https://guadalcanalpuntodeencuentro1.blogspot.com/

sábado, 5 de abril de 2025

Guadalcanal Monumental 16

 

EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO

         Cuentan las crónicas que Enrique Enríquez, Comendador Mayor de León en la Orden de Santiago, tenía gran devoción a la Orden de San Fran­cisco y deseaba fundar un convento para descanso de él y su mujer. Llegó a Guadalcanal en un viaje que hacía en 1489; agradóle el sitio, y más, habien­do nacido y criándose en el pueblo su abuelo el Almirante Alonso Enríquez. Este, era hijo del Gran Maestre de la Orden de Santiago, D. Fabrique, y de una judía de Llerena llamada Paloma, que se vino a tenerlo a Guadalcanal en 1354, donde se crió de incógnito hasta los veinte años, en que reconoci­do por el Rey, fue nombrado Almirante Mayor de Castilla. Fue bisabuelo de Fernando el Católico.

El fundador del convento trató el caso con el venerable Fray Juan de la puebla, cuya santa vida y virtudes tenían llena de satisfacción los Re­yes Católicos, pues habiendo renunciado al condado de Belalcázar y de la Puebla de Alcocer se hizo franciscano creando la Provincia de los Ángeles, a la cual pertenecía Guadalcanal, alcanzando el beneplácito de Fray Juan. Gozoso el comendador, informó al Pontífice Inocencio VIII de la necesi­dad de la fundación por el interés espiritual de los fieles en la doctrina y ejemplar vida de los frailes, pidiendo a Su Santidad diese su bendición y le­tras apostólicas, concediendo el Papa la bula en 1491. Dilatóse su ejecución por estar ocupado el comendador en la conquista de Granada y porque no se hacía mención de otra bula expedida anteriormente, en que se prohibía fundar nuevos conventos sin dispensas, por lo que recurrió el año siguiente al Pontífice español Alejandro VI, que dio bula en 1493, concediendo que para abreviar la fundación pudiese Fray Juan traer veinte frailes observan­tes de cualquier provincia de la Orden sin más, y con facultad para confe­sar y absolver de los casos reservados al Ordinario.

Se pidió licencia al Maestre de Santiago Alonso de Cárdenas, con lo cual se dio principio al convento en una ermita antigua de grande devo­ción, llamada Nuestra Señora de la Piedad, cerca de la villa, visitábanla de­votos los vecinos de Guadalcanal con frecuencia. Era salida de buena re­creación por estar en la ladera de un pequeño monte, cercada de huertas y arboledas, deleitable a la vista y al oído por la suavidad de cantos de diver­sas especies de sonoras aves.

Acabóse la fábrica de la Iglesia y demás viviendas, suficientes a los religiosos en la estrechez que acostumbraban. Fray Juan, que se hallaba en Belalcázar, envió a Fray Diego de Carvajal con otros religiosos para que públicamente se tomase posesión en nombre de la Silla Apostólica. Hizo se el día de San Felipe y Santiago solemnísima procesión desde la parroquia de Santa María al convento con grande concurso de gente, y en este mismo día uno de Mayo, año de mil cuatrocientos y noventa y cinco, se tomó la posesión por el Guardián.

Quedó la Iglesia y convento según el espíritu de pobreza del siervo de Dios Fray Juan, que moriría diez días después. Los fundadores, D. En­rique y su mujer, disgustaron de lo estrecho y pobres edificios, desdijo mu­cho de lo magnánimo y grandeza de su ánimo; por esta razón no hicieron allí su enterramiento, como lo tenía determinado. Salió la Iglesia según la idea de la pobreza con discreción, muy fuerte de bóveda y paredes. En la entrada de la puerta estaban entre otros escudos las armas reales, a los la­dos del comendador mayor y su mujer dentro, en el portal de la iglesia, so­bre un arco, se veía la imagen antigua de Ntra. Sra. de la Piedad. La huerta del convento era capaz, de gran recreación de árboles frutales y parras y abundantes hortalizas. Tenía una bella fuente muy copiosa de aguas claras, estaba en una grande arboleda de robles que compró el comendador. Daba madera con abundancia para edificios y tablas para reparo del convento. Dióla con esa intención el fundador, y para que sirviese de adorno y her­mosura y recreación religiosa a los frailes. En el medio de esta alameda per­manecía una ermita en que hacían ejercicios como en los demás conventos de la Custodia de los Ángeles. Consta que el convento estaba a cuatrocien­tos pasos de la población.

Un sobrino de Fray Juan, Alonso de Sotomayor, cuarto conde de Belalcázar, después de enviudar, se hizo fraile con el nombre de Alonso de la Cruz, y profesó en San Francisco de Guadalcanal, vivió muy humilde ci-lisios y alambres y esparto rodeando su cuerpo, muriendo allí.

En los libros de visita de la Orden de Santiago que he consultado en el Archivo Histórico Nacional, se menciona el monasterio de San Francisco en 1498 y 1515. Consta por diversas fuentes que tenía 24 frailes en 1595 y 50 en 1747. Tenía el convento un síndico para representarlo en el Concejo municipal y muchos bienes en capellanías y misas, siendo costumbre muy extendida el amortajarse con el hábito de San Francisco. A él perteneció la capilla de Santo Spíritus que, a modo de monasterio, existía donde hoy está el convento del Espíritu Santo. Entre los Guardianes, que eran los superio­res de los frailes, tenemos a Fray Antonio Delgado en 1591 y Fray Pedro Guerra en 1784. En 1808 constan dos frailes naturales de Guadalcanal: Pe­dro Fontán y Sebastián Villate. No quiero dejar de citar aquí a Fray Ma­nuel González, acaso extremeño de Guadalcanal, que, a mediados del siglo XVII, escribió "Guadalcanal y su antigüedad.

En 1814 la Junta Suprema de Extremadura para recaudar fondos en
la guerra contra los franceses, incautó la plata, llevándose de San Francisco
un cáliz con patena, dos diademas y un manojo de azucenas de San Antonio.

Por Real Orden, en 1821 se redujeron los conventos en la antigua provincia de Extremadura, y el de Guadalcanal se anexionó a Sevilla en 1833.

La Hermandad del Santo Entierro y Ntra. Sra. de la Soledad radicó desde su principio en este convento. Con la exclaustración de 1835 se supri­mió el culto en el convento, y el día 31 de Diciembre de dicho año se trasla­daron las imágenes a la Iglesia de Santa María. Es muy posible que las imá­genes de San Antonio, y sobre todo la de San Francisco de Asís, atribuida ésta a Martínez Montañéz, existentes en Santa María, procedan del desapa­recido convento.

El Diccionario de Madoz, refiriéndose a esto, dice: "El convento de frailes de la Orden de San Francisco extramuros, fue vendido por la nación y derribado totalmente por los compradores". La venta se haría entre 1836 y 1840, y para dar una idea al lector, diré que otro convento de San Fran­cisco, parecido al de Guadalcanal, con magnífica huerta, se vendió en Ex­tremadura por dos mil pesetas pagadas en veinte años.

En 4 de Octubre de 1854 se declaró una epidemia de cólera, y debido a las circunstancias aflictivas por que atravesaba la villa, el Ayuntamiento acordó la construcción de un cementerio al sitio del Prado de San Francis­co. Se hizo la subasta el 10-12-1854 y el día 3 de Julio se bendecía, quedan­do así hasta hoy, pero dividido en tres patios. Al entrar a la derecha, el pa­tio de San Francisco, a la izquierda el de San José; y atrás, de pared a pa­red, el de San Pedro. Y en este lugar tan bello y con tanta historia es donde descansan ahora nuestros mayores.

Dr. Antonio Gordon Bernabé.

Revista de feria 1987 

sábado, 29 de marzo de 2025

Guadalcanal siglo XV 1/2

 

Datos demográficos

Primera parte

EL TÉRMINO: EXTENSIÓN, PRODUCCIONES Y RENTAS.

             El término dezmatorio y jurisdiccional de esta villa se extiende dos leguas de levante a poniente y otras dos de norte a sur, "y (tiene) de circunferencia seis leguas, todas castellanas, que en andarse a buen paso ocupará cada una el tiempo de una hora".

            Este territorio, a excepción del que comprenden los ejidos, dehesas, viñedos, olivares, huertas y cercados, en el intermedio de las labores, lo pastan comunalmente así los ganados de los vecinos de esta villa, como los de Reina, Trasierra, Fuente del Arco, Berlanga y Valverde, siendo igual y recíprocamente comuneras, de idéntica conformidad, las tierras de tales villas, en cada uno de cuyos pueblos tienen los Justicias sus respectivas jurisdicciones ordinaria, acumulativa y preventiva.

            En este término se contienen:

.           27.510 fanegas y 10 celemines de trigo de puño en sembradura.

     64 fanegas y 9 celemines y medio de regadío de buena calidad, que se hortalizan, excepto 14 fanegas y 9 celemines y medio que se destinan a árboles frutales.

     213 fanegas y 5 celemines de olivar, de las cuales son de primera calidad 53 fanegas y 6 celemines, 103 fanegas y 11 celemines de mediana calidad y 56 fanegas de la inferior.

     805 fanegas y 2 celemines de viñedo, de ellas 15 fanegas de bue­na calidad, 448 fanegas y 2 celemines y medio de mediana y 341 fanegas y 11 celemines y medio de la inferior calidad.

    354 fanegas y 10 celemines y medio de plantío de zumaque, de las cuales son de superior calidad 14 fanegas y 3 celemines, 158 fa­negas y tres celemines y medio de mediana calidad y 182 fanegas y 4 celemines y medio de la inferior.

    23 fanegas y 3 celemines ocupan los ejidos, cuyas hierbas son aprovechadas libremente por los ganados de estos vecinos.

     13.089 fanegas existen destinadas a dehesas, que son igualmente pastadas por todos los ganados de la población.

     123 fanegas y 9 celemines y medio de tierras de secano que se siembran todos los años de trigo y cebada.

     8.181 fanegas y medio celemín de tierras de labor que cada tres años se siembran de habas o garbanzos y en los dos años de intermedio las pastan los ganados de esta villa y los de las que con ella forman comunidad, y

     3.465 fanegas y 6 celemines de terrenos baldíos e improductivos.

            El precio de estos productos agrícolas está regulado así: la fanega de trigo a 15 reales; la de cebada, 8 reales; la de centeno, 10 reales; la de garbanzos, 24 reales; la arroba de aceite, 15 reales; la de vino, 3 reales; la de zumaque, 3 reales; la libra de cera en rama, 3 reales; y en panes, 5 reales; y no se puede regular el precio de la bellota porque se vende, aforada, en el árbol.

            Sobre estas tierras no hay impuestos más derechos que los de diezmos y primicia. Las primicias pertenecen a la Encomienda de Bas­timentos a excepción de la décima parte, que pertenece al Real con­vento de San Marcos, de León. En cuanto al diezmo, las especies de trigo, cebada y vino pertenecen por mitad al hospital de la Sangre, de Sevilla -por compra que hizo a S.M. en virtud de bulas apostólicas- y a la Encomienda de esta villa. Todos los demás géneros y especies per­tenecen a esta Encomienda y se satisfacen en la forma ordinaria, co­rrespondiendo la décima parte de los mismos al convento de San Mar­cos. Independientemente, el diezmo de un edificio conocido en la villa por "La Cañama" pertenece por entero a las fábricas de las tres iglesias parroquiales.

            Los labradores de la localidad pagan a la Santa Iglesia Catedral de Santiago de Compostela el derecho del Voto de Santiago en la forma prevenida en la instrucción para su cobranza.

            Por promedio anual, el volumen de los diezmos y primicias ascienden:

Ø  trigo 649 fanegas, 4 celemines y 2 cuartillos.

Ø  cebada 649 fanegas, 5 celemines y 1 cuartillo.

Ø  habas 8 fanegas y 3 cuartillos.

Ø  Ganados y minucias, 18.775 reales y 26 maravedíes y 3/5, y el de Santiago, 57 fanegas, 8 celemines, 1 cuartillo y 3/5 de otro de trigo.

            Por último, en el término de esta villa hay una mina de plata consistente en el sitio de El Molinillo, conocida por Pozo Rico, que dista media legua de la población y pertenece a S. M., no pudiéndose regular utilidad alguna por hacer mucho tiempo que no se labora. En sus aledaños hay diez y ocho casas que servían para uso de operarios y herramientas.


INDUSTRIAS

 

Harinera:

Ø  Una tahona, propia de Diego Jiménez Caballero, sita en las casas de su morada, calle de San Bartolomé.

Ø  15 molinos de trigo, enclavados en los arroyos de los Molinos, el Moro y el Donadío y pertenecientes a: Juan Guerrero "el Mayor" y Palomo, Juan Vanes Álvarez, Juan Guerrero "el Mayor", doña  María de Miranda y Castilla, don Antonio de Castilla y la obra pía  que fundó Diego García de la Rubia, a partes iguales; don Melchor de Ayala, don Nicolás de Toledo, Andrés Sayago, doña María antes, Pedro de los Ríos, don Francisco Abarranca, presbítero de la obra pía de Diego García de la Rubia, Francisco Cantillo, de Fuente del Arco; doña Agustina Clara, religiosa del convento de Santa Clara, y don Tomás Moreno, presbítero de Llerena, y don José Manuel Esquivel, gobernador de Vitoria.

Zumaque:

            19 molinos, dentro y fuera de la población, que pertenecen a: don Francisco Navarro, presbítero, de Llerena; Cristóbal Agustín de Gálvez, don Francisco Abarranca, presbítero;  Diego de Gálvez Rubio, don Alonso de la Pava, presbítero; don José Vanes, presbítero, y José Yanes Camacho; Miguel Rodríguez Calado, Francisco García, Cristóbal González Zancada, don Ignacio de Ortega, Cristóbal Jiménez Caballe­ro, don Pedro de Ortega y Arjona, don Pedro Inarte, Diego Jiménez Caballero, José Alhaja Caballero, Francisco Ugía, José Vélez-Moro, don Jerónimo de Morales, al sitio de San Julián, y Francisco Ribera, en La Atalaya.

Almazaras:

            4, que pertenecen a: don Cristóbal Ramos, presbítero, en calle Luenga; don Francisco Fuentes, don Alonso Maeso, presbítero, de Llerena, al sitio de El Rincón, y don Jerónimo de Morales, en San Julián,

Lagares de cera:

            2, que son de don Francisco Navarro, presbítero, de Llerena, y don Francisco Fuentes.

Tenerías:

            2, cuyos dueños son José Vélez-Moro, en la calle Santa Clara, y Ma­nuel Fernández Recuerda, en el Jurado.

Hornos de tejas y ladrillos:

            6, que pertenecen a: Juan Balsilla, en la Morería, a cincuenta pasos de la población; Juan Antonio del Río, en dicho sitio; don Alonso Gómez, presbítero, posee dos en el puerto de Llerena, cien pasos de la pobla­ción, y don Álvaro de Ayala tiene otros dos en el Coso, a ochenta pa­sos del casco urbano.

Alfarería:

            1, de Sebastián Rosales, en la calle de la Dehesa,

Apicultura:

            Existen en todo el término 762 colmenas de abejas, que pertenecen: 20 a don Pedro Cabeza, clérigo de menores; 20 a don Francisco Jiménez Requelo, clérigo de menores; 51 a don José Cabre­ra, presbítero; 15 a don Agustín Carbajal, de Llerena; 66 a don Jeróni­mo de Morales, 19 a don Pedro Rebollo, presbítero, de Llerena; 16 a don Fernando Cabrera, 34 a Juan Vanes Cañizares, 7 a don Pedro Chacón, 14 a don José Vanes Camacho, presbítero, vecino de Madrid; 66 a Francisco García, de Valverde; 42 a don Juan González Ramos, presbítero, de Valverde; 3 a don Manuel Ceballo Ramos, presbítero, de Valverde; 48 a don Manuel González Trigueros, presbítero; 6 a don Miguel Calado, clérigo de menores; 20 a don José de la Rocha, presbí­tero; 3 a don Juan Ignacio de Burgos, presbítero; 25 a Manuel García; 23 a Miguel Jerónimo Escutia; 56 a don Rodrigo Vanes, presbítero; 7 a don Ignacio de Burgos; 4 a Antonio Espino; 20 a Francisco Castilla; 12 a Francisco Calderón, presbítero; 9 a don José Vázquez, presbítero, don Miguel González Trigueros; 3 a don Francisco Trigueros, le Madrid; 4 a don Jerónimo de la Fuente, presbítero; 18 a la Cofradía de Nuestra Señora de la Consolación; 57 a don Francisco Navarro, presbítero, de Llerena; 13 a don Francisco Fuentes; 23 a Sebastián Muñoz; 14 a Sebastián Rodríguez y 11 a Juan Antonio Álvarez.

 

Demografía

            El número de vecinos (no el de habitantes) de esta localidad es de 1.050, en que se incluyen 8 que habitan en el cortijo de Malcocinado, no existiendo más casa de campo ni alquería en este término.

            La villa se compone de 707 casas, de las cuales 11 se hallan en estado ruinoso; en Malcocinado existen 6, y todas, salvo las arruinadas, se habitan.

 

PROPIOS DE LA VILLA.

            Casas Consistoriales, sitas en la Plaza Mayor (no las actuales, que seguían siendo a la sazón sede de la Encomienda), una de cuyas dependencias sirve de cárcel real.

            Casa en la calle de Santa Clara, que se destina a carnicería pública.

            Casa en la Plaza Mayor, que sirve para matadero municipal, gravada con un censo redimible de 96 reales de rédito anual a favor de la parroquia de Santa María la Mayor y con otro censo también redimible de 131 reales y 12 mrs. de rédito que se pa­ga anualmente al hospital de la Caridad de esta villa.

            Casa también en la Plaza, que se usa para entrojar el trigo.

            Dehesa de El Encinar, de 10.820 fanegas de trigo de puño en sembradura de cabida, que tiene de carga el ganado yeguar del común de vecinos de esta villa, arrendándose por quinque­nios las hierbas sobrantes y el fruto de la bellota por la fiesta de San Miguel.

            Dehesa de la Vega, de 130 fanegas de trigo de puño en sem­bradura.

            Dehesa de Estaban Yanes, de 120 fanegas de cabida.

            Dehesa de Santa Marina, de 180 fanegas.

            Dehesa de Plasenzuela, de 105 fanegas.

            Dehesa de Monforte, 1.040 fanegas de cabida, que tiene de carga los ganados vacunos, de labor y cerril de estos vecinos que la pastan libremente.

            Dehesa de Las Briñuelas, de 104 fanegas de cabida.

            Dehesa de El Molinillo, de 110 fanegas.

            Pieza de tierra de secano de 50 fanegas de cabida.

            Estos propios están gravados con tres censos redimibles a favorables al convento del Espíritu Santo: uno de 7.524 reales de rédito anual de 1.069 reales y 14 mrs. y otro de 882 reales y 12 mrs.

SALARIOS CON CARGO A LOS FONDOS DEL CONCEJO.

            Los salarios que este Concejo paga anualmente son:

>   Al predicador de Cuaresma, 300 reales.

>   Al organista de Santa María, 350 reales.

>   A la colecturía de Santa María por la asistencia a las funciones desagravios y las festividades de San Gregorio, San Ana y San Roque, 56 reales.

>          Al regente del reloj, 206 reales.                                             

>          A los escribanos del Ayuntamiento, 1.100 reales.                   i

>          A los ministros ordinarios, 600 reales

>          Al peón público, 132 reales.                                                 

>          En papel sellado, veredas y otros gastos, 756 reales.

>         Arbitrios 373 reales; alcabala de los pastos de sus dehesas reales y a la Audiencia de la Mesta, 473 reales y 24 mrs.

RENTAS ENAJENADAS DE LA CORONA.

>   El oficio de alférez mayor de la villa, con voz y voto de regidor y asiento preeminente en el Ayuntamiento, que actualmente sirve don Nicolás de Ortega y Toledo.    

>   Veintidós oficios de regidores perpetuos, de los cuales trece sirven en virtud de reales títulos, siendo sus poseedores don Francisco de Castilla y Miranda, don Andrés de Ortega Ponce de León, don Ignacio de Ortega, don Pedro de Ortega Inarte, Cristóbal González Zancada, Cristóbal Jiménez Caballero, Diego Jiménez Caballero, don Francisco de Castilla y Monsalve, don Agustín Javier de  Morales, don Diego Maeda del Hoyo, Pedro de Heredia, don Francisco Venero y Alonso López; y no se sirven los pertenecientes a Juan Jiménez Gánalo, presbítero, don Diego de Castilla, clérigos menores; don Cristóbal de Arana Sotomayor, don Francisco de bs Freiré, don Alonso Yanes de la Calva, presbítero; Diego de Gálvez Rubio, don Melchor de Ayala Sotomayor, don Luis Hidalgo, clérigos menores; y don Melchor de Cabrera, presbítero. Estos oficios se enajenaron por servicio pecuniario, no tienen señalado o alguno.

> El oficio de veedor y obrero mayor de casas fuertes y castillos de las encomiendas de esta provincia de León, el cual tiene un salario 941 reales y 6 mrs. y lo desempeña don Melchor de Ayala Sotomayor.

> La renta de la mohina (o medida del vino), que pertenece a la villa en virtud de real privilegio.

> La facultad de realizar por sí las elecciones de oficios de Justicia.

> Las escribanías públicas y del Ayuntamiento, que también le pertenece por privilegio real.

ABASTECIMIENTOS.

            Los abastos de la villa e individuos que los regentan:

Ø  El jabón, Antonio Morillo Casaus, vecino de Llerena.

Ø  El bacalao, Juan Lozano.

Ø  La carne, Antonio Márquez.

Ø  La alcabala del viento, Pedro López Palomo, que paga al Concejo 6.000 reales anuales en concepto de arriendo.

Ø  Los pesos y medidas, Juan Cairón, que paga 390 reales.

Ø  La romana, Cristóbal Espió Carrascal, que la tiene arrendada en 30 reales.

Ø  La mohína, Clemente Miguel, por 1.010 reales.

Ø  Una taberna, de Joaquín Jiménez, que paga 400 reales de adehala.

Ø  Un despacho de aceite, a cargo de Diego Ruiz, 4.400 reales.

Ø  Un despacho de aguardiente, que negocia el Concejo, por cuyos derechos abona a S.M. 4.076 reales.

Ø  12 tiendas de sedas, lanas, lienzos y especias, que pertenecen a don Bernardo Pérez, don Félix Martínez, don Juan del Mármol, Luis Francisco Pinto, Francisco Rodríguez, Juan de Sevilla Recio, do Antonio Díaz, don Narciso del Mármol, José Cristóbal, Francisco Rodríguez Merino, Baltasar González y Silvestre Cristóbal.

 Hemerotecas

sábado, 22 de marzo de 2025

Guadalcanal Monumental 15

 

Restos de las minas del molinillo

La iglesia de San Antonio o de las Minas

    El patrimonio artístico y monumental de Guadalcanal ha ido perdiendo a lo largo de su historia muchos de los elementos que lo enriquecieron. Dejando aparte las pérdidas sufridas con las desamortizaciones del siglo XIX, las destrucciones de la Guerra Civil y los expolios y ventas de la recta final del siglo XX, algunos monumentos debieron desaparecer desde antiguo. Este parece ser el caso de la iglesia de San Antonio, que atendía las necesidades de los trabajadores de la Mina del Molinillo. Como los demás templos de la localidad, su atención y funcionamiento caían dentro del marco jurisdiccional eclesiástico de la Provincia de León de la Orden de Santiago, a pesar de ser un templo rural como el de Nuestra Señora de Guaditoca o la desaparecida ermita de Santa Marina. De ahí que la inspección de su funcionamiento se confiase a la Visita Canónica ejercida por los visitadores santiaguistas.

    En este sentido, el informe de la Visita Pastoral efectuada el 16 de noviembre de 1575 nos describe la estructura arquitectónica y el patrimonio de bienes muebles de este recinto de culto, que se convertía en el centro espiritual de las cincuenta o sesenta casas que a juicio de los visitadores integraban el poblado minero, levantado por la Corona para la explotación de este yacimiento[1]. En esa fecha el templo estaba atendido por el clérigo Juan Carrasco, en su condición de capellán.

    La iglesia era un recinto de medianas dimensiones, pues constaba de una sola nave articulada en tramos por medio de tres arcos de ladrillo. Se seguía así el tradicional modelo de iglesia de arcos transversales o arcos diafragma, propio de la arquitectura mudéjar de la Sierra sevillana y también extendido por las vecinas serranías onubense y cordobesa y las cercanas tierras extremeñas. Y como es propio de este modelo de ascendencia medieval, la cubierta consistía en una techumbre de madera de castaño, dispuesta a un agua, cuya trama estaba integrada por las consabidas vigas o alfajías de madera sobre las que descansaban los ladrillos por tabla, que suplen la tablazón de madera de otras modalidades lignarias. Un sistema de gran tradición en la zona, presente también en la arquitectura doméstica y que como vemos hunde sus raíces en las tradiciones constructivas medievales. Sin embargo, para el presbiterio, la zona más noble del templo, se reserva la cubierta abovedada con crucería gótica, que en el caso de esta iglesia de San Antonio mostraba su plementería realizada en ladrillo, con lo que se reforzaba el componente estético de mudejarismo de estas construcciones religiosas rurales, tan vinculadas a la práctica de los maestros locales que perpetuaban usos y técnicas ancestrales. Para el servicio del templo se contaba con una sacristía mediana, techada a un agua con el mismo sistema constructivo visto en la nave del templo.

    Los datos suministrados por esta Visita Canónica de 1575 se completan con el testimonio que ofrece un inventario fechado el 6 de julio del siguiente año de 1576[2]. Si bien coincide en la descripción del templo con el informe de los Visitadores santiaguistas, añade algunos datos complementarios, como las medidas de la nave (25 pies de ancho y 88 de largo), “de proporcionada altura”, y la existencia de dependencias accesorias como la casa del capellán, integrada por dos “piezas” o habitaciones bajas y cuatro altas.

    Al presbiterio o capilla mayor se ascendía por tres gradas o escalones forrados de azulejos. El testero estaba ocupado por el retablo mayor, que adoptaba la forma de tabernáculo o templete cerrado por portezuelas. Su estructura descansaba sobre el pequeño tabernáculo del Sagrario, del que sabemos estaba decorado en 1575 con cuatro balaustres – elemento propio del repertorio ornamental del Renacimiento – que sustentaban una cornisa dorada de coronamiento. Se cerraba por medio de una portezuela ornamentada con la representación del tema de la Resurrección de Cristo, seguramente en relieve escultórico. Este receptáculo eucarístico se cerraba con sendas puertas pintadas al óleo y albergaba la custodia de plata del Santísimo Sacramento. El núcleo del retablo lo constituía el citado templete cerrado con puertas (en cuyas caras estaban pintadas las efigies de San Juan Evangelista y San Antonio), que albergaba una imagen también pictórica de la Virgen con el Niño. Sobre la mesa de altar, a la izquierda, descansaba una imagen de San Antonio de bulto redondo. Y coronando todo el conjunto, una imagen del Crucificado también de bulto redondo. Otras piezas de interés eran dos guadamecíes pequeños (piezas de adorno elaboradas en cuero) que representaban a los santos Andrés y Santiago.

    El templo contaba también con un ajuar integrado por piezas de orfebrería como un cáliz, dos crismeras, una ampolleta, dos candeleros y una pareja de vinajeras medianas, todo de plata, además de diversas vestiduras litúrgicas como casullas, albas, amitos, frontales de altar, etc. Otros enseres eran un incensario de latón, una caldereta o acetre de azófar para el agua bendita, una campanilla para el altar, dos atriles, la pila bautismal cerrada con tapa de madera, el palio para la procesión del Santísimo Sacramento tejido en damasco carmesí, unas parihuelas cerradas con su tapa a modo de ataúd para los entierros, el guion o estandarte para la procesión eucarística (coronado por una cruz de madera dorada), el reloj de la iglesia, un candelero grande de madera para colocar el cirio pascual, un cajoncito de madera de pino para guardar la cera del Santísimo y un púlpito también de madera de pino con su escalera. Para los cultos de la Semana Santa se utilizaba, como Monumento Eucarístico, un arca de madera de nogal donde se depositaba el Santísimo. Este conjunto de enseres litúrgicos se había costeado tanto a base de las limosnas de los fieles como especialmente a costa de la Hacienda Real, interesada en la correcta atención espiritual de los trabajadores de este poblado minero, en aquella interesante coyuntura de la España de mediados del siglo XVI, cuando las minas de Guadalcanal adquirieron la celebridad con la que han pasado a la Historia.


[1] ARCHIVO HISTORICO NACIONAL, sección Ordenes Militares, Visitas de la Orden de Santiago, libro 1012 – C, folio 378 recto – 379 recto.

[2] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS, sección Cámara de Castilla – Diversos, legajo 46, documento 31: Relación de los ornamentos y otras cosas de la iglesia de las minas de Guadalcanal (1576).

Salvador Hernández González
Revista de Feria 2009

sábado, 15 de marzo de 2025

El ocaso de un poeta

Luis Chamizo (1943/1945)

Como el Guadiana mismo -aquí se oculta, allí aparece- así es la vida de Luís Chamizo, sujeta siempre a un movimiento pendular que le lleva de la fama al silencio, del éxito al fracaso.

En los primeros días del año 1943 -momento en que comenzamos nuestra evocación- Chamizo se nos presenta, por decirlo con palabras de Machado, "pobre, cansado, pensativo y viejo". Se ha disipado en su espíritu la ilusión que antes le impulsara a acometer las más ambiciosas empresas literarias y en los ojos le asoma el velo del hastío. El corazón abierto por los dolores de la aún cercana guerra civil, ajada el alma por un mar de dudas y acosado por imperiosas necesidades económicas, Chamizo se ve obligado a trasladar su residencia a Madrid. Y tras la ventanilla del ferrocarril, que de Guadalcanal le lleva a la capital, contempla el poeta las tierras extremeñas, ateridas por el frío invernal. Ante sus ojos desfilan en loca carrera ondulados altozanos, suaves parameras, bosques de encinas, robustas y humildes, símbolo y blasón de toda una gloriosa raza; regatos, esquilas, paz, silencio... Extremadura, su Extremadura, queda definitiva y dolorosamente atrás. Partir es morir un poco.

Poblaban la mente de Chamizo los perfiles de un Madrid arnichesco que él conociera y viviera, todavía "último rincón romántico de Europa", a caballo entre la gran urbe cosmopolita y el franco lugarón manchego. Una ciudad que hoy reía con los lances licenciosos del duende la Montera, para llorar mañana la muerte de doña Emilia Pardo Bazán. Un pueblo llano y hospitalario, que a Chamizo le dispensó la más cordial de las acogidas cuando en el año 1921, publicó el poeta su "Miajón de los Castúos". El éxito alcanzado por la obra rebasó todas las previsiones, agotándose las dos primeras ediciones en un plazo inferior a quince días. Madrid vibraba con aquellos versos cuajados de aires rústicos, en un ansia de recuperar aquellas esencias propias que ya empezaba a perder. Que Madrid, antes que Corte, fue siempre y por encima de todo, Villa.

Veintidós años han transcurrido desde esos días de gloria, hasta esta desapacible jornada de 1943, en que Luís vuelve a la capital. El poeta se hospeda en el Hotel Gibraltar, y de allí partirán sus paseos mañaneros, perdido entre callejas y plazuelas, en las que parecen cobrar cuerpo sus nostalgias. Son todos itinerarios presididos por la añoranza y el recuerdo: Travesía del Conservatorio número 14, su primer aposento madrileño; Instituto Cardenal Cisneros, donde el poeta cursara parte de su Bachillerato; calle ancha de San Bernardo, sede de la Universidad Central en la que, con diversa fortuna, estudió la carrera de Derecho, y calle de la Madera Baja, la más entrañablemente guardada en el corazón del poeta. En ella -años atrás- existió una pensión en la que Luís vivió largas temporadas. Regentaban la misma dos ancianas a quienes Chamizo convertiría en las primeras lectoras madrileñas de sus poemas. Algo de su propio ser se encerraba en aquel barrio, apellidado Latino. Algo que no quería perder. Y por ello decide alquilar un modesto piso en la cercana calle del Escorial quince, en el que residirá hasta su muerte. A escasos metros de su hogar tiene el suyo Antonio Reyes Huertas, con quien le unió de antiguo una sincera amistad.

La vida cotidiana del poeta es sencilla, humilde, casi ascética. Por la mañana se levanta temprano y gusta de escribir hasta la hora de incorporarse a su puesto en el Sindicato Nacional del Espectáculo. Tiene Luís entre manos la elaboración de una obra teatral para la que ya ha encontrado un título: Ellos y nosotros, drama autobiográfico que por desgracia, fue destruido tras la muerte de Luís sin que sus hijas pudieran hacer nada por evitarlo.

No gusta. Chamizo de frecuentar los ambientes mundanos, y ama apasionadamente el recogimiento hogareño. Ello no es óbice para que acuda puntualmente a todos los estrenos teatrales que se celebran en la capital. De siempre el teatro fue una pasión para Chamizo, quien los sábados de nueve a doce de la noche suele asistir a la tertulia del Café Pombo.

Un doloroso suceso, la muerte de su madre, viene a sembrar de amargura el ánimo de Luís. Doña Asunción Triguero Bravo expira en Guareña el día 13 de agosto de 1943. A ella dedicó Luís Chamizo su primer poema, cuando aún no contaba ocho años de edad, y con su fallecimiento, el caudal poético de Chamizo queda seco. A partir de ahora se abrirá un largo silencio literario, antesala dramática de la muerte.

Un proyecto singular ocupa al poeta en los últimos años, meses ya, de su vida: la creación de una pequeña escuela de recitación, en la que el mismo poeta desentrañaba los secretos declamatorios de sus poemas.

El Chamizo decidor de sus composiciones, ha sido poco estudiado, a pesar de que su labor en este campo fue extensa y fructífera, según los testimonios conservados. Hay a este respecto un significativo artículo que Arturo Gazul publica en el Hoy y en el que puede leerse:

"Un recital de Chamizo en cualquiera de nuestros pueblos, tenía la rara virtualidad de desarmar nuestro feroz individualismo y de unirnos e identificarnos en una especie de comunión emocional. La voz del poeta era la voz ancestral de la tierra y a su conjuro las almas se fundían en una sola alma y los corazones en un solo corazón".

Gracias a aquellas clases, Luís consigue reunir un grupo de entusiastas de su obra, que con afán encomiable se entregan a la nada fácil recitación de las rapsodias castúas. Y Chamizo, como el más hábil de los maestros, se sirve de todo tipo de resortes pedagógicos de entre los que, por más frecuente y singular, destacaría la utilización de las suertes taurinas para el adiestramiento de gestos y aires de su alumnado. Y así no era extraño que los versos de "La Jilandera", "La Juerza d'un queré" o su magnífica "Nacencia", surgieran en un marco bordado de verónicas y chicuelinas.

De todos sus discípulos -verdaderos hijos en el corazón del poeta Luís Chamizo- honra a dos con el regalo de su amistad total. El primero, Manuel Pano, catalán de nacimiento, pero extremeño de corazón, por quien Luís siempre sintió un especial cariño. Al propio Pano encomendaría Chamizo el prólogo que habría de encabezar su libro Vibraciones, colección de poemas en castellano del vate guarenense que nunca vieron la luz en vida del poeta. El segundo de aquellos alumnos es Carlos Pérez Alonso, a quien Luís siempre calificó como el más dotado de sus discípulos y en quien el poeta encarnó sus ansias nunca colmadas de tener un hijo varón. El sería el compañero, lazarillo a veces del poeta, que caminaba ya al final de su vida.

En el mes de agosto de 1945 se le presenta a Luís una otitis que le ocasiona fuertes dolores. Aconsejado por sus familiares acule a la consulta del doctor Tapia quien le diagnostica la dolencia, aplicándole un tratamiento que en principio ataja el mal. Mas la infección, secretamente, continuará su paso. Chamizo soporta el dolor con resignación. Son estos días de profunda tristeza, que quedan bien reflejados en un documento hasta hoy inédito, y que tuve la fortuna de hallar en el archivo personal del poeta. El documento en cuestión es un dictado que Luís hace a la menor de sus hijas, Asunción, y que por mor de las circunstancias, se va a convertir en un verdadero testamento literario. Dice así: "Yo era feliz. Tenía veinte años. Me sonreía la vida. Todo un mundo de ilusiones y esperanzas se abría a mi paso. Mis versos eran famosos en todo el mundo. Hasta de Japón llegaron cartas ensalzando mi obra. Todo cayó y todo murió. Cuando yo deje de existir me harán la justicia que no me han hecho todavía".

El dictado lleva fecha del día cinco de diciembre de 1945.

Las últimas fuerzas de Chamizo se agotan. El día dieciocho de diciembre sufre un desvanecimiento, lo que le obliga a postrarse en cama de la que ya no volverá a levantarse. Una voraz septicemia se ha apoderado de su cuerpo.

Luís Chamizo entra en agonía en las primeras horas de la noche del día 24 de diciembre. Momentos antes de fallecer un fraile mercedario de la cercana iglesia de la Buena Dicha, le administra los Últimos Sacramentos.

En la madrugada del día 24 de diciembre, con el corazón repleto de Extremadura y el nombre de su madre en los labios, expiró. Fuera el aire se poblaba de un rumor de zambombas y sonajas y en la pequeña alcoba en que reposaban los restos del poeta parecían oírse estas palabras: "Cuando yo deje de existir me harán la justicia que no me han hecho todavía".

Basanta Reyes, Antonio

sábado, 8 de marzo de 2025

Guadalcanal Monumental 14


La Torre de la Iglesia De Santa María de la Asunción
Un legado del esplendor de las minas de plata del siglo XVI

    Recuerdo cuando aún era niño aquel viejecito con su gorra y su bastón que todos llamábamos Bastián, sentado en un banco de la plaza contando historias y chascarrillos de nuestro pueblo, en una de sus citas más o menos comentaba: “nuestros antepasados echaron hace muchos años a los moros de Guadalcanal, salieron corriendo y no les dio tiempo ni a terminar la torre de la Iglesia, después de tantos años así se quedó, como la veis”.     Esta frase que no sé si será totalmente exacta a la que él dijo, era una sentencia y no tenía razón nuestro recordado Bastián, la torre es quizás el único legado que nos quedó de la floreciente Guadalcanal en el esplendor y posterior decadencia de sus minas en el siglo XVI, ya que en el año 1556 Agustín de Zárate, el recién nombrado administrador General de las minas de plata de Guadalcanal por la Princesa Regente Gobernadora, "recibe un nuevo destino de la administración fiscal y se establece en Guadalcanal para asegurar el orden en el beneficio del mineral y la recaudación de los derechos estatales de las importantes minas de plata que se han descubierto en esta villa"
    El Sr. Zárate se reúne a principio de dicho año con el Concejo de la Villa y sus alcaldes, estos le proclaman los pocos beneficios que la localidad obtiene de la explotación de la dicha rica mina, denunciando el progresivo estado de pobreza de la vecindad, por las grandes mermas de ganado (que se utiliza sin control y a bajo precio en la mina para alimentar a propios y esclavos), la esquilma de los montes que quedan "limpios" de leña y pastos, material para hacer carbón y maderos para la mina, todo esto hace que los montes queden mermados y con falta de manutención para el ganado, unido al poco trabajo que se les ofrece a los guadalcanalenses en la mina, que por su escasa profesionalidad, se limita al acarreo y penosos trabajos de pocos maravedíes de salario. 
    En este mismo sentido, el Concejo envía una libranza a la corte: “conbiene al seruiçio de V.M. que en esta fábrica no se lleue alcabala del carbón, leña, plomo y almártaga, pues estas son cosas que nunca se bendieron arrendaron en el dicho término de Guadalcanal, sino después que en la fábrica se funde y así ni al concejo ni arrendadores no se les haze agrabio. Reçobelo (agravio) la fábrica que de las demás cosas que en ella se benden lleuen más alcabala de lo que se lleua en la misma villa de Guadalcanal y así suplico a V. M. lo mande y con los mesmos días de franqueza que ay en la dicha villa”. 
    La respuesta real es favorable a la pretensión de la administración: Así pues, de hecho, la mina resulta ser un vecino incómodo para la villa; goza de los derechos de los demás vecinos —cortar leña y aprovecharse de los pastos propios y comunes— pero no se sujeta por la mayoría de los deberes. ¿Cómo afecta esto a la mayoría de los vecinos?, menos en los derechos, éstos sí que se ven claramente perjudicados: la rica dehesa de la villa, antes a disposición de los avecindados, queda reservada para el exclusivo de las minas durante 10 meses del año y sólo los dos meses de verano para el libre acceso de los vecinos 
    El mismo Zárate es consciente de que la villa merece una cierta compensación a los perjuicios que recibe en función de la presencia de la explotación real: “Conbendría que la alcauala de lo que se vende en las minas no se diese encabeçamiento a la villa de Guadalcanal, porque valen las cosas a esta causa eçesivamente caras, porque molestan a los que bienen a vender y les lleuan demasiada alcauala y a causa dello el carbón, almártaga y otras cosas nesçesarias se encaresçen y no se traen á vender a las dichas minas lo nesçesario"                                                                                                                                          . Por eso conbendría que se repartiese y diese por vía de encabeçamiento de las dichas minas a la fábrica dellas por un predio moderado y a los de Guadalcanal, "Su Magestad los gratifique los daños que a causa de las minas resçiuen así en los mantenimientos como en el pasto del ganado y bestiamen de las minas en su dehesa y en sacar çepas y no es equivalençia el prouecho que tienen de los que trauaxan en las minas de la villa, la qual meresçe qualquier gratificación por el amor y voluntad con que siruen a Su Magestad”. 
    El 25 de Abril, después de repetidas reuniones de D. Agustín de Zárate con el Concejo de la Villa, envía varios escritos a Valladolid para la princesa gobernadora, y, en uno de ellos comenta: “Con la mucha hanbre que en esta tierra hay, acude a estas minas mucha jente que no nos podemos valer porque el principal intento que traen es el de hurtar (...)”. Igualmente reconoce el administrador que: “labrándose aquí minas, forçoso se han de encaresçer los jornales y resçibir grande daño toda la tierra, porque les será grande costa labrar sus heredades” 
    En otro escrito comenta que los roces entre vecinos de la villa y la población minera son frecuentes y se inscriben los tradicionales choques entre comunidades configuradas y asentadas de antiguo y poblaciones halógenas. En este informe daba noticia de que: “los vezinos de la dicha villa de Guadalcanal hazen muchas molestias y malos tratamientos a los maestros, ofiçiales y operarios y otras personas que entienden en (...) las minas que an paresçido en término de la dicha villa y que no les quieren dar posadas ni rropa en que duermen ni mantenimientos por sus dineros”. 
    El 22 de Octubre de 1556 la princesa gobernadora dirige un escrito a D. Diego López administrador tesorero de la mina de Guadalcanal y otorga la obligación de liberar de los beneficios de dicha mina la cantidad de 590 ducados (221.250 maravedíes), equivalente al 0,017% del beneficio total de la extracción de plata hasta la fecha, así mismo otorga las siguientes libranzas, para un paño de la Iglesia de Guadalcanal 75.000 maravedies, al monasterio de los descalzos de Guadalcanal, 4 cálices de plata de las minas, con un valor de hechura de 37.500 maravedies, para limosnas a diversas instituciones religiosa de la villa 17.500 maravedíes y una cantidad no determinada para la adquisición de una campana para la torre de Santa Ana. Al año siguiente, según cédula de 12 de Mayo, se otorga otra asignación de 200 ducados (75.000 maravedíes) para seguir con la construcción de la torre de Santa María de la Asunción y finalmente, en el año 1559, se otorga una última obligación de liberar la cantidad de 65.000 maravedíes para terminar la dicha torre, así dispone la princesa regente gobernadora y envía copia de otorgamiento a Juan Pérez de Mérida mayordomo de la iglesia parroquial De estos otorgamientos es sabedor ejecutor D. Hernán López del Campo, instructor del Consejo de Hacienda y Contador Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. No hay constancia documentada de más asignaciones para la construcción de la torre y tampoco si en el año 1559 tenía su estado actual o si los sucesivos Concejos decidieron invertir más en su construcción. 
    La Torre de la iglesia de Santa María de la Asunción de Guadalcanal se levantó sobre la parte de la antigua muralla defensiva almohade de la población, se sitúa a los pies de la nave izquierda, después de varios siglos, la situación actual de esta torre es de deterioro y semi abandono, sea por parte de la iglesia o por las distintas administraciones que pudieran implicarse. En estos últimos tiempos se han efectuados varios intentos fallidos para remediar la situación: En el 2008, el arquitecto de la Archidiócesis de Sevilla, acompañado por el Delegado de Patrimonio del Excmo. Ayuntamiento -Eduardo Cordobés- y el Párroco de Guadalcanal -Gabriel Sánchez-, estuvo visitando el lunes 29 de septiembre la torre de la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, que presenta diversos desperfectos provocados por el paso del tiempo. Se ha acordado, en una primera fase que comenzaría en breve, fijar los elementos que se encuentran en peores condiciones y entrañan un mayor peligro, como las cornisas. Estas obras están financiadas por la Archidiócesis de Sevilla. La colaboración del Excmo. Ayuntamiento se centrará en la limpieza interior de la torre. El 5 de Noviembre de 2014, el entonces alcalde de Guadalcanal José Manuel Martínez, concedió una entrevista en El Correo de Andalucía a José Ángel Fontecha en la que entre otras cosas decía: “se adelantó ayer las principales líneas de actuación que podrían llevarse a cabo en la consecución de la financiación necesaria para la restauración de la torre de la Iglesia de Santa María de la Asunción. Tras sendas reuniones con responsables de La Caixa y con el párroco, Juan Carlos de la Rosa, el regidor aseguró que son tres campos en los que se pretende trabajar” “El Ayuntamiento y la iglesia firmarían un acuerdo para la apertura de una Cuenta Solidaria conjunta donde todo el que quiera, a base de donaciones podría ingresar lo que estime conveniente”. 
    “El Ayuntamiento contribuirá económicamente en todo lo que vaya pudiendo con la consecución de ayudas”. "Los contribuyentes que participaran en la colecta, aseguran desde el Consistorio, independientemente de la suma aportada, recibirían un diploma para recordar su colaboración". Los otros dos campos de acción "vendrían en forma de subvención, ya que se prevé solicitar las ayudas económicas pertinentes tanto al Ministerio de Fomento como al Grupo de Desarrollo Rural Sierra Morena, a fin de conseguir parte de los casi 300.000 euros en los que está presupuestada esta restauración. Dichas subvenciones son excluyentes entre sí, por lo que, si se logra una de ellas, quedaría descartada la otra"
    Han pasado los años, varias corporaciones municipales y párrocos, pero lo cierto es que nuestra simbólica torre de la plaza de España, sigue deteriorándose, sin emprender las obras necearías para su restauración y con las tres bufandas negras puestas que tanto afean el edificio y contorno, nuestro paisano Juan Daniel Blanco Ceballos se preocupa todos los años de retirar los escombros del interior y limpiar los escalones de los excrementos de las palomas. Parece según información que el Arzobispado de Sevilla ha habilitado conforme al proyecto, una partida similar a la que se concedió para arreglar la techumbre del convento, esta partida está pendiente de ejecutar a través del Área de Cultura del Emxo. Ayuntamiento de Guadalcanal.

Fuentes. - Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal, De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales (Julio Sánchez Gómez-Salamanca 1989), Consejo y Juntas de Hacienda, Contadurías Generales, Sobre emigración a América de los habitantes de Guadalcanal y Hemerotecas. Rafael Spínola