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sábado, 28 de junio de 2025

GUADALCANAL EN SU SIGLO DE PLATA 3/3

Agustín de Zárate ¿* Valladolid 1514 + Sevilla 1560?

Administrador General de las minas de Guadalcanal

             De Ortiz de Zarate tanto las enciclopedias consultadas como la Biblioteca Nacional o la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, no existen fechas exactas de su lugar de nacimiento y fecha de deceso, la mayoría sitúan como fecha de nacimiento en 1514 en la ciudad de Valladolid y su fallecimiento en Sevilla en 1560, otras los sitúan en fechas y ciudades diferentes, inclusive en una entrada de la Real Academia de la Lengua en el que sitúan su nacimiento en la ciudad Alavesa de Orduña y su muerte según describe J.C. Santomayo en el mes de Mayo de 1570 en Madrid.

            Teniendo gran importancia como administrador de Minas del Reino y administrador general de las minas de Guadalcanal, de la que fue nombrado al año siguiente de sus descubrimiento por Carlos I, teniendo gran influencia en la corte y marcando la vida de Guadalcanal y su minas administrando su riquezas durante más de tres años, su faceta en la que los historiadores se detienen más en la de escritor, aun no siendo cronista oficial de la Corona, su libro “Historia del descubrimiento y conquista de las Provincias del Perú, y de los successos que en ella ha auido, desde que se conquistó hasta que el Licenciado de la Gasca... boluio a estos reynos... / la qual escreuia Agustín de Çarate", que fue impreso en 1555 en Amberes, el mismo año que fue nombrado administrador general de las minas de Guadalcanal, y reimpresa en Venecia en 1563 y en Sevilla en 1577, además, fue traducida al francés, el alemán, el inglés y el italiano, de gran calidad literaria, la obra no deja de hacer patente la concepción personal del autor en la narración de unos hechos en los cuales, en muchos de ellos, él tomó parte.

            Esta obra fue encargada por el príncipe y futuro rey Felipe II, narrando de una forma veraz la verdadera historia de la conquista de Perú y sus acontecimientos anteriores y posteriores a la conquista y teniendo el final cronológico en 1548 coincidiendo con la muerte de Gonzalo Pizarro. Coincidió en América con Francisco de Mendoza, Durante los quince años anteriores a su vuelta a España, fue Contador del Consejo de Castila y en el año 1543 fue nombrado contador de mercedes del virreinato de Perú y Tierra Firme, legando a América un años después con la expedición del primer virrey, Blasco Núñez de la Vela, fue nombrado por la Audiencia de Lima como negociador en la contienda entre las tropas de los encomenderos de las que estaba al mando Gonzalo Pizarro y la casa del virrey, siendo apresado en plenas negociaciones, finalizando esta contienda en la batalla de Iñaquito (donde se asienta en la actualidad la Republica de Ecuador), cerca de la ciudad de Quito donde fue derrotado y decapitado el primer virrey de Perú Blasco Núñez de la Vela, liberado Ortiz regreso a España, donde tuvo que hacer frente a una acusación de sedición y traición al Imperio Español.

            Durante la última etapa de su vida se retiró a la que parece ser que era su tierra natal y fue nombrado encargado de aduanas de Vitoria y Salvatierra, donde se dedicó a escribir y narrar las vivencias de su periplo en tierras americanas, describiendo la verdadera historia de la cruel colonización y saqueo de aquellas tierras, igualmente se la atribuye “Censura de la obra "Varones ilustres..." de Juan de Castellano”.

Fuentes. - Archivo Histórico Nacional, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Espasa y autor.

Rafael Spínola Rodríguez

sábado, 21 de junio de 2025

NI MORTAL, NI INMORTAL


La virginidad de nuestra alma

            Sentado en una piedra y en el ocaso de su vida, un anciano le dijo a su hijo: “Ni celeste ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y hora, te forjes la forma que prefieras para ti (...) ¡Altísima y admirable dicha del hombre!... Al que le fue dado tener lo que desea, ser lo que quisiere.” (Oración acerca de la dignidad del hombre. - Giovanni Pico della Mirandola (1484).

            Tocados con un exceso de inteligencia, los humanos somos los únicos mamíferos que saben que van a morir poco después de nacer, que conocen su propio final cuando aún no han terminado de escribir el prólogo de su vida, y que desde hace milenios albergan una común y viva fantasía: “burlar a la muerte con falsas triquiñuelas”.      

            Con este fin inventamos hace milenios las religiones y el pecado mortal, la literatura y el espiritismo, con este fin diseñamos filosofías inmortales y construimos imperios caducos, exploramos nuevos mundos y los colonizamos destruyendo sus creencias y culturas, o ingenuamente hacemos el amor para volver a nacer o para dejar de morir, o simplemente para creer que así seguiremos viviendo para siempre perpetuando nuestra especie.

            Desde hace apenas un par de siglos los occidentales nos instalamos en la llamada era moderna y hemos desterrado la idea de la reencarnación que proclamaban las diferentes culturas y religiones y hemos depositado nuestra confianza sobre todo en la ciencia, abandonando la idea de la vida eterna y la persecución de la piedra filosofal y la fuente de la eterna juventud, esperamos que nuestros sesudos congéneres desentrañen las causas físicas de la vejez y la muerte con el fin de contrarrestarlas, para que los ricos puedan invertir en su futuro y los pobres nos tengamos que hipotecar en el presente y así entre todos encontrar el elixir mágico que pueda derrotar de una vez para siempre al enemigo común y final, la muerte.

            Claro que todo esto me suena a vanidad humana, tan sólo vanidad de alcanzar mediante nuestro ingenio lo que al mundo natural le está vedado: la vida eterna, durar para siempre, y así poder seguir destruyendo día a día nuestro hábitat, programar guerras a más largo plazo, seguir pisando a nuestros semejantes, pero eso sí, todo esto, eternamente, en definitiva, ser quienes somos pero sin fecha alguna de caducidad, sin capacidad para seguir respetando la ley física del resto de los mamíferos, vivir, reproducirse y morir dignamente.

            Nuestra arrogancia sin límites sólo se ve superada por nuestra infinita ignorancia, pero seguimos intentándolo, todos los credos y dogmas se basan en la promesa abierta de la inmortalidad, una eternidad invisible a nuestros ojos e incrustada en nuestra mente, una impalpable vida eterna que continúa después de la muerte sin interrupción y sin maldad, lo cual exige perpetuar una porción de nosotros que, a diferencia de este cuerpo de carne, sangre y hueso, no muere jamás y que las diferentes doctrinas laman: el alma.

            Los creyentes creen que la muerte deja de ser el final para pasar a ser la liberación de nuestra pequeña inmortal porción de parte buena del ser humano del resto, y su viaje a un plano diferente de la existencia donde nos espera la eternidad, ¿pero nos han preguntado si queremos ser eternos?, o será simplemente un castigo si no hemos cumplido con las exigencias del dios de cada cual, o tal vez sería una recompensa por ser imperfectos, si hemos llevado a cabo los adecuados rituales de no ser piadosos de manera dictada y prescrita con los demás humanos, pero repito, si esto es la vida eterna, tendrían que consultarnos antes de enviarnos para allá.

            Yo no me quiero desprender de mi cuerpo, sus indignidades, amores, buenas acciones y debilidades, el ser humano no puede ser igual que una crisálida, utilizar nuestro cuerpo como un contenedor temporal, creo que nuestro verdadero “yo” vive para siempre, según dice un proverbio árabe “la muerte no me asusta, porque cuando yo estoy ella no viene y cuando ella venga yo ya no estaré” o algo parecido.

            Finalmente, no debería extrañarnos la obsesión humana por la muerte, el instinto de supervivencia es básico en todos los animales e igual que ellos sentimos el impulso visceral y brutal para esquivar a la muerte, el frenético deseo de vivir estaba ahí mucho antes de que nuestro redondeado y prominente cerebro cayera en la cuenta de que a uno mismo le toca morir, nacemos con ese don, los animales matan y mueren, pero no saben qué les va a ocurrir a ellos; no tienen el impulso de vivir eternamente, dado que en cierto sentido todos ellos viven en una eternidad, un tiempo sin futuro ni pasado, un tiempo sin muerte programada.

            Hoy, me gustaría tener esperanza en la otra vida, pero lamentablemente nadie jamás ha vuelto del otro lado de la muerte para confirmarlo; aunque muchos hayan alegado haberlo hecho, reencarnados en seres más humanos, buenos y honrados, las pruebas indican lo contrario, la vida es el principio de un ciclo y la muerte el final de un instante, así que solo nos queda… La virginidad de nuestra alma.

RAFAEL SPÍNOLA RODRÍGUEZ

sábado, 14 de junio de 2025

GUADALCANAL EN SU SIGLO DE PLATA 2/3

Guadalcanal, valió un Potosí

             (Breve sumario sobre las famosas minas de Guadalcanal en su época más importante).

            “Vale un Potosí”, así se dice en España para referirse a riquezas inmensas y casi inaccesibles. Muchos españoles saben dónde estaba este famoso monte de plata (hoy, propiedad del Estado de Bolivia) el cual tuvo tanta importancia para la Hacienda Real de Felipe II, pero, por el contrario, a veces, ni aún historiadores españoles están informados de que durante los años 1555-1565, hubo otra mina de plata de importancia grandísima, pero no en las Indias, sino en España, en el término de Molinillo, a unos cinco kilómetros de distancia de Guadalcanal.

            En agosto del año 1555, un vecino de Guadalcanal, de nombre. Martín Delgado, un hombre pobre, de poca suerte en su vida (murió en 1556), descubrió una veta de plata muy rica y según las leyes dio cuenta de su existencia a las autoridades de su pueblo. Al poco tiempo fueron descubiertas otras ricas vetas.     Cuando la Corona se halló informada de los grandes tesoros de Guadalcanal, actuó en seguida: “las minas fueron declaradas propiedad del rey y se nombró un administrador real, Agustín de Zárate, que se puso en marcha hacia Guadalcanal para reservar los derechos del rey (no encontrándose en España en esta época, sino en Flandes, en su ausencia gobernó la princesa doña Juana de Portugal)”.

            El día 7 de noviembre de 1555 se empezó con la producción. A los descubridores, así como los hombres que hubieran podido demandar derecho en las minas, teniendo en sus manos cartas de merced, se les forzó a renunciar a todos los derechos en favor de la Corona, dándoles indemnizaciones muy escasas.

            El fundamento legislativo de esta expropiación por la Corona, fue el antiguo Ordenamiento de Alcalá de 1316, en el que el rey Alfonso XI había declarado categóricamente: “Todas las mineras de oro é de plata, é de plomo, é de otra guisa cualquier que minera sea en el Sennorio del Rey ninguno non sea osado de labrar en ella sin mandado del Rey". Pero, sin embargo, del dicho ordenamiento, esta privación fue una gran injusticia, porque el rey Juan I en 1387, había renunciado a este regalo y constituido que todos los súbditos "de los dichos nuestros Reynos puedan buscar, y catar, y cavar en sus tierras y heredades de las dichas mineras de oro y plata y de otros metales”.

            En recompensa por la dicha renuncia a su regalo, el rey sólo demandó dos tercios de cualquier metal sacado. Cuando fueron descubiertas las minas de Guadalcanal, estuvo aún en vigor esta ley de Juan I, según la cual los descubridores hubieran tenido derecho en un tercio de la plata producida. Los argumentos de los juristas de Felipe II para justificar la no observación de la ley de Juan I, fueron demasiados dudosos, explicando, por ejemplo, que, si el rey hubiera sabido en 1387 que en tiempos futuros serían descubiertas minas de tanta riqueza como las de Guadalcanal, él de seguro no hubiera querido renunciar a la tercera parte de su derecho. Felipe II sabiendo muy bien lo dudoso de los argumentos de sus juristas en los pleitos con los descubridores en 10 de enero de 1559, pasó un fuero minero nuevo, ordenando otra vez la incorporación de todas las minas de oro, plata y azogue y poniendo en un radio de una legua, alrededor de las minas de Molinillo, un círculo prohibiendo el acceso a cualquier persona no autorizada por los oficiales del rey. Las minas fueron explotadas por cuenta del rey.

            En los pozos de las minas de Guadalcanal, trabajaron en los años 1556 1561 hasta 300 personas, no sólo españoles (algunos vecinos de Guadalcanal, Cazalla, Constantina y Azuaga), sino también franceses, italianos, alemanes, flamencos, ingleses, judíos y, sobre todo, los esclavos negros comprados en Zafra, mercado central Extremadura para el comercio con esclavos importados de Portugal.

            En los primeros años de su producción, las minas de Guadalcanal han sido más ricas que las de Potosí. Desde el 7 de noviembre de 1555 hasta el 12 de noviembre de 1563, se sacaron de los pozos de Guadalcanal, 319.23 marcos, una onza y seis ochavas de plata. Valió la plata producida a razón de 2.320 maravedíes cada marco, por ser plata muy buena y fina 740.133.867 maravedíes, de los cuales descontados 134.069.568 que fue todo lo que se gastó en dicha fábrica de Guadalcanal.

            ¿Qué se hizo con la plata de las minas de Guadalcanal?. Se entregó la plata a los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla y después se llevó a la Casa de la Moneda de esa ciudad “para labrar dela moneda para pagar las libranzas que en ella se hazen”. Es quizás interesante saber que no sólo los prestamistas extranjeros de la Corona (que rogaron ser pagados con la moneda procedente de las minas de Guadalcanal), recibieron asignaciones de esa plata, sino que también los almirantes de la Armada y los generales de los Ejércitos españoles en Italia, los Países Bajos y África (Melilla).

            Además; se pagó con la plata de Guadalcanal sustento del Emperador Carlos I en Yuste durante los últimos años de su vida. Pero sólo durante 10 años las minas de Guadalcanal, fueron muy ricas; entonces, desde el año 1565, el beneficio legó a ser muy escaso y se estima que desde el año 1567, la plata sacada de la mina no bastó ni aún para los gastos efectuados.

            En una carta del año 1570, que Felipe II escribió al primer administrador de mina, Agustín de Zárate, el rey siente mucho la disminución de la producción de mina y le da orden de regresar otra vez a Guadalcanal para volver a administrarla. Pero esta vez tampoco Zárate tuvo éxito, la mina nunca más dio tantas riquezas como en los primeros años de su explotación.

            En 1584 dejó de labrarse las minas por cuenta de la Real Hacienda. Sin embargo, el recuerdo de los tesoros legendarios que tuvo la mina los primeros diez años de su producción, estimuló también en los siglos próximos XVL XV I y XIX a los reyes y a las grandes empresas mineras españolas y también extranjeras (Fúcares 1632-38, Conde de Clandord), muchos trataron de explotar otra vez los pozos antiguos y gastaron mucho dinero para desaguar y reedificar la mine No estoy seguro de cuáles han sido las causas del declinar de la mina. Quizá las vetas se agotaron entonces, aunque podría ser que todavía en la actualidad hay plata rica en Molinillo, pero los yacimientos están muy hondos y por eso sería muy difícil y costoso explotarlos

GEORGE BRAUN, M. A. Licenciado en Historia y Becario del C. I. S.

Revista de feria 1972

sábado, 7 de junio de 2025

GUADALCANAL 1902

EL GLOBO O TROMBA DE FUEGO DE GUADALCANAL

            El sábado 1º de Febrero, á las dos de la tarde, atravesó la población de Guadalcanal y su término de (provincia de Sevilla) una manga de fuego, produciendo enorme ruido y alguna trepidación. Muchas personas, en su mayoría mujeres, creyendo que se venía encima el fin del mundo, fueron presas del mayor espanto.

            Así describe el fenómeno D. Manuel Calleja, de la localidad mencionada, y así Carvic lo pone en conocimiento del público. Acaso se trate de la caída de un bólido, que no pocas veces éstos se presentan con tal aparato, pero muy bien pudiera acontecer que fuese un meteoro como los que Arago llamó “rayos globulares”.

            Es éste un fenómeno muy poco frecuente, pero que se ha observado ya por muy distintas personas y en circunstancias bien diversas, de modo que no puede tenerse por fantástico, quiero decir, como ilusión de los que lo refieren, y muchas de las descripciones tienen alguna semejanza con la sobria reseña del Sr. Calleja. El almirante Duperry consigna que en las islas de la Sonda presenció un espectáculo imponente, producido por una nube luminosa y esférica que lanzaba rayos y truenos en todas direcciones.

            Es famoso también el caso de la iglesia de Stralsund, donde penetró un globo de fuego del que salieron otros menores, a modo de granadas, que estallaron con gran estrépito. El globo fulminante de Beaujon es no menos célebre, y cuentan que hizo tantos destrozos y tanto ruido como si una máquina infernal hubiese estallado en medio de la población; lanzaba el tal globo rayos en todas direcciones, y uno de ellos atravesó un muro cual pudiera hacerlo una bala de cañón. Otra tromba fulminante explotó en Everdon. En medio de una casa de labor, donde se hallaba una partida de segadores; mató á varios e hirió a los restantes, encontrándose después, en la superficie del cuerpo de las víctimas, gran número de manchas lenticulares. Poggendorf dice en los «Annales» que en 1850 apareció un meteoro luminoso globular cerca de la vila de Anhalt, siendo muchas las personas que presenciaron el fenómeno y que declararon que la maravillosa esfera tenía un matiz verdoso. M. Colón, vicepresidente que fue de la Sociedad Geológica de Francia, cita otro caso de que él mismo fue testigo. Vio una masa globular de fuego descender del cielo á la tierra á lo largo del tronco de un chopo, cuya corteza quedó abrasada; la masa luminosa bajó lentamente empleando cinco o seis minutos en recorres desde la cúspide hasta la base del árbol, y al legar al suelo rebotó sin estallar.

            En 1823 el profesor Schübler, durante una tempestad que estalló sobre la Selva Negra, vio dos globos luminosos coronados por una lengua de fuego cada uno. Muy recientemente la Academia de Ciencias de París se ha ocupado de esta clase de fenómenos con motivo de un caso presenciado por M. Viole, y del que éste dio cuenta a la Academia. Vio el citado observador caer del cielo una bola de fuego, como una piedra que desciende; apareció aquélla, se iluminó por relámpagos en efluvios, descargas difusas localizadas en un espacio muy restringido, pero que formaban en conjunto un meteoro imponente y magnífico. Otros muchos casos podrían citar y he citado en otra ocasión, pues hasta 150 perfectamente tengo noticia de haber sido registradas, pero con los expuestos basta para dar idea de este curioso meteoro y para que no quede duda alguna acerca de su existencia.

            Como dice muy bien Carvic, no se puede asegurar por la breve reseña del Sr. Calleja, cuál es la naturaleza verdadera del meteoro que se ha presentado en Guadalcanal; pero, por las trazas, parece que pertenece a la categoría de los antes indicados. Si así fuera, y no la caída de un bólido piedra meteórica (cosa también posible), los atemorizados habitantes de la población andaluza han presenciado un fenómeno, no único, pero sí muy rato y sobre cuya explicación andan todavía a la greña los hombres de ciencia. Arago supuso, al describir este meteoro, que existe una materia sutil que llamó «materia fulgurante», susceptible de unirse temporalmente a la materia ordinaria.

            Esta materia fulgurante es la que, en circunstancias apropiadas, y arrastrando consigo masas de gases de la atmósfera, forma, según la hipótesis de Arago, esas esferas y trombas incandescentes que de cuando en cuando se presentan, ya produciendo un vistoso y calado meteoro, ya incendios rarísimos, ya, en fin, desastres formidables, ocasionando a su alrededor el espanto, la destrucción y la muerte. Actualmente se entiende que la materia fulgurante de Arago no debe considerarse como una sustancia desconocida y misteriosa, ni tampoco como un fluido especial, sino solamente como una manifestación, no bien estudiada aun, de los movimientos vibratorios de la materia imponderable, movimientos que hoy día, según la naturaleza, sabemos que constituyen el calor, la luz, la electricidad, los rayos X, etc. Este es uno de los hechos que sirven para mostrar que, como decía mi amigo Juan Fernández, la noche que asistimos en París a la sesión de magia blanca, nuestro conocimiento de la Naturaleza es aún bastante imperfecto y que el estudio del mundo nos guarda todavía muchas sorpresas.

Vicente Vera EL IMPARCIAL, viernes, 7 de febrero de 1902