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domingo, 14 de marzo de 2021

La lluvia infinita 4/19

Capítulo 4

 Diario de Pedro de Ortega 3

20 DE DICIEMBRE.

¿Hasta qué punto un capitán ha de seguir órdenes que pueden perder a sus hombres sin ningún beneficio a cambio?

Es una pregunta que me ha estado rondando todo el día.

Una pregunta que me hizo, durante la comida el alférez Enríquez, hombre que me desconcierta, pues alterna momentos de claro juicio con otros de necedad insultante.

Pero todos podemos ser sabios y necios a la vez.

¿No?

Si el capitán no tiene razones para discernir si las órdenes son correctas o no, ¿cómo hacerlo?

Yo no soy hombre de mar, por más que sea capitán de la capitana, Isabel, ¿cómo saber, entonces, a quién asiste la razón en esto de los rumbos, si a Sarmiento o si a Gallego`?

Quizás tenga razón Enríquez cuando dice que si se duda, hay que acudir a lo más alto.

Pero en esta armada, lo más alto no está embarcado.

Seguimos navegando en eses.

Conseguiremos que almadie el mar. 

21 DE DICIEMBRE.

Nada que reseñar, salvo que mañana trataremos de hacer entrar en razón a Mendaña.

Nada menos. 

22 DE DICIEMBRE.

Mendaña no ha atendido nuestros ruegos.

Por señas hemos hecho saber que no nos parecía buena la derrota que habíamos tomado, que navegar el mar a un lado y a otro, no hacía sino cansarnos, que, en caso de duda, quizá podría intentarse dar la vuelta.

Se nos ha dicho que sólo con esta ruta podemos evitar dejar cualquier tierra a un lado, que una cuarta de más o menos sobre la carta supone desviarse muchas leguas: la derrota actual permite no dejar ni un palmo de esta arte del Mar del Sur sin surcar, con lo que la tierra acabará por aparecer.

Hemos contestado que sí, que puede ser, que los navíos pueden llegar u tierra pero que puede que nuestros ojos pueden no verlo, porque no se sabe a ciencia cierta la verdadera magnitud del Mar del Sur.

Hemos apelado a lo que don Lope dijo a nuestra salida: en cuestión de derrotas, lo que diga Sarmiento.

Nos han respondido que Sarmiento también está de acuerdo con esta disposición, pero ni yo, ni muchos otros, hemos creído eso.

Seguimos dando vueltas. 

23 DE DICIEMBRE

Ha empezado.

Tenemos a tres hombres con fiebre y a dos más les está empezando a crecer la carne sobre los dientes.

La enfermedad ha pagado ya su pasaje y navega con nosotros, y Juan de Torres no se separa de los enfermos. Franciscanos a bordo, la única buena noticia. 

24 DE DICIEMBRE

 

Por ser la fecha que es, toda la gente de la capitana está como sonámbula.

Al mediodía. Juan de Torres ha dicho misa, que se ha escuchado con profundo respeto, hasta los más blasfemos entre los más blasfemos; pero bien por devoción, bien por ganarse el favor del cielo, todo el mundo ha seguido el oficio con un recogimiento que aquí, en medio de este universo de agua, estremece de veras.

Isabel: tu imagen no se ha separado de mí en todo el día. Por ser la fecha que es, he ordenado doblar la ración a todo el mundo, pero casi nadie ha comido.        

25 DE DICIEMBRE.

Día de enorme devoción.

Es como si una rara paz se hubiera apoderado de todos nosotros: o es que ya aceptamos el final, o es que éste es día en que nadie puede pensar en penalidades, pero lo cierto es que la gente, dentro de lo que se lo permiten sus fuerzas, ha trabajado con diligencia.

Ha habido misa, rosario y salve, y se ha pedido por nuestra suerte, por la salud de nuestros enfermos y por la de nuestras familias en América, por el rey Felipe II y por nuestros enemigos, que son los de Cristo.

Por ser ésta fecha tan señalada, el día ha sido el más claro que recuerdo, Isabel, desde que partimos de Lima, hace ya una eternidad.

Ahora, cuando apuro estas líneas, la Cruz del Sur nos reprocha a todos toda nuestra insignificancia.

Isabel, mi señora, no lamento morir, sólo hacerlo sin volverte a ver. 

29 DE DICIEMBRE.

Si volvernos, habrá que señalar este día como uno de los más grandes de esta armada: Mendaña ha ordenado tomar de nuevo, y de manera constante, la derrota del Suroeste, la que se fijó cuando se partió de Lima, la que Sarmiento confirma como correcta.

No sé qué extraña luz habrá iluminado al almirante, pero lo cierto es que poco antes de que las gargantas de los hombres se pelearan con la mazamorra, cuyo olor es ya insoportable, hemos recibido el claro mensaje: derrota del Suroeste hasta que se llegue a los dieciséis grados al Sur de la Equinoccial.

Los hay que han gritado de alegría.

No Gallego, desde luego, que ha estado hablando largo rato con Juan de Torres.

De todas maneras, no creo que el franciscano sea hombre de espíritu débil: las intrigas del piloto mayor, con el que ya casi no tengo 1a menor relación, no habrán influido en él.

Y pese a que durante todo este día no hemos visto ningún signo de tierra, ni tan siquiera alguna nube baja que nos hubiera dado esperanzas durante unas horas, el buen humor reina entre los hombres.

Incluso Jerónimo, que ha andado durante todos estos días, muy callado, se ha mostrado dicharachero con los soldados.

Dos marineros se han peleado, creo que porque uno de ellos le ha tirado el cuartillo de agua al otro, y he ordenado que fueran azotados.

No quiero que nadie se aproveche de la débil paz que nos ocupa para olvidarse la disciplina.

He tenido la noche anterior, un sueño: llegábamos a una isla, despoblada y la llamábamos Santa Isabel. 

1568. 1 DE ENERO

Hemos podido estrenar el año nuevo con una desgracia: uno de nuestros hombres ha caído al mar y a punto hemos estado de perderlo.

Andaba el mar algo envalentonado y una enorme ola lo ha arrebatado de la gavia, en dónde este marinero, que luego he sabido que se llama Guzmán, estaba encaramado, pero, entre que el hecho ha sucedido de día y que lo hemos visto mucho, hemos podido echarle un cabo, que ha alcanzado porque ha tenido muy buena disposición y ánimo.

Buena parte de sus compañeros le han mostrado su extrañeza por el suceso, pues hombre experto y no se explicaban cómo un golpe de mar en realidad leve ha podido dar con él en el agua.

-Ha sido la debilidad. Se me han cegado los ojos y he perdido el equilibrio.

Eso es lo que ha dicho.

-De haber tenido unos cuantos vasos de chicha encima, no hubieras perdido el equilibrio.

Y todos han reído.

Yo, cuando escribo esto, Isabel, también, pues tan nece-sitado estoy, como todos, de ello.

Muchos de los aquí embarcados han entendido que el hecho de que Guzmán haya salvado la vida es un buen presagio.

Pero si de presagios se trata, aún ha habido otro: a la hora de vísperas, y trazando la ruta que llevamos, hemos visto una estrella fugaz, que para los marineros es señal de buena suerte, al menos así me lo ha referido Matías Pineto, que de nuestros soldados es el que mejor relación tiene con la marinería, porque es amigo de un par de marineros, a los que conoce de muchas noches de chicha y pirujas en Lima. Pero eso es todo: muchos presagios y poca tierra.

Y mucha, mucha fatiga. 

3 DE ENERO.

         Durante los dos días siguientes a mi última anotación hemos tenido muy bien viento.

-Una de dos: o Dios nos lleva definitivamente a nuestro destino, o el Diablo quiere ya, sin más demora, nuestras almas. Sea quien sea quien envía este viento, en verdad que tiene prisa. 

4 DE ENERO.

Buen viento.

Mar serena.

Pero tengo ya a siete hombres enfermos y al resto, incluido, yo, muy débiles.

¿Estamos destinados a perecer en este eterno mar?

Sí es así ruego, Isabel, que Dios, o el Diablo, envíe ya de una vez por todas esa tormenta que acabe con nosotros y ponga ya fin a tanta penalidad, porque a veces me siento flaquear, la vista se me nubla, y mientras escribo esto, tengo que hacer esfuerzos enormes para poder sujetar la pluma.

No debí dejarme embarcar. 

Jesús Rubio Villaverde. 1999

 

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