Recuerdo cómo me contaba mi padre que se tiraban de dómía hasta quince días y cuando regresaban al pueblo eran visitas obligadas, primero ir a la barbería para pelarse o afeitarse, después ir al Bar Cazalla, El Chato, El Botero o cualquier otro casino para tomar unos vinos y chalar con las amistades, eran los noticieros del pueblo.
En la actualidad y aprovechando la modernidad,
los hombres se cortan el pelo y se arreglan la barba, la mayoría en las
peluquerías unisex o de señoras, ya no existen barberías en Guadalcanal, ¡qué
cosas trae la modernidad, me comentaba un viejo amigo que me vio salir una
tarde de una de ellas!
Aun pensando que podemos dejarnos
algunas, citamos:
En los años 30/40 estaban abiertas,
en la calle Calvo Sotelo (actual Antonio Porras) se encontraba la barbería de
José Casaus Parra, la de Adelardo Palacios (padre del Sano) en la calle San
Sebastián, 24 y también pelaba y afeitaba en las casas, Antonio Criado en la
calle Granillos, Rafalillo en la calle Milagros, Clemente en la calle Milagros
y después en la calle San Sebastián.
En la siguiente década, Martin Cote
Blanco en Plaza España, 8, José Escote Romero en General Mola, 1 (actual
Costalero), José María Gil Cantero en Muñoz Torrado, 1, José Pérez Gusano en
Calvo Sotelo, 3 actual Médico Antonio Porras, Pepe el Músico (Plaza de España),
entre otras.
Según el libro de Rafael Rodríguez
Márquez, en Guadalcanal hubo 8 barberías en los años 50 y 70.
Muchos de mi edad recordados como barbero
ambulante a nuestro recordado Rafael Palacios Gil (El Sanito), junto a
su maletín de barbero y los caramelos que nos regalaba a los niños (para que
estuviésemos quietos) y los de menta a nuestros abuelos (para que no tosieran),
igualmente, llevaba la cámara de fotos en ristre, en invierno vendía cajas de
polvorones, (de los que se pegaban al cielo de la boca decía y había que
despegarlos con aguardiente). Si moría alguien allí estaba con su seguro para
ofrecer los servicios que cobraba mensualmente puerta a puerta, era igualmente
ditero y otros quehaceres…, y aun le quedaba tiempo para organizar y
ayudar a los vecinos de Santa Ana y los Escaloncitos
en lo que le pedían, a principio de los 70 se trasladó a Sevilla por motivos de
trabajo ( se metió a celador), pero cada vez que tenía vacaciones,
Navidades, Semana Santa, Feria o en los fines de semana aprovechaba para venir
al pueblo y seguir haciendo fotos (su pasión) decía.
Hay un artículo en la revista de feria
de Guadalcanal (1991) que escribe un paisano con el seudónimo de Pepe Shopson,
sobre unos hechos ocurridos en los años 50 en la Barbería de Manolo Escote,
situada en lugar privilegiado de la plaza, titulado “Cuernos en la barbería”
y que reproducimos:
Los hechos ocurrieron una tarde de
verano de 1950. Fueron protagonizados por ese singular y entrañable
guadalcanalense llamado Manuel Escote y por un viajante, cuyo nombre ni
conocemos ni hace al caso.
Baste saber que era sevillano, chaparrito y vacilón. El escenario fue la barbería de Manolo, sita en la impar plaza de España, de Guadalcanal, frente a la estatua de A. López de Ayala, aquel que temía “más al olvido que a la muerte”.
Serían
las primeras horas de la tarde, en las que la tranquilidad de la plaza,
mientras los naranjos agrios aguantaban impávidos la canícula, era absoluta.
La barbería, como la tenía puesta
Manolo, se diferenciaba poco de las de otros pueblos de Andalucía. El detalle
distintivo era una hermosa cornamenta de ciervo que había en la pared que
quedaba a la derecha de la puerta, y que cumplía la utilitaria misión de
perchero. Se trataba de las astas de una pieza no cobrada por Manolo, sino de
un regalo que le había hecho uno de sus hermanos, aficionado a la caza mayor,
ya que nuestro protagonista, empedernido cazador, lo era de las especies
pequeñas que abundaban por nuestro término.
Aquella tarde, Manolo, después de
haberse levantado de la siesta, abrir la barbería y haber leído el ABC, daba
cuenta del crucigrama de Cova con la facilidad acostumbrada. De pronto, La
cortina dejó entrar la luz de la plaza y una voz netamente sevillana irrumpió en
la estancia:
_
Buenas tardes, maestro. Aquí vengo, a ver si me hace usted un buen arreglo.
Manolo, al mismo tiempo que se
levantaba del sillón giratorio en que se encontraba, contestó:
_ Buenas tenga Usted. Veremos lo que podemos hacer.
El cliente se acomodó en el sillón
del que Manolo acababa de levantarse.
Manolo
le aplicó el paño blanco, y tras ajustar el respaldo a la altura del cogote,
empezó su faena, extendiendo jabón con la brocha sobre el rostro de su
desconocido cliente. Este, que ya había reparado en los hermosos cuernos que
adornaban la pared de enfrente, no pudo reprimirse las ganas de vacilar a Manolo,
y con la entonación ambigua que el caso requería, pausadamente dijo:
_
Maestro, digo yo que buenos cuernos tiene usted… aquí.
_ Mire usted qué casualidad,
-respondió Manolo sin inmutarse, mientras continuaba su cometido-, precisamente son del último viajante que pasó por
aquí, que se los dejó olvidados.
El Viajante tras la sorpresa de la respuesta, encajó el golpe con deportividad. En Sevilla, en más de una ocasión, tomando unas copas con amigos de su gremio, decía que había algunos, como el barbero de Guadalcanal, que no se cortaba un pelo”.
Carnicerías. –
Las carnicerías fue otro sector que
tuvo gran actividad en Guadalcanal, ya encontramos una referencia del siglo
XVI, en la revista de feria de Guadalcanal (2003) de Antonio Gordón Bernabé:
Mandaba
que con ese dinero se comprara además una carnicería que se hallaba junto a la
iglesia de San Sebastián "y se quite de tal negocio por la reverencia
que se debe tener" según consta en la manda testamentaria.
Al
igual que con las barberías, seguro que nos dejamos algunas, pero a
continuación describimos las que hemos encontrado referencias:
En los años 30/40 Francisco Tomé Gil, Jesús y José Vázquez Díaz, Rafael Morente Gusano, en la siguiente década, 41/55, José Álvarez Ibáñez en la calle San Sebastián, 8, la mayoría estaban en la Plaza de Abastos. Juan Arcos García y posteriormente Juan Arcos Yerga (los Romaneros), Manuel y José Galván Muñoz, Félix Ramos Polanco, Antonio, Josefa y Adelardo Álvarez Tomé.
Otras fueron las de Antonio Tomé Trancoso, Dolores Tomé Vázquez y Tomás Tomé (Tomasin) en la Plaza de Abastos, Patrocino Moreno Chacón (Patro) que la tuvo en la calle San Francisco, en la Plaza de Abastos y al lado de la antigua cárcel, Juan Gallardo Jiménez en los Mesones, entre otras
En la actualidad, después de cerrar Juan Arcos (hijo del Romanero) por jubilación, en la plaza de abasto la única referencia que queda de nuestros carniceros es Rafael Romero Galván (Chasquito) y en los diferentes supermercados también se venden carne y chacinas, pero aquellas tertulias en la cola de las carnicerías, -pasa Guaditoca, tu tienes más prisa, no pasa tú Rosita que estoy hablando con mi comadre-, eso ya no volverá.
Publicado
en 2018 en el blog “Guadalcanal por su recuperación Patrimonial”