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sábado, 7 de octubre de 2023

Personajes de mi infancia en Guadalcanal


Portada pintada por Manolo

La vida social de mi infancia en Guadalcanal.  Datos de Manuel Muñoz Serrano (primera parte)

    Manolo colaboró con varias portadas en la revista de feria de Guadalcanal.

    Hoy quiero plasmar a modo de conversación datos y curiosidades que recogí de mi amigo Manuel Muñoz Serrano. Una visión muy particular de la época y los personajes que conoció en un su periodo de infancia y juventud en Guadalcanal. Entre estos personajes que dejaron huella en Guadalcanal por diferentes motivos, se encuentran: Pípoles, Rajamanta, Larita, Hito, Matarriña, Carmelo el del coche correo, Rafalito Calado, José María el de las bicicletas, Pedro el ditero, José el de los lobitos…
    Recuerdos, recuerdos…., de un pueblo y una gente grande, nuestro pueblo, Guadalcanal tierra de conquistadores, literatos, políticos, escritores, poetas y otros muchos hombres y mujeres prominentes que han puesto a nuestra villa en los libros y en la órbita que le hace ser mundialmente conocida y los guadalcanalenses orgullosos de serlos, no quiero referirme en este articulo a ellos precisamente por+ ser conocidos de todos, sin embargo, en el Guadalcanal que yo conocí en mi niñez y juventud allá por el siglo XX, ya sé que hay otros guadalcanalenses que solo pasaran a la historia por el boca a boca, ellos marcaron una época y merece la pena recordarlos, seguro que me dejo muchos de ellos, pero aquí hay unos pocos:

Pípoles. - “Pipolillo el terror del chiquillo”, un personaje inolvidable, Pípoles. No era originario de Guadalcanal y no sé si era jefe de los agentes municipales o se lo hacía. Una actuación suya fue que en un molino de aceite robaron unas correas de transmisión de cuero. Descubrió al autor del robo porque observó que éste se había echado en la planta de sus botas medias suelas. ¡¡¡Genial¡¡¡. Sus dominios principales eran la plaza y el palacio, los chiquillos le temíamos “más que a una vara verde”.
    Un día recuerdo que nos pilló jugando en la plaza jugando con las naranjas, a un amigo que le decíamos “El Sevillano” y cuyo nombre de pila no recuerdo, le hizo pelar una naranja agría y comérsela, entre las carcajadas de la gente mayor y el acongoje de la chiquillería.
    De Pípoles recuerdo otras muchas anécdotas, personalmente, en aquellos años de posguerra por desgracia a veces para comer algo más de lo que había en casa, teníamos que ir al comedor de Auxilio Social, todos los días antes de la ración correspondiente teníamos que catar el “Cara al Sol” con el brazo en alto, un día me dio un varazo en la mano por no tener el brazo bien alto, siempre se acompañaba de una vara de olivo bien trabajada “y eso picabaaa”
Rajamanta. - Recuerdo a un personaje muy polifacético apodado "Rajamanta". Creo que era empleado municipal pues ejercía de pregonero leyendo por las esquinas los bandos municipales precedidos de un toque de una cornetilla. También creo que trabajaba en el cementerio de enterrador. Era cobrador de recibos, tiraba los cohetes en feria, romerías, procesiones y otros eventos, y desempeñaba otros múltiples oficios.
Carmelo el del coche. - En la calle Santa Clara, no podía faltar un recuerdo para Carmelo el del coche. Otra persona inolvidable. Trabajador infatigable. Subía con su coche a diario a la estación de ferrocarril al paso de los trenes de viajeros, recogía el Correo y a los viajeros que venían a Guadalcanal los bajaba en su coche al pueblo. Uno de sus coches más significativo era "la rubia". Este vehículo traído de Granada, tenía en la puerta de los viajeros una bisagra grande, Carmelo acuñó una frase, “esperen señores que pongo la balita”. Cada parada que hacía la anunciaba previamente, así, cuando se acercaba a la esquina de la calle Feria, decía “próxima parada Macarena”. Es difícil imaginar las subidas a la estación que vivimos sin el alma del servicial Carmelo que tantas veces nos subió y bajó con su inolvidable coche de correos que tan maravillosamente conducía sin tener carnet ni falta que nos hacía.
Rafalito Calado. - Que murió siendo Abad de los Jerónimos en el monasterio de Yuste. Efectivamente, Don Rafael Calado Guerrero falleció a los 84 años siendo prior desde 1994 a 1998 del Monasterio de Yuste, donde el Emperador Carlos V pasó los últimos años de su vida. Tuve el gusto de ser invitado a su primera Santa Misa, y el convite se celebró en vida de Doña Natividad Alvarado, y gracias a ella la Parroquia tiene retablo en el Altar Mayor y el Sagrario con el Sagrado Corazón de Jesús, pues antes de la guerra estaba en la Capilla de la Milagrosa con la Santa Cena de italiano Dabinchi,
    Manuel comentaba que no sabía cómo llego esas pinturas a nuestro pueblo, cuando san Pedro lleva un cuchillo y ni Cristo ni los Apóstoles llevan el haz luminoso que todos los santos llevan, por ello decía Manuel, que el pueblo cierra muchos misterios y parece que vivió en la prehistoria pues no hay nada escrito lo más antiguo lo de Hermandad de Padre Jesús.
José María el de las bicicletas. - En la misma calle Santa Clara. José María "el de las bicicletas", llamado así por tener en la planta baja de su vivienda un taller de reparaciones de bicicletas. Trabajador infatigable, tenía en unas dependencias del Convento de Santa Clara, una fábrica de gaseosas autóctona de nuestro pueblo, "La Paisana", así como sifones, hielo y polos. Repartía estos productos con un "Isocarro" incluso por los pueblos limítrofes. Recuerdo que cuando subía a Santa Ana para repartir a El Mosco, Rita, El Tuerto y otros, esperaba con su motocarro a los chavales a media altura de la calle Castelo que salieran del colegio para que empujando le ayudaran a subir la cuesta.
Larita. - En el coro de la Iglesia Parroquial y como sochante cantaba un señor llamado "Larita". Un torrente de voz que inundaba las bóvedas y capillas de esta Iglesia. Y el órgano lo tocaba Morente creo yo porque no estoy muy seguro, a mí de niño me encantaba subir al coro y ver como cantaba Larita y tocaban el órgano. Recuerdos de mi niñez y adolescencia que lamentablemente se van difuminando con la edad.
El ditero. - Como precursor de los pagos aplazados existía el ditero. Aún recuerdo a aquel señor apellidado Atalaya, que se recorría el pueblo con su libro gordo bajo el brazo y a veces con la mercancía sobre el hombro. Vendía sábanas, ollas, toallas, mantas y toda clase de utensilios de cocina y popa de casa. Era un hombre paciente en los cobros, pues muchas veces tenía que oír de las parroquianas la famosa frase, “ya te pagaré cuando mi marido cobre la aceituna”, otras veces cobraba en especies, es decir, con un pollo, una gallina o algún conejo, que el siempre como persona equitativa valoraba a su justo precio.
Hito. – “Hito dame una guantaita en el culo”. Este personaje tal vez fue uno de los más querido de nuestro pueblo, yo lo conocí toda la vida como una persona mayor, creo que murió con más de cien años. Me viene a la memoria, siempre con aquel trozo de goma en el hombro derecho que utilizaba para apoyar los cantaros de agua que la gente le encargaba y llenaba en las fuentes de la Plaza, La Cava, Berrocal Chico o la del Coso, según donde vivía la clientela. Aquel hombre pobre de necesidad, con sus harapos, pantalones y chambra remendados, pero con una ternura y bondad que lo hacían querido por grandes y chicos.
Matarriña. – Cuando he vuelto a Guadalcanal después de los años, aún retumba en mis oídos el ruido producido por el aro de hierro o acero al rebotar sobre el empedrado en aquellas cuestas abajo de algunas calles y guiado por la horquilla. Cuando lo cogíamos de buen humor también nos ponía la punta a los trompos. Matarriña era en eso un artista. Era lugar de encuentro de los agricultores cuando la lluvia impedía ir al campo, “allí se trasegaba vino sin medida”, comentaban los moradores.
José el de los lobitos.- No recuerdo bien si se llamaba José, o tal vez Manolo, lo que si recuerdo es que siendo yo niño, apenas contaría diez u once años, ocurrió un acontecimiento muy comentado en la calle Sevilla, en aquella época aun existía gran cantidad de lobos en nuestros campos, se pagaba por las piezas cobradas para controlar este depredador, José o Manolo, vino un día ya anochecido con un saco conteniendo una camada de lobitos, el hombre decidió dejarlos en casa para ir al día siguiente a entregarlos y cobrar su recompensa. Aquella madrugada se preparó un gran revuelo en la calle, la madre de los cachorros decidió venir a buscarlos seguida por su olfato, los aullidos eran atronadores, el hombre con toda tranquilidad salió con la estaca de atrancar la puerta y la abatió, aumentando su recompensa.

    Existían otros personajes inolvidables en Guadalcanal. Recuerdo a “Manuela la de la Bersa” con su puesto en el rincón frente al bar "La Puntilla", a Marcelino Ceballos y a Juan Ceballos, al Mudo y su puesto ambulante, a Joaquinita la de los altramuces, a un hombre pequeño y enjuto que le llamaban "Rafalito Palote" que escribía coplillas de carnaval y poesías para todos los santos de las iglesias. Son personajes qué con su impronta, escribieron la historia de nuestro pueblo. Son personas que han dejado huella.
    También recuerdo a los llamados curanderos y curanderas. La superstición era un culto a un tal Santa Cruz, que se realizaba en casas particulares de gente de nivel cultural bajo, que tenía la particularidad de ser un culto sincrético, puesto que se realizaba al margen de la religión católica, pues creo recordar que empleaba oraciones tales como el Padrenuestro cambiando la letra. Yo recuerdo a una persona en cuya casa se practicaba, pero no me parece oportuno señalarla. Lo que no puedo precisar si este santo varón era del pueblo o de otra población de la zona, y en qué años vivió.

Rafael Spínola R.

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