La vida social de mi infancia en Guadalcanal. Datos de Manuel Muñoz Serrano (segunda parte)
Recuerdo que había lo que ahora llamamos un tejido empresarial en Guadalcanal, ya desaparecido, gran actividad de tiendas y fábricas diversas que había en nuestro pueblo, quizás por criarme en la calle Santa Clara, es de la zona que más recuerdos infantiles tengo, así contaré algunas de las que recuerdo:
Farmacias. - En lo más alto de la calle Santa Clara, junto al bar "La Puntilla", había una farmacia regentada por Joaquín Isern Fabra, hombre con inquietudes para la investigación histórica. Investigó sobre el descubridor en Oceanía del archipiélago Salomón y descubridor de la isla que bautizó con el nombre de Guadalcanal, Pedro Ortega Valencia. En esta farmacia trabajó Rafalito Calado hasta que decidió irse a Sevilla al Seminario.
Fábricas de harinas. - En el edificio del antiguo Convento de Santa clara, estuvo instalada una fábrica de harina, regentada por un señor llamado Lucio. La maquinaria era Suiza. A mi paso para los "los Mesones" me asomaba a las ventanas y ver su funcionamiento. A mediados de los años cincuenta, se produjo un fuego, recuerdo que cuando vinieron los bomberos estaba ya casi apagado y destendieron las lonas y de tres pozos secaron agua y detrás de la fuente de la Plaza quitaron unas baldosas y no tuvieron forma de secarla y dijo el jefe de los bomberos que por debajo iba un rio de agua, como para secarla, apagado el fuego, entré en el local y me impactó como una botella de gas carbónico se había estampado contra el muro quedando como si fuera un sello de correos.
La tenería. - Con mucho gusto paso a facilitar datos sobre la antigua tenería que existía en Guadalcanal y que estaba ubicada en la esquina de la Avda. de Portugal y la calle de la Poza. En esta tenería se curtían las pieles de los animales. Aprovechaba, al igual que el Matadero y la Poza y lavadero público, el agua residual de la fuente de la Plaza de España. Detrás de la poza del Palacio había un canalillo de desagüe de la tenería y de vez en cuando salían despojos por él, así que la chavalería en competencia con los gatos y perros aprovechábamos para matar las ratas que allí se acercaban, algunas de mayor tamaño de los gatos.
Estaba regentada por Manuel del Baño Márquez, "Manolito el de la tenería", pocas personas recuerdan a Manolito el de la tenería. Un personaje simpático, lo recuerdo cuando iba por la calle Santa Clara canturreando al son de su bastón, era hermano de mi abuela materna Concepción del Baño Márquez. Manolito el de la tenería hizo el servicio militar en la Guerra de Cuba. En unas dependencias de esta tenería nací yo, el 21 de agosto de 1935.
Fábricas de anís. - Recuerdo en Guadalcanal y en distintas épocas, existieron dos fábricas de aguardiente. La primera fundada por Leopoldo Fernández estaba ubicada en la calle San Sebastián, casi llegando a la Iglesia de la Concepción y fabricaba el Anís "La flor de la Sierra”.
La segunda que recuerdo, fundada por Manuel Porras Ibáñez, hermano del notario Pedro Porras y ubicada en la calle Santa Clara que fabricaba el afamado aguardiente "Anís de la Jara". en la casa que vivió Antonio Criado.
Pensiones o fondas. - Claro que me acuerdo con la de Pepe Pinto, y otra que era la del "Musiquin", más tarde la del Nene. Pues anda que yo no lleve maletas de viajantes y transeúntes a esas pensiones y la posada, que por su enorme puerta entraban bestias como en los antiguos hospitales y mesones de la Edad Media, y después más tarde quedo como una pensión más.
Comercios. - Aún recuerdo los comercios más importantes en la época de mi niñez. En tejidos y confecciones, José María Álvarez Medina y Julián Palacios Martínez, en mercería, Antonio Romero Blandez. Los estancos de Julio y Jesusito. En ferretería, Julio y Mallen. En droguería, Susi. En comestibles Manuel Carbajo, donde se vendía petróleo para los quinqueles y los infrernillos de mecha y Pepe el de la Gasolina. En imprenta y papelería, Cándido Fernández. El taller de carros de los Sernas. Seguro que me he olvidados de muchos otros.
En vino y anisados a granel Pedro Rivero y el bar Cazalla, en alfarería Domingo en el coso detrás de la fuente, la alfarería de la calle Sevilla y Pepe en la calle de la farmacia de Carmelo Rivero…herrerías había tres Ángel Fintan, la citada de Matarriña y los Núñez en donde luego se instaló un banco......
También recuerdo a Manolo Porras, Hermano del Notario, que tenía una tienda y vendía las guindas que le sacaban de los anises por una gorda te hartabas de guindas, y ahí nació el primer despacho de víveres para los trabajadores picapiedras de Hamapega para la Renfe.
Había otra mercería y me voy a referir a su dueño, Antonio Romero Blandez. Un hombre de una entereza increíble ante la adversidad. Tenía tres hijos varones que fueron falleciendo cuando llegaban a la edad adulta, decían de una extraña enfermedad.
En la Avda. de Portugal, hoy Constitución, pocos coches pasaban quitando el de Carmelo que sí pasaba a diario hacia la estación, lo que nos permitía jugar a piola en la calle. Existía el de Remujo como taxi. Un viejo Chevrolet puesto a punto y que expulsaba un humo de mil demonios, el de Natividad Alvarado, que tenía como chofer a Facundo. Algunas veces venía al pueblo y aparcaba en la calle Juan Campos, un Fiat Balilla y cuyo propietario era Luis Castello. Otras veces, recuerdo haber visto en más de una ocasión pasar un coche con animales encima del capó muertos, quisiera recordar que algunos eran lobos, tal vez sí, pues supongo que fueron abatido por hacer daño al ganado. Cuando íbamos a Sevilla o algún pueblo de la sierra, madrugábamos para coger aquel destartalado autobús, la Automovilista Bética y su chofer, mi buen amigo Sanani, que vivía en los altos del sastre, muy cerquita de la Pza. de España.
Recuerdos de mi niñez. – En Guadalcanal, en la calle del Costalero y frente al establecimiento de Leandro e Hijos, vivía un señor llamado Juan Pastor que en su día fue director de Banesto. Creo que era concuñado de Luis Chamizo. Me llamó para que le decorara un tresillo sevillano. En los descansos me entretenía hojeando una colección de periódicos "Crónicas". Como novedad incorporaba fotos artísticas de desnudos femeninos. Hice amistad con este señor.
Recuerdo el derribo de la torre de la Iglesia de San Sebastián. Al pretender bajar las campanas amarradas con cuerdas, la mayor de ellas, cayó en caída libre al vacío, viniendo a empotrarse en el adoquinado de la calle Juan Campos Navarro, esquina con Santiago, abriendo un cráter y permaneciendo allí mucho tiempo. Quiero comentar algo curioso de esta Iglesia de San Sebastián. Hay una capilla cuya bóveda está decorada. En uno de los medallones está representada una mano negra abierta. Según parece es un símbolo masónico.
En los difíciles años de la guerra civil, me contaba mi madre que, a finales de Julio de 1936, estando ella en la puerta de la calle de nuestra vivienda y conmigo en brazos de 11 meses, pasó un batallón de milicianos y uno de ellos todo polvoriento se acercó a mi madre, y cogiéndome en brazos me dijo: "Hijo, que nunca te veas como yo me veo".
El 18 de Julio de 1936. A mi padre, “Francisco el cosario”, le coge en Sevilla mientras su familia está en Guadalcanal. Se dirige hacia la estación de Plaza de Armas por las calles más estrechas, ya que las anchas estaban "barridas" por las ametralladoras. Al llegar, le dicen que los servicios de trenes están suspendidos. Sin dudarlo, junto a otros, emprenden el camino a pie por la vía férrea. Tres días andando, 130 kms. hasta que llegó a Guadalcanal. Los horrores de una guerra que no tuvo que suceder.
Después de las tormentas y las lluvias intensas, cuando el Arco Iris surcaba el cielo; el agua y el sol iban de la mano; un grupo de niños, por caminos y veredas cantábamos aquello de: “Agua y sol, tiempo del requesón”, comíamos el fruto de unas plantas que crecían en los bordes de los caminos y que ignoro su nombre. Y es que recuerdo las grandes tormentas y su duración. Empezaba a tronar a las dos de la tarde y eran las nueve de la noche y seguía tronando. Había mujeres que se encerraban en una habitación, cerraban los "postiguillos" y rezaban aquello de “Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita. En el ara de la Cruz, Páter Noste(er), amén Jesús”.
La casa donde vivía, en el patio, había una muralla medianera con el antiguo convento de Santa Clara. Una noche de temporal de agua y fuerte viento se derrumbó viniendo a caer hacia el patio de la casa enterrándolo todo. Mis padres ya se habían acostado y yo estaba dibujando. La muralla en su caída hizo tambalear la casa. Los cascotes, varias toneladas, vinieron a matar a un cerdo y varias gallinas de nuestro corral.
No se la razón, pero nunca fui monaguillo, si me gustaba unirme a ellos. Subíamos a la torre de la Parroquia. El suelo de la azotea era una alfombra de huesos de aceituna. Al venir a dormir los estorninos, en el pico traían una y en cada pata otra. Al quedarse dormidos se le caían al suelo, aquellos pájaros, eran tan ambiciosos como algunas personas...
Recuerdo aquellas ciruelas claudias llamadas "bruños" de color verdoso, que cuando estaban bien maduras eran pura miel. Pero para comerlas frías. Que no se te ocurriera comerlas del árbol calientes a no ser que tuvieras cerca un cuarto de baño. Mi padre las dejaba secar las echaba en aguardiente y hacia un licor muy rico, igual que con los bruños, Luego se sacaban en un platito, todo el mundo que lo probaba le encantaba.
En calle Santa Clara vivía una señora que se llamaba Joaquina García. Cuando me veía pasar me llamaba y me daba pan con chocolate. Yo era tan vergonzoso que me iba por otra calle para evitarlo. ¡Qué cosas!. También en la calle Santa Clara, vivían dos viejecitas encantadoras, “las Caballeras”. Con frecuencia subía a verlas y me permitían que curioseara en su biblioteca. Recuerdo un libro que me fascinaba, era una historia de la Mitología Griega. A la subida de la escalera, tenían un paisaje al óleo y que me permitieron copiarlo.
Estas son algunas de las notas que me pasó mi amigo Manolo Muñoz Serrano, el hijo de "Francisco el Cosario".
Manolo fue persona entrañable me pasó por teléfono e internet una serie de notas que he reproducido en estos dos artículos, Una vez con voz alegre recuerdo que me dijo: Aquella fue la infancia y juventud que viví en Guadalcanal, con sus carencias, años de hambre y cartillas de racionamiento, pero fui feliz, muy feliz en mi calle Santa Clara.
Rafael Spínola.
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