El recuerdo más remoto que
tengo es que me llevan en brazos, no sé si mi madre mi prima Magdalena o mi
niñera Justa, que no lo veo claro. Yo, aunque no vivía en el pueblo, lo
frecuentaba mucho, varias veces al año, y siempre estaba acompañado de mi primo
Pepe Fontán. Él y su hermana Aurelia eran para mí como hermanos. Recuerdo los viajes
tan bonitos en tren, el correo de Mérida, con mis padres y mi hermana María
Dolores. Recuerdo trenes con muchos militares y moros, eso sería durante la
guerra. Mis amigos Manolo González Rincón y sus primos Pepe y Fermín Rincón,
con los que tanto me divertía jugando en el pueblo y en los alrededores, sobre
todo por las Erillas y huertas próximas hasta el puente de Sevilla y la sierra.
Recuerdo que mi hermana me subía a un risco que hay en la esquina de Costanilla
y Pozo Berrueco y aquello para mí era un rascacielos, debía de ser pequeñísimo
quizás finales del año 35 o 36. Se viene a mi memoria cuando creció una rama de
olivo en la fachada de la iglesia de San Sebastián por donde estaba la torre y
estaba todo el mundo admirado, hubo quien dijo que podía ser un milagro, o
cuando bajaron las campanas de esa iglesia para quitar la torre, nos subíamos a
ellas y le dábamos con piedras para tocarlas. Esa era mi parroquia. Ya habían pasado
los tiempos del Chato de Malcocinado. Recuerdo los bailes del casino de la
plaza, con una orquesta con el vocalista de color, de
Azuaga, cantando el Tico Tico, Santa Lucía, en forma en los primeros años cuarenta,
que estaban de moda, las coplas que hoy me siguen encantando. Recuerdo la
matraca en los días de Semana Santa y a Cabanillas tirando de la cuerda. Es que
no podían tocar las campanas con Jesucristo muerto. También recuerdo a mis
amigos los Quinteros, el mayor que murió joven y uno que era de mi edad, eran
de los más travieso que había en el pueblo, aunque el más famoso era Pepe, lo
recuerdo cantando al frente del grupo que acompañaba a la Virgen de Guaditoca
en las romerías. Recuerdo cuando me vestían de nazareno con mi primo en la
Soledad, en el año 50 me amaneció subiendo por la calle Granillos con una tuba
al hombro, íbamos acompañando a otra hermandad, quizás a Nuestro Padre Jesús,
pues era costumbre acompañarse unas a otras, o sea, una representación. También
vienen a mi memoria las músicas de la banda antigua de Guadalcanal, los
gañotes y la Verónica cantando en la plaza. Recuerdo lo mucho que jugaba en
casa de mi abuela María Dolores en la Costanilla, una vez la acompañé al
castillo de la Concepción donde vivía una mujer que proporcionaba grillos que
se metían en una jaulita de alambres y decían que era para ahuyentar a los
mosquitos, una costumbre antiquísima. También jugaba en casa de mi abuela
Encarnación en el Espíritu Santo, que por cierto había una fuente por allí
arriba, enfrente del convento, con un agua extraordinaria, pues bien, un día
nos llevó a mi primo y a mí a enseñarnos el pueblo, estuvimos haciendo una visita,
ella era muy religiosa, a la iglesia de Santa María y después nos enseñó, entre
otras cosas, el túnel y la vía desde el puerto y nos asomamos agarrados de la
mano y yo quedé asombrado. En una ocasión fue a confirmar el obispo de Badajoz
o fue una visita pastoral, no recuerdo bien, y nos acompañó ella, era la década
de los cuarenta. Recuerdo el jaleo de caballerías que había en Guadalcanal por
la mañana temprano y al anochecer, que es digno de recordarse; un pueblo
eminentemente agrícola con muchos labradores y hortelanos. El ambiente en
Guadalcanal era el mismo que a principios de siglo y aunque de los siglos
pasados con muchas calles empedradas desde hacía cientos de años según mis
abuelas. Recuerdo que aprendí a montar en bicicleta en el Palacio y calle Santa
Clara con mi primo y los Rincón. Un día bajé de la estación sin frenos y al
llegar a la carretera de Llerena frené con el pie y di un batacazo saltando por
lo alto y un perro que pasaba por allí en aquel momento también lo pasó mal.
Estos son vivencias y anécdotas que sé que le gustan mucho a mi gran amigo
Ramón Jiménez Rufián. Así no sé si se acordará cuando se iba la luz y decían
que algo pasaba en el Martinete que es donde estaba la central eléctrica. Me
decía Ángel Fontán que la cruz del Puerto la hizo él, que hay una corriente de
agua por debajo del pueblo y, según recuerdo, que hay un pasadizo secreto desde
el cementerio hasta la Iglesia de Santa María. Las entradas están tapadas.
Recuerdo los veranos con la feria y la antigua feria de ganado donde ahora está
la piscina y de las peleas que había en estas. También la procesión infantil
que el día de las Cruces de Mayo hacia el Sanito que andaba con una muleta.
Recuerdo que estando de médico en Casas de Reina y Reina pasé consulta en Guadalcanal
en marzo y abril de 1980 por el Dr. Chamorro en la calle Luenga y en la última
me tuvo que hacer las recetas Emilio Costillo ya que me fracturé la muñeca,
derecha al caerme con la niña, que tenía catorce días, sobre la vía de la
estación de estación de Las Casas, y ahora que me acuerdo estuve en la
celebración de la misa en Santa Ana el día 26 de Julio de 1979 donde leí la
epístola recién llegado D. Antonio.
Un recuerdo especial para mis
amigos de Guadalcanal, muchos ya fallecidos pero que los cito entre los vivos
porque siguen siendo mis amigos; como siempre, unos son más íntimos que otros,
con más relación o con menos, incluso muchos, compañeros de dominó. Baltasar López
de Ayala, Rafael Torrado Aguión, Ramón Jiménez Rufián, José Álvarez Medina,
Rafael Ibáñez Rincón, Manuel López Blandez, Cándido Rivero Sanz, Agapito
Hernández, Miguel Chaves Álvarez, Miguel Chaves Muñoz, Jesús Blandez, Cayetano
Blandez, Leopoldo Tena, Rafael López Oleína, Gerardo Pérez Morente; mis
recuerdos para mis compañeros los doctores J. L. Barragán, Ángel Marquínez,
Antonio Barrera y Ceferino Cabezas, y también para Bienvenido del Castillo y
Emilio Costillo, que me he enterado que ya no está en el pueblo. Era un buen
gastrónomo y excelente amigo y en dos ocasiones nos reunió a todos los médicos
incluido el farmacéutico Enrique Gómez-Álvarez y el médico de Ahillones Claudio
Cabezas Cuenca para comer en el casino. También recuerdo a Parrón, Ignacio
Núñez y Vicente Amigo, así como a Joaquín Yanes Rivero, Ignacio Criado, Rafael
Rodríguez Márquez, Casto Perelló y los hermanos Arcos.
Un recuerdo para Antonio
Fontán Pérez, Antonio Fontán Yanes, Collantes de Terán, Albero de las Heras y
Andrés Mirón padre, mi antiguo y gran amigo Carmelo Rivero, Ezequiel Rius y
parientes, Placido de Cote, Pepe el guardia, mis familiares Pepe Fontán y su
padre, Adriano Atalaya, asimismo Ignacio Cabezas, Ramón Agustín González
Rincón, Rafael Rivero Morente, Amador Rufián Cabezas, Antonio Yerga, Rafael
Montero y Jesús Rivero Yanes, y para mis amigos Manolo, Pepe y Fermín Rincón.
Mis saludos para los Sres. Alcalde, Cura
Párroco y Mensaque Romera.
Si se me olvida alguno, a pesar de esta
larga relación, le pido disculpas desde aquí.
Un abrazo:
ANTONIO GORDON BERNABÉRevista de feria 1998
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