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sábado, 27 de enero de 2024

Sobre el supuesto linaje judaico de los Enríquez

 

Doña Juana de Mendoza

¡Vete, tú judío!

              La expulsión de judíos de los reinos hispánicos fue ordenada por los Reyes Católicos en un edicto publicado en Granada el 31 de marzo de 1.492. La medida fue acogida en toda Europa corno un evidente signo de modernidad, e incluso existe una carta a los reyes enviada por la Universidad de la Soborna, la de máximo prestigio de la época, felicitando a la corona por haber tomado la medida. Aunque en el mismo Edicto de Granada, que indica la amplitud de la orden que incluyó los reinos de Castilla y Aragón y sus dominios y territorios, como los italianos (Sicilia), pertenecientes a la corona de Aragón, para el reino de Nápoles, conquistado en idas, existirá un edicto posterior de Fernando II. Durante mucho tiempo la bibliografía ha incidido en la importancia de la reina sobre el rey en la toma de la decisión, influida por algunos de sus principales consejeros como el padre Hernando de Talavera que estuvo a su lado durante 29 años. Estudios recientes han dado la vuelta a esta teoría e indican que fue el Rey Fernando quien más interés puso en la expulsión, aun cuando los judíos habían prestado muchos y buenos servicios a la corona de Aragón durante el reinado de su padre Juan II.   

           También en la corona de Castilla su contribución había sido destacable: sobre las finanzas del reino por medio de préstamos y ayudas, sobre la buena marcha del comercio y en llevar con diligencia y esmero la burocracia real. En la corte y en los medios aristocráticos no había existido antisemitismo en el siglo XIV ni en siglo XV, aunque entre las clases populares eran mirados con rencor y desconfianza, y en diferentes épocas se habían vivido episodios de persecuciones y asesinatos de poblaciones judías en lugares concretos de los dos reinos. Quizás en ese empeño del rey influyera una manera de lavar las raíces judías de su linaje. Según algunos testimonios y documentos a los que vamos a referirnos la madre del rey, Doña Juana Enríquez, hermana del Almirante de Castilla, perteneciente a la más importante nobleza castellana, emparentada con los Trastámara, tenía ascendencia judía por parte de madre, lo que biológicamente afectaba a Doña Juana esa ascendencia era mínimo, pero algo de sangre judía quedaba.                                                                            

            No solo es el caso de doña Juana sino también de su hermana Doña María cuyo hijo era el Duque de Alba, así que también la Casa de Alba recogería esa mancha en su blasón. Según un memorial anónimo de la mitad del siglo XVI, el bisabuelo de la madre del rey Fernando, D. Fadrique, maestre de Santiago, uno de los numerosos hijos bastardos de Alfonso XI y de Doña Leonor de Guzmán (miembros de la futura dinastía reinante de los Trastámara), se casó con Doña Paloma, una mujer judía nacida en la población sevillana de Guadalcanal, cuyos descendientes según testimonios de la época procrearon en abundancia "de manera que en Castilla casi no hay señor que descienda de Doña Paloma" según decía un romance de la época. Uno de ellos sería un tal Martí de Rojas, que solía acompañar al rey Fernando en sus jornadas de caza de altanería. En una de éstas, el halcón soltó una vez una garza que había apresado y se fue tras una paloma: "El rey que vio volver a Martín con las manos vacías, le preguntó por su halcón. Martín de Rojas le contestó: Señor allá va tras nuestra abuela".               

        Porque este Martín era también descendiente de la misma Doña Paloma. En 1481, Fadrique Enríquez, primo del rey Fernando, es protagonista de un suceso acaecido en la corte. Ante damas principales y bellas, ante nobles y caballeros y ante el cardenal primado Pedro González de Mendoza, un joven noble Don Ramiro Núñez de Guzmán entre chanzas e insultos, le recuerda a Fadrique sus antepasados judíos. La reina Isabel enterada del suceso ordena confinar a ambos en sus dominios. A Ramiro Núñez, hombres emboscados le dan una soberana paliza, por orden de Fadrique, la reina indignada pide al padre, el Almirante, que le entregue al joven rebelde, a lo que este responde: "Señora, no le tengo, ni sé dónde está". La reina pide que en el acto le sean entregadas las fortalezas de Simancas y de Rioseco. Fernando de Pulgar, cronista oficial del reino nos cuenta todos estos sucesos en un manuscrito fechado en 1535 que se conserva en la Biblioteca Nacional, donde aparece un fragmento del romance que se cantaba en los reinos sobre estos sucesos (sic): "caballeros de Castilla, no me lo tengáis a mal, porque hice dar de palos a Ramiro de Guzmán, porque me llamó judío delante del Cardenal". Fadrique Enríquez dijo en la discusión a su rival: " ¡Vete, para allá escudero!", y así insultado respondió:"¡Vete, tú judío!", aludiendo según el ilustre historiador Menéndez Pidal a una tatarabuela de "casta hebrea". Con estos datos, elusiones y silencios que preceden hay base de sobra para afirmar que tanto los Enríquez, como Fernando el Católico eran, por parte de madre, de ascendencia hispano-judía, y que el hecho era un secreto a voces en los siglos XV y XVI. Lo que pone de relieve el absurdo de que existieran estatutos de limpieza de sangre en unos reinos en donde los reyes y algunos de sus principales nobles: los Almirantes, la Casa de Alba, carecían de esa limpieza, como bien se encargó de anotar el ilustre historiador Américo Castro, a quien debo la inspiración de este trabajo. Gonzalo Franco Revilla

 Doña Juana de Mendoza.

            La primera Almirante Casada con Alonso Enríquez, tras un singular cortejo y una precipitada boda, tuvo trece hijos y gobernó los dominios de su esposo mientras este guerreaba. Alonso Enríquez fue el primer Almirante de la dinastía y primer señor de Medina de Rioseco. Sevillano, de Guadalcanal, nació en 1354. Su padre era el infante Fadrique, hijo del rey Alfonso XI y Maestre de la orden de Santiago. Su madre, al parecer, era una judía conversa llamada la Paloma, mujer de un mayordomo de Fadrique y que seguramente fue forzada por el infante, que debía de ser bastante golfo. Alonso tuvo que esperar veinte años para ser reconocido como sobrino por el rey Enrique II. 

            Pero no vamos a hablar de Don Alonso sino de su esposa, Doña Juana de Mendoza. Parece ser que era una señora de gran belleza, pero a la vez una hembra de las de armas tomar por su genio y temperamento. Hasta el punto de decirse que era “la más varonil mujer que hubo en su tiempo”, lo que entonces era un piropo. Alonso llegó a alcanzar fama como trovador al estilo provenzal de la época y, con gran ingenio, era capaz de salir de apretadas situaciones con unos versos. Desde joven dedicó a Juana poesías y cánticos, pero todas se estrellaron contra el frío corazón y la indiferencia de su musa. Tanto que en 1380 tuvo que dejar sus galanteos ya que la doncella se casó con el muy poderoso Diego Gómez Manrique de Lara, Adelantado de Castilla. Pero para fortuna de nuestro Almirante, en la Batalla de Aljubarrota (1385), murieron el padre y el marido de su amada, que quedó con un hijo y una ingente fortuna que la valió el apelativo de “la ricahembra de Guadalajara”, ciudad donde había nacido allá por 1361. A la viuda, joven, hermosa y riquísima, le llovieron toda clase de pretendientes que eran rechazados con la misma velocidad con que llegaban. En estas volvió a aparecer Alonso, cuyo amor no cesaba y continuaba en su empeño conquistador. Incluso contó con la intercesión del rey en su favor, pero el mensaje del monarca fue despachado por la dama con un altivo. “Majestad, un casamiento no es cosa de autoridad sino de cariño y libre albedrío". Sin darse por vencido, y disfrazado de paje, se presentó en el palacio de la dama para intentar convencerla ensalzando a su supuesto señor. Juana, con desdén y petulancia, contestó que no se casaría con el "hijo de una marrana” (como llamaban despectivamente a los judíos conversos). Alonso, enfurecido por el insulto -que hoy hubiera sido tachado de xenófobo- la propinó un soberano bofetón que la tiró de espaldas. Juana, llena de ira, ordenó a sus hambres que le detuviesen.

            Con la cara enrojecida y el orgullo tremendamente injuriado mandó llamar a un sacerdote. Todos pensaron que para que el paje confesara antes de ser ajusticiado, pero al reconocerle como el propio Enríquez, su soberbia la llevó a ordenar al clérigo que los casara de inmediato: “Para que no se diga que ningún hombre me ha puesto la mano encima no siendo mí marido" Tras tan singular boda, que el propio Almirante relató, seguramente adornada con algo de fantasía, en su obra “Vergel del pensamiento”, el matrimonio fue bastante feliz y tuvo trece hijos, criando, además, un hijo ilegítimo del marido. En 1405, Enrique IIII nombró a Alonso Enríquez como Almirante Mayor de Castilla, dicen que por influencias de su esposa en cuya familia debía recaer el título.

            En 1421, recibió del rey Juan II el señorío de Medina de Rioseco, de cuyo castillo ya era alcalde y donde había establecido su familia y fundado mayorazgo a favor de sus hijos. Desde la fortaleza riosecana gobernaba doña Juana los dominios de su esposo mientras este guerreaba con moros o cristianos y también aquí hizo gala de su fuerte personalidad. Así existe otra Leyenda que relata cómo hizo dormir a su marido y séquito fuera del recinto amurallado por llegar una noche a deshoras de alguna batalla -no sabemos sí de tipo bélico o erótico-. La razón: "no deben las castellanas franquear a nadie sus castillos en ausencia de sus maridos”. También se dice que uno de sus secretarios, prendado de su belleza, se atrevió a hacerle llegar su declaración de amor entre los documentos que había de despachar. La respuesta a la osadía fue el apresamiento inmediato y el que los riosecanos del siglo XV pudieran contemplar la no muy agradable estampa del funcionario colgando de la horca frente a las ventanas del alcázar, más o menos en el actual Corro del Asado.

            Hasta su testamento, redactado el 22 de enero de 1431, refleja su inmensa fortuna y, de nuevo, su fuerte carácter hasta el final de sus días. Mandó que “ninguno sea osado de hacer llanto por mi" y pidió ser enterrada en el Monasterio de Santa Clara en Palencia, al lado de su señor, el Almirante, fallecido dos años antes. Doña Juana murió en Palacios de Campos dos días después. Según la “Crónica del Halconero” de Juan II de Castilla. “Partiendo la dicha Jhoana con su nieta la esposa del condestable de Torre de Lobatón, para facer las bodas en Calauaçano e vinieron a Palacios de Meneses; e dióle allí dolor de costado, e fino martes a 24 de henero, año del señor de 1431. Esta era la más enparentada dueña que auia en Castilla e más generosa a (que) mayor casae estando traxiese a la saçon en Castilla e muy buena. Lo qual fino de hedad de setenta años”.

 Autor. - Ángel Gallego Rubio

sábado, 20 de enero de 2024

Historia de una familia emigrante

Mi éxodo involuntario a Madrid

1954

 
    Era el final de la primavera, el 16 de junio de 1954 en una humilde casa en el número 14 de la calle Minas de Guadalcanal en la habitación que llamábamos “la sombría” me pario mi madre, mi padre, me comentaba mi abuelo Frasco que se encontraba de dómia en Valdefuentes arando los olivos y que tuvieron que ir a buscarle para darle la feliz noticia, ya tenía una niña, “nos costó sacarte adelante” me aclaraba mi abuela Araceli, cuando vino a verte Barragán el médico le dijo a tu madre: “has tenido un niño tan chico como un conejillo” .
    En Guadalcanal pasé mi infancia y la primera parte de mi niñez, mis primeros recuerdos en nuestro pueblo se remontan a partir del año 59 y los guardo en el registro de mi memoria como muy felices, algunas carencias, pero mucho cariño.
    Cuando contaba con cinco años y llegó el invierno, como cada año mi madre se iba a coger aceituna y me llevó a la escuela de doña Paquita, también llamada de “los cagones”, en aquel año tengo el vago recuerdo de las Navidades y los Reyes, era una verdadera fiesta familiar. Aquel día de Noche Buena mi abuelo Pedro mató a Colorete (un pollo que criaban todos los años para la ocasión y que cíclicamente llamaban igual al pollo destinado para la Navidad), lloré mucho aquel día. Colorete era como de la familia, asimismo recuerdo que por la noche mi abuela y mi madre hacían dediles de bellotas para el día siguiente utilizarlos en la aceituna, mi abuela compraba higos secos y los rellenaba con el fruto de la bellota o con dulce de membrillo, esto junto con un kilo de polvorones comprados en la tienda del Serrano de la calle Sevilla, era el suculento postre de aquella maravillosa noche: En la misma tienda mi abuela Araceli me compraba tiempo después vino quina Santa Catalina para darme un vasito con una yema de huevo antes de la comida para que se me abriese el apetito, no sé si era efectiva la pócima, a mí me ponía contento y me quitaba el frio para volver a la escuela por la tarde.
    La Noche de Reyes no me faltaban regalos, una pelota a rayas de colores, el carrito de madera tirado por un asno de plástico, la bolsa de bolindres y culebrillas, algo para la escuela, un par zapatos de gorila con su pelotita verde y poco más, tampoco necesitábamos mucho más para ser felices, teníamos la calle para jugar sin peligro, no pasaban coches.
    Del año siguiente ya tengo más recuerdos, fue el primer curso que me escolarizaron, en un principio en la escuela de D. Andrés, al siguiente curso cambié de colegio, pasé a aquella escuela de la calle Camacho, los primeros amigos distintos a los de la calle Sevilla o Santa Ana, el Maestro D. Francisco Oliva Calderón, que posteriormente fue alcalde y recibió con honores a la Infantería de Marina española y americana con su impoluta camisa de Jefe Local del Movimiento, aquella leche en polvo proveniente del plan ASA, (Ayuda Social Americana) que tenía un sabor raro y cada mañana venía “Antonia la Artista” desde el bar del Galgo con una gran lechera a repartirla.
    Aquel alimento casi comestible que generosamente nos mandaban los americanos junto con un queso amarillento de sabor dulzón, parecido al actual queso de bola y se repartía entre los alumnos de las entonces llamadas “Escuelas Nacionales”. el queso lo probé en mi segunda niñez en el Colegio Onésimo Redondo de Madrid, teníamos que llevar un chusco de pan de casa y era obligado comérselo, ceremoniosamente lo cortaba D. Cirilo en trozos no siempre equivalentes, estos quesos lo recuerdo perfectamente, eran grandes y pringosos y venían en una lata de color dorado que después las utilizábamos los castigados para traer carbón a la estufa de clase o limpiar el patío del recreo de hojas secas de los árboles y resto de basura (yo estuve muchas veces integrado en el pelotón de los carboneros o de limpieza).
    El curso 62/63 es el que más recuerdos conservo de mi vida en Guadalcanal y el que más huella me dejó, tal vez por ser el último o por qué los acontecimientos se sucedieron con mayor rapidez, a principio de febrero fue nombrado alcalde de Guadalcanal mi maestro, para sus alumnos un orgullo y a la vez los que con mayor agrado recibimos su nombramiento como edil principal, D. Francisco tenía nuevo compromiso y si apenas lo veríamos por clase, a partir de esa fecha aun menos.
    Unos días más tardes pasó un acontecimiento en la pequeña comunidad de la calle Minas y la Cañada (de los Escaloncitos) que marcó las pequeñas vidas de mis amigos y la mía, con apenas doce años murió Joaquina hermana de mi mejor amigo José Trancoso, era la mayor de cuatro hermanos de una familia con muy pocos recursos, la maquinaría solidaría de la necesidad se puso en marcha, varias mujeres, entre ellas mi madre pidieron dinero por el vecindario para el entierro y se llevaron a los pequeños a sus domicilios para quitarlos de la casa del óbito y que pudieran comer ese día, aquella noche José durmió en mi casa.
    Meses más tardes, se aproximaba la fecha de mi comunión y mi abuela Beatriz me llevó a la Plaza de Santa Ana a una modista, creo que le llamaban “Manuela la Zapatona” para probarme el traje de comunión, yo aburrido de tanta charla y tanta prueba decidí escaparme por la ventana, no contaba con la reja y al hacer el intento se me quedó aprisionada la cabeza entre dos barrotes y las pobres mujeres que allí se encontraban en animosa charla no daban crédito a lo que veían, intentaron por todos los medios tirar de mi cuerpo hacía dentro, me dieron jabón en la cabeza para que resbalara, no lo consiguieron, mi llanto y gritos debieron alertar al resto de las vecinas. Finalmente, decidieron llamar “Matarriñas, el herrero” y este con gran paciencia y cuidado cortó un barrote para poder liberarme.
    Finalmente, el día 31 de mayo de 1962 hice la primera y última comunión, así lo atestiguan unas fotos de Santi en las que aparece D. Manuel de cura y José Antonio de monaguillo. Aquel año coincidimos en al acontecimiento bastantes niños y niñas de la calles Santa Ana, Minas y la Cañada (los Escaloncitos), se organizó una fiesta en una sala del cuartel viejo y las madres prepararon una chocolatada con bizcochos, magdalenas y otros dulces que ellas mismas hicieron, toda iba transcurriendo con normalidad, hasta que Manolo Gallego (el tortolo) me tiró un vaso de chocolate liquido en mi traje impoluto de marinero, por la tarde llegó el Sanito para hacernos fotos, en la del grupo (desgraciadamente la he perdido) me colocó de tal manera que no se me veían las abundantes manchas, en la individual, ésta si la conservo, la madre de Manolo le quitó el traje y me lo dejó para salir limpio, él era más bajo que yo y me quedaba el pantalón un poco pesquero según refleja la foto.
    En aquel mes de mayo, celebré mi último día de la Cruz de Mayo en Guadalcanal, fue un gran día, después de nuestra particular “procesión”, repartimos el botín, una gaseosa blanca La Paisana para cada uno, otra negra para dos y unas tres pesetas por cofrade. Mi tío Antonio “Repisa” nos hizo la Cruz con peana y bastones de apoyo, la madre de Manolo Gallego y la mía la adornaron cuidadosamente con flores, cuatro grandes velas y trozos de tela blanca de sábanas.
    Aquel día creo recordar que no tuvimos escuela, el Mosco era el mayordomo de la Cofradía de la Alcazaílla, organizó la procesión, los costaleros fuimos Manolo Gallego, José Trancoso, Manolo Cabeza Rico (Q.P.D.) y yo, Juan Cantero era el que pedía y Bautista Rodríguez encargado de las velas y el recorrido. Salimos de la Alcazaílla, recorriendo las calles Camacho, Valencia, la Cañada (Los Escaloncitos) y Minas, regresando a la puerta del cuartel antiguo; Al final de la tarde, nos reunimos en la trastienda de la tienda del Mosco, organizando nuestra particular fiesta, nos compramos una gaseosa blanca y tres negras de La Paisana, (aquella que hacía José María “el de las bicicletas” en la calle Santa Clara), con las que El Tuerto nos hacía polos que le ponía un palillo de dientes para agarrarlos y valían tres un real, merendamos y creo recordar que nos sobró unas quince pesetas, que repartimos a partes iguales como AMIGOS que éramos.
    De aquel verano recuerdo dos hechos extraordinarios, vi por primera vez la Televisión, mi abuelo Frasco me llevó al bar de “Los Pepes” a ver una corrida de toros, en agosto monté por primera vez en el tren, mi tío Rafael García “Palote” nos llevó a mi prima Fali Muñoz y a mí a Sevilla a ver unos familiares que tenía en el Cerro del Águila.
    El día de los difuntos había una tradición, nuestras madres nos daban los tiestos rotos y las macetas que llenábamos de objetos varios (agua, barro y otros no descriptibles), llamábamos a las puertas y al abrirnos los tirábamos al zaguán manchándolo todo, a mitad de la calle Carretas (hoy Costaleros), vivía una señora mayor sola, tenía muy mal genio y era objeto de muchas bromas pesadas cuando pasábamos por su puerta para ir o venir de la escuela, aquella tarde de difuntos nos esperaba, cuando llamamos al gran aldabón que tenía la puerta nos esperaba con dos cubos de agua en la ventana del piso de arriba, naturalmente esa fue su particular venganza del día de los tiestos rotos, nos puso empapados de agua.
    Las navidades fueron más tristes que años anteriores, mi padre había emigrado a Madrid y faltaba en nuestra mesa, mi madre estaba cogiendo aceituna y ya tenía una decisión tomada, yo intuía a pesar de mi corta edad que todo estaba cambiando en mi familia, las caras de mis abuelos y los comentarios así lo presagiaban.
    No obstante, si tengo un recuerdo divertido de mis últimos Reyes en Guadalcanal, mis tíos me compraron un bonito caballo de cartón de gran tamaño, mi madre y mi tío Pedro me llamaron aquella mañana cuando aun no era de día antes de irse a la aceituna para ver mi cara de sorpresa, la sorpresa se la llevaron ellos cuando regresaron por la noche del tajo, el caballo estaba sin cabeza, primero le recorté las crines con la tijera de coser de mi abuela Beatriz y después le di agua para beber y la cabeza se deshizo.

    Mi segunda niñez no existió, o tal vez quedó interrumpida y cambió de forma traumática el día 12 de febrero del 64, cumpleaños de mí hermana, cuando contaba con tan solo 9 años, iniciamos el éxodo a Madrid mi madre y yo en aquel tren de vía estrecha destino a los Rosales para enlazar con el de Madrid, mi hermana se quedó en el pueblo con mi abuela Araceli, mi padre ya nos había precedido seis meses antes, mismo tren, misma ruta.
    Y cuando llegué a Madrid con mí habla rústica y mis trazas y maneras pueblerinas, comprendí que ya todo había cambiado en mi corta vida, nueva escuela, nuevo sistema, aquel maestro (D. Cirilo), que me hizo repetir una y mil veces la cantinela de “Jozé zaca el zaco al zor que ze zeque”. que equivocado estaba, intentaba quitarme el seseo de Guadalcanal y tardó dos cursos en conseguirlo, yo con mi rebeldía e ignoraría infantil le decía que en mi pueblo y en mi casa se habla así. Aquel pasillo interminable en el que diariamente formábamos para entonar el Cara al Sol, aquel padrenuestro antes de comenzar las clases, aquellas primeras desilusiones en una enorme escuela que en tiempos de la guerra fue hospital, aquel viejo maestro que nos hablaba de los próximos faustos de los XXV años de paz y de una guerra que ganó y de las siete maravillas del mundo. Empezaba rutinariamente a enumerarlas, las pirámides de Egipto, el Coloso de Rodas, los jardines de Semíramis…, y cada vez que iba a decir una nueva, yo pensaba, ahora, en este momento viene la Iglesia de Santa Ana o de la Concepción de mi pueblo.
    Aquella fue otra de las experiencias esenciales de mi nueva vida, nunca se acordaba de mencionarlas, ¿un descuido?, la incredulidad al principio y la lenta y penosa evidencia después ­ de que allí nadie tenía noticias de los edificios de mi anterior hábitat que me saludaban cada mañana antes de ir a la escuela de la calle Camacho, ni de la plaza de mi pueblo, ni de ese hombre tan importante que tenía una estatua en ella, ni de la Piedra de Santiago, y ni siquiera de mi pueblo en su conjunto y sus gentes importantes para mí. Todo un mundo de héroes y de mitos se vino abajo en un instante, aquello era otro mundo.
    Yo hasta febrero del 63 creía que vivía en el centro del universo, no existía otro pensaba, como es de suponer que les ocurriría a todos los niños de todos los lugares, y especialmente a tantos y tantos niños que abandonábamos las escuelas de Guadalcanal en aquella época para insertarnos en otras culturas por culpa de la emigración, y más en los tiempos en los que no se viajaba a la capital si no era por enfermedad.
    En mi pueblo, en aquella época las cosas se escribían todas con mayúsculas: el Padre, el Abuelo, el Maestro, el Libro, el Médico, el Municipal, el Cura, el Pueblo, la Alcazailla, mi barrio Santanero…, porque todas eran únicas e incomparables para mí.
    ¿Quién reinaba en la Alcazailla, mejor que Bautista, El Mosco y el resto de mis amigos?
    ¿Quién me protegía mejor que mis Abuelos o mi Padre, que era llegar a sus casas, dármelo todo y enseñarme a respetar al resto nuestro pequeño cosmos?
    ¿Había en el universo gente más rica que los ricos de mi pueblo, mejor médico que don Pepe Luis Barragán, mejor músico que mi tío Vázquez, mejor cura que D. Manuel que daba capones “con cariño paternal”, o mejor autoridad que el bueno de Esteban el Municipal?
    ¿Cómo pensar que existiera otro mundo?, imposible ni siquiera imaginarlo...
   ¿Y el Pilarito de Santa Ana, que era utilizado para saciar la sed de aquellos juegos con pelotas de rayas de colores, piolas o billardas y lugar de encuentro para echar lurias a los de El Berrocal Chico?
    ¿Cómo no hablar de la calle Sevilla, mi otro barrio?
    ¿Podía haber en el universo un lugar más bonito que mi pueblo?
    Y eso por no hablar del Palacio, del Coso, de la hondura escalofriante de los pozos en las calles, de la atracción desmesura de las lagartijas, de las culebras, de los pájaros, de los lagartos y otras fieras imaginarias que habitaban en lo bravío de nuestras sierras, la del Agua y la del Viento o en el “Huerto de los Gitanos”.
    Y hasta era único el tonto de mi pueblo, que en aquella época ejercían varios, era sin duda la mejor vida y respeto que un tonto pudiera exigir.
  Todos estos acontecimientos que acabo de exponer se resumen en una redacción que escribí cuando tenía once años para un trabajo de una asignatura de segundo de bachiller que curiosamente se llamaba “Política” y oficialmente F.E.N. (Formación del Espíritu Nacional) y que consistía en leer y hacer semanalmente un trabajo de un capítulo del libro de Doncel titulado “Vela y Ancla” con poemas del Cantar del Mío Cid, José María Pemán o Pio Baroja y otras escrituras de nuestra propia “cosecha”, esta fue la mía:
    “Aquel año 62. no fue bueno, hacía meses que pasaba por su cabeza la idea de huir adelante, cuando llegó el verano vinieron al pueblo familiares y amigos que ya habían dado el “paso”, habían emigrado hacia cualquier ciudad hostil y extraña en busca de trabajo y una vida mejor para la familia.
    Aquel Hombre cuando llegó la feria vendió la burra y algunos enseres del campo y el tercer día, llenó su maleta de cartón y madera con poca ropa y muchas ilusiones, en su bolsillo 1.000 Ptas. y cogiendo el primer tren empezó su “huida”.
    Llegó a la gran ciudad, le esperaba un trabajo de peón, jornada de 14 a 16 horas diarias de lunes a sábado y alguna chapuza los domingos.
    Aquel febrero del 63, fue frío, muy frío, las familias estaban terminando la recogida de la aceituna y los niños que aun no tenían edad para ayudar, seguían en la escuela.
    Aquel niño con tan solo 9 años, no entendía lo que estaba pasando en su entorno, fue por última vez a la escuela de la calle Camacho, se despidió de su maestro D. Francisco Oliva y de sus compañeros, no hubo fiesta de despedida, por aquella época todos los meses se repetía esta historia.
    Aquella mujer terminó el “destajo” de la aceituna, cogió a su hijo, nuevamente un destartalado tren, un vagón de tercera sin separaciones de compartimentos, asientos de madera, veinte horas de frío, olor a carbonilla y humanidad, y ante sus ojos la gran ciudad, con sus edificios altos, humos, ruidos y el sentimiento en sus mentes de estar fuera de su mundo.
    Aquella familia, después de siete meses se volvió a unir, pero aquel niño, seguía sin entender nada, ya no vivían en una casa grande de la calle Minas con corral, de un pueblo pequeño, ahora vivían en una pequeña habitación con derecho a cocina para toda la familia de una gran ciudad, sin su escuela, el Palacio, el Coso…, sin sus amigos de Santa Ana, sus lurias con los del Berrocal Chico.
    Así podía empezar cualquier ensayo de Juan Ramón Jiménez , pero esta historia no es ficción, es mi historia, la de mi familia y la de muchas otras familias que un día dejamos Guadalcanal para vivir en un mundo mejor, pero… ¿Cuántos lo hemos alcanzado?, ¿Cuántos hemos conseguido ahogar nuestra desilusión en las lagrimas de la añoranza?, El Puerto es testigo mudo de nuestras lágrimas, las que después de cada Feria, Semana Santa o Romería dejamos los emigrantes cada año, cuando partimos nuevamente, cuando “huimos” hacia delante.
    Esto es parte de nuestras pequeñas historias, vivencias de mi generación que no debemos olvidar, porque… "BORRAR EL PASADO, ES MORIR LENTAMENTE".

    Ahora que me encuentro en la último ciclo de mi vida, la de la madurez, comprendo bien el sentimiento y la nostalgia por aquellos años que la emigración nos arrebataron a tantos y tantos niños de tantos y tantos pueblos de Andalucía o Extremadura, nos cambiaron el ciclo de nuestra niñez con la diáspora y la emigración, acontecimientos que fueron capaces de inculcarnos el sentimiento sublimar a nuestros pueblos, hasta convertirlos en el centro del orbe oculto de nuestros sentimientos, y sus recuerdos en reales y absolutos.

Rafael Spínola Rodríguez
Publicado en el libro Guadalcanal Siglo XX (1941-1955), de Ignacio Gómez Galván 

sábado, 13 de enero de 2024

Guadalcanal en los libros antiguos 3/3

Tercera parte

RAZONADO Y CRÍTICO DE LOS LIBROS, MEMORIAS Y PAPELES IMPRESOS Y MANUSCRITOS, QUE TRATAN DE LAS PROVINCIAS DE EXTREMADURA, ASÍ TOCANTE A SU HISTORIA, RELIGION Y GEOGRAFÍA, COMO Á SUS ANTIGÜEDADES, NOBLEZA Y HOMBRES CÉLEBRES:

COMPUESTO. -POR D. VICENTE BARRANTES, EN EL CONCURSO PUBLICO DE 862, É IMPRESA DE REAL ÓRDEN. 

Se transcribe y mantiene el léxico y acentos del castellano de la época

             . . . «Cielo alegre, suelo fertilísimo y sierras apacibles (tiene Guadalcanal), aires muy saludables, arroyos deleitosos, collados, tierras para labor, para arboledas, viñas, sembrados y asiento y solar de piala y oro, puerto en el corazon de España, envidiado de otras extrañas naciones (fól 17).

            «Escrúpulo ó indignacion podria causar este sentimiento en algunos, que asidos á lo que hallan escrito tan solamente, sin otro exámen de razones y fundamentos, tienen por delito el buscarlos apellidando el respeto que se debe á los que primero abrieron el camino á la historia; como si fuera descortesia proseguir de donde ellos lo dejaron, ó hubieran echado esposas á los discursos de los que les habian de suceder para que no diesen paso adelante, y no buscasen concordancias de historias para sacar de tinieblas muchas cosas, que por falta y descuido de aquellos primeros que escribieron, se quedaron en oscuridad de ignorancia (fól. 17).

            . . . «Cuando se constituyeron conventos juridicos en nuestra España pertenecia Guadalcanal á la cancilleria de Sevilla. (V. Pineda, 3.a parte, lib. x, cap. Ii , § 2.) Emerita eequorem, qtum prtrter íabitar amnis Submitit cui tola tuos Bitpania fasces. (Ausonio)

            . . . «Por Guadalcanal era el ordinario paso de los romanos para pasar de Extremadura á Andalucia (fól. 19).

            . . . «Unas losas... se descubrieron años pasados en una heredad de D. Antonio de Toledo, natural de Cazalla, donde me han informado que estaba escrito el suceso de este martirio (de San Servando y German), y que con poca advertencia se volvieron á enterrar las piedras, donde se ocultan estas dulces memorias (id.).

            . . . «Hasta hoy se ven algunos pequeños pedazos de los muros y cerca antigua (de Guadalcanal), y de cuatro puertas que solia tener han quedado las tres en pié, que incorporadas con el edificio de las casas, viene á estar casi toda la villa cercada. La una puerta llaman de Sevilla, la otra de los Molinos y la otra del Jurado. La de Llerena está caída en estos tiempos. Bien muestran las otras la antigüedad en su edificio: parece de romanos... La capacidad que incluyen estas puertas es suficiente para 2,000 casas de las que los árabes usaban. Se tiene por cosa muy cierta que estaban poblados el cerro de Santa Ana y los demas de la sierra.

            Muestran ser esto así algunas ruinas... y la tradición tiene por cierto que la parroquia de Santa Ana fué su mezquita, porque luego que la villa se recuperó de los moros, se bendijo en iglesia, como consta de escrituras fidedignas (fól. 20).

            «Año de 1088, jornada de Alonso VI contra los moros, atravesando Extremadura pasa el puerto de Guadalcanal.

            «1185. Sale de Toledo Alonso VIII con poderoso ejército, pasó por Talavera y Trujillo, robando los lugares de la Serena, pasó por Zalamea y las tierras .de Berlanga y Valverde, y por Guadalcanal atravesó la Sierra Morena basta la tierra de Sevilla, y á la vuelta, victorioso, descansó en Guadalcanal, y pasando hasta el castillo de Reina le puso cerco y le tomó por combate (fól. 21).

            «1190. Gana D. Alonso de los moros á Magacela y otros lugares fuertes de Extremadura.

            «1231. Perdido el castillo de Reina y Guadalcanal, era este castillo frontero de moros.

            «1241. Restauración de Guadalcanal.

            . . . «Con este santo celo (que se les infundió á los caballeros de Santiago en el capitulo general que tuvieron en Mérida, 1239) mandó el maestre Don Rodrigo Iñiguez juntar todos los caballeros de su órden y recibieron mucho número de gente de sueldo; salió de la ciudad de Mérida con deseo de acabar con los moros que habian quedado en la fortísima provincia de Extremadura. Entró haciendo guerra por todos los lugares y aldeas que estaban donde ahora son Almendralejo, Usagre, Llerena, y no pudiendo tomar el castillo de Reina por su grande fortaleza, pasaron á Guadalcanal, y despues de haberla sitiado, se dió á partido el moro que tenía la guarda de ella por Axafat, caudillo de la ciudad de Sevilla, que era en este año el que más nombre y poder tenía en las fronteras de los cristianos (V. Bleda, lib. ív, cap. x). Ya con esto quedaron los moros muy desmayados, y viendo el año adelante de 1246 que la villa de Carmona se rendia al ejército del santo Rey, se le fueron á dar vasallaje los moros del castillo de Reina y Constantina, con que quedó del todo limpia de moros la nación de los extremeños (fólios 22 y 23).

            «Entre los caballeros de la órden que se hallaron con el Maestre en la jornada sobredicha y en la recuperacion de Guadalcanal, segun he visto en algunos papeles de autoridad, fueron D. Rodrigo de Valverde, comendador de N.; D. Rodrigo Iñiguez, comendador de Montanches; Lope Sanchez de Porras, trece de la órden; D. J. Muñis de Godoy, comendador de Extremera; D. Hernan Melendes, comendador de N.; D. P. Yañez, comendador de Montiel; D. Rodrigo Yañez, su hermano, comendador de Almoguer; Albar Martínez de Aibar ó Ibarra, comendador de Mora., y otros muchos caballeros y gente de sueldo de la órden.

            «A este lugar pertenece el trueco que dejamos advertido de la mezquita de los moros en la parroquial de Santa Ana, que segun la tradicion antigua fué la primera iglesia que hubo en el maestrazgo despues de la de Mérida; y por los libros antiguos de esta iglesia, consta que de todo el partido de Llerena se llevaban á bautizar los niños, y que se hizo esto mucho tiempo, hasta que los lugares se poblaron (fól. 23).

            «Dió el Sr. Rey D. Fernando á Guadalcanal á la órden de Santiago y las demas tierras de la conquista, y desde entónces tomó por armas una teja ó canal y dos espadas á los lados, como hoy las usa (id).

            «Uno de los años ántes que Reina y Constantina se ganasen, sucedió, dia de Nuestra Señora, una memorable batalla entre las gentes del Maestre y los moros que le iban á correr la tierra, y despues de haber peleado muchas horas, se encomendó el mismo maestre á la Virgen Maria diciéndole: Señora, deten tu dia, y á sus ruegos se detuvo milagrosamente el sol hasta que él con sus cristianos quedaron vencedores. En memoria de esta victoria quedó el nombre á un arroyo , donde sucedió la batalla, Matamoros, y en lo alto de la sierra mandó edificar el Maestre una iglesia con título de Nuestra Señora de Ten tudia, que hoy corrompido se llama de Tentudia. Dotóla de grandes rentas y puso en ella algunos frailes de su órden, y últimamente se mandó enterrar allí, y mandó que se leyese en este colegio gramática, artes y teologia , y por ser lugar desierto se mandó despues permutar á el colegio que la órden tiene en la ciudad de Salamanca, en que las casas de San Marcos de Leon y Uclés acuden cada año con 3,000 ducados de renta, y que el colegio se llame Santa María de Tudia, y que tenga por patrono al maestre D. Pelayo Perez, que se ponga su busto en la capilla mayor, y no se entierre nadie en ella (fól. 24).

            «Tiene Guadalcanal un convento de padres franciscos, tres conventos de monjas y cuatro hospitales.

            «La ermita de San Antonio de Padua está en el cerro que llaman de las Minas, en cuarto de legua de la villa. Es la iglesia donde oyen misa las gentes que trabajan en ellas.

            «... Entre otras muchas ciudades y villas que (en las comunidades de Castilla) se alzaron en Extremadura... fué Guadalcanal con las demas villas y ciudades, por quien habla en córtes la ciudad de Salamanca , y que de todas no debió de escapar sino fueron Mérida y Trujillo... En esta ocasion (en castigo) se mandaron (falta derribar ó destruir) las murallas de esta villa (fól. 29). Llerena fué más notada en las alteraciones dichas.

 

Hijos ilustres de Guadalcanal.

«EI progenitor de los almirantes de Castilla, Don Alonso Enriquez.

«Fray Cristóbal Ramirez, comisario general de la órden de San Francisco en N. E.

«Fray Diego de los Angeles, idem en Jerusalen.

«Fray Juan del Hierro, general de San Francisco.

 

Proyecto ferrocarril.

            9.—Proyecto de ferro-carril de Mérida á Sevilla, por Mr. Napoleon Lionnet. 1859.

            Fué presentado al Gobierno en 11 de Febrero del año de su fecha por la Compañía general de crédito, que se proponia construir el camino. Creemos que no mereciera la aprobacion superior.

            10.— Proyecto y Memoria descriptiva del ferro-carril de Mérida á Sevilla, por Don Víctor Rapin, ingeniero de la construccion del camino de hierro de Córdoba á Sevilla.—1851.—Aprobado por Reales órdenes de 9 de Setiembre de 1862 y 12 de Enero de 1863.

            Hemos podido examinar con detencion la Memoria del Sr. Rapin, y aunque incompetentes para juzgar de ella, dirémos que nos ha parecido muy notable. Empieza emitiendo un juicio sobre el trazado propuesto por la Compañía general de crédito, que concuerda en un todo con la opinion que nos merece. «Tiene (dice) 103,684 metros de longitud, y empieza á 2,600 metros más acá de la estacion de Mérida; atraviesa muy oblicuamente el rio Guadiana, pasa por Calamonte, Torremejia, Almendralejo, y se dirige hacia Llerena, dejando sobre la derecha Villafranca á 1,500 metros, los Santos á 15,000 metros. Zafra á 20 kilómetros, Usagre á 4,000 metros, Bienvenida á 12 kilómetros, Fuente de Cantos á 12 kilómetros; y sobre la izquierda, Ribera á 5.500 metros y Villagarcia á un kilómetro. Nos parece que en esta parte no sirve bastante las poblaciones importantes, y se aleja demasiado de la sierra de San Jorge, centro productivo de ganados de toda especie.

            «De Llerena se dirige á Guadalcanal, dejando esta poblacion á 3,500 metros y separada del trazado por una montaña bastante elevada; luégo a Alanis, San Nicolas, el Pedroso, las minas de Villanueva, y viene á empalmar con la via férrea de Córdoba á 27 kilómetros de Sevilla, formando un ángulo muy abierto con esta línea. Ademas de las fuertes rampas y pendientes adoptadas para este trazado, que llegan hasta 0,0191 por metro, de un túnel que ha de pasar debajo de los torrentes del Huesna y del Galindo, y de una serie de viaductos de costosa y difícil construccion, este proyecto ofrece el grande inconveniente de obligar los transportes hácia Córdoha á un rodeo de 9 kilómetros, sin disminuir sensiblemente la distancia para los que hayan de dirigirse á Sevilla.

            Hace luégo á grandes rasgos un análisis del proyecto que presenta, y que tiene de extension 188,706'37 metros, ó sea 4,977*63 metros ménos que el anterior. «Parte (dice) de la estacion misma de Mérida, pasa por Calamonte, Almendralejo, Villafranca, los Santos, Llerena, Guadalcanal, la fábrica del Pedroso, las minas de carbon de Villanueva, y viene á desembocar al camino de Córdoba en la estacion de Tocina. Quedan á su derecha Fuente del Maestre á 10 kilómetros; Zafra á 5,300 metros, Bienvenida á 4,500 metros, Fuente de Cantos á 10 kilómetros, Fuente del Arco á un kilómetro, Cazalla á 5,000 metros, el Pedroso á 3,000 metros; y á su izquierda Rivera á 13 kilómetros, Usagre á 4 kilómetros, Villagarcia á 3 kilómetros, Alanis á 3 kilómetros, San Nicolás á 5 kilómetros; de modo que sirve las mismas poblaciones que el anterior, y se acerca considerablemente á los terrenos más productivos, como Fuente de Cantos, los Santos, y sobre todo Zafra, que es el centro del comercio de granos y ganados de esta parte de Extremadura.«

            La descripcion topográfica y geográfica del terreno atravesado por esta linea es, en nuestra opinion, excelente, y prueba los concienzudos trabajos de campo hechos por el autor. Sentimos que sus grandes dimensiones nos impidan extractarla, y sería de desear que viese la luz pública.

            Por último, el coste total de la construccion de esta línea se gradúa en 224.846,221´23, y el producto bruto de la explotacion en 18.348,633'08 reales. anuales.

            Aprobado, como hemos visto, esle excelente proyecto, y subvencionada ampliamente la obra por las dos provincias de Badajoz y Sevilla, se adjudicó á la Compañía general de crédito, que no habiendo comenzado á la hora presente los trabajos por circunstancias inexplicables, acaba de solicitar (en 13 de Abril de este año) que se le permita variar el trazado en la parte que- corresponde á la cabeza de línea. Aunque esta pretension es muy combatida por las provincias de Córdoba y Sevilla, puesto que sólo parece tener por objeto que empalme el camino con el de Cádiz (perteneciente á la misma Compañia concesionaria), y no con el de Córdoba, como en el proyecto aprobado de Rapín, por si al cabo se realizára, indicaremos la alteracion propuesta en el plano que hemos visto del ingeniero Sr. Aramburu. Partiendo de Mérida y pasando por Calamonte, Torremegia, Almendralejo y Villafranca, llega á Zafra con 62 kilómetros de desarrollo. Aqui, por buscar la cuenca del arroyo del Prado, pasa la línea por un desierto entre Bienvenida y Usagre, dejando muy léjos á Fuente de Cantos, pueblo importantísimo, va luégo á Villagarcia, Llerena, Casas y Reina y Fuente del Arco, donde empalma con el camino de Belmez á 113 kilómetros de Mérida. A 13, 1/3 kilómetros de este empalme se pasa el puerto de Llerena por un túnel de 810 metros, y se llega á Guadalcanal, presenlándose en seguida á 1, 1/3 kilómetro otro túnel de 375 metros para pasar el puerto du Cazalla. De Alanis sigue á Constantina, Pedroso , con dos túneles, uno de 310 metros en el collado de Malos Pasos, y otro de 180 entre Parroso y el castillo de la Encarnacion; y por último, por Cantillana, Villaverde y Alcalá del Rio (donde pasa el Guadalquivir) y por la Rinconada llega á Sevilla en las inmediaciones de la ermita de San Onofre.

La longitud de la linea es de 219 kilómetros 935,29 metros.

 

POR D. VICENTE BARRANTES, EN EL CONCURSO PUBLICO DE 862, É IMPRESA DE REAL ÓRDEN.

Publication date 1865 Publisher  Madrid: Impr. de M. Rivadeneyra

sábado, 6 de enero de 2024

Campo Municipal del Coso

 

"El único acceso al campo, será por la puerta de entrada, ya que lo demás estará vigilado por la autoridad”.

         El actual campo de fútbol del Guadalcanal conocido como “Estadio Municipal El Coso” fue inaugurado el 22 de junio de 1969, desde que existe el equipo de fútbol del Guadalcanal con sus diferentes nombres hasta llegar al actual “Guadalcanal C.D.”, se han jugados los partidos en diferentes campos, siempre ubicados en torno a la zona del Coso.

         


        Para el partido inaugural se invitó al potente equipo del Sevilla Atlético (filial del Sevilla F.C), este partido registró quizás la mayor entrada conocida hasta la fecha de aficionados locales y de los pueblos de la comarca, El Guadalcanal C.D. vistió con uniforme totalmente blanco y el partido fue ganado uno a cero por el equipo visitante, pero los que peinamos canas y recordamos aquel partido, aquel magnifico equipo del Guadalcanal compuesto por míticos jugadores como Iribar (gran portero de Llerena), Vargas (Alanís), Pepillo, Morente, Joaquín, Rafalín, Juan Chulo (como potero suplente), Agredano, Capellán, Alonso, Llamazares y Paco, entrenados por Sandalio Corvillo, ex portero del equipo.

            El trio Arbitral estaba compuesto por Pelito, Sr. Amigo (padre de nuestro admirado Vicente Amigo) y Armando.

            Como curiosidad las entradas tenían un precio de: Caballeros con asiento. - 15 pesetas Caballeros sin asientos. - 10, Señoras y niños con asiento. - 10, Caballeros y niños sin asiento. - 5.

            Se repartieron gran cantidad de carteles en los bares y establecimientos de Guadalcanal y comarca, aún conservo uno en el que se puede leer: “Notas. - El único acceso al campo, será por la puerta de entrada, ya que lo demás estará vigilado por la autoridad”.

            Se empezaron a instalar vallas publicitarias para la colaboración de diferentes establecimientos, colaboraron fábricas, bares y comercios con aportaciones. económicas. La inauguración de aquel 22 de junio a las 18,30 de la tarde contó con toda la directiva, el alcalde de la localidad Enrique Gómez-Álvarez Soriano, que tanto trabajó por las instalaciones deportivas de la localidad, tocó la banda de música de Guadalcanal por gentileza de Comercial Electrovira y Droguería Susi.

            En aquél mismo años se formó una nueva directiva compuesta por: presidente. - Rafael Rodríguez. Vicepresidente. - José Luís Barragán. Secretario. - Plácido Cote. Vicesecretario Joaquín Yanes Chaves Vocales. - Antonio Rodríguez (Repisa), José Romero Cote, Ernesto Pérez, José Merchán y José Cabezas.

           

        En el año de la inauguración el Guadalcanal Jugó aquel verano un total de 22 partidos, cuatro de ellos fuera de su campo, con magníficos resultados, entre ellos 12-1 al Pedroso, 4-0 al Llerenense que militaba en 3ª división, 4-2 al San Fernando de Minas, 5-2 al Guadalquivir de Sevilla, 3-0 al Liceo Club de Alanís, empató a dos con el Cantillana que venía reforzado con jugadores de Sevilla que militaban en tercera división, 4-1 al equipo de la Base de Constantina o 9-2 a Berlanga que venía reforzado que jugadores del Llerenense y Azuaga. Igualmente se celebró el 7 de Julio el 9º partido de la temporada, que se anunciaba como “Gran revancha entre los potentes equipos de Selección “Los Rosales” (con jugadores de tercera división) y Guadalcanal C.F. (equipo más destacado de la comarca), arbitrado por el Sr. Amigo, en esta ocasión ganó el equipo visitante por dos a cero, mismo resultado que se dio en el campo de Los Rosales, aún conservo el cartel de aquel partido, en el que se puede ver los precios de aquel año, entrada con asiento 12 pesetas, sin asiento 7 pesetas.

                Aquel año se jugó un partido frente a las Viejas Glorias, como homenaje a Pelito, los dos equipos formados en el centro del campo le hicieron un pasillo al hombre que fue todo en el equipo y recibió una gran ovación de los números aficionados que su unieron al homenaje.

            Recuerdo que ya en el campo nuevo fui un domingo al fútbol y estaba Pelito de portero en la puerta, le pregunté que si también era su empleo en el club y me dijo: amigo Repisa, yo por este club he sido hasta “aguaor pa los jugadores”.

            El antiguo campo del Coso cumplió su último evento con el segundo trofeo cuadrangular de feria, proclamándose vencedor el Guadalcanal, tras vencer al Azuaga por tres a cero, con goles de Moyano (2) y Capellán, Recuerdo aquel campo que desde chico visité con mi tío Repisa con gran cariño, un campo desigual con inclinación hacia la fuente, lleno de piedras que los niños quitábamos antes de comenzar los partidos, era igual decía mi amigo el Chulo, “los chinotes seguían saliendo”, recuerdo aquel campo perimétrico con sogas, con el público casi tocando a los jugadores, a los de la directiva pasando con una manta por “el tendido de los sastres” y pidiendo la voluntad, que por aquella época y por circunstancias, la voluntad era escasa.

 Rafael Spínola Rodríguez