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domingo, 28 de marzo de 2021

La lluvia infinita 5/18


Capítulo 5

 Diario de Pedro de Ortega 4

5 DE ENERO.

He hablado con Juan de Torres durante largo tiempo y me ha dicho que de la misma manera que Nuestro Señor Jesucristo tuvo que ayunar durante cuarenta días en el desierto, soportando todas las tentaciones del demonio, nosotros también debemos penar si queremos llegar a nuestro destino, el cual, para él, es bastante distinto al nuestro, porque él marcha a Ofir, o a las Salomón, como se quiera llamar la tierra que ansiamos y se nos niega, a salvar almas, y no en busca de riquezas para nuestra fortuna y la gloria de España y su rey don Felipe.

Me ha referido también que él no teme a la muerte, que tarea de buen cristiano es la de estar en todo momento preparado para ese momento, que no es sino la puerta para la vida eterna, y que los que la temen es porque no tienen su alma a bien con Dios.

Me he confesado después de hablar con él, y he sugerido a todos los hombres que me he encontrado que hagan lo mismo.

Conviene estar preparado, Isabel, conviene estar preparado. 

6 DE ENERO.

Desde la capitana, aprovechando que estaban los dos navíos casi juntos, nos han dicho, más por señas que por voces, que según la ruta de Sarmiento, si la tierra que hemos estado buscando no ha quedado atrás, debemos estar a no más de tres días, a lo sumo cinco, de la Nueva Guinea, en donde podremos descansar y reponernos de tan extraño viaje, porque o este mar es infinito o lo hemos recorrido de cabo a rabo, porque no se entiende no haber encontrado ya ni el más triste de los islotes.

En la Nueva Guinea, dice Sarmiento, podríamos estar un par de meses para, después de reparar naves, cuerpos y almas, corregir los rumbos y llegar, de una vez por todas, a Ofir.

Y la Cruz del Sur, arriba, como riéndose de nuestros desvelos, Isabel. 

9 DE ENERO.

Otros dos hombres malos: yo ya no tengo ni ganas de comer, pues en todo el día lo único que he hecho es tomar los dos cuartillos de agua que me corresponden, por más que Jerónimo, hijo del que podrías sentirte muy orgullosa, Isabel, insiste en que algo he de comer, por mala e insípida que esté la Eziazamorra, o por duras y rancias que estén las almendras.

-Es alimento, padre, algún bien le hace.

Pero no creo que mis dientes, que ya casi no se soportan entre ellos, puedan decir lo mismo.

Ya tengo la barba casi más blanca que negra, y hasta dar órdenes me cuesta esfuerzo, pero no puedo dejar que los hombres me vean flaquear, porque entonces cualquier cosa puede pasar.

Aunque parece que la promesa de la Nueva Guinea tiene a todos los hombres esperanzados. A mí no, Isabel, a mí no.

He conocido trucos similares para mantener la moral de la gente, y tarde o temprano se acaban pagando. La mentira siempre paga. Siempre. 

11 DE ENERO.

Día de espanto.

No nos hemos movido casi del sitio, pues el viento, alado y furioso amigo en los días anteriores, desde que se tomara el rumbo Suroeste de nuevo, ha decidido abandonarnos.

Habrá marchado en busca de aventuras de más provecho, porque a nosotros nos da ya por condenados.

Yo no encuentro otra explicación.

Los marineros están aterrorizados, porque en el mar, la calma es más mortal que la tormenta, y los he visto deambular por cubierta, con los ojos que miraban pero no veían; es esa mirada vacía que tienen los que ya malgastan sus últimos estertores.

Es la mirada de los que van a morir. 

14 DE ENERO.

Hoy, tres días después de la última anotación, tomo la pluma para decir que llevo ya tres días postrado en la cama y que noto como la vida se me va.

Por si no puedo decir nada más, y esto, por el cauce que fuera te llegara, he decirte Isabel, que te quiero. 

16 DE ENERO.

Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, y su único hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y su madre, la Virgen María, concebida sin pecado, y todos los ángeles, y todos los santos, han estado con nosotros, y debe ser verdad eso que dicen que el Señor no abandona a sus marineros, porque ayer, quince de enero, cuando ya me

sentía morir, recibí, en compañía de mi hijo Jerónimo, de Francisco Jiménez Rico y del alférez Enríquez, la noticia tan anhelada: tierra.

Al fin, tierra.

Tal y como prometió Pedro Sarmiento.

A vísperas, desde la gavia de nuestra nao, el marinero Juan Trejo, tarifeño, rufián de los mas gallitos, vio casi al frente la línea clara de costa de algo que hoy hemos sabido que no era la Nueva Guinea, sino una pequeña isla, muy baja, pero poblada.

Es difícil que esta torpe pluma sea capaz de describir la alegría grande que se apoderó de todos nosotros; sólo puedo decir que, afuera, todo el mundo gritaba y lloraba y daba gracias al cielo, y que incluso yo, que me preparaba para lo peor, noté cómo nuevas fuerzas se apoderaban de mí y, ayudado por Jerónimo y por Enríquez, me he acercado hasta el puente para ver el perfil salvador de la costa.

Todos se abrazaban en cubierta.

Y hasta Hernán Gallego sonreía, que una cosa es rivali-zar con Sarmiento y otra muy distinta ver la tierra que ha de salvarnos de una muerte que no porque se demorara era menos segura.

 

Juan de Torres se arrodilló y rezó una salve, que todos repetirnos con él con gran devoción y con lágrimas en los ojos.

Lloré como un niño, aunque ahora me dé vergüenza decirlo, Isabel, pero sobre todo porque esa isla, tan lejana, en realidad, me acercaba más a ti.

Después cantamos el Te Deum Laudamus.

Cuando estuvimos cerca de la isla, era ya noche cerrada, por eso no pudo apreciarse bien si era grande o pequeña, baja o alta, y si estaba poblada o no.

Se arriaron velas v se echaron las anclas.

Poco después, llegó desde la capitana, una chalupa con varios soldados y marineros para decirnos que al día siguiente, con el alba, se iría a tierra para hacer la aguada y coger cocos, que nos harían mucho bien.

Permitió Mendaña que, dada mi debilidad, no fuera yo quien bajara a tierra al mando de los soldados para buscar agua y comida y ver si la tierra era, en verdad, la Nueva Guinea.

Y que no lo era se ha comprobado hoy, al amanecer, pues desde los dos navíos, como el día era claro, se vio que se trataba de una isla pequeña, que no tendrá más de seis leguas de box, y antes de que pudiera yo ordenar, todavía sentado en el puente, pues la debilidad seguía siendo mucha, qué hombres bajarían a tierra, vimos cómo se acercaron cuatro canaluchos llenos de indios, que no mostraron ningún temor ante barcos tan grandes.

Varias veces rodearon el barco en silencio y, poco antes de retornar a la isla, empezaron a hacernos señas de que fuéramos con ellos allá.

Van todos casi desnudos, pues sólo unas pequeñas faldas de hojas de palmera secas les cubren, tienen la piel muy negra, y el pelo muy rizado, y muchos de ellos de color claro, hecho que nos ha chocado mucho a todos nosotros.

Luego hemos podido ver cómo, desde la orilla nos han hecho señas para que fuéramos con ellos, pero pronto se han cansado e ido.

Al instante empezó a llover.

Y aquí la lluvia es tan fuerte, tan violenta y tan constante, que casi podría decirse que es infinita.

Por la tarde han llegado nuestros hombres con la primera aguada y con un abundante cargamento de cocos; y nos dijeron que ningún indio se ha acercado hasta donde han estado ellos, aunque no se han alejado mucho de la playa porque allí cerca se encuentra un arroyo con un agua clara y fresca, y que los cocos están por el suelo, por lo que no han tenido que subir a las palmeras.

Han contado que Sarmiento dice que es una de las islas que deben preceder a la Nueva Guinea, pero que no está señalada en las cartas, por lo que ha sido descubierta por nosotros, y que por haber pasado la Navidad embarcados, Mendaña ha decidido llamarla isla de Jesús.

Tampoco se considera que sea una de las islas Salomón, por lo que hay que continuar el viaje enseguida, pues si se vira algo más hacia el Suroeste, la armada encontrará, por fin, las islas de Ofir, que no están ya muy lejanas, a no más de dos días.

Se ha decidido, pues, hacer más aguadas Ni llevar a los navíos todos los cocos que se puedan y, caída la noche, y siempre bajo ese telón de agua que es en estas latitudes la lluvia, las naos ya se han llenado de todo lo necesario para aguantar, al menos, dos semanas de travesía, junto con nuestra mazamorra y nuestras almendras.

Han traído algunas plantas que no conocernos, excepto una, que parece jengibre.

Marcharemos mañana.

No hemos vuelto a tener noticia de los naturales de esta isla de Jesús, pero no me parece lo mejor partir con tanta prisa, por muy cerca que esté la Nueva Guinea, las islas Salomón o la mismísima Lima.

Pero como Sarmiento, al final, Isabel, no se ha equivocado, no tiene por qué hacerlo ahora.

Me han dicho que estamos a 1450 leguas de Lima, pero yo hoy, Isabel, me siento más cerca de ti y de Pedro que nunca.

Sigo Vivo.

Y seguiré vivo.

Jesús Rubio Villaverde. 1999

lunes, 22 de marzo de 2021

Don Giuseppe visita Guadalcanal

Tenidas Negras en la Florida

    Giuseppe Garibaldi, marinero, político libertario, revolucionario, masón y patriota italiano que luchó por su unificación y la constitución de la república italiana, nacido en Niza (hoy en Francia) el 4 de julio de 1807 y muerto en la isla de Caprera (junto a Cerdeña) el 2 de junio de 1882.

       Hace un tiempo, leyendo un artículo sobre la historia de la definitiva supresión del Priorato de San Marcos de León de la Orden de Santiago en 1874, que provocó el conocido como “Cisma de Llerena”, orquestado por el teniente-Gobernador: Francisco Maesso. En este artículo se hablaba de una reunión disfrazada de cacería de perdices para celebrar una de las famosas “tenidas negras de los masones”, (las tenidas negras eran las reuniones que celebraban las logias para dirimir asuntos con altas de miembros, capítulos de orden, etc.) en la finca “La Florida” de la localidad, se reunieron los miembros de la Logia masónica “Unión y Beneficencia”. de Llerena, auspiciada por un descendiente del Capitán de artillería Antonio Catalá, (este teniente o capitán Catalá, fue acusado por delación que hizo el padre franciscano Agustín de Castro del Monasterio de Guadalupe y el hermano Ramón Martín Romo y posteriormente, juzgado por la práctica de la francmasonería en 1819).

         A esta inocente cacería de predices, que en realidad era reunión o “tenida” masónica asistieron importantes miembros de la masonería de la Logia Emérita y otros maestros de la zona, además, como invitado principal asistió el honorable Giuseppe Garibaldi, gran héroe italiano, navegante, defensor de causas justas y miembro de la Logia “Les Amis de la Patrie”.

      Esta historia la archivé junto con otras para hacer un artículo posterior en este blog sobre el final del Priorato de San Marcos. No asocié la finca de la “Florida” con la de Guadalcanal, pero a veces cuando estás leyendo, se te enciende la luz del intelecto y asocias lo leído con anteriores referencias, esto me sucedió el otro día, repasando las revistas de ferias de Guadalcanal, precisamente en la del año de 1998, encuentro un artículo de Miguel Mensaque Romera titulado “Me voy a referir Adelardo López de Ayala y Herrera”. En este artículo habla de nuestro paisano Ignacio Sánchez Martínez que lo define como (“masón y que murió soltero y está enterrado en la iglesia de Santa Ana”) y fue tío abuelo de su suegro, y curiosamente, dice que fue dueño de numerosas fincas, entre ellas, “La Florida”, a ella invitó a José Garibaldi, revolucionario y masón italiano y que allí celebrarían seguramente una de las “tenidas negras que hacían los masones”.

    He tratado de reunir más información de esta historia, la verdad he consultado muchos archivos y hemerotecas, y no he encontrado más referencias a esta información que parece verídica y que perfectamente Don Giuseppe pudo venir a Guadalcanal, sí que es cierto que he mirado en Llerena y he preguntado a un amigo que vive allí y no conoce ninguna finca en el término que se llame “La Florida”, igualmente, que en Llerena hubo cierta actividad masónica a partir de la guerra de la independencia española de 1808 y la influencia francófona de cierta clase media burguesa de la localidad de rentistas, abogados, funcionarios, profesionales y técnicos que dieron lugar a una minoritaria pero activa idea masónica en la  élite local de Llerena y la zona.

      La primera referencia que he encontrado de Garibaldi con España, se remonta a la Revolución Española del 1868 (llamada la Gloriosa), se dice que: “El comandatore Italiano Giuseppe Garibaldi junto con su inseparable amigo Mazzoni, se reunieron con la numerosa colonia italiana en Madrid para analizar el apoyo a la revolución española, conjuntamente con disidentes nacionales". Se informó igualmente que: "fue acogido en su casa por el tenor de opera italiano Enrique Tamberlick", Este cantante de ópera junto a otros artistas iban en un carruaje cantando los himnos del Segadors y el de Garibaldi detrás del General Prim el día que fue asesinado este.

      La segunda referencia que he encontrado de Garibaldi en España fue a principios de diciembre de 1874, como diputado de la “Asamblea Nacional Francesa”, se reunió con parlamentarios republicanos españoles para analizar el empuje monárquico europeo para instaurar nuevamente en España la monarquía borbónica.

      Por otra parte, he tratado de investigar si hubo alguna conexión entre nuestro insigne paisano político y escritor López de Ayala y el susodicho Don Giuseppe, bien es cierto que, en su azarosa vida, Don Adelardo políticamente tuvo una carrera bastante agitada, fue revolucionario, liberal, conservador… Hasta sufrió el destierro en Portugal por su oposición a Isabel II. posteriormente, el rey llegó a ofrecerle la presidencia del Consejo de Ministros, Increíbles vaivenes ideológicos, de ayudar a derribar a Isabell II en 1868 y participar en la revolución española del 68, a ministro de su hijo y heredero. Coqueteo con la masonería, incluso en su imponente mausoleo del cementerio Sacramental de San Justo de Madrid, existen varios signos masónicos, por todo ello, no hay que descartar que se conocieran personalmente. 

Síntesis biográfica de Garibaldi

        Fue uno de los principales artífices de la unificación italiana, junto con Manzzoni, Cavaour y el rey Víctor Manuel II; fue llamado “Héroe de dos mundos” por su actividad revolucionaria en América y Europa. En efecto, marinero de profesión, se adhirió en 1834 a la Joven Italia de Mazzini; por su participación en una insurrección republicana en Génova tuvo que exiliarse en Sudamérica, primero en Brasil y luego en Uruguay. En el primer país luchó contra el emperador Pedro II y en el segundo contra el expansionismo argentino. Famoso ya, regresó a Italia en 1848 al iniciarse la primera guerra de unificación contra Austria; rechazados sus servicios por el Piamonte y el Papado, luchó por su cuenta en Milán y luego, proclamada la república, en Roma. Derrotado por los franceses de Luis Napoleón en 1850 tuvo que exiliarse de nuevo, en esta ocasión en los Estados Unidos.

      Entre 1836 y 1848 vivió en Sudamérica, donde participó en varios acontecimientos bélicos, siempre al lado de quienes combatían por la libertad o la independencia de las colonias portuguesas y españolas.

        En 1861 se proclamó el nuevo Reino de Italia, pero desde sus inicios Garibaldi se mantuvo en la oposición, pues Roma continuaba siendo ciudad papal. Con la consigna de "Roma o la muerte", intentó durante años luchar contra el poder pontificio, sin demasiado éxito, hasta que, en 1862, en la batalla de Aspromonte, cayó herido y fue hecho prisionero. Tras ser amnistiado, pasó a presidir el Comité Central Unitario Italiano y ofreció sus servicios a Francia. Fue elegido diputado para la Asamblea de Burdeos (1871) y diputado al Parlamento italiano (1875), el cual pocos años antes de su muerte le asignó una pensión vitalicia por los servicios prestados.

Fuentes,- El Correo de Ultramar, Eco Segoviano, El Sol del Porvenir (Garibaldianos en España) y Hemerotecas.

Rafael Spínola R.

domingo, 14 de marzo de 2021

La lluvia infinita 4/19

Capítulo 4

 Diario de Pedro de Ortega 3

20 DE DICIEMBRE.

¿Hasta qué punto un capitán ha de seguir órdenes que pueden perder a sus hombres sin ningún beneficio a cambio?

Es una pregunta que me ha estado rondando todo el día.

Una pregunta que me hizo, durante la comida el alférez Enríquez, hombre que me desconcierta, pues alterna momentos de claro juicio con otros de necedad insultante.

Pero todos podemos ser sabios y necios a la vez.

¿No?

Si el capitán no tiene razones para discernir si las órdenes son correctas o no, ¿cómo hacerlo?

Yo no soy hombre de mar, por más que sea capitán de la capitana, Isabel, ¿cómo saber, entonces, a quién asiste la razón en esto de los rumbos, si a Sarmiento o si a Gallego`?

Quizás tenga razón Enríquez cuando dice que si se duda, hay que acudir a lo más alto.

Pero en esta armada, lo más alto no está embarcado.

Seguimos navegando en eses.

Conseguiremos que almadie el mar. 

21 DE DICIEMBRE.

Nada que reseñar, salvo que mañana trataremos de hacer entrar en razón a Mendaña.

Nada menos. 

22 DE DICIEMBRE.

Mendaña no ha atendido nuestros ruegos.

Por señas hemos hecho saber que no nos parecía buena la derrota que habíamos tomado, que navegar el mar a un lado y a otro, no hacía sino cansarnos, que, en caso de duda, quizá podría intentarse dar la vuelta.

Se nos ha dicho que sólo con esta ruta podemos evitar dejar cualquier tierra a un lado, que una cuarta de más o menos sobre la carta supone desviarse muchas leguas: la derrota actual permite no dejar ni un palmo de esta arte del Mar del Sur sin surcar, con lo que la tierra acabará por aparecer.

Hemos contestado que sí, que puede ser, que los navíos pueden llegar u tierra pero que puede que nuestros ojos pueden no verlo, porque no se sabe a ciencia cierta la verdadera magnitud del Mar del Sur.

Hemos apelado a lo que don Lope dijo a nuestra salida: en cuestión de derrotas, lo que diga Sarmiento.

Nos han respondido que Sarmiento también está de acuerdo con esta disposición, pero ni yo, ni muchos otros, hemos creído eso.

Seguimos dando vueltas. 

23 DE DICIEMBRE

Ha empezado.

Tenemos a tres hombres con fiebre y a dos más les está empezando a crecer la carne sobre los dientes.

La enfermedad ha pagado ya su pasaje y navega con nosotros, y Juan de Torres no se separa de los enfermos. Franciscanos a bordo, la única buena noticia. 

24 DE DICIEMBRE

 

Por ser la fecha que es, toda la gente de la capitana está como sonámbula.

Al mediodía. Juan de Torres ha dicho misa, que se ha escuchado con profundo respeto, hasta los más blasfemos entre los más blasfemos; pero bien por devoción, bien por ganarse el favor del cielo, todo el mundo ha seguido el oficio con un recogimiento que aquí, en medio de este universo de agua, estremece de veras.

Isabel: tu imagen no se ha separado de mí en todo el día. Por ser la fecha que es, he ordenado doblar la ración a todo el mundo, pero casi nadie ha comido.        

25 DE DICIEMBRE.

Día de enorme devoción.

Es como si una rara paz se hubiera apoderado de todos nosotros: o es que ya aceptamos el final, o es que éste es día en que nadie puede pensar en penalidades, pero lo cierto es que la gente, dentro de lo que se lo permiten sus fuerzas, ha trabajado con diligencia.

Ha habido misa, rosario y salve, y se ha pedido por nuestra suerte, por la salud de nuestros enfermos y por la de nuestras familias en América, por el rey Felipe II y por nuestros enemigos, que son los de Cristo.

Por ser ésta fecha tan señalada, el día ha sido el más claro que recuerdo, Isabel, desde que partimos de Lima, hace ya una eternidad.

Ahora, cuando apuro estas líneas, la Cruz del Sur nos reprocha a todos toda nuestra insignificancia.

Isabel, mi señora, no lamento morir, sólo hacerlo sin volverte a ver. 

29 DE DICIEMBRE.

Si volvernos, habrá que señalar este día como uno de los más grandes de esta armada: Mendaña ha ordenado tomar de nuevo, y de manera constante, la derrota del Suroeste, la que se fijó cuando se partió de Lima, la que Sarmiento confirma como correcta.

No sé qué extraña luz habrá iluminado al almirante, pero lo cierto es que poco antes de que las gargantas de los hombres se pelearan con la mazamorra, cuyo olor es ya insoportable, hemos recibido el claro mensaje: derrota del Suroeste hasta que se llegue a los dieciséis grados al Sur de la Equinoccial.

Los hay que han gritado de alegría.

No Gallego, desde luego, que ha estado hablando largo rato con Juan de Torres.

De todas maneras, no creo que el franciscano sea hombre de espíritu débil: las intrigas del piloto mayor, con el que ya casi no tengo 1a menor relación, no habrán influido en él.

Y pese a que durante todo este día no hemos visto ningún signo de tierra, ni tan siquiera alguna nube baja que nos hubiera dado esperanzas durante unas horas, el buen humor reina entre los hombres.

Incluso Jerónimo, que ha andado durante todos estos días, muy callado, se ha mostrado dicharachero con los soldados.

Dos marineros se han peleado, creo que porque uno de ellos le ha tirado el cuartillo de agua al otro, y he ordenado que fueran azotados.

No quiero que nadie se aproveche de la débil paz que nos ocupa para olvidarse la disciplina.

He tenido la noche anterior, un sueño: llegábamos a una isla, despoblada y la llamábamos Santa Isabel. 

1568. 1 DE ENERO

Hemos podido estrenar el año nuevo con una desgracia: uno de nuestros hombres ha caído al mar y a punto hemos estado de perderlo.

Andaba el mar algo envalentonado y una enorme ola lo ha arrebatado de la gavia, en dónde este marinero, que luego he sabido que se llama Guzmán, estaba encaramado, pero, entre que el hecho ha sucedido de día y que lo hemos visto mucho, hemos podido echarle un cabo, que ha alcanzado porque ha tenido muy buena disposición y ánimo.

Buena parte de sus compañeros le han mostrado su extrañeza por el suceso, pues hombre experto y no se explicaban cómo un golpe de mar en realidad leve ha podido dar con él en el agua.

-Ha sido la debilidad. Se me han cegado los ojos y he perdido el equilibrio.

Eso es lo que ha dicho.

-De haber tenido unos cuantos vasos de chicha encima, no hubieras perdido el equilibrio.

Y todos han reído.

Yo, cuando escribo esto, Isabel, también, pues tan nece-sitado estoy, como todos, de ello.

Muchos de los aquí embarcados han entendido que el hecho de que Guzmán haya salvado la vida es un buen presagio.

Pero si de presagios se trata, aún ha habido otro: a la hora de vísperas, y trazando la ruta que llevamos, hemos visto una estrella fugaz, que para los marineros es señal de buena suerte, al menos así me lo ha referido Matías Pineto, que de nuestros soldados es el que mejor relación tiene con la marinería, porque es amigo de un par de marineros, a los que conoce de muchas noches de chicha y pirujas en Lima. Pero eso es todo: muchos presagios y poca tierra.

Y mucha, mucha fatiga. 

3 DE ENERO.

         Durante los dos días siguientes a mi última anotación hemos tenido muy bien viento.

-Una de dos: o Dios nos lleva definitivamente a nuestro destino, o el Diablo quiere ya, sin más demora, nuestras almas. Sea quien sea quien envía este viento, en verdad que tiene prisa. 

4 DE ENERO.

Buen viento.

Mar serena.

Pero tengo ya a siete hombres enfermos y al resto, incluido, yo, muy débiles.

¿Estamos destinados a perecer en este eterno mar?

Sí es así ruego, Isabel, que Dios, o el Diablo, envíe ya de una vez por todas esa tormenta que acabe con nosotros y ponga ya fin a tanta penalidad, porque a veces me siento flaquear, la vista se me nubla, y mientras escribo esto, tengo que hacer esfuerzos enormes para poder sujetar la pluma.

No debí dejarme embarcar. 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

 

domingo, 7 de marzo de 2021

Emigración y población de Guadalcanal

 

Una villa que languidece

               

Este estudio pretende analizar la población y emigración de Guadalcanal y sus factores durante la segunda mitad del siglo XX, pero antes analizaremos unos datos que convienen recordar a través de los siglos.

         Los primeros censos fiables que hemos encontrado se retrotraen a finales del siglo XV y durante el siglo XVI. El primer factor a tener en cuenta es que Guadalcanal hasta 1521 la villa se encontraba fuertemente fortificada, por ser Guadalcanal comunero, fue mandado por Carlos I tirar las murallas, así pues, existían dos tipos de censo, los vecinos propios de la villa y los que vivían en extramuros, esta última población era menos numerosa y más flotante, principalmente eran comerciantes y pecheros atraídos por el comercio de la Encomienda de Guadalcanal, tales como pieles, carnes,  cereales, vinos, ganados, zumaque y otros derivados de sus ricas deesas y campos de labor.

 

         Durante el siglo XVI hay que analizar que influyeron en la fluctuación de las estadísticas, por una parte en la primera mitad del siglo, la emigración a Indias mermó la población, entre 1506 y 1526 se contabilizaron 375 individuos que viajaron al nuevo mundo para probar fortuna y durante la siguiente década emigraron de la villa otros casi doscientos individuos, unos como soldados de fortuna, es el caso de Pedro Ortega Valencia que con la expedición  de Alvaro de Mendaña en Enero de 1568 descubren las islas de Salomón y bautizando a la mayor más importante con el nombre de su villa. Otros eran comerciantes y la mayoría como sirvientes, muchos de los cuales llegaron a hacer fortuna y llegaron a formar capellanías y favorecieron los iglesias y conventos de la villa.

 

         Otro dato destacable de este siglo fue el descubrimiento y posterior explotación en el término de las minas de plata de Pozo Rico, en el año 1555 por Martín Delgado. Si bien este acontecimiento atrajo en los años siguientes gran cantidad de técnicos, obreros y esclavos para su explotación, tuvo poca incidencia en la población del Concejo, ya que en principio la mayoría se quedaban en barracones junto a la mina y posteriormente llegó a formarse un poblado que contaba con iglesia, almacenes de suministros, etc., llamado San Antonio de la mina y que llegó a contar con más de 150 almas.

 

Año

1494

1498

1515

1571

1591

Habitantes

1370

1500

1700

1200

1055

 

         En la hambruna primera mitad de la centuria del siglo XVII se estableció la población ligeras fluctuaciones, en la segunda mitad del siglo, la pandemia de la peste y la hambruna provocada por la misma, provocó que la población de Guadalcanal disminuyera en más de un 50%, así, en el año 1639 se contabilizaban casi mil vecinos y en 1650, apenas sobrepasaban los 500, la población poco a poco se fue recuperando, terminando este siglo con aproximadamente 1.200 habitantes.

 

Año

1612

1639

1646

1670

1689

Habitantes

1000

1080

480

591

639

 

Durante los siglos XVIII y XIX la población de Guadalcanal, así como la del resto de España registró un considerable incremento. En el siglo XVII una vez superada las hambrunas y pandemias del siglo anterior, la villa registró un avance demográfico muy considerable, por una parte, se expandió la villa con nuevas edificaciones en el casco urbano, así como la creación de nuevos barrios en los aledaños de la misma, Erillas, Majalillo, Cotorrillo y otros, así como el incremento de habitantes en el asentamiento pedáneo de Malcocinado y en las cortijadas del término municipal, vinieron nuevos pobladores de pueblos cercanos e incluso de la vecina Portugal, atraídos por el trabajo en el campo, principalmente en la vendimia y recogida de grano, estos individuos que en su mayoría venían solos, esposaron con mujeres de la villa y formaron familias, otros venían con la familia, principalmente, los que tenían hijos aptos por su edad para trabajar.

Por otra parte, en este siglo ya eran más fiables las estadísticas, gracias a los recuentos periódicos que se hacían a través del Vecindario General de España de Campoflorido. Así, Guadalcanal comenzó el siglo con apenas 1.200 habitantes y termino con una cantidad cercana a los cuatro mil.

Año

1710

1725

1750

1780

1795

Habitantes

1280

1890

2365

3770

3845

 

El siglo XIX continuó con la progresión demográfica de la centuria anterior, con datos censales aún más fiables pues en la segunda mitad comenzó a funcionar el Instituto Nacional de Estadística, hay varios factores que si conviene analizar, por una parte, en 1833 comenzó el expediente de segregación del barrio pedáneo de Malcocinado y terminó el proceso en 1842, con está disyunción, la villa perdió aproximadamente 325 vecinos entre los residentes en la propia población y las cortijadas cercanas que quedaron bajo su jurisdicción. En 1855 llegó a la villa la epidemia de cólera, aun cuando no fue tan nefasta como en otros pueblos cercanos, mermó la población,  A partir de ese año, Guadalcanal siguió recuperando población, mayor número de nacimientos y nuevas familias foráneas que se establecían, sin bien, en los años finales de la centuria, la población se estabilizó o incluso se percibe una ligera disminución, uno de los acontecimientos atribuible es la pérdida del 90% del viñedo a consecuencia de la filoxera en el sur de la península. 

Año

1820

1840

1860

1887

1897

Habitantes

4460

5446

5441

6139

5935

 

Pasamos a analizar el siglo XX por proximidad y por objeto principal de este estudio. Hay un dicho en Guadalcanal que por repetido no es cierto, “cuando Guadalcanal tenía diez mil habitantes”, el mayor índice de población recogido en Guadalcanal por el Instituto Nacional de Estadística fue en 1935 con 7.629 habitantes.

En la primera mitad del siglo y hasta la siguiente década, Guadalcanal conoció una floreciente industria, con fábricas de aguardiente, alfarerías, molinos de aceite, orujos y cereales, carpinterías, fraguas, fábricas de tejas y refractarios, jabones, harina y pan, aguardientes, construcción y un complejo entramado de pequeñas industrias, talleres de artesanos y establecimientos de todo tipo que daban cobertura a las necesidades de la población, asentando la misma.

A partir del citado 1935 el declive ha sido progresivo, hasta la fecha actual que se registran apenas 2.630 habitantes. Si analizamos las consecuencias son muchas y decrecientes. En la siguiente década, Guadalcanal perdió más de 1.000 habitantes, la guerra civil disminuyó la población lamentablemente, por una parte, los muertos de ambos bandos, por otra, la cantidad de familias que tuvieron que abandonar sus hogares por motivos políticos.

El censo de 1.960 del INE reflejaba una población de 6.075 habitantes. Pero el gran éxodo y pérdida de población fue en la veintena del 60 al 80, cuando disminuyo la población prácticamente en un 50%, el trabajo empezó a disminuir, los padres no querían para sus hijos el futuro que se avecinaba y empezó el gran éxodo a  grandes ciudades y pueblos industriales, En la década de los 60 solicitaron la baja del padrón municipal 1.517 guadalcanalenses, siendo sus destinos principales a Madrid capital 172 vecinos, pueblos de la provincia 88, Barcelona capital 259 y pueblos 188, Sevilla capital 219, y así, una larga lista de ciudades y pueblos hasta completar la citada cifra. Este éxodo continuó en menor pero apreciable cuantía hasta 1.980, terminando con un censo de 3.261 habitantes.

Año

1900

1920

1930

1935

1940

1960

1980

Habitantes

5,786

6,714

7,376

7.629

6,931

6,075

3,261

 

Progresivamente a la falta de trabajo en el sector principal del pueblo, las tareas en el campo y la ganadería principalmente, las empresas fueron cerrando o trasladándose a pueblos cercanos, como el caso de Industrias metálicas Serna a Llerena o Refractarios San José que se trasladó a la vecina Berlanga. La industria de refractarios de gran incidencia en el tejido empresarial de Guadalcanal ha quedado reducida en la actualidad a solo una que trabaja de forma casi residual, otros gremios que desaparecieron fueron los molinos de aceite, limitándose en la actualidad a una cooperativa, un grupo olivarero y un particular, o las carpinterías, en la actualidad agrupadas en una cooperativa y gran parte de ellas desaparecidas.


A partir de los años 80 del pasado siglo, la población va decreciendo en cantidad menos progresiva, lamentablemente, es una población envejecida, la falta de trabajo y oportunidades para la juventud, va condenando a Guadalcanal a una desolación alarmante, que si los políticos o quien corresponda no interceden, nunca saldremos de la rueda de la España despoblada. 

Rafael Spínola Rodríguez

Fuentes. - Archivo personal, Hemerotecas, Instituto Nacional de Estadística, Guadalcanal siglo XX (Ignacio Gómez Galván), Historia de Guadalcanal (Andrés Mirón), La villa Santiaguista de Guadalcanal (Manuel Maldonado Fernández), Emigración a Indias y Capellanías en Guadalcanal (Javier Ortiz de la Tabla Ducasse), Economía y Sociedad en Guadalcanal durante el antiguo régimen (Manuel Maldonado Fernández) y Revistas de Ferias y fiestas de Guadalcanal.