
_ Aquí quiero hacer referencia a otros de mis biógrafos y a la postre, crítico literario, Don Armando Palacio Valdés, en su crónica “Nuevo viaje al Parnaso”. Describe mi obra: “muy pocos como él han acertado a retratar cumplidamente y con exactitud la sociedad española del momento, como lo atestiguan sus afamadas obras, “El Tejado de Vidrio” o “El tanto por ciento” y en la obra “Consuelo”, destaca el épico desenlace que, de una manera sencilla, natural y lógica, muestra la sociedad pasmosa a la que la colectividad conduce a su bella protagonista”.
    _ Igualmente, me gustaría hacer referencia a mis extraordinarios artículos de opinión en la prensa de la época, creo que usted que, tan versado y crítico a la vez se posiciona en mi biografía habrá leído, y si alguno de ellos le han ayudado a ver qué, en el periodo que viví, no todo era blanco o negro, habrá aprendido algo de historia. -lea usted hombre, “la lectura es el taller de la imaginación y cultiva el intelecto”, me sentenció-
    _ No se equivoque don Adelardo, yo no estoy aquí para juzgarle como santo o villano, tampoco me tengo por versado o crítico. Pienso que la historia la viven los hombres y la juzga o distorsiona el tiempo.
    _ Santo no soy, pues en altar no me encuentro, villano tampoco me considero. Algo de mi historia si se ha perpetuado, como esta estatua donde me encuentro postrado desde el año 26 del pasado siglo y alguna más en otras villas, nombres puestos en mi honor a calles, plazas y teatros, o, mi impresiónate monumento funerario erigido tres años después de mi defunción en el patio de San Justo de la sacramental del mismo nombre en Madrid. Proyectado por Miguel Aguado de la Sierra y materializado por los hermanos Vallmitjana.
    Observé que la gente me miraba y pensé que, si seguía allí estático, pasaría a ser otro elemento del conjunto monumental de la plaza de mi pueblo. Pensé que no estaba en mis cabales, estaba hablando con unas piedras que eran herencia del pasado, me despedí de él, me alejé y vi como una paloma se posaba en su cabeza, igual ella entiende mejor a las estatuas de piedra que los humanos, al menos ellas, no le molestan con historias repetidas y ni le tiran objetos.
    Terminada mi conversación imaginaría y mis reflexiones reales, me dirigí a nuestro incomparable Paseo del Palacio y me encontré con un gran amigo, Juan de Cote (Q.P.D).
    - ¿A dónde vas Chuli?
    - “A mis mandaos y mis cosas”, ya sabes, “vosotros los del yugo como lo tenéis todo echo”, claro que he visto a tu mujer, “iba con el bolso colgao”, así que, si quieres comer hoy a su hora, tendremos que comprar unos revoltillos y hacer nosotros la comida, porqué, ¡la calle trae lo que trae!
    Le comenté la comedura de coco que me invadía después de hablar con D. Adelardo López de Ayala, a la postre su pariente lejano, Él, con la sacudiría que le caracterizaba, me dijo:
    -Amigo Repi, tu cabeza es para estudiarla, ahora hablas con las estatuas, y yo, con la paciencia que el creador me ha dado “hablo con lunáticos”, ya lo decía no se quien, ¡Dios mío como están las cabezas con este sol! Pero te entiendo, claro que esta conversación es privada, no lo comentes por ahí, que “viene el coche amarillo y te lleva”, bueno yo te comprendo, “esto es para persona”. - Comenzó a contestarme introduciendo sus muchas atesoradas frases-
    _ Bueno, ¿nos vamos a quedar aquí parados?, ¡no está hecho este cuerpo para derretirse con la caló! -me dijo haciendo un gesto de autocomplacencia-
    _ Vamos al quiosco y nos tomamos una cerveza o varias, pero pagas tú, ¡que las miserias no traen más que miserias!
    _ De acuerdo Juan, yo solo me tomaré un par de quintos, es tarde y me espera la señora -le respondí-
_ ¡Bueno como tú lo hallas hecho otras veces!, pero, ¡ir pa na, es una tontería! --continuó respondiendo con sus frases escogidas-
    Continuamos caminando hacía el quiosco en animada charla y le dio un giro a la conversación:
    _ ¿No habréis hablado de política?, ya sabes, ¡mi única política es ésta!, – se dio un manotazo en el bolsillo y se tocó la cartera-, si te falla ésta eres “un muerto con una semana de permiso”.
    Finalmente, pasamos por la plaza de abastos, compramos unos revoltillos y los preparó con patatas guisadas. ¡Qué guiso más bueno! Al pasar de nuevo por la plaza para ir a la calle Luenga, donde vivo, Juan se quedó mirando la estatua de su “pariente” y soltó otra de sus frases lapidarias: “los que solo nos morimos una vez, como será mi caso, y los que se quedan anclados a la vida en una estatua como es su caso, somos parte de la sangre azul de mi familia”.
    Así eran todas tus frases, amigo Juan, más conocido como “El Chulo”, un día decidiste coger tu última “Vía Láctea” para no volver. Me quedo con tus frases y la de una de nuestras amigas, ha muerto “el último Quijote”.

Rafael Spínola Rodríguez
Guadalcanal, 2023

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