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domingo, 26 de junio de 2022

Crónicas de una añoranza 1

Apuntes de Diego “El Sereno”

Primera parte

A continuación, pueden leer ustedes, parte de los primeros apuntes que realizó Isidro Escote Gallego, de lo que posteriormente sería un libro.

Prólogo. -

    Jamás cayó en mis manos un libro tan autentico y espontáneo, como el de este guadalcanalense de bien, Isidro Escote Gallego, el que, ya adelanto diciendo que, como Don Quijote, además de ser un visceral soñador, siempre fue gran madrugador y amigo de la caza.
    Creo que el presente libro es tal y como lo he calificado, por estar, precisamente, desnudo en su totalidad de oropeles y falsos ropajes literarios que, en muchos casos, no son sino grotescas máscaras que disfrazan, con ridiculez, lo que sólo son muñecos rellenos de despreciables harapos o, en todo caso, de humo que, como tal, solo sirve para diluirse en el vacío y ensuciar en horizonte.
    Conforme me fui adentrando en la lectura de esta historia de nostalgias y sueños, se fue arraigando en mí, más y más, la cesación de que, lejos muy lejos, de que fuera expresada con falso artificio literario y cierta hipocresía, había ido brotando, por el contrario, de lo más profundo del alma de este trovador del pueblo sencillo, con tal naturalidad, con sinceridad y con tal espontaneidad como, por poner un ejemplo, brotan las fresillas silvestres a la vera de una vereda perdida en el monte, o a orillas de algún arroyuelo cantarín, por el solo hecho de ser Primavera.
    No es precisamente el bueno de Isidro un hombre de “pluma y letra”, según el castizo decir de la gente sencilla del pueblo, en el sentido de ser un hombre que vive de los libros y entre los libros a la sombra de unos estudios universitarios, no, pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que le esté vedado ser un hombre que sienta el arte, en su sentido más amplio, como el que más, y que esos sentimientos afloren, ya sea en la pluma o sea, incluso, en el taller, pues de hecho, este honrado hijo de Guadalcanal es un admirable artista en eso de le taxidermia y en otras muchas obras de arte que él sabe crear con “las navajas” de un jabalí o con las cuernas de un venado. No olvidemos que el verdadero artista jamás se hace, sino que nace.
    Todo esto viene a corroborar aún más lo que ya he afirmado de este trovador de Guadalcanal en cuanto a aquello de la autenticidad, espontaneidad y naturalidad, es decir, en eso de llamar al pan, pan, y al vino, vino, sin más sortilegios ni eufemismo, pues esta es la manera en que Isidro Escote escribe este su libro de añoranzas y entrañables recuerdos, que si bien lo son de unos tiempos muy difíciles, en los que no había de nada -pan tampoco- y en un escenario muy aislado y depauperado, allá por las bravías y montaraces Sierras de Hornachuelos, es tal el cariño e, incluso, “el güenángel” con que lo expresa, que más que a llorar, obliga al lector a sonreír entre tierno y compasivo, y es que, a su vez, -¿cómo no? Isidro, entre sevillano y cordobés, es un andaluz de pura cepa, pues nació (allá por la Guerra Civil) en el luminoso y encantador pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, Guadalcanal, pero se crío en las cinegéticas sierra de Navaldurazno, del término de Hornachuelos (Córdoba).
    Un hombre que nace y se cría en tan espectacular y campestre escenario, tiene que ser, necesariamente, el amante de la naturaleza más bravía y el ancestral cazador que Isidro es.
    Pero si, además, aunque solo sea por aquello de que “de raza le viene al galgo”, es nieto de aquel mítico y sabio conocedor del campo y de todos sus entresijos, que fuera Diego “El Sereno”, entonces ya no hay más que hablar aquí.
    Y esto es, así como a vuela pluma, lo que pienso de la presente historia, que mi buen amigo Isidro Escote ha intentado dibujar con esos sus pinceles, limpios de todo artificio y al natural en este libro. Una añoranza vibrante y emotiva que, arrancando de aquel admirable Diego “El Sereno”, su abuelo, transcurre a través de su niñez y juventud en unos tiempos que, al lado de los presentes, parecen de la prehistoria, y en unos parajes que, esos sí, antes los actuales debían ser de no sabría decir que Sierra de un paraíso que sólo se puede soñar.
    Y como punto final, ya no me atrevo a decir aquello otro de “como broche de oro”, por parecerme demasiado jactancioso, aquí llevas, estimado amigo Isidro, estas trovas a ti dedicadas.
    Leyendo, Isidro, tu historia de cazador campero, debo decirte sincero, en tu honor y en tu memoria, que he aprendido con euforia, lo que es la auténtica caza y todo cuanto ella abraza, pues heredaste de lleno de aquel tu abuelo “El Sereno”, su “hombría de bien” y su raza.
    La raza del cazador, que atrocha en la serranía, con la casta e hidalguía, del que es todo un señor.
    La raza del deportista, y del que tiene la vista, el poderío y majestad, de la gran águila imperial. La raza en fin de un artista.
    Pues de todo buen cazador, todo un señor debe ser, el pecho lleno de amor, y los pies como un lebrel.
Texto de José F. Titos Alfaro.

Añoranzas de un cazador. -


    Diego “El Sereno”, mi abuelo, fuente de mis amores por el campo y por la caza.
    Los hechos más significativos ocurridos en historia reciente, me van a permitir realizar esta centuria tan llena de acontecimientos en los que siempre he permanecido como fiel testigo para evocarlos con verdadera nostalgia y añoranza.
    Por sus páginas desfilarán suficientes elementos de juicio para ver en perspectiva aquellos episodios que forman parte del acervo de nuestro pasado, con especial hincapié en la temática de la caza y en mi gran amor por el campo.
 También convivirán con nosotros, acontecimientos anecdóticos, pero no menos representativos, que han trazado el curso de las actitudes y comportamientos, en el complicado siglo pasado.
    Trataré de hacer revivir escenas y personajes que han dejado huella en el transcurso de mi vida para poner a nuestro alcance de un modo ameno, sugestivo y riguroso todo el producto de una historia familiar.
    Después de esta pincelada, como introducción, entremos de lleno en materia; empezando por el que fuera la fuente de mi apasionado amor por la caza y por el campo; mi inolvidable abuelo materno, el mítico Diego “El Sereno”.
    Era un hombre alto, más bien delgado, de ojos pequeños y mirada penetrante. Sonreía con facilidad cuando llegaba su momento, y actuaba con rectitud cuando tenía que hacerlo.
    En su rostro, abatido por mil solaneras y otros tantos cierzos, parecían luchar a porfía la pureza y la bondad. Todo un caballero a la antigua usanza, para quién la dignidad y honor de un hombre con patrimonio del alma y sabiendo a su vez, que el alma solo es de Dios.
    Procedente del medio rural, fue Sereno en Guadalcanal sobre el año 1924, de ahí su apodo.
    Cuando tuvo alrededor de 30 años, tomó escopeta y perros y comenzó para él y para los suyos una nueva vida.
    No sé si la necesidad, la suerte o las circunstancias lo hicieron ser la mejor escopeta del lugar, para doctorarse pronto en la difícil ciencia cinegética, y cumplir y hacer cumplir el buen hacer de tan noble deporte.
    Hombre duro, incansable, con unas piernas de acero que llegaba a cansar a las perdices, según me comentaban todos los que lo vieron cazar en la sierra del Viento o de la Albarrana junto a otros cazaderos por donde solía andar, con la Cuerda. (Cuerda se le decía al conjunto de hombres, que cazaban en mano y a un zurrón)  

 
La cómo mejor escopeta, era jefe y por supuesto el que tenía que llevar “la mano baja” que es la que más tiene que andar, al tener que rodear las montañas, mientras que el “la mano alta” no tiene prácticamente más que andar unos centenares de metros en circulo y esperar y esperar a que los demás vayan cerrando, sobre todo al de “la mano baja” que es el que va por la base de cada cerro, para ir copando la caza.
    Por tal motivo el de “la mano baja”, “El Sereno”, tenía que tirar a las perdices a gran altura y a una velocidad de crucero, al cruzar de un lado a otro de las montañas. Esas perdices que, al decir de los castizos van “hablando con Dios”.
    Había dos formas de repartir la caza que se mataba en la jornada, una era “a un zurrón”, (repartir por igual) y la otra, cada uno lo que matara. En esta última solía haber discusiones cuando dos tiraban a la misma pieza. Entonces había que someterlo a juicio de “El Sereno”, quien tras soplar a la pluma o al pelo para ver las entradas de los perdigones, dictaminaba a quien pertenecía y sin mediar palabra, se la echaba a los pies del que la había matado, (nunca se la entregaba en la mano).
    “El Cabrero”, que es como él le llamaba a su escopeta de dos tiros de ante carga, que a pesar del proceso que suponía efectuar la carga de cada disparo, parece ser que lo superaba con la suficiente habilidad y rapidez como para ganarle la acción a las perdices, y no había redención posible cuando se echaba la escopeta a la cara. Un alto porcentaje de las perdices que tiraba tenían que pasar por el enorme zurrón que colgaba de sus espaldas.
    Comentaban los componentes de la cuerda que en las grandes hondonadas abría el compás y no dejaba pasar ni a una perdiz por alta y rápida que pasara. La necesidad le había enseñado a no fallar, porque del esfuerzo físico y de su habilidad de cazador pendía el sustento de toda su familia. ¡Como el que no dice nada!
    Él tenía gran estima por su escopeta, que conocía muy bien y se sentía muy seguro con ella; una anterior le había reventado, y lo pudo dejar manco de la mano izquierda que desde entonces tenía un poco tarada, pero que no le impedía para nada en el desenvolvimiento diario, por eso se agenció “El Cabrero”, que tenía los cañones alambrados, para evitar que sucediese lo peor.
    Cuando regresaba, bien entrada la noche, con el zurrón bien repleto de caza, me contaba mi abuela que ella tenía que salir por todo el pueblo, para vender la caza, de la que por lo menos, tres o cuatro piezas, que era el valor de las alpargatas, que “El Sereno” rompía cada día de caza andorreando por esos de Dios, con la innata sabiduría de un superdotado y la astucia de un gato montés.
Así, más o menos, transcurre la segunda etapa de la vida de Diego “El Sereno”, hasta que cierto día, un señor extremeño, enterado de su valía en el arte venatorio, lo mandó llamar para que se pusiese a su servicio, cosa que “El Sereno” aceptó complacido, y desde aquel día comenzó la tercera etapa de su vida para tomar los hábitos y velar las armas de la guardería andante, y la que ya no cambiaría, mientras vivió.
    El señor extremeño, dueño nada más y nada menos que de “Cantargallo”, una enorme dehesa considerada en aquel tiempo como una de las mejores de Extremadura en lo que a caza menor se refiere y sobre todo a perdices.
    Por ineludibles compromisos, este señor tenía que disponer de una cantidad de perdices todos los días, para mandarlas a determinadas personalidades de la villa y corte, y esto creo yo que fue el principal motivo por el cual mi abuelo fue requerido por D. Fernando Zambrano de Ardáy,
    El señor extremeño estaba interesado por aquel tiempo en la compra de un coto de caza Mayor, y quien mejor que “El Sereno”, para su elección, que no dudo en poner los ojos en Hornachuelos, ya que conocía buena parte de aquellas tierras por sus andancias cinegéticas, y así un determinado día, mi abuelo, montando una yegua castaña, partió por orden de D, Fernando a la búsqueda de un coto que estuviese en venta en las sierras de Hornachuelos, que entonces era muy reducida con respecto a lo que hay hoy.
    Volvía mi abuelo al cabo de unos días enamorado de Navaldurazno, -el coto seleccionado- y comento largamente con el nuevo jefe todo lo que había visto por toda la zona. Parece ser que todo aquel comentario impresionó al señor extremeño y antes las afirmaciones que le hizo “El Sereno”, no dudó en comprarlo, y sin molestarse en ir a verlo, lo mandó de nuevo a Hornachuelos con la señal de compra de la tan codiciada finca.

Isidro Escote Gallego.

domingo, 12 de junio de 2022

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes y 6

Última  Parte

 4.1_ Diagnóstico general del paisaje

    Pese a la creciente consideración de los valores y recursos paisajísticos, no puede obviarse el carácter novedoso que esta nueva dimensión y funcionalidad del territorio presenta tanto a nivel institucional como social. Resulta, por tanto, fundamental acompañar cualquier estrategia de protección o mejora del paisaje en un determinado ámbito con iniciativas destinadas a resaltar la importancia que, en términos patrimoniales, socioeconómicos y de calidad de vida, ha adquirido el paisaje en las últimas décadas. Esta tarea de sensibilización, acompañada de las tareas formativas o de asesoramiento a los poderes públicos locales, se hace especialmente necesaria en áreas como la Sierra Norte sevillana, donde todavía se observan algunas reservas respecto a las políticas ambientales, siendo entendidas por determinados colectivos o sectores sociales como negativas para el desarrollo del área.

    Se plantea, de esta manera, la necesidad de hacer evidentes las posibilidades que ofrece el paisaje en relación con la cualificación y singularización de los productos y servicios del ámbito serrano, como un nuevo recurso patrimonial que puede ser movilizado y, en definitiva, como un eficaz indicador de la calidad de vida del área. Por el contrario, debe desecharse cualquier lectura que identifique al paisaje como una imposición burocrática que viene a sumarse a las limitaciones específicas que afectan al ámbito en virtud de sus valores ambientales o culturales.

    A partir de este reconocimiento del paisaje como patrimonio territorial, deberán desarrollarse las medidas oportunas para preservar y revalorizar los componentes y espacios que contribuyen a generar la cualificada imagen paisajística de la que disfruta este sector de la provincia de Sevilla. En este sentido, es preciso indicar que, junto con la recuperación de determinados recursos en claro proceso de degradación (fundamentalmente, edificaciones vernáculas y muros de piedra seca), es necesario reforzar la dimensión paisajística de determinados elementos patrimoniales (tanto naturales como culturales), en los que no han sido suficientemente explicitados o gestionados sus valores estéticos y perceptivos.

    En algunos casos, la reconsideración desde una perspectiva paisajística de estos componentes del patrimonio territorial pasará por el estudio de las relaciones espaciales y visuales que establecen con su entorno inmediato o con otros referentes más lejanos con los que de alguna forma interactúan. En otras ocasiones, el tratamiento paisajístico de estos elementos patrimoniales deberá compatibilizar el mantenimiento de sus valores ambientales, históricos o culturales con los usos y significados que la población les atribuye o les ha atribuido tradicionalmente. No debe olvidarse en ningún caso que la accesibilidad y el disfrute social de estos recursos también contribuyen a su preservación, evitando su abandono o su olvido con el consiguiente peligro de degradación ambiental y paisajística. La apertura y el mantenimiento de itinerarios y equipamientos públicos que permitan el acercamiento a los referentes territoriales y paisajísticos del área deben formar parte, por tanto, de la estrategia general de intervención en el paisaje serrano.

    Siendo importante la adopción de medidas paisajísticas relativas a los elementos o espacios con mayor grado de reconocimiento o singularidad, no puede obviarse el carácter dinámico y evolutivo de la mayor parte del territorio serrano, conformado a partir de la actuación continuada del ser humano sobre el medio. El mantenimiento de los paisajes agroforestales del área, con la dehesa al frente, necesitan fundamentalmente actuaciones y medidas orientadas a mantener su funcionalidad. Desde este punto de vista, la preservación de la calidad paisajística del ámbito está estrechamente ligada a la gestión y al mantenimiento de las labores y actividades tradicionales que, en última instancia, son las que han generado los paisajes que actualmente percibimos y apreciamos (prácticas ganaderas extensivas, tareas de mantenimiento de la dehesa, saca del corcho, explotación de recurso selvícolas, mantenimiento de huertas en los entornos urbanos). Junto a estas prácticas tradicionales, la continuidad y la integridad ambiental de los paisajes serranos también requerirá de la adopción de intervenciones e iniciativas destinadas a evitar incendios forestales, a renaturalizar y reforestar espacios degradados, a minimizar los procesos erosivos asociados a la agricultura, así como a promover la integración paisajística de las nuevas construcciones e infraestructuras en el territorio.    


En el entorno de los núcleos, así como en determinados enclaves productivos, la actuación paisajística debe orientarse fundamentalmente a la ordenación física del espacio (comenzando por la eliminación de los focos de suciedad o degradación existentes), al control de los procesos constructivos (dimensionándolos y ubicándolo correctamente), a la integración de las actividades o elementos con mayor incidencia paisajística (antenas, instalaciones técnicas, depósitos, playas de descarga o almacenamiento, áreas de estacionamiento) y, cuando resulte pertinente, su recualificación a través de intervenciones con criterios paisajísticos.

 4.2_Definición de objetivos de calidad paisajística

• Unos paisajes adehesados sostenibles y multifuncionales que preserven y pongan en valor sus recursos patrimoniales, culturales y paisajísticos.

• Unos paisajes agrícolas serranos compatibles y adaptados a las limitaciones del terreno pero que resulten competitivos en función de su especificidad o de la aplicación de prácticas productivas ecológicas o tradicionales.

• Una imagen tradicional de los núcleos serranos acorde con los valores históricos y culturales que atesoran, siendo imprescindible a tal efecto el máximo respeto por las características urbanas y tipologías constructivas en las que se sustentan las representaciones y significados socialmente atribuidos. Especial atención merecen en este sentido, las vistas externas, los bordes y periferias urbanas recientes, así como las entradas a los núcleos, que presentan una especial sensibilidad en función de los procesos urbanizadores y edificatorios que suelen desarrollarse en ellos.

• Un patrimonio cultural asociado a la explotación de los recursos naturales de la Sierra Norte (minería, aprovechamientos agroforestales, ganadería, obras hidráulicas,…) que se mantenga en buen estado de conservación y que se incorpore como un activo territorial para la implementación de estrategias diversificadas de desarrollo socioeconómico del ámbito mariánico.

• Unos paisajes naturales connotados (parajes o espacios que gozan de un mayor reconocimiento institucional y social) en los que se concilien el acceso y disfrute público de los recursos y valores sobre los que se sustenta su mayor consideración con la preservación de los procesos y formas que los singularizan o caracterizan.

• Unas implantaciones productivas y terciarias (polígonos industriales, enclaves turísticos u hosteleros, naves de transformación o distribución de los productos serranos,…) en medio rural adaptadas a los significados de naturalidad e integridad que se atribuyen a amplios sectores de la sierra.

 Bibliografía de referencia y saber más

• AGUDO TORRICO, J. (1984), Arquitectura popular en la provincia de Sevilla, en VÁZQUEZ MEDEL, M. (dir.), Sevilla y su provincia. Tomo I. Ediciones Gever S.A.: Sevilla. pp. 115-148.

• BUENO MANSO, F. (1995), Guía de la naturaleza de la provincia de Sevilla. Centro Andaluz del Libro, Diputación Provincial de Sevilla, 127 pp.

• CARMONA GRANADO, A. y JIMÉNEZ CUBERO, S. (1995), Cazalla de la Sierra. Naturaleza e historia. Sevilla, Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra.

• CONSEJERÍA DE MEDIO AMBIENTE (1999), Manual práctico Parque Natural Sierra Norte de Sevilla. Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía.

• DÍAZ QUIDIELLO, J. (Coord.) (2009), Atlas de la historia del territorio de Andalucía Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio, Instituto de Cartografía de Andalucía, Junta de Andalucía.

• DIRECCIÓN GENERAL DE LA RED DE ESPACIOS NATURALES PROTEGIDOS Y SERVICIOS AMBIENTALES (2003), Plan de Desarrollo Sostenible del Parque Natural Sierra Norte (Sevilla), Servicio de Fomento de Espacios Naturales, Consejería de Medio Ambiente, 2 vol.

• FERNÁNDEZ CACHO, S., FERNÁNDEZ SALINAS, V., HERNÁNDEZ LEÓN, E.,

LÓPEZ MARTÍN, E., QUINTERO MORÓN, V., RODRIGO CÁMARA, J.M., ZARZA BALLUGUERA, D. (2010), Paisajes y patrimonio cultural en Andalucía. Tiempo, usos e imágenes. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2 vol.

• Plan Especial de Protección del Medio Físico de la provincia de Sevilla (1987), Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía.

• REQUENA SÁNCHEZ, M.D. (1993), Permanencia y cambios de la Sierra Norte de Sevilla. Estudios Integrados de Geografia. Sevilla, 1993.

• SILVA GARCÍA, J.A. (2002), El Parque Natural de la Sierra Norte, Excmo. Ayuntamiento de Constantina.

• ZOIDO NARANJO, F., SILVA PÉREZ, R., FERNÁNDEZ SALINAS, V., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, J., TROUT TATE, A., PARDO GARCÍA, S.M. (2011), Entorno urbano de Constantina. Identificación, caracterización y cualificación de recursos paisajísticos. En: Paisajes de Oportunidad. Convención Europea del Paisaje y Participación: las acciones piloto del proyecto

PAYS.MED.URBAN, Ed. Maggioli, pp. 98-103.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla 

domingo, 5 de junio de 2022

Últimos días de la feria de Guaditoca

La historia de la feria y la ermi­ta se confunden en su origen

No nació la feria, que desde re­mota fecha se celebraba alrede­dor del Santuario de Guaditoca, en Guadalcanal, de privilegio de los Reyes; ni debió su origen a con­cepción de los grandes Maestres de la Orden de Santiago, a la cual perteneció por luengos años el se­ñorío de la Villa; ni lo instituyó el Ayuntamiento por auto de sus al­caldes y regidores; nació como otras instituciones populares de una necesidad y creció y se des­arrolló a lo sombra de la Virgen de Guaditoca.

La historia de la feria y la ermi­ta se confunden en su origen con la romería anual que la Pascua del Espíritu Santo se celebraba coinci­diendo con las fiestas religiosas de los pueblos y hermandades de la comarca dedicaban en honor de la que hoy es su Patrona muy ama­da, a quien veneran con amor de hijos fieles.

De no existir carta o privilegio de concepción del ferial, se quiso hacer argumento poderoso a fines del siglo XVIII contra la permanen­cia de la feria en los llanos que rodean la ermita de Guaditoca.

Del incremento que llegó a al­canzar en los días gloriosos del Santuario, puede darnos idea el número de mercaderes y tratantes que acudían en busca de lucro y ganancia al ferial. El cuaderno for­mado en 1786 para el ajuste de la cuenta de maravedíes que cobró en aquel año la justicia de la Vi­lla, nos da testimonio de que allí se vendía desde las vituallas más necesarias hasta los objetos más lujosos y superfluos.

En los porta­les que formaban una gran plaza delante del Santuario estaban las tiendas de lienzos, sedas, sombre­ros. En los puestos de las esqui­nas ya adosados a los muros del Santuario se vendían vinos, taba­co, chacinas y toda clase de alimentos. En mesas y tablas que arrenda­ba el Santuario, tenían sus vende­jas los jilgueros de Sevilla, de Carmona, de Tocina, de Medina de las Torres y de Fuente de Cantos; los de Montemolín vendían costa­les, los granadinos pitos, los de Berlanga bayetas, frutas los de Palma y mil y mil cosas en que pu­dieran gastar dinero los peregri­nos, ya para proveerse de cera o para tener algún recuerdo de aquellos días pasados en las ve­gas de Guaditoca.

Pero la parte más importante del ferial era el mercado de gana­do. El sitio reunía para ello las me­jores condiciones, ya que los pas­tos son abundantes en las dehesas próximas al río.

La causa principal del incre­mento que adquirió la feria no era otra que la devoción a la Virgen Bendita de Guaditoca, que atraía a su Santuario legiones de devo­tos para asistir a las fiestas religio­sas que en su honor se celebran. Sólo las hermandades de Guadalcanal, Valverde, Berlanga y Ahillones daban buen número de ro­meros, a los que no les importaba lo penoso del camino, ni las mo­lestias de la estancia, y aunque las hermandades tenían casas pro­pias, no había alojamiento para todos.

La animación y vida comenzaba desde la víspera del día de Pen­tecostés, en el que hacían entra­da Cofradías para el culto a la Virgen.

Desde el amanecer de dicho día se celebraban misas en el Santuario. La función principal se cele­braba el segundo día de Pascua por el clero de Santa María. La úl­tima tarde salía la procesión, for­mada primero por las mujeres, que llevaban en andas de plata al Ni­ño Bellotero, y después los hom­bres con la imagen de la Virgen, en andas de plata también.

Se recorría la plaza, siguiendo por la acera derecha y volviendo por la izquierda; y al pasar por los puestos de confituras arrojaban puñados de ellas a las andas.

Colocábanse las andas de la Virgen sobre la peña de la apari­ción, volviendo al Templo, donde se pujaban los mástiles para tener el honor de entrar a la Virgen en Santa Casa.

El final de la feria era el regreso de aquella multitud a sus hogares, hasta el año siguiente. Tal era la feria de Guaditoca.



PLACIDO COTE (Hijo) Alumno de 8.° Curso. 14 años
Revista de Feria 1980

domingo, 29 de mayo de 2022

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes 5

Quinta  Parte

3.1.2_Percepciones y representaciones actuales (Continiación)

     Dos temas clave fracturan de forma importante las valoraciones obtenidas en el proceso de participación. Por un lado, el papel del Parque Natural en los procesos de cambio de los paisajes serranos, que para unos ha sido positivo, pero para otros se ha orientado de forma contraria a sus aspiraciones. Por otro, el papel de la actividad turística, que para unos es garantía de una dinamización económica necesaria para la supervivencia de los paisajes serranos, pero para otros constituye una amenaza para los lugares más emblemáticos, sin una correspondencia clara con el desarrollo socioeconómico de la población autóctona. La percepción de algunas personas es que la política restrictiva asociada a la protección del territorio como parque natural ha empeorado la calidad de los paisajes serranos, uniformizando y dañando los paisajes arbolados. Ha sido frecuente también la referencia a la mala gestión ganadera y a la pérdida de diversidad de cultivos. Se ha mencionado el retroceso del castañar, la práctica desaparición de las huertas en los ruedos urbanos y del paisaje de viñedos sustituido mayoritariamente por un olivar de baja producción.

    En cuanto a las riberas y la presencia de cursos de agua se señaló la desaparición de los sistemas asociados a los huertos periurbanos, también de fuentes que servían de abastecimiento para la población y el ganado. Esta pérdida se identifica a su vez como causa de deterioro general de las áreas cercanas a los núcleos, ya que la presencia de agua garantizaba más vegetación y una temperatura más agradable durante el verano.

    Por otro lado, se mencionaba la construcción de los embalses como un elemento positivo de transformación y de cualificación de los entornos afectados. Respecto a los caminos hay dos procesos valorados negativamente por la mayoría de los participantes: la desaparición de los vallados de piedra tradicionales se señala como una pérdida identitaria y estética que ha sucumbido a las razones puramente económicas; y la progresiva privatización de los caminos públicos, mediante la proliferación de cierres y vallas, que impide el acceso real a los paisajes.

    En el interior de los pueblos, se reconoce una mejora en la calidad de los espacios públicos, aunque se destaca la pérdida de carácter de la arquitectura urbana tradicional. En este sentido se ha mencionado la pérdida de detalles constructivos autóctonos (arcos de medio punto rebajados en los vanos, detalles en las puertas y ventanas, teja árabe, encalados, chaflanes en los cruces de calles, utilización del color “rojo carruaje”, dinteles pintados…) y de elementos propios (cobertizos, cortinares), la proliferación de elementos ajenos, la extensión de la construcción tipo adosado y la estandarización de elementos del mobiliario urbano.


“Por estos campos grises,
por estas duras sierras,
talladas por el viento,
la lluvia y el arado
pasaron los pastores,
los siglos y las guerras,
sembrando sus vestigios
de olvido y de pasado.
Va desgranado piedras
con puños torrenciales,
no abrieron en su lomo,
jamás, una vereda
y sin embargo cría cardos y matorrales,
difíciles juncales y mísera arboleda”.

ANTONIO PARRÓN CAMACHO.
Poemas inéditos. 2005.

 

“En estos montes, cubiertos desde el comienzo de los tiempos de enormes masas de matorral formado por espesos jarales de troncos retorcidos y entrelazados, por viejas matas de romero, por lentiscos siempre verdes, entre los que crecen apretados los alcornoques y las encinas, tejió la naturaleza un recio entramado, bajo el cual encontraron eficaz refugio osos, venados, ciervos y jabalíes”.

José María Osuna

Cuando se cazaban Osos a unas leguas de Sevilla 1965

 3.2_ Establecimiento del carácter paisajístico

    El paisaje de la Sierra Norte de Sevilla presenta una marcada impronta serrana y natural que emana de una tradicional y respetuosa convivencia entre el medio y las actividades humanas. La particular base física de este territorio, la componente vegetal de los suelos y los modelos tradicionales de ocupación y aprovechamiento antrópico del medio natural, de profundo arraigo histórico, son los principales rasgos identitarios del paisaje del área.

    Desde el punto de vista del relieve, la extensión y continuidad que presentan los suaves relieves de la Sierra Nortea sevillana confieren al área todos los atributos y significados que identifican a la montaña media mediterránea. Una montaña que, como corresponde a su condición de macizo antiguo largamente erosionado, se resuelve desde un punto de vista fisiográfico en una sucesión de lomas, colinas y sierras de formas suaves que se alinean siguiendo las direcciones predominantes de los plegamientos que dieron origen en su momento al macizo hercínico. La trascendencia de la Sierra Norte como espacio montuoso se deriva, por un lado, de su franca separación respecto a las tierras bajas y formas horizontales de la depresión del Guadalquivir y, por otra parte, por la extensión y continuidad que adquiere el macizo como flanco septentrional a lo largo de todo el valle.

    Los suelos resultantes son poco evolucionados, de naturaleza ácida y escasa fertilidad, por lo que su vocación es claramente forestal. Los bosques potenciales son encinares y alcornocales, con la aparición de bosquetes de quejigos y robles en microhábitats particularmente húmedos, incluso castañares cultivados, además de formaciones de ribera que ocupan las orillas y suelos más humectados en torno a los ríos. Esta diversidad vegetal no sólo contribuye a la diversificación paisajística, sino que, unida a otros valores naturales del área (fauna, riqueza geológica), ha favorecido la catalogación como Parque Natural y Reserva de la Biosfera de buena parte de la Sierra Norte de Sevilla.

    Por lo que respecta a la percepción de estos espacios serranos como un área de marcada naturalidad y continuidad histórica, cabe señalar que dicha apreciación se encuentra profundamente relacionada con las pautas tradicionales de ocupación y aprovechamiento de un territorio con notables condicionantes litológicos, orográficos y edafológicos. La capacidad que han tenido históricamente los habitantes serranos para adecuarse a los citados condicionantes, haciendo uso de los recursos del medio sin llevarlo al límite de sus potencialidades reales, se encuentra en la base de muchos de los valores que actualmente tiene atribuidos esta área como paisaje singular y de calidad. La máxima expresión de este aprovechamiento tradicional del bosque mediterráneo en el área es la dehesa, que constituye uno de los elementos más identitarios de la Sierra Norte y la máxima expresión de sus valores.

    Fruto de esta convivencia del hombre con el medio, se encuentran también algunos espacios cultivados que corresponden a afloramientos calizos de mayor aptitud agronómica o a los entornos urbanos, donde prevalecen los cultivos de olivar y cereal en secano. Estas teselas agrarias, que en muchos casos acogen también prácticas ganaderas extensivas, determinan cierta heterogeneidad en los biotopos vegetales y en los espacios adehesados.

    El poblamiento de la Sierra Norte se compone de un hábitat mayoritariamente concentrado de pequeños núcleos rurales que se emplazan en espacios con una topografía amable o poco montuosa o bien aprovechando los pasillos naturales que se establecen entre las alineaciones montañosas principales. Estas localidades no han sido sustancialmente transformadas desde el punto de vista urbanístico, manteniendo además determinados rasgos de la vida rural tradicional. Junto a los pueblos del área se mantiene un importante hábitat diseminado tradicional que se relaciona con las prácticas agro-silvo-pastoriles del monte y, especialmente, de la dehesa.

    Entre las percepciones del área, destacan también las relacionadas con otros sistemas de explotación pasados como la minería, cuyas evidencias contribuyen a la cualificación y singularización del paisaje de la Sierra Norte. Otro elemento que posee importantes implicaciones territoriales, ambientales y escenográficas, son las láminas de agua de los diferentes embalses que se localizan en el área.

    Finalmente, el reconocimiento institucional de estos espacios serranos a través de distintas figuras de protección ha contribuido a reforzar esta imagen de calidad ambiental y de integridad histórica, al tiempo que ha favorecido el desarrollo de numerosas posibilidades en relación con diversos tipos de turismo (activo, turismo cultural, etnológico…).


3.3_Valores y recursos paisajísticos

Valores escénicos, estéticos y sensoriales

• Diversidad de este paisaje serrano: colores, olores, texturas, diferentes perspectivas.

• Se destacan como valores la tranquilidad, la belleza, la armonía entre lo natural y lo humanizado.

• La lámina de agua de pantanos, embalses, ríos como lugares que destacan por su belleza.

• Abundancia de lugares y miradores que permiten amplias panorámicas del paisaje del área.

• La imagen externa de los cascos históricos tradicionales de algunos núcleos.

• Valor escénico y estético de los paisajes de dominante natural y también rural como dehesas y huertas.

Valores naturales y ecológicos

• Bosque galería de la ribera del Huéznar; así como las riberas y cabeceras de otros ríos.

• Características geológicas del paisaje kárstico del Cerro del Hierro.

• Robles melojos del Cerro del Hierro.

Valores productivos y utilitarios

• A pesar de ser un espacio protegido, se destaca que es un espacio productivo: dehesas, aprovechamientos forestales...

• Fincas representativas del paisaje tradicional de la dehesa (La Travesía, UPAPalmilla,

La Atalaya, la Jarosa, Navalvillar, Monte San Antonio, La Armada,…).

• Abundancia de huertas, olivares y viñedos, valorados positivamente.

• Espacio de gran riqueza cinegética, valorado así históricamente.

Valores históricos y patrimoniales

• Vestigios del cultivo de vid en la sierra y elementos patrimoniales asociados al mismo.

• Huellas de la explotación minera de la Sierra. Poblado e instalaciones abandonadas del Cerro del Hierro.

• Patrimonio arquitectónico del paisaje de la ribera del Huéznar: molinos, batanes, martinetes, fábricas de electricidad.

Valores simbólicos e identitarios

• El paisaje de la dehesa se reconoce como el que mejor refleja la identidad del área.

• Los muros de piedra seca, muy en relación con las dehesas, como linde característica de este tipo de explotación.

• Destacan, en relación con la construcción tradicional, detalles constructivos autóctonos (arcos de medio punto rebajados en los vanos, detalles en las puertas y ventanas, teja árabe, proporciones constructivas, encalados, chaflanes en los cruces de calles, utilización del color “rojo carruaje”, dinteles pintados…).

• Pozos de nieve.

• Huertas tradicionales y viñedos de los ruedos de las poblaciones.

• Los castaños de Constantina.

Valores de acceso y uso social

• Vía Verde de la Ribera del Huéznar.

• Presencia de numerosos caminos tradicionales y vías pecuarias, utilizados por las personas de vinculación más directa con el área.

• Paisaje como recurso turístico y principal reclamo de este sector en el área.

Valores religiosos y espirituales

• Presencia de ermitas que gozan de un alto reconocimiento social.

Lugares, hitos y recursos

En la percepción de los que conocen el área en el contexto de visitas turísticas más o menos frecuentes son habituales las menciones a núcleos de población (Cazalla, El Pedroso, Guadalcanal, Alanís, San Nicolás del Puerto…) y a lugares menos localizados asociados a movilidad turística (paseo por las carreteras comarcales, sendero de Almadén-El Real de la Jara, cualquier ermita, los castañares, dehesas…). Asimismo es muy mayoritario el reconocimiento de tres espacios emblemáticos:

• La ribera del Huéznar. Se hace referencia especialmente al bosque galería y su accesibilidad. También se nombra el puente sobre el río en San Nicolás del Puerto y hay menciones a la Vía Verde de la Sierra.

• El Cerro del Hierro. Caracterizado por su espectacularidad y singularidad.

• Los alrededores de Cazalla de la Sierra.

Entre las personas residentes o con mayor vinculación se hace referencia a otros muchos lugares:

• El entorno de los barrancos del Viar. Un lugar que generalmente se caracteriza como desconocido, peligroso, pero con espectaculares valores paisajísticos.

• Riberas de otros ríos, no sólo el Huéznar o el Viar: Benalija, Cala o Guadalbacar. También se mencionó la cabecera del Ciudadela.

• Se mencionan también numerosas fincas como representativas del paisaje de la dehesa.

• Otros lugares mencionados se destacan por la belleza y singularidad (el pantano en La Puebla de los Infantes y de Cala, la Cartuja de Cazalla, La Yedra en Constantina -a pesar del deterioro y el abandono-), por su carácter de hito para una visión panorámica del paisaje (el cerro de La Capitana, Cerro Negrillo, castillo de Alanís, la zona de las Colonias de El Pedroso, el Mirador de Azulaque, el Balcón de la Dehesa de Upa) o por su componente.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla 

domingo, 22 de mayo de 2022

Rutas de senderismo de Guadalcanal y 3

Tercera parte

La belleza del senderismo es que, es realmente una actividad para todos, solo necesitas un par de zapatos apropiados, un bastón y un amigo de paseo. Si eres joven o viejo, experto o aficionado, siempre habrá un sendero que será perfecto para ti, siempre habrá unas personas que te acompañen y te enseñen a respetar el campo y su entorno, las plantas y los árboles.

10 RUTA CAMINO DE SANTIAGO DE LA FRONTERA

Recorrido: 16 km.
Dificultad baja.
Duración: 03:30 horas.

    Se inicia en la rotonda de salida de Alanís en dirección a Guadalcanal por un camino que va paralelo a la carretera durante 2 km. Nada más llegar a la rivera de Benalija, el camino se desvía, en ese tramo asfaltado, hacia la izquierda hasta llegar a una activa cantera de piedra. En general la ruta está aceptablemente indicada. A nuestra derecha nos acompañará, durante casi todo el camino, la imagen de la imponente sierra de Hamapega. A medida que avanzamos, nos adentramos en una zona de dehesa durante varios km. En primavera el camino es embellecido por las abundantes lavandas.    

    En algunos tramos, el camino está muy borrado por la falta de uso y debemos permanecer atentos a las señalizaciones para no despistarnos. Mas adelante, unos dos km después de la cantera, cruzamos la vía del tren y el camino empieza a girar a la derecha. Transcurridos unos 8 km la dehesa comienza a alternarse con la retama y pronto se inicia la subida al conocido como puerto de Cazalla Una vez sobrepasado el puerto, se ven a lo lejos las primeras vistas de Guadalcanal con la sierra del Viento al fondo. En este punto tan solo nos quedarán 3 km para llegar a nuestra meta Este último tramo se abre paso por una antigua zona de huertas, muchas convertidas hoy día en olivar.


11 RUTA SUBIDA A LA SIERRA DEL AGUA

Longitud: 6,5 Kilómetros.
Dificultad: Baja-Media
Duración del trayecto: 1:30 hora

    Se inicia en la plaza de España y nos dirigimos por la Avenida de la Constitución y justo antes de llegar al Coso salimos del casco urbano por la calle de entrada al campo de futbol. Unos metros más adelante tenemos de frente el camino de ligera bajada que se dirige hacia la Sierra del Agua y apenas 200 metros más nos encontramos con una balsa de alpechín. Una vez sobrepasada, se abre en el horizonte nuestro camino a seguir y observaremos que tras cruzar el arroyo San Pedro se inicia de inmediato la subida a la sierra. A nuestra izquierda se observan numerosos chopos y fresnos que acompañan al arroyo San Pedro en sus primeros kilómetros de vida.    

A medida que vamos subiendo el camino comienza a zigzaguear adentrándose entre viejos olivares. En el único cruce de caminos que nos encontramos, debemos tomar de los tres que hay el que sale más a la izquierda y tiene una mayor pendiente. Seguiremos viendo a nuestra derecha preciosas vistas del pueblo con la Sierra del Viento al fondo. Tras sobrepasar una casa de campo a nuestra izquierda, unos 200 metros más adelante tomamos un pequeño camino a la derecha con el cual completamos la subida hasta la cresta de la sierra.
    Las vistas que vamos a ver son excepcionales, ya que no siendo esta la sierra más alta, sí que ofrece, en cambio, una gran sensación de estar a gran altura por la acusada pendiente de la montaña en su cara sur.

12 RUTA DE EL CHORREÓN

Longitud: 11,3 km. (ida y vuelta)
Dificultad: Baja
Duración del trayecto: 2:15 hora.

    Se inicia en el cruce de la carretera de Cazalla con la Senda, también conocida como camino Sayalés. en dirección a la Puebla del Maestre. Pasados unos eucaliptos que quedan a nuestra izquierda, 500 metros más adelante, tomamos el camino que sale a la izquierda. Durante gran parte del camino veremos el Cerro Monforte, antiguo baluarte de defensa en el que se hayan restos de origen romano y musulmán conservándose tan solo un aljibe. A poco más de un kilómetro de iniciada nuestra marcha tomamos un desvío a la izquierda continuando por el camino y pasada una cancela de la izquierda y tomamos el camino de la derecha debiendo continuar por el mismo hasta la siguiente bifurcación de caminos en la que debemos volver a tomar el camino de la derecha.    

    Pronto, al fondo, se empieza a sentir la rivera de Benalija y el camino se convierte en vereda hasta llegar a nuestro destino. Debemos caminar, en lo que nos resta hasta llegar, por el margen derecho del rio quedando el agua a nuestra izquierda todo el tramo. A medida que avanzamos el paso del rio se va haciendo más angosto, discurriendo por un bello lecho calcáreo que se va estrechando dibujando un espectacular entorno. Pasado este breve repecho que forma la pared derecha del Chorreón, divisaremos las más amplias vistas del lugar y terminamos nuestro trayecto de ida.

13 RUTA SUBIDA A HAMAPEGA

Longitud: 8,6 Km.
Dificultad: Media-baja
Duración: 2,30 horas.

    La iniciamos en los merenderos existentes en "Lo Prao" (pasado el km. 7 de la A-433) junto a los cuales existe un aparcamiento para dejar los coches. Los primeros 650 metros discurren por la referida carretera dirección Alanis, hasta que nos encontramos con el cruce, en el cual tomaremos el camino de la derecha que se dirige hacia las antenas del repetidor de televisión arriba instalados.
    En época de recolección de la aceituna, las cuadrillas en recolectar la materia prima de la que se obtiene el muy afamado aceite de Guadalcanal. En la subida nos acompañan castaños, pinos, quejigos y madroños, confirmando bonitas y bucólicas estampas. Y los omnipotentes olivos, que lucen bonitos tapices verdes.    

A medida que nos aproximamos a la cima las vistas panorámicas son más espectaculares. La antena del repetidor de RTVE, que fue la primera que se instaló tiene una altura aproximada de 70 metros. La otra gran antena instalada en la cumbre de Hamapega, pertenece a Canal Sur y tiene una altura de 110 metros. Este paraje, el más alto de la montaña es conocido por el nombre de El Pinagote, lugar donde están instaladas las antenas.
    Al sur se abre el amplio valle por el que discurre la Rivera de Benalija. La vegetación en las proximidades de la cima, así como en la cara sur de la montaña es tan exuberante que resulta imposible penetrar en ella y mucho menos atravesarla. Un hermoso quejigo nos muestra sus frutos y una curiosa piedra nos muestra lo que divisamos en el horizonte.
    Después de habernos recreado larga y gratamente con los paisajes y vegetación, emprendemos el camino de regreso sobre nuestros pasos.

14 RUTA CIRCULAR POR LA SIERRA DEL AGUA
Longitud: 10,8 km.
Dificultad: media-baja
Duración: 2:30 horas

    Se inicia como la mayoría en la plaza de España dirigiéndonos a la calle San Francisco. Al sobrepasar la última calle a la izquierda, sale un camino que cogemos y que, por tramos se concierte en vereda. A unos 600 metros nos encontramos con una amplia meseta y varios caminos, tomando, de los dos que salen a nuestra derecha el de la izquierda. Tras bajar una pronunciada cuesta, nos encontramos que la carretera que une Guadalcanal con Cazalla.
    Tomamos la carretera dirección Cazalla y a tan solo 25 metros nos encontramos un camino a la izquierda que debemos tomar. recorremos 300 metros y llegamos al singular olivar conocido como Sargento Arenas, que esconde una notoria curiosidad: "estamos en la parte baja de la ladera oeste de la sierra del Agua. Como su propio nombre indica, se trata de una tierra tan rica en agua subterráneas, que en años lluviosos brota el agua del suelo por numerosos puntos, formando un repentino arroyo". Unos 300 metros antes, hemos cruzado el arroyo de los Molinos, por encima del puente conocido como Puente Sevilla.    

    Continuamos nuestra ruta y más adelante llegamos a un punto en el que termina el camino público. Entramos en una finca privada que queda a la izquierda. Veremos que iniciamos una subida de unos 400 metros en dirección a las faldas de la sierra, hasta que de golpe el camino se aplana y vemos que es muy rectilíneo. Esto se debe a que perteneció al tramo de ferrocarril Sevilla-Mérida construido a finales del siglo XIX, que finalmente, fue desechado en favor del que finalmente se construyó y es el actual que conocemos. Se trata de un camino llano de casi 3 kilómetros muy llano.
    A nuestra derecha se divisa el amplio valle por el que se abre camino la rivera del Benalija, tributario del pantano del Pintado. Las vistas son tan amplias que, a lo lejos, se divisa el Cerro Negrillo (901 metros), ya en el término de Constantina. Como puede se puede observar a lo largo de todo este tramo, se trata de una pedregosa sierra, por la parte solana por la cual caminamos soporta tantos rigores del verano que solo algunas plantas como la retama y la estepa blanca pueden subsistir a duras penas. Una curiosidad de la estepa blanca es que es conocida como "el papel higiénico del campo".
    Cuando tenemos visible la vía del tren delante nuestro, se acaba de pronto el camino rectilíneo que hemos traido. Podemos bajar por el camino que gira la derecha, pero teniendo presente que tenemos que caminar en dirección a la vía del tren hasta encontrar la entrada a la finca en la que nos encontramos. Allí veremos que junto a la cancela por la que salimos, ya en camino público, de nuevo visualizaremos una indicación del Camino de Santiago. Ello se debe a que este tramo corresponde a una de las etapas del Camino de Santiago de la Frontera y que, unos 50 kilómetros más arriba en dirección Extremadura, confluye con el de la Ruta de La Plata.
    Merece la pena mirar a nuestra izquierda para divisar el tramo del camino, así como la belleza de la sierra. Al tomar el referido tramo del Camino de Santiago, nos incorporamos a la subida del Puerto de Cazalla. Son 600 metros de subida tras los cuales empezamos a divisar el puerto a lo lejos. Cuando se termina el camino de tierra nos incorporamos a la carretera que une Guadalcanal con Alanís, girando a la izquierda en dirección al pueblo hasta recorrer unos 200 metros. Pasamos junto a la Ermita de San Benito que dejaremos a nuestra derecha. Inmediatamente de pasar la ermita, a la derecha nace un camino, también señalizado con la indicación de Camino de Santiago, que debemos tomar. Este bonito camino transcurre entre paredes de piedra y resto de lo que fue una antigua Calzada Romana, que nos acompaña hasta la entrada de nuevo en Guadalcanal.

Fotos y textos.- Juan Parra Trigos

domingo, 15 de mayo de 2022

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes 4

Cuarta Parte

2.3. Dinámicas y procesos recientes (continuación)

    La historia del final del siglo XX y, en especial, de principios del XXI está jalonada de reconocimientos que refuerzan el papel de espacio ambientalmente valioso del área de la Sierra Norte. En virtud de la citada ley 2/89, se han declarado los monumentos naturales de La Cascada del Huesna (2001) y el Cerro del Hierro (2003), que reforzaron su identificación como paisajes emblemáticos. En 2002 se declara la Reserva de la Biosfera Dehesas de Sierra Morena, que incluye, junto con otros sectores de Sierra Morena, la propia Sierra Norte, y finalmente, en 2011, se incorpora el Parque Natural a la Red Europea de Geoparques. Otro aspecto destacable de este territorio es que ha sido muy beneficiado por las ayudas públicas, en especial las provenientes de los programas de desarrollo regional LEADER, pero también por ayudas complementarias dentro de la Política Agraria Comunitaria, como las que afectan al olivar, las primas ganaderas o las derivadas de la línea de sustitución de superficies agrarias marginales por bosques y masas forestales. Todo ello ha contribuido a frenar la pérdida de población, que en los últimos años se ha estabilizado, incentivando actividades vinculadas al sector servicios o garantizando la viabilidad de las explotaciones en el sector primario.

    En cuanto a los paisajes urbanos, la dinámica regresiva de la población, el relativo aislamiento y la propia presencia del Parque Natural han influido en que el área no haya experimentado con la misma intensidad que otras en la provincia el crecimiento de la urbanización. La mayoría de los núcleos conservan la traza de sus cascos históricos, de configuración compacta, con viviendas unifamiliares entre medianeras, callejero estrecho y adaptado a la topografía. En el interior se observa un proceso de restauración y revalorización significativo, especialmente de edificios singulares o catalogados, pero también de espacios públicos y caserío, aunque con algunas mejoras pendientes. Los escasos crecimientos se han producido siguiendo las vías de comunicación (Constantina) o el acceso al ferrocarril (El Pedroso). En otros casos los crecimientos apenas tienen incidencia en la imagen histórica de los núcleos (La Navas de la Concepción, San Nicolás del Puerto…). En el área no se han construido vías de comunicación de nuevo trazado, pero sí se observa una mejora en los existentes, que ha aumentado la seguridad y, sobre todo, ha diversificado los accesos desde el área metropolitana, facilitando el conocimiento de otros sectores de la Sierra.

    El pasado minero de la Sierra explica igualmente la existencia de un ferrocarril que une la capital de la provincia con Cazalla de la Sierra. Durante casi 30 km., los trenes comparten las mismas vías electrificadas de la línea entre Sevilla y Córdoba, pero a escasos metros de la estación de Los Rosales hay un desvío donde comienza una línea no electrificada que conecta Andalucía con Extremadura. A partir de aquí y hasta Guadalcanal se han efectuado tareas de renovación de vía dejándola en buenas condiciones. La línea pertenece al Corredor Ferroviario Ruta de la Plata que comunicaba Sevilla con Gijón y que en 1985 fue suprimido. El papel de espacio de ocio y recreación al que se aludía con anterioridad ha permitido que se mantenga este corredor ferroviario que facilita el acceso a algunas de las actuaciones de uso público más conocidas, como el sendero cicloturista de la Vía Verde de la Sierra Norte.

Por último, cabe una breve mención a la evolución de los paisajes mineros de la Sierra, que tuvieron mucha importancia durante el siglo XIX y primera mitad del XX. La mina del Cerro del Hierro cambia varias veces de titularidad en este periodo y se extraen hasta 1977 aproximadamente 4 millones de toneladas de mineral. En la actualidad no se lleva a cabo ningún trabajo de aprovechamiento y el lugar se ha convertido en monumento natural y en uno de los paisajes más icónicos del área. Pero de la actividad minera quedan paisajes relictos en otros sectores de la Sierra: la mina de San Luis (carretera El Real de la Jara - Cazalla de la Sierra), la mina de San Miguel (Almadén de la Plata), canteras antiguas en El Real de la Jara, o restos ruinosos de la industrialización asociada a las explotaciones de hierro en la fundición de El Pedroso. 


3.1_Percepciones y representaciones paisajísticas

3.1.1_Evolución histórica de los valores y significados atribuidos al área

    La Sierra Norte de Sevilla es una de las áreas donde la evolución de los valores y percepciones atribuidos históricamente a sus paisajes es más patente y legible, debido, por una parte, a la estabilidad del ámbito serrano y, por otra, a la vinculación de estos significados con los principales aprovechamientos de cada etapa histórica. En este sentido, la imagen predominante de la Sierra Norte desde la prehistoria hasta los momentos finales de la dominación romana es la de un territorio productivo de gran riqueza mineral y metalúrgica, enfocado principalmente a la explotación de estos yacimientos. Esta imagen era común al conjunto de Sierra Morena, sin distinguirse rasgos específicos que diferenciaran unos espacios de otros. Es a partir del período medieval cuando comienza a distinguirse dentro del ámbito serrano del Reino de Sevilla entre las tierras más occidentales, vinculadas a la Ruta de la Plata, y las orientales, integradas por los concejos de las villas principales de Cazalla y Constantina. A partir de este momento de inicios de la Edad Media, el paisaje de la Sierra Norte es percibido como un paraíso cinegético, destacándose la diversidad de montes en los que abundaba la caza mayor (osos, jabalíes, corzos,…). Esta imagen tendrá continuidad durante los siglos de la Edad Moderna, señalándose la pérdida progresiva de algunas de estas especies y, en consecuencia, la mayor dedicación a la caza menor. En este contexto se valoran especialmente las espesuras del monte bajo como principales cazaderos del área, destacando la presencia del jaral y el lentisco. Por otra parte, entre los siglos XVI y XVIII, adquieren un notable reconocimiento los paisajes serranos de dominante agraria, en concreto los relacionados con los viñedos y las instalaciones de transformación del vino, en un momento de importante expansión de este cultivo para su exportación a América, especialmente en el entorno de Cazalla. El declive de este comercio y la plaga de filoxera de principios del XIX redujeron este cultivo a espacios residuales; sin embargo, el carácter vitivinícola de este territorio se mantuvo, aunque en menor medida, ligado a la producción de aguardientes.

    Desde finales del siglo XVIII y durante el XIX conviven dos tipos de percepciones sobre el paisaje de la Sierra Norte. Por una parte, una visión científica e ilustrada que reivindica la valoración de los paisajes naturales de la sierra por la singularidad de sus formaciones geológicas y mineralógicas y la riqueza y diversidad de su flora y fauna silvestre. Por otra parte, la visión romántica destacaba el carácter agreste y salvaje del área, señalando los bosques de ribera como paisajes sobresalientes por la frondosidad de la vegetación y la presencia del agua, así como por sus valores escénicos y sensoriales. En este sentido, destaca especialmente la ribera del Huéznar, considerada como un paisaje singular desde al menos el siglo XVIII en relación con las huertas serranas de las márgenes del río y con los ingenios que aprovechaban la fuerza motriz de las aguas. El uso recreativo y social de estas riberas fue aumentando durante el siglo XIX y principios del XX, destacando algunos espacios especialmente frecuentados y reconocidos como Isla Margarita, al tiempo que se mantuvo el carácter productivo del río con sus molinos, batanes y martinetes, incluso reutilizando algunas de estas construcciones como fábricas de electricidad. En el último tercio del siglo XX se ha ido produciendo la especialización de la ribera del Huéznar como paisaje turístico, manteniendo en algunos casos las huellas del paisaje heredado, como el patrimonio arquitectónico de las infraestructuras productivas en desuso, mientras que otros rasgos característicos como las parcelas agrarias se han perdido con el cambio de usos.

    Por otra parte, es también en las décadas finales del siglo XIX cuando proliferan las representaciones iconográficas de los paisajes del área, vinculadas a estancias temporales de ocio y descanso de algunos artistas de gran relevancia (Emilio Sánchez Perrier en Constantina, José Pinelo en Guadalcanal o Manuel Barrón y Carrillo en El Pedroso), que se decantan por encuadres de los alrededores de las poblaciones desde una mirada naturalista con acentos costumbristas, o bien por un acercamiento más realista hacia los sistemas agrícolas utilizados en los entornos de los núcleos serranos con cierta trascendencia hacia las labores anónimas del campo. Este interés por los paisajes de dominante agraria del área se concentra especialmente en las valoraciones y apreciaciones sobre el paisaje de dehesa, caracterizado en los momentos finales del XIX y comienzos del siglo XX por sus aprovechamientos agroganaderos diversos y complementarios. Finalmente, la imagen de esta área se completa con la recuperación, desde el siglo XIX y hasta finales del siglo XX, de la actividad minera. Entre los registros de estos nuevos paisajes mineros de la Sierra Norte destacan la red ferroviaria que daba servicio a las minas, los restos de la industria siderúrgica de El Pedroso y, sobre todo, el Cerro del Hierro. El Cerro del Hierro es reconocido como paisaje singular por sus geoformas características modificadas por los siglos de explotación minera, al tiempo que el poblado minero abandonado en los años 70 adquiere relevancia como registro del patrimonio industrial minero de la Sierra Norte. A partir de los años 80 del siglo XX se consolida de manera definitiva la percepción de este espacio como área paisajística diferenciada debido, fundamentalmente, a la unidad que le otorga el Parque Natural de la Sierra Norte y su emergente sector turístico.

 3.1.2_Percepciones y representaciones actuales

    En el proceso de participación ciudadana se ha producido un reconocimiento de los rasgos que identifican los paisajes más valorados del área, muchos de ellos pervivencia de los construidos a lo largo de la historia. La percepción social ha marcado, pese al componente natural de estos paisajes, su carácter humanizado, rasgo que se menciona constantemente como elemento diferenciador de otros espacios protegidos. Esta apreciación se concreta no sólo en los paisajes urbanos de los núcleos serranos tradicionales, sino, de forma especial, en el paisaje que se considera más identitario, la dehesa. Vinculado a él se mencionan los elementos singulares que construyen esa identidad: muros de piedra seca, bosque mediterráneo aclarado y gestionado por el hombre, presencia de ganado, etc. La dehesa se valora positivamente incluso cuando presenta un aspecto abandonado o deforestado y se considera un paisaje vulnerable a medio plazo por su carácter marginal dentro del sistema económico. Se señala el régimen privado de estos paisajes, que supone dificultades de accesibilidad.

    Para los participantes, el paisaje serrano es bastante inmutable, los cambios y las transformaciones se producen de forma muy lenta, y estos ritmos son difíciles de percibir en la escala temporal de la percepción humana. Hay mucha unanimidad en considerar que, pese a lo que pueda parecer a primera vista, se trata de paisajes muy poco homogéneos, que destacan por su riqueza, diversidad, matices formales (colores, olores, texturas…), o las diferentes perspectivas si se observa en una u otra dirección.

    Los valores que se destacan en los paisajes de la Sierra Norte son los de la tranquilidad, autenticidad, belleza, armonía entre lo natural y lo humanizado, presencia constante de la huella de diferentes pueblos. Estos valores se reconocen como un recurso, y se marca la vocación turística y recreativa que se deriva de los mismos. Otro factor importante que se atribuye a las transformaciones en el área es su dependencia de procesos externos, no controlados por las poblaciones autóctonas. En este sentido los cambios más relevantes que se aprecian en el paisaje de la sierra parecen tener que ver con el papel que el sistema económico global otorga a los espacios rurales, en especial los de montaña, un papel marginal y dependiente de las lógicas urbanas. Para algunas personas esto determina que la tendencia de un paisaje, que antaño se percibía como altamente humanizado, se oriente lentamente hacia la “naturalización”, en la medida en la que las poblaciones, y sus actividades, se van retirando del mismo.

 Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla