Capítulo 4
Diario de Pedro de Ortega 3
20 DE
DICIEMBRE.
¿Hasta qué
punto un capitán ha de seguir órdenes que pueden perder a sus hombres sin
ningún beneficio a cambio?
Es una pregunta
que me ha estado rondando todo el día.
Una pregunta
que me hizo, durante la comida el alférez Enríquez, hombre que me desconcierta,
pues alterna momentos de claro juicio con otros de necedad insultante.
Pero todos
podemos ser sabios y necios a la vez.
¿No?
Si
el capitán no tiene razones para discernir si las órdenes son correctas o no,
¿cómo hacerlo?
Yo no soy
hombre de mar, por más que sea capitán de la capitana, Isabel, ¿cómo saber,
entonces, a quién asiste la razón en esto de los rumbos, si a Sarmiento o si a Gallego`?
Quizás tenga
razón Enríquez cuando dice que si se duda, hay que acudir a lo más alto.
Pero en esta
armada, lo más alto no está embarcado.
Seguimos
navegando en eses.
Conseguiremos que almadie el mar.
21 DE DICIEMBRE.
Nada que
reseñar, salvo que mañana trataremos de hacer entrar en razón a Mendaña.
Nada menos.
22 DE
DICIEMBRE.
Mendaña no ha
atendido nuestros ruegos.
Por señas hemos
hecho saber que no nos parecía buena la derrota que habíamos tomado, que
navegar el mar a un lado y a otro, no hacía sino cansarnos, que, en caso de
duda, quizá podría intentarse dar la vuelta.
Se nos ha dicho que sólo con esta ruta podemos evitar dejar cualquier tierra a un lado, que una cuarta de más o menos sobre la carta supone desviarse muchas leguas: la derrota actual permite no dejar ni un palmo de esta arte del Mar del Sur sin surcar, con lo que la tierra acabará por aparecer.
Hemos
contestado que sí, que puede ser, que los navíos pueden llegar u tierra pero
que puede que nuestros ojos pueden no verlo, porque no se sabe a ciencia cierta
la verdadera magnitud del Mar del Sur.
Hemos apelado a
lo que don Lope dijo a nuestra salida: en cuestión de derrotas, lo que diga
Sarmiento.
Nos han
respondido que Sarmiento también está de acuerdo con esta disposición, pero ni
yo, ni muchos otros, hemos creído eso.
Seguimos dando vueltas.
23 DE DICIEMBRE
Ha empezado.
Tenemos a tres
hombres con fiebre y a dos más les está empezando a crecer la carne sobre los
dientes.
La enfermedad ha pagado ya su pasaje y navega con nosotros, y Juan de Torres no se separa de los enfermos. Franciscanos a bordo, la única buena noticia.
24 DE DICIEMBRE
Por ser la
fecha que es, toda la gente de la capitana está como sonámbula.
Al mediodía.
Juan de Torres ha dicho misa, que se ha escuchado con profundo respeto, hasta
los más blasfemos entre los más blasfemos; pero bien por devoción, bien por
ganarse el favor del cielo, todo el mundo ha seguido el oficio con un
recogimiento que aquí, en medio de este universo de agua, estremece de veras.
Isabel: tu imagen no se ha separado de mí en todo el día. Por ser la fecha que es, he ordenado doblar la ración a todo el mundo, pero casi nadie ha comido.
25 DE DICIEMBRE.
Día de enorme
devoción.
Es como si una
rara paz se hubiera apoderado de todos nosotros: o es que ya aceptamos el
final, o es que éste es día en que nadie puede pensar en penalidades, pero lo
cierto es que la gente, dentro de lo que se lo permiten sus fuerzas, ha
trabajado con diligencia.
Ha habido misa,
rosario y salve, y se ha pedido por nuestra suerte, por la salud de nuestros
enfermos y por la de nuestras familias en América, por el rey Felipe II y por
nuestros enemigos, que son los de Cristo.
Por ser ésta
fecha tan señalada, el día ha sido el más claro que recuerdo, Isabel, desde que
partimos de Lima, hace ya una eternidad.
Ahora, cuando
apuro estas líneas, la Cruz del Sur nos reprocha a todos toda nuestra
insignificancia.
Isabel, mi señora, no lamento morir, sólo hacerlo sin volverte a ver.
29 DE
DICIEMBRE.
Si volvernos,
habrá que señalar este día como uno de los más grandes de esta armada: Mendaña
ha ordenado tomar de nuevo, y de manera constante, la derrota del Suroeste, la
que se fijó cuando se partió de Lima, la que Sarmiento confirma como correcta.
No sé qué
extraña luz habrá iluminado al almirante, pero lo cierto es que poco antes de
que las gargantas de los hombres se pelearan con la mazamorra, cuyo olor es ya
insoportable, hemos recibido el claro mensaje: derrota del Suroeste hasta que
se llegue a los dieciséis grados al Sur de la Equinoccial.
Los hay que han
gritado de alegría.
No Gallego,
desde luego, que ha estado hablando largo rato con Juan de Torres.
De todas
maneras, no creo que el franciscano sea hombre de espíritu débil: las intrigas
del piloto mayor, con el que ya casi no tengo 1a menor relación, no habrán
influido en él.
Y pese a que
durante todo este día no hemos visto ningún signo de tierra, ni tan siquiera
alguna nube baja que nos hubiera dado esperanzas durante unas horas, el buen
humor reina entre los hombres.
Incluso
Jerónimo, que ha andado durante todos estos días, muy callado, se ha mostrado
dicharachero con los soldados.
Dos marineros
se han peleado, creo que porque uno de ellos le ha tirado el cuartillo de agua
al otro, y he ordenado que fueran azotados.
No quiero que
nadie se aproveche de la débil paz que nos ocupa para olvidarse la disciplina.
He tenido la noche anterior, un sueño: llegábamos a una isla, despoblada y la llamábamos Santa Isabel.
1568. 1 DE
ENERO
Hemos podido
estrenar el año nuevo con una desgracia: uno de nuestros hombres ha caído al
mar y a punto hemos estado de perderlo.
Andaba
el mar algo envalentonado y una enorme ola lo ha arrebatado de la gavia, en
dónde este marinero, que luego he sabido que se llama Guzmán, estaba
encaramado, pero, entre que el hecho ha sucedido de día y que lo hemos visto
mucho, hemos podido echarle un cabo, que ha alcanzado porque ha tenido muy
buena disposición y ánimo.
Buena parte de
sus compañeros le han mostrado su extrañeza por el suceso, pues hombre experto
y no se explicaban cómo un golpe de mar en realidad leve ha podido dar con él
en el agua.
-Ha sido la
debilidad. Se me han cegado los ojos y he perdido el equilibrio.
Eso es lo que
ha dicho.
-De haber
tenido unos cuantos vasos de chicha encima, no hubieras perdido el equilibrio.
Y todos han
reído.
Yo, cuando
escribo esto, Isabel, también, pues tan nece-sitado estoy, como todos, de ello.
Muchos de los
aquí embarcados han entendido que el hecho de que Guzmán haya salvado la vida es
un buen presagio.
Pero si de
presagios se trata, aún ha habido otro: a la hora de vísperas, y trazando la
ruta que llevamos, hemos visto una estrella fugaz, que para los marineros es
señal de buena suerte, al menos así me lo ha referido Matías Pineto, que de
nuestros soldados es el que mejor relación tiene con la marinería, porque es
amigo de un par de marineros, a los que conoce de muchas noches de chicha y
pirujas en Lima. Pero eso es todo: muchos presagios y poca tierra.
3 DE ENERO.
Durante
los dos días siguientes a mi última anotación hemos tenido muy bien viento.
-Una de dos: o Dios nos lleva definitivamente a nuestro destino, o el Diablo quiere ya, sin más demora, nuestras almas. Sea quien sea quien envía este viento, en verdad que tiene prisa.
4 DE ENERO.
Buen viento.
Mar serena.
Pero tengo ya a
siete hombres enfermos y al resto, incluido, yo, muy débiles.
¿Estamos
destinados a perecer en este eterno mar?
Sí es así
ruego, Isabel, que Dios, o el Diablo, envíe ya de una vez por todas esa
tormenta que acabe con nosotros y ponga ya fin a tanta penalidad, porque a
veces me siento flaquear, la vista se me nubla, y mientras escribo esto, tengo
que hacer esfuerzos enormes para poder sujetar la pluma.
No debí dejarme embarcar.
Jesús Rubio Villaverde. 1999
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