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domingo, 30 de mayo de 2021

La arquitectura vernácula de Guadalcanal

Los molinos de agua, 

Otros monumentos, otro patrimonio

    Guadalcanal posee un patrimonio arquitectónico singular, reflejo del esplendor de épocas pasadas y que, afortunadamente, ha llegado hasta nuestros días como fiel imagen del buen quehacer de sus gentes, donde se amalgaman saberes, técnicas y tradiciones, se aúnan voluntades y se estrechan los nexos de unión entre Andalucía y Extremadura.

    Sin embargo este patrimonio cultural no siempre es apreciado, y no me refiero a las iglesias, conventos, castillos o palacios. ¡No!, me refiero a otros “monumentos”, a otro “patrimonio” que por cercano y familiar es olvidado y abandonado, tanto es así que sus paredes se derrumban, sus techumbres se caen, sus interiores se saquean, su memoria se borra…

    Ese vilipendiado y denostado patrimonio no es otro que la arquitectura vernácula (mal llamada popular), esa que refiere a las construcciones agroganaderas: enramadas, tinajones, zahúrdas, palomares…; las dedicadas a los procesos de producción y transformación como los molinos de aceite, de zumaque, lagares, alfarerías, fundiciones, curtidurías…; o las propias viviendas: casillas, cortijadas, chozos, torrucas, tribunas…, o aquellas relacionadas con el agua como lavaderos, molinos, martinetes, fuentes, pilares, pozos…; entre otras muchas más.. Sin embargo debemos tener en cuenta que estamos hablando de un patrimonio vivo y su protección y defensa no debe quedarse exclusivamente en la recuperación de unas “piedras” vacías de contenido.

    Estas construcciones nos hablan de unos usos y costumbres, de unas formas de vida, de una cultura, de una economía y en definitiva de unas formas de hacer pueblo. Por ello es tan fundamental preservar estos testigos de nuestra historia, así como llegar a saber quienes fueron sus constructores (los parederos, los portugueses, los alarifes locales…), conocer sus técnicas y los materiales usados; cual fue el uso de dichas edificaciones, que actividades socioeconómicas se realizaban (producción, trabajo, tecnología…), entre otras muchas cosas; para que una vez recogido toda esta información, podamos proteger con mas exactitud el inmueble o el bien de que se trate e indicar como adaptarlas a los nuevos usos y tiempos, de tal forma que consigamos ese difícil equilibrio entre modernidad y tradición y logremos preservar y legar dicho patrimonio a nuestros descendientes.

    Por tanto, es prioritario poner en valor este patrimonio guadalcanalense, para que sea apreciado tanto por los que nos visitan como para los propios vecinos que conocen, usan y transforman este legado cultural.

        Un ejemplo de todo lo dicho hasta aquí lo tenemos en los molinos de agua de Guadalcanal, localizados a lo largo del curso del arroyo San Pedro. Tenemos noticia de su existencia al menos desde la etapa en la que Guadalcanal estuvo en posesión de la Orden de Santiago, siendo muy probable que estos ingenios funcionaran bajo el dominio musulmán, aunque la escasez de datos arqueológicos o documentales nos hace imposible fecharlos en esta época o en alguna anterior.

    El documento mas antiguo que conozco es un pergamino que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional y data de 1479, en el que los Reyes Católicos confirman un mandamiento del Maestre de la Orden de Santiago por las que se indica que “no se use en el riego de tierras el caudal del agua, al perjudicarse la actividad de los molinos en la villa de Guadalcanal”. En cuanto a la cantidad de molinos existentes, con independencia de las edificaciones y restos que perviven hoy día, diremos que en el interrogatorio de la Real Audiencia de 1791 constaban 17 molinos harineros y en la estadística de Madoz de 1850 se indican que eran 15.

    Dada la rapidez con la que están desapareciendo estas arquitecturas, se hace necesario una catalogación, estudio e inventario de los restos que nos quedan, saber su estado e indicar el nivel de protección que precisan, así como determinar que posibles intervenciones habría que hacerse. Para ello debemos saber exactamente de que estamos hablando.

    Indicaremos que molino es un nombre genérico que designa a los diferentes elementos mecánicos y técnicos empleados en las labores de molturación, y también, a la arquitectura que cobija esta maquinaria. Por tanto, la definición de molino vendría dada por la interrelación entre arquitectura y maquinaria. Existen diversos criterios para su clasificación tipológica, entre los que destacamos aquellos que atienden al tipo de:.- Maquinaria que ejerce la molienda: molino de rulos, de rueda vertical…- Materia que muele: molino de corcho, de aceite, harinero…- Por la energía que produce el movimiento de dicho ingenio mecánico: de viento, hidráulico, de vapor… La mayor parte de las clasificaciones tipológicas han optado por este tercer criterio: la energía. Los molinos hidráulicos a su vez se pueden dividir en molinos de corriente o río, molinos de agua y molinos de mareas. Los existentes en Guadalcanal son exclusivamente de agua y se dedicaron principalmente a la producción de harina, aunque en algunos casos solían alternar la molturación del trigo con la de otro tipo de granos, no descartándose la posibilidad que hubieran servido para otro tipo de materias como el zumaque debido a la importancia que tuvo en esta población el curtido de pieles.    


El molino de agua se diferencia básicamente de los otros en que aquellos represan el agua mediante una aceña o “azud” y la usan directamente del río, mientras estos utilizan un sistema de conducción o “caz” (cao), para llevar el agua a través de una “toma” hasta el “cubo” del molino. Efectivamente, mediante un sistema de captación y una red artificial de canalizaciones, suelen dirigir el agua necesaria, con una fuerza y caudal controlado, hacia la embocadura del molino, donde un salto de agua provocará el movimiento del rodezno. Esta regulación permite aprovechar al máximo la vía de agua con independencia de su caudal o escorrentía. Estos molinos se presentan en grupos, alineados a lo largo del curso fluvial del arroyo San Pedro del que captan el agua. Esta disposición permite reaprovechar el agua que fluye de uno a otro molino, estando todos ellos enlazados mediante canales y acequias artificiales.

    El sistema de captación de agua es bastante sencillo y no necesita de grandes obras de ingeniería, fundamentándose en la construcción de diques que obstaculicen parcialmente el cauce natural del arroyo y dirijan el agua hacia las zonas deseadas a través de una red de compuertas y aliviaderos. El sistema de almacenamiento se realiza por medio de balsas, cuyas dimensiones y formas varían, dependiendo de la topografía y el espacio disponible para su construcción, abundando los de forma triangular, generalmente construido a partir de un ensanche de la acequia.

    Estas balsas se ubican en la parte alta del molino, en las inmediaciones del pozo o boca de entrada al mismo. En estos molinos una red de canalizaciones conduce el agua desde el punto de captura (presa, dique…) hasta estas balsas. Tal sistema de almacenaje posibilita que el molino tenga en todo momento la cantidad de agua necesaria para poner en movimiento los mecanismos de molturación.

    Por otro lado, estas balsas también suelen ser utilizadas como albercas y riego de los campos. Esta red de canalizaciones esta formado por acequias descubiertas en forma de “U”, fabricadas en piedra o ladrillo y cuyo interior se encuentra recubierto por una cierta argamasa para obtener su impermeabilización. Este conducto o caz recibe diversos nombres en Andalucía como “cao” (Sierra de Cádiz), “caño” (Sierra Norte de Sevilla) o “adelantao” (Almería).    


En numerosas ocasiones estas canalizaciones tienen que salvar desniveles muy pronunciados; para ello se construyen amplias arquerías o pilares para sustentar la acequia e incluso se colocan robustos contrafuertes para contrarrestar la fuerza y presión del agua. Por otro lado, para poder poner en movimiento las ruedas de un molino es necesario que el agua llegue con cierta fuerza a la rueda o rodezno. En muchas ocasiones esta fuerza se consigue mediante un salto de agua, que se produce cuando el agua de la acequia se precipita por un pozo o galería vertical. Con frecuencia se trata de conseguir una elevada presión llenando de agua todo un pozo vertical, el cual deberá ser más ancho en su boca que en su final. Esta columna de agua, debido a su peso y a la presión provocada por el estrechamiento en el extremo del pozo, produce la salida virulenta del agua con una fuerza capaz de hacer girar el rodezno a las revoluciones deseadas. Este pozo de sección circular se denomina genéricamente "cubo". Posee unas dimensiones variables: el ancho de su boca oscila entre 60 cm y un metro, y su profundidad entre los cuatro y los doce metros. Por otro lado, la boca del cubo puede tener formas diversas, predominando las circulares, las ovaladas y las lanceoladas. La mayoría de los molinos poseen dos cubos, existiendo una rueda o mecanismo de giro por cada uno de ellos. El sistema de giro empleada es el de ruedas horizontales. Estos rodeznos son pequeñas ruedas de corriente horizontal cuyas paletas curvas, cucharas o alabes, reciben el empuje del agua que sale por el saetillo. Este saetillo es una pieza de madera troncopiramidal situada en la salida inferior del cubo, cuyo estrechamiento provoca una mayor presión y dirección del agua sobre los alabes, con lo que se consigue un mayor giro del rodezno. Esta rueda horizontal se sitúa en la bóveda de desagüe, justo debajo de la sala del molino, conectada sólidamente con la piedra volandera a través de un eje o árbol de transmisión. Dicho eje posee dos partes diferenciadas: la maza o tronco de madera al que se sujetan los radios del rodezno, y el palahierro o vástago cilíndrico de acero que encastra por su base en la maza de madera y se afianza a la lavija, pieza metálica situada en el centro de la piedra volandera.

    Todo el conjunto reposa sobre una viga de madera que impide el desplazamiento del rodezno, a la vez que sirve para elevarlo a voluntad desde la sala del molino, en cuyo centro existe una oquedad destinada a contener el "dado", un eje de bronce sobre el que gira el rodezno.

    La molturación del grano se produce por la fricción entre dos grandes piedras circulares. De ellas, la inferior, llamada solera, está fija e inmóvil sobre un poyete elevado o alfanje, y la superior, denominada volandera, gira sobre la solera, siendo ambas de idénticas dimensiones. De los distintos tipos de piedras, las más utilizadas fueron las "blancas", muelas de una pieza obtenidas en las canteras andaluzas, cuya dureza y composición variaban según su lugar de procedencia. Debido al intenso desgaste que sufrían las piedras blancas y dado que no duraban más de dos o tres años, fueron sustituidas paulatinamente por las denominadas "francesas", piedras hechas de varias piezas de mayor dureza y consistencia.

    Ambas piedras tienen labrada las caras internas, la superior en la solera e inferior en la volandera, a base de surcos y ralladuras de distinta intensidad, de forma excéntrica, a fin de triturar el grano y evacuar de la mejor manera posible la harina. Dicho grano cae desde la tolva hacia la solera a través de un orificio u ojo situado en el centro de la piedra móvil. Debido al polvo que levanta la molienda, estas piedras se suelen cubrir lateralmente con un guardapolvo de tendencia circular, evitando a su vez que la harina se esparza por la estancia. Desde la sala del molino se podía controlar la velocidad de giro del rodezno, cuestión muy importante para realizar una perfecta molturación y obtener así una harina de calidad. Esto se hacía mediante un conjunto de llaves y largos vástagos de metal que, atravesando el suelo del molino, topaban con los mecanismos situados en la bóveda: —La “llave” permitía abrir o cerrar a voluntad la boca del saetillo, cortando o abriendo el paso del agua hacia el rodezno. —El “alivio” engarzaba con uno de los extremos de la viga de madera que sostenía el rodezno, de modo que se podía subir o bajar a voluntad todo el mecanismo de giro. Dado que el rodezno estaba sólidamente unido a la volandera, este movimiento ascendente-descendente permitía regular la separación entre las piedras.— El “freno” paraba el giro del rodezno desde la sala del molino, desviando el chorro de agua del saetillo. Por otro lado, el agua que desciende por el cubo del molino desagua por la "bóveda", lugar en el que se ubica el rodezno.

    Esta estancia abovedada suele construirse con ladrillos o bien puede aprovecharse alguna cavidad natural, siendo fácilmente reconocible por situarse en la parte más baja de la edificación y presentar un arco de medio punto al exterior. Estas cavidades suelen desaguar sobre una nueva acequia, conduciendo el agua hasta el siguiente molino, lo que produce un ahorro de agua y aprovechamiento de energía importante; o bien reintegran el agua directamente a su curso natural, lo que evita pérdidas innecesarias de caudal en la cuenca afectada.

Por Alberto Bernabé Salgueiro.- Doctor en antropología 

domingo, 23 de mayo de 2021

La lluvia infinita 9/18

Capítulo 9

Diario de Pedro de Ortega 8

15 DE FEBRERO.

Sarmiento ha llenado ya mucho papel con las palabras que está aprendiendo de los indios, pues es su intención escribir una gramática sobre su lengua, que ya no considera hermana de la de los indios del Perú, pese a que pensaba, en un principio, que ambas estaban emparentadas.

Pero al momento ha desviado su conversación hacia Mendaña:

-Éstas no son las islas del rey Salomón, pues éstas están mucho más abajo. Ni tampoco son las de Ninachumbi y Hahuachumbi, a las que marchaba el inca Tupac Yupanqui en busca de riquezas. Ésas las dejamos mucho más atrás, cuando este audaz marinero ordenó mudar el rumbo sin mi consentimiento, fijándose sólo de ese corto marino llamado Hernán Gallego. –

¿Dónde estamos pues?

-Éste es el archipiélago de Jesús, que es nuevo para los cristianos, peno no es la legendaria Ofir. ¿O acaso ha visto usted, señor Ortega, alguna seña, en forma de minas de oro, fabulosas ciudades todas de mármol, que le hacían pensar lo contrario?

-Nada he visto.

-¡Pues ya lo ve! Pero este petulante sin barba está con-vencido de que es así.

-El almirante no es un experto marino, desde luego, pero me creo que se comporte como un pavo.

-Lo único que le diferencia de un pavo es el color de sus plumas.

En tales términos se ha desarrollado nuestra conversa-ción, que ha sido interrumpida por un soldado, Alonso Martín, que se ha llegado hasta nosotros para decirme que Mendaña me requería.

El general se había llegado a la playa acompañado del tesorero de la expedición y escribiente personal, Juan Gómez, para fiscalizar los trabajos en el bergantín:

-Habrá que doblar los turnos señor Ortega.

-Con esta lluvia los hombres se amotinan al momento.

-Las órdenes se obedecen, señor Ortega, no se interpretan. Además, entiendo que esta tarea debe ser responsabilidad directa suya, pues he dispuesto también que sea usted el que capitanee el bergantín. El piloto será Gallego.

-¿Y Sarmiento?

-Sarmiento lo necesito a mi lado para otras tareas. Cuando Mendaña se ha marchado, ha sido Gómez quien me ha interrogado.

-¿Ha visto, señor, en su entrada en Santa Isabel que los naturales llevasen consigo objetos dorados?

-No los he visto.

Ha torcido el gesto, aunque le he tranquilizado:

-De todas maneras, parecen desconocer los metales, pues son gente atrasada, que probablemente acaba de descubrir ahora el fuego.

No ha parecido convencerle.

16 DE FEBRERO.

Hoy he dispuesto los turnos dobles, con lo que los hombres, ahora, trabajan de sol a sol.

Pero su cansancio es grande.

Y su furia, mayor.

Lo sé.

Está en sus ojos.

No he podido dejar de decírselo a Sarmiento.

-Si se cansan, no piensan.

Eso es lo que ha respondido.

Pero los ojos de los hombres dicen.

Dicen mucho.

Dicen que el viaje no les ha procurado mas que fatiga,

hambre y enfermedad.

Y ningún premio.

Los indios se nos acercan durante todo el día: miran, curiosos, nuestro trabajo, y, a veces, nos traen cocos. Otras, tiran piedras y hay que ponerles en fuga disparan-do los arcabuces.

Esta tarde salieron en sus canaluchos, y volvieron, va en el ocaso, con algunos peces, que he ordenado requisar, pues estamos todos tan afanados en el bergantín que ni salir de pesca en las chalupas hemos podido:

Pero si es para comer, Isabel, no se quiebra ningún mandamiento, y menos con los indios.

17 DE FEBRERO.

No sé si habrá sido por el asunto de los peces, pero el caso es que ha sucedido un hecho de lo más singular. No acababa de llegar Mendaña a la playa con los prime-ros naranjas del alba cuando se han acercado medio centenar de indios, con Bile al frente, que traía algo envuelto en unas grandes hojas como de palma; estas hojas, a causa de la lluvia, están siempre verdes y húmedas, con lo que hemos aprendido que son muy útiles para conservar el pescado, que era lo que un principio pensábamos que nos traían.        

Pero nos hemos estremecido de horror y asco cuando al abrir la hoja se ha visto que nos ofrecían un brazo humano, no muy grande, por lo que debía de haber pertenecido a algún muchacho.

Y Bile ha dicho

-Naleha, naleha.

Esto, dijo Sarmiento, significa: comedlo: y les ha respondido:

-Teo naleha urra.

Que quiere decir: nosotros no comemos eso.

A Mendaña se le ha descompuesto el rostro y ha empezado a chillar a los indios, llamándoles salvajes, y les ha amenazado de manera muy v violenta, con lo que han soltado el brazo y han salido corriendo.

El almirante ha ordenado a un soldado que enterrase el brazo del desdichado.

Aunque los indios no han vuelto a aparecer por la playa, ahora cuando escribo esto, Isabel. se oyen grandes aullidos, gritos, tambores y caracolas que vienen del pueblo de Bile, como si se preparasen para la guerra.

18 DE FEBRERO.

Bile y sus hombres con gran cantidad de cocos.

He entendido, y así se lo he dicho a Sarmiento, que esta gente anda enfadada por lo de los peces, así que he ordenado a todos los míos que no se les roben más peces, que ya los pescaremos nosotros cuando disponga; y no, Isabel, porque les temamos, que no es eso, sino porque tengo a los hombres muy agotados por el trabajo del bergantín y no están en disposición de luchar con nadie.

Si los indios son pacíficos, conviene que sigan siéndolo.

Al menos, hasta que se acabe el bergantín.

Luego, Dios proveerá.

Ya sabía yo que los turnos dobles nos iban a traer más perjuicio que beneficio.

Hoy, a lo largo del día, ha ido amainando la lluvia, con lo que el trabajo ha ido avanzando más que en días anteriores. Ya está el armazón acabado; he dado descanso a los hombres y dicho a Sarmiento que no informara de ello.

Sé que no lo hará.

Al anochecer, la lluvia se ha tornado violentísima y han aparecido furiosos rayos.

20 DE FEBRERO.

Durante estos dos días ha llovido sobre Santa Isabel con tal fuerza que no se ha podido trabajar nada, ya que la cortina de agua era tan espesa que no es que no se pudiera caminar bajo ella, es que no se veía nada de nada.

Isabel, desde donde estás, reza para que esta lluvia infinita, cuyo rumor, por las noches, no nos deja ni conciliar el sueño, cese.

21 DE FEBRERO.

A mediodía de hoy, aunque es un decir porque con el clima de esta isla muchas veces no se sabe a qué altura está el sol, ha llegado el alférez Enríquez con sus hombres, fatigados, y algunos de ellos, heridos, aunque no de gravedad.

Hemos marchado Sarmiento y yo con él a la capitana, para ser informados, junto a Mendaña, de todo cuanto se ha visto, oído y descubierto.

Ya en la cámara del almirante, el alférez nos ha contado que en Santa Isabel, salvo la gente de Bile y dos tribus más, son muy belicosos los naturales; y muy numerosos y temerarios en el combate, que sólo los arcabuces, cuando se ha podido hacerles hablar, han conseguido ponerlos en fuga.

Pero, entre que la pólvora estaba casi siempre húmeda, y que los indios son muy diestros a la hora de agazaparse en la selva y darles emboscada, han tenido que luchar, las más de las veces, cuerpo a cuerpo con ellos.

-Y solo nuestro acero nos ha dado ventaja, pues ellos, con sus macanas de piedra, necesitaban acercarse mucho para herirnos, mientras que nosotros los manteníamos a raya con nuestras espadas y albardas.

Enríquez sí que ha visto de cerca los grandes caimanes.

-Y serpientes tan gruesas como la pierna de un hombre, y pájaros de gran colorido como nunca he visto. Y por la noche a veces se oyen chillidos como venidos del infierno. Pero, con todo, lo peor es la selva, tan espesa que el caminar es lentísimo. Y luego está ese cieno negro que te pega a la tierra...

Ha añadido el alférez que han cruzado varios ríos, algunos fétidos y otros dulces, pero ninguno con bancos de arena que le hayan hecho pensar que pudiera haber en ellos oro.

Anduvieron durante cuatro días hacia el Sureste de Santa Isabel, hasta que se encontraron con el mar, sobre un abrupto acantilado.

-Por esa parte se vislumbran más islas.

He asentido con la cabeza: nosotros también las vimos.

Enríquez ha finalizado su relato diciéndonos:

-Señor, conviene que esta gente de Bile nos acompañe, porque al tercer día de nuestra entrada pudimos comprobar que esta gente se hace la guerra entre ellos, y firman alianzas, porque un tauriqui que se hace llamar Mane nos hizo entender que conocía a Bile, y que era amigo suyo. Además, por los huesos que hemos encontrado en unos bohíos de palma, que nos parecieron humanos, creo que se comen entre ellos.

Mendaña ha felicitado a Enríquez por el éxito de su entrada, no sin antes decirle que iría en el bergantín con Gallego y conmigo.

Después de todo esto, he vuelto a la playa para ver cómo iban los trabajos del bergantín.

Y Gallego me ha dicho que no ha podido con los hombres, que nada más irme yo se han marchado al amparo de unas chozas que hemos hecho con ramas de palmera y no han querido trabajar más.

He escogido tres al azar y yo mismo les he azotado.

 

Jesús Rubio Villaverde. 1999 

domingo, 16 de mayo de 2021

Guadalcanal siglo XVIII

Incidentes en la feria de Guadalcanal

      Corría el año de 1784, hubo unos incidentes en la feria de Guadalcanal que vanos a destacar. En aquel año, ocho días antes de comenzar la afamada feria fue nombrado corregidor de la villa D. Antonio Donoso de Iranzos, abogado de los tribunales de la Nación, hombre de prestigio, tomó posesión de honrado e integro funcionario, celoso del cumplimiento de la ley, no obstante, era poco conocedor de los usos y costumbre de sus moradores del pueblo que le tocó gobernar.
    El día 23 de junio de este año, llegó al concejo de la villa una indagatoria de la cercana villa de Feria en torno a la desaparición de dos caballerías en la última feria de ganado celebrada feria de la Vega del Encinar en honor a la patrona santísima virgen de Guaditoca, de esa villa de Guadalcanal.
    Este exhorto fue trasladado para su tramitación e investigación a D. Juan Pedro de Ortega como alférez mayor de la villa y patrono administrador del Santuario y a D. Antonio Donoso de Iranzos, como corregidor y máximo responsable de la justicia plena en la villa.
    Las sospechas recaían por un lado sobre un tal Mateo Ximénez y su hijo, tratantes en ferias de ganados de toda la provincia de Extremadura, por ser reputados ladrones “públicos”, es decir, habituales en hurtos y jaranas, vecinos de Talavera la Real y que habían huido a Olivenza, hombres pendencieros y de dudosa conducta. Por otra parte, y según las autoridades de Llerena, villa a la que pertenecía jurídicamente Guadalcanal, las sospecha sobre tal robo declinaban sobre una familia gitana que abandonó precipitadamente la noche de autos el campamento.
    Al día siguiente fue llamado a careo por D. Antonio al arriero Juan de Ariza, que fue el promotor de la denuncia y dijo ser el dueño de dos caballos de carga de alzada y media, y dijo:
    Que la tarde anterior al robo estuvo de tratos con Vicente de Montes de raza gitana.
   Que este iba acompañado por otros de su raza llamados Pedro de Montes que dijo ser pariente y otro llamado Pedro Cárdenas que dijo ser patriarca de la localidad de Talavera de la Real.
    Que aquella noche se emplazaron en una taberna situada en la muralla de la Ermita frente a los soportales para cerrar el trato de venta de dos caballerías de mi propiedad, después de trasegar bastante vino de la vega del marqués se organizó una pelea entre dos grupos, uno capitaneado por un tal Mateo el largo y por otra por los Montes, a consecuencia de un corretaje que solicitaba el largo por la venta de mis caballos ya que había intervenido en el asunto de venta.
    Que en vista de los visos que adquiría la reyerta abandoné la taberna y me retiré a otra taberna.
    Que a la mañana siguiente al alba me dirigí a la Vega del encinar a ver mi recua y observé que me faltaban los dos caballos motivos del litigio,
    Que no localicé en la feria ni en los aledaños a ninguno de los individuos implicados en la reyerta de la noche anterior.

Recabadas ésta información y otras de vecinos de la villa que bien conocían la honestidad del arriero, el Sr. Iranzos a través de la Justicia de la Villa, remitió a la Real Audiencia de Extremadura en Llerena todos los testimonios.

He tratado de buscar más información de este litigio pero lamentablemente no he encontrado el desenlace.

Otro incidente cave destacar en aquellos días de la afamada Feria del Santuario de Guaditoca en el año del señor de 1784.

    Poco antes de la procesión, aquella tarde que se presagiaba festiva y tranquila surgió un incidente que requirió la presencia del recién nombrado Corregidor de la Villa, el Colector de la Parroquia D. Francisco Marqués y el Patrono litigaban por el pago adelantado de la asistencia a los Clérigos de la Comunidad de Santa María; cuestión ya surgida en el año anterior y de la que ya era conocedor el Vicario eclesiástico.
    Sostenía el primero que el Patronato estaba obligado a pagar a todos los Clérigos, aunque no fueran presbíteros.
    A lo que el Patronato respondió que sólo los sacerdotes tenían ese derecho, y reclamaba que el Colector le entregara la nómina de los asistentes, y a esto se negaba el Colector.
    Discutían ambos y exponían cada uno sus razones, si que si viese atismo de acuerdo.

    Amenazó D. Francisco al Colector con que no saldría la procesión, si no accedía el Patrono a lo que él creía justas pretensiones.

    Produjo la amenaza sus resultados, porque ante tal suspensión palidecía el Patrono, que medía las consecuencias gravísimas que esto podría ocasionarle, y solicitó la mediación del Corregidor.

    Intervino éste amistosamente, limando asperezas, pero con cierta reserva, y se avino D. Juan Pedro a pagar, y concedió el Colector la salida de la Virgen, terminándose el incidente, al parecer en paz, pero quedando abierta una sima entre el Corregidor y el Patrono, tan profunda que se absorbería la amistad, que solo contaba de garantía con una semana, o poco más, que llevaban tratándose.

    El incidente de la procesión fue una nubecilla muy pequeña en el hermoso cielo de la feria de Guaditoca: “no pasarían muchos años sin que se desencadenase la borrasca”.

Días después de la feria, no habiendo pagado De Ortega los derechos al Colector, acudiendo éste a la Audiencia del Corregidor para que obligara a D. Juan Pedro a “que luego incontinenti, y sin dilación alguna, apronte los doscientos treinta y un real, derechos beneficiales causados para satisfacer a sus individuos (los Clérigos de la Comunidad), sin admitirle escusa alguna, por ser causa privilegiada, apercibiéndole que en lo sucesivo evite todo escándalo en semejantes actos y se abstenga de valerse de pretextos que no son de su inspección, satisfaciendo igualmente las costas causadas”

    Muy diligente se mostró el Corregidor en este asunto ¡ojalá que más tarde hubiera tenido la misma diligencia en cumplir las órdenes del Consejo! Y por auto del mismo día, mandó que pagase D. Juan los reales que le mandaba el Colector “sin dar lugar a contiendas o nuevas instancias y guardando al clero la justa y regular consonancia”.

    Como consecuencia de futuros pleitos D. Antonio Donoso de Iranzos dictó:

    Sentencia del Corregidor – 20 Junio 1784 –

“… Que mediante ser la instancia causada en este Juzgado real por el dicho Colector D. Francisco Márquez puramente contraída al pago de derechos devengados por la asistencia del Clero y Comunidad de dicha su Parroquia (que la hizo según costumbre) a las fiestas y procesión de aquella Santa Imagen, como lo reconoce y confiesa D. Juan Pedro de Ortega, con sola diferencia de negarse a pagar los quince reales consignados a un Capellán, no presbítero, y los seis restantes aplicados a algún sacristán o acólitos en que va la pretensión del Colector conforme a razón y a la práctica universal que se observa en cuantas concurrencias se costean a las Comunidades eclesiásticas, haciéndose muy reparable que con la disputa de los derechos de los Capellanes, no sacerdotes, se haya dado lugar a originar un pleito, cual se anuncia en la Audiencia eclesiástica, pendiente más tiempo de un año; y en atención a no perjudicar a éste el hecho de no pagar la presente concurrencia de dicha Comunidad, a quien debió prevenir de antemano el referido D. Juan Pedro se escusase la del capellán para eximirse del pago, no teniendo lugar su resistencia, después de su concurso, sobre cuyo fundamento han recaído las providencias de este Juzgado (no reclamados por aquél en tiempo, modo y forma oportunos) con el justo fin y objeto de atender a los Ministros de la Iglesia y sus derechos, sin transcender a turbar el conocimiento de la audiencia ecca., en la discusión de ellos para lo sucesivo, sobre que se reconoce bastante entidad en el referido Administrador. o Mayordomo por el mismo hecho de la duración del citado exhorto y providencia en él inserta, sin acuerdo de letrado, y con el sonido de apercibimiento, nada conformes a la regular consonancia ni a los miramientos de este Juzgado, que espera de la Audiencia más reflexión para en adelante, debía mandar y mandó que por lo prevenido en cuatro y quince del que rige, a solicitud de dicho Colector, se haga saber al referido D. Juan Pedro de Ortega cumpla con el apronto de la cantidad, que por aquél está demandada por esta vez, y por la explicada asistencia, sin perjuicio de su derecho y el del fondo de la Ermita en disputa promovida en la Audiencia ecca. Lo que cumpla en el término que le está asignado y nuevamente se refrenda, con igual apronto de costas, pena del apremio decretado y demás que haya lugar y con reserva de las providencias a que se ha hecho acreedor por la inobediencia que de facto ha manifestado e irregular medio que ha tomado de insediar este Juzgado real de su natural subordinación… Y por un efecto de equidad y atención a sus circunstancias y urgencias, que tiene representadas de su labor y otras que se consideran consiguientes a su oficio, se le alza por ahora el arresto impuesto, con declaración y advertencia de que la inhibición que supone de la instancia verbal (que en el sitio del Santuario hizo el dicho Colector) es errónea y mal concevida, respecto de habérsele mandado pagar los derechos de la Comunidad, sin perjuicio de la instancia ante el señor ecco., y que no diese motivo de contienda, ni escándalos, como el de suspender la procesión con expectación y desagrado del concurso”. (sic).

    Esta sentencia del Corregidor adversa al poderoso Sr. De ortega, fue aceptada por este, y en el mismo día pagó el Patrono los 231 reales, que debía abonar a la colecturía y las costas, que se regularon en 123 reales.

    Terminó aquí, al parecer, el asunto, pero este era el comienzo de una serie de pleitos y litigios, cuyo final sería el traslado de la feria, viniendo así a la postre a pagar el Santuario las rencillas y disgustos de unos con otros. En mala hora se unió la suerte de aquel a una familia, pues si disfrutó en parte del auge de esta, también fue arrastrado a la decadencia y ruina que a ella más tarde sobrevino.

Fuentes.- Gitanos en Extremadura, Los últimos días de la feria de Guaditoca, Archivo Municipal de Guadalcanal y Real Audiencía de Extremadura.

domingo, 9 de mayo de 2021

La lluvia infinita 8/18

Capítulo 8

Diario de Pedro de Ortega 7

9 DE FEBRERO.

 Ha seguido la lluvia.

Esta lluvia infinita.

Tenemos las ropas tan caladas -las celadas, petos y morriones son aquí ociosos- que parecen armaduras, y el aire, por la humedad, es tan pesado, que más de una vez parece que nos va a aplastar el pecho.

Antes de llegar a la falda de Tiarabaso, hemos cruzado un río, tan cenagoso y fétido que crecen unos mosquitos de largos como la mitad de la palma de mi mano. Su zumbido es aterrador.

También nos ha parecido ver caimanes, pero tan grandes que tan sólo recuerdan a los que hay en el Perú.

Aunque esto último es algo que no puedo certificar como cierto pues el río fluye en medio de una selva tan espesa y fiera que ni la luz, casi, se atreve a entrar.

Cuando hemos llegado a las primeras estribaciones de Tiarabaso nos ha atacado, porque así hay que decirlo, una niebla tal, que he ordenado a los hombres que se asieran todos a una cuerda porque me parece que hubiera sido muy sencillo perderse; pero al poco de empezar la ascensión, niebla y selva parecen haber huido ante la hierba que nos ha acometido.

Es de un verde que nunca había visto y tan alta que casi siempre nos tapa los ojos.

El lugar natural para una emboscada que, gracias a Dios, no ha llegado.

La hierba, y el barro negro que nace en esta isla de volcanes, nos han obligado a andar muy despacio.

 Tiarabaso es de una altura considerable, pero de fácil escalada, pues su naturaleza volcánica la dota de numerosas grietas y escalones que facilitan el apoyo.   No es necesario emplear casi las manos para ascenderla.

Con toda la fatiga que nos ha producido la subida, ha sido lo más agradable de cuanto hemos tenido que realizar en esta primera entrada en Santa Isabel.

10 DE FEBRERO.

Es isla.

Esta tierra es isla y no continente.

Sarmiento se equivoca: esta tierra no es la Nueva Guinea. Desde la cima de Tiarabaso, gracias a Dios menos escarpada de lo que en principio parecía pues también es de justicia que esta tierra, hasta ahora hostil, también nos favorezca, y aprovechando que la lluvia ha sido algo más tibia, porque desaparecer no lo hace nunca, hemos visto mar por todas partes, y, hacia la parte del Sureste, muchas más islas y nubes bajas, con lo que ésta isla es la primera, o la última, de un gran archipiélago.

¿Serán las que andábamos buscando, esas tierras a las que iban las naves del rey Salomón para cargarse de riquezas?

He de decirte, Isabel, que no me han parecido estas tierras, por lo visto hasta ahora, ricas en nada que no sean penurias.

Algunos hombres han debido de leerme el pensamiento, pues cuando hemos parado a descansar y a comer en el mismo lugar en el que pasamos ayer la noche, uno de ellos, Alonso Cabezas, me ha dicho:

-Podrán ser estas islas muy ricas, pero desde luego que no son el paraíso, excelencia.

Este Alonso Cabezas, arcabucero notable, es de esos hombres, tan poco abundantes; que hablan poco pero que cuando lo hacen, son certeros como el águila. Me he limitado a asentir con la cabeza.

Como ya conocemos el camino andado y las provisiones escasean y no nos atrevemos a tomar nada de lo que esta isla nos ofrece por temor a ponernos malos he ordenado apurar el paso.

Además, esta lluvia infinita nos ha mojado toda la pólvora, por lo que nos son inútiles los arcabuces; y si los naturales nos preparasen una emboscada, pues aunque la gente de Bile se ha mostrado pacífica, no sabemos si todos lo son, ni sabemos cuales son sus habilidades, no sé cómo podríamos manejarnos en una lucha cuerpo a cuerpo contra ellos.     

Por eso, cuando nos hemos detenido, he ordenado doblar la guardia, decisión que no ha gustado a los soldados, que están muy fatigados.

Pero más vale velar una noche que dormir para siempre. Al menos, Isabel, eso es lo que yo entiendo, pero no es fácil exigir sacrificios a cambio de nada.

11 DE FEBRERO

Por la mañana, íbamos a salir del claro cuando han llegado unos indios, que no parecían, en principio, los de Bile.

Portaban macanas con filo de piedra, eran, también amulatados y de la misma altura, pero uno de ellos, con la cara teñida de blanco, que creo que era su jefe, ha empezado a agitar los brazos, a saltar y a hacernos señas diciéndonos que diéramos la vuelta.

Como no hemos respondido, todos a una señal de su jefe, han comenzado a agitar las macanas sobre sus cabezas y a aullar como si les hubiera poseído el mismísimo Satanás.

De esa manera preparan ellos los ataques, pues al instante han comenzado u lanzarnos piedras, y como no había macla que tratar va con ellos, hemos arremetido.

Ante la furia de nuestro ataque y lo afilado de nuestras espadas han huido, quedando al menos seis de ellos muertos o heridos sobre el negro fango en el que crece esta isla.

A media tarde hemos llegado a la playa, donde había más indios y algunos de los nuestros, entre ellos, Pedro Sarmiento, que intercambiaba gestos y señas con ellos, y escribía todo lo que ellos le iban diciendo.

Sin pararme a más, he ordenado a dos marineros que me llevaran en la chalupa a la capitana para referirle a Mendaña todo lo visto en estos días.

Cuando le he certificado al almirante que estábamos en una isla, me ha ordenado que mañana salga a la playa con toda la gente, dejando en la almiranta sólo a la guardia imprescindible, pues tenía intención de celebrar la primera Misa en estas latitudes y de tornar posesión de la isla, que se va a llamar Santa Isabel de la Estrella.

Santa Isabel porque era la fiesta que se celebraba cuando salimos de Lima, y de la Estrella gracias al cometa que nos ha señalado este puerto tan seguro en el que han fondeado los dos navíos.

He marchado a la almiranta, donde me esperaba ansioso Jerónimo, que enseguida me mostró su alegría porque la primera entrada en la isla había salido bien.

Y no ha podido ocultar su gozo cuando le he dicho que esta isla va a llevar tu nombre, Isabel.

Le he contado todo lo que hemos visto, y se ha indignado con la actitud de los indios con los que nos hemos enfrentado en el claro.

También se ha acercado hasta mí Gallego, quien, con la ansiedad nublando sus ojos, me ha interrogado sobre todo lo visto, pero ha mostrado un muy especial interés en que le contara si hemos percibido señales de las riquezas que debe haber en esta isla, pues dice que Mendaña, y todos los demás, menos Sarmiento, creen que ésta es una de las que conforman el archipiélago de las Salomón, y cuando le he dicho que no, ha hecho un gesto extraño, como si mis palabras sólo le certificaran algo que él ya sabía.

12 DE FEBRERO.

Bajo la infinita lluvia, al amanecer, y tras alzar entre varios marinos y soldados una gran cruz hecha con troncos de palmera, hemos cantado todos el Vexilla regis prodeunt.

Después, y ante el silencio asustado, que no respetuoso, entiendo, de un buen número de indios, el padre Francisco Gálvez ha cantado la primera misa que se escucha en esta parte del mundo.

A mitad del oficio, la tormenta ha arreciado y han surgido del cielo tales rayos y truenos como nunca he visto, Isabel, que parecía que se iba a resquebrajar el cielo.

Aún así, la misa ha continuado.

Al término de ésta, Mendaña se ha acercado a los indios y ha pedido a uno de ellos, que parecía que los mandaba y no era Bile, que acompañaran al alférez Enríquez, que iba a realizar otra entrada al interior de Santa Isabel, que en su lengua ellos llaman Samba.

Han accedido tras prometerle al jefe que le llevaríamos, con algunos de los suyos, a los navíos, que parece que les llaman mucho la atención.

Mientras, Juan de Torres ha empezado a enseriarle a uno de ellos a rezar el Credo: y el franciscano ha dicho que esta gente es buena y de excelente disposición, pues ha aprendido a decir parte de la oración con sólo repetírsela dos veces.

Y es que son gente de adoraciones, pues le rezan al sol, a la mar, a la selva, a las culebras, que aquí hay muchas aunque no parecen peligrosas, y a los peces.

13 DE FEBRERO

Enríquez ha salido hoy con dieciocho hombres; Sarmiento sigue anotando palabras.

El resto tiernos comenzado a construir el bergantín que nos llevará a más descubrimientos, pues las naos son demasiado pesadas, y con mucho calado, como para navegar cerca de las costas de estas islas, tan pródigas en bajos y arrecifes.

Y la lluvia, te recuerdo, Isabel, sigue

14 DE FEBRERO.

Con este tiempo, el trabajo en el bergantín, que debe estar acabado en quince días, ha dicho Mendaña, se retrasa, y no se puede decir que nuestros hombres son torpes, que no lo son.

Hoy, los franciscanos han conseguido hacer pan con la ralladura de un tubérculo que los naturales llaman ñame, y que yo, ni nadie de los que estamos aquí, habíamos visto nunca.

Era basto al paladar, pero de buen sabor, que recuerda algo a la yuca.

 Jesús Rubio Villaverde. 1999

domingo, 2 de mayo de 2021

Castelló y San Miguel.

 


Retazos de su vida 


Mucho se ha escrito sobre el monasterio de San Miguel de la Breña, pero lo que muy pocos saben es sobre quienes fueron sus propietarios, la finca fue comprada por el General Castello, nacido en el vecino pueblo de Guadalcanal, que llego nada más y nada menos a ministro con la Republica, tuvo dos hijas fruto de su matrimonio con Lola Gauthier, su hija Lola escribió retazos de su vida en un libro publicado en 1988 por la editorial Siddharth Mehta Ediciones.
El General sufrió prisión durante años, fue condenado a muerte e indultado posteriormente por Franco, la vida de este hombre es una historia digna de ser leída.
Lola Castello Gauthier, fue una mujer sensible que de niña sufrió la injusticia de esa España convulsa de la guerra civil. Mas tarde se dedicó al cuidado de su padre y al restablecimiento de su nombre.
Lola paso mucho tiempo en nuestra tierra (Alanis y Guadalcanal), y amo profundamente sus capos de San Miguel de la Breña, que gustaba recorrer en su caballo castaño oscuro. su padre le dedico una bella poesía, que hoy transcribo aquí, y en otra ocasión me gustaría volcar aquí la prosa de Lola Castello, por su belleza y ternura, mientras llega ese momento lean hoy la poesía que le escribio su padre.

En la villa de Larache
en una cosa bonita
nació mi hija Lolita
negra como el azabache.

Por retrasarse en venir
el padrino, que es mi hermano
la bautizo un franciscano
allá en Alcazarquivir.

En la bella comandancia
y escogidos invitados
que fueron agasajados
con sencillez y elegancia.

Con un feroz apetito
pues tragaba a todas horas
se crio como una bola
mamando sus dos añitos.

Así se desarrolló
sin darnos grandes trastornos
con una cara bonita
y un buen pelo enmarañado.

A nadie ya maravilla
que sin robar ni matar
lo paso bastante mal
en la cárcel de Sevilla.

Sin tomar una lección
es muy justo consignar
tiene gran disposición
en artes de dibujar.

Al presente se ha espigado
tiene el geniecillo fuerte
y gesto malhumorado
más le pasa fácilmente.

Come como un pajarito
tiene el talle de una avispa
un poco corta de vista
y no tiene mal palmito.

Se expresa correctamente
en francés y en español
redacta perfectamente
con gran imaginación.

No es gastosa ni tacaña
no es alegre ni tristona
en vestir no desentona
y en su trato no es huraña.

Pagando culpas ajenas
callo y aprendió a sufrir
olvida pronto sus penas
tiene fe en el porvenir.

¿ Tendrá suerte en el amor?
¿ Casara? ¿Tendrá chiquillos?
¿ Conservara su "magot"
o se los gastara algún pillo?

Son defectos y virtudes
que pintan de buena gana
todas las vicisitudes
que paso Dolores Ana. 

BREVES PENSAMIENTOS DE DOLORES CASTELLO GAUTHIER. 

No maldigo los sufrimientos que he pasado; quizás hayan sido necesarios para que formase mi carácter. La vida que ahora llevo tiene también su encanto. Mas tarde cuando la memoria haya borrado los detalles tal vez aparezcan aquellos (notas de 1977) No aparezcan tenía encanto alguno aquella vida. Lo único positivo que había en ella era la esperanza. Es verdad que los sufrimientos me hicieron más humana y comprensiva, ¡pero a qué precio! 

Morimos una sola vez en la vida. Las circunstancias nos hacen cambiar y nos convierten en personas diferentes de las que éramos. Es otra manera de morir, pero es una muerte que llega tan en silencio, tan insensiblemente, que apenas si sentimos su golpe. 

Me siento herida hasta por una palabra expresada en un tono un poco seco, no olvido las ofensas, pero las perdono. Si cualquier insignificancia me hace sufrir, cualquier pequeñez me hace feliz. 

El reloj del tiempo tiene sus caprichos, hace parecer los dias tristes muy largos. 
A veces vale más que los sueños no se realicen para que no pierdan su encanto. 

Manuel Francisco Castillo García 
Alanís 2020