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lunes, 19 de agosto de 2019

Nuestro entorno 27

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes
Última Parte

4.1_ Diagnóstico general del paisaje
Pese a la creciente consideración de los valores y recursos paisajísticos, no puede obviarse el carácter novedoso que esta nueva dimensión y funcionalidad del territorio presenta tanto a nivel institucional como social. Resulta, por tanto, fundamental acompañar cualquier estrategia de protección o mejora del paisaje en un determinado ámbito con iniciativas destinadas a resaltar la importancia que, en términos patrimoniales, socioeconómicos y de calidad de vida, ha adquirido el paisaje en las últimas décadas. Esta tarea de sensibilización, acompañada de las tareas formativas o de asesoramiento a los poderes públicos locales, se hace especialmente necesaria en áreas como la Sierra Norte sevillana, donde todavía se observan algunas reservas respecto a las políticas ambientales, siendo entendidas por determinados colectivos o sectores sociales como negativas para el desarrollo del área.
Se plantea, de esta manera, la necesidad de hacer evidentes las posibilidades que ofrece el paisaje en relación con la cualificación y singularización de los productos y servicios del ámbito serrano, como un nuevo recurso patrimonial que puede ser movilizado y, en definitiva, como un eficaz indicador de la calidad de vida del área. Por el contrario, debe desecharse cualquier lectura que identifique al paisaje como una imposición burocrática que viene a sumarse a las limitaciones específicas que afectan al ámbito en virtud de sus valores ambientales o culturales.
A partir de este reconocimiento del paisaje como patrimonio territorial, deberán desarrollarse las medidas oportunas para preservar y revalorizar los componentes y espacios que contribuyen a generar la cualificada imagen paisajística de la que disfruta este sector de la provincia de Sevilla. En este sentido, es preciso indicar que, junto con la recuperación de determinados recursos en claro proceso de degradación (fundamentalmente, edificaciones vernáculas y muros de piedra seca), es necesario reforzar la dimensión paisajística de determinados elementos patrimoniales (tanto naturales como culturales), en los que no han sido suficientemente explicitados o gestionados sus valores estéticos y perceptivos.
En algunos casos, la reconsideración desde una perspectiva paisajística de estos componentes del patrimonio territorial pasará por el estudio de las relaciones espaciales y visuales que establecen con su entorno inmediato o con otros referentes más lejanos con los que de alguna forma interactúan. En otras ocasiones, el tratamiento paisajístico de estos elementos patrimoniales deberá compatibilizar el mantenimiento de sus valores ambientales, históricos o culturales con los usos y significados que la población les atribuye o les ha atribuido tradicionalmente. No debe olvidarse en ningún caso que la accesibilidad y el disfrute social de estos recursos también contribuyen a su preservación, evitando su abandono o su olvido con el consiguiente peligro de degradación ambiental y paisajística. La apertura y el mantenimiento de itinerarios y equipamientos públicos que permitan el acercamiento a los referentes territoriales y paisajísticos del área deben formar parte, por tanto, de la estrategia general de intervención en el paisaje serrano.
Siendo importante la adopción de medidas paisajísticas relativas a los elementos o espacios con mayor grado de reconocimiento o singularidad, no puede obviarse el carácter dinámico y evolutivo de la mayor parte del territorio serrano, conformado a partir de la actuación continuada del ser humano sobre el medio. El mantenimiento de los paisajes agroforestales del área, con la dehesa al frente, necesitan fundamentalmente actuaciones y medidas orientadas a mantener su funcionalidad. Desde este punto de vista, la preservación de la calidad paisajística del ámbito está estrechamente ligada a la gestión y al mantenimiento de las labores y actividades tradicionales que, en última instancia, son las que han generado los paisajes que actualmente percibimos y apreciamos (prácticas ganaderas extensivas, tareas de mantenimiento de la dehesa, saca del corcho, explotación de recurso selvícolas, mantenimiento de huertas en los entornos urbanos). Junto a estas prácticas tradicionales, la continuidad y la integridad ambiental de los paisajes serranos también requerirá de la adopción de intervenciones e iniciativas destinadas a evitar incendios forestales, a renaturalizar y reforestar espacios degradados, a minimizar los procesos erosivos asociados a la agricultura, así como a promover la integración paisajística de las nuevas construcciones e infraestructuras en el territorio.
En el entorno de los núcleos, así como en determinados enclaves productivos, la actuación paisajística debe orientarse fundamentalmente a la ordenación física del espacio (comenzando por la eliminación de los focos de suciedad o degradación existentes), al control de los procesos constructivos (dimensionándolos y ubicándolo correctamente), a la integración de las actividades o elementos con mayor incidencia paisajística (antenas, instalaciones técnicas, depósitos, playas de descarga o almacenamiento, áreas de estacionamiento) y, cuando resulte pertinente, su recualificación a través de intervenciones con criterios paisajísticos.

4.2_Definición de objetivos de calidad paisajística
• Unos paisajes adehesados sostenibles y multifuncionales que preserven y pongan en valor sus recursos patrimoniales, culturales y paisajísticos.
• Unos paisajes agrícolas serranos compatibles y adaptados a las limitaciones del terreno pero que resulten competitivos en función de su especificidad o de la aplicación de prácticas productivas ecológicas o tradicionales.
• Una imagen tradicional de los núcleos serranos acorde con los valores históricos y culturales que atesoran, siendo imprescindible a tal efecto el máximo respeto por las características urbanas y tipologías constructivas en las que se sustentan las representaciones y significados socialmente atribuidos. Especial atención merecen en este sentido, las vistas externas, los bordes y periferias urbanas recientes, así como las entradas a los núcleos, que presentan una especial sensibilidad en función de los procesos urbanizadores y edificatorios que suelen desarrollarse en ellos.
• Un patrimonio cultural asociado a la explotación de los recursos naturales de la Sierra Norte (minería, aprovechamientos agroforestales, ganadería, obras hidráulicas,…) que se mantenga en buen estado de conservación y que se incorpore como un activo territorial para la implementación de estrategias diversificadas de desarrollo socioeconómico del ámbito mariánico.
• Unos paisajes naturales connotados (parajes o espacios que gozan de un mayor reconocimiento institucional y social) en los que se concilien el acceso y disfrute público de los recursos y valores sobre los que se sustenta su mayor consideración con la preservación de los procesos y formas que los singularizan o caracterizan.
• Unas implantaciones productivas y terciarias (polígonos industriales, enclaves turísticos u hosteleros, naves de transformación o distribución de los productos serranos,…) en medio rural adaptadas a los significados de naturalidad e integridad que se atribuyen a amplios sectores de la sierra.

Bibliografía de referencia y saber más
• AGUDO TORRICO, J. (1984), Arquitectura popular en la provincia de Sevilla, en VÁZQUEZ MEDEL, M. (dir.), Sevilla y su provincia. Tomo I. Ediciones Gever S.A.: Sevilla. pp. 115-148.
• BUENO MANSO, F. (1995), Guía de la naturaleza de la provincia de Sevilla. Centro Andaluz del Libro, Diputación Provincial de Sevilla, 127 pp.
• CARMONA GRANADO, A. y JIMÉNEZ CUBERO, S. (1995), Cazalla de la Sierra. Naturaleza e historia. Sevilla, Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra.
• CONSEJERÍA DE MEDIO AMBIENTE (1999), Manual práctico Parque Natural Sierra Norte de Sevilla. Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía.
• DÍAZ QUIDIELLO, J. (Coord.) (2009), Atlas de la historia del territorio de Andalucía Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio, Instituto de Cartografía de Andalucía, Junta de Andalucía.
• DIRECCIÓN GENERAL DE LA RED DE ESPACIOS NATURALES PROTEGIDOS Y SERVICIOS AMBIENTALES (2003), Plan de Desarrollo Sostenible del Parque Natural Sierra Norte (Sevilla), Servicio de Fomento de Espacios Naturales, Consejería de Medio Ambiente, 2 vol.
• FERNÁNDEZ CACHO, S., FERNÁNDEZ SALINAS, V., HERNÁNDEZ LEÓN, E.,
LÓPEZ MARTÍN, E., QUINTERO MORÓN, V., RODRIGO CÁMARA, J.M., ZARZA BALLUGUERA, D. (2010), Paisajes y patrimonio cultural en Andalucía. Tiempo, usos e imágenes. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2 vol.
• Plan Especial de Protección del Medio Físico de la provincia de Sevilla (1987), Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía.
• REQUENA SÁNCHEZ, M.D. (1993), Permanencia y cambios de la Sierra Norte de Sevilla. Estudios Integrados de Geografia. Sevilla, 1993.
• SILVA GARCÍA, J.A. (2002), El Parque Natural de la Sierra Norte, Excmo. Ayuntamiento de Constantina.
• ZOIDO NARANJO, F., SILVA PÉREZ, R., FERNÁNDEZ SALINAS, V., RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, J., TROUT TATE, A., PARDO GARCÍA, S.M. (2011), Entorno urbano de Constantina. Identificación, caracterización y cualificación de recursos paisajísticos. En: Paisajes de Oportunidad. Convención Europea del Paisaje y Participación: las acciones piloto del proyecto
PAYS.MED.URBAN, Ed. Maggioli, pp. 98-103.


Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla

lunes, 12 de agosto de 2019

Guadalcanal en Primavera



Excursión para conocer Guadalcanal

Hoy el decimoquinto día de primavera amanece Guadalcanal guapa y con olor a azahar, cruzo la plaza para ir a la Puntilla, allí he quedado con un matrimonio de Madrid para enseñarle nuestro pueblo, después de tomar café con jeringos del Calé nos disponemos a visitar Guadalcanal y sus encantos. 

     Comenzamos por la Ermita de San Benito, desde el puente de del mismo nombre, si se llega desde Sevilla, avistamos la mole portada de la ermita de tal nombre. Un angosto callejón, franqueado de huertas, nos lleva al pórtico del templo, con pozo delantero para la sed del peregrino.        Se compone de una nave cubierta por bóveda de cañón y lunetos, casquete esférico en el ante presbítero y cúpula en el camarín. En el muro del Evangelio existe una portada con arco apuntado y en el de la Epístola, una puerta mudéjar de época tardía. Aquí, el anacoreta Manuel de la Cruz fundó una cofradía de ambos sexos, con el título de Nuestra Señora de la Consolación y San Benito Abad, según un breve dado en Roma el 5 de marzo de 1722.
      Saliendo de nuevo a la carretera, luego de un km de recorrido, el pueblo nos recibe con lo que, de entrada, es ya efectivamente una "recreación": el Paseo del Coso, El Alto y el Bajo, según el nomenclátor. Lo divide, en dirección norte, la carretera de Extremadura. A un lado quedan las instalaciones deportivas municipales, y, ya tocando el pueblo, el paseo propiamente dicho. La fronda arbórea compite en altura con los herrajes de las casetas perennes para los días feriados. En el suelo, siempre en ascensión como el pueblo mismo, se alinean bancos y rosales. Abajo, la fuente estrepitosa, con lápida mariana y patronal prodigando bienvenidas. Ni memoria queda de la sinagoga judía existente en este lugar; pero así lo trae un informe de la visita santiaguista de 1494.
     Por la antigua calle de los Olleros, rotulada hoy de la Feria, se llega al Paseo de la Cruz, así llamado por la que aquí se alza, que en realidad no es sino un ensanchamiento de la actual avenida de la Constitución. Y poco más allá, a la vuelta de la esquina, nos hallamos ante la fachada ingente del desamortizado y, por ende, ruinoso Convento de Santa Clara, en la calle de este nombre, con restos de arcadas y cornisas. Fue fundado por el hijo de esta villa enriquecido en las Indias Jerónimo González de Alanís, según escritura otorgada en La Plata (Perú) el 19 de abril de 1584.
     Calle de Santa Clara arriba y torciendo por la primera de la izquierda, encontramos uno de los monumentos de la arquitectura civil urbana más antiguos de toda la región. Nos referimos a lo que comúnmente se conoce por La Almona, en razón de una de sus últimas "bárbaras" utilidades, pate de ella,utilizada como un bar. Arquitectónicamente, es una construcción de planta ligeramente trapezoidal de sillería. Consta de dos pisos, formado cada uno de ellos por una nave de cubierta de entramado de madera, sostenida la del bajo por arcos apuntados que arrancan del pavimento, como a modo de contrafuertes interiores. La cubierta de la parte superior es de dos aguas, hallándose sostenida por pilares alineados en el eje central de la nave. El frente de la construcción avanza en su parte derecha sobre la línea de fachada para servir de asiento a la rampa que exteriormente da acceso al piso superior. Las puertas a ambas plantas se superponen en el centro de la fachada, la baja es de arco apuntado de escasa altura, que apea en impostas constituidas por un toro y una gola. La puerta de la nave de arriba, precedida de un porche sostenido por pilares de ladrillos, es también de arco apuntado, más peraltado que el inferior, sobre moldura de cuarto bocel. El edificio recibe la luz por estrechas saeteras. Una lápida del interior nos informa que fue construido el año de 1307. Desafiando a los siglos, pues, aquí sigue, incólume y recoleta, la primitiva sede del bastimento de la Orden de Santiago.
     De La Almona, dos pasos apenas, llegamos a la Plaza La Plaza Mayor o Plaza de España y en otra época conocida por Plaza de Los Naranjos, de par en par abierta como un abrazo interrumpida. Su recinto, en lo antiguo, quizás estuvo porticado. En el centro del gran óvalo alzado que la constituye se alza el monumento al orador, dramaturgo y político decimonónico Adelardo López de Ayala, hijo preclaro de la localidad. A un lado, la Capilla de San Vicente, del siglo XVIII, otra joya dedicada hace décadas  a usos profanos. Y al otro extremo, señera y sobria, la iglesia y torre de Santa María de la Asunción, atalaya en la que el vencejo lo mismo vela el cadáver del verano a la hora de la siesta, que, a la del ángelus, ronda por las arista dejando por el aire su alada algarabía. La torre data del siglo XVI. Construida sobre los restos de la muralla que tuvo carácter militar y pertenece al estilo románico, si con alguna influencia gótica en los adornos de los arcos conopiales del último cuerpo de campanas. Está construida sobre un dado de aparejo irregular a base de ladrillos. Conservó las almenas hasta el siglo XVIII.
     Una bellísima portada, de espléndida composición, en La iglesia en la que persisten numerosos elementos del goticismo decadente, da acceso al templo mayor de Guadalcanal, asegurado el dominio cristiano de la villa e iniciado el desbordamiento de su población, las murallas que la circundaban perdieron su originaria finalidad. Esta circunstancia, sin duda, hizo que se levantara el muro norte de esta iglesia sobre parte del sistema fortificado, como se colige por la misma extraña orientación de dicha fachada y por el arco de herradura que describe la puerta de la sacristía, de feliz aprovechamiento. Esto ocurría en las postrimerías del siglo XIII.
      Por su arquitectura, Santa María obedece en gran parte a la corriente mudejárica propia del tiempo de su construcción y al gusto que se prodigó en esta zona de la Sierra Norte sevillana, en la que el gótico de los vencedores y el almohade de los vencidos trataron de imponer sus fórmulas arquitectónicas. El templo tiene forma basilical, de tres naves que primitivamente estuvieron cubiertas de madera, siendo las laterales de cabeceras planas, en cuya parte superior una de ellas conserva un óculo de cinco lóbulos. Construida con arcos transversales, siendo apuntados los del centro, éstos descansan sobre pilares cruciformes, que, salvo el alicatado de la parte inferior, no ha sufrido modificación alguna, pues hasta el sencillo capitel de caveto que poseen abonarían por su antigüedad. Pero aquí en donde a los cristianos interesó sobre manera plasmar su estilo, esto es, en el presbiterio, los alarifes locales lograron imponer su arte, ejecutando la bóveda ochavada, con espléndida crucería en abanico, tramo previo sexpartito, nervio de espinazo decorado con dientes de sierra e impostas de cabezas de clavos. Pertenecen, también, a este período constructivo los capiteles de los baquetones en forma de tronco de pirámide invertida con figuras de gran tosquedad, un decorado de estrellas próximo a la escalera del coro y algunos ventanales, destacando el que se encuentra oculto por el retablo mayor y el que vemos al lado de la Epístola, formado por un óculo central y dos arcadas unidas por un parteluz.
Que la iglesia estuvo originariamente aislada y no adosada a la manzana, como hoy se encuentra, se evidencia por los modillones en forma de caveto y unas pequeñas ventanas con arcos de herradura que advertimos en dependencias del lado de la Epístola y que debieron corresponder a la fachada sur.
Otras partes de la Epístola pueden también situarse en este periodo mudéjar, tales como el altar mayor, la nave de la Epístola, las dependencias anejas al coro y el muro de donde éste sale.
La pila bautismal es mudéjar, con decoración de arcos de herradura apuntados, del siglo XIV.
En los albores de la décimosexta centuria se ejecutó el frontal del altar mayor, a base de azulejos de cuenca del tipo de bordados y reflejos dorados y azules. De traza gótica son la bóveda y la reja de la capilla del Sagrario. Poco después se realizan la bóveda rebajada y casetonada de la capilla del Cristo Amarrado y la oval del testero de La Milagrosa, ambas renacentistas. De la misma época y estilo son las magníficas rejas que comunican estas capillas con el presbiterio, compuestas por dos cuerpos de balaustres y barrotes entorchados con rica cresteria y cruz, ángeles, grifos y otros elementos decorativos, semejantes a las que separan de ambas naves colaterales y a la que -aunque algo más simplificada se halla en la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Vemos en el lado de la Epístola de la capilla mayor Una puerta que sale a la sacristía, la cual está rematada por un frontón semicircular, en cuyo friso una inscripción nos informa que "ESTA SACRISTÍA SE HIZO SIENDO MAYORDOMO FRANCISCO XIMENEZ SOTOMAYOR, REGIDOR PERPETUO. LA GLORIA SEA A DIOS". Y en la misma época se ejecutó asimismo el frontal del lado opuesto de este altar, a base de azulejos planos con motivos florales, en cuyo centro se halla una gran cartera con un escudo cardenalicio.
Uno de los más remotos vestigios sepulcrales se encuentra en el muro de la nave del Evangelio, junto a la verja de la capilla de La Milagrosa, consistente en una lápida de caracteres monacales y cenefa gótica, que dice:
AQI JAZ LOURENÇO MORIS CLERICO SERVUS D DIOS NATURAL DE ESENABRIA E FINO EL POSTREMERO DIA DE N OVEMBRO E DE MCCC VI ANNOS REQISCAT I PACE
El único resto romano de que se tenga constancia dentro de la población, se halla, precisamente, a la entrada de este templo. Se trata de un capitel compuesto, de mármol blanco, ahuecado para servir de pila de agua bendita. El templo discreto del trépano lo sitúa cronológicamente entre los siglos II y III. Y, aunque se ignora su procedencia, es curioso el caso de que en el lugar extramuro conocido por la Piedra Corcovada se han encontrado restos de un despoblado romano, consistentes en tegulae, imbrices, ladrillos y fragmentos de vasijas.
Orfrería.-Ostensorio de plata dorada y cincelada (0,60). Está formado por una base lobulada decorada con relieves de bustos de guerreros que soportan un templete de dos cuerpos, con columnillas de fuste estriado el primero y una estructura arquitectónica con relieves el segundo. Puede ser fechable en el último tercio del siglo XVI.
Ostensorio de plata repujada y dorada (0,50), de estilo imperio, fechable hacia 1800.
Cruz parroquial de plata cincelada y dorada (0,83). Nudo de forma arquitectónica decorado con figuras de los evangelistas y en la cruz relieves de la Asunción de la Virgen, San Pedro, San Pablo, Santa Catalina, San Lorenzo, Santiago y María Magdalena. Es fechable hacia 1600.
Copón de plata dorada (0,31), con decoración de gallones y punteado en la copa de temas vegetales, del primer cuarto de siglo XVII.
Copón de plata dorada (0,26) con gallones y astil torneado. Lleva el punzón de la ciudad de México y data del siglo XVII.
Hostiario de plata (0,24). Tiene forma de caja circular cubierta por tapa cónica de gallones. Se decora con una inscripción en caracteres góticos que dice "Pange Lingua" y una banda calada gótica en la base. Es fechable en el segundo cuarto del siglo XVI.
Cáliz de plata cincelada y dorada (0,24) con decoración manierista de cintas planas, carteras y querubes, del último cuarto del siglo XVI.
Cáliz de plata lisa (0,23), fechable en la primera mitad del siglo XVII.
Cáliz de plata repujada y dorada (0,26) con decoración de fines del rococó, de hacia 1800, con los punzones Luque/ Martínez y la marca de Córdoba.
Portapaz de metal dorado (0,15) con un relieve de la Resurrección. Fechable hacia 1600. Dos navetas de plata repujada (0,17 x 0,15) con decoración de estilo imperio de principios del siglo XIX, con la marca de Sevilla y el punzón de Flores.
Naveta de plata repujada (0,17x 0,13) con decoración de fines del rococó, fechable en los últimos años del siglo XVIII.
Vaso de óleos de plata grabada (0, 13), con decoración de cintas planas y carteras, fechable a finales del siglo XVI.
Crismeras de plata lisa, de principios del siglo XVII.
Lámpara de plata repujada de estilo imperio, de principios del siglo XIX.
Incensario de plata repujada (0,15) de estilo imperio, de hacia 1800.
Dos ciriales de plata (1,78) de principios del siglo XIX.
Esta iglesia de Santa María la Mayor o de la Asunción es Filial Perpetua de la Basílica Patriarcal Liberiana de Roma.
Salgamos de nuevo al deslumbramiento de la Plaza Mayor. Una vía pública separa Santa María del edificio del Ayuntamiento, el cual se alza sobre lo que fue, sucesivamente, alcázar musulmán y palacio de la Orden de Santiago. A su espalda, encontramos el Paseo del Palacio, pulmón, vergel y acuarela viviente con que el pueblo se solaza y atrae y embelesa a su numerosa colonia veraniega. En la calle que, en descenso, lo franquea por la izquierda se halla el edificio, moderno y amplio, de la Biblioteca Pública Municipal. Los árboles gigantes urden un entramado verde oscuro y una turba de invisibles aves pone la nota melódica a lo largo del espacioso recinto. Se compone de un paseo central a cielo abierto, con parterres dispuestos longitudinalmente y fuente decorativa en el centro, y otros dos laterales -separados por bancos, rosales y adelfas - umbrosos por la fronda. Al final, la conjunción del cedro hace más íntimo y amable el recorrido. La Sierra del Agua, como telón de fondo. Nosotros lo hemos visto así:
Aquí en la gloria, es decir,
en el Paseo del Palacio,
donde el tiempo y el espacio
olvidan su discurrir,
sacar quiero a relucir,
con permiso de la cal,
que no hay belleza rival
de este viejo paraíso
que porque Dios pudo y quiso
lo puso en Guadalcanal.
Del Palacio, si gustan, podemos dirigirnos a la calleja de la Caridad, que toma tal denominación del hospital que aquí existió. Ya -enseguida- en la calle Luenga, avistamos al final el lugar de la desaparecida Puerta de los Molinos, que estuvo practicada en el sistema murado y por la que arrancaba el camino que se dirigía a Cazalla de la Sierra, pasando cerca de los molinos existentes en el arroyo de este nombre.
Por la calleja de Santa María -escalones abajo-- desembocamos en la Puerta del Jurado, cuyo nombre se conserva en el pueblo no tanto por el acceso fortificado, cuanto por el mesón que, llamado por su enclave del Jurado, hubo en este lugar. Por aquí se salía al Convento de San Francisco de la Piedad, que dio al traste la desamortización de Mendizábal y que hoy es el cementerio de Guadalcanal. Digamos, de rechazo, que aquel cenobio fue mandado erigir por don Enrique Enríquez, comendador mayor de la Provincia de León de la Orden de Santiago y tío materno de Don Fernando el Católico. Y otra curiosidad: éste fue nieto del maestre don Fadrique Enríquez y una judía de Guadalcanal que apodaban "La Paloma".
Pueblo arriba, salvo los Mesones, los Cantillos y poco más, el pueblo es una pura cuesta. Situándonos en los primeros, cualquier perpendicular es válida para iniciar el ascenso. Hagámoslo por la calle de López de Ayala. Pronto, llegamos a la Casa rectoral, antiguo palacio de los marqueses de San Antonio, que lo legaron, "para perpetua memoria", a la parroquia de Santa Maria. En ella se pueden admirar un patio con columnas y arcadas, de dos plantas, y el artesonado del techo del vestíbulo, que se cubre con azulejos de cuenca de dos por tabla del siglo XVI. Y enfrente, el Hospital de los Milagros, en que estuvo instituida la llamada Escuela de Cristo, con portada compuesta por vano de arco carpanel con arquivoltas decoradas y una hornacina sobre el alfiz que la en, marca.
En el número 10 de esta calle nació Adelardo López de Ayala, cuyas armas lucen en la parte superior de la fachada. Sus descendientes poseen una de las más importantes colecciones artísticas que particularmente existian en Guadalcanal y actualmente han desaparecido y la casa amenaza ruina, que consiste en:
Díptico de esmaltes. En una de las hojas se representa a David y Goliat (firmado I.R., 1545) y en la otra a Sansón derribando el templo (Año de 15 ... ). Miden 0,41 x 0,61.
Ecce Homo. Pintura en tabla, española, del siglo XVII. Mide 0,18 x 0,13.
Virgen con el Niño. Pintura en tabla del siglo XVI. Mide 0,65 x 0,50. Escena mitólogica.
Pintura en tabla, del siglo XVII. Mide 0,39 x 0,65.
Crucificado. Interesantísima imagen de marfil, de principios del siglo XVII. Mide 0,38.
Santa Ana, maestra de la Virgen. Esculturas de marfil del siglo XVIII. Miden 0,15.
Santa María Magdalena. Escultura de marfil, muy interesante y fina de ejecución. Mide 0,14.
Niño Jesús. Escultura de marfil del siglo XVII. Mide 0,46. Dos albarelos decorados en blanco y azul, de hacia 1700.
Gran jarrón de porcelana de estilo isabelino.
Seguimos calle arriba, esta calle de López de Ayala, en el pequeño altozano que se produce al confluir esta vía con la de Granillos, dejamos la Puerta de LLerena, de donde partía el camino que llevaba a aquella localidad extremeña. Y todavía más alto, se recorta en el cielo la airosa espadaña del Convento del Espíritu Santo, vigía de vuelos superlativos y reclamo del visitante ávido de historia y de arte. Prosigamos nuestra marcha enpinada hasta alcanzar las calles últimas del pueblo.
Este convento de religiosas fue fundado por un hijo de la localidad afincado en América, para cuya erección destinó de su hacienda la cantidad de 80.000 pesos de plata. Tomó esta advocación el nuevo cenobio, precisamente, por levantarse junto al hospital que, con este nombre, fundara el presbítero don Benito Garzón en 1511. La capilla que aneja a este convento se labró, aunque ha sufrido algunas reformas, aún conserva huellas del tiempo de su edificación, especialmente en el altar mayor, en cuyo banco se halla el retrato del patrono y la leyenda “ESTE CONVENTO FUNDO Y DOTO ALONSO GONZÁLEZ DE LA PAVA, A HONRA Y GLORIA DE DIOS Y DE SU BENDITA MADRE... DE NOVIEMBRE, SIENDO MAYORDOMO JUAN GONZÁLEZ DE LA PAVA”. Año de 1635. El edificio está construido en mampuesto y ladrillo revocado. Posee planta de cruz latina, cubriéndose la nave y el presbiterio de bóveda de cañón con lunetos y fajones y media naranja en el crucero. La portada situada a los pies es de vano adintelado entre pilastras y entablamento con frontón recto. El retablo se decora con pinturas de Pentecostés, la imposición de la casulla a San Ildefonso, Santa Catalina, la Coronación de Nuestra Señora, la Natividad del Señor y la Natividad de la Virgen. Del tiempo fundacional prevalece, también, un patio de ordenación toscana en el interior de lo que fue convento de las comendadoras del Espíritu Santo, hoy (desde l903) de las Hermanas Misioneras de la Doctrina Cristiana.
Y, ya puestos a ascender, salgamos hacia el extrarradio por el camino que antaño -y hogaño- llevaba a la capital de este distrito santiaguista, esto es, Llerena. Porque, a pocos pasos, encontramos lo que otrora fue escenario de devotos festejos y entrañables tradiciones. Se trata del Humilladero del Cristo de la Salud, así llamado por el que existe aledaño a la ermita. Los viajeros que -Berrocal Grande adelante- por este camino transitaban, solían detenerse en este santuario para implorar suerte en el viaje o dar gracias los que regresaban. Se ha perdido la velada que anualmente se celebraba en la parte delantera de la ermita. Algo parecido se hace hoy en la Plaza Mayor en recuerdo de aquella otra Velada del Cristo, con que todavía se conoce en Guadalcanal. Así la ermita como el humilladero anejo son construcciones del siglo XVIII, si bien algún edificio debió existir con anterioridad en este lugar -más antiguamente conocido por la Cruz del Abad Santo-, en donde ya en el siglo XV se había erigido un establecimiento piadoso. Poco más allá, se halla el templete del humilladero, con una fuente y un azulejo en la pared frontal, fechado en 1770, representando un calvario, orlado de florones y grecas, con algunos versos. En la parte superior del Crucifijo se lee: “HVMILLAVIT SEMETIPSVM VSQVE AD MORTEM ADP¨L”. Debajo, una cartera nos informa que el Cardenal Solís, arzobispo de Sevilla, concede cien días de indulgencias a quien rezare un credo delante de este Cristo.
A ambos lados del calvario hay estas décimas que vemos -en tejaroz- en la portada lateral del Evangelio.:
DESDE ESSE SACRO MADERO
AGVAS VIVAS DISPENSAIS
JESVS 1 CON ELLAS DAIS
FORTALEZA AL PASAJERO
EN AQVESTE HVMILLADERO
SOL RESPLANDECEIS HERMOSOQVITANDO DVEÑO PIADOSO
DE LAS TINIEBLAS EL VELO
DIRIGIENDO HACIA EL CIELO
DEL CANSANCIO LO PENOSO.
DVLCE IMAN QVE A LOS SENTIDOS
ATRAES CON DVLCE CALMA
DEXANDO SVSPENSA EL ALMA
DE LA FEE POR LOS OIDOS
A TVS PIES COMO AFLIGIDOS
TVS PIEDADES INVOCAMOS
NVESTRAS DESDICHAS LLORAMOS
I EN MISTERIOSA PISCINA
CON TV FVENTE CRISTALINA
OI NVESTRAS MANOS LAVAMOS.
Y a los pies, esta quintilla,
JVNTO A VNA FVENTE HVMILLADO
MI AMOR A BEBER CONVIDA
I EN VNA CRVZ EXALTADO
DOI AGVA DE Aff COSTADO
QVE SALTA A LA ETERNA VIDA.
La capilla de la Virgen del Carmen, en el lado de la Epístola, data de comienzos del XVII. En su retablo contemplamos unas pinturas que representan la Huida a Egipto, la imposición de la casulla a San lldefonso y San Miguel Arcángel, y en el arco de entrada a dicha capilla, sendas pinturas barrocas de San Pedro y San Pablo. Son también de esta época los retablos de la nave del Evangelio, en que se hallan, respectivamente, San Ignacio de Loyola, el Niño Jesús de Praga y el Padre Eterno. Aquí vemos las lápidas sepulcrales de don Cayetano de Tena e Hidalgo y de su esposa doña Josefa de Vargas y Federigui, la de don Ignacio Sánchez Martínez y la de estilo gótico, magnífica, que dice:
“ESTA SEPOL / TURA ES DE / ANTON MARTIN / DE PALENCIA Y DE / SU MUGER FRAN / CISCA MARTIN”.
Desde la explanada delantera de Santa Ana, contemplamos la danza dilatada y caprichosa de calles que bajan, o de repente suben, o a veces se retuercen. Desde aquí, los tejados pajariles coronados de veletas caudales, las palmeras salpicadas probando esbelteces por los tapiales blanqueados, la mole verdosa -como una mancha oceánica- allá donde El Palacio, el clamor de las torres y espadañas por los cielos... Y la sierra -siempre la sierra- enviando el agua ideal con este río de creación extingue cualquier sed.
Continuemos el itinerario. Podemos hacerlo por la rampa lateral que, bordeando dicha explanada, conduce a la calle de la Mina, hundida y larga, como una galería abierta. Humilde es -ahora- la collación de Santa Ana, pero pulcra y blanca, con la gracia andaluza del geráneo, la gitanilla o la dama de noche fluyendo por patios y brocales. De pronto, una calle escalonada con un peldaño para cada portal. Pero vayamos, en dirección contraria, hacia la calle del Costalero que llaman, para -cruzándola- proseguir la bajada por la de Ortega Valencia, podemos seguir recorriendo calles e impregnándonos de cultura pero así terminamos un recorreido que nos intruduce en el pasado y en el presente de Guadalcanal, edificios catálogados y calles con casas blancas que guardan una perfecta armónia con el contorno. 

María Isabel Gómez Gordón

lunes, 5 de agosto de 2019

Nuestro entorno 26

La Sierra Morena de Sevilla y sus paisajes

Quinta  Parte
3.1.2_Percepciones y representaciones actuales (Continiación)
 Dos temas clave fracturan de forma importante las valoraciones obtenidas en el proceso de participación. Por un lado, el papel del Parque Natural en los procesos de cambio de los paisajes serranos, que para unos ha sido positivo, pero para otros se ha orientado de forma contraria a sus aspiraciones. Por otro, el papel de la actividad turística, que para unos es garantía de una dinamización económica necesaria para la supervivencia de los paisajes serranos, pero para otros constituye una amenaza para los lugares más emblemáticos, sin una correspondencia clara con el desarrollo socioeconómico de la población autóctona. La percepción de algunas personas es que la política restrictiva asociada a la protección del territorio como parque natural ha empeorado la calidad de los paisajes serranos, uniformizando y dañando los paisajes arbolados. Ha sido frecuente también la referencia a la mala gestión ganadera y a la pérdida de diversidad de cultivos. Se ha mencionado el retroceso del castañar, la práctica desaparición de las huertas en los ruedos urbanos y del paisaje de viñedos sustituido mayoritariamente por un olivar de baja producción.
En cuanto a las riberas y la presencia de cursos de agua se señaló la desaparición de los sistemas asociados a los huertos periurbanos, también de fuentes que servían de abastecimiento para la población y el ganado. Esta pérdida se identifica a su vez como causa de deterioro general de las áreas cercanas a los núcleos, ya que la presencia de agua garantizaba más vegetación y una temperatura más agradable durante el verano.
Por otro lado, se mencionaba la construcción de los embalses como un elemento positivo de transformación y de cualificación de los entornos afectados. Respecto a los caminos hay dos procesos valorados negativamente por la mayoría de los participantes: la desaparición de los vallados de piedra tradicionales se señala como una pérdida identitaria y estética que ha sucumbido a las razones puramente económicas; y la progresiva privatización de los caminos públicos, mediante la proliferación de cierres y vallas, que impide el acceso real a los paisajes.
En el interior de los pueblos, se reconoce una mejora en la calidad de los espacios públicos, aunque se destaca la pérdida de carácter de la arquitectura urbana tradicional. En este sentido se ha mencionado la pérdida de detalles constructivos autóctonos (arcos de medio punto rebajados en los vanos, detalles en las puertas y ventanas, teja árabe, encalados, chaflanes en los cruces de calles, utilización del color “rojo carruaje”, dinteles pintados…) y de elementos propios (cobertizos, cortinares), la proliferación de elementos ajenos, la extensión de la construcción tipo adosado y la estandarización de elementos del mobiliario urbano.
“Por estos campos grises,
por estas duras sierras,
talladas por el viento,
la lluvia y el arado
pasaron los pastores,
los siglos y las guerras,
sembrando sus vestigios
de olvido y de pasado.
Va desgranado piedras
con puños torrenciales,
no abrieron en su lomo,
jamás, una vereda
y sin embargo cría cardos y matorrales,
difíciles juncales y mísera arboleda”.
ANTONIO PARRÓN CAMACHO.
Poemas inéditos. 2005.

“En estos montes, cubiertos desde el comienzo de los tiempos de enormes masas de matorral formado por espesos jarales de troncos retorcidos y entrelazados, por viejas matas de romero, por lentiscos siempre verdes, entre los que crecen apretados los alcornoques y las encinas, tejió la naturaleza un recio entramado, bajo el cual encontraron eficaz refugio osos, venados, ciervos y jabalíes”.
José María Osuna
Cuando se cazaban Osos a unas leguas de Sevilla 1965

3.2_ Establecimiento del carácter paisajístico
El paisaje de la Sierra Norte de Sevilla presenta una marcada impronta serrana y natural que emana de una tradicional y respetuosa convivencia entre el medio y las actividades humanas. La particular base física de este territorio, la componente vegetal de los suelos y los modelos tradicionales de ocupación y aprovechamiento antrópico del medio natural, de profundo arraigo histórico, son los principales rasgos identitarios del paisaje del área.
Desde el punto de vista del relieve, la extensión y continuidad que presentan los suaves relieves de la Sierra Nortea sevillana confieren al área todos los atributos y significados que identifican a la montaña media mediterránea. Una montaña que, como corresponde a su condición de macizo antiguo largamente erosionado, se resuelve desde un punto de vista fisiográfico en una sucesión de lomas, colinas y sierras de formas suaves que se alinean siguiendo las direcciones predominantes de los plegamientos que dieron origen en su momento al macizo hercínico. La trascendencia de la Sierra Norte como espacio montuoso se deriva, por un lado, de su franca separación respecto a las tierras bajas y formas horizontales de la depresión del Guadalquivir y, por otra parte, por la extensión y continuidad que adquiere el macizo como flanco septentrional a lo largo de todo el valle.
Los suelos resultantes son poco evolucionados, de naturaleza ácida y escasa fertilidad, por lo que su vocación es claramente forestal. Los bosques potenciales son encinares y alcornocales, con la aparición de bosquetes de quejigos y robles en microhábitats particularmente húmedos, incluso castañares cultivados, además de formaciones de ribera que ocupan las orillas y suelos más humectados en torno a los ríos. Esta diversidad vegetal no sólo contribuye a la diversificación paisajística, sino que, unida a otros valores naturales del área (fauna, riqueza geológica), ha favorecido la catalogación como Parque Natural y Reserva de la Biosfera de buena parte de la Sierra Norte de Sevilla.
Por lo que respecta a la percepción de estos espacios serranos como un área de marcada naturalidad y continuidad histórica, cabe señalar que dicha apreciación se encuentra profundamente relacionada con las pautas tradicionales de ocupación y aprovechamiento de un territorio con notables condicionantes litológicos, orográficos y edafológicos. La capacidad que han tenido históricamente los habitantes serranos para adecuarse a los citados condicionantes, haciendo uso de los recursos del medio sin llevarlo al límite de sus potencialidades reales, se encuentra en la base de muchos de los valores que actualmente tiene atribuidos esta área como paisaje singular y de calidad. La máxima expresión de este aprovechamiento tradicional del bosque mediterráneo en el área es la dehesa, que constituye uno de los elementos más identitarios de la Sierra Norte y la máxima expresión de sus valores.
Fruto de esta convivencia del hombre con el medio, se encuentran también algunos espacios cultivados que corresponden a afloramientos calizos de mayor aptitud agronómica o a los entornos urbanos, donde prevalecen los cultivos de olivar y cereal en secano. Estas teselas agrarias, que en muchos casos acogen también prácticas ganaderas extensivas, determinan cierta heterogeneidad en los biotopos vegetales y en los espacios adehesados.
El poblamiento de la Sierra Norte se compone de un hábitat mayoritariamente concentrado de pequeños núcleos rurales que se emplazan en espacios con una topografía amable o poco montuosa o bien aprovechando los pasillos naturales que se establecen entre las alineaciones montañosas principales. Estas localidades no han sido sustancialmente transformadas desde el punto de vista urbanístico, manteniendo además determinados rasgos de la vida rural tradicional. Junto a los pueblos del área se mantiene un importante hábitat diseminado tradicional que se relaciona con las prácticas agro-silvo-pastoriles del monte y, especialmente, de la dehesa.
Entre las percepciones del área, destacan también las relacionadas con otros sistemas de explotación pasados como la minería, cuyas evidencias contribuyen a la cualificación y singularización del paisaje de la Sierra Norte. Otro elemento que posee importantes implicaciones territoriales, ambientales y escenográficas, son las láminas de agua de los diferentes embalses que se localizan en el área.
Finalmente, el reconocimiento institucional de estos espacios serranos a través de distintas figuras de protección ha contribuido a reforzar esta imagen de calidad ambiental y de integridad histórica, al tiempo que ha favorecido el desarrollo de numerosas posibilidades en relación con diversos tipos de turismo (activo, turismo cultural, etnológico…).
3.3_Valores y recursos paisajísticos
Valores escénicos, estéticos y sensoriales
• Diversidad de este paisaje serrano: colores, olores, texturas, diferentes perspectivas.
• Se destacan como valores la tranquilidad, la belleza, la armonía entre lo natural y lo humanizado.
• La lámina de agua de pantanos, embalses, ríos como lugares que destacan por su belleza.
• Abundancia de lugares y miradores que permiten amplias panorámicas del paisaje del área.
• La imagen externa de los cascos históricos tradicionales de algunos núcleos.
• Valor escénico y estético de los paisajes de dominante natural y también rural como dehesas y huertas.
Valores naturales y ecológicos
• Bosque galería de la ribera del Huéznar; así como las riberas y cabeceras de otros ríos.
• Características geológicas del paisaje kárstico del Cerro del Hierro.
• Robles melojos del Cerro del Hierro.
Valores productivos y utilitarios
• A pesar de ser un espacio protegido, se destaca que es un espacio productivo: dehesas, aprovechamientos forestales...
• Fincas representativas del paisaje tradicional de la dehesa (La Travesía, UPAPalmilla,
La Atalaya, la Jarosa, Navalvillar, Monte San Antonio, La Armada,…).
• Abundancia de huertas, olivares y viñedos, valorados positivamente.
• Espacio de gran riqueza cinegética, valorado así históricamente.
Valores históricos y patrimoniales
• Vestigios del cultivo de vid en la sierra y elementos patrimoniales asociados al mismo.
• Huellas de la explotación minera de la Sierra. Poblado e instalaciones abandonadas del Cerro del Hierro.
• Patrimonio arquitectónico del paisaje de la ribera del Huéznar: molinos, batanes, martinetes, fábricas de electricidad.
Valores simbólicos e identitarios
• El paisaje de la dehesa se reconoce como el que mejor refleja la identidad del área.
• Los muros de piedra seca, muy en relación con las dehesas, como linde característica de este tipo de explotación.
• Destacan, en relación con la construcción tradicional, detalles constructivos autóctonos (arcos de medio punto rebajados en los vanos, detalles en las puertas y ventanas, teja árabe, proporciones constructivas, encalados, chaflanes en los cruces de calles, utilización del color “rojo carruaje”, dinteles pintados…).
• Pozos de nieve.
• Huertas tradicionales y viñedos de los ruedos de las poblaciones.
• Los castaños de Constantina.
Valores de acceso y uso social
• Vía Verde de la Ribera del Huéznar.
• Presencia de numerosos caminos tradicionales y vías pecuarias, utilizados por las personas de vinculación más directa con el área.
• Paisaje como recurso turístico y principal reclamo de este sector en el área.
Valores religiosos y espirituales
• Presencia de ermitas que gozan de un alto reconocimiento social.
Lugares, hitos y recursos
En la percepción de los que conocen el área en el contexto de visitas turísticas más o menos frecuentes son habituales las menciones a núcleos de población (Cazalla, El Pedroso, Guadalcanal, Alanís, San Nicolás del Puerto…) y a lugares menos localizados asociados a movilidad turística (paseo por las carreteras comarcales, sendero de Almadén-El Real de la Jara, cualquier ermita, los castañares, dehesas…). Asimismo es muy mayoritario el reconocimiento de tres espacios emblemáticos:
• La ribera del Huéznar. Se hace referencia especialmente al bosque galería y su accesibilidad. También se nombra el puente sobre el río en San Nicolás del Puerto y hay menciones a la Vía Verde de la Sierra.
• El Cerro del Hierro. Caracterizado por su espectacularidad y singularidad.
• Los alrededores de Cazalla de la Sierra.
Entre las personas residentes o con mayor vinculación se hace referencia a otros muchos lugares:
• El entorno de los barrancos del Viar. Un lugar que generalmente se caracteriza como desconocido, peligroso, pero con espectaculares valores paisajísticos.
• Riberas de otros ríos, no sólo el Huéznar o el Viar: Benalija, Cala o Guadalbacar. También se mencionó la cabecera del Ciudadela.
• Se mencionan también numerosas fincas como representativas del paisaje de la dehesa.
• Otros lugares mencionados se destacan por la belleza y singularidad (el pantano en La Puebla de los Infantes y de Cala, la Cartuja de Cazalla, La Yedra en Constantina -a pesar del deterioro y el abandono-), por su carácter de hito para una visión panorámica del paisaje (el cerro de La Capitana, Cerro Negrillo, castillo de Alanís, la zona de las Colonias de El Pedroso, el Mirador de Azulaque, el Balcón de la Dehesa de Upa) o por su componente.


Catálogos de Paisajes de la Provincia de Sevilla