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sábado, 5 de abril de 2025

Guadalcanal Monumental 16

 

EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO

         Cuentan las crónicas que Enrique Enríquez, Comendador Mayor de León en la Orden de Santiago, tenía gran devoción a la Orden de San Fran­cisco y deseaba fundar un convento para descanso de él y su mujer. Llegó a Guadalcanal en un viaje que hacía en 1489; agradóle el sitio, y más, habien­do nacido y criándose en el pueblo su abuelo el Almirante Alonso Enríquez. Este, era hijo del Gran Maestre de la Orden de Santiago, D. Fabrique, y de una judía de Llerena llamada Paloma, que se vino a tenerlo a Guadalcanal en 1354, donde se crió de incógnito hasta los veinte años, en que reconoci­do por el Rey, fue nombrado Almirante Mayor de Castilla. Fue bisabuelo de Fernando el Católico.

El fundador del convento trató el caso con el venerable Fray Juan de la puebla, cuya santa vida y virtudes tenían llena de satisfacción los Re­yes Católicos, pues habiendo renunciado al condado de Belalcázar y de la Puebla de Alcocer se hizo franciscano creando la Provincia de los Ángeles, a la cual pertenecía Guadalcanal, alcanzando el beneplácito de Fray Juan. Gozoso el comendador, informó al Pontífice Inocencio VIII de la necesi­dad de la fundación por el interés espiritual de los fieles en la doctrina y ejemplar vida de los frailes, pidiendo a Su Santidad diese su bendición y le­tras apostólicas, concediendo el Papa la bula en 1491. Dilatóse su ejecución por estar ocupado el comendador en la conquista de Granada y porque no se hacía mención de otra bula expedida anteriormente, en que se prohibía fundar nuevos conventos sin dispensas, por lo que recurrió el año siguiente al Pontífice español Alejandro VI, que dio bula en 1493, concediendo que para abreviar la fundación pudiese Fray Juan traer veinte frailes observan­tes de cualquier provincia de la Orden sin más, y con facultad para confe­sar y absolver de los casos reservados al Ordinario.

Se pidió licencia al Maestre de Santiago Alonso de Cárdenas, con lo cual se dio principio al convento en una ermita antigua de grande devo­ción, llamada Nuestra Señora de la Piedad, cerca de la villa, visitábanla de­votos los vecinos de Guadalcanal con frecuencia. Era salida de buena re­creación por estar en la ladera de un pequeño monte, cercada de huertas y arboledas, deleitable a la vista y al oído por la suavidad de cantos de diver­sas especies de sonoras aves.

Acabóse la fábrica de la Iglesia y demás viviendas, suficientes a los religiosos en la estrechez que acostumbraban. Fray Juan, que se hallaba en Belalcázar, envió a Fray Diego de Carvajal con otros religiosos para que públicamente se tomase posesión en nombre de la Silla Apostólica. Hizo se el día de San Felipe y Santiago solemnísima procesión desde la parroquia de Santa María al convento con grande concurso de gente, y en este mismo día uno de Mayo, año de mil cuatrocientos y noventa y cinco, se tomó la posesión por el Guardián.

Quedó la Iglesia y convento según el espíritu de pobreza del siervo de Dios Fray Juan, que moriría diez días después. Los fundadores, D. En­rique y su mujer, disgustaron de lo estrecho y pobres edificios, desdijo mu­cho de lo magnánimo y grandeza de su ánimo; por esta razón no hicieron allí su enterramiento, como lo tenía determinado. Salió la Iglesia según la idea de la pobreza con discreción, muy fuerte de bóveda y paredes. En la entrada de la puerta estaban entre otros escudos las armas reales, a los la­dos del comendador mayor y su mujer dentro, en el portal de la iglesia, so­bre un arco, se veía la imagen antigua de Ntra. Sra. de la Piedad. La huerta del convento era capaz, de gran recreación de árboles frutales y parras y abundantes hortalizas. Tenía una bella fuente muy copiosa de aguas claras, estaba en una grande arboleda de robles que compró el comendador. Daba madera con abundancia para edificios y tablas para reparo del convento. Dióla con esa intención el fundador, y para que sirviese de adorno y her­mosura y recreación religiosa a los frailes. En el medio de esta alameda per­manecía una ermita en que hacían ejercicios como en los demás conventos de la Custodia de los Ángeles. Consta que el convento estaba a cuatrocien­tos pasos de la población.

Un sobrino de Fray Juan, Alonso de Sotomayor, cuarto conde de Belalcázar, después de enviudar, se hizo fraile con el nombre de Alonso de la Cruz, y profesó en San Francisco de Guadalcanal, vivió muy humilde ci-lisios y alambres y esparto rodeando su cuerpo, muriendo allí.

En los libros de visita de la Orden de Santiago que he consultado en el Archivo Histórico Nacional, se menciona el monasterio de San Francisco en 1498 y 1515. Consta por diversas fuentes que tenía 24 frailes en 1595 y 50 en 1747. Tenía el convento un síndico para representarlo en el Concejo municipal y muchos bienes en capellanías y misas, siendo costumbre muy extendida el amortajarse con el hábito de San Francisco. A él perteneció la capilla de Santo Spíritus que, a modo de monasterio, existía donde hoy está el convento del Espíritu Santo. Entre los Guardianes, que eran los superio­res de los frailes, tenemos a Fray Antonio Delgado en 1591 y Fray Pedro Guerra en 1784. En 1808 constan dos frailes naturales de Guadalcanal: Pe­dro Fontán y Sebastián Villate. No quiero dejar de citar aquí a Fray Ma­nuel González, acaso extremeño de Guadalcanal, que, a mediados del siglo XVII, escribió "Guadalcanal y su antigüedad.

En 1814 la Junta Suprema de Extremadura para recaudar fondos en
la guerra contra los franceses, incautó la plata, llevándose de San Francisco
un cáliz con patena, dos diademas y un manojo de azucenas de San Antonio.

Por Real Orden, en 1821 se redujeron los conventos en la antigua provincia de Extremadura, y el de Guadalcanal se anexionó a Sevilla en 1833.

La Hermandad del Santo Entierro y Ntra. Sra. de la Soledad radicó desde su principio en este convento. Con la exclaustración de 1835 se supri­mió el culto en el convento, y el día 31 de Diciembre de dicho año se trasla­daron las imágenes a la Iglesia de Santa María. Es muy posible que las imá­genes de San Antonio, y sobre todo la de San Francisco de Asís, atribuida ésta a Martínez Montañéz, existentes en Santa María, procedan del desapa­recido convento.

El Diccionario de Madoz, refiriéndose a esto, dice: "El convento de frailes de la Orden de San Francisco extramuros, fue vendido por la nación y derribado totalmente por los compradores". La venta se haría entre 1836 y 1840, y para dar una idea al lector, diré que otro convento de San Fran­cisco, parecido al de Guadalcanal, con magnífica huerta, se vendió en Ex­tremadura por dos mil pesetas pagadas en veinte años.

En 4 de Octubre de 1854 se declaró una epidemia de cólera, y debido a las circunstancias aflictivas por que atravesaba la villa, el Ayuntamiento acordó la construcción de un cementerio al sitio del Prado de San Francis­co. Se hizo la subasta el 10-12-1854 y el día 3 de Julio se bendecía, quedan­do así hasta hoy, pero dividido en tres patios. Al entrar a la derecha, el pa­tio de San Francisco, a la izquierda el de San José; y atrás, de pared a pa­red, el de San Pedro. Y en este lugar tan bello y con tanta historia es donde descansan ahora nuestros mayores.

Dr. Antonio Gordon Bernabé.

Revista de feria 1987