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lunes, 10 de junio de 2019

Nuestro entorno 22

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes
Primera Parte

1.1_Ubicación en el contexto provincial
Esta área paisajística se localiza al norte de la provincia de Sevilla, sobre terrenos hercínicos incluidos dentro de la zona geológica de Ossa-Morena, que se articulan en torno a las sierras de Constantina y Cazalla. Su frontera septentrional queda definida por el límite provincial con Badajoz y los términos municipales de El Real de la Jara, Guadalcanal y Alanís. Al sur, el límite discurre sobre el contacto entre el Macizo Ibérico y las unidades postorogénicas neógenas y cuaternarias de la vega del Guadalquivir, seccionando los términos de Cantillana, Villanueva del Río y Minas, Alcolea del Río, Lora del Río y Peñaflor. Al oeste, los términos de Almadén de la Plata, El Real de la Jara y El Pedroso marcan la separación con el área del Corredor de la Plata y la Sierra de Aracena, ya en la provincia de Huelva, quedando finalmente el borde oriental establecido por el límite administrativo entre las provincias de Sevilla y Córdoba, que discurre por los términos de Alanís, Las Navas de la Concepción, La Puebla de los Infantes y la parte norte del de Peñaflor. Al igual que ocurre con el límite septentrional, en este caso se obvian determinadas continuidades territoriales y paisajísticas que se aprecian en el contacto del área con los terrenos que conforman los espacios serranos cordobeses de Hornachuelos y sierra Albarrana.
Aunque tradicionalmente, Almadén de la Plata y El Real de la Jara, núcleos situados al noroeste del área entre las cuencas de los ríos Viar y Ribera de Cala, han presentado una vinculación territorial con el Corredor de la Plata, debida en gran parte a las dificultades de conexión con los municipios situados en la margen izquierda del Viar, la inclusión de estos sectores dentro del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla propicia un régimen jurídico de protección y gestión de los recursos naturales compartido con los sectores orientales de la Sierra Morena de Sevilla, lo que ha sido tenido en cuenta para su inclusión en la presente área paisajística.

1.2_Encuadre territorial
El área paisajística de la Sierra Norte de Sevilla se presenta como un espacio agreste de media montaña, fuertemente influido desde los inicios del poblamiento por la difícil accesibilidad y compleja articulación territorial. Se trata de un territorio de dominante forestal marcado por una mayor estabilidad en sus dinámicas de cambio que otros sectores de la provincia, donde desde época calcolítica hasta la actualidad las actividades minera y los aprovechamientos agroganaderos, las dehesas, han constituidos actividades fundamentales en el aprovechamiento del territorio. En el siglo XX aparecen en el áreas nuevas funciones como la de reservorio hidráulico provincial (construcción de numerosos embalses) o aquellas asociadas a la declaración de espacio natural protegido por sus importantes valores ambientales y culturales.
El poblamiento de la Sierra Norte representa un hábitat mayoritariamente concentrado, de pequeños núcleos rurales, donde las localidades con mayor peso histórico y poblacional, Constantina y Cazalla, no han logrado establecer una estructura territorial claramente jerarquizada. El resto de núcleos poblacionales del área conservan una imagen tradicional y relativamente bien conservada, a pesar de algunos desarrollos recientes, que responden a lógicas turístico-residenciales surgidas en las últimas décadas. Así mismo, y repartido por el conjunto del territorio, existen construcciones tradicionales, relacionadas con las prácticas agrosilvopastoriles del lugar, como cortijos, lagares y haciendas, de gran valor patrimonial y paisajístico.
En conjunto el área presenta una marcada vocación forestal, primando en su modelo productivo los aprovechamientos extensivos del monte y las oportunidades turísticas y recreativas que ofrecen los recursos naturales y culturales existentes. La figura de protección de Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla constata los valores ambientales, patrimoniales y paisajísticos presentes, que junto con los espacios protegidos del entorno de Aracena y Hornachuelos han sido declarados por la UNESCO como Reservas de la Biosfera bajo la denominación de Dehesas de Sierra Morena.

1.3_ Contextualización paisajística
El Atlas de los Paisajes de España establece una marcada distinción en el área entre los paisajes más montuosos, designados como sierras, cerros y valles andaluces, levantinos y extremeños y los paisajes que reflejan con mayor claridad la morfología propia de un macizo antiguo arrasado, identificados como penillanuras y piedemontes.
En el caso de los primeros, el Atlas distingue dos tipologías básicas, las sierras y valles de Sierra Morena, que aparece representada en el área por las sierras de San Miguel, Albarrana y Sierra Alta, y las laderas y valles de Sierra Morena al Guadalquivir, que coincide con las subcuencas del Rivera de Huelva, el Viar, el Hueznar y otros arroyos que desaguan en el tramo medio del Guadalquivir.
Por lo que respecta a las penillanuras, en esta área destaca por su extensión espacial la de Constantina, definida por una ancha banda de rumbo hercínico que atraviesa el sector central. De menores dimensiones y en situaciones periféricas, también están representadas en el área las penillanuras de Santa Olalla de Cala, Monesterio, Puebla del Maestre y Malcocinado. En el extremo suroriental del área, se identifican los terrenos campiñeses de la Puebla de los Infantes y los correspondientes a la Vega sevillana del Guadalquivir.
Dentro del Mapa de los Paisajes de Andalucía, la mayor parte de la Sierra Norte se encuadra dentro del área paisajística denominada Serranías de baja montaña, incluida en la categoría de Serranías, y contiene tres ámbitos paisajísticos: Sierra Morena Occidental que cubre la mayor parte del área, Bembézar-Bajo Guadiato, que se extiende por una pequeña franja al este del área y Sierra de Constantina, situada en una banda central de dirección NO – SE.
En relación con los tipos paisajísticos a escala subregional  y comarcal establecidos en el presente estudio, esta área de paisaje contiene los siguientes: Colinas y piedemonte con relieves tabulares, vegas y terrazas de dominante agraria (extremo norte). Relieves tabulares y colinas con influencia de fenómenos endógenos, con altitudes entre 50 y 200 msnm, pendientes entre 1 y 15 %, sobre calcarenitas, pizarras y conglomerados, de brezal arbolado, tierra calma y de labor y olivar, en parcelas medianas y de visibilidad muy baja y baja. Colinas, alineaciones y macizos montañosos de dominante natural sobre sustratos metamórficos (mitad septentrional). Colinas, cerros y superficies de erosión, relieves montañosos y relieves estructurales, con altitudes entre 100 y 400 msnm y pendientes entre 10 y 40 %, sobre pizarras, de breñal arbolado y erial, en parcelas grandes, con asentamientos difusos, y visibilidad de muy baja a baja. Colinas con altitudes entre 200 y 400 m y pendientes entre 4 y 20 %, sobre granitos y gabros, de breñal arbolado, dehesas de encinas con pastos y encinar, en parcelas medianas, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja-baja.. Relieves tabulares y colinas, con altitudes entre 50 y 200 msnm y pendientes entre 1-15%, sobre calcarenitas, de cultivos herbáceos en regadío y olivar, en parcelas medianas, con asentamientos difusos, y visibilidad de muy baja a media alta. Relieves montañosos de dominante natural. -. Colinas y relieves montañosos con altitudes entre 400 y 700 msnm y pendientes entre 7 y 40 %, sobre pizarras, de breñal arbolado, en parcelas medianas y grandes, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja y baja. Colinas y relieves montañosos con altitudes entre 400 y 700 m y pendientes entre 7 y 40 %, sobre complejo vulcano-sedimentario, de breñal arbolado y dehesas de encinas con pasto, en parcelas medianas y grandes, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja y baja. Colinas y relieves montañosos con altitudes entre 500 y 700 msnm y pendientes entre 7 y 40 %, sobre pizarras, de olivar y breñal arbolado, en parcelas pequeñas y medianas, con asentamientos difusos, y visibilidad muy baja y baja. Vegas y terrazas agro-intensivas del Guadalquivir y afluentes. Terrazas, vegas y llanuras, con altitud entre 25 y 100 msnm y pendientes menores a 4 %, sobre arcillas y limos, de cultivos herbáceos en regadío y cítricos, en parcelas medianas, con asentamientos aislados, espacios sin edificación, y con visibilidad de baja a media.

1.4 _Principales características paisajísticas del área.
- Territorio serrano de dominante natural que presenta una relativa estabilidad en su paisaje.
Destacan sus valores naturales y patrimoniales.
- El aprovechamiento agrosilvopastoril del bosque mediterráneo genera el paisaje de dehesa propio del área, ejemplo de uso racional y sostenible del territorio por parte del ser humano desde tiempos remotos.
- Las características del relieve, de sierras quebradas, con valles y espacios alomados, generan cuencas visuales cerradas en las vaguadas y partes bajas, que contrastan con las amplias vistas de conjunto desde las penillanuras y puntos culminantes.
- El desarrollo de la actividad minera, existente prácticamente desde el inicio del poblamiento estable del área, ha tenido gran influencia en la configuración del territorio, tanto en el sistema de asentamientos (Cerro del Hierro) como en las redes de comunicación.
- La abundancia de cursos de agua y la impermeabilidad de la litología han convertido al área en un espacio prolijo en infraestructuras hidráulicas.
- La propiedad privada de gran parte del territorio genera problemas de accesibilidad al paisaje.  SEVILLA

2.1_Fundamentos y componentes naturales del paisaje
El paisaje de la Sierra Norte contrasta nítidamente con el resto de ámbitos paisajísticos de la provincia debido a su marcada impronta serrana y natural que, sin embargo, emana de una convivencia respetuosa entre el medio y las actividades humanas. La particular base física, la componente vegetal principal de los suelos y unas pautas tradicionales de ocupación y aprovechamiento antrópico del medio natural, de profundo arraigo histórico, son los elementos paisajísticos más relevantes de este territorio.
El medio físico como determinante del paisaje
La trascendencia de la Sierra Norte como espacio montuoso se deriva, por un lado, de su franca separación respecto a las tierras bajas y formas horizontales de la depresión del Guadalquivir y, por otra parte, por la extensión y continuidad que adquiere el macizo como flanco septentrional a lo largo de todo el valle. Su relieve, sin embargo, presenta una modesta altitud, consecuencia de su antigüedad, litología y sometimiento a los procesos erosivos. Estas circunstancias determinan un relieve compuesto por una sucesión de lomas, colinas y sierras de formas suaves que se alinean siguiendo las direcciones predominantes de los plegamientos que dieron origen en su momento al macizo hercínico.
En determinados casos, la erosión ha configurado extensas penillanuras de marcada topografía plana. Sólo ocasionalmente, coincidiendo con roquedos más duros, persisten resaltes y relieves residuales aislados, como los que integran las sierras de Hamapega, Urbana, del Viento o Padrona, además de los mayores desniveles y pendientes de aquellos enclaves donde la incisión fluvial ha sido más acentuada. Este relieve de la Sierra Norte le confiere al ámbito todos los atributos y significados que identifican a la montaña media mediterránea. La acción modeladora de los cursos fluviales es destacada en relación de la deleznabilidad de los materiales y de los sistemas de fallas locales, lo que ha generado formas incisivas de fuerte impronta paisajística (cañones, gargantas, abarrancamientos) así como importantes rupturas en los relieves principales.
La litología de la Sierra Norte está constituida fundamentalmente por rocas precámbricas y paleozoicas que experimentaron el empuje de las orogenias Cadomiense y hercínica, lo que explica la intensa deformación que presentan los materiales.
Se trata de pizarras, calizas y areniscas, más frecuentes hacia el norte, y de rocas plutónicas, predominantes hacia el sur y oeste. Tras el arrasamiento del relieve primigenio, el zócalo hercínico fue rejuvenecido por la orogenia alpina y por la acción de los agentes geomorfológicos externos. Se genera así un relieve estructural de tipo apalachense en el que en el que las unidades morfo-edáficas presentan una orientación noroeste-sureste, lo que influye en la misma disposición de la red hídrica e, incluso, de los aprovechamientos humanos. Los suelos resultantes son poco evolucionados o directamente raquíticos, de naturaleza ácida, colores pardos, texturas arenosas y escasa fertilidad, en función de lo cual su vocación es claramente forestal.
El clima de la Sierra Norte es típicamente mediterráneo, de carácter templado y semicontinental, si bien está íntimamente ligado a la influencia atlántica tanto en términos de precipitaciones como de temperaturas. Se trata, por tanto, de un clima suave en el que las temperaturas medias se sitúan en valores en torno a 13-15°C y la pluviometría media anual oscila entre 700 y 1.000 mm/año, si bien el régimen de lluvias es notablemente irregular y presenta marcada sequía estival de carácter anticiclónico. El carácter escalonado del relieve contribuye a un gradiente pluviométrico positivo de sur a norte, aunque decreciente de oeste a este. Asimismo, la altitud favorece una suavización estival de las temperaturas desde los espacios más meridionales hasta el segundo escalón serrano, desde el cual la uniformidad es mayor; el proceso durante el invierno es el inverso.

Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla

lunes, 3 de junio de 2019

Pequeña gran historia del templo de Santa Ana

De la época morisca a nuestros días

     Guadalcanal, el pueblo más alto sobre el nivel del mar en la provincia de Sevilla, antigua fortaleza fronteriza de Extremadura, de la que pasó a Sevilla 1843, donde se mezcla la gracia blanca de Andalucía y el tono austero de Castilla, antes rica en monumentos, parece que se va a salvar de la acción iconoclasta el antiquísimo templo de Santa Ana, del cual se sigue expediente de declaración de monumento histórico-artístico de carácter nacional en la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultura.
     Para que una edificación sea declarada como tal debe reunir un interés Histórico y arquitectónico representativo de un estilo. Santa Ana posee ambos, largamente. Su arquitectura pertenece al estilo mudejárico de la Sierra, que está considerada  «per se» en bellas artes. Dentro. De éste se catalogan el de la sierra de Guadalcanal y el de Aracena, cuyas características son las ábsides semicirculares, arcos transversales y torre-fachada.
     Este templo, como ya señalaron Hernández Diez y Sancho Corbacho, por su situación y la belleza de su fábrica, merece muy destacado recuerdo. Fue construido sobre una mezquita situada en dirección NO-SE, y, por tanto, mirando a la Meca, en un montículo cerca de la muralla, en cuyas proximidades abundan los berrocales. Su alminar fue aprovechado para torre, la cual tiene tres cuerpos con seis arcas de medio punto en el de campanas y un chapitel apiramirado de pesadas proporciones. El templo, de una sola nave sobre planta de cruz latina con soberbios pilares y arcadas transversales ojivales de  cubiertas son de madera en tres tramos finales, perteneciendo  al techo primitivo el que está próximo al presbiterio; sigue otro tramo cubierto con bóveda apuntalada que da ingreso a la capilla mayor, cubierta por  gran cúpula que apea sobre arcadas ojivales. Podemos ver el abovedado en cañón sobre semicircular o ligeramente apuntalado, la media naranja sobre arcos torales semicirculares en dicha capilla, existiendo tres capillas mas en el muro del Evangelio, con una cúpula policromada y las otras con bóvedas baidas, y otra en el de la Epístola, también copulada, y en la bautismal, una bellísima pila de piedra decorada par labor de lacería mudéjar. En el exterior, precediendo el muro epistolar, hay un pórtico mudéjar con tres arcos ojivales encuadrados en alfices, basados en pilares octogonales de ladrillo.  Interesantísima la torre fachada, una de las mas típicas de la región. Las portadas  muy clásicas, con arcos escarzanos.
     Como obras de arte encontramos en el retablo mayor la figura en serie de  Santa Ana y pinturas de San Miguel, Huida a Egipto, Imposición de la casulla a San Ildefonso, en el lado del Evangelio hallamos un retablo donde se venera una figura de San Ignacio de Loyola, El altar  del Niño Jesús de Praga y otro con pinturas de la Anunciación y del Padre Eterno y una lápida gótica. En la Epístola la capilla de la Virgen del Carmen, dos pinturas murales barrocas de San Pedro y San Pablo. Existen, además, los iconos de San Isidro, Santiago, San Crispín y San Marcos. Abunda la azulejería Sevillana del tiempo de Niculoso Pisano (siglo XVI) del tipo de veneras, casetones y estrellas. La pila de agua  de agua bendita está decorada con gallones.
    En arquitectura, al igual que en medicina, cuando los sigilos objetivos no aclaran la cronología, tenemos que recurrir a la historia y a la analítica y estas, según mis investigaciones, nos dan una fecha de construcción comprendida entre finales del siglo XIII y  todo el XIV.
      Es poco conocida por parte de la mayoría la historia del Norte de Sevilla. Declarada una Cruzada de lucha contra la morisma por la Orden de Santiago, fue sitiado Guadalcanal, rindiéndose, y entregándola al gobernador árabe, que la tenía  encomendada por Axataf  o Abul Hasan Rey de Sevilla, a los cristianos, entrando los  escuadrones por la puerta de Llerena. (Espíritu Santo). Son guerreros que vienen de combatir del castillo de Reina, de Llerena, Usagre, Fuente del Maestre, Almendralejo, Montemolín, a los que han ido reconquistando, así cono muchos castillos y aldeas: Son hidalgos del Norte; de León y Castilla, de Galicia, de Vasconia; muchos se quedan como pobladores, de los cuales descendemos algunas familias, vienen los comendadores con sus mesnadas, entre ellos Pelay Correa, los trece del Capitulo y muchos clérigos que predican a las huestes, todos ellos dirigidos por el maestre Rodrigo Iñiguez.
      La mezquita fue  purificada y consagrada por el obispo de Coria Jaime Sanguineto, al que acompañan  los priores de San Marcos de León y de Uclés. Se dijo la primera misa y se cantó el Tedéum poniéndose el estandarte de damasco rojo de la Orden sobre el Alcazar (Santa María), el  mismo que figuraría poco después en la conquista de Sevilla. Guadalcanal ya es cristiano. Esto sucedía un día de otoño de 1241.
Santa Ana, según tradición, fue la primera iglesia que hubo en el Maestrazgo, después de la de  Mérida, y por los libros antiguos  de esta iglesia consta  que de todo el partido de Llerena se llevaban a bautizar los niños, y que se hizo esto mucho tiempo, hasta que los demás lugares se poblaron, según, consta de escrituras fidedignas de un fraile franciscano del siglo XVII y del cronicón de Bleda. Al principio estuvo sujeta a la Vicaria  de Tentudía, perteneciendo al Arzobispado de Santiago de Compostela hasta 1274, en que pasó al de Sevilla.
      En 1494 consta que tenía 320 parroquianos, estando parte de su barrio extramuros en la Edad Media. En los libros de bautismo que he consultado aparecen muchos moriscos que recibieron las aguas, lo que prueba la gran cantidad que vivieron en este barrio antes de su expulsión en 1609. En el siglo pasado aparece regida por un párroco y cinco sacerdotes, contribuyendo con el oro de sus cálices en la lucha contra los franceses.
     Por ser de la Orden de Santiago tenia jurisdicción vere mullius, hasta que extinguida aquella pasó a depender del  Arzobispado de Sevilla, y mas tarde, en 1911, filial de Santa María y suprimida como tal en 1936, en que fue saqueada. Fueron destrozados los retablos e imágenes; convirtiéndose el edificio en un granero. Entre los restos apareció una tabla con dos figuras de padres de la Iglesia de 1.580 con cerca de cincuenta agujeros de bala. Destrozando el magnifico crucifijo de marfil del siglo XVIII, verdadera joya de arte; una gran custodia de tres cuerpos de plata repujada fue quemado un terno de terciopelo rojo bardado en oro puro que figuró en la  Exposición Iberoamericana de 1925, amén de mucha orfebrería y ornamentos.
      Esta es la pequeña gran historia del templo de Santa Ana, qua estuvo a punto de correr la suerte de San Sebastián, magnífica iglesia mudéjar destruida por la piqueta para hacer un mercado de abastos, o del  Hospital de la Caridad, de estilo gótico, que tuvo igual fin por la incuria del tiempo y de los hombres.

Antonio  Gordón Bernabé Spínola
Guadalcanal, 11 de Abril de 1977   

lunes, 27 de mayo de 2019

Nuestro entorno 21

RASGOS GEOLÓGICOS GENERALES DEL PARQUE DE LA SIERRA NORTE DE SEVILLA

Quinta parte

Sobre el zócalo varisco deformado se disponen, en algunos puntos, sedimentos subhorizontales relacionados con el relleno de cuencas pérmicas de carácter postorogénico, como las del Viar y San Nicolás del Puerto. La localización y disposición de estas cuencas también estuvo controlada por las estructuras variscas, de manera que, están alineadas según la dirección dominante NO-SE. Esto es especialmente evidente en lo que queda de la Cuenca Pérmica del río Viar; y lo mismo ocurre para la de San Nicolás del Puerto, aunque en este caso es más difícil reconocerlo, puesto que lo que nos queda de ella no es un único afloramiento continuo, sino varios afloramientos pequeños que han resistido a la erosión. En el mapa geológico se ven como grupos aislados delimitando manchas de contorno redondeado. Si unimos todos esos retazos podremos comprobar que la cuenca pérmica de San Nicolás también era alargada según la dirección NO-SE, y que por lo tanto, también estuvo controlada y relacionada con la orogenia varisca.
Las fracturas NNE-SSO juegan un papel secundario en la estructura geológica general de la región, sin embargo, son importantes en la fisiografía de su red de drenaje. Muchos de los ríos y arroyos de la Sierra corren en esta dirección. Un buen ejemplo es la rivera del Huéznar que constituye una de las arterias fluviales principales del Parque. También la
trayectoria del río Viar está marcada por varias alineaciones tectónicas, y esta NNE-SSO queda muy bien definida en algunos tramos de su recorrido.
Los sedimentos miocenos de la Depresión del Guadalquivir y los afloramientos de travertinos del Parque, representan los sedimentos y rocas sin deformar, que se integraron a la historia de la región en tiempos muy recientes desde el punto de vista geológico.
RECURSOS GEOLÓGICOS*
El aprovechamiento de los materiales geológicos entronca con la historia de la humanidad prácticamente desde su inicio.
En la zona del Parque existen evidencias de ocupación humana al menos desde el Neolítico (3500-6000 AC). Estos pobladores prehistóricos aprovecharon algunos recursos líticos para la fabricación de útiles y herramientas de piedra y, también, arcillas para manufactura de cerámicas. Evidencias de este tipo de industrias se han encontrado entre otros lugares en la cueva de la Sima, en Constantina.
Desde el inicio de la edad de los metales se explotaron minas de cobre en diversos puntos del Parque. En varios yacimientos arqueológicos del entorno de Almadén de la Plata se han localizado útiles de este mismo metal. También hay referencias imprecisas sobre objetos de este periodo en la cueva de la Sima y en otros puntos de la comarca, aunque la mejor documentación sobre la minería del cobre en la Sierra se ubica en los yacimientos de los Pagos de Gibla, fuera del Parque.
Otra cuestión de interés en cuanto al aprovechamiento de recursos geológicos en la prehistoria es la existencia de ídolos de mármol en enterramientos tipo dolmen del SE de Almadén de la Plata.
En tiempos históricos, está bien documentada la minería de hierro y la explotación de mármol en el Cerro del Hierro y Almadén de la Plata respectivamente. En tiempos más recientes, el aprovechamiento más intensivo de los recursos geológicos tuvo lugar durante los siglos XIX y XX. En esta época se explotaron minas de hierro y de otros metales en diversos puntos del Parque. Las minas más importantes fueron, sin duda, las del Cerro del Hierro, en las que se explotaron minerales de hierro y barita. También en los alrededores de El Pedroso hubo una minería de
hierro floreciente para alimentar la fundición de El Pedroso  Cobre y otros metales, sobre todo plomo y zinc se han extraído en múltiples centros mineros dispersos por el Parque. Las minas más importantes para estos metales son las que se localizan al norte de Almadén de la Plata (Minas de San Miguel y Esterquizo) y la mina de San Luis al noreste de Sierra Padrona. También se explotaron plomo y zinc en las minas de Puerto Blanco, localizadas junto a la carretera de Cazalla de la Sierra a Alanís (Km. 68-69).
Como minerales de interés industrial, se explota en la actualidad una cantera destinada a la extracción de feldespato para fabricación de porcelanas sanitarias. La cantera se localiza unos dos kilómetros al oeste de Cazalla de la Sierra, sobre un dique de rocas aplíticas localizado en el contacto entre el plutón diorítico de Cazalla y las calizas cámbricas. Además de esta, existen referencias de minería de barita en Cerro del Hierro y en otros puntos del Parque. En la mayoría de los casos se trata de pequeños filones de barita de escaso interés económico con los parámetros económicos actuales, pero que fueron significativos respecto al pasado minero de la región.
En cuanto a las rocas ornamentales, la explotación más importante está relacionada con las canteras de mármol de Almadén de la Plata, que se explotaron desde época romana y cerrada en la actualidad. Además, la zona del Parque tiene un cierto interés como fuente potencial de recursos relacionados con las rocas graníticas de la región, pero hasta el momento solo han tenido usos menores.
Los áridos de construcción se han extraído tradicionalmente de los aluviones fluviales. De acuerdo con la legislación vigente, esta práctica no es viable en la actualidad, de manera que las fuentes potenciales de este tipo de materiales habrá que buscarlas en el futuro en canteras para árido machacado sobre rocas. En este sentido existen varias canteras, cerradas
en la actualidad, que se usaron como fuente de recursos para balastro de ferrocarril, áridos de carreteras y materiales para construcción de edificios y otras obras civiles.
Como dato curioso es interesante comentar, que durante el trabajo de campo realizado para la elaboración de esta guía hemos localizado las antiguas canteras de donde se extrajeron los bloques de roca para la construcción del castillo del Real de la Jara, o de las columnatas de la iglesia de este mismo pueblo, en la rivera del Cala, ya fuera del Parque.
También hemos podido reconocer la piedra de construcción utilizada en los principales monumentos de la comarca, que sorprendentemente procedía de fuera de la Sierra en muchas ocasiones. En otros casos, hemos comprobado que la restauración de iglesias y castillos no se ha hecho siempre con el mismo tipo de piedra que los originales. De cualquier manera, este tema que relaciona tan estrechamente Historia, Arte y Geología merecería una guía monográfica.
Por lo que se refiere a los recursos energéticos, a lo largo de la historia se han explotado algunas minas de carbón, de muy escaso rendimiento, en relación con formaciones del Carbonífero Superior y Pérmico en la cuenca de San Nicolás del Puerto.
HIDROGEOLOGÍA
El agua, fuente de la vida, es un recurso geológico. Pero es tan peculiar, interesante y vital que se trata y estudia de manera independiende, por sí solo y separado del resto de las riquezas que la Tierra esconde. En este apartado vamos a referirnos exclusivamente a las aguas subterráneas, pues las aguas de escorrentía superficial y la red de drenaje la veremos en el apartado siguiente de Geomorfología y Paisaje.
Las aguas superficiales procedentes de lluvia, rios o lagos se pueden infiltrar a través de las rocas y sedimentos que forman el sustrato y, si las condiciones son adecuadas, puede llegar a acumularse en grandes volúmenes que llamamos acuíferos. Pero los acuíferos no son grandes agujeros subterráneos repletos de agua y formando bolsadas ¡Eso es un
disparate! El agua de los acuíferos se encuentra entre los poros y pequeños huecos de las rocas, por eso cuando la extraemos no se producen desplomes, ni colapsos, ni derrumbes, ni nada parecido. No dejamos una bolsada vacia, dejamos el mismo volumen de rocas que había, solamente que sin agua en sus poros. Por este motivo es tan importante el concepto de porosidad.
La mayoría de las rocas que constituyen el sustrato geológico del Parque son rocas antiguas que perdieron su porosidad primaria en los procesos de compactación y/o metamorfismo subsecuentes a su depósito. Teniendo esto en cuenta, en principio, la posibilidad de que existan acuíferos sería muy escasa. Sin embargo, es evidente la presencia de fuentes y otras manifestaciones de aguas subterráneas en numerosos puntos del Parque. La explicación para esta evidencia hidrogeológica hay que buscarla en la existencia de rocas que de alguna manera hayan adquirido una estructura porosa y permeable que permita la circulación subterránea del agua. La existencia de acuíferos en rocas impermeables está relacionada con porosidades y permeabilidades secundarias. Los mecanismos usuales para que esto ocurra están relacionados con procesos de fracturación por los dos ciclos orogénicos principales, están muy deformadas y, en algunos casos metamorfizadas. Sus pliegues son muy apretados y llevan asociada una foliación muy penetrativa. La deformación debida a la Orogenia Varisca es menos intensa, pero más generalizada en la región. Como resultado se observan pliegues de diversas dimensiones, cabalgamientos y fracturas, algunas de ellas de gran extensión lateral como las fallas de El Pedroso o la del Viar.

Parque natural Sierra Morena de Sevilla

lunes, 20 de mayo de 2019

Guadalcanal tierra de vinos

El Vino en Guadalcanal en los Siglos XVI al XVIII

 Durante estos siglos el cultivo de la vid fue extendiéndose por casi toda la provincia de Sevilla, no quedo ninguna comarca en la que no hubiesen viñas, siendo su momento más álgido los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, muchas de estas viñas y su fruto el vino viajaron en las flotas que partían de Sevilla hacia América. 
En la edición de la Real Sociedad Económica Matritense de la “agricultura general” de Alonso de Herrera (Agrónomo de 1470 a 1539), figura la siguiente relación de vinos destacados, importantes en los s. XV y XVI: 
*Alanís, elogiado a principios del XV con el blanco de Cazalla y otros
*Alcalá de los Gazules / Alcalá la Real
*Aljarafe, en el reino de Sevilla, más o menos tinto, algo dulce. Se cita como cosa buena al principio del XVI.
*Andújar / Fuenteovejuna
*Guadalcanal y Cazalla celebres en el siglo XV
*Jerez seco, del reino de Sevilla de Jerez de la Frontera. 
No se conoce con certeza cuales eran los viñedos que se cultivaban en Andalucía antes del XV, pero se tiene noticias de 1482 que se producían en jerez los denominados vinos de romania, conforme establecían las ordenanzas del marques de Cádiz: “ mando que lo fagan de Torrontes e de Fergusano e verde agudillo según e por la forma e manera que se facen en Xerez”. Torrontes es uva blanca que está extendida en muchos puntos de la geografía española y argentina. La Fergusano es la llamada Fray Gusano de Mainia o de Miraflores que es muy parecida a la Mantúo de Pilas. Y la Verde Agudillo, quizás corresponde al verduguillo actualmente Teta de vaca. 
El tratado que más nos puede aproximar al tipo de variedades cultivadas en aquella época es el de Simón de Rojas Clemente y Rubio “Ensayo sobre las variedades de vid común que vegetan en Andalucía” editado en 1807. En el mismo hace una clasificación de las distintas variedades, agrupándolas en Tribus y habla de 119 variedades distribuidas en XV tribus: Iª las Listanes/Forenses (Listán común, Morado, ladrenado, colgadera, tempranillo, etc.). IIª Palominos/Fissiles. IIIª Mantúos / Pensiles (mantúo castellano, bravío, de Pilas, fray gusano, torrontés, etc). IVª Jaenes/Duracinae (Jaén Negro de Sevilla, de Granada, Jaén Blanco). Vª Mollares/ Helvolae. VIª Albillos/ Dapsiles (Castellano, Negro, etc. Aquí también describe algunas cepas que denomina “variedades sueltas” como la Malvasía, la Tintilla o la Romé, la Morrastell, la Beva). VIIª Ximenecias/ Ximeneciae. Tribu VIIIª Perrunos/ Flaventes. IXª Vigiriegos/ Postratae. Xª Agraceras/Oxicarpae. XIª Ferrares/Pergulanae. XIª Tetas de vaca/Bumasti ( Corazón de cabrito, Casco de tinaja, etc.). XIIIª Cabrieles/ Oleagineae. XIVª Datileras/Dactilides. Tibu XVª Moscateles/Apianae. En este apartado también muestra un grupo de “Variedades aisladas” como Vigiriega de Motril Moscatel de flandes, Uva del Rey, etc.
A falta de fuentes que nos permitan valorar con exactitud la superficie dedicada al cultivo de la vid, hemos de recurrir a las descripciones que hacen de su entorno los coetáneos de estos siglos como las contenidas en la cosmografía de Hernando Colon que allá por el año 1517, nos trasmite una imagen muy positiva en cuanto a la presencia y frecuencia del viñedo por Sevilla.
En la ribera del Guadalquivir nos decía: “party de alcala del rrio para la rinconada que ay media legua grande llana e de viñas”...... “la renconada e fasta el algaba ay una legua llana e de viñas”....... Y también como centro productor de vino, encontramos en el itinerario de Hernando en la sierra norte a Cazalla de la que afirma “en este lugar ay muy buenos vinos”.
Ya a partir del siglo XVIII las fuentes serán más generosas y ciertamente contamos con un instrumento muy certero el Catastro de Ensenada desde 1749. El catastro resulta útil para establecer la geografía del viñedo en la Corona de Castilla. Una de las áreas que según datos del catastro superaban el porcentaje medio de superficie dedicada a la vid, era Sevilla: siguen destacando como comarcas productoras la sierra norte y el aljarafe. En la sierra superaban la media Cazalla y Constantina, después Alanís cuyos famosos vinos fueron citados siglos atrás por Lope de Vega, y Guadalcanal que también se distinguió por sus vinos en el XVI. 
En el Aljarafe destaca Sanlúcar la Mayor con más de 22% de su término cubierto por vides y Villanueva del Ariscal. También alcanzaban la media localidades como los Palacios y Villafranca, viajeros del siglo XVIII como Esteban Silhuette cita los buenos vinos de Lebrija.
Es difícil conocer que tipos de vinos se realizaban y sobre todo cuales eran sus características organolépticas, es decir sus aromas y sabores. No quedan vestigios materiales de aquellos vinos, como no puede ser de otra manera. Los conocemos solo y exclusivamente por la literatura de la época, que por cierto fue muy prolija y de una calidad extraordinaria, estamos hablando del Siglo de Oro Español. Y aunque hasta el último tercio del XVIII la vinatería andaluza producía fundamentalmente, mostos, es decir vinos jóvenes que se encabezaban ligeramente con aguardiente vínico a fin de que pudiesen mantenerse en sus traslados, sabemos que también se producían vinos de guarda, es decir vinos añejados y envejecidos. 
Vinos que desde luego eran consumidos tanto por el pueblo llano como por la nobleza, alcanzando una merecida fama, recogida por nuestros clásicos (Cervantes, Lope de Vega, etc.). En este sentido, articulistas, historiadores y cronistas como José María Osuna, Antonio Merchán, José María Martín Cornello, Carlos Lora y Santiago Montoto han dado perfecta cuenta de ello en sus artículos de diversas revistas y en otras publicaciones de tirada nacional.
Así en uno de los Sonetos de Lope de Vega: "Vino aromatizado que sin pena beberse puede, siendo de Cazalla, y que ningún cristiano lo condena". O en libros como "Rinconte y Cortadillo" de nuestro universal Miguel de Cervantes, que debió ser un excelente catador por la profusión de vinos que conocía, "lo trasegó del corcho al estómago y acabó diciendo: "De Guadalcanal es, y aún tiene un es no es de yeso el señorico". En el drama religioso “El rufián dichoso” cita Cervantes los vinos de Alanís, al poner en boca del espadachín Cristóbal de Lugo estos versos: Por San Pito/ que han de entrar todos, y la buena estrena /han cíe hacer  a la hornada que ya sais/ y más, quo tenso da Alanís un cuero/ que se viene a las barbas.
En una de las novelas ejemplares, “El licenciado Vidriera”, vuelve a hacer Cervantes su típica alusión a los vinos de esta comarca, y es donde más gala hace del conocimiento de estos líquidos báquicos: Al llegar a Génova el capitán don Diego dé Valdivia y Tomás Rodaja, entran en una hostería, y después que el hostelero ofrece una gran variedad de vinos, dice el autor: ”Y habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar de tropelía y como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal. Coca, Alaejos, y a la imperial más que Real Ciudad, recámara del dios de la risa; ofreció a Esquivias, a Alanís. A Cazalla y Guadacanal, sin que se olvidase de Rivaldavia y Descargamaria. Finamente, más vinos nombró el huésped, y más le dio, que pudo tener en sus bodegas al mismo Baco”.
El comercio de vinos andaluces y sobre todo sevillanos de estos siglos con América fue sin duda la gran oportunidad para la industria vinatera sevillana, que no supimos capitalizar. Y que dejamos pasar, para haber hecho de Sevilla una de las mejores zonas vitivinícolas 
En primer lugar hemos de destacar que el vino en la dieta marinera está perfectamente atestiguado, formaba parte indispensable del avituallamiento de las flotas. El Vino, que junto al bizcocho, el agua y el queso eran los alimentos más consumidos en estos viajes. Pero lo más trascendental es que conforme avanzaba la conquista de las Indias, las cantidades de vinos que se fueron embarcando fueron progresando casi geométricamente. Pues aunque también se llevaron vides para su replantación, estas necesitaron mucho tiempo para su adaptación a las nuevas tierras y nuevos climas, aparte de que hubo legislación suficiente para regular en el tiempo y en el espacio estas plantaciones, como la prohibición de finales del XVI de cultivar viñas en las colonias, con el fin de no perjudicar la economía de la metrópoli. 
Así podemos empezar a distinguir esa gran oportunidad para la viticultura sevillana desde muy pronto; Tomas de Mercado (Economista, teólogo dominico y nacido en Sevilla en XVI), decía que el vino duplicaba su precio en indias “cincuenta pipas de vino entregadas en Cazalla valían a quince cada una, setecientos cincuenta ducados. Véndenlas a treinta pagados en nueva España, lo cual excede mucho lo que costara asegurar las pipas de ida y la plata de vuelta”
Hamilton (historiador hispanista) también plantea que los productos alimenticios a Indias se duplicaban. Pero un estudio de Mª Carmen. Mena García sobre precios y costos de transporte de algunos productos agrarios remitidos a Indias en 1514 plantea que los precios son bastante mayores. Ella documenta que 1.152 arrobas de vino de Guadalcanal, que importaron inicialmente 79.833 maravedíes y que a su arribo a Darién habían incrementado su coste hasta 171.432 maravedíes (10.099 de gastos de envasado y acarreo hasta el barco y 82.000 de fletes y avería), se vendieron en destino por 821.250 maravedíes, lo que supone un incremento del precio de origen del orden del 1.026% y un beneficio bruto de 479%. 
El trabajo de Serrano Mangas da información de que entre 1618 y 1648 las cantidades de vinos suministradas por los asentistas de Sevilla para el avituallamiento de la Armada de la Carrera de Indias, las Flotas de Nueva España y la Armada de Barlovento, constatamos que el total ascendió a 1.422.135 arrobas, lo que supone un promedio anual de 45.875 arrobas, cifra que supera en un 10% la media anual que alcanzaron las exportaciones de vino para su comercialización durante la segunda mitad del siglo XVII y primera del XVIII.
Los vinos de Sevilla y su hinterland se vieron favorecidos por la legislación del momento. En 1509 el Juzgado del Vino de Sevilla trato de impedir la entrada en la ciudad de caldos procedentes de otras comarcas con vistas a su exportación a Indias. La Corona dispuso que aquellos vinos destinados al aprovisionamiento de los navíos y armadas de la Carrera gozaran de absoluta libertad, no así su destino para otros usos, como la venta en la propia ciudad.
Los cosecheros bajo-andaluces si gozaban del privilegio de no pagar el almojarifazgo y la alcabala de primera venta, esto en 1588 y según datos de García Fuentes, él envió de una pipa de vino, pagaba, en concepto de derechos aduaneros, 562 maravedíes si el cargador no era vecino de Sevilla, si lo era solo pagaba 85 maravedís.
Según Pierre Chaunu (historiador hispanista) entre 1511 y 1550 viajaron 3.153 navíos y entre 1581 y 1590 lo hicieron 873. Si extrapolamos la media por navío que obtiene García Fuentes en la década de los ochenta del siglo XVI al total de los navíos que viajaban cada año, el resultado que se obtendría es de unas 450.000 arrobas anuales, cifra muy parecida a la que estable Chaunu por fuentes de tipo fiscal. 
La procedencia de los vinos era: 52% caldos jerezanos del total de los embarques controlados, porcentaje que se eleva a un 53,2% si se añade los procedentes de Sanlúcar y el Puerto. El 42% de las comarcas sevillanas del Aljarafe y de la Sierra norte. Los del Condado de Huelva el 1,8% y el 2,6% restante eran vinos con origen desconocido. El 67,5% va destinado a Nueva España, el 2,4% a Tierra Firme, un 7,6% a las Antillas y Margarita y el 3,5% restante a Honduras. La gran diferencia entre el virreinato de Nueva España y Tierra Firme se explica por el rápido desarrollo que alcanzó el cultivo de la vid en este territorio en Perú (Nasca, Ica, Pisco, Paspaya y Arequipa) y Chile (inmediaciones de Santiago).
En la segunda mitad del XVII y según García Fuentes, contabiliza en esos 50 años 2.054.822 arrobas de vino exportado a las Indias de los que el 95% fueron de procedencia andaluza y el 5% restante de caldos canarios. El destino fundamental continúo siendo el virreinato novohispano con un 55,5% del total.
Durante los siglos XVI, XVII y principios del XVIII, Sevilla y su área de influencia disfruto también del llamado “Tercio de los frutos de la tierra”. Para García-Baquero el primer año que se tiene constancia documental que se aplicó “el tercio de los frutos de la tierra” fue en 1673. 
Para el siglo XVIII las cifras que nos da García-Baquero en el periodo de 1720 a 1751, y medidos en toneladas de aforamiento, los productos agrícolas supusieron el 46% del total de la carga y casi la mitad de los mismos la asumió a su vez el vino (41% del total de los productos agrícolas y el 19% del volumen total exportado). Es decir para esos 32 años el total de vino exportado fue de 1.332.85 arrobas. En cuanto a la procedencia es de Jerez, el Puerto, Sanlúcar, Rota, Chiclana, la comarca del Aljarafe sevillano y el Condado, más un pequeño refuerzo de vinos “carlones”.
Pero también durante todos estos siglos el comercio del vino que se producía en el territorio de Sevilla, no solo se limitaba con América, sino que también Galicia, Santander, Guipúzcoa, constituían destinos frecuentes de los vinos trasportados en naves fletadas en Sevilla. Y junto a ellos otros mercados europeos también eran destinatarios del vino sevillano.
Gracias a esa expansión del negocio vinatero, surgirán en los campos, pueblos y aldeas de Sevilla, en la que destaca la Sierra Norte a lo largo del siglo XVI y siguientes, monumentales haciendas cuyas edificaciones magnificaban la vida rural. Gran número de ellas poseen intactas sus estructuras y muchos de sus elementos, como se recogen en el libro editado por la Junta de Andalucía: “Cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Sevilla”
Cortijo Castañarejo y Merino; en Cazalla de la Sierra. Noticias del XVI informan de un primitivo lagar. En 1578 el italiano Antonio Corzo lo compro, tenía dos lagares. El primitivo lagar tiene una torre de contrapeso. Cortijo de Franco o lagar de los Pollos¸ Cortijo del Inquisidor; Cortijo El Marqués, con lagar del XVIII, Lagar de las Tres Vigas. Lagar de Campovid en Constantina, antiguo lagar con prensa de viga. Bodega del Rey en Guadalcanal del XVIII y XIX. Cortijo El Lagar en Las Navas, instaurado por la Orden de los Basilios en 1575. Cenobio San Antonio del Valle de galleguillas. Y tantos otros, son muestras exactas de esos emporios vitivinícolas que plagaron muchos pueblos de la provincia. La mayor parte de ellas contaban con lagares de viga, lagareta e importantes bodegas y, en algunos casos, con calderas para la quema de vinos (cuando los excedentes lo permitían) y alambiques para la posterior obtención del aguardiente. 
En definitiva y sin duda alguna los tres mejores siglos de la historia de la vitivinicultura de Sevilla, por su cantidad, por su calidad, pero sobre todo por la enorme riqueza que genero a su alrededor.


Rafael Spínola R.
Hemerotecas