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lunes, 19 de abril de 2021

Mausoleo de Ayala en la Sacramental de San Justo

 


El ataúd estaba cubierto de coronas ya marchitas y deshechas

Uno de los mausoleos más espectaculares del cementerio sacramental de San Justo es el del dramaturgo y político Adelardo López de Ayala.

Este magnífico monumento funerario fue levantado tres años después de la muerte de Ayala y costeado por una suscripción patriótica. El proyecto fue de Miguel Aguado de la Sierra y fue materializado por los Hermanos Vallmitjana. El señor Aguado fue también el arquitecto del edificio de la Real Academia de España.

    Es uno de los mausoleos más importantes de los cementerios madrileños. En la base, un sarcófago con la tapa a dos aguas, está adornado con coronas de laurel. Detrás se levanta un monumento de tres cuerpos con el busto del personaje en el pórtico central, flanqueado por columnas jónicas. La erosión ha borrado las facciones del busto. En la plaza de Guadalcanal, su localidad natal se levanta otro monumento con la réplica exacta de ese busto. Encima solo aparece una palabra: “Ayala”. Y remata el espectacular enterramiento un ángel con las alas desplegadas que enarbola una corona de gloria. En el conjunto se pueden apreciar también algunos símbolos masónicos.

El 25 de junio de 1882 se produjo la exhumación de la tumba primitiva y el entierro en el nuevo mausoleo. No faltó la crónica tétrica del momento, publicada por El Liberal (25-6-1882):

--La Comisión entró en el patio de Santa Cruz y rodeó la tumba provisional del gran poeta. Los sepultureros armados de palanquetas, cuñas y rodillos, hicieron girar la pesada losa y el sepulcro quedó abierto. No había tierra: el ataúd estaba cubierto de coronas ya marchitas y deshechas: las manos de los obreros sacaron puñados de laurel y girones de cintas y coronas: después engancharon los garfios de sus cuerdas a las abrazaderas de la caja y esta fue izada con trabajo: el cuerpo de Avala iba a encontrarse de nuevo y por última vez ante la luz. Hubo un instante de ansiedad: iban a destapar el féretro, íbamos a ver los estragos hechos por la tumba en el noble rostro del autor de Consuelo. ¿Fue una pérdida? ¿Fue olvido? ¿Fue un sentimiento respetable que se oponía a la profanación de aquellos restos venerandos por las miradas impertinentes y curiosas? La llave del ataúd no estaba a mano y la caja no se abrió: la ausencia de emanaciones sepulcrales indicaba que el embalsamamiento había vencido a la corrupción: pero el magnífico ataúd rodeado de ángeles y cubierto por un Cristo de zinc, guardó el secreto.

El cortejo fúnebre de Adelardo pasó por delante del teatro español, en el que había debutado el año 1851 con Un hombre de estado. Allí se detuvo la mañana del 2 de enero de 1880 para recibir el homenaje de los actores. Mientras tanto, en el centro de la plaza de Santa Ana, se esperaba a que pasase el duelo para inaugurar el monumento a Pedro Calderón de la Barca, que todavía se levanta en ese lugar.

Según se comentó en la prensa, don Adelardo tenía pensado contraer matrimonio en breve con la actriz Elisa Mendoza Tenorio y no llegó a celebrase. Ella contraería matrimonio después con el doctor Tolosa Latour.

Adelardo había nacido en Guadalcanal, provincia de Badajoz, el 1 de mayo de 1828. Con catorce años se trasladó a Sevilla para estudiar y allí tuvo una juventud agitada. Allí conoció a Antonio García Gutiérrez, el autor del trovador.

Como bastantes casos, el dramaturgo triunfante acabó centrando su vida en la política, después de haber dado unas quince obras a las tablas. Entre ellas El tanto por ciento, El tejado de vidrio, Un nuevo don Juan o Consuelo, que fue la última que estrenó en 1878.

Desde 1857 se sentó en el Congreso de los diputados, militando en el partido Liberal. Anteriormente se había afiliado a la causa conservadora. Su carrera política también fue bastante agitada. Hasta sufrió el destierro en Portugal por su oposición a Isabel II. Más tarde, con Amadeo de Saboya, sería Ministro de Ultramar, cargo del que dimitió, también por sus ideas políticas. Entretanto, en 1870, había ingresado en la Real Academia pronunciando el discurso Pedro Calderón de la Barca. Volvió a ser diputado y ministro bajo el reinado de Alfonso XII, llegando a alcanzar la presidencia del Congreso en 1878, cargo que ocupaba al morir. Ese mismo año se despidió de la escena. El Rey acudió al estreno de Consuelo en el teatro español. Aunque el monarca llegó a ofrecerle la presidencia del Consejo de Ministros, renunció en favor de Antonio Cánovas. Vaivenes ideológicos: de ayudar a derribar a Isabell II en 1868, a ministro de su hijo y heredero.

Tenía cincuenta y un años cuando murió el 30 de diciembre de 1879. El Ayuntamiento de Madrid le dedico una de las calles importantes del barrio de Salamanca, que conocemos solamente con el apellido de Ayala.

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