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lunes, 19 de noviembre de 2018

Guadalcanal 1902 (segunda parte)

EL GLOBO O TROMBA DE FUEGO DE GUADALCANAL (continuación)

En un artículo de fecha 1 de mayo de 2010 publicamos en el blog “Guadalcanal punto de encuentro” una reseña sobre la curiosa noticia del famoso acontecimiento sucedido en el invierno de 1902 en Guadalcanal y publicado por un tal Vicente Vera en “El Imparcial”, a continuación publicamos el resto de reseñas encontradas en las hemerotecas sobre este “fenómeno”.

PRESUNTO Y RARO FENÓMENO ATMOSFÉRICO OCURRIDO DURANTE LA FECHA Y LA HORA EXACTA QUE SE INDICAN EN EL TÍTULO DE ESTE TEXTO, Y DEL QUE DIVERSOS PERIÓDICOS DE MADRID, QUE YA NO EXISTEN, DECÍAN LO SIGUIENTE:

FENÓMENO METEREOLÓGICO: UNA MANGA DE FUEGO
El domingo último, y en el pueblo de Guadalcanal (Sevilla), próximamente a las dos de la tarde, cruzó el espacio una manga de fuego, de luz vivísima, acompañada de fuertes detonaciones. Gran número de vecinos se echaron a la calle, presa del mayor terror, oyéndose gritos y lamentos, pues el fenómeno atmosférico fue tomado por muchos nada menos que como señal de que el mundo había tocado a su fin. Añádase a esto que, recordándose por no pocas personas los pronósticos hechos para el próximo mes de Mayo por algunos astrónomos americanos, al sentirse los efectos de la masa de fuego creyeron las tales personas que se habían adelantado los vaticinios, y que, en su virtud, había llegado el crítico momento de la gran catástrofe. Afortunadamente los ánimos se fueron calmando en vista de que ni el ruido espantoso ni la ligera trepidación se repetían.
LA ÉPOCA, Año LIII – Núm. 18.554, Jueves 6 de Febrero de 1902, Página 4, columna 2

Un vecino de Guadalcanal (Sevilla) escribe a F. de Carvic que el 1º de Febrero, a las dos de la tarde, atravesó la población una manga de fuego, con gran ruido y alguna trepidación, que espantó, en especialidad a las mujeres. Este fenómeno nos recuerda otro semejante, ocurrido el 11 de Junio de 1809 en la villa de Quintana del Pidio, provincia de Burgos y partido de Aranda de Duero, que se describe en el Diario de Madrid del 7 de Julio de aquel año. Extractemos la carta de la localidad en la que se describe el meteoro: “A las once y media se presentó ante la villa un nublado de tan extraño y horroroso aspecto que el párroco y capellanes se reunieron en la iglesia con el vecindario para conjurarlo; la nube lanzó humo y luego una gran llama que se aproximaba hacia el pueblo, con gran clamoreo de las gentes que temieron ser abrasadas. Por fortuna, se desvió la llama quemando dos huertas, un huerto y muchas cepas de las viñas, arrancó de cuajo una encina e hizo otros destrozos”.
En Aranda y Gumiel de Hizam pusieron patente al Santísimo Sacramento creyendo que Quintana se abrasaba; nadie había visto fenómeno parecido, ni se oyó trueno ni se vio ningún relámpago. El diarista (como entonces se llamaba al periodista) escribió al párroco, que confirmó la noticia, “detallando los destrozos, como derribo de tapias y otras pruebas de su fuerza: que en la viñas tostadas se perdieron tres mil o cuatro mil cántaras de vino; que arrojó al suelo a un muchacho tirándole el azadón á ochenta pasos, sin causarle otro mal que chamuscarle el pelo, y que siguió el meteoro unos tres cuartos de legua hacia Levante. Por último que el ganado no quiso comer la hierba en todo el trayecto de la manga de fuego”.
¿Será el de Guadalcanal un fenómeno semejante? En las noticias del párroco se habla de un remolino formado por las nubes, del que se desprendieron los gases inflamados.
LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA.- AÑO XLVI – NUM. V MADRID, 8 DE FEBRERO DE 1902, PAGINA 2, COLUMNAS 2/3                                                                              
El fenómeno ígneo de Guadalcanal ¿lo produjo un bólido, como supone nuestro ilustrado amigo Vera al recordar otros más o menos parecidos observados en países diversos?. Puede ser esa una explicación, y hoy parece la más conforme con las ideas admitidas por la ciencia. Sin embargo, se necesitan pruebas concluyentes para confirmar las hipótesis, y tanto en lo de Guadalcanal como en el de Quintana no sabemos todavía que se hayan recogido fragmentos de bólidos que algún rastro dejarían al estallar cerca de la tierra. Y como no es imposible que se produzcan fenómenos volcánicos, térmicos o eléctricos lo prudente es esperar mayor comprobación, toda vez que las trepidaciones del suelo y las llamaradas permiten sospechar si se trata de explosiones de gases subterráneos que hayan dejado grietas, o tengas orificios naturales, o se hayan producido como la acción eléctrica que no deja más rastros que sus efectos por allí donde pasa. No negamos, pues, la explicación, pero conviene confirmarla con más datos. Escrito esto, la razón parece de parte del amigo Vera; pues si bien en la trayectoria conocida del meteoro no se habla de fragmentos, dícese que en algunos sitios del llano de Extremadura, y particularmente en la Granja de Torrehermosa, cayeron como una pedrea, si bien este fenómeno pudo producirse en una explosión subterránea, y esto lo dirá el examen de las piedras. En fin, nuestra idea es que la mitad de los fenómenos que se atribuyen a los bólidos son terrestres. En cuanto al nombre que se ha dado de bólido de Guadalcanal, está bien puesto, pues no siendo de parte alguna conocida, en Guadalcanal se dio la primera noticia de su existencia.
LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA.- AÑO XLVI – NUM. VI, MADRID, 15 DE FEBRERO DE 1902, PAGINA 2, COLUMNA 2

El Sr. Calderón dijo que, entresacando lo verosímil de varios relatos más o menos fantásticos que han visto la luz pública en los periódicos los días pasados, se puede inferir que el sábado 1º de Febrero último, a las dos de la tarde, se sintió la explosión de un bólido en el término de Guadalcanal, provincia de Sevilla, sin que hasta ahora se tengan noticias de haber sido recogidos fragmentos del meteorito. También el día 19 del mismo mes, a las once de la noche, estalló otro bólido en Aragón, produciéndose una estela luminosa que fue presenciada en Castellón, en dirección NE, a lo que siguió fuerte explosión. El Sr. Bolívar leyó con este motivo una carta del médico de Granja de Torrehermosa, D. Francisco Cano, que por muchos años fue consocio nuestro y al que se había dirigido en vista de los sueltos publicados por varios periódicos, requiriendo detalles de la caída de un meteorito en aquella población, dispuesto a que un conservador del Museo saliese inmediatamente en su busca si se confirmaban aquellos datos; en dicha carta el Sr. Cano describe el fenómeno diciendo que hacia las dos de la tarde del 1º de Febrero se produjo un ruido de trepidación, que las personas que estaban en el campo lo compararon con el que podrían producir tres truenos prolongados, pero sin que se observara manga de fuego ni globo alguno luminoso, ni mucho menos presenciara nadie la caída de fragmentos, como aseguraron algunos periódicos. Tampoco han dado resultado alguno las gestiones que oficialmente hizo el Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes para que los Gobernadores de las provincias en que se observó el fenómeno se procurase recoger fragmentos u observaciones sobre el fenómeno de referencia.
Hasta aquí lo que dicen los periódicos y los Sres. Calderón y Bolívar de la Sociedad Española de Historia Natural, que deliberadamente he transcrito en último lugar, por la sencilla razón de que, tratándose de científicos, me merecen más credibilidad que la gente de la prensa. Como el autor de estas líneas no es escritor, sino Químico Orgánico, por deformación profesional tiende a poner en entredicho noticias del tipo de las recogidas en los anteriores sueltos de prensa de principios del siglo XX. Si viviera en Guadalcanal, con el fin de aquilatar más la verosimilitud del evento, intentaría averiguar si existen descendientes del Sr. Manuel Calleja (serían nietos, biznietos o tataranietos) que recuerden haber recibido por transmisión oral noticias del meteorito. En ABC no habrá nada pues su primer número es de 1903. No es que crea que la veracidad de una noticia sea directamente proporcional a la distancia entre la Redacción del periódico y el lugar en donde se produce, sino que simplemente pienso que cuanta más información mejor. La relación que se establece en estas noticias entre Guadalcanal y Granja de Torrehermosa jugaría, en principio, a favor de la verosimilitud, pues a la velocidad a la que se desplazan los objetos siderales, no es sorprendente la misma hora, las dos de la tarde, para el mismo fenómeno, teniendo en cuenta que en línea recta Guadalcanal y Granja de Torrehermosa distan aproximadamente 30 kilómetros. Por ello, en principio sería interesante investigar, en dicho pueblo extremeño, si alguien pudiera confirmar lo que indica la sociedad científica, y si alguna vez aparecieron los susodichos fragmentos, cosa que dudo. En resumen, que me cuesta creer en la veracidad del bólido que es muy probable que se quedara en bulo. Si así fuera, la fecha elegida en pleno invierno víspera de la Candelaria, que se celebraba con hogueras en la puerta de la Iglesia de la Concepción, quizás inspirara al autor de la trola, si en eso se queda la pretendida bola de fuego Otro bulo, éste confirmado, ocurrió 77 años más tarde, hace ahora treinta años y pocos años, concretamente en el mes de Junio de 1979. El entonces corresponsal de ABC de Sevilla en la Sierra Norte, el alanicense D. Rafael Diéguez Carranco, publicó en dicho diario los días 15, 16 17 y 19 noticias alarmantes sobre una supuesta gigantesca serpiente que había aterrorizado a quienes la habían visto. Primero se decía que el ofidio lo vio un camionero en el paso a nivel de la Carretera de Guadalcanal a Fuente del Arco, luego unos jóvenes de Alanís, y finalmente alguien de Malcocinado la había visto devorar a un animal. La gigantesca culebra jamás apareció, y acabó siendo llamada «La boa de Luis Alonso». Fue una serpiente, pero de verano, - (como el tinto de ídem que sí es de verano, pero no es tinto) - según expresión consagrada en la profesión periodística para las trolas estivales. Eso sí, los autores de la broma estaban tan impacientes para hacer la competencia al famoso lago escocés, que ni esperaron al comienzo verano el día 21. Como ni el arroyo San Pedro ni la Rivera de Benalija llevan caudales suficientes para monstruos marinos, no se les ocurrió nada mejor que una gran bicha deambulando por la Sierra Norte. Madrid 5 de septiembre de 2009.

BOLETÍN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE HISTORIA NATURAL.- TOMO II, 1902. PAGINAS 125-126 (SOBRE UN BOLIDO OBSERVADO EN GUADALCANAL EN 1º DE FEBRERO DE 1902)

Hemerotecas

lunes, 12 de noviembre de 2018

Nuestro Entorno 7

El patrimonio histórico protegido 4/4
 La Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Encarnación de Constantina es uno de los templos más relevantes de la Sierra Norte por el volumen de su fábrica y la calidad de su ejecución. Es uno de los mejores ejemplos de arquitectura de transición del mudéjar al renacimiento, destacando su magnífica torre-fachada en la que interviene el maestro mayor del arzobispado, Martín de Gainza, el cual prescinde del esquema medieval al predominar en el cuerpo bajo su portada renacentista.
La intervención de arquitectos posteriores, como Hernán Ruiz y Díaz de Palacios, modificarían el proyecto original contrarrestando la unidad estilística primitiva pero no quedando exenta de armonía arquitectónica lograda por la perfecta superposición de los cuerpos y la correcta combinación de los materiales empleados.
Su planta es rectangular de tres naves, con arcos apuntados sobre pilares cruciformes que presentan pilastras adosadas sobre las que recorre un entablamento en la nave central, el ábside es poligonal y cuenta con capillas adosadas en los laterales. Los muros y sopor tesson de ladrillo enfoscados y encalados, presentando una gran simplicidad ornamental,  as cubiertas en el interior son de bóvedas de aristas separadas por arcos fajones, mientras que el presbiterio y la dependencia bajo la torre se cubren con una interesante bóveda estrellada simple.
Ubicada en la ladera del monte, queda abrazada por las vías principales de la población, configurando sus espacios públicos de mayor significación en un entorno de calidad estética notable, característica que ha obligado a la propuesta de delimitación de su entorno de protección. Asimismo, se pretende vincular al inmueble los siguientes bienes muebles como consustanciales a su historia: la máquina del retablo de la Inmaculada Concepción, obra barroca anónima del XVIII; la cajonera de la Sacristía, de principios del XVIII y estilo barroco; la Reja de la Capilla de San José, obra barroca del siglo XVII; la Pila Bautismal, labrada en mármol de estilo barroco y fechada en 1693 y el aguamanil del pasillo a la Sacristía, pieza renacentista ejecutada en el mismo material.
La Ermita de la Hiedra de Constantina fue originariamente una fortificación militar de época medieval posteriormente transformada para uso religioso. Es uno de los ejemplos más significativos de la arquitectura defensiva en la zona junto a su recinto defensivo y formando parte del conjunto de fortificaciones del Cerro del Castillo, el del Almendro y el denominado "Firrix", del cinturón defensivo de Constantina.
En la actualidad se encuentra afectada por dos declaraciones como Monumento: la del mencionado Decreto de 22 de abril de 1949 y por la declaración como Monumento Histórico Nacional por Real Decreto de 23 de febrero de 1983.
Esta ermita está situada en la ladera Sur del cerro del Castillo, sobre una falda de suave pendiente, distante unos 300 m del casco urbano, presentando una sola nave que estaba cubierta a dos aguas con un presbiterio de planta cuadrangular cubierto a cuatro aguas sobresaliendo en altura sobre la nave, cuya cubierta también se ha perdido. En la fachada de los pies se alzaba una espadaña de la que aún se conservan restos y de un atrio cerrado que la antecedía con una portada renacentista aún visible. Toda la parcela, excepto el lado oeste, se encuentra rodeada por un recinto amurallado, localizándose en la parte sur los restos de una poterna y en el ángulo más occidental los de una posible torre. En el este, se encuentra la puerta de acceso interior de la ermita y restos de la muralla con tres merlones, uno de ellos coronado con capuchón.
El origen de la primitiva fábrica del siglo XIV, es deducido por los restos de los arcos ojivales de la cabecera y el arco de herradura apuntado del muro sur de acceso a una desaparecida dependencia. A mediados del XV se le levantaría un pórtico y posteriormente la nave de la Iglesia con arcos transversales y gruesos contrafuertes. Al XVI correspondería el casquete esférico de la capilla mayor y las pinturas murales del mismo. De fecha posterior sería el pórtico con columnas clásicas también desaparecido. La iglesia gótico-mudéjar, según Angulo, está concebida de forma extraña con la capilla mayor en un ángulo del edificio, composición anormal en Andalucía que sólo se repite en la de San Benito de Porcuna en Jaén.
La Iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Consolación de El Pedroso se construye hacia el año 1400 según los caracteres del estilo gótico-mudéjar remodelada en los siglos XVI y XVIII. Es de destacar su carácter exento en el centro de la población y en la cota más elevada constituyendo un hito fundamental de su imagen urbana.
De la primera época conserva la capilla bautismal cubierta con bóveda de crucería con terceletes. Entre 1556 y 1561 se modifica la estructura original pasando de ser de tres naves a una sola y añadiéndole una serie de dependencias como la Capilla Sacramental y la Sacristía, realizadas por el Maestro Mayor del Arzobispado Hispalense Pedro Díaz de Palacios. A esta segunda fase corresponden los dos primeros tramos de la nave cubiertos con bóvedas vaídas que al exterior serían aterrazadas, observándose aún bajo la cornisa del tejado las gárgolas de piedra para el desagüe. En la segunda mitad del XVIII se llevan a cabo nuevas reformas y ampliaciones debido a los derrumbes provocados por los movimientos sísmicos de 1755, 1761 y 1763, lo cual, unido al aumento de la población, provocó la prolongación de su nave en tres nuevos tramos a los pies cerrados con bóvedas de cañón con arcos fajones sobre pechinas, disponiéndose en los laterales una serie de capillas sin comunicación entre sí y situando en las dos primeras las puertas de acceso. A esta estructura principal se adosan en el primer tramo otras capillas como la Sacramental cubierta con cúpula casetonada y la torre. En esta nueva intervención sobresalen sucesivos Maestros Mayores del Arzobispado como Ambrosio de Figueroa, José Álvarez y Antonio de Figueroa.
El interior alberga bienes muebles de singular relevancia afectados por la inscripción del inmueble como consustanciales a su historia, son: el Retablo Mayor, de estilo barroco, tallado en madera, policromado y dorado, trazado hacia 1727 por Luis de Vargas con la imagen de la Virgen con el Niño de finales del S. XVI atribuida a Jerónimo Hernández; el retablo de Ntra. Sra. del Rosario, en la capilla del primer tramo, realizado hacia 1630 según estilo manierista; los dos cuadros del arcángel San Gabriel y
el del arcángel San Miguel, situados en el arco toral, muy próximos a la figura de Domingo Martínez; el cuadro de la Inmaculada Concepción con el Niño, de la segunda mitad del XVI, atribuido a Pedro Villegas y Marmolejo; el antiguo retablo de la Inmaculada, actual de San José, obra realizada en 1608 por Martínez Montañés; la imagen de Santa Ana, de las denominadas tríplex por llevar con ella a la Virgen y al Niño, obra de estilo renacentista de la segunda mitad del XVI y el Cristo del Buen Fin, conocido popularmente como de "las Tormentas", magnífica talla de estilo gótico, realizada en el siglo XV, atribuida a Pedro Millán; la pila bautismal, de mármol blanco, taza hexagonal con cabezas de querubines talladas, realizada en la segunda mitad del XVI según el estilo renacentista; la imagen de la Inmaculada Concepción, obra de Martínez Montañés, realizada entre 1606 y 1608; el retablo de Ntra. Sra. del Rosario, procedente de la antigua Hacienda de la Cartuja del Pedroso, del s. XVIII y estilo barroco y el Órgano, del mismo estilo y fecha.
La Iglesia de Santa Ana de Guadalcanal, se remonta su construcción a finales del S. XV o primeros años del XVI aunque posteriormente se amplió y remodeló en los siglos XVII y XVIII A la primera etapa corresponden la planta rectangular de una sola nave con arcos transversales, el pórtico exterior con tres arcos apuntados enmarcados por alfíces sobre pilares ochavados y la torre fachada de tres cuerpos rematada por chapitel situada a los pies. A la segunda etapa corresponde la decoración de las portadas laterales, adinteladas con pilastras adosadas y flanqueadas con frontón recto partido con hornacina central, la cubierta de la capilla mayor, de bóveda semiesférica, al igual que las cuatro capillas adosadas en los muros laterales. Este inmueble está declarado como Monumento Histórico-Artístico el año 1979 mediante una Resolución puramente nominal. Todavía no se encuentra realizada la documentación técnica por lo que no tiene delimitado su entorno de protección ni los bienes muebles vinculables.
La Ermita de San Benito, en Guadalcanal es una de las muestras más primitivas del arte mudéjar de finales del siglo XV con que cuenta esta apartada comarca de la sierra norte en la provincia de Sevilla.
De esta época perduran en ella una interesante portada y restos de un antiguo soportal que deben entenderse como elementos conservados por la función arquitectónica que desempeñaron en la segunda etapa constructiva que experimentó este templo durante el siglo XVIII. Gracias a ello, podemos hoy contemplarlos como ejemplo de las muchas ermitas que debieron existir de rasgos muy afines a ésta y que en la actualidad son escasas debido a las profundas y muy generalizadas restauraciones que terminaban por distorsionar el primitivo aspecto de estos sencillos inmuebles del ámbito rural.
Sobre este primitivo templo, como se ha apuntado, una posterior etapa constructiva durante el siglo XVIII ocasionó la aportación de una interesante fábrica barroca que apoyada en la anterior, como puede observarse aún en determinadas partes del inmueble, dotó de un aspecto barroco con resabios muy clasicistas el interior al igual que ocurrió en otras ermitas de las cercanías, reformadas en la misma época, resultando una aportación novedosa por la utilización de esquemas de plantas en las que el camarín adquiere una importancia considerable, fruto de su propia función como ermitas destinadas a ser punto de referencia en el peregrinaje, que ha homogeneizado este tipo arquitectónico en la comarca.
De su devenir histórico, como enclave significativo para la población del cercano pueblo de Guadalcanal así como para la de los núcleos de las inmediaciones desde el siglo XV, se tienen crónicas que han demostrado su importancia social y artística mantenida hasta época muy reciente. Las descripciones existentes elaboradas por los sucesivos visitadores de la Orden de Santiago, han reflejado un lugar en y en el que también existieron una serie de obras de arte mueble relacionadas en el presente documento, –hoy desaparecidas desde el saqueo de 1936–, que delatan la importancia desempeñada por este inmueble desde finales de la Edad Media.
Estos municipios mantienen una mediana tasa de población muy vinculada tradicionalmente a la explotación directa de los recursos agrícolas, ganaderos y mineros que ofrece la comarca. Entre estas posibilidades de desarrollo dirigidas a la explotación del medio, destaca desde la antigüedad, el desarrollo de una importante actividad minera, cuya explotación ha persistido hasta el cierre, a principios del siglo XX, de una de las ultimas cuencas mineras de carbón, la situada en las estribaciones de la propia sierra en el término municipal de Villanueva del Río y Minas, parcialmente afectado por la declaración del Parque Natural de la Sierra Norte. Esta característica, junto a la diversidad de actividades que tradicionalmente se han realizado en la zona relacionadas con los sectores agrícola y ganadero y artesanal, han propiciado desde la antigüedad el surgimiento de marcos para la transformación y el almacenamiento de productos derivados del cultivo de la vid, como sus famosos anisados y vinos, de la madera de sus bosques, la proliferación de mataderos y secaderos relacionados con la industria ganadera de monte bajo y dehesa. En su conjunto, configuran un valioso legado de carácter etnológico y etnográfico que en la actualidad no se encuentran representados en el conjunto de los bienes protegidos, teniendo previsto desde esta Delegación Provincial la inclusión de una muestra representativa en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de estos elementos y actividades, para lo cual se cuenta con documentaciones técnica ya redactadas y pendientes de proceder a la incoación para la inscripción en el C.G.P.H.A. de la catalogación de los Molinos y Lagares de la Sierra Norte, de la Hacienda de la Cartuja de El Pedroso, de la Fábrica de Hierro también de El Pedroso, o del Pozo de Nieve de Constantina.
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3. Nuria Casquete de Prado, en su libro Los Castillos de la Sierra Norte de Sevilla en la Baja Edad Media, analiza las razones políticas del surgimiento de esta banda defensiva así como su proceso de formación, en el que se adaptaron las estructuras defensivas de época islámica y se levantaron otros baluartes conforme a los sistemas constructivos del gótico europeo.

Notas.-
Bibliografía
ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XIII, XIV y XV. Sevilla 1932.
CASQUETE DE PRADO SAGRERA, Nuria: Los castillos de la Sierra Norte de Sevilla en la Baja Edad Media. Sevilla, 1993.
CUARTERO HUERTA, B: Historia de la Cartuja de Santa María de las Cuevas y de su filial de Cazalla de la Sierra. Reed. Madrid. 1988.
NOTA: La documentación y fotografías proceden del archivo de la Delegación Provincial de Sevilla de la Consejería de Cultura.

Jesús Cuevas García María Isabel López Garrido
Departamento de Protección del Patrimonio Histórico Delegación Provincial de la Consejería de Cultura en Sevilla

lunes, 5 de noviembre de 2018

El sequito de Isabel de Portugal cruza Guadalcanal

Una boda Real en Sevilla
 El itinerario hasta Sevilla fue Badajoz, Talavera la Real, Almendralejo, Llerena, Guadalcanal, Cazalla, El Pedroso, Cantillana y San Jerónimo. 

        Según el cronista Alonso de Santa Cruz, «por causa de ir a visitar el Reino de Andalucía», determinó Carlos V hacer su casamiento con Isabel de Portugal en la ciudad de Sevilla, que por 1526 vivía un período de apogeo gracias a su importancia en el comercio de Indias. Hizo su entrada la infanta portuguesa en Sevilla el 3 de marzo de 1526 y el emperador una semana más tarde. Pasada la medianoche del 10 al 11 se celebró una pequeña ceremonia en el Alcázar, hora y lugar desacostumbrados para un enlace real. 
Esta boda con su prima, que con 23 años estaba en condiciones de darle un heredero, permitía conciliar sus necesidades económicas como Habsburgo con los deseos de las Cortes castellanas de 1525, que la habían señalado como candidata. Además, continuaba la política de los Reyes Católicos de alianzas matrimoniales con la dinastía Avís portuguesa. Desde su nacimiento, Carlos había estado prometido a una u otra princesa, incluso a la que habría de ser su nuera, María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Para dar por terminado este compromiso solicitó Carlos V parte de la dote para la guerra con Francia:«El Rey de Inglaterra V. A. sabe y conoce como no dará un real», escribía el 7 de mayo de 1525 Martín de Salinas. A su fama de galán ha contribuido el renombre de sus dos hijos bastardos: la madre de Alejandro Farnesio, Margarita de Austria, de la relación con la noble flamenca Margarita van Gest, y don Juan de Austria, de sus relaciones con Bárbara de Blomberg.  
         La ceremonia de esponsales por poderes se realizó dos veces, en el palacio portugués de Almeirim, porque después de celebrada la primera el día de Todos los Santos, el 1 de noviembre de 1525, se entendió que la dispensa de parentesco no era suficiente y hubo que solicitar una segunda dispensa a Roma; se repitió la boda el 20 de enero de 1526. El embajador y procurador Carlos Popet, señor de Laxao, fue el encargado de recibir a la infanta en nombre del emperador, que se desposó con Isabel el 23 de octubre de 1525 en la persona de Azevedo Coutinho. 
Grandes señores marcharon a recibir a la emperatriz: desde Toledo, el duque de Calabria; desde Sevilla, el hermano del duque de Medina-Sidonia. Partió Isabel de Almeirim a fines de enero de 1526 acompañada de un brillante séquito, encabezado por Juan III, hasta Chamusca. Sus hermanos Luis y Fernando viajaron con ella hasta la frontera; el marqués de Villarreal, hasta Sevilla. El miércoles 7 de febrero se realizó la entrega entre Elvas y Badajoz, en la misma frontera. El itinerario hasta Sevilla fue Badajoz, Talavera la Real, Almendralejo, Llerena, Guadalcanal, Cazalla, El Pedroso, Cantillana y San Jerónimo. 
Casi todos los testimonios coinciden en el rico recibimiento que preparó la ciudad de Sevilla; algo más suntuoso el del emperador, aunque el coste del palio de Isabel, de plata, oro, piedras preciosas y perlas, no bajó de 3.000 ducados. Cuenta Fernández de Oviedo que salieron a recibir a la emperatriz todos los oficios, cabalgando porque por las lluvias de aquellos días había mucho lodo. Los dos Cabildos, el eclesiástico y el secular, se apearon en San Lázaro y le besaron la mano en la litera donde venía. En la puerta de Macarena salió Isabel de la litera y subió en una hacanea blanca muy ricamente aderezada. Allí la tomaron debajo de un rico palio de brocado, con las armas imperiales y las suyas bordadas en medio. Iba entre el duque de Calabria y el arzobispo de Toledo. Había junto a la puerta un arco triunfal muy grande y muy bien obrado y desde allí hasta las gradas de la Catedral siete más. Porque en los recibimientos reales del XVI el espacio real desaparece, se redefine. La arquitectura efímera, la música, las campanas, los faraones y las antorchas, los tapices, los vestidos, las joyas, la juncia, el junco o el romero, el pueblo en las calles, todo contribuye a crear un espacio festivo y un tiempo diferente del habitual al interrumpir la vida cotidiana. La vista y el oído tienen gran importancia en la fiesta, pero también el olfato; así, en el séptimo arco que atravesaron Isabel y Carlos, gradas de la Catedral siete más. Porque en los recibimientos reales del XVI el espacio real desaparece, se redefine. La arquitectura efímera, la música, las campanas, los faraones y las antorchas, los tapices, los vestidos, las joyas, la juncia, el junco o el romero, el pueblo en las calles, todo contribuye a crear un espacio festivo y un tiempo diferente del habitual al interrumpir la vida cotidiana. La vista y el oído tienen gran importancia en la fiesta, pero también el olfato; así, en el séptimo arco que atravesaron Isabel y Carlos, el de la Gloria, a los pies de la Fama, dos grandes braseros –que muy bien pudieron ser reales–exhalaban perfumes. 
La entrada real es una manifestación más del discurso monárquico, del «teatro de las instituciones», pleno de imágenes, conceptos, palabras, música, color... En las entradas reales, con sus programas iconográficos, se da forma plástica y sensorial a lo ideológico, a lo simbólico, y a ello contribuyen los arcos triunfales, decorados efímeros, perecederos habitualmente, que disfrazaban y ocultaban la arquitectura fija. Estos arcos, que tenían como referente los erigidos en Roma en honor de los vencedores, enmarcaban con emblemas y otros elementos el paso del homenajeado, e incluso a veces se utilizaron para escenificaciones. Las artes, arquitectura, pintura, escultura, música, poesía, prosa, se aglutinaban en la fiesta. Los arcos se llenaban de emblemas –texto, en castellano o latín, con imagen, poesía figural o «poesía mural», según la denomina Simón Díaz– como medio de visualizar conceptos. Conocemos el nombre de las personas que concibieron el programa del recibimiento regio de 1526. Los canónigos del Capítulo nombraron a Francisco de Peñalosa, poeta y músico, que por haber residido largos años en Roma estaba familiarizado con la cultura humanística; a Luis de la Puerta y Antolínez, licenciado y provisor del Arzobispado, con inquietudes intelectuales tales que dotó de veinte becas a la Universidad de Salamanca, y a Pedro Pinelo, de la famosa familia genovesa afincada en Sevilla. El Ayuntamiento designó a Pedro de Coronado, escribano de Sus Majestades y su notario público. 
Entre los elementos estáticos del aparato ceremonial que preparó Sevilla para recibir a Sus Majestades destacan siete arcos triunfales –simbolizaban las virtudes que debe poseer un soberano: Prudencia, Fortaleza, Clemencia, Paz, Justicia, Fe; el último era el dedicado a la Gloria– «de grandísima costa y arte, repartidos en los lugares más públicos» como son la Puerta de la Macarena, Santa Marina, San Marcos, Santa Catalina, San Isidoro, San Salvador y las gradas de la Catedral. Dice Sandoval que el séptimo estaba hecho «con tanto primor, que admiraba»; informa así el cronista de las costumbres perceptivas del público. Varias relaciones han dejado testimonio detallado de estos arcos, aunque unos están descritos con más profusión que otros y conforme avanzamos en la lectura de los documentos más extensos, los datos que nos ofrecen disminuyen. No ha quedado ningún testimonio gráfico que muestre la forma de asociarse texto, imagen y arquitectura efímera, lo que hubiera sido interesante porque se sabe que el excelente pintor Alejo Fernández participó en los arcos de 1526. 
Para la ocasión, las calles se llenaron de gente; Sevilla hizo venir a personas de todas sus villas y lugares. La entrada real, fasto que se define por la confluencia ciudad-corte, tiene en la exhibición uno de sus ingredientes fundamentales. La fiesta cortesana es un todo teatral cuyos elementos se conjugan en una visión idealizante; la sociedad lujosa y exhibicionista se entiende como sociedad ideal. Por eso la fiesta necesita espectadores que llenen el espacio público y participen con su presencia y sus gritos de exaltación –el pueblo mira y admira–. Se disponía la ciudad a modo de gran teatro urbano con los elementos que componen la teatralidad cortesana: la música, el engalanamiento de las calles con tapices, faraones y antorchas y el engalanamiento de los cuerpos con el vestido, tal como lo analizo en mi libro ”Fastos de una boda real en la Sevilla del Quinientos. Estudio y documentos” (Universidad de Sevilla, 1998). El vestido es la diferencia de clase y la exhibición de poder, el vestido clasifica el calendario, especializa las fiestas. Iba la emperatriz de raso blanco forrado en muy rica tela de oro y el raso acuchillado, con una gorra de raso blanco con muchas piedras y perlas de gran valor y una pluma blanca en ella; sus joyas eran tantas, que valían un tesoro. Por las adornadas calles sevillanas acompañaban a la emperatriz el arzobispo de Toledo, el duque de Calabria, el marqués de Villarreal, el obispo de Palencia, muchos señores de título como el duque de Béjar y gran número de caballeros y prelados de Castilla y Portugal, reproduciendo la comitiva, en pequeña escala, la sociedad: el rey o la reina, bajo palio, asistidos por principales funcionarios de Estado, la nobleza, la pequeña aristocracia, varios representantes del clero y, del tercer Estado, oficiales públicos y los gremios. Dominando el espacio festivo, los símbolos de la Monarquía. 
En las gradas de la Catedral la esperaba solemnemente el Cabildo de la iglesia con todo el clero y cruces de las iglesias de la ciudad. Los señores de la Iglesia habían hecho en la Puerta del Perdón un arco muy suntuoso con un cielo en medio en el que ángeles y un corro de mozos de coro en figura de las virtudes, cada uno con su insignia, cantaban con suave melodía. Todos recibieron a Isabel primero y a Carlos días más tarde y los acompañaron con dulces cantos al interior de la Catedral o, lo que es lo mismo, al cielo. Isabel oró en el altar mayor en un rico sitial; después salió por otra. 
Estas ceremonias de recepción tenían un gran valor propagandístico, eran parte fundamental del teatro del Poder. Los recibimientos seguían tan fielmente lo establecido, plasmando visualmente un código, que no pueden dejar de ser estudiados desde el punto de vista de la teatralidad. De hecho, la descripción que las relaciones o documentos hacen de la entrada de Isabel en Badajoz y Sevilla, de Carlos V en esta ciudad y de las entradas conjuntas en Ecija, Córdoba y Granada presentan un gran parecido formal: recibimiento civil, con el encuentro de las comitivas, el discurso de bienvenida, la confirmación de los privilegios y la entrega de llaves; desfile procesional; recibimiento religioso, con el encuentro de la comitiva real y el Cabildo, el juramento de guardar las inmunidades de la Santa Iglesia y la visita a la iglesia y oración; cortejo hasta el alojamiento. El 10 de marzo, con gran retraso respecto a los planes iniciales, que hablaban de fines de noviembre, llegaría Carlos V desde Illescas, donde había ratificado el Tratado de Madrid con Francisco I. El emperador hizo su entrada solemne acompañado, entre grandes hombres, por el cardenal Salviatis, legado del Santo Padre. Iba Carlos en cuerpo, vestido con un sayo de terciopelo con tiras de brocado por todas partes, con una vara de olivo en la mano y en un caballo blanco con algunas manchas negras. Lo esperaban representantes de los distintos estamentos, que ofrecían entre todos un espectáculo de intenso colorido: ropas rozagantes de raso carmesí y gorras de terciopelo, con muy ricas medallas puestas en ellas y con grandes y riquísimas cadenas de oro de diversas y artificiosas hechuras, varas, con los cabos teñidos, libreas de grana, sayones de terciopelo, capuces y caperuzas amarillas... 
Las fiestas de la boda se prometían grandiosas pero finalmente se celebraron con pocos gastos; se dijo que por la Cuaresma y por el luto por la reina de Dinamarca, hermana del emperador. Los festejos se suspendieron durante la Semana Santa. Desde Pascua comenzaron justas, torneos, cañas y toros. En el XVI, torneos y las justas eran los festejos preferidos por los nobles. Aunque menos interesantes para el público que los medievales, pues apenas conservaban un resto de su antigua aplicación militar, mostraban igualmente las destrezas de los caballeros y seguían considerándose, según R. Strong, como un entrenamiento para la guerra. Muy interesante en este sentido son las palabras de Juan Negro, el cual, refiriéndose a la justa del 6 de mayo de Sevilla, nos cuenta que aunque el emperador recibió un golpe en el pecho no se hizo mal alguno porque la lanza era muy débil, y hablando en general de la justa añade que no fue lo que se esperaba; lo mejor, los vestidos. Las ropas aseguraban el prestigio, la justa y el torneo sólo a veces, de ahí que las relaciones no se centren en la lucha sino en quiénes fueron los aventureros, los mantenedores y los padrinos, quién fue el mejor justador o el más gentil hombre –del más ruin justador por cortesía no aparece el nombre–, cuáles fueron los precios o premios, cómo eran de ricos los vestidos o las guarniciones de los caballos. Y el 13 de mayo de 1526 partieron para Granada Carlos V e Isabel y toda su corte, haciendo su camino por Ecija y Córdoba, por querer visitar estas ciudades, donde fue recibido con gran solemnidad. Carlos V e Isabel hicieron su entrada en Granada el 4 de junio de 1526. 

Mónica Gómez-Salvago Sánchez.- Licenciada en Historia 

lunes, 29 de octubre de 2018

Nuestro Entorno 6

El patrimonio histórico protegido 3/4
  
Monumentos.-
Los castillos en la Sierra Norte de Sevilla son de gran importancia para comprender el proceso secular de la Reconquista en el Reino de Sevilla. Integrados en la llamada “frontera Norte de Sevilla”, formaban una banda de fortalezas de gran protagonismo político y militar que se extendía por la frontera con Portugal al Noroeste y por todo el norte del alfoz  de la Sierra Norte en la Sevilla de la Baja Edad Media.
La influencia que el medio físico ejerció sobre su localización estuvo marcada por las condiciones geográficas que a su vez orientaron las vías de comunicación y los asentamientos urbanos. Estos castillos suponían la hegemonía militar en el territorio y propiciaron bajo su protección campañas repobladoras, pudiéndose afirmar que fueron el origen de muchas de las ciudades desarrolladas en sus inmediaciones, contribuyendo, al tiempo, a su mantenimiento (3).
Los castillos participaron en la formación y desarrollo de un tipo de poblamiento en la Sierra Norte de Sevilla garantizando la presencia de la Corona de Castilla en una zona no excesivamente poblada y pobre, pero siempre reclamada por el reino portugués.
Algunos tienen su origen en las fortalezas pertenecientes al período islámico, como los de Alanís, Cazalla de la Sierra y Constantina, mientras otros fueron construidos en época medieval tras la ocupación cristiana, como el de Real de la Jara. En esta época, la evolución histórica de la Sierra Norte estuvo en buena medida marcada por la presencia de estas fortificaciones siendo un factor prioritario del desarrollo político y económico de la comarca.
Como ejemplo destacado de los existentes en esta comarca, el Castillo de Alanís cuenta con un expediente que se encuentra en la actualidad debidamente documentado, presentando el grado de información que se tiene por objeto alcanzar para el resto de los castillos declarados B.I.C. Esta fortaleza se encuentra en un punto de confluencia de las principales carreteras de la comarca oriental de la Sierra Norte, en el eje de comunicación de Sevilla con Cazalla y limitando su término con el Sur de Badajoz, enclavado en un cerro al Sur del núcleo urbano, en el punto más elevado del término destacando como referente obligado en las visuales creadas desde distintos puntos de la población.
Responde al tipo de fortaleza medieval de frontera, con recinto amurallado hexagonal irregular y una torre adosada en forma de saliente en la zona Noroeste y está construido en su totalidad con piedra caliza de la zona. Estilísticamente es similar a otros de la denominada “banda gallega”, presentando un maridaje entre sistemas constructivos y elementos no estructurales y decorativos mudéjares y del gótico tardío.
Su construcción está constatada hacia 1392, según las Cuentas del Mayordomazgo Mayor de Sevilla, en las que se hace referencia a diferentes obras realizadas en el mismo, siendo entregado en 1477 a los Reyes Católicos en el Alcázar de Sevilla. A partir de entonces, no produciéndose cambios sustanciales en el control político del territorio, fue sufriendo un proceso de deterioro desde el S. XVII, aunque previamente fuera testigo de la rebelión morisca de 1567 y del hospedaje de Felipe II en 1570 en su paso hacia la ciudad de Sevilla. En el S. XIX las tropas francesas lo reedificaron, como hicieron con otros tantos, dejándolo nuevamente abandonado.
La incidencia de este castillo con el núcleo urbano es importante al asentarse en un lugar prominente de la falda del llamado “Cerro del Castillo”, en la travesía de la carretera local procedente del vecino municipio de San Nicolás del Puerto, conformando un enclave de sumo interés patrimonial junto al Ayuntamiento, la Iglesia Parroquial, las casas de mayor valor arquitectónico y la ermita de San Juan, lugar desde el que se establece una posición de dominio sobre un amplio sector de la sierra. Por este motivo se ha considerado procedente la propuesta de delimitación de un entorno en el que confluyan las relaciones de este B.I.C. con el resto de los espacios públicos e inmuebles, como la cercana Iglesia Parroquial de Santa María de las Nieves, logrando una figura de protección que afecte a la zona de mayor importancia histórica y arquitectónica de la población.
Logrado el establecimiento del poder militar por parte de la Corona de Castilla mediante la implantación de estos castillos y recintos amurallados, un capítulo importante en el proceso de la consolidación del orden cristiano sería el asentamiento del estamento eclesiástico en las tierras tomadas. Como iniciativa primordial, la fundación de las Iglesias Parroquiales en la Sierra Norte de Sevilla supone una de las empresas desarrollas en los primeros años de la conquista, motivo por el que este tipo arquitectónico conforma un conjunto de inmuebles que mantiene unas características constructivas y estilísticas que permiten establecer rasgos definitorios comunes. Estos templos responden a edificios que se construyen según las características del estilo gótico-mudéjar de los siglos XIV y XV, en los que se consolida, debido a las circunstancias políticas de la época, un aspecto fortificado y de gran entidad constructiva. Sus fábricas presentan muy comúnmente muros levantados en piedra de extremado grosor, arcos diafragmas con contrafuertes o pilares y arcos apuntados de buena factura y cubiertas frecuentemente cerradas con cantería, soliendo predominar las iglesias denominadas de torre-fachada. La mayor par te han sido objeto de transformaciones durante el siglo XVI, período de esplendor económico de la sierra que contribuyó a la ampliación o el enriquecimiento de muchas de ellas, al igual que en el S. XVIII, cuando, a causa de los efectos del terremoto de Lisboa, se hizo necesario la reparación de las estructuras que quedaron maltrechas a la vez que la incorporación de programas decorativos adaptados a los gustos del barroco que incidieran en determinadas partes de los inmuebles restándoles la gran presencia del aspecto defensivo. Su ubicación en los núcleos originarios de las poblaciones, próximas a los Castillos y a los principales edificios civiles, las convierten en centros de importantes valores patrimoniales por su referencia en el parcelario histórico y, en casi todos los casos, por servir de contenedores que custodian un importante tesoro de piezas retablísticas, escultóricas, pictóricas o suntuarias.
La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de las Nieves de Alanís, presenta una estructura primitiva gótico-mudéjar del S. XIV, como demuestran las bóvedas del presbiterio, las dos portadas y la torre fachada de los pies del templo. Durante el S. XVI se efectuaron en ella algunas remodelaciones, teniendo como resultado el levantamiento de la Capilla de los Melgarejos. En el XVIII fue cuando se produjeron las principales alteraciones, sobre todo las realizadas tras el terremoto de Lisboa de 1755 con gran acierto, conformando una armónica simbiosis entre ambos estilos que permite considerarla como uno de los templos más singulares de la Sierra Norte sevillana.
Las obras fueron realizadas por el maestro alarife José Candil, siguiendo los informes de 1757 del Maestro Mayor del Arzobispado Pedro de San Martín, informándose dos años después la finalización de las mismas por Pedro de Silva. Estas obras consistieron fundamentalmente en la transformación interior de los pilares, arcos y cubiertas en el interior del edificio.
Situada al pie del Castillo, muy en el borde del núcleo urbano, centra la espaciosa plaza del Ayuntamiento en el lado norte. Se trata de una iglesia de tres naves, cortadas las laterales al inicio del presbiterio, por lo que éste destacaba en solitario, hasta que esta disposición se alteró por la construcción de un cuerpo bajo poligonal que se le adosa y al tramo oblicuo del ábside en el lado norte y por la presencia de la sacristía en el lado sur. A los pies emerge la torre-fachada coronada por un exiguo cuerpo de campanas que se remata en un chapitel piramidal.
En la documentación técnica realizada al efecto, además del entorno de protección, se propone vincular al inmueble los siguientes bienes muebles: la pila Bautismal, del s. XV y estilo mudéjar; las puertas del presbiterio pertenecientes al S. XVI y de estilo renacentista; los zócalos de azulejos del XVI, realizados mediante la técnica de cuenca y cuerda seca; el retablo mayor, obra gótica del círculo de Sánchez de
Castro realizado hacia 1500 con un total de 13 pinturas sobre tablas que representan escenas de la vida de Cristo y de los Santos y las pinturas murales barrocas de las bóvedas del presbiterio, realizadas a finales del XVII.
La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Consolación de Cazalla de la Sierra se encuentra enclavada en la parte más elevada del promontorio al Sur de la población. Es un edificio completamente exento junto al que se sitúa una de las entradas de la antigua muralla almohade. Originariamente construida en estilo mudéjar, fue ampliada en el S.XVI debido al auge económico y al alza de la población con un lenguaje renacentista que respetó la traza original.
No hay noticias documentales acerca de los maestros que realizaron esta intervención comenzada en 1538, aunque, por sus características y calidad técnica, puede relacionarse con intervenciones dirigidas por los Maestros Mayores de la Catedral Hispalense Diego de Riaño y Martín Gaínza. En este edificio, la superposición de estilos permite apreciar tres fases superpuestas: la mudéjar, mantenida en los pies y la cabecera, que responde al tipo generalizado de las iglesias medievales de la Sierra Norte de tres naves, con torre-fachada y ábside poligonal; las muestras de estilo renacentista, apreciadas fundamentalmente en las reformas del interior que transforman totalmente la primitiva construcción medieval en la que destacan los soportes con sus remates derivados de los empleados en la Sacristía Mayor de la Catedral Hispalense y el sistema de cubiertas de bóvedas vaídas con casetones, pudiéndose considerar uno de los mejores ejemplos del renacimiento andaluz por su extraordinaria factura. En el siglo XVIII, este templo sufre una tercera transformación realizada por Pedro Francisco López, siendo una intervención que se limitó al enmascaramiento de las primitivas cubiertas del tramo de los pies y al levantamiento de las portadas laterales barrocas.
En la documentación actualizada, además de contemplar un entorno de protección, se han incluido como bienes muebles vinculados al edificio los siguientes: el retablo mayor, obra anónima protobarroca realizada en el S. XVII en la que se exhiben temas en altorrelieve de la vida de Cristo como la Anunciación y la Circuncisión y las imágenes de San Pedro y San Pablo, realizados entre 1592 y 1620 por los escultores Juan de Oviedo y la Bandera, Artús Jordán y los maestros pintores Francisco Cid, Diego de Campos, Vasco Pereira, Antón Pérez y Miguel y Lucas Esquivel; la pila bautismal, pieza destacada del S. XV realizada en mármol de estilo mudéjar y una lápida renacentista del mismo material labrada en 1538, según figura en la inscripción: “EN EL AÑO DE NUESTRO/ SEÑOR JESU/ CHRISTO DE MD Y XXXVIII AÑOS SE COMENZO ESTA/ IGLESIA NUEVA“, inscripción que aproxima la datación de las obras renacentistas.
La Cartuja de Cazalla de la Sierra es un conjunto cenobítico cartujo que gestado desde el S. XV como filial de la Car tuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. Fue concebido como lugar de retiro de los monjes en edad provecta eligiendo un emplazamiento en el que, al parecer, ya existía un monasterio jerónimo.
Situado a 5 Km del pueblo de Cazalla, está asentado sobre una terraza desde la que puede admirarse un bellísimo paisaje natural de frondosa vegetación, entre las que discurren los antiguos caminos y trochas de conexión con la Ruta de la Plata.
Su construcción se inició contando con que la climatología y la falta de recursos económicos provocaron constantes intentos de traslado entre los siglos entre los XVI al XVIII, si bien, permaneciendo con gran cantidad de incidencias, en la tercera década de  éste último siglo, experimentó un leve auge económico que permitió su conclusión y el remoce de las zonas primitivas gracias a las donaciones privadas. En 1810, fue saqueada y desalojada con motivo durante la invasión francesa, recuperando su función prontamente hasta su decline definitivo en 1836. Desamortizado todo el conjunto, quedó totalmente en ruinas llegando incluso a estar prácticamente cubierto por la tierra y ocupado por la foráz vegetación de la zona, hasta que durante los años sesenta del siglo XX fue adquirida junto a su finca por su actual propietario que intenta adaptarla para uso hotelero Las ruinas consolidadas permiten observar las transformaciones concretas efectuadas en este inmueble así como la peculiar evolución de este tipo de edificios cartujos. En esencia presenta tres núcleos fundamentales organizados alrededor de tres claustros a los que se accede a través de una gran arcada de estilo clásico labrada en sillería formada por dos pilastras toscanas que enmarcan un arco de medio punto. A su derecha se sitúa la "Capilla de los Peregrinos", una construcción rectangular de ladrillo y mampostería, que corresponde a la tradicional “capilla de afuera” existente en todas las Car tujas para atender a los fieles venidos de lejos y preservar la intimidad de los monjes. Siguiendo el eje de la entrada se llega a la Iglesia precedida por un pórtico en el que se abre un gran arco mixtilíneo de trazas dieciochescas tras el que aparece la portada principal presidida por la imagen de San Bruno.
La Iglesia es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos, compartimentada en cuatro tramos por arcos fajones que apean sobre pilastras toscanas. El presbiterio es de planta ochavada, se cubre con nervadura de raigambre gótica de ladrillo y antecede a la Sagrario, cubierta con falsa cúpula sobre pechinas y decorada por un complejo programa iconográfico con temas como la Apoteosis de San Bruno, en la cúpula, y los Evangelistas en las pechinas.
Al exterior, sobre el muro derecho del presbiterio, se levanta la gran espadaña que supone un inevitable hito paisajístico desde la lejanía ricamente decorado con estípites, volutas, placas recortadas y remates de bolas cerámicas. En sus inmediaciones se extiende el claustro principal, de planta cuadrada y con la galería perimetral, hoy casi totalmente destruida, permitiendo sus escasos restos interpretar las formas originales de los pilares de ladrillo ochavados.
Sus muros estuvieron recubiertos con zócalos de azulejos de cuenca del S. XVI, mientras que, sobre ellos, se conservan escasos testigos de pinturas murales de estilo gótico-mudéjar.
En el lado contiguo a la espadaña se sitúa la Sala Capitular y el segundo gran claustro que enlaza con el primero a través de un sistema de galerías cubiertas con bóvedas de aristas labradas en ladrillo. Esta es la zona más recóndita del conjunto, a través de la cual se enlaza con otro pequeño claustrillo de planta rectangular en el que se encontraban las antiguas celdas y en cuyo flanco izquierdo, se situaba la primitiva iglesia después adaptada a cocina. La totalidad del recinto Conventual se declaró B.I.C. en 1996, teniendo delimitado un entorno de protección que comprende los propios límites de la finca en la que se ubica.

Jesús Cuevas García y María Isabel López Garrido
Departamento de Protección del Patrimonio Histórico Delegación Provincial de la Consejería de Cultura en Sevilla

lunes, 22 de octubre de 2018

La vida en Guadalcanal años 10, siglo XX (17)

Paco el de la Inglesita

Francisco Aguilar (corresponsal).-
            La villa de Guadalcanal está alarmada por la oleada de robos y allanamientos que viene registrando la población en las últimas semanas, la Guardia civil está intensificando la vigilancia tanto en el pueblo como en las fincas y cortijos.
            Después de varias pesquisas y consultando a la gente y comercios sobre la transición de forasteros o pobres de necesidad que últimamente han transitado por las calles de la localidad, continúan las averiguaciones. .
A este efecto fue detenido el pasado lunes un quincallero conocido como Paco el de la Inglesita, después de ser interrogado y registrado su carromato por la Benemérita como autor de robos de menos entidad, fue invitado a abandonar la población con la mayor urgencia posible.
           
La Vanguardia, 18 de Septiembre de 1909

Provincias.-
Conmoción en la ciudad serrana de Guadalcanal de ésta provincia.
En la madrugada de ayer fue encontrado el cadáver de Francisco Romero González en una fosa del cementerio de esta localidad, el cadáver presentaba algunas mutilaciones y varias puñaladas, una de ellas mortal de necesidad el costado izquierdo seccionándole el corazón.
Interrogado por la Benemérita y llevado ante el juez de ésta localidad Sr, Arriba el sepulturero Julián Páez dice desconocer el enterramiento de su amigo Francisco al que vio por última vez en casa de su hermano Manuel, donde departieron unas jarras de vino y charlaron “de sus cosas”.
Según familiares del difunto, este disponía de una importante suma de dinero en su casa fruto de la venta de leña y parte de una finca que pertenecía a la familia, ésta cantidad se estima en más de 800 reales, también se aprecia en el ojeo posterior hecho en la casa el saqueo de una cómoda y varios muebles, así como otros útiles de la casa.
La población de Guadalcanal se encuentra conmocionada por este crimen y los robos y allanamientos que se están produciendo en la localidad y cortijos. 
Gaceta de Madrid 29 de Septiembre de 1909
  
Fratricida
Huelva 28  de Octubre de 1911.
Viajeros llegados del Rosal de la Frontera dicen que la Guardia civil ha detenido a Manuel Romero González, de oficio leñador, individuo sospechoso a quien la Benemérita  venía observando de cerca desde hace ya algún tiempo.
Parece que en el momento de la detención le fue intervenida una bolsita qué contenía huesos humanos. El detenido se justificó diciendo que eran amuletos contra el dolor de muelas.
Estrechado a preguntas, incurrió en contradicciones.
Un hijo del leñador, al ser interrogado, dijo que  escuchó una conversación sostenida entre su padre y su madre, por la que se enteró que hace dos años mató el primero en Guadalcanal a un hermano suyo para robarle 40 duros que tenía, de cuya cantidad entregó 20 a un individuo que le ayudó a ejecutar el crimen.
La víctima fue hallada en el campo.
Interrogado nuevamente Manuel, se declaró autor de la muerte de Miguel Campos Martín, crimen perpetrado el año 1907 en la dehesa de Bollullos.
A la disposición del juzgado de Valverde han sido puestos Manuel Romero y su hijo. 
ABC Domingo, 29 de octubre de 1911         .

Criminal Detenido 
Huelva 30, 3 tarde.
Se ha confirmado oficialmente la detención de Manuel Romero, que mató en Guadalcanal a su hermano Francisco para robarle 40 duros; lo enterró en el campo, y a los pocos días Manuel el quincallero conocido por Paco el de la Inglesita, y el sepulturero Julián Páez Camacho trasladaron los restos al cementerio.
El detenido está convicto y confeso. Ahora se gestiona la captura del quincallero y el sepulturero.
El descubrimiento lo han realizado el cabo, de la Guardia civil José Flores Herrera y el guardia Santiago Gil,  cuya conducta es elogiadísima. 
ABC, Martes, 31 Octubre 1911

 Descubrimiento de un crimen, asesinos y enterradores 
Sevilla 29, 10 noche.
Con  motivo de la detención en Cañada Rosal (Huelva) del autor de un crimen, y en vista da declaración prestada por el detenido confesándose también coautor de otro echo sangriento ejecutado hace tiempo en el pueblo de Guadalcanal, de esta provincia, el juez de dicha población, D. Mariano Arriba, ha logrado descubrir a los autores del crimen confesado por el detenido en Cañada Rosal. Son éstos, el sepulturero y su mujer, que se encuentran a la disposición del Juzgado de Cazalla.
Según referencia, la víctima de este crimen fue llevada con engaños a la casa del sepulturero, donde estaban reunidos otro enterrador, la mujer del sepulturero, un vendedor ambulante de quincalla y el detenido en Cañada.
Bebieron largo rato todos en gran confraternidad, y cuando ya el vino había surtido sus efectos, el sepulturero, súbitamente, hundió un cuchillo en el corazón del sentenciado por aquella canalla.
La muerte fue instantánea, después de ocultar entre todos las huellas del delito, la víctima fue enterrada en el cementerio, quedándose el sepulturero como recuerdo del macabro suceso con la falange de un dedo del asesinado. Ese hueso es el amuleto encontrado en Cañada Rosal en poder de uno de los criminales.
Luego notaron los vecinos de Guadalcanal que este enterrador gastaba en una proporción superior a su exiguo sueldo que hacia préstamos y que compraba alguna que otra modesta finca.
Por aquella época, también se recuerda que en el pueblo hubo varios robos de relativa importancia.       
Julián Sáez, que así se llama el criminal enterrador, es nieto del célebre Tío Martín, poseedor de un huerto en Casariche, que se utilizaba como el del Francés de Peñaflor, y  descubierto en tiempos de Zugasti. El hecho ha impresionado hondamente. 
ABC, Viernes, 10 de Noviembre de 1911.



Otras noticias de la época.- 
Feria de Guadalcanal
            Con motivo de la importante feria ganadera de Guadalcanal y comarca se celebró el pasado día 4 de Septiembre en el recinto del ejido del Coso de esta localidad un paseo de caballos y carruajes, señoritas de la localidad ataviadas con trajes a la usanza andaluza realzaron este evento, la jornada termino con bailes en las casetas habilitadas al efecto y atracciones para la chiquillería.
            El representante del Ayuntamiento ha destacado las importantes transacciones efectuadas en la feria por la venta de todo tipo de ganado y la ausencia de incidentes destacables.
Gaceta de Madrid, 10 de Setiembre de 1910

Suscripción para regalar a los hermanos Álvarez Quintero una medalla de Oro
Para Testimoniar a los hermanos Álvarez Quintero la admiración que por ellos sienten un numeroso número de españoles, ha abierto ABC una suscripción para regalarles una medalla de oro, siendo la cuota única una peseta.
Nuestros lectores de provincias que deseen adherirse a esta patriótica y  culta suscripción pueden hacerlo en los siguientes centros que a continuación publicamos por orden alfabético de poblaciones.
…Guadalcanal, Don Miguel Fernández Calderón.
ABC, lunes 13 de Septiembre de 1911


Hemerotecas

lunes, 15 de octubre de 2018

Nuestro Entorno 5

El patrimonio histórico protegido 2/4

En el caso de los Conjuntos Históricos integrados de esta comarca, el importante legado de carácter etnológico y etnográfico conservado en cada uno de ellos, aporta nuevos valores a reconocer teniendo en cuenta el interés y la variedad de las actividades tradicionales allí desarrolladas y las políticas de inserción de nuevos sistemas para el aprovechamiento de los recursos económicos en una comarca que contempla el sector turístico como una de las posibilidades más factibles para el desarrollo local.
El Conjunto Histórico de Cazalla de la Sierra se ubica en un enclave elevado de singular interés paisajístico, presentando su principal punto de apreciación desde la ladera que baja hacia el lugar en el que situaban los descansaderos de la Mesta y un salón y jardines diseñados en el siglo XVIII. Gracias a ello, su contemplación desde el sur resulta de suma importancia, en la que resalta sobre su perfil del promontorio el castillo y la Iglesia de Nuestra Señora de Consolación. El sector de esta población limitado a efectos para la declaración como Bien de Interés Cultural mantiene una clara evolución histórica que, conforme a las características del urbanismo de cada época, presenta en la actualidad una morfología diferenciada fácilmente apreciable en cada uno de sus barrios.
Partiendo desde el núcleo de asentamiento primitivo que ocupó el área de la fortaleza islámica, al Este se extiende el primer sector extramuros perteneciente a época medieval que, al igual que un segundo avance del siglo XVI situado al Noroeste, está compuesto por parcelas irregulares en las inmediaciones de la plaza de la Iglesia, resultado de ser consecuencia del trazado de una red de vías que parten desde este espacio público hacia el norte y oeste con una disposición muy condicionada por la diversidad de cotas que presenta la orografía del terreno. Al norte, pasado el antiguo cauce del arroyo Olivillas, se localiza el llamado Barrio Nuevo, de posterior  configuración a finales del siglo XVII. En este sector la ordenación del parcelario se formaliza sobre la ladera de la colina ocupada con manzanas regulares y calles paralelas de largos trazados atravesadas perpendicularmente por otras de pronunciada pendiente. Más al Norte, la existencia de la Ermita de Nuestra Señora del Carmen y el Convento de
Santa Clara, en origen inmuebles alejados del núcleo poblacional, motivarían el último desarrollo urbano en este sector, un proceso prolongado durante el siglo XIX y principios del XX en el que se colmataron espacios libres y en el que, también, se planteó sobre los terrenos existentes entre estos inmuebles y el pueblo el Paseo de Nuestra Señora del Carmen, una alameda, el mayor de los espacios públicos que presenta este municipio. La tipología de los inmuebles existentes en este Conjunto Histórico, responde a viviendas unifamiliares de gran homogeneidad tipológica en las que se generaliza la casa popular de una sola planta o con doblado, con patio trasero y de escasa altura. Presentan fachadas con una tipología de vanos de reducido formato y una textura, también muy homogénea, conseguida mediante la aplicación de la cal tanto en los paramentos exteriores como en los interiores. Entre este tipo de inmuebles destacan otros de mayor rango arquitectónico que responden a ejemplos de arquitectura religiosa o casas palacios ordenadas en torno a patios centrales que exhiben fachadas en las que destacan portadas labradas en piedra y motivos ornamentales de diversa naturaleza.
El municipio de Cazalla de la Sierra conserva un conjunto de valores inalterados de carácter patrimonial que radica en la importancia paisajística y medioambiental de su emplazamiento y en la morfología urbana que define el sector delimitado a efectos de la Declaración de Conjunto Histórico. En él, debe entenderse la homogénea y bien conservada tipología de su caserío vernáculo como exponente de valores etnológicos que conviven con el interés artístico y arquitectónico conservado en otros edificios de carácter religioso, señorial o nobiliario, todos residentes en un paisaje urbano de singular armonía y belleza. En conjunto, estos valores son exponentes de un importante legado cultural, de dilatada y significativa trayectoria histórica, que justifica la necesidad de protegerlos y conservarlos.
En la apreciación desde la lejanía de este Conjunto Histórico se advierte una fuerte presencia en el paisaje del ámbito que lo acoge por la natural disposición de su caserío en los bordes del promontorio sobre el que se encuentra. Esta relación, muy íntima entre medio geográfico y el conjunto de edificaciones, se ha considerado consustancial a la historia de la población y, en consecuencia, a la propia fisonomía de Conjunto Histórico por su flanco sur, al condicionar su perfil y servir de medio en el que se exponen gran par te de los valores monumentales del embrión del centro histórico de la población, ubicado en torno al castillo y del resto de sus edificios más emblemáticos y de mayor envergadura arquitectónica.
En las proximidades de este sector delimitado como entorno del Bien de interés Cultural existe un considerable número de infraestructuras destinadas al esparcimiento y otras para el aprovechamiento, la transformación y el almacenamiento de los recursos naturales. En una visión de conjunto, en el legado patrimonial que conserva el sector delimitado como entorno de protección de este Bien de Interés Cultural convergen valores de diversa naturaleza que lo presentan como un ámbito de indiscutible valor patrimonial.
Desde su origen, el plano parcelario del Conjunto Histórico de Constantina fue configurándose con un marcado carácter de ciudad lineal como paso natural establecido en las comunicaciones y obligado por las formaciones montañosas inmediatas. En el valle, el curso del Río de la Villa y el trazado paralelo de una vía de comunicación de época romana refuerzan el carácter lineal de su planta, ejes vertebradores que condicionan y protagonizan sus diferentes etapas de desarrollo urbanístico.
Surgido el primer asentamiento por razones de vigilancia estratégica del territorio, sus primeros enclaves documentados fueron elementos arquitectónicos de carácter defensivo y localización dispersa. De ellos, la fortaleza de época islámica emplazada en el llamado cerro del Castillo sería la de mayor relevancia, provocando la primera expansión del proceso de morfogénesis urbanística que se localizaba en el arrabal llamado Barrio de la Morería. Convertido en collación desde la dominación cristiana, a este barrio se sumarían dos nuevas collaciones dispuestas sobre la ladera del promontorio, manteniendo una continuidad espacial que genera una ocupación dirigida hacia el norte en la que las características del terreno generan un trazado del viario condicionado por las cotas de nivel, configurando calles de largo recorrido dispuestas con orientación norte-sur paralelas al curso del río, en las que la diferencia de cota existente entre ambas líneas de fachada obliga, en la mayoría de su trayectoria, a la existencia de andenes que salven los distintos niveles. Estas vías longitudinales están cruzadas por otras perpendiculares que bajan la ladera mediante rampas y escaleras, generando un parcelario irregular ocupado por viviendas de carácter unifamiliar de tipología popular en la mayor par te de su extensión, con planta baja y alta o ático y cubierta de teja árabe o azotea que, en su mayoría, cuentan con patio trasero. Entre éste tipo de caserío vernáculo predominante, existen muestras de viviendas de carácter nobiliario, señorial o pertenecientes al estamento burgués, muy presente en la sociedad de la Constantina decimonónica.
Principalmente concentradas en los espacios más representativos del casco histórico, destacan las conservadas en torno a la Plaza del Padre Félix, Blas Infante, del Llano del Sol y de España, así como en el trayecto de las calles Mesones, Carnicerías, del Santo Cristo y del Peso. Están configurados como inmuebles cuyas plantas presentan grandes dimensiones en las que se generaliza la presencia del patio central y con fachadas básicamente dibujadas bajo los postulados de los estilos neoclásico y regionalista de tradición andaluza.
Resaltados entre los valores urbanísticos, edificatorios y medioambientales de este Conjunto Histórico, se conservan importantes inmuebles de carácter histórico y monumental. De destacada entidad arquitectónica, son los principales referentes en la configuración de la trama urbana a la vez que indiscutibles testigos de la dilatada historia de esta población.
Entre ellos merecen destacarse, por su interés histórico, arquitectónico y artístico la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación construida entre los siglos XIV al XVI, la Iglesia de Nuestro Padre Jesús, edificio del siglo XVIII levantado con una sola nave abovedada y presbiterio cubierto con cúpula semiesférica, así como algunos elementos que, pertenecientes a antiguos inmuebles de importancia, perduran en la trama urbana como ejemplos de otros edificios monumentales que ocuparon importantes sectores del parcelario de esta villa como La Iglesia de la Concepción o el Convento de Santa Clara que conservan sus portadas exhibidas en  las perspectivas creadas desde la ladera sur del promontorio en el que se ubica la localidad de Cazalla de la Sierra obligan a adoptar el estudio de las focalidades en el tratamiento del paisaje como método para el análisis de las características escenográficas que lo presentan en el medio. El dominio del espacio que lo antecede permite interpretar un concepto de fachada natural en la que se exhibe el legado patrimonial de forma emergente, manteniendo un perfil que conserva una de las relaciones más armónicas entre paisaje natural y paisaje edificado de la Sierra Norte de Sevilla.
Asimismo, se conservan también estructuras pertenecientes al antiguo Convento del Tardón convertidas actualmente en casa de vecinos. De época más reciente, Constantina cuenta con ejemplos de edificios de importante presencia en su paisaje urbano entre los que destaca el Ayuntamiento, de corte neoclásico y algunos elementos realizados en hierro pertenecientes al movimiento de la arquitectura ecléctica como la Caseta Municipal de Ferias. Debido al proceso de morfogénesis que experimenta esta población, en el que la configuración espacial del caserío se formaliza mediante un avance ascensorial desde las cotas más bajas del valle ocupando las laderas de las montañas circundantes, la presencia del medio natural en las visuales que se establecen desde el interior del casco urbano hacia el exterior deja patente la evidente relación de las formaciones montañosas como factor condicionante de su propio urbanismo. Asimismo, las características del medio geográfico provocan una fuer te presencia en el entorno que obliga a considerar la importancia de esta relación paisajística que contextualiza el caserío en su medio natural y condiciona el perfil de sus bordes, incidiendo en la conjunción establecida entre los valores del paisaje edificado y el natural. En consecuencia, la concepción de este lugar como un enclave de interés territorial y paisajístico justifica la aplicación una figura de protección que salvaguarde los valores referidos que concurren en las franjas inmediatas al suelo urbano sobre las que se delimita el entorno de protección del Bien de Interés Cultural.
El Conjunto Histórico de Guadalcanal está situado entre las sierras de Capitana, del Viento y del Agua. Sus características históricas y morfológicas conservan los rasgos propios de los asentamientos de la Sierra Norte de Sevilla, formando un núcleo urbano muy compacto y de homogéneas características formales.
Su configuración espacial se ordena en torno a dos enclaves principales, la Plaza de España, actual centro neurálgico de la población en el que se ubican la mayor parte de los inmuebles destacados por su interés monumental y la Plaza de Santa Ana, presidida por la iglesia del mismo nombre que se emplaza sobre un promontorio, situada al noreste de la anterior sobre una cota superior que provoca la suave inclinación existente en el viario entre ambos puntos. El límite del Conjunto Histórico se configura en etapas de ocupación posteriores, experimentando diferentes procesos de expansión en los que se genera un nuevo sector al este, desarrollado como prolongación de la que fue llamada “Puerta de Sevilla”, y otro al norte, hasta alcanzar la iglesia de Santa Ana. Un último desarrollo, de menor intensidad, ocupó la zona marginal situada al oeste del primitivo recinto fortificado de época islámica.
En toda su área, el Conjunto Histórico de Guadalcanal responde a un sistema de asentamiento condicionado por las características del terreno en el que la configuración de su plano parcelario presenta una compacidad muy notoria, formada por divisiones catastrales irregulares, de escasa dimensión en la mayoría de los casos y relacionadas entre sí por un viario de trazado sinuoso. Estos rasgos se generalizan al sur y el oeste de la población, mientras al norte, el sistema de ocupación configura vías rectilíneas y manzanas de mayor dimensión con parcelas más regulares y de mayor tamaño, entre las que se conservan algunos espacios interiores sin colmatar. En su conjunto, este núcleo de población conserva escasamente alterados los límites de las diferentes expansiones históricas relacionadas, manteniendo sus bordes y un contacto muy nítido con el medio natural inmediato. Esta peculiaridad hace fácilmente legible la relación existente entre el área edificada y el medio natural como condicionante morfológico y factor de contextualización espacial.
El legado material conservado en el Conjunto Histórico de Guadalcanal responde al importante capítulo de arquitectura monumental de carácter religioso, suponiendo los principales hitos arquitectónicos y urbanísticos al ser inmuebles que actúan fuertemente tanto en la apreciación panorámica de su conjunto como en la mayor par te de las visuales y perspectivas que se han consolidado en el interior de la trama urbana. Las iglesias de Nuestra Señora de la Asunción o la antigua capilla de San Vicente presiden junto de Guadalcanal conserva inalterado un caserío vernáculo de tipología muy homogénea entre el que destaca un gran número de edificios monumentales. De relevantes valores históricos y artísticos, pertenecen a la primera etapa de formación del núcleo urbano configurado entre los siglos XIV y XV.
Las características de las montañas circundantes y la localización del casco histórico en el valle como núcleo de formación lineal, vertebrado por el Río de la Villa y la antigua calzada romana, hacen de Constantina un Conjunto Histórico en el que se mantiene una constante presencia del medio natural circundante. Esta particularidad es apreciable en las visuales creadas desde el interior de la población hacia los bordes del área delimitada a efectos de la declaración de Bien de Interés Cultural, considerando su entorno de protección como una figura que contextualiza perimetralmente la totalidad del área ocupada por el caserío junto al edificio del Ayuntamiento la Plaza de España, así como la Iglesia de Santa Ana lo hace en la plaza del mismo nombre. A estos monumentos se suman un gran número de inmuebles de carácter popular destinados a residencia que presentan una tipología de similares rasgos estilísticos. En su conjunto, conforman un ámbito edificado en el que la armonía de volúmenes y texturas genera un paisaje urbano homogéneo y tipificado como ejemplo de los asentamientos de sierra ligados íntimamente a la explotación del medio circundante. Entre este caserío se distinguen otros ejemplos de residencias correspondientes a los estamentos burgués y nobiliario que levantaron en el pueblo algunas casas señoriales, inmuebles que muestran rasgos propios de la arquitectura barroca palaciega del siglo XVIII. Estos ejemplos se presentan como escasas excepciones en un contexto básicamente configurado por la proliferación de la arquitectura vernácula ligada a pequeños marcos de almacenamiento y transformación de la materia prima y a industrias de carácter familiar relacionadas con la madera, en los que se generaliza la casa de dos plantas o de una planta y sobrado con vanos adintelados, paramentos encalados y cubierta de teja árabe.

Jesús Cuevas García y María Isabel López Garrido
Departamento de Protección del Patrimonio Histórico Delegación Provincial de la Consejería de Cultura en Sevilla