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sábado, 25 de enero de 2025

Guadalcanal Monumental 11

 

ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADITOCA


    La pertenencia de Guadalcanal desde la Edad Media y hasta comienzos del siglo XIX a la jurisdicción civil y eclesiástica de la denominada Provincia de León de la Orden de Santiago, que abarcaba gran parte de la actual Extremadura, ha determinado su histórica adscripción a la región extremeña hasta que los cambios administrativos de la Edad Contemporánea la incorporaron a Andalucía. Esta peculiaridad jurisdiccional otorga a esta población antaño extremeña y hoy andaluza un sello diferencial con respecto a las poblaciones vecinas de la comarca, que se advierte en su devenir histórico y en su patrimonio artístico. De ahí que la vida del santuario de Nuestra Señora de Guaditoca haya tenido un desarrollo diferente al de las demás ermitas de la comarca, obviamente como decimos por la dependencia de los templos de Guadalcanal de la autoridad religiosa santiaguista que tenía su cabeza visible en el Provisorato de la cercana ciudad de Llerena.
    La trayectoria histórica del santuario de la Patrona de Guadalcanal es bien conocida en sus líneas generales gracias a la clásica monografía que al mismo le dedicó el presbítero Antonio Muñoz Torrado[1], beneficiado de la Catedral de Sevilla y estudioso de la historia eclesiástica hispalense. Esta historia de la Virgen de Guaditoca sirvió de base para la obra del mismo tema del estudioso local Pedro Porras Ibáñez[2], donde se da entrada a la leyenda y la evocación literaria sobre la base de las noticias documentales suministradas por Muñoz Torrado. Así pues plantearemos aquí una apretada síntesis de los datos que ambas obras nos brindan.
    Como en otros casos similares, el origen de la devoción se vincula a la aparición de la imagen de la Virgen en el paraje denominado de la Vega del Encinal, cercano a un arroyo. La advocación escogida, Guaditoca, es topónimo con raíces islámicas, cuyo significado ha recibido diversas explicaciones, pero parece vincularse en opinión de Muñoz Torrado a la raíz “vadi” – río en árabe – y “tdaika”, que significa angostura, estrechez, aludiendo tal vez a las características morfológicas del lugar donde la leyenda ubica la milagrosa aparición. Incierta también es la cronología de la leyenda, como sucede en este tipo de relatos, aunque el estilo gótico de la primitiva imagen destruida en 1936 y el hecho de que en el lugar del Santuario se dividían los términos entre Guadalcanal y Azuaga hasta el nuevo deslinde ordenado por el Infante Enrique de Aragón en 1428, invitan a pensar en unos orígenes bajomedievales de la primitiva ermita, cerca de la cual se levantaría en época barroca el templo actual.
    La devoción se fue incrementando y extendiéndose por poblaciones vecinas como Azuaga, Berlanga, Valverde de Llerena y Ahillones, donde hubo cofradías que peregrinaban a la ermita de Guaditoca, muy visitada por otra parte dada su situación en el antiguo camino arriero que comunicaba Andalucía con Extremadura. En este sentido es curioso señalar que el Niño de la Virgen de Guaditoca, denominado popularmente “el Bellotero” goza todavía de gran devoción en la vecina Valverde de Llerena, donde se considera como su Patrono y a la que se traslada su imagen para permanecer allí cierto periodo del año.
    La curva ascendente de la devoción se hallaba plenamente consolidada en el siglo XVII, momento en el que entra en escena un importante personaje, Don Alonso Carranco de Ortega, nacido en Guadalcanal en 1586 y casado con Doña Beatriz de la Rica. Este bienhechor, acaudalado y propietario de tierras en el pago de los Berriales, lindantes con la vieja ermita, asumió la iniciativa de contribuir a la edificación de un nuevo templo, cuya fecha de inicio se desconoce, pero en el que se trabajaba con seguridad en 1638, concluyéndose la construcción en 1647, según consta en una lápida situada en la fachada de la iglesia[3]. En opinión de Muñoz Torrado, el mecenazgo de Carranco de Ortega se limitó a la nave de la iglesia y el presbiterio, siendo el camarín y la decoración pictórica mural costeadas por la hermandad de Nuestra Señora de Guaditoca y la piedad de los devotos, aunque en la documentación el mentor del nuevo templo lo considera como completa obra suya, como lo expresa en su testamento al afirmar que “por mi devoción he hecho una iglesia a la Virgen Santísima de Guaditoca”.
    Este mecenazgo fue el germen de la estrecha vinculación que a partir de ahora tendrá la familia Carranco con la ermita de Guaditoca, de la que acabaron siendo administradores y patronos. Así en 1653 Don Pedro de Ortega Freire, hijo de Don Alonso Carranco, desempeñaba el cargo de mayordomo de la cofradía, figurando entre sus logros la concesión de un Jubileo para el Santuario y la fundación de un patronato – en virtud de cláusula de su testamento otorgado en 1671 – para asegurar el culto a la imagen titular, adquiriendo la familia a cambio la condición de patronos del templo. A lo largo de la segunda mitad del Seiscientos la iniciativa de los patronos coexiste con el desenvolvimiento de la cofradía matriz de Guadalcanal y las filiales extremeñas, que mantienen su actividad cultual y se ocupan del incremento del patrimonio de ornamentos sagrados, bajo el impulso económico representado por las limosnas de los fieles y la riqueza mercantil puesta en movimiento por la anual celebración de una feria en los aledaños del santuario, lo que motivó la construcción de unos portales destinados a servir de albergue a los feriantes, cuya obra inició en 1691 Juan Gordillo maestro alarife vecino de Zafra. La concurrencia de fieles determinó la suntuosidad del culto a la Virgen de Guaditoca, cuyas fiestas se celebraban en la Pascua del Espíritu Santo, fecha escogida para la celebración de las citadas ferias. Y como era frecuente en estos santuarios de la Edad Moderna, la imagen titular sólo era llevada al pueblo de Guadalcanal en caso de calamidad pública.
    El siglo XVIII supuso la consolidación del régimen del patronato del templo por parte de la familia Ortega. Así en 1722 Don Alonso Damián de Ortega Ponce de León y Toledo, bisnieto de Don Alonso Carranco de Ortega, solicitó y obtuvo para sí y sus sucesores el nombramiento de patrono del templo, argumentando los beneficios y atenciones que su familia había dispensado a favor del culto a la Patrona de Guadalcanal. Se iniciaba así un régimen de administración de los bienes y rentas por parte de esta familia (ennoblecida por esta época con el título de Marqueses de San Antonio) que duraría hasta el siglo XIX, en detrimento de las prerrogativas y derechos de la cofradía de Guadalcanal y de las filiales extremeñas. Esta gestión dio algunos frutos en el campo del arte, como fue la construcción, poco antes de 1728, de la bóveda de la iglesia, el coro y la espadaña, tareas de las que se ocupó Agustín de Robles, maestro mayor de obras del Cabildo de la ciudad de Llerena, el dorado del retablo mayor en 1732, la ejecución entre 1739 y 1741 de las pinturas murales de la nave y presbiterio, encomendadas al pintor de Llerena Juan Brieva, o la ejecución de las andas de plata de la Virgen, encargadas al maestro llerenense Pedro Oliveros en 1748. Los inventarios de mediados del siglo XVIII dan buena idea de las alhajas, joyas, vestidos y ornamentos que poseía la Virgen de Guaditoca, con piezas tan destacadas como la corona y media luna con que se ornaba la imagen y las citadas andas procesionales.
    Ya a fines del siglo XVIII el Ayuntamiento de Guadalcanal dio nuevo impulso a sus viejas pretensiones de ejercer el patronato sobre el santuario de Guaditoca, consiguiendo en 1792 ser nombrado administrador del mismo. En el propio año se traslada la feria de Guaditoca a la villa, hecho que se reveló como sumamente perjudicial para el Santuario al restarle la asistencia de aquel tráfago de mercaderes, feriantes, romeros y cofrades, anunciando ya el declive de la devoción, consumado en el siglo XIX. Las desamortizaciones decimonónicas y el desinterés de los patronos, junto con la extinción de las cofradías, fueron reduciendo la que fue devoción comarcal a un ámbito estrictamente local, aunque conservando el rescoldo del fervor popular. Así lo patentiza la refundación de la hermandad de Guadalcanal, con la aprobación de sus nuevos estatutos por el Consejo de las Ordenes Militares el 14 de abril de 1863. Fruto de este resurgimiento fue la restauración del Santuario de Guaditoca en 1913, embelleciéndose el interior del templo con la colocación de nueva solería, zócalos de azulejería y otros reparos.
    Hoy día Guaditoca es escenario de un rico programa ritual y festivo, centrado en la celebración de dos romerías anuales. La primera tiene lugar el último sábado de abril para traer la Virgen al pueblo, vestida de pastora. Tras pasar la imagen la primera noche en la iglesia del convento del Espíritu Santo, es trasladada a la parroquia de Santa María de la Asunción. En este templo tendrá lugar ya a finales de agosto o comienzos de septiembre la función principal, que se celebra el tercer día de la feria del pueblo, seguida de la procesión de la Virgen hasta el real de la feria y regreso a la parroquia. El ciclo festivo finaliza cuando el último sábado de septiembre se lleva la Virgen desde la parroquia al citado convento del Espíritu Santo, para el siguiente domingo volver ya a su santuario.
    El templo levantado en el siglo XVII como vimos en sustitución del primitivo medieval muestra en su fábrica el clasicismo de líneas y la sobriedad ornamental propias del protobarroco seiscentista. Construido en mampuesto y ladrillo, es un edificio de planta rectangular de una sola nave compartimentada en tres tramos por medio de pilastras, y cabecera cuadrada [4] , a la que en 1718 se le adosó el camarín, labrado por los alarifes de Llerena Alonso González y Antonio José González, y Manuel Fernández, de Guadalcanal.
    El retablo mayor, recompuesto a raíz de los daños sufridos en 1936, sigue fielmente los postulados del barroco clasicista del propio edificio, a pesar de la avanzada fecha de ejecución de esta ensambladura, que fue concertada el 1 de enero de 1675 con Francisco de Saavedra Roldán y Juan de Vargas, vecinos de Zafra por precio de 6.000 reales de vellón [5]. La pintura y dorado del retablo fue concertada el 29 de agosto de 1678 con Antonio Granada, maestro dorador de Zafra [6] . El retardatario diseño utilizado en esta ensambladura muestra una estructura compuesta por banco, un cuerpo dividido en tres calles por medio de columnas corintias entorchadas, que dejan entre sí hornacinas semicirculares surmontadas por recuadros mixtilíneos. Entablamento y cornisa coronada por volutas en sus extremos da paso al ático tripartito, centrado éste por una caja de formato cruciforme flanqueada por dos laterales cuadradas.
    Preside el retablo en la hornacina central la imagen de la Titular, obra realizada por Antonio Illanes en 1937 en sustitución de la primitiva gótica destruida en la Guerra Civil. Flanqueando la imagen los restantes registros se destinan para albergar pinturas, conservadas con gran deterioro, excepto en las hornacinas inferiores de las entrecalles, donde ocupan su lugar imágenes modernas de serie sin valor artístico.
    En el ornato interior del templo desempeñan un papel fundamental las pinturas murales, obra como se dijo del maestro de Llerena Juan Brieva a comienzos del siglo XVIII. Distribuidas por toda la superficie de las bóvedas del templo con el habitual sentido de “horror vacui” propio de la estética barroca, la riqueza del programa iconográfico planteado en estas cubiertas compensa la mediana calidad de su factura, al tiempo que reclama un estudio monográfico que desentrañe sus claves ideológicas y su filiación artística, que se ha puesto en relación con un programa de tipología similar desarrollado en la ermita de Nuestra Señora del Ara en la cercana población pacense de Fuente del Arco. Entretanto, apuntaremos aquí la presencia de escenas del Antiguo Testamento como el Juicio de Salomón, elementos profanos como las Cuatro Estaciones, alegorías de las Virtudes y una galería hagiográfica en la que se alternan apóstoles y diversos santos.

Salvador Hernández González
Revista de feria 2013

sábado, 18 de enero de 2025

Luis Chamizo y Guadalcanal, dos vías paralelas

 

 ...Es un castúo de ondas raíces extremeñas que ha sembrado su germen literario, profesional y fa­miliar en la Sierra Morena Sevillana...

            La vida de Luis Florencio Chamizo Trigueros estu­vo vinculada a Guadalcanal por un largo periodo de su vida, Sobre esta época, hacemos una recopilación de datos que nos introducen en la vida y obra de este guarañense, que destacó en la primera mitad del siglo XX y dejó su legado como abogado, político, poeta y dramaturgo.

            Luis Chamizo nació en el seno de una familia humilde de Guareña, donde el padre tenía una tejera y se dedicaba al oficio de la alfarería, oficio que con inteligencia y tesón habría convertido al cabo de al­gunos años en un próspero negocio al modificar las líneas convencionales de las tinajas para el vino y con­vertirlas en cilindros, mucho más práctico a la hora de aprovechar los espacios de las bodegas.

            Tras cursar su primera enseñanza en Gua­reña, se trasladó posteriormente a Madrid para co­menzar sus estudios y posteriormente se trasladó a Sevilla donde cursó bachillerato y estudios de Perito Mercantil, a la muerte de su padre en 1918 se trasla­dó a Guareña para hacerse cargo del negocio familiar, Posteriormente, se doctoró en Derecho en la Univer­sidad de Murcia a los 24 años, licenciatura que había en la Universidad Central de Madrid.

            Su padre, Joaquín Chamizo Guerrero, natural de Castuera, se estableció siendo muy joven en la veci­na localidad de Guareña, donde se casó con Asunción Trigueros Bravo, formaron una familia humilde esta­bleciéndose en la localidad materna de Guareña. De este matrimonio nació Luís Chamizo Trigueros el siete de noviembre del año 1894. Joaquín un hacendoso emprendedor, trabajó en una tejería, y se dedicaba al oficio de alfarero, arte que revolucionó en la fabricación de tinajas principalmente para el vino y el aceite.   Esta profesión y la venta del producto elaborado por la comarca, le hizo establecer amistad con Gandida Gordo de Guadalcanal, uno de sus mejores clientes.

            La primera conexión de Chamizo con nuestro pueblo se remonta al verano del año 1921, el mismo año que escribió su obra "El miajón de los castúos” En este año, falleció Cándido Gordo y se trasladó a Guadalcanal a asistir a las exequias en representación de su padre, fallecido tres años antes. Aquí conoció a Virtudes Gordo Nogales, hija del cliente y amigo de la familia, casándose el 18 de febrero del 1922 con ella en la Iglesia de Santa María de la Asunción de Guadalcanal. De este matrimonio, nacieron cinco hijas.

            Después de su matrimonio se trasladó a Guadalcanal viviendo en la casa familiar de su esposa, en el número 6 de la calle San Bartolomé (actualmente
Costaleros y donde una placa colocada por el Ayuntamiento en 1994 recuerda el centenario de su nacimiento).
Durante su periodo de estancia en nuestra
localidad, siguió cultivando sus verdaderas aficiones, el estudio, la música, la lectura y continuar escribien­do, dedicado a la administración de los negocios de
su esposa, una bodega frente a la casa que habitaba, en la que Chamizo instaló en la puerta dos grandes tinajas en forma de cono y a las dos fincas familiares,
ubicadas en el término de Cazalla, complementando estas actividades con la representación de vinos y al­ alcoholes y la empresa familiar de alfarería de Guareña.
            En estas fincas, "La Castaña" (conocida popularmente como "La Catana") y "El Burgalés", Luís Chamizo pasaba largas temporadas en ellas, que, de Hecho, están muy próxima, una de otra.

            Pasó con su familia gran parte de la guerra civil en El Burgalés, cuando vino a refugiarse de la contienda desde Guareña. En los inviernos y coin­cidiendo con la recogida de la aceituna, daba clase y complementaba los estudios de los hijos de las familias jornaleras que pasaban el periodo de actividad en las fincas, durante el tiempo conocido como "dómia". Aún se conservan el perfecto estado, las tinajas que en principio contenían el famoso vino de Guadalcanal, y que, tras la filoxera, se dedicaron al almacenaje del aceite que se producía con la recolección de la aceituna.

            También hemos podido ver en una visita reciente a esta finca, la mesa donde Chamizo pasaba mucho tiempo, com­poniendo sus poesías y un mueble aparador. Desde aquí queremos dar las gracias a su actual propietario, Manuel Pinelo, por las facilidades dada para visitar el cortijo.

            Igualmente, eran frecuente en esta finca las llamadas "reuniones literarias", en una de estas, cono­ció a Carlos Rein Segura, malagueño, ingeniero agró­nomo y político, desempeñó funciones en la Junta de colonización y Repoblación en la colonia agrícola del Galeón en el término municipal de Cazalla de la Sie­rra, fue alcalde de ésta durante el periodo de 1924 a 1926, asimismo, fue elegido ministro de Agricultura en la dictadura de Franco. Carlos Rein en una entre­vista en el diario ABC en el año 1926, dijo de su amigo Chamizo: "... Es un castúo de ondas raíces extremeñas que ha sembrado su germen literario, profesional y fa­miliar en la Sierra Morena Sevillana..."

            También se reunía con amigos, entre ellos Fe­derico García Lorca y otros poetas de la zona, como el médico de Cazalla de la Sierra, José María Osuna Jiménez

            No era Chamizo un hombre especialmente dotado para los negocios y administrador de la ha­cienda familiar, a pesar de sus estudios mercantiles, Su carácter bohemio, literario y las largas ausencias de Guadalcanal, hizo que realmente fuese su esposa la que administraba, Virtudes controlaba los gastos y se dedicaba personalmente a contratar personal domés­tico y jornaleros en la época de cosecha. Era una mujer de gran cultura y entusiasta de los viajes, estudió en Sevilla idiomas y aprendió a tocar el piano.

            La segunda faceta que conocemos de Luis Chamizo en Guadalcanal es la política local durante la dictadura de Primo de Rivera, si bien fue una faceta poco fructífera y no una elección voluntaria, nombra­do concejal el 1 de marzo de 1924, siendo alcalde Da­niel Muñoz Vázquez y sustituyendo a este el 7 de abril de este mismo año como primer edil. Él continua con su actividad académica y contantes ausencias de la lo­calidad, siendo designado académico de la Real Aca­demia Sevillana de las Buenas Letras, coincidiendo en esta estepa con Antonio Muñoz Torrado, guadalcanalense y que ejercita de primer secretario. Solicito va­rios permisos o excedencias municipales y se ausentó repetidas veces del pueblo para atender sus negocios en Guareña y viajes a Sevilla para cumplir como aca­démico y reuniones literarias, quedando como alcal­de en funciones Daniel Muñoz. Finalmente, cesó de sus funciones municipales el 4 de septiembre del 25, siendo sustituido después de 515 días por Daniel Mu­ñoz Vázquez hasta terminar la legislatura en mayo de 1927.

            Por último, queremos fijarnos en la faceta lite­raria que cultivó en Guadalcanal, donde se encuentra parte del legado en su despacho-biblioteca de la casa familiar, escribiendo varias de sus obras, dos de ellas aun inéditas. Entre estas obras destacamos "Las Bru­jas", que fue representada el 31 de enero en el teatro Cervantes de la ciudad hispalense y en la noche de 10 de octubre de 1930 en Madrid, un mes después en el teatro López de Ayala de Badajoz, entre otros, así mis­mo, en Guadalcanal fue representada con carácter lo­cal en un recinto situado frente al Paseo de El Palacio, conocido popularmente como "Trespalacios", lugar en el que en los meses de veranos se instalaba un cinema­tógrafo y se exponían obras de teatro y actuaciones de variedades.

            Como hemos mencionado anteriormente, eran frecuentes las reuniones literarias que se organi­zaban en las fincas de la familia o en otras de los pueblos cercanos a los que era invitado. En el año anterior a establecerse en nuestro pueblo, fue reconocido su gusto por la poesía regionalista extremeña, obteniendo gran reconocimiento con la publicación de "El Miajón de los Castúos" libro en el que refleja la esen­cia del pueblo extremeño, saboreando las mieles del éxito en Guadalcanal cuando apenas contaba con 24 años.    .,

            Durante la época que vivió en Guadalcanal colaboró en periódicos y revistas, queremos destacar una poesía titulada "Los héroes sin gloria", que publi­có en la revista “El comercio de Guadalcanal" en 1928:

I

Oh, los héroes sin gloria;

los héroes del martillo y del arado;

los que nunca tuvieron más amigos

que el Dolor, la Miseria y el Trabajo!

Los que nacieron en jergones duros

y se nutrieron de los senos flácidos;

los que al abrir los ojos a la vida

no encontraron sonrisa, si no llanto.

Los que no protestaron del Destino;

los que nunca mintieron ni adularon,

y a fuerza de decir la verdad siempre

se hicieron hombres libres, siendo esclavos.

¡Oh, lo héroes sin gloría;

los buenos, los humildes, ¡mis hermanos!

Los que sufren y rezan y trabajan

con sonrisas muy dulces en los labios!

II

La vieja aristocracia, sin torneos,

sin cruzadas, sin moros, sin vasallos,

se muere de nostalgia en los salones

de sus viejos palacios.

La vieja aristocracia nos mantiene

las flores enfermizas del pantano:

pereza, laxitud, desdén, abulia,

modorra, languidez, esplín, cansancio...

de vivir eternamente,

sin tregua ni reposo descansando!

los nietos de aquellos

invencibles guerreros hijosdalgos!

Respetad los archivos donde yacen

los viejos pergaminos olvidados.

Aún hay trincheras que ganar.

La Patria también hoy necesita vuestro brazo.

Rasgad en submarinos el misterio

del vientre colocal del Océano.

Dominad cual cóndores las alturas

En vuestros dirigibles y aeroplanos.

Pero dejad la tierra a los humildes

hijos de la Constancia y del Trabajo:

que lleguen a ser dueños de talleres

y lleguen a labrar sus propios campos.

III

¡Oh, los héroes sin gloria;

los héroes del martillo y del arado;

los que nunca tuvieron más amigos

que el Dolor, la Miseria y el Trabajo!

Los que pobres nacieron (vivieron) y murieron

porque nunca mintieron ni adularon;

los que en lucha continua con el hambre,

llevan dulces sonrisas en los labios.

Los que todo lo sufre con paciencia

y todo lo soportan resignados.

¡Oh, mis héroes sin gloría: los humildes!

Trabajar, esperar; y al fin, hermanos...

            Una vez terminada la guerra civil, la familia se trasladó a Madrid, donde fijó su residencia, allí desem­peñó un cargo en el Sindicato de Espectáculos, consi­guiendo un sueldo del estado que, unido a las rentas de su negocios y fincas de Guareña y Guadalcanal, le permitió vivir desahogadamente. Si bien conservó la casa familiar de en la actual calle Costaleros de Gua­dalcanal, donde viajaba con la familia en varios perio­dos del año y aún se conserva su despacho-biblioteca, muchos muebles y recuerdos de aquella época.

Publicado en el libro homenaje Luis Chamizo el año del centenario Guareña-Guadalcanal 2021/2022

Autor. - Rafael Spínola Rodríguez

sábado, 11 de enero de 2025

Guadalcanal Monumental 10


La Almona

         El edificio conocido como La Almona fue origen la casa del bastimento del Maestre de Santiago. En un viejo escrito del siglo xv se dice que «tiene una escalera por don­en suben las bestias el pan a la sala alta». Un albañil que fue llamado para tasar las obras, dijo «hay que reparar las tapias de piedra… y hacen falta cuatro mil e quinientos ladrillos, arena y cal.» Había un madero quebrado en el techo, y las puertas estaban podridas siendo necesario recorrer el tejado, este era el bastimento del trigo, pues había otra casa de los lagares del Maestre para bastimento del vino.

            Almona viene del árabe dar al muna, «casa de las provisiones», y así vemos que pro­visión y bastimento viene a ser lo mismo. Antiguamente, se llamaba así a una casa, fábrica o almacén público, un almacén de jabón o de otras mercancías. También en Andalucía era sinónimo de jabonería.

La antigüedad del edificio no se conoce con exactitud, pero se sabe que el Maestre Lorenzo Suárez de Figueroa hizo las casas y bastimentos de Llerena, Guadalcanal y de la Fuente del Maestre entre 1387 y 1409. Actualmente es descendiente suyo D. Alfonso de Figueroa y Melgar, duque de Tovar y Grande

De España que se ha interesado por las cosas de Guadalcanal y es buen amigo mío.

            Siguiendo con la historia de La Almona, encontramos en nuestro pueblo, en el verano de 1494 a D. Fadrique Enríquez de Ribera, tomando posesión de la encomienda que le habían concedido D. Alonso de Cárdenas, año en el que consta ya el convento de San Francisco fundado por su tío, pues D. Fadrique era bisnieto del almirante Alonso Enríquez, que nació en Guadalcanal a mediados del si­glo XIV. Las almonas del Arzobispado de Se­villa pertenecían a la familia de D. Fadrique, encargándose éste de su explotación, y en 1512 inicia la compra de otras, por lo que ca­be suponer que sería por entonces cuando en­tra en el pueblo la tradición de la jabonería. El jabón, que era blanco y duro, se hacía co­ciendo en aceite, en unas calderas, cenizas de hierba de almarjos. Se sabe que los montes de Cazalla y Guadalcanal bajaban los carros con capachas de aceitunas, cenizas y plantas para la almona que Sevilla tenía cerca de Chapina.

            También arranca de D. Fadrique el que se diese al Hospital de la Sangre de Sevilla la mitad del diezmo de trigo, cebada y vino de la encomienda. El origen fue como sigue: existiendo desde antiguo en Sevilla numero­sos hospitales para pobres, construidos por los gremios, cerca de cien, en estado precario, se deseaba unificarlos. Para remediarlo su madre, Dña. Catalina de Ribera, obtuvo bula para erección de un hospital en 1493, y que estuvo situado primitivamente frente a Santa Catalina. En su testamento donó cuantiosos caudales para construir en la Macarena un gran hospital, con el nombre de Hospital de las Cinco Llagas, llamado después de la San­gre, que fue el mejor de Europa en su tiempo y al que su hijo ayudó.

            El Hospital de la Sangre tenía en Guadal­canal una casa-fábrica de jabón y una bode­ga, y un administrador, que vivía en el pue­blo. En otro lugar se cita la renta de su bode­ga y graneros. El diezmo del trigo para di­cho hospital eran 300 fanegas a 20 reales ca­da una. El de cebada, 450 fanegas a 10 reales. El del vino, 80 arrobas a 52 reales. Otro tanto era para la encomienda. El beneficio cu­rato de Santa Ana cobraba 579 reales y 2 maravedíes del Hospital de la Sangre como par­tícipe de diezmos.

            En el año 1758 encontramos a Juan Gordón El Menor arrendando el jabón de la en­comienda de Guadalcanal. La tradición de la jabonería siguió existiendo en nuestro pueblo, pues en el siglo pasado consta una fábrica de jabón y aún en este siglo la hemos conocido.

            Descripción de La Almona: Es una cons­trucción de planta ligeramente trapezoidal he­cha con piedra de sillería. Consta de dos plan­tas, formadas cada una de ellas por una nave con cubiertas de entramado de madera soste­nida la de la baja por arcos apuntados que arrancan del pavimento, formando a modo de contrafuertes interiores. El tejado es a dos aguas y está sostenido por pilares alineados en el eje central de la nave. Esta segunda plan­ta tiene acceso directo mediante una rampa exterior a la fachada y apoyada en el muro. Las puertas de ambas plantas se superponen en el centro de dicha fachada; la de la planta baja es un arco apuntado de escasa altura que apea en impostas constituidas por un toro y una gola. La puerta de arriba, precedida de un porche sostenido por pilares de ladrillos, es también de arco apuntado, más peraltada que la inferior, sobre sencilla moldura de cuarto bocel. El edificio recibe la luz por es­trechas saeteras, algunas de las cuales han si­do ensanchadas con posterioridad a la primi­tiva edificación, que, por sus características, especialmente por la proporción de los arcos, cabría colocar en fecha bastante remota, quizás en la primera mitad del siglo XIV, según los expertos. Hace unos años estuve visitándola y vi una lápida muy antigua, la izquierda de la puerta de arriba, escrita en caracteres góticos, que todavía no tengo cifrada del todo, y que parece decir: “UBO A DIOS FUE ACABADA ESTA CASA A MANDO LABRARLA DONDE BOO SOOMMM DE PAZ”.

            No quisiera dejarme en el tintero un dato que contradice la fecha que nos dan los expertos de Bellas Artes sobre la construcción de La Almona. Se trata de un escrito que existe en el A.H.N. en el que Lorenzo Suárez y Figueroa compra una casa con su corral a un vecino de Guadalcanal, que tiene por linderos los palacios de la Orden, y las otras partes, las calles públicas, por el precio de mil maravedís, y en el año 1403. Esto coincide perfectamente con el edificio que estamos tratando.

            Por estar la calle de La Almona deshabita, fue refugio de fantasmas el siglo pasado según tengo noticias recibidas de mi abuela materna, que vivió por entonces.

            Este edificio está incluido en el Catálogo Arqueológico y Artístico de la provincia de Sevilla y en el Inventario Artístico de Sevilla y su provincia, de la Dirección General de Bi­llas Artes. Es la edificación de la Orden de Santiago más antigua que existe en Guadalcanal y el Ayuntamiento debe cuidar de que no se deteriore.

DR. ANTONIO CORDÓN BERNABÉ
Revista de feria 1991


DATOS
. –

             Es el edificio de estas características más antiguo de la provincia de Sevilla, se construyó como casa bastimento de la orden de Santiago y la Mesa Maestral, para almacenar grano, vino y cuadras para ganado.

            Data del 1336 siendo maestre de la orden Vasco Rodríguez Coronado y era un edificio adjunto al palacio del comendador que se ubicaba en los terrenos de la actual casa consistorial.

            Está compuesta por dos plantas, que ocupan unos 300 metros cuadrados el alta se accedía por una rampa. En el interior está compuesta por dos salas iguales sujetas por arcos apuntados que parten desde el suelo.

HEMEROTECAS 

sábado, 4 de enero de 2025

Ordenanzas Municipales Guadalcanal siglo XVI

SENTENCIA CONTRA CIERTOS VECINOS POR EL EMPLEO DE PESOS Y MEDIDAS FALSAS. 

            Ante el gobernador y justicia mayor de la provincia de León, don Alonso del Castillo Villasante, los alguaciles de dicha Gobernación Antonio Álvarez Acebedo y Pedro de Saucedo, el 12 de noviembre de 1580 presentaron denuncia contra ciertos comerciantes y mercaderes de Guadalcanal, en poder de los que hallaron algunas pesas y medidas falsa e inexactas, conforme a los patrones establecidos en las Ordenanzas Municipales.

Para Comprobar la causa objeto de la denuncia, el gobernador envió a Guadalcanal al almotacén del Concejo de Llerena, Lorenzo Martin, quien, tras un examen minucioso de los útiles mencionados, a fin de proceder en razón de los delitos correspondientes, resultó hallarse las pesas y medidas en los establecimientos de los vecinos siguientes:

Ø  Catalina García, medio cuartillo y una medida de dos maravedíes.

Ø  María Hernández, una balanza de un marco y una vara.

Ø  Tristán López, medio cuartillo.

Ø  María González medio cuartillo y una medida de dos maravedíes,

Ø  Gaspar Gómez. medio cuartillo, una balanza y dos pesas de una y media libra

Ø  Juan Mateos, un cuartillo y medio cuartillo.

Ø  Juan González, medio cuartillo y dos medios de vino.

Ø  Juan de Tarifa, medio cuartillo y una medida de dos de vino.

Ø  Francisco Martín, molinero, un peso, una libra, media libra, cuarterón y dos onzas.

Ø  N Rodrigo González, una medida de dos maravedíes, un peso de jabón, una libra, media libra, un cuarterón y otro peso.

Ø  Lorenzo Martín, molinero, medio almud.

Ø  Lázaro de Sancha, un peso, una libra y media libra.

Ø  Juan Sánchez, Alonso García Rebusco, Blas García, un no, Ana Hernández, Álvaro Méndez, Alonso Rodríguez Juan Bautista, Catalina González, Cristóbal Núñez de AIba un tal Molín, Juan González Morales y Pedro Peña, cada uno una arroba.

Ø  Gregorio Martínez, una balanza, una libra y media libra.

Ø  Francisco Mateos, de Fuente del Arco, dos medios almudes.                              En cambio, el almotacén halló falsas las pesas y medidas de las personas que a continuación se detallan:

Ø  Gregorio Rodríguez, un peso al que faltaban cuatro adarmes

Ø  Francisco Martín, medio almud, grande.

Ø  Francisco García Hortelano, una balanza, con un adarme de exceso

Ø  Sebastián de Ribera, medio almud, grande.

Ø  Cristóbal Yánez Remusgo, una arroba grande.                                         

 

            De todo ello dio fe el escribano público Alonso Escudero.
           

 

 

Los infractores fueron notificados de los cargos y culpas que contra ellos resultaron y se les concedió un plazo de seis días para que apelasen lo estimasen oportuno. Renunciaron éstos al plazo de probanza que se les otorgaba, con lo que quedó ratificada la imputación de los alguaciles citados, y se hizo el correspondiente traslado a la autoridad judicial competente.

            Cinco años más tarde, el gobernador de Llerena pronunció sentencia definitiva por la que estos delincuentes fueron condenados, uno de ellos, a las penas de mil maravedíes, ¡a la destrucción! pesas y medidas objetos de estas sanciones y a las costas del proceso.  
            Transcurridos apenas unos días, por otra acusación que los aguaciles del partido presentaron en el Concejo de la villa, el alcalde don Lope Hernández y los regidores don Diego González y don Cristóbal Hernández examinaron una balanza de la carnicería de Hernando de Soto, en el mercado de abastos, la cual

Se halló falsa por exceso

            Las autoridades decretaron la intervención de dicho peso.

            Mas como los acusadores atribuyesen al Concejo el presente delito, como encargado de suministrar y velar por la exactitud de los pesos en el establecimiento citado, éstos pidieron que fuese condenado al Organismo responsable, conforme a las leyes del Reino. Vista la causa en la gobernación de Llerena, se mandó dar traslado de dicha acusación al Concejo de Guadalcanal para que probase lo que procediese. Expirado el plazo de un día concedido para la presentación de alegatos como las autoridades locales se abstuvieran de aportar prueba alguna, el gobernador pronunció sentencia definitiva, el 21 de noviembre de 1585, por la que se condenó al Concejo con la imposición de una multa de tres mil maravedíes y gastos del proceso.

            No paró aquí la severa actuación del gobernador, pues, habiendo publicado una requisitoria para que en un término fijado acudiesen a registrar sus pesas y medidas a las Casas Consistoriales todas aquellas personas que poseyesen dichos instrumentos para su uso particular, muchas no cumplieran este precepto, el justicia mayor procedió contra ellos de modo que el desconcierto cundió en la villa hasta el punto que el Concejo decidió llevar el caso en grado de apelación a la Chancillería de Granada, para lo que designó como procurador a don Juan de Silva. La Audiencia demandó a la autoridad judicial de Llerena para que en el plazo de doce días remitiera las causas de estos procedimientos. No exhibió el gobernador la documentación exigida y fue declarado en rebeldía, con cuyo agravante, la Audiencia -por don Fernando Niño de Guevara, don Luis Caso de Cepeda, don Juan de Morilla Osorio y don Gonzalo Aponte- determinó ver y fallar en el pleito instado con aquél por el Concejo de Guadalcanal. Se celebró el juicio el 26 de mayo de 1589, y por él fue revocada y declarada nula la sentencia dada por el juez de Llerena, que se calificó de injusta y arbitraria, con aditamento de restituir el importe de las penalidades impuestas a todos los inculpados. También se falló para lo sucesivo que ningún gobernador del partido se inmiscuyera en inspecciones de esta naturaleza, so pena de cincuenta mil maravedíes para la Cámara Real.

            Se hizo el correspondiente traslado de esta ejecutoria al gobernador de Llerena, que al presente lo era don Diego Álvarez Osorio, la cual como éste se hallase ausente, fue recibida por su teniente el licenciado Ponte Maldonado.

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