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lunes, 5 de noviembre de 2018

El sequito de Isabel de Portugal cruza Guadalcanal

Una boda Real en Sevilla
 El itinerario hasta Sevilla fue Badajoz, Talavera la Real, Almendralejo, Llerena, Guadalcanal, Cazalla, El Pedroso, Cantillana y San Jerónimo. 

        Según el cronista Alonso de Santa Cruz, «por causa de ir a visitar el Reino de Andalucía», determinó Carlos V hacer su casamiento con Isabel de Portugal en la ciudad de Sevilla, que por 1526 vivía un período de apogeo gracias a su importancia en el comercio de Indias. Hizo su entrada la infanta portuguesa en Sevilla el 3 de marzo de 1526 y el emperador una semana más tarde. Pasada la medianoche del 10 al 11 se celebró una pequeña ceremonia en el Alcázar, hora y lugar desacostumbrados para un enlace real. 
Esta boda con su prima, que con 23 años estaba en condiciones de darle un heredero, permitía conciliar sus necesidades económicas como Habsburgo con los deseos de las Cortes castellanas de 1525, que la habían señalado como candidata. Además, continuaba la política de los Reyes Católicos de alianzas matrimoniales con la dinastía Avís portuguesa. Desde su nacimiento, Carlos había estado prometido a una u otra princesa, incluso a la que habría de ser su nuera, María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Para dar por terminado este compromiso solicitó Carlos V parte de la dote para la guerra con Francia:«El Rey de Inglaterra V. A. sabe y conoce como no dará un real», escribía el 7 de mayo de 1525 Martín de Salinas. A su fama de galán ha contribuido el renombre de sus dos hijos bastardos: la madre de Alejandro Farnesio, Margarita de Austria, de la relación con la noble flamenca Margarita van Gest, y don Juan de Austria, de sus relaciones con Bárbara de Blomberg.  
         La ceremonia de esponsales por poderes se realizó dos veces, en el palacio portugués de Almeirim, porque después de celebrada la primera el día de Todos los Santos, el 1 de noviembre de 1525, se entendió que la dispensa de parentesco no era suficiente y hubo que solicitar una segunda dispensa a Roma; se repitió la boda el 20 de enero de 1526. El embajador y procurador Carlos Popet, señor de Laxao, fue el encargado de recibir a la infanta en nombre del emperador, que se desposó con Isabel el 23 de octubre de 1525 en la persona de Azevedo Coutinho. 
Grandes señores marcharon a recibir a la emperatriz: desde Toledo, el duque de Calabria; desde Sevilla, el hermano del duque de Medina-Sidonia. Partió Isabel de Almeirim a fines de enero de 1526 acompañada de un brillante séquito, encabezado por Juan III, hasta Chamusca. Sus hermanos Luis y Fernando viajaron con ella hasta la frontera; el marqués de Villarreal, hasta Sevilla. El miércoles 7 de febrero se realizó la entrega entre Elvas y Badajoz, en la misma frontera. El itinerario hasta Sevilla fue Badajoz, Talavera la Real, Almendralejo, Llerena, Guadalcanal, Cazalla, El Pedroso, Cantillana y San Jerónimo. 
Casi todos los testimonios coinciden en el rico recibimiento que preparó la ciudad de Sevilla; algo más suntuoso el del emperador, aunque el coste del palio de Isabel, de plata, oro, piedras preciosas y perlas, no bajó de 3.000 ducados. Cuenta Fernández de Oviedo que salieron a recibir a la emperatriz todos los oficios, cabalgando porque por las lluvias de aquellos días había mucho lodo. Los dos Cabildos, el eclesiástico y el secular, se apearon en San Lázaro y le besaron la mano en la litera donde venía. En la puerta de Macarena salió Isabel de la litera y subió en una hacanea blanca muy ricamente aderezada. Allí la tomaron debajo de un rico palio de brocado, con las armas imperiales y las suyas bordadas en medio. Iba entre el duque de Calabria y el arzobispo de Toledo. Había junto a la puerta un arco triunfal muy grande y muy bien obrado y desde allí hasta las gradas de la Catedral siete más. Porque en los recibimientos reales del XVI el espacio real desaparece, se redefine. La arquitectura efímera, la música, las campanas, los faraones y las antorchas, los tapices, los vestidos, las joyas, la juncia, el junco o el romero, el pueblo en las calles, todo contribuye a crear un espacio festivo y un tiempo diferente del habitual al interrumpir la vida cotidiana. La vista y el oído tienen gran importancia en la fiesta, pero también el olfato; así, en el séptimo arco que atravesaron Isabel y Carlos, gradas de la Catedral siete más. Porque en los recibimientos reales del XVI el espacio real desaparece, se redefine. La arquitectura efímera, la música, las campanas, los faraones y las antorchas, los tapices, los vestidos, las joyas, la juncia, el junco o el romero, el pueblo en las calles, todo contribuye a crear un espacio festivo y un tiempo diferente del habitual al interrumpir la vida cotidiana. La vista y el oído tienen gran importancia en la fiesta, pero también el olfato; así, en el séptimo arco que atravesaron Isabel y Carlos, el de la Gloria, a los pies de la Fama, dos grandes braseros –que muy bien pudieron ser reales–exhalaban perfumes. 
La entrada real es una manifestación más del discurso monárquico, del «teatro de las instituciones», pleno de imágenes, conceptos, palabras, música, color... En las entradas reales, con sus programas iconográficos, se da forma plástica y sensorial a lo ideológico, a lo simbólico, y a ello contribuyen los arcos triunfales, decorados efímeros, perecederos habitualmente, que disfrazaban y ocultaban la arquitectura fija. Estos arcos, que tenían como referente los erigidos en Roma en honor de los vencedores, enmarcaban con emblemas y otros elementos el paso del homenajeado, e incluso a veces se utilizaron para escenificaciones. Las artes, arquitectura, pintura, escultura, música, poesía, prosa, se aglutinaban en la fiesta. Los arcos se llenaban de emblemas –texto, en castellano o latín, con imagen, poesía figural o «poesía mural», según la denomina Simón Díaz– como medio de visualizar conceptos. Conocemos el nombre de las personas que concibieron el programa del recibimiento regio de 1526. Los canónigos del Capítulo nombraron a Francisco de Peñalosa, poeta y músico, que por haber residido largos años en Roma estaba familiarizado con la cultura humanística; a Luis de la Puerta y Antolínez, licenciado y provisor del Arzobispado, con inquietudes intelectuales tales que dotó de veinte becas a la Universidad de Salamanca, y a Pedro Pinelo, de la famosa familia genovesa afincada en Sevilla. El Ayuntamiento designó a Pedro de Coronado, escribano de Sus Majestades y su notario público. 
Entre los elementos estáticos del aparato ceremonial que preparó Sevilla para recibir a Sus Majestades destacan siete arcos triunfales –simbolizaban las virtudes que debe poseer un soberano: Prudencia, Fortaleza, Clemencia, Paz, Justicia, Fe; el último era el dedicado a la Gloria– «de grandísima costa y arte, repartidos en los lugares más públicos» como son la Puerta de la Macarena, Santa Marina, San Marcos, Santa Catalina, San Isidoro, San Salvador y las gradas de la Catedral. Dice Sandoval que el séptimo estaba hecho «con tanto primor, que admiraba»; informa así el cronista de las costumbres perceptivas del público. Varias relaciones han dejado testimonio detallado de estos arcos, aunque unos están descritos con más profusión que otros y conforme avanzamos en la lectura de los documentos más extensos, los datos que nos ofrecen disminuyen. No ha quedado ningún testimonio gráfico que muestre la forma de asociarse texto, imagen y arquitectura efímera, lo que hubiera sido interesante porque se sabe que el excelente pintor Alejo Fernández participó en los arcos de 1526. 
Para la ocasión, las calles se llenaron de gente; Sevilla hizo venir a personas de todas sus villas y lugares. La entrada real, fasto que se define por la confluencia ciudad-corte, tiene en la exhibición uno de sus ingredientes fundamentales. La fiesta cortesana es un todo teatral cuyos elementos se conjugan en una visión idealizante; la sociedad lujosa y exhibicionista se entiende como sociedad ideal. Por eso la fiesta necesita espectadores que llenen el espacio público y participen con su presencia y sus gritos de exaltación –el pueblo mira y admira–. Se disponía la ciudad a modo de gran teatro urbano con los elementos que componen la teatralidad cortesana: la música, el engalanamiento de las calles con tapices, faraones y antorchas y el engalanamiento de los cuerpos con el vestido, tal como lo analizo en mi libro ”Fastos de una boda real en la Sevilla del Quinientos. Estudio y documentos” (Universidad de Sevilla, 1998). El vestido es la diferencia de clase y la exhibición de poder, el vestido clasifica el calendario, especializa las fiestas. Iba la emperatriz de raso blanco forrado en muy rica tela de oro y el raso acuchillado, con una gorra de raso blanco con muchas piedras y perlas de gran valor y una pluma blanca en ella; sus joyas eran tantas, que valían un tesoro. Por las adornadas calles sevillanas acompañaban a la emperatriz el arzobispo de Toledo, el duque de Calabria, el marqués de Villarreal, el obispo de Palencia, muchos señores de título como el duque de Béjar y gran número de caballeros y prelados de Castilla y Portugal, reproduciendo la comitiva, en pequeña escala, la sociedad: el rey o la reina, bajo palio, asistidos por principales funcionarios de Estado, la nobleza, la pequeña aristocracia, varios representantes del clero y, del tercer Estado, oficiales públicos y los gremios. Dominando el espacio festivo, los símbolos de la Monarquía. 
En las gradas de la Catedral la esperaba solemnemente el Cabildo de la iglesia con todo el clero y cruces de las iglesias de la ciudad. Los señores de la Iglesia habían hecho en la Puerta del Perdón un arco muy suntuoso con un cielo en medio en el que ángeles y un corro de mozos de coro en figura de las virtudes, cada uno con su insignia, cantaban con suave melodía. Todos recibieron a Isabel primero y a Carlos días más tarde y los acompañaron con dulces cantos al interior de la Catedral o, lo que es lo mismo, al cielo. Isabel oró en el altar mayor en un rico sitial; después salió por otra. 
Estas ceremonias de recepción tenían un gran valor propagandístico, eran parte fundamental del teatro del Poder. Los recibimientos seguían tan fielmente lo establecido, plasmando visualmente un código, que no pueden dejar de ser estudiados desde el punto de vista de la teatralidad. De hecho, la descripción que las relaciones o documentos hacen de la entrada de Isabel en Badajoz y Sevilla, de Carlos V en esta ciudad y de las entradas conjuntas en Ecija, Córdoba y Granada presentan un gran parecido formal: recibimiento civil, con el encuentro de las comitivas, el discurso de bienvenida, la confirmación de los privilegios y la entrega de llaves; desfile procesional; recibimiento religioso, con el encuentro de la comitiva real y el Cabildo, el juramento de guardar las inmunidades de la Santa Iglesia y la visita a la iglesia y oración; cortejo hasta el alojamiento. El 10 de marzo, con gran retraso respecto a los planes iniciales, que hablaban de fines de noviembre, llegaría Carlos V desde Illescas, donde había ratificado el Tratado de Madrid con Francisco I. El emperador hizo su entrada solemne acompañado, entre grandes hombres, por el cardenal Salviatis, legado del Santo Padre. Iba Carlos en cuerpo, vestido con un sayo de terciopelo con tiras de brocado por todas partes, con una vara de olivo en la mano y en un caballo blanco con algunas manchas negras. Lo esperaban representantes de los distintos estamentos, que ofrecían entre todos un espectáculo de intenso colorido: ropas rozagantes de raso carmesí y gorras de terciopelo, con muy ricas medallas puestas en ellas y con grandes y riquísimas cadenas de oro de diversas y artificiosas hechuras, varas, con los cabos teñidos, libreas de grana, sayones de terciopelo, capuces y caperuzas amarillas... 
Las fiestas de la boda se prometían grandiosas pero finalmente se celebraron con pocos gastos; se dijo que por la Cuaresma y por el luto por la reina de Dinamarca, hermana del emperador. Los festejos se suspendieron durante la Semana Santa. Desde Pascua comenzaron justas, torneos, cañas y toros. En el XVI, torneos y las justas eran los festejos preferidos por los nobles. Aunque menos interesantes para el público que los medievales, pues apenas conservaban un resto de su antigua aplicación militar, mostraban igualmente las destrezas de los caballeros y seguían considerándose, según R. Strong, como un entrenamiento para la guerra. Muy interesante en este sentido son las palabras de Juan Negro, el cual, refiriéndose a la justa del 6 de mayo de Sevilla, nos cuenta que aunque el emperador recibió un golpe en el pecho no se hizo mal alguno porque la lanza era muy débil, y hablando en general de la justa añade que no fue lo que se esperaba; lo mejor, los vestidos. Las ropas aseguraban el prestigio, la justa y el torneo sólo a veces, de ahí que las relaciones no se centren en la lucha sino en quiénes fueron los aventureros, los mantenedores y los padrinos, quién fue el mejor justador o el más gentil hombre –del más ruin justador por cortesía no aparece el nombre–, cuáles fueron los precios o premios, cómo eran de ricos los vestidos o las guarniciones de los caballos. Y el 13 de mayo de 1526 partieron para Granada Carlos V e Isabel y toda su corte, haciendo su camino por Ecija y Córdoba, por querer visitar estas ciudades, donde fue recibido con gran solemnidad. Carlos V e Isabel hicieron su entrada en Granada el 4 de junio de 1526. 

Mónica Gómez-Salvago Sánchez.- Licenciada en Historia 

lunes, 29 de octubre de 2018

Nuestro Entorno 6

El patrimonio histórico protegido 3/4
  
Monumentos.-
Los castillos en la Sierra Norte de Sevilla son de gran importancia para comprender el proceso secular de la Reconquista en el Reino de Sevilla. Integrados en la llamada “frontera Norte de Sevilla”, formaban una banda de fortalezas de gran protagonismo político y militar que se extendía por la frontera con Portugal al Noroeste y por todo el norte del alfoz  de la Sierra Norte en la Sevilla de la Baja Edad Media.
La influencia que el medio físico ejerció sobre su localización estuvo marcada por las condiciones geográficas que a su vez orientaron las vías de comunicación y los asentamientos urbanos. Estos castillos suponían la hegemonía militar en el territorio y propiciaron bajo su protección campañas repobladoras, pudiéndose afirmar que fueron el origen de muchas de las ciudades desarrolladas en sus inmediaciones, contribuyendo, al tiempo, a su mantenimiento (3).
Los castillos participaron en la formación y desarrollo de un tipo de poblamiento en la Sierra Norte de Sevilla garantizando la presencia de la Corona de Castilla en una zona no excesivamente poblada y pobre, pero siempre reclamada por el reino portugués.
Algunos tienen su origen en las fortalezas pertenecientes al período islámico, como los de Alanís, Cazalla de la Sierra y Constantina, mientras otros fueron construidos en época medieval tras la ocupación cristiana, como el de Real de la Jara. En esta época, la evolución histórica de la Sierra Norte estuvo en buena medida marcada por la presencia de estas fortificaciones siendo un factor prioritario del desarrollo político y económico de la comarca.
Como ejemplo destacado de los existentes en esta comarca, el Castillo de Alanís cuenta con un expediente que se encuentra en la actualidad debidamente documentado, presentando el grado de información que se tiene por objeto alcanzar para el resto de los castillos declarados B.I.C. Esta fortaleza se encuentra en un punto de confluencia de las principales carreteras de la comarca oriental de la Sierra Norte, en el eje de comunicación de Sevilla con Cazalla y limitando su término con el Sur de Badajoz, enclavado en un cerro al Sur del núcleo urbano, en el punto más elevado del término destacando como referente obligado en las visuales creadas desde distintos puntos de la población.
Responde al tipo de fortaleza medieval de frontera, con recinto amurallado hexagonal irregular y una torre adosada en forma de saliente en la zona Noroeste y está construido en su totalidad con piedra caliza de la zona. Estilísticamente es similar a otros de la denominada “banda gallega”, presentando un maridaje entre sistemas constructivos y elementos no estructurales y decorativos mudéjares y del gótico tardío.
Su construcción está constatada hacia 1392, según las Cuentas del Mayordomazgo Mayor de Sevilla, en las que se hace referencia a diferentes obras realizadas en el mismo, siendo entregado en 1477 a los Reyes Católicos en el Alcázar de Sevilla. A partir de entonces, no produciéndose cambios sustanciales en el control político del territorio, fue sufriendo un proceso de deterioro desde el S. XVII, aunque previamente fuera testigo de la rebelión morisca de 1567 y del hospedaje de Felipe II en 1570 en su paso hacia la ciudad de Sevilla. En el S. XIX las tropas francesas lo reedificaron, como hicieron con otros tantos, dejándolo nuevamente abandonado.
La incidencia de este castillo con el núcleo urbano es importante al asentarse en un lugar prominente de la falda del llamado “Cerro del Castillo”, en la travesía de la carretera local procedente del vecino municipio de San Nicolás del Puerto, conformando un enclave de sumo interés patrimonial junto al Ayuntamiento, la Iglesia Parroquial, las casas de mayor valor arquitectónico y la ermita de San Juan, lugar desde el que se establece una posición de dominio sobre un amplio sector de la sierra. Por este motivo se ha considerado procedente la propuesta de delimitación de un entorno en el que confluyan las relaciones de este B.I.C. con el resto de los espacios públicos e inmuebles, como la cercana Iglesia Parroquial de Santa María de las Nieves, logrando una figura de protección que afecte a la zona de mayor importancia histórica y arquitectónica de la población.
Logrado el establecimiento del poder militar por parte de la Corona de Castilla mediante la implantación de estos castillos y recintos amurallados, un capítulo importante en el proceso de la consolidación del orden cristiano sería el asentamiento del estamento eclesiástico en las tierras tomadas. Como iniciativa primordial, la fundación de las Iglesias Parroquiales en la Sierra Norte de Sevilla supone una de las empresas desarrollas en los primeros años de la conquista, motivo por el que este tipo arquitectónico conforma un conjunto de inmuebles que mantiene unas características constructivas y estilísticas que permiten establecer rasgos definitorios comunes. Estos templos responden a edificios que se construyen según las características del estilo gótico-mudéjar de los siglos XIV y XV, en los que se consolida, debido a las circunstancias políticas de la época, un aspecto fortificado y de gran entidad constructiva. Sus fábricas presentan muy comúnmente muros levantados en piedra de extremado grosor, arcos diafragmas con contrafuertes o pilares y arcos apuntados de buena factura y cubiertas frecuentemente cerradas con cantería, soliendo predominar las iglesias denominadas de torre-fachada. La mayor par te han sido objeto de transformaciones durante el siglo XVI, período de esplendor económico de la sierra que contribuyó a la ampliación o el enriquecimiento de muchas de ellas, al igual que en el S. XVIII, cuando, a causa de los efectos del terremoto de Lisboa, se hizo necesario la reparación de las estructuras que quedaron maltrechas a la vez que la incorporación de programas decorativos adaptados a los gustos del barroco que incidieran en determinadas partes de los inmuebles restándoles la gran presencia del aspecto defensivo. Su ubicación en los núcleos originarios de las poblaciones, próximas a los Castillos y a los principales edificios civiles, las convierten en centros de importantes valores patrimoniales por su referencia en el parcelario histórico y, en casi todos los casos, por servir de contenedores que custodian un importante tesoro de piezas retablísticas, escultóricas, pictóricas o suntuarias.
La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Nieves de Alanís, presenta una estructura primitiva gótico-mudéjar del S. XIV, como demuestran las bóvedas del presbiterio, las dos portadas y la torre fachada de los pies del templo. Durante el S. XVI se efectuaron en ella algunas remodelaciones, teniendo como resultado el levantamiento de la Capilla de los Melgarejos. En el XVIII fue cuando se produjeron las principales alteraciones, sobre todo las realizadas tras el terremoto de Lisboa de 1755 con gran acierto, conformando una armónica simbiosis entre ambos estilos que permite considerarla como uno de los templos más singulares de la Sierra Norte sevillana.
Las obras fueron realizadas por el maestro alarife José Candil, siguiendo los informes de 1757 del Maestro Mayor del Arzobispado Pedro de San Martín, informándose dos años después la finalización de las mismas por Pedro de Silva. Estas obras consistieron fundamentalmente en la transformación interior de los pilares, arcos y cubiertas en el interior del edificio.
Situada al pie del Castillo, muy en el borde del núcleo urbano, centra la espaciosa plaza del Ayuntamiento en el lado norte. Se trata de una iglesia de tres naves, cortadas las laterales al inicio del presbiterio, por lo que éste destacaba en solitario, hasta que esta disposición se alteró por la construcción de un cuerpo bajo poligonal que se le adosa y al tramo oblicuo del ábside en el lado norte y por la presencia de la sacristía en el lado sur. A los pies emerge la torre-fachada coronada por un exiguo cuerpo de campanas que se remata en un chapitel piramidal.
En la documentación técnica realizada al efecto, además del entorno de protección, se propone vincular al inmueble los siguientes bienes muebles: la pila Bautismal, del s. XV y estilo mudéjar; las puertas del presbiterio pertenecientes al S. XVI y de estilo renacentista; los zócalos de azulejos del XVI, realizados mediante la técnica de cuenca y cuerda seca; el retablo mayor, obra gótica del círculo de Sánchez de
Castro realizado hacia 1500 con un total de 13 pinturas sobre tablas que representan escenas de la vida de Cristo y de los Santos y las pinturas murales barrocas de las bóvedas del presbiterio, realizadas a finales del XVII.
La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Consolación de Cazalla de la Sierra se encuentra enclavada en la parte más elevada del promontorio al Sur de la población. Es un edificio completamente exento junto al que se sitúa una de las entradas de la antigua muralla almohade. Originariamente construida en estilo mudéjar, fue ampliada en el S.XVI debido al auge económico y al alza de la población con un lenguaje renacentista que respetó la traza original.
No hay noticias documentales acerca de los maestros que realizaron esta intervención comenzada en 1538, aunque, por sus características y calidad técnica, puede relacionarse con intervenciones dirigidas por los Maestros Mayores de la Catedral Hispalense Diego de Riaño y Martín Gaínza. En este edificio, la superposición de estilos permite apreciar tres fases superpuestas: la mudéjar, mantenida en los pies y la cabecera, que responde al tipo generalizado de las iglesias medievales de la Sierra Norte de tres naves, con torre-fachada y ábside poligonal; las muestras de estilo renacentista, apreciadas fundamentalmente en las reformas del interior que transforman totalmente la primitiva construcción medieval en la que destacan los soportes con sus remates derivados de los empleados en la Sacristía Mayor de la Catedral Hispalense y el sistema de cubiertas de bóvedas vaídas con casetones, pudiéndose considerar uno de los mejores ejemplos del renacimiento andaluz por su extraordinaria factura. En el siglo XVIII, este templo sufre una tercera transformación realizada por Pedro Francisco López, siendo una intervención que se limitó al enmascaramiento de las primitivas cubiertas del tramo de los pies y al levantamiento de las portadas laterales barrocas.
En la documentación actualizada, además de contemplar un entorno de protección, se han incluido como bienes muebles vinculados al edificio los siguientes: el retablo mayor, obra anónima protobarroca realizada en el S. XVII en la que se exhiben temas en altorrelieve de la vida de Cristo como la Anunciación y la Circuncisión y las imágenes de San Pedro y San Pablo, realizados entre 1592 y 1620 por los escultores Juan de Oviedo y la Bandera, Artús Jordán y los maestros pintores Francisco Cid, Diego de Campos, Vasco Pereira, Antón Pérez y Miguel y Lucas Esquivel; la pila bautismal, pieza destacada del S. XV realizada en mármol de estilo mudéjar y una lápida renacentista del mismo material labrada en 1538, según figura en la inscripción: “EN EL AÑO DE NUESTRO/ SEÑOR JESU/ CHRISTO DE MD Y XXXVIII AÑOS SE COMENZO ESTA/ IGLESIA NUEVA“, inscripción que aproxima la datación de las obras renacentistas.
La Cartuja de Cazalla de la Sierra es un conjunto cenobítico cartujo que gestado desde el S. XV como filial de la Car tuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. Fue concebido como lugar de retiro de los monjes en edad provecta eligiendo un emplazamiento en el que, al parecer, ya existía un monasterio jerónimo.
Situado a 5 Km del pueblo de Cazalla, está asentado sobre una terraza desde la que puede admirarse un bellísimo paisaje natural de frondosa vegetación, entre las que discurren los antiguos caminos y trochas de conexión con la Ruta de la Plata.
Su construcción se inició contando con que la climatología y la falta de recursos económicos provocaron constantes intentos de traslado entre los siglos entre los XVI al XVIII, si bien, permaneciendo con gran cantidad de incidencias, en la tercera década de  éste último siglo, experimentó un leve auge económico que permitió su conclusión y el remoce de las zonas primitivas gracias a las donaciones privadas. En 1810, fue saqueada y desalojada con motivo durante la invasión francesa, recuperando su función prontamente hasta su decline definitivo en 1836. Desamortizado todo el conjunto, quedó totalmente en ruinas llegando incluso a estar prácticamente cubierto por la tierra y ocupado por la foráz vegetación de la zona, hasta que durante los años sesenta del siglo XX fue adquirida junto a su finca por su actual propietario que intenta adaptarla para uso hotelero Las ruinas consolidadas permiten observar las transformaciones concretas efectuadas en este inmueble así como la peculiar evolución de este tipo de edificios cartujos. En esencia presenta tres núcleos fundamentales organizados alrededor de tres claustros a los que se accede a través de una gran arcada de estilo clásico labrada en sillería formada por dos pilastras toscanas que enmarcan un arco de medio punto. A su derecha se sitúa la "Capilla de los Peregrinos", una construcción rectangular de ladrillo y mampostería, que corresponde a la tradicional “capilla de afuera” existente en todas las Car tujas para atender a los fieles venidos de lejos y preservar la intimidad de los monjes. Siguiendo el eje de la entrada se llega a la Iglesia precedida por un pórtico en el que se abre un gran arco mixtilíneo de trazas dieciochescas tras el que aparece la portada principal presidida por la imagen de San Bruno.
La Iglesia es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos, compartimentada en cuatro tramos por arcos fajones que apean sobre pilastras toscanas. El presbiterio es de planta ochavada, se cubre con nervadura de raigambre gótica de ladrillo y antecede a la Sagrario, cubierta con falsa cúpula sobre pechinas y decorada por un complejo programa iconográfico con temas como la Apoteosis de San Bruno, en la cúpula, y los Evangelistas en las pechinas.
Al exterior, sobre el muro derecho del presbiterio, se levanta la gran espadaña que supone un inevitable hito paisajístico desde la lejanía ricamente decorado con estípites, volutas, placas recortadas y remates de bolas cerámicas. En sus inmediaciones se extiende el claustro principal, de planta cuadrada y con la galería perimetral, hoy casi totalmente destruida, permitiendo sus escasos restos interpretar las formas originales de los pilares de ladrillo ochavados.
Sus muros estuvieron recubiertos con zócalos de azulejos de cuenca del S. XVI, mientras que, sobre ellos, se conservan escasos testigos de pinturas murales de estilo gótico-mudéjar.
En el lado contiguo a la espadaña se sitúa la Sala Capitular y el segundo gran claustro que enlaza con el primero a través de un sistema de galerías cubiertas con bóvedas de aristas labradas en ladrillo. Esta es la zona más recóndita del conjunto, a través de la cual se enlaza con otro pequeño claustrillo de planta rectangular en el que se encontraban las antiguas celdas y en cuyo flanco izquierdo, se situaba la primitiva iglesia después adaptada a cocina. La totalidad del recinto Conventual se declaró B.I.C. en 1996, teniendo delimitado un entorno de protección que comprende los propios límites de la finca en la que se ubica.

Jesús Cuevas García y María Isabel López Garrido
Departamento de Protección del Patrimonio Histórico Delegación Provincial de la Consejería de Cultura en Sevilla

lunes, 22 de octubre de 2018

La vida en Guadalcanal años 10, siglo XX (17)

Paco el de la Inglesita

Francisco Aguilar (corresponsal).-
            La villa de Guadalcanal está alarmada por la oleada de robos y allanamientos que viene registrando la población en las últimas semanas, la Guardia civil está intensificando la vigilancia tanto en el pueblo como en las fincas y cortijos.
            Después de varias pesquisas y consultando a la gente y comercios sobre la transición de forasteros o pobres de necesidad que últimamente han transitado por las calles de la localidad, continúan las averiguaciones. .
A este efecto fue detenido el pasado lunes un quincallero conocido como Paco el de la Inglesita, después de ser interrogado y registrado su carromato por la Benemérita como autor de robos de menos entidad, fue invitado a abandonar la población con la mayor urgencia posible.
           
La Vanguardia, 18 de Septiembre de 1909

Provincias.-
Conmoción en la ciudad serrana de Guadalcanal de ésta provincia.
En la madrugada de ayer fue encontrado el cadáver de Francisco Romero González en una fosa del cementerio de esta localidad, el cadáver presentaba algunas mutilaciones y varias puñaladas, una de ellas mortal de necesidad el costado izquierdo seccionándole el corazón.
Interrogado por la Benemérita y llevado ante el juez de ésta localidad Sr, Arriba el sepulturero Julián Páez dice desconocer el enterramiento de su amigo Francisco al que vio por última vez en casa de su hermano Manuel, donde departieron unas jarras de vino y charlaron “de sus cosas”.
Según familiares del difunto, este disponía de una importante suma de dinero en su casa fruto de la venta de leña y parte de una finca que pertenecía a la familia, ésta cantidad se estima en más de 800 reales, también se aprecia en el ojeo posterior hecho en la casa el saqueo de una cómoda y varios muebles, así como otros útiles de la casa.
La población de Guadalcanal se encuentra conmocionada por este crimen y los robos y allanamientos que se están produciendo en la localidad y cortijos. 
Gaceta de Madrid 29 de Septiembre de 1909
  
Fratricida
Huelva 28  de Octubre de 1911.
Viajeros llegados del Rosal de la Frontera dicen que la Guardia civil ha detenido a Manuel Romero González, de oficio leñador, individuo sospechoso a quien la Benemérita  venía observando de cerca desde hace ya algún tiempo.
Parece que en el momento de la detención le fue intervenida una bolsita qué contenía huesos humanos. El detenido se justificó diciendo que eran amuletos contra el dolor de muelas.
Estrechado a preguntas, incurrió en contradicciones.
Un hijo del leñador, al ser interrogado, dijo que  escuchó una conversación sostenida entre su padre y su madre, por la que se enteró que hace dos años mató el primero en Guadalcanal a un hermano suyo para robarle 40 duros que tenía, de cuya cantidad entregó 20 a un individuo que le ayudó a ejecutar el crimen.
La víctima fue hallada en el campo.
Interrogado nuevamente Manuel, se declaró autor de la muerte de Miguel Campos Martín, crimen perpetrado el año 1907 en la dehesa de Bollullos.
A la disposición del juzgado de Valverde han sido puestos Manuel Romero y su hijo. 
ABC Domingo, 29 de octubre de 1911         .

Criminal Detenido 
Huelva 30, 3 tarde.
Se ha confirmado oficialmente la detención de Manuel Romero, que mató en Guadalcanal a su hermano Francisco para robarle 40 duros; lo enterró en el campo, y a los pocos días Manuel el quincallero conocido por Paco el de la Inglesita, y el sepulturero Julián Páez Camacho trasladaron los restos al cementerio.
El detenido está convicto y confeso. Ahora se gestiona la captura del quincallero y el sepulturero.
El descubrimiento lo han realizado el cabo, de la Guardia civil José Flores Herrera y el guardia Santiago Gil,  cuya conducta es elogiadísima. 
ABC, Martes, 31 Octubre 1911

 Descubrimiento de un crimen, asesinos y enterradores 
Sevilla 29, 10 noche.
Con  motivo de la detención en Cañada Rosal (Huelva) del autor de un crimen, y en vista da declaración prestada por el detenido confesándose también coautor de otro echo sangriento ejecutado hace tiempo en el pueblo de Guadalcanal, de esta provincia, el juez de dicha población, D. Mariano Arriba, ha logrado descubrir a los autores del crimen confesado por el detenido en Cañada Rosal. Son éstos, el sepulturero y su mujer, que se encuentran a la disposición del Juzgado de Cazalla.
Según referencia, la víctima de este crimen fue llevada con engaños a la casa del sepulturero, donde estaban reunidos otro enterrador, la mujer del sepulturero, un vendedor ambulante de quincalla y el detenido en Cañada.
Bebieron largo rato todos en gran confraternidad, y cuando ya el vino había surtido sus efectos, el sepulturero, súbitamente, hundió un cuchillo en el corazón del sentenciado por aquella canalla.
La muerte fue instantánea, después de ocultar entre todos las huellas del delito, la víctima fue enterrada en el cementerio, quedándose el sepulturero como recuerdo del macabro suceso con la falange de un dedo del asesinado. Ese hueso es el amuleto encontrado en Cañada Rosal en poder de uno de los criminales.
Luego notaron los vecinos de Guadalcanal que este enterrador gastaba en una proporción superior a su exiguo sueldo que hacia préstamos y que compraba alguna que otra modesta finca.
Por aquella época, también se recuerda que en el pueblo hubo varios robos de relativa importancia.       
Julián Sáez, que así se llama el criminal enterrador, es nieto del célebre Tío Martín, poseedor de un huerto en Casariche, que se utilizaba como el del Francés de Peñaflor, y  descubierto en tiempos de Zugasti. El hecho ha impresionado hondamente. 
ABC, Viernes, 10 de Noviembre de 1911.



Otras noticias de la época.- 
Feria de Guadalcanal
            Con motivo de la importante feria ganadera de Guadalcanal y comarca se celebró el pasado día 4 de Septiembre en el recinto del ejido del Coso de esta localidad un paseo de caballos y carruajes, señoritas de la localidad ataviadas con trajes a la usanza andaluza realzaron este evento, la jornada termino con bailes en las casetas habilitadas al efecto y atracciones para la chiquillería.
            El representante del Ayuntamiento ha destacado las importantes transacciones efectuadas en la feria por la venta de todo tipo de ganado y la ausencia de incidentes destacables.
Gaceta de Madrid, 10 de Setiembre de 1910

Suscripción para regalar a los hermanos Álvarez Quintero una medalla de Oro
Para Testimoniar a los hermanos Álvarez Quintero la admiración que por ellos sienten un numeroso número de españoles, ha abierto ABC una suscripción para regalarles una medalla de oro, siendo la cuota única una peseta.
Nuestros lectores de provincias que deseen adherirse a esta patriótica y  culta suscripción pueden hacerlo en los siguientes centros que a continuación publicamos por orden alfabético de poblaciones.
…Guadalcanal, Don Miguel Fernández Calderón.
ABC, lunes 13 de Septiembre de 1911


Hemerotecas

lunes, 15 de octubre de 2018

Nuestro Entorno 5

El patrimonio histórico protegido 2/4

En el caso de los Conjuntos Históricos integrados de esta comarca, el importante legado de carácter etnológico y etnográfico conservado en cada uno de ellos, aporta nuevos valores a reconocer teniendo en cuenta el interés y la variedad de las actividades tradicionales allí desarrolladas y las políticas de inserción de nuevos sistemas para el aprovechamiento de los recursos económicos en una comarca que contempla el sector turístico como una de las posibilidades más factibles para el desarrollo local.
El Conjunto Histórico de Cazalla de la Sierra se ubica en un enclave elevado de singular interés paisajístico, presentando su principal punto de apreciación desde la ladera que baja hacia el lugar en el que situaban los descansaderos de la Mesta y un salón y jardines diseñados en el siglo XVIII. Gracias a ello, su contemplación desde el sur resulta de suma importancia, en la que resalta sobre su perfil del promontorio el castillo y la Iglesia de Nuestra Señora de Consolación. El sector de esta población limitado a efectos para la declaración como Bien de Interés Cultural mantiene una clara evolución histórica que, conforme a las características del urbanismo de cada época, presenta en la actualidad una morfología diferenciada fácilmente apreciable en cada uno de sus barrios.
Partiendo desde el núcleo de asentamiento primitivo que ocupó el área de la fortaleza islámica, al Este se extiende el primer sector extramuros perteneciente a época medieval que, al igual que un segundo avance del siglo XVI situado al Noroeste, está compuesto por parcelas irregulares en las inmediaciones de la plaza de la Iglesia, resultado de ser consecuencia del trazado de una red de vías que parten desde este espacio público hacia el norte y oeste con una disposición muy condicionada por la diversidad de cotas que presenta la orografía del terreno. Al norte, pasado el antiguo cauce del arroyo Olivillas, se localiza el llamado Barrio Nuevo, de posterior  configuración a finales del siglo XVII. En este sector la ordenación del parcelario se formaliza sobre la ladera de la colina ocupada con manzanas regulares y calles paralelas de largos trazados atravesadas perpendicularmente por otras de pronunciada pendiente. Más al Norte, la existencia de la Ermita de Nuestra Señora del Carmen y el Convento de
Santa Clara, en origen inmuebles alejados del núcleo poblacional, motivarían el último desarrollo urbano en este sector, un proceso prolongado durante el siglo XIX y principios del XX en el que se colmataron espacios libres y en el que, también, se planteó sobre los terrenos existentes entre estos inmuebles y el pueblo el Paseo de Nuestra Señora del Carmen, una alameda, el mayor de los espacios públicos que presenta este municipio. La tipología de los inmuebles existentes en este Conjunto Histórico, responde a viviendas unifamiliares de gran homogeneidad tipológica en las que se generaliza la casa popular de una sola planta o con doblado, con patio trasero y de escasa altura. Presentan fachadas con una tipología de vanos de reducido formato y una textura, también muy homogénea, conseguida mediante la aplicación de la cal tanto en los paramentos exteriores como en los interiores. Entre este tipo de inmuebles destacan otros de mayor rango arquitectónico que responden a ejemplos de arquitectura religiosa o casas palacios ordenadas en torno a patios centrales que exhiben fachadas en las que destacan portadas labradas en piedra y motivos ornamentales de diversa naturaleza.
El municipio de Cazalla de la Sierra conserva un conjunto de valores inalterados de carácter patrimonial que radica en la importancia paisajística y medioambiental de su emplazamiento y en la morfología urbana que define el sector delimitado a efectos de la Declaración de Conjunto Histórico. En él, debe entenderse la homogénea y bien conservada tipología de su caserío vernáculo como exponente de valores etnológicos que conviven con el interés artístico y arquitectónico conservado en otros edificios de carácter religioso, señorial o nobiliario, todos residentes en un paisaje urbano de singular armonía y belleza. En conjunto, estos valores son exponentes de un importante legado cultural, de dilatada y significativa trayectoria histórica, que justifica la necesidad de protegerlos y conservarlos.
En la apreciación desde la lejanía de este Conjunto Histórico se advierte una fuerte presencia en el paisaje del ámbito que lo acoge por la natural disposición de su caserío en los bordes del promontorio sobre el que se encuentra. Esta relación, muy íntima entre medio geográfico y el conjunto de edificaciones, se ha considerado consustancial a la historia de la población y, en consecuencia, a la propia fisonomía de Conjunto Histórico por su flanco sur, al condicionar su perfil y servir de medio en el que se exponen gran par te de los valores monumentales del embrión del centro histórico de la población, ubicado en torno al castillo y del resto de sus edificios más emblemáticos y de mayor envergadura arquitectónica.
En las proximidades de este sector delimitado como entorno del Bien de interés Cultural existe un considerable número de infraestructuras destinadas al esparcimiento y otras para el aprovechamiento, la transformación y el almacenamiento de los recursos naturales. En una visión de conjunto, en el legado patrimonial que conserva el sector delimitado como entorno de protección de este Bien de Interés Cultural convergen valores de diversa naturaleza que lo presentan como un ámbito de indiscutible valor patrimonial.
Desde su origen, el plano parcelario del Conjunto Histórico de Constantina fue configurándose con un marcado carácter de ciudad lineal como paso natural establecido en las comunicaciones y obligado por las formaciones montañosas inmediatas. En el valle, el curso del Río de la Villa y el trazado paralelo de una vía de comunicación de época romana refuerzan el carácter lineal de su planta, ejes vertebradores que condicionan y protagonizan sus diferentes etapas de desarrollo urbanístico.
Surgido el primer asentamiento por razones de vigilancia estratégica del territorio, sus primeros enclaves documentados fueron elementos arquitectónicos de carácter defensivo y localización dispersa. De ellos, la fortaleza de época islámica emplazada en el llamado cerro del Castillo sería la de mayor relevancia, provocando la primera expansión del proceso de morfogénesis urbanística que se localizaba en el arrabal llamado Barrio de la Morería. Convertido en collación desde la dominación cristiana, a este barrio se sumarían dos nuevas collaciones dispuestas sobre la ladera del promontorio, manteniendo una continuidad espacial que genera una ocupación dirigida hacia el norte en la que las características del terreno generan un trazado del viario condicionado por las cotas de nivel, configurando calles de largo recorrido dispuestas con orientación norte-sur paralelas al curso del río, en las que la diferencia de cota existente entre ambas líneas de fachada obliga, en la mayoría de su trayectoria, a la existencia de andenes que salven los distintos niveles. Estas vías longitudinales están cruzadas por otras perpendiculares que bajan la ladera mediante rampas y escaleras, generando un parcelario irregular ocupado por viviendas de carácter unifamiliar de tipología popular en la mayor par te de su extensión, con planta baja y alta o ático y cubierta de teja árabe o azotea que, en su mayoría, cuentan con patio trasero. Entre éste tipo de caserío vernáculo predominante, existen muestras de viviendas de carácter nobiliario, señorial o pertenecientes al estamento burgués, muy presente en la sociedad de la Constantina decimonónica.
Principalmente concentradas en los espacios más representativos del casco histórico, destacan las conservadas en torno a la Plaza del Padre Félix, Blas Infante, del Llano del Sol y de España, así como en el trayecto de las calles Mesones, Carnicerías, del Santo Cristo y del Peso. Están configurados como inmuebles cuyas plantas presentan grandes dimensiones en las que se generaliza la presencia del patio central y con fachadas básicamente dibujadas bajo los postulados de los estilos neoclásico y regionalista de tradición andaluza.
Resaltados entre los valores urbanísticos, edificatorios y medioambientales de este Conjunto Histórico, se conservan importantes inmuebles de carácter histórico y monumental. De destacada entidad arquitectónica, son los principales referentes en la configuración de la trama urbana a la vez que indiscutibles testigos de la dilatada historia de esta población.
Entre ellos merecen destacarse, por su interés histórico, arquitectónico y artístico la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación construida entre los siglos XIV al XVI, la Iglesia de Nuestro Padre Jesús, edificio del siglo XVIII levantado con una sola nave abovedada y presbiterio cubierto con cúpula semiesférica, así como algunos elementos que, pertenecientes a antiguos inmuebles de importancia, perduran en la trama urbana como ejemplos de otros edificios monumentales que ocuparon importantes sectores del parcelario de esta villa como La Iglesia de la Concepción o el Convento de Santa Clara que conservan sus portadas exhibidas en  las perspectivas creadas desde la ladera sur del promontorio en el que se ubica la localidad de Cazalla de la Sierra obligan a adoptar el estudio de las focalidades en el tratamiento del paisaje como método para el análisis de las características escenográficas que lo presentan en el medio. El dominio del espacio que lo antecede permite interpretar un concepto de fachada natural en la que se exhibe el legado patrimonial de forma emergente, manteniendo un perfil que conserva una de las relaciones más armónicas entre paisaje natural y paisaje edificado de la Sierra Norte de Sevilla.
Asimismo, se conservan también estructuras pertenecientes al antiguo Convento del Tardón convertidas actualmente en casa de vecinos. De época más reciente, Constantina cuenta con ejemplos de edificios de importante presencia en su paisaje urbano entre los que destaca el Ayuntamiento, de corte neoclásico y algunos elementos realizados en hierro pertenecientes al movimiento de la arquitectura ecléctica como la Caseta Municipal de Ferias. Debido al proceso de morfogénesis que experimenta esta población, en el que la configuración espacial del caserío se formaliza mediante un avance ascensorial desde las cotas más bajas del valle ocupando las laderas de las montañas circundantes, la presencia del medio natural en las visuales que se establecen desde el interior del casco urbano hacia el exterior deja patente la evidente relación de las formaciones montañosas como factor condicionante de su propio urbanismo. Asimismo, las características del medio geográfico provocan una fuer te presencia en el entorno que obliga a considerar la importancia de esta relación paisajística que contextualiza el caserío en su medio natural y condiciona el perfil de sus bordes, incidiendo en la conjunción establecida entre los valores del paisaje edificado y el natural. En consecuencia, la concepción de este lugar como un enclave de interés territorial y paisajístico justifica la aplicación una figura de protección que salvaguarde los valores referidos que concurren en las franjas inmediatas al suelo urbano sobre las que se delimita el entorno de protección del Bien de Interés Cultural.
El Conjunto Histórico de Guadalcanal está situado entre las sierras de Capitana, del Viento y del Agua. Sus características históricas y morfológicas conservan los rasgos propios de los asentamientos de la Sierra Norte de Sevilla, formando un núcleo urbano muy compacto y de homogéneas características formales.
Su configuración espacial se ordena en torno a dos enclaves principales, la Plaza de España, actual centro neurálgico de la población en el que se ubican la mayor parte de los inmuebles destacados por su interés monumental y la Plaza de Santa Ana, presidida por la iglesia del mismo nombre que se emplaza sobre un promontorio, situada al noreste de la anterior sobre una cota superior que provoca la suave inclinación existente en el viario entre ambos puntos. El límite del Conjunto Histórico se configura en etapas de ocupación posteriores, experimentando diferentes procesos de expansión en los que se genera un nuevo sector al este, desarrollado como prolongación de la que fue llamada “Puerta de Sevilla”, y otro al norte, hasta alcanzar la iglesia de Santa Ana. Un último desarrollo, de menor intensidad, ocupó la zona marginal situada al oeste del primitivo recinto fortificado de época islámica.
En toda su área, el Conjunto Histórico de Guadalcanal responde a un sistema de asentamiento condicionado por las características del terreno en el que la configuración de su plano parcelario presenta una compacidad muy notoria, formada por divisiones catastrales irregulares, de escasa dimensión en la mayoría de los casos y relacionadas entre sí por un viario de trazado sinuoso. Estos rasgos se generalizan al sur y el oeste de la población, mientras al norte, el sistema de ocupación configura vías rectilíneas y manzanas de mayor dimensión con parcelas más regulares y de mayor tamaño, entre las que se conservan algunos espacios interiores sin colmatar. En su conjunto, este núcleo de población conserva escasamente alterados los límites de las diferentes expansiones históricas relacionadas, manteniendo sus bordes y un contacto muy nítido con el medio natural inmediato. Esta peculiaridad hace fácilmente legible la relación existente entre el área edificada y el medio natural como condicionante morfológico y factor de contextualización espacial.
El legado material conservado en el Conjunto Histórico de Guadalcanal responde al importante capítulo de arquitectura monumental de carácter religioso, suponiendo los principales hitos arquitectónicos y urbanísticos al ser inmuebles que actúan fuertemente tanto en la apreciación panorámica de su conjunto como en la mayor par te de las visuales y perspectivas que se han consolidado en el interior de la trama urbana. Las iglesias de Nuestra Señora de la Asunción o la antigua capilla de San Vicente presiden junto de Guadalcanal conserva inalterado un caserío vernáculo de tipología muy homogénea entre el que destaca un gran número de edificios monumentales. De relevantes valores históricos y artísticos, pertenecen a la primera etapa de formación del núcleo urbano configurado entre los siglos XIV y XV.
Las características de las montañas circundantes y la localización del casco histórico en el valle como núcleo de formación lineal, vertebrado por el Río de la Villa y la antigua calzada romana, hacen de Constantina un Conjunto Histórico en el que se mantiene una constante presencia del medio natural circundante. Esta particularidad es apreciable en las visuales creadas desde el interior de la población hacia los bordes del área delimitada a efectos de la declaración de Bien de Interés Cultural, considerando su entorno de protección como una figura que contextualiza perimetralmente la totalidad del área ocupada por el caserío junto al edificio del Ayuntamiento la Plaza de España, así como la Iglesia de Santa Ana lo hace en la plaza del mismo nombre. A estos monumentos se suman un gran número de inmuebles de carácter popular destinados a residencia que presentan una tipología de similares rasgos estilísticos. En su conjunto, conforman un ámbito edificado en el que la armonía de volúmenes y texturas genera un paisaje urbano homogéneo y tipificado como ejemplo de los asentamientos de sierra ligados íntimamente a la explotación del medio circundante. Entre este caserío se distinguen otros ejemplos de residencias correspondientes a los estamentos burgués y nobiliario que levantaron en el pueblo algunas casas señoriales, inmuebles que muestran rasgos propios de la arquitectura barroca palaciega del siglo XVIII. Estos ejemplos se presentan como escasas excepciones en un contexto básicamente configurado por la proliferación de la arquitectura vernácula ligada a pequeños marcos de almacenamiento y transformación de la materia prima y a industrias de carácter familiar relacionadas con la madera, en los que se generaliza la casa de dos plantas o de una planta y sobrado con vanos adintelados, paramentos encalados y cubierta de teja árabe.

Jesús Cuevas García y María Isabel López Garrido
Departamento de Protección del Patrimonio Histórico Delegación Provincial de la Consejería de Cultura en Sevilla

lunes, 8 de octubre de 2018

La feria de Guadalcanal en el santuario de Nuestra señora de Guaditoca

Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura

Segunda parte

A Ortega Freire le sucedió su hijo Damián Ortega Inarte y a éste Alonso Damián Ortega Toledo, casado con doña Catalina de Sanguineto Zayas, marquesa de San Antonio de Mira el Río y vizcondesa de Valdelobos. Este otro don Alonso fue un hombre de extraordinaria influencia, consiguiendo cargos y oficios tales como el de Capitán del Regimiento de Extremadura, regidor de Madrid, corregidor de Ávila y gobernador de Llerena, además de heredar legítimamente el oficio familiar de alférez mayor de Guadalcanal y de mantener un oficio de regidor perpetuo en su villa natal. Con estos antecedentes no debió resultarle difícil conseguir de S. M. el título de Patrón y Administrador perpetuo del santuario y cofradía de Nuestra señora de Guaditoca, institución ahora globalizada en una especie de patronato de su familia. Intuimos que después de este evento (ratificado notarialmente el diez de noviembre de 1722, ante Manuel José del Castillo, escribano de la villa (5) el esfuerzo de la familia estuvo orientado especialmente en el aspecto mercantil de los festejos, explotando al máximo los recursos. Entramos así en la etapa más brillante de la feria, sin descuidar su principal soporte, el culto y devoción a esta Pastora del sur de Extremadura, que en definitiva constituía el principal argumento de lo que allí se concitaba. Por ello, una vez obtenido el patronazgo, se apresuró a ampliar las dependencias, mandando construir nuevos soportales enfrente del santuario (hoy desaparecidos), así como tres casillas más para alojamiento de vivanderos y tabernas.
Hablamos ya, por lo tanto, de una feria organizada, teniendo las mercaderías allí concertadas como beneficiario más directo al patrón, que al tratar el negocio como propio se negaba a presentar cuentas del mismo, pese a las presiones de los guadalcanalenses y devotos comarcanos, jugando el patrón-administrador con el ambivalente carácter civil y religioso de lo que allí se concitaba, sorteando las dificultades que le salían al paso al acogerse a una u otra jurisdicción, según le convenía.
Murió sin rendir cuenta en 1748. Su viuda, la marquesa de San Antonio Mira el Río (que tenía fama de mujer piadosa, fundó una capellanía en el santuario en memoria del difunto), se vio forzada a rendirlas, presentando las “cuentas del Gran Capitán”, pues resultó alcanzada en su favor con una considerable cantidad.
Se estima que la feria adquirió su cenit en tiempos del marqués consorte, circunstancia a lo que ayudó la gran plaza porticada construida, en donde en mesas y tablas arrendadas al santuario, es decir, al patrón, se ofertaban lienzos, sedas, cintas, encajes, sombreros, zapatos, cueros, cordeles, paños, estambres y alhajas, junto a todo tipo de viandas, especias y aperos de labranza. Igualmente resultaba concurrido los soportales de las tabernas, donde se degustaban los afamados vinos y aguardiente de Guadalcanal, conocidos allende los océanos gracias a los numerosos indianos locales que pasaron al Nuevo Continente. En efecto, en años sucesivos hubo necesidad de instruir memoriales en cada uno de estos eventos, gracias a los cuales conocemos las distintas mercaderías concurrentes a la feria, diferenciando los tenderetes que quedaban al aire libre en las mesas y tablas proporcionadas en arrendamiento por el patrón, y los que ocupaban los soportales y casas en esta especie de plaza presidida por la ermita-santuario (6). Concretamente, en la feria de 1784 se instalaron al aire libre:
-         9 vendedores de Carmona, Tocina y Sevilla asociados en un colectivo o jerga de individuos involucrados en la venta de instrumentos de cocina.
-         17 puestos ofertando costales.
-         29 vendedores asociados en la jerga de Medina, ofertando artículos muy diversos.
-         Otros 20 tenderetes correspondientes a la jerga de Fuente de Cantos, ofertando campanillas, botas, cencerros, artículos de cerrajería...
-         61 vendedores (de Zafra, Berlanga, Carmona, Hinojosa...) calificados globalmente como esparteros, quienes, aparte las mercancías propias, podían ofrecer artículos tan diversos como zapatos, suelas, agua, buñuelos, estribos, cordones, bayetas de Berlanga, paños en general, botones, cencerros, palas, horquillas, herrajes, material diverso de ferretería...
-         31 fruteros de Palma, con distintas frutas, dulces, chocolates y otras colaciones.
-         23 confiteros, con los productos que les eran propios.

En total, dejaron 1.450 reales para las arcas del patrón, a los cuales habría que añadir los recaudados por los tenderetes ubicados en los portales y paredes, cuya relación es la que sigue:
-         Portal de los lienzos, con 12 tenderos.
-         Portal de tiendas de cintas y encajes, que agrupaba a 11 tenderos.
-         Portal de sombreros, con 15 representantes.
-         Portal de zapatería, con 14 tiendas.
-         Portal de la cordonería, con 15 cordoneros.
-         Portal de los plateros, con 5 representantes.
-         Portal de la iglesia, donde se ubicaron 2 cordonerías.
-         Puestos de la esquina y paredes, con 3 talabarderos y 10 plateros.
-         Casas y puestos anexos, donde se concentraban los vendedores de turrón, tabaco, aceite, carniceros y hasta 9 puntos de venta de vino y aguardiente, así como guitarristas, alfareros...
Globalmente, por estos otros arrendamientos de sitios, tablas (72) y mesas (28), unos 1.989 reales y algunos maravedíes que, sumados a la partida anterior, montaron 3.440 reales.  Aparte, habría que añadir las limosnas, los ingresos por las pujas y otros que pudieran derivarse del uso de los pastos, sin descartar que el patrón pudiera reclamar alguna exacción por la compraventa de ganados.
Sin embargo, lo que realmente realzaba la feria fue su famoso mercado ganadero, especialmente significado por la compraventa de caballerías. En efecto, como el propio Ayuntamiento de la villa reconocía a finales del XVIII, “la feria era de lo más útil, precisa y necesaria a los ramos de Andalucía y esta provincia (Extremadura) por la estación en que se ejecuta de estar la recolección presente, y ser de donde se surte de caballería los labradores para sus trillas y demás trabajos de verano; los regimientos acopian caballos y los pueblos de la comarca se abastecen de lo que necesitan para dicha recolección, con cuyo motivo se hace de numeroso concurso de gentes (7)”. Más aún, si tenemos en cuenta el importante papel de este mercado para que los conocidos y afamados arrieros de Ahillones, Valverde y del propio Guadalcanal renovasen sus agotadas bestias, preparadas para que en poco más de dos jornadas alcanzasen los puertos pesqueros de Andalucía Occidental o las llanuras cerealistas del medio Guadalquivir, en un continuo ir y venir intercambiando mercancías por doquier. 
Desconocemos el beneficio que directa o indirectamente proporcionaba el mercado ganadero a la familia Ortega. Sí tenemos referencias de que el Ayuntamiento estaba involucrado en el control y recaudación de las alcabalas (8) correspondientes, registrando a los potenciales vendedores y sus ganados, así como recabando los títulos de propiedad y guías del ganado ofertado. Todo ello quedaba anotado por año y en el libro correspondiente, reflejando además las operaciones realizadas, así como la descripción con pelos, señales y hierros de los animales transferidos. En el libro de 1779 (9), respetando el orden alfabético establecido por los escribanos, se inscribieron vendedores de Ahillones, Aceuchal,  Azuaga, Arroyo de San Serván, Almadén, Don Benito, Valencia de las Torres, Valverde de Llerena, Valverde de Burguillos, Valverde de Mérida, Valverde de Leganés, Badajoz, Barcarrota, Villanueva del Rey, Villanueva del Saucejo, Villalba, Villafranca, Villagarcía, Villanueva del Fresno, Villanueva de la Serena, Villagonzalo, Berlanga, Bodonal, Bienvenida, Burguillo, Valdetorres, Cartuja, Campanario, Campillo, Carmona, Castuera, Cañaveral, Calera, Carlota, Calzadilla, Cala, Cabeza la Vaca, Cabeza del Buey, Casas de Reina, Calamonte, Constantina, cazalla, Cheles, Córdoba, Cumbres, Écija, Encinasola, Esparragosa, Fuente de Cantos, fuente, Fuenteovejuna, Fuentes del Maestre, Feria, Fregenal, Guareña, Granja, Hornachos, Higuera, Hinojosa, Lobón, Llerena, Llera, Medina, Maguilla, Malpartida, Medellín, Miajadas, Montemolín, Monesterio, Montijo, Morera, Nogales, Oliva, Palma, Pedroso, Peñaflor, Pozoblanco, Puebla del conde, Puebla de Sancho Pérez, Puebla de la Reina, Puebla del Prior, Puebla de la Calzada, Puebla del Infante, Quintana, Retamal, Reina, Rivera, Santos, Salvaleón, Salvatierra, Santa Marta, San Pedro de Mérida, Sevilla, Segura, San Nicolás, Trasierra, Talavera, Torremocha, Torremejías, Trujillo, Usagre, Zafra, Zarza y Zahíno.
Tras la muerte del marqués consorte de San Antonio Mira el Río, prosiguiendo con la supeditación de la feria a los intereses de la familia Ortega, se suscitaron dos contenciosos. El primero entre el concejo, justicias y regimiento guadalcanalense, por una parte, y los herederos del mayorazgo por la otra. Defendían en el Ayuntamiento (más bien los 23 regidores perpetuos que lo representaba,  molestos con las posibles arrogancias de la familia que ostentaba a perpetuidad el oficio de alférez mayor, con las prerrogativas que les eran propias) que estando el santuario en terrenos pertenecientes a los propios de la villa, el patronato del mismo debía corresponder a la cofradía y hermandad de Nuestra Señora, controlada por el mayordomo que eligiera el Ayuntamiento. El otro conflicto enfrentaban a los propios herederos, que no se ponían de acuerdo en la sucesión del mayorazgo. Finalmente, Pedro Ortega Arjona, unos de los sobrinos del marqués consorte, se confirmó como patrón por real título de S. M., fechado el dos de Junio de 1759.
Sin que cesasen las quejas de los guadalcanalenses y devotos de la zona, en 1779 a la muerte del anterior, pasó el patronazgo a su hijo Juan Pedro Ortega Tena, a quien las cosas no le fueron tan fáciles como a sus predecesores, ahora en una época en la que los destinos del reino quedaron en manos de ministros influenciados por las corrientes ilustradas, en cuya mentalidad no entraba entremezclar los asuntos civiles y religiosos, proponiéndose además la erradicación de las múltiples jurisdicciones que obstaculizaban el estado centralista que defendían.
En lo que aquí nos ocupa, el primer paso se dio en 1784, fecha en la que se nombró para Guadalcanal el primer corregidor de su historia, prácticamente independiente de la jurisdicción del gobernador de Llerena, que sólo conservó la subdelegación de rentas en la actual villa andaluza (10). El avispado y también contradictorio corregidor, don Antonio Donoso e Iranzo, pese a que Ortega Tena hizo todo lo posible por atraerlo a su causa, rápidamente localizó el sitio donde ubicarse, defendiendo la postura e intereses del Ayuntamiento, vecinos y devotos, y contradiciendo los del patrón y administrador, a cuyo linaje acusó de actuar con subterfugios en los métodos empleados para adquirir el patronato y de falsear las cuentas de reparación y ornamentación de la ermita, calificándoles de prepotentes y de haber robado a la villa la facultad de nombrar mayordomos de la cofradía y hermandad. El desarrollo de los acontecimientos en años siguientes podríamos calificarlo de rocambolesco, especialmente por la postura contradictoria del corregidor Iranzo, que primero atacó a la familia Ortega con saña, rayando la ilegalidad, y después, una vez que abandonó el cargo, se puso de su parte, ofertándose como abogado y enfrentándose a las actuaciones de los corregidores que le sucedieron. A pesar de todo, el Consejo de Órdenes y las autoridades religiosas de Llerena, encabezados por el prior santiaguista, siempre quedaron de parte de la familia Ortega, hasta que en 1792 tomó cartas en el asunto la nueva Real Audiencia de Extremadura (11), que animada por el informe del intendente Alfranca, desposeyó a los Ortega del Real Titulo de patronato, trasladando la feria a la villa, tal como pretendían la mayoría de los guadalcanalenses.
En este punto de la Historia sitúa Muñoz Torrado el declive del santuario como centro devocional de la comarca, hecho cierto que se palpa especialmente en la desaparición progresiva de las cofradías de los pueblos comarcanos. Sin embargo, no parece acertado situar por estos años el punto de inflexión de la feria ganadera, pues continuó con el mismo esplendor que antaño hasta la década de los sesenta del recién terminado siglo XX.

Fuentes: las citadas al pie.

 (5) ...os elijo y nombro por Administrador de dicha ermita de Nuestra Señora de Guaditoca (...), y es mi voluntad que como tal cuidéis de la conservación, culto, decencia servicio y ornato de la dicha ermita y santa imagen y cualesquier bienes, efecto y limosna que en cualquier manera le pertenecieren (...), y mando que os entreguen por inventario y en forma todas las escrituras y papeles, bienes, muebles y raíces, joyas, plata, vestidos, y todas las cosas pertenecieren a dicha ermita (...), y que en la manera que dicha es, tengáis la dicha administración para vos en toda vuestra vida, y después de vos a los sucesores en vuestra casa, con calidad de que cada uno en su tiempo tenga obligación de sacar en su cabeza Título, y no de otra suerte, el que se le dará constando ser tal sucesor...
(6) AMG, Libro de Actas Capitulares de 1784. También en el leg. 527 (Libro de Cofradías y Hospitales).
(7) En PORRAS IBÁÑEZ, op. cit., p. 146. Informe de 1792 del corregidor Salcedo a la Real Audiencia de Extremadura.
(8) Es decir, los derechos reales derivado de las ventas.
(9) AMG, leg. 588. Feria de Nuestra señora de Guaditoca, en término de Guadalcanal. Registro de ella en el año de 1779. También en el leg. 589, en este caso referido a 1771.
(10) AMG, leg. 6. Nombramiento de don Antonio Sánchez Donoso e Iranzo como primer Corregidor de Letras de Guadalcanal en diciembre de 1783, con los oficios de justicia civil y criminal, alcaidía y alguacilazgo, con facultad de oír, librar y determinar pleitos y causas civiles y criminales..., y subdelegado plantíos y de la casta, cría y conservación de caballos.
(11) Cáceres y Mayo catorce del mis setecientos noventa y dos = Se da facultad al Alcalde mayor de la villa de Guadalcanal, para que haga trasladar a ella la Feria o Mercado, que ordinariamente se ha hecho en la Ermita de nuestra señora de Guaditoca y sus inmediaciones por el tiempo de Pascua de Pentecostés, cuidando de que se ejecute con tranquilidad y buen orden, y de que a los forasteros se les provea de víveres a justos y moderados precios. Librándose para ello la correspondiente certificación. Lo proveyeron y rubricaron los señores Regente y Oidores de la Real Audiencia de Extremadura, estando el Acuerdo, de que certifico = está rubricado

Artículo publicado en las Actas del Congreso Internacional "550 feria de San Miguel" 

Zafra 2004
Manuel Maldonado Fernández