Tercera Parte
El proceso de repoblación castellano que se
acomete tras la conquista terminó de definir el sistema urbano de la sierra, al
igual que en el resto de la Banda Gallega. En el área de la Sierra Norte, la
Corona impulsa desde Constantina la repoblación de El Pedroso, San Nicolás del
Puerto o Las Navas de la Concepción. En manos de los señoríos civiles y
militares quedaba la construcción de los recintos defensivos de Alanís,
Guadalcanal, La Puebla de los Infantes y Villanueva del Río, aunque estas
jurisdicciones fueron temporales y pronto todo el territorio de la Sierra Norte,
a excepción de Guadalcanal, quedó bajo la jurisdicción de la Corona formando
parte del alfoz de la ciudad de Sevilla. En lo que respecta a los
aprovechamientos, se continúa con la actividad ganadera que ya había adquirido
relevancia durante el período islámico. A la ganadería local y de trashumancia
corta que se desplazaba a los pastos serranos desde la Campiña y la Vega, se
añade ahora la de la Mesta que cruzaba Sierra Morena en dirección al Bajo
Guadalquivir. Los caminos ganaderos de la Mesta va densificando la red de vías
pecuarias de esta área. Por otra parte, la defensa de los pastos comunales para
el ganado local frente a la cabaña trashumante de la Mesta dio origen a uno de
los mayores referentes paisajísticos del área: la dehesa.
En la Sierra Norte, los efectos del
descubrimiento de América y el comercio indiano que marcan el inicio de la Edad
Moderna se reflejan en el desarrollo del viñedo y el olivar.
La exportación de los vinos serranos de esta
área a América fue muy relevante durante todo el siglo XVI, empezando a decaer
a mediados del XVII por la competencia de otros ámbitos. Esta expansión del
viñedo conllevó la proliferación, sobre todo en los entornos de Cazalla y
Constantina, de multitud de lagares. Cuando comienza a decaer la producción de
vino y muchas viñas se sustituyen por olivar muchos de estos lagares fueron
reconvertidos en almazaras, pero aún se conservan algunos registros que dan
testimonio de esta floreciente etapa económica en la Sierra Norte. Por otra
parte, esta área estuvo menos afectada que otras por la expansión de los
señoríos, aunque durante los siglos XVI-XVIII se detecta un importante aumento
de las grandes propiedades rurales.
A pesar de ello, los terrenos de pastos y
baldíos comunales seguían ocupando importantes extensiones de
terreno.
La primera mitad del siglo XIX está marcada
por la nueva organización administrativo-territorial que se establece en 1833.
Esta división vuelve a incorporar el núcleo de Guadalcanal a la jurisdicción de
la provincia de Sevilla, al igual que ocurre con el término de Peñaflor. Por
otra parte, la subdivisión de la provincia en partidos judiciales otorga
bastante unidad al área de la Sierra Norte. El partido judicial con cabecera en
Cazalla de la Sierra comprendía los municipios de Alanís, Almadén de la Plata,
Cazalla de la Sierra, Constantina, Guadalcanal, El Pedroso, El Real de la Jara
y San Nicolás del Puerto. En 1856 se suma Las Navas de la Concepción, tras
emanciparse de Constantina. Los procesos desamortizadores que marcan el desarrollo
de esta primera mitad del XIX tuvieron menos influencia en esta área, y en la
Sierra Morena sevillana en general, que en otros ámbitos provinciales. La
desamortización civil de Madoz fue la que más efectos tuvo al propiciar la
privatización de los baldíos comunales, dando lugar a la conformación de la
dehesa como gran propiedad privada y a la extensión del olivar. Dicha extensión
se realizó a costa de los cultivos de vid, que a finales del XIX reducen su
presencia a los ruedos urbanos tras la plaga de filoxera. La producción de
aguardientes se mantuvo como persistencia del pasado vinícola del área.
En el contexto del interés internacional por
la explotación minera en la región desde mediados del siglo XIX, se produce un
gran desarrollo de la minería industrial en los enclaves extractivos
tradicionales. La instalación de la siderurgia de El Pedroso es uno de los
máximos exponentes de este proceso, aunque dejó pronto de ser rentable por el
coste de la explotación de carbón de Villanueva del Río. El hierro atrajo
capital británico desde finales del siglo XIX. En las minas del Cerro del
Hierro la explotación se mantuvo hasta los años 80 y la explotación de
Villanueva del Río cesó en los años setenta del siglo XX, dando lugar a una
importante transformación urbana de la zona.
Este desarrollo de la minería conllevó
también un importante avance en las
comunicaciones de esta área serrana. El ferrocarril Sevilla-Mérida seguía la
línea de explotación minera, pasando por El Pedroso y con un ramal directo al
Cerro del Hierro, dejando de lado los núcleos principales de Cazalla y
Constantina. Va estableciéndose así una malla de comunicaciones que distingue a
la Sierra Norte del resto del ámbito serrano, completada por las carreteras
como el eje Lora del Río-Constantina-Guadalcanal. Esta red se va completando en
la primera mitad del siglo XX, estructurándose en torno al triángulo formado
por Cazalla, Constantina y El Pedroso.
Durante la primera mitad del siglo XX aparecen nuevo usos y procesos que transforman los paisajes y las funciones de esta área respecto al ámbito provincial. La Sierra Norte se configura como una pieza fundamental del sistema hidrológico regional, los cauces serranos abastecen a una gran parte de las ciudades y los regadíos del valle gracias a la construcción de diversos embalses. Por otra parte, con los planes de forestación que se desarrollan a partir de los años 40, muchas dehesas y bosques mediterráneos se sustituyen por repoblaciones forestales de interés maderero, eucaliptos y coníferas. Además, las dehesas tradicionales quedaron muy afectadas desde mediados del siglo XX por las transformaciones de los sistemas económicos que se dieron en Andalucía. El sistema de aprovechamiento que dominó estos espacios quedó truncado al especializarse en la ganadería y minimizarse el cultivo.
2.3. Dinámicas y procesos recientes
La historia reciente del área de la Sierra
Norte está marcada por el proceso de pérdida de población que se produce a
partir de la segunda mitad del pasado siglo. El territorio retrocede en más de
un 50% de sus efectivos, con consecuencias importantes en la dinámica
demográfica actual -abandono de enclaves rurales dispersos y despoblación en
núcleos principales, crisis y abandono de los sistemas agrosilvopastoriles
tradicionales, deterioro ambiental, envejecimiento y dependencia… etc.- que ha
tenido su reflejo en los paisajes actuales.
La dinámica que marca los procesos de
transformación reciente en los paisajes de la Sierra Norte se explica por las
dificultades de adaptación a los cambios producidos a partir de la
modernización y mecanización de la agricultura, que otorga un papel marginal a
los espacios de montaña media, en contraste con la posición competitiva de las
campiñas. Las producciones de olivar en pendiente, o incluso las vinculadas a
la dehesa, comienzan a ser poco rentables porque suponen mayores costes y menor
producción. Todo ello se acelera a partir de la apertura de mercados que se
produce con el Plan de Estabilización de 1959, y de la lógica que imponen los
intercambios comerciales orientados hacia la exportación. El resultado es un
exceso de mano de obra que emigra buscando oportunidades en las ciudades.
Si se observa la evolución de la
participación de los distintos usos en la superficie total del área, el proceso
más significativo es una evidente renaturalización: los bosques y masas
arboladas han aumentado en superficie un 6% y casi un 1% las repoblaciones y
plantaciones forestales. Retroceden las formaciones adehesadas y el olivar, y
en especial los pastizales y eriales. La actividad productiva vinculada a usos
agrarios sólo aumenta su participación en el total superficial en el caso de
regadíos y frutales localizados en pequeñas vegas al sur de Almadén de la Plata
y al norte de Guadalcanal.
La dehesa, uno de los principales sistemas
productivos de la Sierra, ha retrocedido más de un 3% en el periodo comprendido
entre 1956 y 2007. Hasta principios de los años sesenta no se habían producido
cambios significativos en la composición, estructura, dedicación y superficie
de las dehesas. La producción de lana de ovejas merinas, que había sido el eje
principal de la producción hasta del siglo XIX, fue sustituida por la
producción cárnica, de cerdo ibérico, de la que dependen la gestión productiva
de los cultivos y el arbolado. La supervivencia del sistema ecológico de la
dehesa requería labores permanentes de mantenimiento, para luchar contra la
matorralización y regenerar el arbolado con ciclos de siembra de encinas y
procesos de podado. En esta coyuntura la abundancia de la mano de obra y los
bajos salarios eran la premisa fundamental. El éxodo rural, el alza de los
salarios agrarios, el desarrollo de la ganadería industrial de aves y porcino,
la aparición de la peste porcina africana, el desarrollo de fuentes calóricas
diferentes a la leña, etc. explican en conjunto la inviabilidad del sistema de
explotación tradicional de la dehesa. La respuesta de los propietarios a la
crisis de rentabilidad de la dehesa a partir de los años sesenta es diversa:
repoblación con especies de crecimiento rápido para su uso en las papeleras o
demanda de madera (eucalipto, pino), dedicación cinegética, abandono seguido
por la invasión de matorral o intentos de modernización. Estos últimos se basan
en una sobreexplotación ganadera que, en muchos casos, se visibiliza en el
paisaje con las huellas de la erosión.
Otro uso que resulta de crecimiento
proporcionalmente significativo es el de embalses y láminas de agua. Durante la
segunda mitad del siglo se acomete la regulación de las principales subcuencas
que afectan al área (Viar, Rivera de Huesna, Retortillo), con la construcción
de los embalses de José Torán, Huéznar, Pintao,…
La década de los ochenta supone el inicio de
esa reorientación de la vocación territorial de la Sierra Norte, que determinará
el crecimiento de los bosques y los usos forestales.
Con la entrada de España en la Unión Europea,
este tipo de espacios de montaña pasan a convertirse en objetivo de las
políticas de desarrollo rural y de protección ambiental, ambas en este caso particularmente
convergentes. Desde mediados de la década ya se empiezan a reconocer por parte
de la administración algunos enclaves de especial interés para la conservación
en el área. El PEPMF, aprobado en 1986, cataloga Monte Negrillo y Cerro del
Hierro como el único paraje natural excepcional de la provincia, y establece su
protección integral. Otra serie de espacios se reconocen como complejos
serranos de interés ambiental con protección compatible (Sierra Morena Central,
Loma de Hamapega y Sierra del Agua, Sierra de la Grana y Cadelero, Sierra del
Pimpollar y Padrona, Cerro del Calvario, Cerro de la Traviesa, Loma del
Hornillo, Las Jarillas y Acebuchosa), así como un área forestal de interés
recreativo (Pintado) y las Ribera del Huéznar, el arroyo Parroso y el Viar como
complejos ribereños de interés ambiental. También destaca la existencia del
único paisaje agrario singular, en las Huertas del Arroyo de San Pedro de
Guadalcanal.
La práctica totalidad de los elementos catalogados en el PEPMF quedan integrados en 1989 en la figura de Parque Natural, establecida mediante la Ley 2/89 de Inventario de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía. A partir de ese momento, la mayor parte de las políticas públicas con incidencia en el paisaje se orientan a preservar sus valores ambientales y propiciar estrategias de desarrollo socioeconómico compatibles con los mismos. Así, se sucederán instrumentos de planificación ambiental (Plan de Ordenación de Recursos Naturales PORN- 1994; Plan Rector de Uso y Gestión PRUG -2000; ambos se actualizan en 2004; el Plan para el Desarrollo Sostenible PDS -2003, en proceso de actualización, etc.), que tendrán incidencia desigual, según sus objetivos y rango, en la conformación de los paisajes de componente natural y, en alguna medida, en los de dominante agroganadera, de propiedad privada, pero sometidos a determinadas limitaciones por su carácter de espacio protegido. Al mismo tiempo, la Sierra Norte va adquiriendo el papel de espacio abastecedor de servicios de ocio, turismo y actividades al aire libre. Esto se refleja en el aumento de los usos públicos del territorio, si bien con las limitaciones que supone el sistema de propiedad de la tierra en el área que arranca del siglo XIX, mayoritariamente privado, que restringe la posibilidad de dichos usos al mínimo, en contraste con otros parques naturales de Andalucía.
Paralelamente se está produciendo el
desarrollo del primer Plan Forestal Andaluz, aprobado igualmente en 1989, que
se orienta claramente a la protección y gestión sostenible de las masas
arboladas y a sustituir los suelos agrícolas marginales, poco productivos y en
proceso de abandono, y los pastizales y eriales, por nuevas masas forestales
arboladas.
Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla
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