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lunes, 13 de agosto de 2018

Estaba arando cuando se topó casualmente con un rico filón 2/2

La real empresa minera de Guadalcanal


Segunda parte

          Grandes fueron las expectativas y corto el resultado. Sin embargo, el nombre de la villa quedó ligado a la Historia por ciertas novedades políticas y tecnológicas ensayadas en sus minas. Así, desde el punto de vista político, el Reino adoptó una línea novedosa hasta entonces, determinando la primera nacionalización de una empresa, minera en este caso, dando paso a la Real Empresa Minera de Guadalcanal. Esta circunstancia provocó también el nombramiento del primer Administrador General de Minas, en la persona de Agustín Zárate, una especie de Director General del Consejo de Hacienda, con sede y residencia en el poblado minero de Guadalcanal. Además, se buscaron y contrataron los mejores especialistas europeos en todas las labores relacionadas con la explotación minera, ensayándose en Guadalcanal los más avanzados ingenios tecnológicos del momento relacionados con las extracción del mineral, su elevación, la trituración, el lavado, las técnicas químicas de liberación o beneficio de plata y su posterior afinamiento. Como, por otra parte, se tenían depositadas en esta real empresa las máximas expectativas, expresamente se hizo modificar el recorrido del correo que diariamente comunicaba la corte vallisoletana con Sevilla, por entonces la ciudad más importante y rica del Imperio, incluyendo a Guadalcanal en su ruta.
Pese a las recomendaciones del Consejo de Hacienda, Felipe II no se resignaba a aceptar la realidad, llegando incluso a convocar un concurso público de ideas, por si se presentaba alguna capaz de resolver ciertos problemas tecnológicos, entre ellos los relacionados con el desagüe de los pozos inundados. Por este motivo, en 1583 consiguió embaucar otra vez en el asunto de Guadalcanal a ciertos socios de los Fugger, que no tardaron mucho tiempo en retirarse. Más adelante, en 1597 nombró como Administrador General de Minas a Jerónimo de Ayanz, conocido inventor (14 ), a quien se le atribuye el descubrimiento del primer artilugio de vapor capaz de desaguar lugares inundados o, como dice el guadalcanalense Cayetano Yanes (15), el primer antecedente de la futura máquina de vapor. También fue escaso el éxito de Ayanz, a quien la muerte le sorprendió en el intento.
Sin que tengamos noticias de otras tentativas serias durante el resto del XVII, en 1725 el súbdito sueco Liberto Wolters obtuvo licencia para explotar las minas de Guadalcanal durante treinta años, junto con las de Cazalla, Riotinto, Aracena y Galaroza (16). Para ello constituyó una compañía que interesó especialmente a la clase alta de la Corte. De esta manera, con el informe favorable del reconocido ingeniero Roberto Shee, se constituyó una Compañía de Minas, que pronto se dividió en dos: una para Guadalcanal y la otra para Riotinto. La Compañía de Guadalcanal consiguió el desagüe de las labores pero, tras numerosos litigios, se extinguió a los dos años.
Entró después en acción el más sorprendente de todos los personajes relacionados con la Reales Minas de Guadalcanal, lady Mary Herbert, la minera de Sierra Morena (17), a quien Murphy enmarca dentro de la pléyade de aventureros, charlatanes e impostores que también abundaban en el XVIII, en compañía de su socio, el conde Joseph Gage, ambos personajes objeto de la sátira más atroz por parte del poeta Alexander Pope (18). Lo cierto es que estos dos aventureros, después de ganar y perder una importantísima cantidad de dinero en la bolsa de París, recalaron en Sierra Morena a la sombra de Wolters, quien les traspasó la concesión minera de Guadalcanal. Al parecer, disponían de la máquina de vapor adecuada para solucionar los problemas de desagüe, la misma Newcomen que movía el barco que trajo a los mineros galeses contratados para la explotación. En Septiembre de 1732 ya habían conseguido su objetivo, el desagüe, pero la falta de liquidez retrasó la extracción del mineral argentífero, inundándose de nuevo los pozos y galerías. Insisten nuevamente, después de algunos aciertos y desaciertos consecutivos en otras zonas mineras de la geografía española, intentado formar la Compañía del Pozo Rico, tentativa también baldía, pues el descrédito que los promotores habían generado con sus extravagantes actuaciones en distintos distritos mineros disuadió a los posibles accionistas.
Así, con más penas que gloria, la minera y su no menos complicado socio mantuvieron la esperanza de levantar la explotación hasta que en 1767 perdieron la concesión de Guadalcanal, ahora en favor de Thomas Sutton. Este nuevo empresario, que estableció en París la Compañía de Guadalcanal, consiguió nuevamente el desagüe del Pozo Rico, aunque entró en quiebra sólo un año después, cediendo los derechos a una nueva compañía francesa que también cerró la explotación en 1778 (19).
En ausencia de otros interesados y tras la crisis de la Hacienda Real en fechas inmediatamente posterior a la Guerra de la Independencia, en 1822 la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público encargó un informe, cuya conclusión no aconsejaba reiniciar la explotación. El propio director general de minas, don Fausto Delhuyar, las visitó personalmente sobre 1825, al igual que la mayoría de los viajeros románticos de la época, que no desaprovecharon la oportunidad de recalar en Guadalcanal ante el mito de sus minas, siempre dejando constancia del estado ruinoso de sus instalaciones. Las averiguaciones de Delhuyar fueron esperanzadoras, pero su aplicación nuevamente insatisfactoria.
Ya en 1830 Fernando VII encargó otro informe, en este caso histórico, responsabilizando del asunto al presbítero Tomás González (20). Desconocemos si don Tomás se dignó visitar las minas guadalcanalenses o si simplemente consultó las referencias del Archivo General de Simancas. Esto último sí que es seguro, plasmando en un exhaustivo y voluminoso informe donde se recogían multitud de documentos, siguiendo la catalogación antigua, que de ninguna manera se puede utilizar como referencia en la actualidad (21). Dicho informe, con datos pormenorizados sobre la explotación en el siglo XVI, es precisamente el utilizado en este estudio, aunque tomando como referencia el texto y las citas de Sánchez Gómez, que sigue a González en lo concerniente a Guadalcanal, dando por bueno el trabajo de este investigador del XIX.
Al parecer, ni el tiempo ni los continuos fracasos lograron borrar el mito de Guadalcanal. Por ello, en 1847 se constituyó en Londres una nueva empresa minera, The Guadalcanal Silver Mining Association (22), reanudando las labores con celeridad. Formaba parte este intento, como dice Cabo Hernández, la fiebre minera que sacudía a Gran Bretaña en la primera mitad del XIX, potenciada por el impulso del capitalismo moderno. Aparecen, por lo tanto, unos nuevos aventureros, mezcla de tecnólogos, accionistas, negociantes y ocasionalmente personajes románticos, que parecían continuar con las experiencias de lady Herbert. En este contexto, la compañía londinense citada, con el principal argumento de un complejo juego de bombas extractoras de agua, emprendió la búsqueda del vellocino, plateado en este caso. Las expectativas eran grandes, pues el mismo día de constitución de la sociedad sus 2.500 acciones subieron de 5 a 11 libras, capital que se empleó en pagar los 120.000 reales en que fueron tasadas las minas y sus instalaciones. El desagüe, principal inconveniente de éste y anteriores intentos, estaba ya terminado para el 23 de diciembre, celebrando con toda solemnidad la Pascua de Navidad en la explanada del Pozo Rico, festejos de los que no quedaron excluidos las autoridades y vecinos de Guadalcanal, pues en esta ocasión, al contrario que en el fulgurante destello del siglo XVI, se contó más con ellos, incluso para el refrigerio, estilo inglés, que siguió a los cultos religiosos. Los trabajos, ahora con la activa participación de los guadalcanalenses, prosiguieron durante todo el 49, pero como la riqueza del mineral disminuía y el capital se agotó simplemente en el bombeo de agua y extracción de escombros, a mediados del verano del 1850 tomaron la decisión de desmontar la instalación.
Ya en el siglo pasado tenemos referencia de dos intentos. Uno en 1911, que se interrumpió al sobrevenir la I Guerra Mundial sin obtener resultados positivos. El segundo en 1919, a cargo de la Compañía del Pozo Rico y la Cuprífera Española, que también agotó rápidamente el presupuesto antes de obtener beneficios.

Fuentes: Ver notas

(14) GARCÍA TAPIA, N. “Ingeniería e invención en el siglo de oro. El caso de Jerónimo de Ayanz (1553-1613)”, en http:://nti.educa.rcanaria.es/fundaro...
(15) YANES, C. “La máquina de vapor e industrialización en Andalucía”, en http::/www1.es/pautadatos/publicos/asignaturas...
(16) En un intento de desmitificar este asunto, el portugués Jorge de Brito y Almansa escribió su famosa sátira que llevaba por título: Papel Demócrito que entre burlas y veras, se ríe y responde, en veras y burlas a un papel heráclito, que llora y iré la bobería que hacen los españoles, en la compañía que forman para las empresas de las minas de Guadalcanal, Río Tinto...
(17) MURPHY, M. “Lady Mary Herbert, una minera en Sierra Morena”, en Archivo Hispalense, nº 39, Sevilla, 1995.
(18) Participó como accionista y después, ante el fracaso, satirizando a sus socios. (19) Las minas de Guadalcanal fueron visitadas en estas fechas por el físico y naturalista Guillermo Bowles, por encargo de Carlos III. En su Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España (1775), da cuenta del reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el Campanilla.
(20) Op. cit.
(21) Para simplificar la búsqueda de documentos, remitimos al VI Congreso Internacional de Minería, celebrado en León, en 1970, donde se presentó un detallado estudio titulado La minería hispana e iberoamericana, cuyo V volumen recoge los 885 documento que sobre minería se custodian en distintas secciones del Archivo General de Simancas. Pues bien, de las referidas 885 entradas, el 25% remiten a las minas de Guadalcanal.
(22) CABO HERNÁNDEZ, J. “Comienzo del maquinismo en la minería española. Práctica empresarial y técnica minera inglesa en Sierra Morena: The Guadalcanal Silver Mining Association (1847-1850)”, en Revista de Estudios Extremeños, T. LI-III, Badajoz, 1995. 

Manuel Maldonado Fernández

domingo, 5 de agosto de 2018

Revueltas en Guadalcanal año 2000

Crisis en el Pacifico Sur
  
ISLAS SALOMÓN
El tranquilo país de las Islas Salomón también conoce en estos momentos tumultuosas vicisitudes políticas que, al igual que en el caso de Fidyi, es fruto de tensiones étnicas, pero en este caso entre comunidades de dos de sus provincias, las de la isla de Malaita y las de Guadalcanal.
A fin de entender el conflicto étnico y sus consecuencias políticas en este país, es apropiado hacer algunas consideraciones previas, que a continuación se exponen.
Poco después de acabada la Segunda Guerra Mundial, y con el propósito de utilizar toda la infraestructura construida por los norteamericanos en Honiara (edificios, hospital, pantalanes y sobre todo su aeropuerto), se tomó la decisión de trasladar el centro administrativo del entonces territorio británico, desde Tulagi (en la provincia Central o Florida) a Honiara. En los años 70, se produjeron importantes inversiones agrícolas, sobre todo en la creación de plantaciones destinadas a la producción de copra y aceite de palma. Este desarrollo agrícola atrajo la migración a Guadalcanal de numerosos habitantes de la isla de Malaita, renombrados como buenos trabajadores en el ámbito agrícola.
Los habitantes de Malaita, a pesar de su reputación agresiva y guerrera, se ganaron la calificación de excelentes trabajadores desde finales del siglo XIX, y la isla de Malaita fue uno de los lugares predilectos para el reclutamiento de mano de obra barata, destinada a las plantaciones de caña de azúcar de Queensland (Australia) y Samoa.
La buena reputación se ha visto confirmada más tarde, en la época previa a la independencia y a partir de la independencia del país (el 7 de julio de 1978), por su implicación y dinamismo en el sector de servicios y otras actividades, además de las agrícolas. El floreciente éxito de la minoría originaria de Malaita afincada en Honiara no es un secreto, y constituyen un peso específico  mayor en la administración de Estado (funcionarios), comercio y servicios (empleados, mano de obra especializada, áreas de transporte marítimo y terrestre y un largo etc...)
A título de ejemplo, mencionaré que el 70% de los miembros de la Royal Constabulary of Solomon Islands (fuerzas de policía) son originarios de Malaita. Sólo recordar que la policía es el único cuerpo armado del país dado que no hay ejército. Más tarde se verán las implicaciones de esta fuerte presencia Malaita en la policía, durante el proceso de la crisis.
Por otro lado, es absolutamente necesario recordar que, al igual que la propiedad de la tierra es un factor de vital importancia en la cultura melanesia, también los lazos de unión (a distintos niveles) entre los componentes de un mismo grupo social o etnia, juegan un papel predominante. Esto se conoce popularmente como «Wantok system», y si bien su traducción del «pidgin english» es «sistema basado en una sola lengua» no es fácil hacer una descripción detallada en pocas líneas debido a sus profundas implicaciones sociales, aunque se podría resumir como la obligación de un individuo perteneciente a un determinado grupo social de ayudar a sus miembros y cooperar a los intereses de la etnia y a su vez, es protegido y ayudado por el resto de la etnia en caso de necesidad o requerimiento. En otras palabras, se podría describir como una forma de «seguridad social», basada en los valores sociales melanesios, entre los que destaca el concepto de la «compensación» como primer paso en la resolución de conflictos de cualquier naturaleza.
La tensión étnica no es un factor nuevo entre las poblaciones de Malaita y Guadalcanal. La población de Guadalcanal se ha visto desplazada por el progreso de los emigrantes de Malaita, que en pocos años han ocupado un lugar predominante en la economía de la isla de Guadalcanal y del país. Descontentos con esa situación a lo largo de los años, en 1998 la comunidad de Guadalcanal presentó al Gobierno de la nación una serie de exigencias para compensar el progreso de la población de Malaita afincada en Guadalcanal. Dado que las exigencias solicitadas fueron ignoradas, se inició una campaña de agresión contra la población de Malaita, en las zonas agrícolas al este de Honiara, donde se concentran las plantaciones destinadas a la producción de aceite de palma que, como se dijo previamente, son explotadas por trabajadores originarios de Malaita.
Esta campaña de agresión, que se saldó con varios muertos entre la población Malaita, fue reivindicada por el denominado «Guadalcanal Revolutionary Army», que más tarde se autodenominó «Isatabu Freedom Mouvement», lo que provocó una huida de la población rural malaitana hacia su isla de origen. Unos 20.000 malaitanos debieron emigrar, lo que supuso un problema de acogida en una isla ya superpoblada por unos 120.000 habitantes.
La reacción de la comunidad malaitana, fue crear una estructura paramilitar capaz de contrarrestar la amenaza del también paramilitar «Isatabu Freedoana Mouvement» o IFM.
El resultado fue la aparición en la escena del «Malaita Eagle Forces» (más adelante citado como MEF).
Los miembros del MEF, que han controlado la zona urbana de Homara, iniciaron acciones de intimidación y represalias (saldadas con varios muertos) contra la población urbana originaria de Guadalcanal, que a su vez se ha visto obligada a abandonar la ciudad de Honiara para buscar refugio en zonas seguras en la isla de Guadalcanal. La situación resultante es que Honiara (incluyendo el aeropuerto) se ha convertido en un enclave defendido por el MEF y asediado por las fuerzas paramilitares del IFM.
Como se dijo previamente, y dado que la mayor parte de la policía del país está compuesta por agentes procedentes de Malaita, estos, bajo el «wantok system», no sólo han evitado acciones en contra de los miembros del MEF, sino que los han apoyado en sus incursiones contra los habitantes de Guadalcanal. Con esta situación, el Gobierno ha perdido el control de la seguridad de la ciudad y de la libertad de movimientos, que quedan en manos del MEF por lo que se refiere a Honiara, y del IFM el resto de Guadalcanal.
Recientemente un nuevo elemento se ha venido a sumar a la ya complicada situación, y es la exigencia de una fuerte compensación económica por parte de la población que tuvo que emigrar a Malaita, justificada por las pérdidas sufridas por abandono de sus empleos, casas y otras propiedades.
El día 5 de junio de 2000, después de que la Policía dejara que el MEF se apoderara con total impunidad su arsenal de armas y municiones, la ciudad fue tomada en una operación «conjunta» de la Policía y el MEF, deteniendo al Primer Ministro Bartholomew Ulufa’alu en su residencia.
El portavoz del MEF, el abogado local Andrew Nori, se mostró a la cabeza de la acción, considerada como un golpe de estado. La ciudad y toda actividad quedaron paralizadas.
El mismo día del golpe la Unión Europea, seguida por otras potencias, declara un contundente rechazo del golpe de estado y exige que los principios democráticos y la Constitución del país sean observados. Esta acción rebajó las aspiraciones de los golpistas, que accedieron a poner en libertad al Primer Ministro y a seguir los procedimientos constitucionales mediante la convocatoria del Parlamento y la presentación de un voto de censura. Sin embargo el Primer Ministro presentó voluntariamente su dimisión el día 14 de junio, justificándola como contribución a la resolución de la crisis.
Sin embargo una solución del conflicto está lejos de ver la luz y deberá pasar por una reconciliación haciendo uso el sistema melanesio que incluye: maratonianas conversaciones; acuerdos sobre compensaciones y su pago; la reconciliación de las partes envueltas en el conflicto y, finalmente, el desarme de las fuerzas paramilitares. Teniendo en cuenta la experiencia del proceso de paz en Bougainville, se hace imperiosa la presencia de un intermediario neutral o una fuerza multinacional capaz de asegurar el dialogo necesario.
Posiblemente pasaran años antes de ver una paz firme y definitiva en este pequeño país.
Las consecuencias económicas de este conflicto serán desastrosas para el futuro de este país, el más pobre del Pacífico. Las Islas Salomón tiene básicamente cuatro fuentes propias de ingresos (pesca, madera, minería y agrícola) que se están colapsando o ha terminado sus operaciones por el conflicto, y una quinta que está basada en la contribución de países donantes (cooperación) como el Banco Mundial, la Unión Europea, Australia y otros, y que pudiera paralizarse si las garantías constitucionales no son observadas. La economía de las islas se estaba recuperando desde julio 1997, después de un periodo de nefasta y corrupta gestión efectuada por el anterior Gobierno del Primer Ministro Mamaloni.
La crisis económica sólo ha hecho que empezar, afectando a empresas de servicios básicos (distribución de gas, electricidad, hospital, etc...) y los servicios del Estado que tendrá dificultades para pagar los salarios de sus funcionarios públicos y hacer frente al pago de las importaciones de productos de básica necesidad como combustibles, medicamentos, etc.
  
EVACUACIÓN DE HONIARA
El día del golpe de Estado, el 5 de junio del 2000, me encontraba en Honiara, acompañando una misión de la Asamblea Conjunta EU-ACP (que incluye miembros del Parlamento Europeo), que realizaba una visita en las Islas Salomón, a fin de buscar elementos capaces de contribuir a una solución negociada del conflicto étnico. Como miembro acompañante de esta misión, y en mi condición de Embajador en esa isla, tuve la posibilidad de tener reuniones con las distintas partes en conflicto, visitando las zonas ocupadas por el IMF y el MEF. La posibilidad del golpe se sentía en el aire, pero nos sorprendió con la rapidez con que se produjo, si bien no es de extrañar por la implicación de las fuerzas de la Policía en favor del IFM. La operación comenzó a las 4 de la mañana con la toma del arsenal de armamento de la Policía, hacia las 5 se detuvo al Primer Ministro y a las 9 de la mañana la operación quedo concluida, una vez que el edificio de Telekom (compañía de teléfonos), radio y otros edificios principales de la ciudad estaban bajo custodia de los miembros del MEF y la Policía, en una operación irónicamente denominada «conjunta».
Ese mismo día 5 de junio numerosos controles de rebeldes del MEF con armas sustraídas a la Policía controlaban los pocos vehículos que circulaban por la ciudad. En las zonas «fronterizas» al este y oeste de Honiara se produjeron intercambio de disparos de fuerte intensidad entre el MEF y el IFM.
Nuestra misión desarrolló una intensa acción diplomática el mismo día del golpe, con reuniones que fueron desde el Primer Ministro, que acudió a nuestra cita en el Hotel Mendaña escoltado por dos rebeldes armados, hasta el líder de los golpistas, el abogado Norris, pasando por el líder de la oposición y otros agentes de la vida política. Entre tanto todas las comunicaciones con el exterior del país quedaron cortadas (desde las líneas telefónicas hasta el cierre del aeropuerto), excepto las comunicaciones por internet.
Como la tensión aumentaba, decidimos estudiar una evacuación inmediata de la misión, aunque la falta de comunicaciones y la ausencia de medios de transporte impidieron una acción rápida. Distintas acciones se consideraron y barajaron al mismo tiempo, incluida el uso del atunero congelador de bandera de las Salomón «Alexandros», de tripulación española que se encontraba fondeado en la bahía de Honiara. Para tal propósito se contactó a la compañía armadora, la empresa Calvo, que generosamente puso el atunero a nuestra disposición para una evacuación a partir de Honiara. Otra de las opciones, que por motivos de oportunidad fue la elegida, fue el alquiler de un avión bimotor de la compañía Salomón Airlines, que no conduciría hasta el aeródromo de Munda (Western province) y desde allí hasta el aeropuerto de Buka en la isla papúa de Bougainville.
El día 7, apenas dos días después del golpe, y en tan sólo dos horas, el tiempo de la tregua acordado por las facciones en conflicto, fue posible establecer los contactos necesarios para obtener el avión y despegar del aeropuerto de Henderson rumbo a Munda. Sin embargo, una avería menor en unos de los motores del Twin Other, nos obligó a volver a la zona de estacionamiento, desde la que al cabo de unos 20 minutos más tarde, pudimos salir y despegar con absoluta normalidad. Tras tres horas de vuelo, con una parada para repostar en el aeródromo de Munda, que fue construido por los japoneses durante la segunda guerra mundial, llegamos al aeropuerto de provincial de Buka (Bougainville) donde, y con la ayuda de un laisser-paser, pudimos entrar en territorio de Papúa Nueva Guinea.

Revista Española del Pacífico
Asociación Española de Estudios del Pacífico (A.E.E.P.)
N.º 11. Año X. 1er semestre. 2000 

martes, 31 de julio de 2018

Estaba arando cuando se topó casualmente con un rico filón 1/2


La real empresa minera de Guadalcanal

Primera parte

La plata de Guadalcanal fue ya famosa en tiempos de fenicios y romanos, como así ha quedado recogido por historiadores de la antigüedad clásica. Después de un prolongado ostracismo, o al menos en ausencia de datos durante toda la Edad Media, en 1555 asistimos a su redescubrimiento, asunto salpicado de múltiples anécdotas y de hechos transcendentales en los campos de la política, de la economía y del desarrollo metalúrgico y tecnológico. La riqueza y abundancia argentífera fue en principio tan sorprendente que empezó a circular el rumor de que las famosas minas del rey Salomón no eran de oro y piedras preciosas, sino de plata, y éstas se localizaban en Guadalcanal, una villa y encomienda santiaguista limítrofe con el reino-concejo de Sevilla, justo donde se interrumpe la penillanura extremeña para dar paso a los Montes Marianos que citaba Plinio.
Según las referencias bibliográficas y documentales localizadas, de entre las que destacamos los estudios de Tomás González (1) y Julio Sánchez Gómez (2), el redescubrimiento se debió a Martín Delgado, un guadalcanalense a quien unos atribuían cierta candidez (…estaba arando cuando se topó casualmente con un rico filón…) y otros una gran experiencia en el descubrimiento y registro de minas tras su retorno de América, donde seguramente había tenido contacto con dichas actividades. Esta última teoría parece encajar más en la personalidad de Martín Delgado, a juzgar por el posterior desarrollo de los acontecimientos, aunque posiblemente la fiebre de la plata y la riqueza que su registro le proporcionó terminaron por desajustarle emocionalmente.
Sabemos que Martín Delgado se personó ante las autoridades locales para registrar su descubrimiento el 8 de Agosto de 1555 (3). Desde ese momento la potencial explotación minera debería quedar sometida a lo estipulado legalmente; es decir, de la plata extraída debería entregarse una quinta parte al fisco, quedando el resto para el descubridor y explotadores. Pero como los primeros resultados fueron sorprendentes, por cuantiosos y a pesar de los rudimentarios métodos tecnológicos empleados en la extracción y afinamiento, rápidamente aparecieron numerosos interesados reclamando supuestos derechos por asientos o acuerdos previos con la Corona. Y fue así porque, en efecto, la Corona, más concretamente el Consejo de Hacienda, tenía establecido previamente determinados conciertos de explotación con distintas empresas mineras de la época, algunas de las cuales, ante la riqueza de la que se hablaba, alegaban tener prioridad sobre Martín Delgado. Entre tantos interesados, fue la compañía de los poderosos Fugger (o Fuccares) (4) la que pudo sostener documentalmente dichas pretensiones.
No obstante, Martín Delgado (quien encontró en un pariente y protegido suyo, Gonzalo Delgado, un interesado competidor que consiguió diez días después registrar a su nombre otro pozo próximo al primero de los descubiertos (5) continuó con su rudimentaria explotación, obteniendo 18.000 ducados (6.732.000 maravedíes) de beneficio en menos de dos meses, una auténtica fortuna si tenemos en cuenta que sólo 15 años antes el Hospital de la Sangre de la ciudad de Sevilla había comprado a la Orden de Santiago todos los derechos que la Mesa Maestral poseía en la villa de Guadalcanal y su término, más la mitad de las rentas de su encomienda, en 40.000 ducados. O que un minero de la época, trabajando de sol a sol, sólo recibía unos 50 mrs. Sin duda, el mineral, aparte su elevada riqueza y ley, debía estar a flor de piel en las viejas galerías ya labradas en la antigüedad clásica.
En cualquier caso, ambos descubridores, con el asesoramiento de algunos de los guadalcanalenses más influyentes, buscaron distintas fuentes de financiación, para lo cual debieron repartir parte de los derechos que les correspondían, situación que adquirió tintes caóticos (6). No obstante, el tal Martín Delgado, que evidentemente no era tan cándido, después de ceder parte de su explotación consiguió hacerse con la mayoría de los derechos de su pariente y competidor, el ya citado Gonzalo Martín.
Las noticias del descubrimiento no tardaron en llegar a la corte vallisoletana, donde desde hacía tiempo, con una Hacienda Real casi en bancarrota, esperaban un golpe de suerte de esta naturaleza. Por ello, inmediatamente se pusieron en contacto con el gobernador de Llerena, la máxima autoridad real en la zona, comisionándole tres importantes tareas:
- Como subdelegado de rentas reales y de la Mesa Maestral, debería ocuparse en cobrar para la Hacienda Real el quinto de la producción. Para ello, forzando el asunto de competencia con las autoridades locales, el gobernador situó en la explotación a un alguacil mayor con la finalidad de poner orden en la zona minera.
- Como juez de segunda instancia, debía sentenciar en las numerosas causas surgidas sobre la propiedad y explotación de los distintos pozos, una vez desbordada la competencia judicial de los alcaldes ordinarios de la villa en la impartición de la primera instancia. En función de la documentación aportada, reconoció a la compañía de los Fugger como propietaria de la explotación, aunque más tarde, siguiendo instrucciones de la corte vallisoletana, dio orden para suspender la extracción de nuevo mineral.
- Finalmente se le pidió que informara sobre la riqueza de la explotación, contestando el gobernador que de cada quintal de mineral extraído y lavado, una vez sometido a fusión, salía una cuarta parte de plomo argentífero, cuya riqueza en plata, tras su afinación, era igualmente de un cuarto. Es decir, el mineral producía 125 Kg. de plata por quintal.
Más adelante, en Octubre del mismo año desde la corte se envió a la zona a Agustín de Zárate, un funcionario de la máxima confianza de la Hacienda Real y con cierta experiencia en minas tras su periplo americano. Llevaba por comisión informar sobre la explotación, expresándose en los siguientes términos:
Hay en la zona de Martín Delgado cinco pozos, i en los tres de ellos se labró solamente siete días, y con estar poco más hondo de dos estados, se sacaron de ello más treinta mil ducados de valor, y si dura en lo que parece, en lo cual hasta ahora ninguna quiebra ni disminución se siente, saldrá tanta riqueza cuanta jamás se visto ni oído en estos reinos... que es cosa que jamás se vio en Potosí...
Ante tan buenas noticias, la corona dio órdenes para confiscar las minas, como paso previo a la expropiación que se preparaba, que no entró en vigor hasta la publicación de la Real Pragmática de 10 de Enero de 1559. Según la citada Pragmática, se incorporaba al Real Patrimonio las principales minas conocidas de entre las cuales la estrella, la explotación por excelencia, era la de Guadalcanal, que para entonces había dado la suficiente plata como para entrar en el campo de lo mitológico.
El documento de expropiación contemplaba la forma de indemnizar a Martín Delgado (7) y a los Fugger (8), éstos ya retirados de la explotación minera desde principios de 1556. El proceso fue largo y complejo, mediando recursos contra la decisión de la Hacienda Real, de los cuales tenemos noticias en el Archivo de la Real Chancillería de Granada. No era para menos, si tenemos en cuenta la respuesta de los distintos pozos, cuyos beneficios netos en favor de la Real Hacienda se presentan en el cuadro que sigue (9):
Años Resultados netos en maravedíes
1556-1559 550.000.000
1560 18.728.184
1561 -6.659.739
1562 1.210.170
1563 -9.322.403
1564 20.428.422
Resultados que, naturalmente, presentaron altibajos en función de la suerte, de la mayor o menor necesidad de invertir en infraestructuras y de la creciente dificultad que aparecía a medida que la explotación iba cogiendo profundidad. En la tabla que sigue se recogen datos sobre la extracción de mineral correspondiente a distintos períodos de los primeros años (10):
Años          Meses       Periodo Cantidad en Kg.
1557 Noviembre Semanal 26.455
1557 - Diaria 4.409
1559 Enero Mensual 40.652
1559 Marzo 14.660.
1562 Febrero 12.908
1562 Marzo 25.154
1562 Abril 26.036
1563 Noviembre 7.903
1564 Mayo 14.881
1564 Junio 11.067
1564 Agosto 6.029
El destino de los beneficios de las minas, una vez amonedada la plata en la Casa de la Contratación de Sevilla, estaba ya predeterminado: atender a las deudas más acuciantes del hacienda real, hacer efectiva la paga y pertrechos para los ejércitos del imperio allende los Pirineos y para financiar parte de la construcción del monasterio del Escorial, aparte de ayudar a reparar la torre de Santa María en Guadalcanal, comprar una campana para la parroquia de Santa Ana en esta misma villa y otras asignaciones anecdóticas o testimoniales.
Naturalmente, el requerimiento de manos de obra especializada fue en aumento, concurriendo en los momentos de mas actividad (Octubre de 1559) hasta 1.285 trabajadores relacionados directamente con la explotación (desde la extracción al afinamiento (11) y de origen muy diverso, aunque especialmente se trataban de vecinos de Guadalcanal y pueblos aledaños con antecedentes mineros (Azuaga, Berlanga, Llerena, Hornachos), moriscos del reino de Granada y un buen número de esclavos comprados en la feria de San Juan de Zafra. Aparte, hemos de contemplar al personal auxiliar, encargados de los aprovisionamientos, aventureros, amigos de lo ajeno, alcahuetas, pícaros, etc. No se incluye en la cifra anterior al personal no laboral, de los que sí se tiene relación pormenorizada en determinados momentos. Así, el año de mayor actividad (1558) aparecían registrados 4 oficiales de designación real (administrador general, contador, tesorero y veedor), 12 personas elegidas directamente por el administrador general y 34 más ocupadas en actividades auxiliares y de vigilancia (12). En definitiva, un poblado de nueva creación en término de Guadalcanal, pero sometido a la jurisdicción real por expreso deseo de la corona, que de esta manera eliminaba cualquier posible injerencia en los asuntos propios de la mina, tanto de las autoridades locales como de la propia Orden de Santiago.
Intencionadamente se ha obviado la participación de los guadalcanalenses en la explotación, que al parecer fue más escasa de lo deseado, entre otras circunstancias para limitar la intrusión del concejo en los asuntos mineros. En efecto, desde un primer momento se produjo un choque desigual entre las pretensiones del humilde concejo de Guadalcanal y los intereses del poderoso Consejo de Hacienda, quejándose la primera institución del desgaste de sus dehesas y baldíos, mermados a cuenta de la continua extracción de leña para las minas, el daño que el sobrepastoreo de los bueyes y mulas destinados a la explotación producía en las dehesas concejiles y el encarecimiento de los bienes de consumo generados en la zona (13). Ya en los primeros momentos (1557) la princesa gobernadora, residiendo Felipe II en Flandes, dio órdenes en este sentido:
...en cuanto a lo que decía que convenía que los oficiales y personas que andan en las fábricas sean forasteros y no naturales, para lo que toca al buen recaudo y seguridad, aunque se les acrecentasen algo más los salarios, proveerlos heis como mejor os pareciere...
Pero los buenos augurios duraron poco; justo el tiempo necesario para que los mejores ingenios tecnológicos conocidos en la época quedaran desbordados por la profundidad que iban adquiriendo las labores de extracción, siendo las inundaciones y la falta de ventilación las principales dificultades a salvar. Estas circunstancias, más la creciente merma en riqueza del mineral extraído, ya era crítica sobre 1570, acentuándose en 1576 a raíz del hundimiento generalizado de los pozos, tras las excesivas lluvias de la última primavera. En efecto, el día 16 de Mayo de 1576, después de veintiún años de explotación cesaron las labores y se despidió al personal, pasando estos últimos a las minas de mercurio de Almadén, junto con los ingenios y el resto del material elaborado expresamente para la explotación guadalcanalense.

Fuentes: Ver notas
(1)GONZÁLEZ, T. Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal, desde su descubrimiento en el año de 1555, hasta que dejaron de labrarse por cuenta de la Real Hacienda, Madrid, 1832
(2)SÁNCHEZ GÓMEZ, J. De Minería, metalúrgica y comercio de metales, Salamanca, 1990
(3)...a do dicen el Molinillo y destajos, linde con el arroyo Gaitero y con la senda del Moral...
(4) Eran, por esas fechas, los empresarios mineros más poderosos de la época, precisamente con estrechos lazos financieros con el dueño de la mitad de Europa, el emperador Carlos V. Estos empresarios habían establecido un asiento con la Real Hacienda por el que se les reservaban las explotaciones mineras descubiertas o por descubrir en una amplia zona de la Península, entre ellas los territorios bajo la jurisdicción de la Orden de Santiago. Se exceptuaban ciertas zonas periféricas a Guadalcanal, como las de la encomiendas de Reina y Azuaga, ya comprometidas anteriormente con otros asentistas.
(5) En realidad, fueron numerosos los guadalcanalenses que intentaron registrar distintos pozos en la misma zona, dando paso a múltiples pleitos que desbordaban la capacidad y preparación de los alcaldes ordinarios locales, responsables de la primera instancia e, incluso, las del gobernador de Llerena.
(6) Concretamente, Martín Delgado cedió en primera instancia 3/20 de su propiedad a cuatro personas; una de ellas, un cura de Hornachos, vendió 3/80 de su parte a tres vecinos de Llerena en 232.250 mrs. A su vez, de los 17/20 que seguían perteneciéndole, cedió 1/20 a otras dos personas, y de las 16/20 restantes vendió 1/30 a un vecino de Llerena. En definitiva, un extraordinario enredo administrativo y mercantil, que más adelante arreglaría la Real Hacienda de un plumazo.
(7) 33.000 ducados, más un juro de 109.000 ducados de principal, con unas rentas anuales equivalentes a 1.526 ducados.
(8) 34.000 ducados.
(9) SÁNCHEZ GÓMEZ, op. cit. p. 632
(10) Ibídem, p. 515.
(11) Administradores en sus distintas categorías, alguaciles, guardas, fundidores, horneros, acemileros, herreros, ensayadores, torneros, plomeros, carpinteros, encargados de los ingenios, albañiles, acarreadores, etc.
(12) SÁNCHEZ GÓMEZ, p. 453.
(13) Debe V. M. mandar al dicho concejo de Guadalcanal no encorralen, prendan ni penen los bueyes que en carretas y carros traen plomo, leña y carbón y otras cosas a esta fábrica... Ibídem, p. 596

Manuel Maldonado Fernández

lunes, 23 de julio de 2018

Mereció la pena

“Joseito, un niño yuntero”

Sentado en la escalinata que antecede a los soportales del templo de Santa Ana, José Hernández observa a sus pies la impresionante estampa que le ofrece la vista del pueblo que lo viera nacer hace ya muchas decenas de años.                                                       Puede adivinar desde su privilegiada atalaya el espacio que va desde el Coso hasta el cementerio de San Francisco, y también cada una de las calles que conforman el núcleo urbano de un Guadalcanal que, a pesar de los años, no ha perdido aún su identidad y mucho menos ese gracejo que albergan en su interior los habitantes de este pueblo de casas impecablemente blancas haciendo contraste con el enrojecido de sus tejados.
Como si fuera la torre del homenaje de un gran castillo, emerge el campanario de “Santa María”, torre desmochada y sobria, que parece llevar de la mano a su pequeño hijo, rubio y gracioso que nos recuerda la medición del tiempo cada cuarto de hora, con la alegría de sus tres campanas que con distintos tamaños y melodías nos recuerda que el tañer de su bronce es mucho más agradable que esos fríos y monótonos pitidos que emite el perfecto reloj del observatorio astronómico. ¡Donde va a parar!
Al fondo y como una muralla, la “Sierra del Agua” sobresale en el horizonte dejando a su derecha la de “Lo Cazalla” con sus tonos azules que contrastan con el oscuro de la ladera que sobresale sobre el arroyo de San Pedro pudiendo distinguirse claramente el “Cerro Monforte” en primer término y más a la derecha el cortijo de la Florida así como los parajes de “las Lapas” sobresaliendo por encima de sus colinas un gran pino. Luego “la Utrera” que casi se toca con las estribaciones de la sierra de “El Viento” obstáculo que impide ver la belleza de los campos de la ”Zarza” “San Julián” “Santa Marina” “La conejera” Y “Guaditoca” entre otros así como las tierras extremeñas. Mientras por su ladera sur se puede ver como se desliza el camino que llega hasta “La Venta de la Salud” y la ermita de “El cristo” para entrar en el pueblo por el “Espíritu Santo”
José, (Joseito como le llamábamos los que lo queríamos) enciende un pitillo mientras disfruta de todo ese paisaje que tanto quiere y comienza a recordar los años transcurridos en ese pueblo. Las vivencias se agolpan en su mente, pero poco a poco las va desgranado en un mosaico de recuerdos que abarcan desde 1908 año en el que nació, hasta meses antes del 2005, año en que la naturaleza se impuso a la cruda realidad y la materia inerte de aquel hombre de cuerpo diminuto pero de gigantesco corazón y extraordinaria nobleza tubo que sucumbir ante la poderosa muerte. Pero eso sí: con la elegancia y el honor de haber cumplido la condición que todo ser humano ha de tener en la vida: respeto, tolerancia y una gran dosis de ironía ante cualquier adversidad.
Ejerció de monaguillo en esa misma iglesia que ahora tiene a su espalda y fue con las propinas de los casamientos y los bautizos con lo que se compró los primeros zapatos de su vida, que su madre solo le permitía ponerse los domingos. Luego guardó cerdos, trabajó con una yunta de mulas, segó las mieses de los “baldíos” cogió el fruto de los bellos olivos de la “la hombría” y los taló uno a uno piqueta en mano haciendo frente al riguroso invierno de la sierra.  
Igual que tantos hombres de nuestro pueblo él fue un niño yuntero y tuvo que dar fatigosamente con sus huesos en la tierra teniendo que arar los rastrojos mientras devora un mendrugo y preguntar con los ojos que porque es carne de yugo, pues nació como la herramienta, a los golpes destinado de una tierra descontenta y un insatisfecho arado.
Estos fragmentos del poema que escribiera hace muchos años Miguel Hernández han venido a la mente de quien desglosa estas líneas porque veo en “Joseito” la imagen de ese niño del que nos habla el poeta como la de tantos otros de su generación a los que les tocó vivir una de las peores etapas de nuestra reciente historia pero a los que hay que rendir un sincero homenaje.
Vinieron los tiempos en que las dos Españas ya no podían aguantarse más la una a la otra, así que tomó el camino de la libertad que la ”República” le ofrecía a muchos de los de su generación poniendo todo su entusiasmo en aquella aventura, pero la intolerancia y el odio acumulado durante siglos no hizo posible ese sueño que tantos jóvenes de aquella época albergaban en su interior y todo se vino al traste teniendo los niños yunteros (y los que no eran yunteros) que verse envueltos en el peor de los acontecimientos que un pueblo ha vivido a lo largo de su historia: un enfrentamiento fratricida en el que no hubo sitio nada más que para la razón de la sinrazón.
Tuvo Joseito que liarse la manta a la cabeza aquel día en que el comandante Rodrigo con sus moros y legionarios entró en Guadalcanal aquel caluroso 19 de agosto de 1936 y poner los pies en polvorosa porque no eran buenas las noticias que llegaban a través de las ondas de radio Sevilla donde las arengas del general Quipo de Llano no eran una patraña sino todo lo contrario. Estas se hacían realidad lo mismo que realidad eran los desmanes cometidos por aquellos otros que irresponsablemente se escondían tras la bandera tricolor para poner en practica la irracionalidad más absoluta. Todo era un incomprensible desconcierto y cada cual se puso en el lado que más oportuno creía para luchar por algo que en el fondo creían era ilógico. Pero aquello no fue más que el espíritu de un pueblo que se ponía al servicio de la tragedia y de la barbarie.
Después del largo calvario vivido en aquellos fatídicos años llegó el final pero no fue la paz lo que vino, aquello era la victoria y con ella el exilio, la cárcel, el hambre y más odio si cabe que en los años anteriores porque la vieja piel de toro se había dividido en vencedores y vencidos y eso tampoco era la solución.
Pasó por las peores situaciones que el perdedor de una guerra pueda pasar: desde los campos de concentración vigilados por soldados senegaleses en Francia hasta las cárceles de Zaragoza, Yeserías en Madrid y finalmente Sevilla de la que salió para volver a su pueblo.
Había que empezar una nueva vida en Guadalcanal y tal vez se encontraría con alguien que pudiera hacerle rendir cuentas por sus ideas, pero no fue así, se tragó su orgullo como también lo hicieron su hipotéticos enemigos y haciendo valer su gran sentido de la tolerancia supo coger la mano de quien se le extendió.
Joseíto sabía que esa era la única forma de que aquellas dos España de las que tanto nos habló Antonio Machado se unieran en una única patria en la que la concordia y el respeto estuvieran por encima de cualquier ideario ya sea político o religioso.
           Vino la llamada transición y esta le cogió viviendo en Madrid en donde trabajaba como portero de una finca en la que en muchas ocasiones tuvo que comulgar con ruedas de molino, pero poco a poco fue descubriendo que la victoria no era ya un pretexto para que la intransigencia siguiera haciendo de la suyas y pudo ver como sus antiguos compañeros luchadores como él por la libertad salían de las cárceles y otros regresaban del extranjero en donde tuvieron que sufrir un largo exilio.
Ahora sentado en los escalones de la iglesia de santa Ana “Joseíto” ve como su pueblo ha conseguido que esa tolerancia sea una realidad y disfruta viendo como derrocha belleza por sus cuatro costados. La restaurada iglesia ahora brilla con luz propia, además de la que un verdadero artista de la iluminación ha sabido darle. Mientras ve como los niños juegan en la cuesta con un balón a ser Joaquín del Betis o Reyes del Sevilla (bueno ahora ya no), ajenos a todos los recuerdos de aquel que con el pitillo entre los labios ve como su sueño se hizo realidad y así los niños de Guadalcanal han dejado de ser yunteros creados para dar con sus huesos en la tierra para ser niños felices, alegres y libres.
Entre dientes y con lágrimas en los ojos Joseito los mira satisfecho y dice para sus adentros “ahora sí ha llegado la paz, ha sido largo el camino pero ha merecido la pena”.
El día 12 de septiembre del año 2005 José Hernández Veloso fue enterrado en el cementerio Jardín de Alcalá de Henares. Pero solo es su cuerpo lo que en aquella sepultura descansa pues su espíritu estará presente en todos los que pensamos que debemos mucho a aquella generación a la que él perteneció y a la que debemos la libertad de la que disfrutamos.
Sea este un homenaje a todos aquellos que como “Joseito” fueron víctimas de la locura que les tocó vivir sin distinguir en qué lado se encontraron en aquel momento. Gracias a ellos ahora las nuevas generaciones podemos sentirnos orgullosos de la libertad de la que disfrutamos. ¡¡Gracias a todos, abuelos!!
                                                                                                                     
Manuel Barbancho Velasco
Revista de Feria 2006

lunes, 16 de julio de 2018

Comunidad de pastos entre encomiendas de Reina y Guadalcanal y 2

Incidencia en el término de Guadalcanal 2

En efecto, se interesaron los visitadores sobre ciertas pretensiones de Guadalcanal, que estimaba tener derecho en los pastos y demás aprovechamientos de dos dehesas situadas en término de la encomienda de Reina, denominadas el Alcornocal y el Madroñal, argumentando en Guadalcanal que no se trataban de dehesas privativas, sino de baldíos interconcejiles. Sin embargo, los visitadores, a la vista de los documentos presentados por Reina y el resto de pueblos de su encomienda, sentenciaron que los referidos predios no eran baldíos sino dehesas privativas y, por lo tanto, fuera de la intercomunidad de pastos y otros aprovechamientos que presidían en los baldíos interconcejiles. En definitiva, sentenciaron defendiendo los intereses de la encomienda de Reina, prohibiendo la entrada a los vecinos y ganados de Guadalcanal en las precitadas dehesas.

También defendían los guadalcanalenses sus intereses sobre dos pedazos de baldíos de la encomienda de Reina, el uno formando parte del baldío interconcejil de Valdelacigüeñas, “al puerto de García Galindo y a la majada de Domingo Hidalgo, hasta dar con el arroyo de la Caleguera”, y el otro, que se llama del Campillo, “que está de dicho puerto de Galindo arriba hasta la sierra de la Fuente el Arco, hasta encima de la sierra que dicen de la Jayona”. Sobre este particular, vistas las probanzas de una y otra parte, los visitadores sentenciaron que al tener Valdelacigüeñas la consideración de baldío interconcejil [viii], la totalidad de sus aprovechamientos (pastos, abrevaderos, bellota, leña, caza y pesca) debían ser comunes a los vecinos y ganados de ambas encomienda. Sin embargo, la sentencia sobre los aprovechamientos del predio conocido por el Campillo fue algo más enrevesada, pues determinaron considerarlo como baldío interconcejil con ciertas limitaciones. En efecto, este último predio fue declarado como baldío interconcejil y, por tanto, en la comunidad de aprovechamiento entre vecinos y ganados de ambas encomienda, aunque los aprovechamientos del “vuelo”, que sólo incluía la leña y bellota, quedaba en exclusividad para los vecinos y ganados de la encomienda de Reina.
Tras las sentencias anteriores, ambas encomienda firmaron una concordia, recogiendo fielmente lo dispuesto por los visitadores del maestre e infante de Aragón [ix], ratificada posteriormente en Reina el 27 de mayo de 1460, en tiempos de don Juan Pacheco, el penúltimo de los maestres de la orden de Santiago, cediendo en reciprocidad Guadalcanal a los vecinos de Reina y su encomienda el derecho a pastar en los denominados Campos de Guadalcanal, concretamente en la zona enmarcada del croquis que se adjunta, según el texto que aparece en el documento últimamente citado.
Más adelante, ahora el 5 de mayo de 1480, bajo el maestrazgo de don Alonso de Cárdenas, el último de los maestres de la Orden de Santiago, dicho maestre “oyendo la opinión de los priores de la Orden, del comendador mayor de León y de los “treces” de la Orden [x], durante el Capítulo General de esta institución, iniciado en la villa de Uclés y finalizado en la villa de Ocaña, ratificó todas las sentencias pronunciadas por los visitadores del maestre-infante en 1442, entre ellas la sentencia y concordia de asentimiento firmadas entre las encomiendas de Reina y Guadalcanal.

Como las disputas reverdecían periódicamente, a instancia de la propia villa de Guadalcanal se ratificó la sentencia y concordia firmada con Reina, primero el 4 de junio de 1494, durante el capítulo general de Tordesillas presididos por los Reyes Católicos [xi], y después el 6 de abril de 1527, ahora durante el Capítulo General celebrado en Valladolid bajo el reinado del emperador Carlos I. Es más, nuevamente el 24 de mayo de 1537 -a instancia de don Enrique Enríquez de Rivera, marqués de Tarifa, comendador de Guadalcanal durante casi cincuenta años e hijo de la fundadora del Hospital de las Cinco Llagas de la ciudad de Sevilla, doña Catalina de Rivera- dicho comendador solicitó un traslado de la referida concordia con Reina, certificada por los escribanos de la gobernación de Llerena.

Pese a las ratificaciones anteriores, en 1548 Guadalcanal pretendió desentenderse de algunas de las consideraciones asumidas, negando el derecho de los vecinos y ganados de la encomienda de Reina a disponer de los pastos de los baldíos interconcejiles del Campo de Guadalcanal. La chispa que hizo prender la llama de esta nueva discordia, con independencia que pudiera ser más o menos intencionada o provocada, fue la incautación de cinco ovejas de la manada de Pedro Gómez, vecino de Valverde, por haber sido sorprendida dicha manada de noche y en el baldío interconcejil aludido, concretamente al sitio de la Jineta. La respuesta de Pedro Gómez fue inmediata, personándose ante el alcalde mayor de Llerena para reclamar justicia, decidiendo la máxima autoridad judicial de dicha ciudad y de su zona de influencia encarcelar a los tres vecinos de Guadalcanal (Juan Caballero, Juan de Mata y Gonzalo Degollado) que se apropiaron de las cinco ovejas. Pero como en realidad los guadalcanalenses citados eran sólo unos mandados, pues actuaron en nombre de su concejo como guardas de campo oficiales, inmediatamente se personó en la causa el concejo de Guadalcanal demandando la liberación de sus oficiales. Justificaba su petición haciendo una lectura interesada de la sentencia de los visitadores del maestre e infante D. Enrique de Aragón y de las concordias firmadas con Reina y los pueblos de su encomienda, al defender que los aprovechamientos de pastos y demás beneficios en favor de los vecinos de la encomienda lindera era sólo de día, de sol saliente a sol poniente, y no de noche, que fue el período durante el cual fue prendida y penada (multada) la manada de ovejas de Pedro Gómez, cobrándole, a modo de multa, cinco cabezas, tal como se contemplaba en las ordenanzas municipales de Guadalcanal. Lógicamente, también se personaron en la causa Reina y el resto de pueblos de su encomienda, alegando que el día incluía las horas de sol y las de oscuridad, pidiendo que fuese el concejo de Guadalcanal quien asumiese sus compromisos y aceptase ser sancionado conforme a lo contemplado en las concordias firmadas. Como conclusión del proceso, que fue largo, pues no concluyó hasta el 3 de Agosto de 1553, el alcalde mayor de Llerena dio la razón al vecino de Valverde e indirectamente a Reina y al resto de los concejos de su encomienda, según el texto que sigue, resumido en relación suficiente:
“...en el pleito que contra Pedro Gómez, vecino del lugar de Valverde, de una parte y de la otra Juan Caballero, Juan de Mata y Gonzalo Degollado, vecinos de la villa de Guadalcanal, reos, y el concejo de la dicha villa que a esta causa por su interés salió (...) atento que se prueba que los vecinos de Valverde y los otros de la encomienda de Reina están en posesión de pastar con sus ganados de día y de noche al sitio de la Jineta sin penas (...), debo condenar y condeno a los dichos vecinos de Guadalcanal insolidium a que dentro de seis días vuelvan y restituyan al dicho Andrés Gómez las cinco ovejas que le llevaron, o su justo valor con más los frutos y rentas desde que la tomaron... [xii]
La sentencia anterior fue apelada por el concejo de Guadalcanal ante el tribunal inmediatamente superior y definitivo, como lo era la Real Chancillería y Audiencia de Granada, presentándose también en el caso Reina y los pueblos de su encomienda. En dicha Audiencia, sus oidores y jueces pronunciaron sentencia, fechada en Granada a 18 de junio de 1563, ratificando la del alcalde mayor de Llerena por considerarla “buena, justa y derechamente dada”, por lo que no procedía la apelación de Guadalcanal y sus guardas oficiales. Vuelve a insistir Guadalcanal en la revisión del caso, pronunciándose nuevamente los jueces y oidores granadinos en favor de Pedro Gómez y de Reina y pueblos de su encomienda, dejando claro que los ganados de los vecinos de estos pueblos podían aprovecharse de los pastos del baldío interconcejil en cuestión, tanto de día como de noche, según sentencia definitiva de 15 de abril de 1567.

Y en esta situación permanecieron las relaciones entre ambas encomiendas, en lo referente a la cuestión descrita, hasta justo un siglo después, concretamente hasta 1670, cuando distintas manadas de vecinos de Berlanga y Valverde fueron penadas por pastar en los baldíos interconcejiles situados en término y jurisdicción de la villa y encomienda de Guadalcanal, concretamente en los ya referidos Campos de Guadalcanal. Esta nueva discordia llegó otra vez al tribunal granadino, que resolvió inmediatamente en favor de los vecinos de la encomienda de Reina, teniendo en cuenta la sentencia ya pronunciada en 1567, tal como aparece en la correspondiente Ejecutoria de Carlos II.

No tenemos constancia de que surgiesen más pleitos y discrepancia por esta cuestión entre Guadalcanal y Reina a lo largo del siglo XVIII. Es más, ambas encomienda manifestaron asumir la comunidad de pastos en las respuestas al Catastro de Ensenada de mediados del XVIII. Concretamente, en Guadalcanal manifestaron disponer en su término de unas 2.130 fanegas de baldíos propios, es decir, de uso exclusivo de su vecindario, y unas 8.121 fanegas de baldíos interconcejiles, es decir, en comunidad de pastos con Reina y Azuaga, las dos encomiendas con las que alindaba.
Las intercomunidades de pastos referidas, cuestionadas ya en los tiempos ilustrados (último tercio del XVIII y hasta la Guerra de la Independencia), desaparecieron con el Antiguo Régimen, quedando adscritos en exclusividad de usos y aprovechamientos cada uno de estos baldíos al concejo del término en el que históricamente estaban encuadrados. Más adelante, al amparo de la Ley Madoz (1855), dichos baldíos comunales se vendieron en subasta pública, pasando estos bienes comunales, y también las dehesas concejiles, a manos privadas.


[viii] No confundir con la dehesa de Valdelacigüeña (actuales fincas de la Encomienda, la Mata, el Serrano y Cabezagarcía), que era la dehesa propia de la encomienda y comendador de Reina a la linde del referido baldío. Éste último, tras un proceso confuso y complicado, hoy pertenece a los propios de Fuente de Arco, aunque algunas de sus parcelas son de titularidad privada.

[ix] Concordias similares se establecieron, por las mismas fechas, entre la práctica totalidad de las encomiendas entonces existentes, en un intento de poner paz y orden en los territorios santiaguistas.
[x] Dos priores-obispos tenía la Orden: uno para la provincia de León, con sede en San Marcos de León, y el otro para la provincia de Castilla, con sede en Uclés. El consejo de los Treces era un órgano colegiado de la institución, con cuyo parecer el maestre debía gobernar la Orden. El Capítulo General eran una especie de Cortes, donde se tomaban disposiciones para el gobierno de la institución santiaguista.
[xi] AMG, leg. 1644. Entre otros documentos: Confirmación de los privilegios de Guadalcanal por parte de los Reyes Católicos:
[xii] Aparte el documento de referencia, más información sobre esta sentencia en MIRÓN, A. Historia de Guadalcanal, pág.116, Guadalcanal, 2006.

Publicado en las revistas de Reina y Guadalcanal, 2007
Manuel Maldonado Fernández