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domingo, 26 de marzo de 2023

Los partidistas de Guadalcanal siglo XIX


Si eres detenido, jamás 

serás reconocido

       Hace un tiempo mi amigo y paisano Juan Daniel Blanco me comentó si tenía noticias de la Partida de Melchor y Merino (desde 1815 hasta 1819), me puse en contacto con mi amigo José Á. Rubio Omaña, responsable del área de investigación de la Asociación de Archiveros de Extremadura, esta asociación tiene gran documentación informatizada sobre las peligrosas partidas que abundaron por serranías y caminos de nuestra zona, parte sur de Extremadura y Andalucía Occidental en el primer tercio del siglo XIX.

          Estas partidas estaban formadas por bandoleros curtidos en mil batallas contra los franceses en la guerra de la Independencia (1808- 1814) o hombres sin futuro procedentes de las zonas rurales, que, con gran arrojo y valor, utilizando facas, toda clase de armar blancas y los trabucos y armas de fuego requisadas a los gabachos, cambiaron y aterrorizaros durante unos años la placidez de los autóctonos de la zona se influencia. Se desplazaban con gran agilidad por las sierras en caballerías y andando por tortuosos parajes, terrenos que dominaban a la perfección debido a que se unían hombres de cada zona.

         En estas partidas, se tienen referencia de una persona procedente de Guadalcanal, Manuel Atalaya Gómez, conocido como el Mellao y otro que era conocido como Pepe el Sapo, de este se reconoce sus apellidos. El Mellao fue fiel a la partida de Melchor y Merino hasta las últimas consecuencias, apresados ambos en la localidad portuguesa de Elvás, limítrofe con Badajoz. Tras su detención, fueron trasladados con otros bandoleros a la Sala del Crimen de Badajoz, operación que no se pudo realizar hasta pasadas las ferias de Trujillo, donde se había desplazado la tropa para proteger a los que asistían a este importante encuentro ganadero.

       Junto a ellos, igualmente fueron detenidos Antonio Merino (alias Zájaro), El Lechón, Almarza, Cojeras, Roque, los pacenses Lágrimas y Atilano, el portugués Loureiro y a una de las pocas mujeres que formaba la partida, llamada Rafaela Sánchez, conocida como la Valenciana o la Cortagargatas por su habilidad con el manejo de la faca. Todos ellos excepto el portugués, fueron ejecutados a garrote vil en Cáceres el 19 de junio de 1820.           


    La partida de Melchor y Merino a partir de esa fecha fue desapareciendo poco a poco y todos fueron ejecutados o se les aplicó la ley de muertos en huida, a Melchor González (alias Platero), natural de Zalamea, sería capturado en la Mancha y ajusticiado y pasado por garrote vil en Madrid en 1819, le denunció uno de sus compañeros de partida, se cree que el portugués Loureiro, que se benefició por este soplo y le conmutaron la pena de muerte por una de cadena perpetua. En cuanto a Merino lo localizaron en Malpartida de Plasencia, cuando trataba de comprar trabucos y reclutar bandoleros para rehacer y crear una nueva partida y desplazarse a Salamanca.

          Hay otra referencia de guadalcanalenses que las circunstancias los obligó a terminar de bandoleros, se trata de los hermanos Gutiérrez (Manuel El Planchao y Miguel el Tacones). Estos dos paisanos formaron parte de la Partida de Los Muchachos de Santibáñez, llamada así ya que la mayoría de sus miembros en principio eran naturales del pueblo cacereño de Santibáñez el Bajo, aun así, cuando las deserciones y detenciones mermaron la partida, por ello, se fueron incorporando de otras tierras, todos a su vez renegados y desertores de la guerra de la Independencia.

           Tal vez, sin duda hubiese más guadalcanalenses que formaron parte de estas y otras partidas, pero hay que tener en cuenta, que estos hombres eran renegados y desertores del ejército, por lo tanto, casi todos estaban indocumentados cuando eran abatidos o detenidos, además había entre ellos un acuerdo tácito, si eres detenido, jamás serás reconocido”.             


        En la mayoría de los casos, esta gente eligieron ser bandoleros y se convirtieron en asesinos, simplemente por supervivencia o por su no adaptación a la nueva situación de la vida social. Fueron sacados en su mayoría a la fuerza de su hábitat, llevados a una guerra desorganizada o militancia en un embrollado ejército. Por todo ello, los caminos para llegar al bandolerismo fueron muchos y no siempre coincide con la versión romántica que imprimieron los autores y cronistas de la época, ya que, si bien ayudaron a mucha gente desfavorecida, mostraron unos grados de crueldad que nada tenía que ver con el enfoque social y justiciero para lo que se crearon estas partidas. Terminando por ser un mal endémico y un auténtico drama para la buena gente, comerciantes, ganaderos o viajeros que sufrieron la inseguridad, robos, desolación y muerte que con aplicaban e imponían las partidas de bandoleros en las batidas de los inseguros caminos, cortijos y pequeñas poblaciones por donde actuaban y un amplio territorio que llegaron a dominar e imponer su propia ley.

           Estos hechos llevan a la Audiencia Territorial de Extremadura a dictar sentencias en rebeldía de los mencionados bandoleros. Ésta sentencias se exponía públicamente para conocimiento de los vecinos. En ella se dictaban las recompensas por captura, vivos o muertos, o los castigos que se imponían a todos aquellos que prestasen auxilio a cualquier miembro de las partidas. Ello contribuyó a la dispersión paulatina de unas bandas que durante años habían llevado el miedo y la muerte. Recompensas que iban desde los 500 ducados de vellón por la muerte o prisión de uno de ellos hasta los 500 duros por cualquiera de los componentes de la partida.

 Rafael Spínola R.

Fuentes. - Archivo Histórico Municipal Concejalía de Cultura, Excmo. Ayuntamiento de Cáceres, Historias de Montijo, Fernando Jiménez Berrocal (Bandoleros) y autor.      

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