TERREMOTO EN NUESTRA PROVINCIA
Nuestro gran amigo Rafael, «Electrovira» (que es
como cariñosamente llamamos los a Rafael Rodríguez Márquez sus buenos amigos),
en una carta, escrita esa sinceridad y grandeza de corazón que le caracteriza,
nos pide que a ver manera de contribuir en la Revista de Ferias con unos datos
históricos sobre tan entrañable pueblo suyo (también lo es nuestro), y que, a
ser posible, in poco conocidos.
Y yo, que ni a Guadalcanal ni a nuestro buen amigo
Rafael puedo negar nada, no me lo pensé dos veces seguidas y, sin encomendarse
ni a Dios ni al diablo, me transformé en mis horas libres en un auténtico ratón
de biblioteca. Hubo suertecilla, menos mal, y ahí van los resultados. Se trata
de unos nimios datos históricos que, aunque nimios, los creo muy curiosos y
hasta interesantes para todos los hijos de ese luminoso pueblo, enclavado el
incomparable marco de la bellísima Sierra Norte.
En los Anales de Don Diego Ortiz de Zúñiga, caballero de la Orden de
San-o, di con la descripción que se hace de un terremoto, que en 1504 afectara
a y su provincia, y cuya sinopsis es la siguiente:
“En Sevilla, en el año del Señor del 1504, Viernes
Santo, día 5 de abril, como a la hora de Tercia, siendo Sumo Pontifico Julio II
y Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, y reinando en Aragón, Castilla,
Sicilia y Cerdeña los cristianísimos Reyes Don Fernando y Doña Isabel, mientras
el Clero y el pueblo estaban juntos en la Catedral para celebrar los Santos
Oficios, un repentino terremoto estremeció con horrible y cruel estruendo todas
las iglesias y casas, de modo que amenazaban caerse. Todos los hombres, mujeres
y niños daban tan grandes voces como si hubieran perdido el juicio, y se hirían
el pecho temeroso de la ira de Dios, invocando el favor y auxilio del Señor y
la Beatísima Virgen. Los caballos, los jumentos, los bueyes y los perros
aterraban con sus ahullidos. el Guadalquivir, elevado su nivel por tres o
cuatro veces y sobremanera alterado, se desbordó, y parecía haber llegado el
día del Juicio Final.
Los que estaban en los campos aseguraban haber visto
obscurecerse el sol y caer grandes granizos y que se abrían grandes pozos
arrojando abundante agua por sus bocas, y los montes abiertos exhalando vientos
con cenizas. En los pueblos de Carmona, Cantillana, Villanueva y Lora se
cayeron los edificios, oprimiendo a muchas personas. Y hay quien afirma haber
visto fuentes, cuyas aguas eran del color de la sangre, en los pueblos de
Almadén, Cazalla, GUADALCANAL y otros, que fueron casi enteramente
destruidos”.
Casualmente (y la cosa va de terremotos) pude dar
con otro legajo, tan ranció y matusalénico como el anterior, en el que se dice:
“El día de Todos los Santos de 1755 hubo una gran
terremoto en la Sierra Norte de Sevilla. En acción de gracias, por no haber
recibido dañe ni en sus personas ni inmuebles ni en ganados, la Comunidad de la
Parroquia de Santa María de Guadalcanal, presidida por el párroco don Juan de
Ortega, acordó celebrar perpetuamente una Misa seguida de Procesión con el
Santísimo por la Plaza Mayor, en la que habrá dos altares, replete de flores,
para sendas Estaciones de su Divina Majestad. Los gastos i cera y flores, por
un importe de 16 reales de vellón, serán sufragados por el Consejo de la
Villa”.
José Titos Alfaro
Revista de
feria 1980
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