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lunes, 8 de agosto de 2022

Crónicas de una añoranza 4

Apuntes de Diego “El Sereno”

Cuarta parte

En Memoria de mi Abuelo, el mítico cazador, Diego “El Sereno”


    Incansable compañero, y a todos cuantos recorren nuestros montes en el arte y señorío de la caza.
    Para entrar de lleno en los temas de la caza, en Guadalcanal o en cualquier otro lugar habría que gastar mucha tinta, pero no es esa mi intención, me limitaré a hablar de todo un poco sin ánimo de cansar a nadie, y siempre dedicado a mi abuelo, principal protagonista del presente comentario.
    Pues todo en el arte del buen cumplir es tarea conjunta. Nadie mejor que nosotros los cazadores saben apreciar la valía de un compañero. Vivimos y sentimos las inquietudes del cazador que transido de frío, calor o agotamiento, espera impaciente, con tensa incertidumbre, el lance de un aguardo, entre las sombras y luces de un amanecer incierto.
    Sabemos del cansancio y las fatigas ocasionadas por la práctica de un deporte tan duro y apasionado como legendario, y sabemos esperar un largo periodo de ved, con la esperanza puesta en mejorar nuestras capturas y saborear nuevos lances que siempre nos parecerán mejores, confiando al azar la aventura a lo largo del caminar diario.
    Al cazador no siempre le salen las cosas como él quisiera, pero se conforma con muchas adversidades que la caza le depara y lo acepta todo con resignación, porque así se lo exige la condición del que se precie de buen aficionado.
    En infinidad de ocasiones, amigo cazador, habrás tenido ocasión de comprobar, que, en una inmensa mayoría de aficionados, esto no tiene repercusión alguna en el ánimo de cazador, ni tan si quiera le considera la menor importancia a este tipo de incidencias; considerándolas como anécdotas para comentarlas luego en la tertulia.
    Por otra parte, esto está en el ánimo de todo cazador, llevando consigo el pronóstico del fatídico fracaso: cuanto más te aseguran el éxito, parecen más posibles toda una serie contrariedades imprevisibles, para el más experto cazador, para llevarte al fracaso.
    El cazador acepta de buen gusto las inclemencias atmosféricas, y agota todas las posibilidades a lo largo de la jornada, para él nunca es tarde ni es temprano en este quehacer. No se lamenta del duro caminar ni demuestra el acusado cansancio por el agotador esfuerzo, para ganar la montaña, porque todo esto se revalida con una racha de buena suerte, para nosotros de un estimable valor, y todas las penalidades quedan sobradamente compensadas.
    El hombre amante de la naturaleza y de la caza como algo suyo, el que responde en cualquier momento a la llamada del compañero, para hacer frente a las adversidades, tanto climáticas como fisiológicas, sabe que a la hora de la verdad hay que responder como tal, sabe entrar cuando hay que entrar, y sabe esperar cuando hay que esperar.
    En infinidad de ocasiones a lo largo de mi andadura como aficionado a la caza en todas sus facetas, he tenido ocasión de comprobar la gran importancia que tiene en la caza hacer las cosas bien. Muchas jornadas de caza suelen ser fracasos debido a estas circunstancias, alegando vagas teorías unos, pesimismo e impaciencia otros, con lo que nunca se resuelva nada.
    La prisa es el factor imperante en todas las facetas de la vida, y en la caza no podía serlo menos. Hoy se recorren grandes distancias para asistir a una cacería, lo que hace que el cazador se encuentre incómodo en la larga espera, tres o cuatro horas sentado casi inmóvil en la monótona espera del puesto, es mucho tiempo para quien tiene que regresar a la lejana ciudad.
    Por otro lado, la espera es fundamental en la caza, en cualquier momento puede surgir la oportunidad, tras la cual vendrá el lance tan esperado durante tanto tiempo, que nos dejará ese sabor, y ese recuerdo imborrable en nuestro largo historial cinegético.
    Con bastante frecuencia vemos al compañerote al lado, cuando asistimos a una cacería en amplio espectro campestre de nuestras sierras, se comienza a impacientar, terminando por levantarse del puesto y dar así por finalizada la jornada, cerrando el paso a todas las posibilidades, precisamente cuando las condiciones pueden ser más propicias para que surja la deseada ruptura del monte y se culminen nuestros deseos.
    En otras ocasiones ocurre todo lo contrario, sentimos grandes deseos de abandonar el puesto, por los fríos de la tarde en la umbría, la lluvia, o el aburrimiento, pero nos consuela ver al compañero, embozado en el capote atento con la mirada fija en su entorno, hasta el punto de hacernos pensar en la posible oportunidad, poniendo en nuestro ánimo una nota de esperanza.
    No cabe duda, amigo cazador, que en el gran contexto que configura nuestra afición, encontramos infinidad de sin sabores a lo largo de la temporada cinegética. Hay que sobrellevar todo lo bueno y todo lo malo en ese trascendental menester, dentro de la ética que nos exige nuestra condición de cazador de raza.
    La lluvia, el frío, la picazón de los mosquitos, el agotador esfuerzo para ganar la montaña; son poderosos inconvenientes que han de ser vencidos para desenvolverse en este medio.
    Dentro de las lides cinegéticas se puede encontrar el placer de una cacería cómoda, donde se den bien las cosas, y se pueda disfrutar plenamente de nuestra afición. Las piezas de caza, entran en juego para tocar a cada uno las que la suerte le depare; pues es una especie de lotería de la cual todos llevamos una participación.
    Cuando cogemos del sombrero el clásico papelillo doblado tres veces, no hacemos otra cosa más que poner en marcha la gran ruleta donde se centran todas nuestras ilusiones.
    En este juego nadie es más que nadie, al estar al alcance indiscriminado de todos los cazadores las mismas posibilidades; el más profano cazador, a veces es el más acariciado por la suerte y, otras veces, ocurre lo contrario, pero siempre a la hora de la tertulia entra la conformidad, cuando somos invitados para otra jornada de caza, y olvidamos lo ocurrido,(especialmente si ha sido malo), y comenzamos a hacer planes para la próxima jornada, despreciando la zozobra que a veces interfiere en el desenvolvimiento normal de nuestro quehacer particular.
    Así por lo general transcurre cada temporada, que a su paso nos va dejando recuerdos de lances y vivencias que nos mantienen dentro del encantador juego de la caza.
    En los angostos caminos de la caza, a lo largo de la temporada hábil, en esos ciegos treinta días aproximadamente, el cazador se da de cara, infinidad de veces, con la caza en su constante deambular por el campo en su medio natural.
    Las piezas de caza, nos pueden sorprender o ser sorprendidas, al tiempo que entra en juego nuestra estrategia, en ese desafío. Unas veces salimos ganando y otras perdiendo según se den las cosas.
    En Guadalcanal donde siempre ha existido una gran afición por la caza, se pueden encontrar con facilidad buenos cazadores, que nos pueden comentar como eran las cacerías y como se desarrollaban antaño en esta zona.
    Todos los razonamientos y teorías de estos viejos lobos de la sierra, llevados a la práctica en un lejano día en cualquier rincón de este bello paraje, pueden ser de gran utilidad para nuestros conocimientos cinegéticos, y así seguir más de cerca este arraigado costumbrismo.
    Quizás con la caza se comience a conocer un poco más a Guadalcanal. Parece ser que los cazadores, tenemos más publicitario que los alcaldes de la villa; que la Televisión, y que el propio Ortega Valencia, cuando tuvo el buen gusto de dar este nombre a la isla del Pacifico, que él descubrió.
    Nos sentimos fatigados, agotados, vencedores o vencidos, pero siempre felices durante muchas horas dedicadas a ese duro y trascendental menester, incluso hemos aumentado nuestra comprensión y justificación a muchas actividades humanas, que son más que nada, fruto de esos instintos trasmisibles a que antes me he referido.
    Luego considero que siempre estaremos en deuda con la caza, con lo que nos daremos cuenta claramente que la atracción enorme y multitudinaria de la caza, no reside nunca en el éxito asegurado de la misma, si no en esa transfiguración del hombre llamado civilizado, en un ser más primitivo. Más y más duro, que trata de auto limitar su poder, su poder descendido en lo posible, (o ascendiendo según se mire), a nivel del animal salvaje, su libertad y situación a pesar de que cada día la sociedad y no el cazador lo coartan y lo degradan.
    Lo que no tiene duda es que, incluso en aquellas cacerías en las que no se hacen las cosas como Dios manda, siempre puede encontrar el aficionado al campo y a las cinegéticas lides compensaciones inesperadas.
    Una preciosa vista sobre la hermosa serranía, la emoción de una ladra que se aproxima, el inconfundible latir del perro Campanero que nos hace vibrar de emoción, la inesperada ruptura del monte para dar salida a un hermoso venado o a un poderoso jabalí, el reencuentro con los amigos que no se habían visto desde la temporada anterior.
    Esto despierta en nosotros un sinfín de sensaciones embriagadoras y olvidadas, cuyo origen habría que buscarlo quizás, entre nuestras más recónditas y atávicas vivencias, cuando hace muchos años, nuestros antepasados asociaron el esplendoroso paisaje otoñal, con la abundancia de frutos de zarzamoras, castaños y encinas, o cuando los arroyos medio secos, por el prolongado estiaje, facilitaban la pesca de pillaje y de ocasión, cuando la brama de los encelados ciervos rompe el silencio de la noche, imponiéndose una vez más como dueños y señores de algo tan suyo como poseer la hembra, y ser a la vez presa fácil en fructíferas cacerías, para proporcionar el buen yantar de aquellos hombres, que diestros en el manejo de la ante carga sabían asegurar cada lance.
    Nada de todo esto se le puede pasar por alto al cazador amante a la naturaleza, que muchas veces, escopeta en mano, deja de sentirse el dueño y señor, para convertirse en extasiado espectador ante la hermosa silueta del ciervo en la cumbre o la breve parada del agreste jabalí.
    Los mejores momentos de mi vida como aficionado transcurrieron así, convirtiéndome en espectador más que en cazador, así se pueden ver cosas interesantes que nos pueden llenar de satisfacción, a la vez que nos pueden aportar conocimientos para conocer mejor a las distintas especies, y familiarizarnos con sus costumbres y comportamientos tan necesarios para dar caza a determinadas piezas, por su astucia y cautela, para dar la cara al cazador. Pues bien es sabido de todos que en la caza hay que ganarle siempre por la mano.
    Cuando se sorprende la caza, como tantas veces oí decir a mi abuelo, al que menciono tantas veces, Diego “El Sereno”, tiene uno el cincuenta por ciento a su favor.
    Por ello se deben imprimir inquietudes en el cazador, para llevar a su ánimo la necesidad de emplear en la caza perros de auténtica valía como auxiliares indispensables en ejercicio cinegético.
    En el complejo mundo de la caza son muchos los factores que entran en juego, casi todos de auténtica naturaleza, a la hora de dar comienzo a una jornada. La convivencia con la caza está cuajada de complejos laberintos para el cazador, el empeño común en superar las dificultades que el cazador encuentra en su camino, y que constituyen el mayor estimulo de su esfuerzo, es y será siempre tarea del auxiliar canino.
    La práctica de la caza, no por remontarse a los tiempos de la prehistoria, ha dejado de tener entre sus participantes un medio de supervivencia antes, y una aventura emocional después.
    Para algunos, el cazador tiene mala prensa, y a veces se les tacha de inciertos sus relatos nacidos de su solitaria aventura campestre, o de la emulación alterada por la negra honrilla.
    En este amigable dialogo de caza, no pretendo, ni me capacita para ello mi experiencia, enseñar nada nuevo a nadie en las diversas modalidades del ejercicio cinegético, ni en la forma de comportarse en la práctica del mismo.
    Quiero únicamente penetrar en el ánimo de todos los aficionados, para consolidar la opinión que une a esta gran familia, en los quehaceres de este tan bello y legendario deporte.
    Nuestros perjuicios, quizás nuestra propia experiencia, nos haga ver esta forma de comportarnos como negativa e indeseable. Cuando la caza se practica con elegancia y el señorío digno de su alto rango o mejor dicho como mandan los cánones, se siente uno satisfecho y honrado en algo que, para el cazador no tiene precio. Lejos de hacer malos lances ni de ridiculizar a los compañeros con una caza adversa y chanteada.
    La caza y la pesca desde antaño han constituido para el hombre una riqueza incalculable, y, a la vez, poco alabada por él mismo. Así y para la regulación y el disfrute de todos, desde antiguo aparecen normas sobre caza y pesca, dictadas de acuerdo con la época y con mero carácter legislativo y regulador.
    Sin ánimos de profundizar en la historia de las leyes de caza, ni de hacer comentarios ajenos al presente comentario, citaré como los mejores documentos cinegéticos, los de un puñado de aficionados excelentes, cuyos trabajos tan dispersos como parciales, se han podido exhumar en el transcurso del tiempo.
    Tras una larga andadura de la mano de grandes aficionados, decanos monteros, y renombrados furtivos, cuando uno llega a la atalaya de la vida, surgen en la mente del cazador grandes recuerdos de tantos lances vividos de cerca, en los días de buena suerte, deseada por los compañeros al quedar solo en su puesto de espera como celoso vigía oculto en el silencio, y atento al leve zigzagueo de la caza, o en el afanoso caminar con ese empeño que el cazador sabe poner a este fin, haciendo desprecio de su cansancio.
    Pero como en todos los quehaceres, la caza tiene su especial y embriagador encanto, que nos hace acudir sin demora al lugar de la cita, en cualquier pintoresco rincón de nuestra hermosa serranía donde se habla de todo un poco mientras se preparan armas y vituallas, entre ladridos de perros que manifiestan su alegría en los comienzos de los siempre tan inciertos y tensos lances

Isidro Escote Gallego.

domingo, 31 de julio de 2022

Guadalcanal siglo XX

Primera década

Paco el de la Inglesita

    La villa de Guadalcanal está alarmada por la oleada de robos y allanamientos que viene registrando la población en las últimas semanas, la Guardia civil está intensificando la vigilancia tanto en el pueblo como en las fincas y cortijos.
    Después de varias pesquisas y consultando a la gente y comercios sobre la transición de forasteros o pobres de necesidad que últimamente han transitado por las calles de la localidad, continúan las averiguaciones. .
    A este efecto fue detenido el pasado lunes un quincallero conocido como Paco el de la Inglesita, después de ser interrogado y registrado su carromato por la Benemérita como autor de robos de menos entidad, fue invitado a abandonar la población con la mayor urgencia posible.    
                                                                                   Francisco Aguilar (corresponsal).-
La Vanguardia, 18 de Septiembre de 1909

Provincias.-
Conmoción en la ciudad serrana de Guadalcanal de ésta provincia.

    En la madrugada de ayer fue encontrado el cadáver de Francisco Romero González en una fosa del cementerio de esta localidad, el cadáver presentaba algunas mutilaciones y varias puñaladas, una de ellas mortal de necesidad el costado izquierdo seccionándole el corazón.
    Interrogado por la Benemérita y llevado ante el juez de ésta localidad Sr, Arriba el sepulturero Julián Páez dice desconocer el enterramiento de su amigo Francisco al que vio por última vez en casa de su hermano Manuel, donde departieron unas jarras de vino y charlaron “de sus cosas”.
    Según familiares del difunto, este disponía de una importante suma de dinero en su casa fruto de la venta de leña y parte de una finca que pertenecía a la familia, ésta cantidad se estima en más de 800 reales, también se aprecia en el ojeo posterior hecho en la casa el saqueo de una cómoda y varios muebles, así como otros útiles de la casa.
La población de Guadalcanal se encuentra conmocionada por este crimen y los robos y allanamientos que se están produciendo en la localidad y cortijos.

Gaceta de Madrid 29 de Septiembre de 1909

Fratricida
Huelva 28 de Octubre de 1911

    Viajeros llegados del Rosal de la Frontera dicen que la Guardia civil ha detenido a Manuel Romero González, de oficio leñador, individuo sospechoso a quien la Benemérita venía observando de cerca desde hace ya algún tiempo.
    Parece que en el momento de la detención le fue intervenida una bolsita qué contenía huesos humanos. El detenido se justificó diciendo que eran amuletos contra el dolor de muelas.
    Estrechado a preguntas, incurrió en contradicciones.
    Un hijo del leñador, al ser interrogado, dijo que escuchó una conversación sostenida entre su padre y su madre, por la que se enteró que hace dos años mató el primero en Guadalcanal a un hermano suyo para robarle 40 duros que tenía, de cuya cantidad entregó 20 a un individuo que le ayudó a ejecutar el crimen.

La víctima fue hallada en el campo.

    Interrogado nuevamente Manuel, se declaró autor de la muerte de Miguel Campos Martín, crimen perpetrado el año 1907 en la dehesa de Bollullos.
    A la disposición del juzgado de Valverde han sido puestos Manuel Romero y su hijo.

ABC Domingo, 29 de octubre de 1911 .

Criminal Detenido    
Huelva 30, 3 tarde.

    Se ha confirmado oficialmente la detención de Manuel Romero, que mató en Guadalcanal a su hermano Francisco para robarle 40 duros; lo enterró en el campo, y a los pocos días Manuel el quincallero conocido por Paco el de la Inglesita, y el sepulturero Julián Páez Camacho trasladaron los restos al cementerio.
    El detenido está convicto y confeso. Ahora se gestiona la captura del quincallero y el sepulturero.
    El descubrimiento lo han realizado el cabo, de la Guardia civil José Flores Herrera y el guardia Santiago Gil, cuya conducta es elogiadísima.

ABC, Martes, 31 Octubre 1911



Descubrimiento de un crimen, asesinos y enterradores
Sevilla 29, 10 noche.

        Con motivo de la detención en Cañada Rosal (Huelva) del autor de un crimen, y en vista da declaración prestada por el detenido confesándose también coautor de otro echo sangriento ejecutado hace tiempo en el pueblo de Guadalcanal, de esta provincia, el juez de dicha población, D. Mariano Arriba, ha logrado descubrir a los autores del crimen confesado por el detenido en Cañada Rosal. Son éstos, el sepulturero y su mujer, que se encuentran a la disposición del Juzgado de Cazalla.
    Según referencia, la víctima de este crimen fue llevada con engaños a la casa del sepulturero, donde estaban reunidos otro enterrador, la mujer del sepulturero, un vendedor ambulante de quincalla y el detenido en Cañada.
    Bebieron largo rato todos en gran confraternidad, y cuando ya el vino había surtido sus efectos, el sepulturero, súbitamente, hundió un cuchillo en el corazón del sentenciado por aquella canalla.
    La muerte fue instantánea, después de ocultar entre todos las huellas del delito, la víctima fue enterrada en el cementerio, quedándose el sepulturero como recuerdo del macabro suceso con la falange de un dedo del asesinado. Ese hueso es el amuleto encontrado en Cañada Rosal en poder de uno de los criminales.
    Luego notaron los vecinos de Guadalcanal que este enterrador gastaba en una proporción superior a su exiguo sueldo que hacia préstamos y que compraba alguna que otra modesta finca.
    Por aquella época, también se recuerda que en el pueblo hubo varios robos de relativa importancia.
    Julián Sáez, que así se llama el criminal enterrador, es nieto del célebre Tío Martín, poseedor de un huerto en Casariche, que se utilizaba como el del Francés de Peñaflor, y descubierto en tiempos de Zugasti. El hecho ha impresionado hondamente.

ABC, Viernes, 10 de Noviembre de 1911.
Otras noticias de la época.-

Feria de Guadalcanal

    Con motivo de la importante feria ganadera de Guadalcanal y comarca se celebró el pasado día 4 de Septiembre en el recinto del ejido del Coso de esta localidad un paseo de caballos y carruajes, señoritas de la localidad ataviadas con trajes a la usanza andaluza realzaron este evento, la jornada termino con bailes en las casetas habilitadas al efecto y atracciones para la chiquillería.
    El representante del Ayuntamiento ha destacado las importantes transacciones efectuadas en la feria por la venta de todo tipo de ganado y la ausencia de incidentes destacables.

Gaceta de Madrid, 10 de Setiembre de 1910



Suscripción para regalar a los hermanos Álvarez Quintero una medalla de Oro

    Para Testimoniar a los hermanos Álvarez Quintero la admiración que por ellos sienten un numeroso número de españoles, ha abierto ABC una suscripción para regalarles una medalla de oro, siendo la cuota única una peseta.
    Nuestros lectores de provincias que deseen adherirse a esta patriótica y culta suscripción pueden hacerlo en los siguientes centros que a continuación publicamos por orden alfabético de poblaciones.
…Guadalcanal, Don Miguel Fernández Calderón.

ABC, lunes 13 de Septiembre de 1911

La cosecha de olivas en Andalucía

      ... En el caso de la ciudad serrana de Guadalcanal, en los confines de la provincia de Sevilla, cabe destacar que este año será el principio de grandes cosechas, que sin duda marcaran el imput en en la economía del futuro de esta población.
        La filoxera que hace treinta años asoló las viñas que daban origen al famoso vino de Guadalcanal, apreciado a través de los siglos, dio lugar a la transformación de los productivos  campos de esta villa, en la actualidad plantados en un 60% de olivos.

La gaceta de Madrid, 29 de diciembre de 1911


Hemerotecas

domingo, 24 de julio de 2022

Crónicas de una añoranza 3

Apuntes de Diego “El Sereno”

Tercera parte

Penigote. -

    El paraje del Penigote no es desconocido para nadie de Guadalcanal, aunque sólo lo visitaba una minoría, debido al difícil acceso que tenía, por la cantidad de maleza que lo rodeaba.
    Las coscojas y las aulagas, hacían casi impenetrable la subida que se hacía por una vereda, que partía del Puerto de Cazalla y que luego seguía por toda la loma de Hamapega, y cuando quedaba poco, se hacía más fuerte la pendiente hasta llegar a lo alto.
    Un punto a 904 metros de altitud donde los cazadores se reunían para tomarse un descanso, y planificar el seguimiento de la caza, sobre todo cuando cazaban a mano la Sierra del Agua y las Umbrías.
    Las perdices de la Sierra del Agua morían en la ribera de Benalijar, y las de las Umbrías lo hacían por la tarde en las puertas del pueblo.
    Los hombres de la cuerda que mandaba “El Sereno”, sabían muy bien de una vez para otra lo que tenían que hacer, para conducir la caza a través de la sierra sin volverse y que les tirara alguna escopeta.
    Valiéndose de la estrategia que ellos tenían tan ensayada, sabían mantener la caza copada todo el tiempo que hiciera falta hasta llevarla al matadero.
    Cuando cazaban la sierra del Viento, y parte de la que pertenece al término de Fuente del Arco, solían entrar las perdices dentro de las calles del pueblo, y las mujeres y los niños las cogían sin ningún esfuerzo al estar completamente agotadas.
    En el pueblo, se sabía de antemano el día de la cacería y la gente salía al encuentro de los cazadores, para coger las perdices cansadas.
    Entonces no había alambradas ni lindes cinegéticas, ni nada de eso, y se podían cazar grandes extensiones de terreno en una sola jordana, sin nada que lo impidiera.
   Nadie podía presagiar que, con el tiempo, el Penigote se convertiría en un punto estratégico para instalar el famoso canal cuatro de V.H.F. hoy desaparecido, la Televisión, (la tele), para entendernos mejor, sólo la conocíamos de haberla visto en alguna película americana.
    La Televisión, dio comienzos a finales de la década de los cincuenta, en Madrid, en el Paseo de la Habana, aunque en Andalucía no lo hizo hasta finales de 1961.
    Con la famosa emisora de Guadalcanal, la tercera que se montaba en la península, después de Navacerrada y Santiago de Compostela, comenzaba para todos, algo nuevo y novedoso, sobre todo para los que de una manera o de otra, hacíamos posible que el milagro entrara cada día en todos los hogares de Andalucía.
    Los comienzos de la “Tele” no fueron nada fáciles para nadie, los medios técnicos y económicos disponibles eran escasos, y llagaba a destiempo y con cuentagotas.
    Todo aquel complejo mundo, se montó con premura, nunca supe por qué, aquel montaje corría tanta prisa hacerlo, cuanto antes, tal vez para que el primero de octubre, lo inaugurara “el Caudillo”; se hizo desde Guadalcanal, un simulacro de conmutación automática a distancia, (entonces inexistente), para que el mismo lo pusiera en marcha desde Madrid.
Entonces se hacían todo tipo de retransmisiones desde Guadalcanal con equipos móviles que se montaban sobre la marcha en la torre, y cuando se conseguía enlazar con el sitio que fuera, se mandaba la señal a Madrid (Control Central), y luego de vuelta se transmitía por Guadalcanal que era el único transmisor que había en toda Andalucía.
    Los cambios climáticos arriba en invierno, son variables y frecuentes, de un momento a otro cambia el tiempo, y había veces que nos pillaba desprevenidos y teníamos que aguantar como fuese donde nos pillara.
Tuvimos que fabricar nosotros mismos, una especie de bípode (hoy lo tengo en La Ponderosa de mesita en el merendero como recuerdo), para poder sujetar los equipos a la torre con unos tensores de acero, y así y todo había que pedir a Dios que no hiciese mal tiempo, después se hicieron los montajes definitivos, y a prueba de la climatología ambiente.
    Todo aquello se hacía con la mayor naturalidad, era una especie de normativa que se hacía rutinariamente, no existía ningún tipo de conmutación manual ni automática; todo se hacía cambiando los cables por la parte posterior de los equipos, y es que entonces había tiempo para todo.
    El tiempo transcurría sin medida, no teníamos jornada de trabajo, era supervivencia lo que hacíamos en la emisora. Las emisiones daban comienzo a las 14,00, horas con el telediario, hasta las 17,00, y por la noche terminaban a las 00:00, horas el resto del tiempo se emitía carta de ajuste y un tono de mil Hz.
    Mientras tanto el personal permanecía haciendo las labores de mantenimiento y reparaciones, y cuando no teníamos servicio eléctrico, que ocurría con frecuencia, por ser entonces de madera las líneas de alta, se caían los postes a consecuencia del agua y el viento, y al no disponer de grupo electrógeno no se podía dar ningún tipo de programa; igual que cuando se producían cortes de enlace que también estaban a merced del mismo servicio eléctrico; mientras tanto manteníamos la emisora con una carta de ajuste, pero esto no convencía a nadie, y seguían acordándose de toda nuestra familia.
    Cuando los cortes se prolongaban mucho, hacíamos lumbre en la chimenea del comedor para ambientar un poco la casa y de camino asar alguna que otra castaña, que, junto con las aceitunas machacadas cogidas al paso, y sorbete del duende, (el Duende es un clarete que elaboran en un lagar a orillas de la carretera en la sierra lo “cazalla”), nos ayudaban a paliar el temporal.
    Las averías en la antena, comenzaron a hacer su aparición, con la llegada del mal tiempo, y era un problema que nadie quería asumir, por la peligrosidad que suponía subir a tanta altura, y había que esperar a unos técnicos que tenían que venir de Madrid, pero que siempre tardaban un par de días en llegar, porque no se encontraban disponibles cuando se les avisaba. Mientras tanto el transmisor se mantenía a media potencia o apagado, en prevención de males mayores: yo conocía un poco cómo funcionaba todo el complejo de antenas, porque había visto su montaje a los holandeses; y aunque no era de mi competencia me ofrecí para subir y repararlo.
    Desde entonces ya siempre me encargué de resolver todas las averías que surgían arriba, hasta que me hice mayor y me relevaron de tan peligroso trabajo.
    Teníamos muchas visitas, de gentes que les picaba la curiosidad de subir por el solo hecho de conocer aquello, sobre todo en los primeros tiempos, aunque se marchaban sin haber comprendido nada a pesar de las explicaciones que les dábamos, a grandes rasgos de cómo funcionaba todo aquello; y al final de todo lo que más les gustaba era el paseo que se daban por los exteriores para contemplar el bello paisaje que desde allí se domina.
    La tele fue para todos nosotros un centro de aprendizaje donde cada día aprendíamos algo nuevo: los que sabían electrónica, aprendieron otras técnicas, y los que no la sabíamos terminamos siendo maestros en el oficio.
    Hacíamos de todo. Igual reparábamos una avería de origen electrónico, que le poníamos el percutor a una escopeta, que hacíamos una paella, (que para eso teníamos un hermoso recetario de cocina), o cazábamos un par de gazapos al tenazón por las cercanías, para el regocijo de los más glotones que se flotaban las manos a la hora de comer.
    Fueron asignaturas que, con el tiempo, fuimos asimilando para nuestra propia supervivencia.
De expedición con el Reclamo de Perdiz

    Joaquín Llamazares y mi abuelo, el mítico Diego “El Sereno”, eran muy amigos y cazaban el Pájaro en La Loma (entonces de Carrizosa), del término de Hornachuelos.
    Todos los años solían acudir desde Guadalcanal con sus reclamos y correspondientes bártulos, y se estaba quince o veinte días por aquellos páramos, y he aquí, que cierto día, sorprendió una cierva en el puesto a Joaquín, lo que dio para charlar cada vez que pasaban por aquel lugar y siempre lo comentaban largamente como algo que no se había visto antes por allí.
    Los cotos de caza mayor por aquel entonces terminaban en Mata Román, y las reses raramente se veían por aquellos lugares.
    Hoy estos cotos están prácticamente en el centro de lo que es la famosa zona de caza mayor de Hornachuelos.
    En los últimos tiempos, la caza mayor ha crecido mucho en el término de Hornachuelos y se ha extendido incluso a otros términos de las provincias de Badajoz y Sevilla
    En la vega de “Las Ventosillas”, en el río Bembézar, y en el lado de la finca San Calixto, que se llegaba por el barranco de “La Tiembla”, era por donde solían bajar a cazar el Pájaro. Había un colmenar en una especie de tornasol antes de arrancar a subir a unos morros que había en frente. Allí eran muy valientes los Pájaros,
    Y decían ellos que merecía la pena bajar a colgar por aquellos parajes que siempre son más abrigados y por supuesto más tempranos para la caza del reclamo.
    Joaquín tenía la costumbre de encender un cigarro puro cuando se levantaba del puesto, pero esta vez le dijo mi abuelo: Joaquín a mala hora te vas a poner a fumarte el puro con la pechuga que nos queda hasta llegar a lo alto, no tardara ni cinco minutos en que se apague o lo tengas que tirar. Joaquín no dijo nada, pero cuando aparecieron por San Calixto, después de subir por una umbría impresionante, le dijo a mi abuelo: Mira, Diego, ni se ha apagado ni lo he tenido que tirar. Esta anécdota nos da una idea de la capacidad de aguante que tenían aquellos hombres.
    San Calixto por entonces era una pequeña aldea de veinte o treinta habitantes y solo se podía encontrar vino, pan, tabaco y pocas cosas más, pero siempre paraban un rato para tomar algo y charlar con algún conocido; allí los esperaba un muchacho con unas caballerías para llevarlos a La Loma, que era donde tenían la queda, porque, a su vez, eran también muy amigos de Manuel Carrizos el dueño de la finca, tenían que pasar por la casa del Enano que no era enano, que era apodo. Había un pilar y siempre les daban agua a los caballos, pero cuando estaban lavando las hijas del Enano que eran muy guapas, ellos no sabían que hacer para que tardaran más tiempo en beber los caballos, y así no alejarse de allí y charlar más rato con las dos bellas mujeres.

Isidro Escote Gallego.

lunes, 18 de julio de 2022

Al habla con nuestro Alcalde

Y después de más de cuarenta años nos hacemos muchas de estas preguntas

             Nuestro nuevo Alcalde, don Manuel Arcos Cabeza, hombre joven y amable, a pesar de las múltiples ocupaciones que tiene y el poco tiempo de que dispone, nos da toda, toda clase de facilidades para ser entrevistado para nuestra Revista, nos recibe en su despacho y con gran amabilidad se dispone a contestar a las preguntas que le formulo:

—-Señor alcalde: ¿Podría decirnos qué perspectivas   tiene nuestro Ayuntamiento con respecto a la falta de viviendas y comodidades que Guadalcanal necesita para fomentar el turismo?

—En la actualidad existen dos urbanizaciones para las que estamos tramitando créditos, ayudas oficiales, etc., y haciendo todo lo posible para agi­lizar en cuanto podamos esta cuestión y ver los resultados a corto plazo. Una de ellas cuenta con 119 parcelas que serán otras tantas viviendas en régimen de cooperativa. La otra se trata de un complejo turístico que cons­tará de un Hotel, comercios, restaurante, cafetería, complejo deportivo, etc., donde también se dispone de más de 20 parcelas grandes, donde, igualmente, se edificará. Además, existe una petición por este Ayuntamiento para realizar una base de acampada juvenil (base fija), que creemos se verá realizada en un futuro próximo.

—Para las viviendas sociales ¿tiene alguna solución a corto plazo?

—Ya hemos hecho varias gestiones con el fin de solucionar este pro­blema y parece que la solución, si no la más definitiva, sí más práctica y rá­pida sea la de conseguir ayudas para mejorar las que ya existen, no olvi­demos que nuestro pueblo, como resultado de la emigración que ha sufrido, cuenta con un gran número de casas cerradas, que siempre resultará más fácil acondicionarlas que construirlas nuevas, sin que se descarte esta posi­bilidad.

— ¿Se podría invertir el dinero que viene para el paro en alguna cosa que después siguiera dando beneficios a los obreros?, por ejemplo, alguna fábrica que ajase en nuestro pueblo o algo por el estilo.

No es posible, debido a la normativa actual que canaliza esta ayuda exclusivamente para paliar el paro agrícola, con más porcentajes de mano de obra y materiales no permite la realización de ese tipo de obras.

— ¿Hay algún proyecto para terminar de pavimentar las calles que quedan nuestra villa?

—Si continúan las aportaciones a que se refiere la pregunta anterior no cabe duda de que se terminará muy pronto, ya que es la aplicación que me­jor encaja.

—La pregunta que le hacemos ahora viene como anillo al dedo, pues, ade­más de hacérsela al señor alcalde, se la hacemos también al jefe de Radiotelevi­sión Española en Guadalcanal, que es la misma persona, o sea, usted. ¿Cuándo va a funcionar en nuestro pueblo el UHF (segundo programa)?

—Esto corresponde exclusivamente al Ministerio de Cultura, pero ya te­nemos en marcha un nuevo expediente que someteremos a dicho Ministerio con el fin de agilizar la correspondiente instalación de los equipos necesa­rios, teniendo por otra parte, la afirmación del señor Ministro de que para los «Mundiales de Fútbol», de 1982, toda España podrá disfrutar del UHF (segundo programa).

—¿Hasta cuándo cree usted que va a durar el estado en que se encuentra la iglesia de La Concepción, con las dos calles cortadas al tráfico desde hace más de siete meses?

—Ya hemos conseguido una primera aportación del Ministerio de Cul­tura y un proyecto de consolidación del edificio que se pondrá en marcha inmediatamente.

—Señor alcalde: ¿Por qué no hay ahora enterrador?, díganos, por favor, ¿qué ocurre?, y también, ¿si sería muy costoso llevar el agua corriente hasta el Ce­menterio?

Se está gestionando la solución de estos problemas, aunque por el momento y, ya que es competencia exclusiva del Municipio, no creo posible que se resuelvan de inmediato, puesto que no contamos con ayuda alguna.

—Ahora me refiero a El Palacio: Uno de los jardines más bellos que posee nuestra villa. ¿Es necesario convertirlo en mercado, ensuciarlo y mutilar poco a poco sus plantas y flores? También le pregunto sobre el rodaje de vehículos en este recinto, con el correspondiente peligro para todas las criaturas que pasean por él. ¿Por qué se permite?

—No, por supuesto, que no es necesario, y vamos a tratar seguida de dar un emplazamiento definitivo a ese mercado sin que cause molestias ni perjudique la estética de nuestro pueblo. Además, estamos gestionando el posible embellecimiento y mejora de ese paseo del Palacio, ya que es uno de los lugares más bellos y atractivos con que cuenta la comarca. Y, por supuesto, que el tráfico rodado no está permitido...

— ¿Se podría de alguna forma invitar a los vecinos de nuestro querido pueblo y que tienen casas cuyas fachadas están en malas condiciones a que las reparen y blanqueen para continuar con el conjunto de limpieza y blancura que siempre tuvo Guadalcanal?

—Por descontado que sí, y que aprovecho esta ocasión para hacerlo pú­blico a todo el pueblo, esperando de todos nuestros vecinos la buena aco­gida al respecto.

—¿Sería muy costoso quitar el cable de alumbrado público que pusieron en la Plaza de España en la misma puerta de la iglesia y pasarlo por debajo del pavimento o darle otra solución para que no estorbe a los pasos en Semana Santa y evitar la estética deplorable que ofrece?

—Le daremos una solución, no hay duda, para ello estamos ya en trá­mites con una empresa indicada al respecto y creemos se solventará segui­damente.

—Parece que uno de los depósitos de agua no va bien, teniendo que cortar de madrugada para evitar el rebosamiento. ¿No se le podría instalar un reloj automático?

—Tenemos el proyecto de modificar la red de abastecimiento de agua, de forma tal que no sea necesario montar ningún sistema de ese tipo y a la vez mejore sensiblemente el servicio con un menor costo que el actual y que dará lugar por otra parte a un menor índice de averías domésticas al regular la presión de una forma más racional...

— ¿Sabe usted cuándo nos van a poner los teléfonos automáticos?

—Referente a esto te diré que está en manos de la Compañía Telefónica, por nuestra parte ya tenemos concedido el lugar del emplazamiento de la central y concedido los permisos correspondientes para las obras.

—Y, para terminar, señor alcalde, porque así nos estaríamos mucho tiempo, o sea preguntando cosas de nuestro pueblo. ¿No podría salir en televisión mu­chos de los tesoros que poseen nuestra villa, Semana Santa, Feria, Romerías, Edificios importantes, etc.? Si salen otros, ¿por qué no nosotros?, ya que, además, contamos en Guadalcanal con uno de los repetidores de televisión más importantes de España.

—De hecho, ya hemos visto en los últimos meses a nuestro pueblo en la pequeña pantalla, romería, iglesia de Santa Ana, y, por supuesto, que nos seguiremos preocupando de que siga saliendo.

—Gracias, señor Alcalde por estos 90 minutos que nos ha dedicado para  nuestra Revista y que estamos seguros  seguirá haciéndolo  en años  sucesivos, también queremos saludar desde estas líneas a esta a esta joven Corporación que compone el nuevo Ayuntamiento a la que deseamos toda clase de éxitos y a la que también le pedimos que por encima de creencias políticas y diversidad de criterios impere sobre todo una idea, la de defender y engrandecer nuestro pueblo, Guadalcanal,
 así lo esperamos...

Entrevista realizada por Rafael Rodríguez

Revista de feria 1979

domingo, 10 de julio de 2022

Crónicas de una añoranza 2

Apuntes de Diego “El Sereno”

Segunda parte


El Brocal de la Umbría. -


    El Brocal de la Umbría, es el mirador de Navaldurazno, donde “Las Mesas del Bembézar”, parecen que, se pueden alcanzar con la mano, como si estuvieran a tiro de piedra, como el que dice. Pero nada más lejos de la realidad pues costaba a buen paso, una hora y media llegar desde Navaldurazno “al nido de águilas” como le decía a las “Mesas” su antiguo dueño, D. José Castillejo. El río Bembézar, hoy convertido en un pantano, lo ha hecho todavía más inaccesible, por esta parte, si bien se han practicado caminos, afluentes a la carretera de Villa Viciosa, que lo comunican perfectamente con el resto de la sierra.
    Elegir “El Brocal de la Umbría”, como balcón para ir ensalzando todo lo referente al presente comentario, es lo que justamente habría hecho mi abuelo Diego “El Sereno”, como saludo ancestral a tantas vivencias a lo largo del tiempo, para marcar un hito histórico en este bello lugar.
    Pues el hombre debe utilizar todos los recursos de la naturaleza, pero procurando conservar sus virtudes esenciales, evitando que consideraciones puramente naturalistas deterioren la calidad del entorno en el que tenemos que desenvolvernos cada día.
    Oteando con los prismáticos que desde allí se domina todo muy bien, y haciendo nuestros comentarios sobre la dificultad que tenían estas fincas -del río para allá- a la hora de montear, por no ser accesible para ningún medio rodado, todo absolutamente todo tenía que ser a lomos de las caballerías.
    Lo automóviles había que dejarlos en Navaldurazno o en San Calixto, para tomar luego por el collado de las “Guindillas”, y siempre contando con el beneplácito del río Bembézar, se comenzaba a descender por la vereda de “Piedra Monje” (se llama así por el parecido que tiene con un monje puesto de pie) que se encuentra a mitad de camino aproximadamente, -siempre me pareció un buen contadero para búhos-, allí hace una curva la vereda y enfila, más pendiente todavía hasta lo que era el vado del río Bembézar, después ya todo era subir por una vereda muy pedregosa, que va jugando con los farallones de piedras a la vez que va ganando altura hasta que comienza a llanear un poco, para llegar a la “Piedra Escrita”, obra según dicen, de un cura de aquellos tiempos aficionado desde luego a la caza, el texto se puede leer en el Libro de Mariano Aguayo: “Montear en Córdoba”. Pero que también voy a reproducir aquí con su permiso.
   “Salve noble caballero que, en pos de la montería, pasas por este sendero a la brava serranía que te da la bienvenida.
    Y de montero en tu historia quiera Dios que esta partida deje agradable memoria.”
    El camino que se utilizó siempre para ir a Hornachuelos desde las Mesas, era el de la “Silleta de los burros” a salir al puerto de Manuel Martín de la finca Santa María de Umbela, una vereda que va por la linde de Navaldurazno muy mal trazada, pero que fue de siempre la salida de todos los carbones, incluso minerales del río para allá a lomos de burros y mulos.
    Cuando llegaba la temporada de las monterías, había que salir muy temprano para llegar a buena hora. Nunca se sabía con lo que te podías encontrar, tanto a la ida como a la vuelta, y siempre se regresaba bien entrada la noche, aunque procurábamos cruzar el río Bembézar con luz del día. El Bembézar era un río muy peligroso para vadearlo, pues tenía muchos rápidos, y no se podía andar jugando cuando bajaba con las “narices hinchadas”. Cuando menos te lo esperabas, al cruzarlo, desaparecía la caballería que se iba cabalgando y no la volvías a ver hasta que no llegabas a la otra orilla, quedando uno lógicamente, hecho una sopa, teniendo así mismo que apechar con el desagradable remojón todo el día en el puesto.
    Las reuniones que preceden a las cacerías solían ser a las ocho de la mañana, para ganar tiempo, después mientras que se rezaba “La Salve Montera” a la Santísima Virgen de la Cabeza, patrona de los monteros, y salían las armadas daban las diez o las diez y media de la mañana, y si luego te tocaba al final del “Cerrejón de la Alcarria”, o a “Los Puntales de Romerales”, te costaba otra hora para llegar al puesto.
    Entonces se comía en el puesto, la tortilla de patatas en la fiambrera de aluminio, el clásico bistecito empanado, y unas naranjas para refrescarse la boca, sobre todo al rematar el lance, y el imprescindible cigarrillo que sabía a gloria, y no digo nada si se trataba de un buen trofeo.
    Cuando yo fumaba me parecía imposible la ausencia del cigarrillo en momentos como este, pero ya hace mucho tiempo que lo dejé, y los acontecimientos los sigo celebrando igualmente de bien.
    Con eso de comer en el puesto, la espera se hacía más amena y entretenida, se ponía la improvisada mesa y se iba picando, y entre sorbito y sorbito del prestigioso Montilla, en ese precioso entorno campestre que te ofrece la incomparable serranía cordobesa pasabas un día de campo inolvidable, amenizado por el latir de los Podencos, el eco rasgado de los rifles en las encrucijadas, y el ronco sonido de los trabucos que a veces te sobresaltaban por lo inesperado.
    Don Ricardo Rada, teniente General, me decía, cuando no entraba nada, que comiendo cambiaba la suerte, y algunas veces daba resultado, como aquel día en “Romerales” que entraban los ciervos a manadas y a veces no sabía a cuál tirar, de tantos como teníamos delante, y al final nos quedamos sin balas para el rifle, y como por otra parte la escopeta que se llevaba para lo cerca no tiraba nada más que un tiro, porque se le había partido un punzón de pegar tantos tiros.
    Los perreros también comían en medio de la mancha o donde les pillaba, se hacía una pausa y no era extraño que entonces entrara alguna res agazapada, más que nada los animales más viejos, dada las precauciones que adoptan para dar la cara.
    Luego cuando arrancaban a cazar los perreros se veía a lo lejos salir las bocanadas de humo por entre las madroñeras, cuando disparaban el trabuco, y el sonido llegaba un momento después debido a la distancia, el trabuco era fundamental en la montería tradicional, y ha quedado en desuso sin saber por qué.
    El perrero ha sido siempre la figura emblemática y legendaria de la montería, allá donde quiera que haya ido; cuando no había tantos perros; cuando se monteaba con una docena de rehalas toda la zona, algunos perreros llegaban a tener renombre entre los monteros, por su valía y por su forma de cazar.
    Pepe “Barbas Andamacho”, monteaba con una rehala de un señor de Fuente Ovejuna, y era muy notable entre los monteros, le gustaba hacer las cosas muy despacio.
    Yo creo que hasta los perros aprendieron a cazar despacio, cazaba con el cigarro en un lado de la boca hasta la mitad de saliva, lo dejaba que se fuera requemando poco a poco.
    Tenía un nieto, que era un poco retrasado mental, “El Cano” como le decíamos todos, y siempre andaba por los cortijos. Él no pedía nada, pero siempre le daban algo donde quiera que llegara incluso tabaco en el que andaba enviciado. Andaba descalzo y se sentaba en el suelo, luego se hacía sus necesidades en las veredas por donde teníamos que pasar a diario. En alguna ocasión lo pilló mi abuelo en pleno episodio y tuvo que salir por pies, con los pantalones arrastro.
    Había muy buenos perreros en aquella época, el propio rey D. Alfonso XIII, le gustaba charlar con ellos.
    Juanillo Jarales era muy deslenguado y su jefe, el marqués de Viana, no lo perdía de vista, para que no soltara ningún taco delante del rey.
    Sería interminable hablar de todos aquellos hombres, que llegaron a ser sobresalientes en su oficio; pero sí que me gustaría, aunque fuera de pasada, nombrar aquí algunos de ellos como, Juanillo Jarales, Adrián, Cristiano, Inesillo, Espinacas, Faldetas, Paño, Juanillo Baticola…
    Todos ellos supieron dejar para siempre, sus huellas al paso por todas las manchas, de la luminosa y montaraz sierra de Hornachuelos, para quedar en el recuerdo de todos los que aún seguimos oyendo el eco de sus voces, y el latir inconfundible de los Podencos en el agarre.
    Francisco Paño; quizás será el último de la generación de perreros a caballo. No hace mucho, hablando con él me contaba toda una serie de historias, de las que bien merecía la pena enumerarlas en cualquier comentario de caza, por lo inusual y meritorio de su contenido.
    Los perreros a caballo, indiscutible monumento de la montería andaluza, a la antigua usanza. El Trabuco y el Zurrón, como objetos personales del perrero, eran dejados a postas en cualquier lugar, para ser peligrosamente custodiados por toda la rehala.
    Aquellos hombres tenían, -creo yo-, una mayor dedicación a los perros, convivían más con ellos, y estaban más compenetrados a la hora del agarre, andaban más porque hacían andando todos los desplazamientos a la saga del caballo y a la voz de su cuidador.
    En “El Brocal de la Umbría”, estaba la cama colgante del guarda mayor, Diego “El Sereno”, en un alcornoque que tenía las ramas muy abiertas donde colgaba la cama y bajo ella, unos bancos de corcho para ofrecerlos a los pocos visitantes que pasaban por allí, el suelo lo barrían y regaban las mujeres todos los días. Aquello era como una estancia de verano donde no faltaba una taza de café por las tardes, que traían las mujeres desde la casa, y agua fresca del botijo de “La Rambla”, que colgaba de una rama bajera del mismo alcornoque. También los prismáticos formaban parte del ajuar y colgaban de un gancho a propósito. Cuando no andaban de mano en mano para salir de dudas sobre el lugar que llevara el hilo de la conversación.
    Allí se estaba muy bien y siempre corría una brisilla de aire fresco por muy caluroso que fuese el día, y había tiempo para charlar largamente sin prisas como se hablaba antes, aunque fuese el mismo tema porque no había otro, se hacía una pausa y se volvía a lo mismo.
    Los hombres de aquellos tiempos sabían estar en el campo y rodearse de lo mejor, pero siempre dentro de esa ética que se marcaban ellos mismo, porque así lo habían heredado, aprovechando todo lo que les brindaba la propia naturaleza.
    Desde allí se dominaba buena parte del término de Hornachuelos, y era una especie de punto de vigía, entonces como es de suponer no había ningún tipo de comunicación, para avisar a nadie. A Baldomero, el guarda de “Las Mesas”, cuando tenía correspondencia de su jefe, le dábamos voces, todo lo fuerte que podíamos para que viniese a recoger el correo, que había traído Pepito, que hacía el servicio en bicicleta, aunque con el tiempo se pudo hacer de una moto.
    “El Brocal de la Umbría”, es un punto estratégico y en época de verano había que estar pendiente de los incendios forestales, los fuegos como nosotros le decíamos. Casi siempre los apagábamos en poco tiempo, a pesar de los pocos medios de que disponíamos. Siempre se seguían las ordenes de los mayores que eran muy prácticos en el terreno y sabían muy bien lo que había que hacer en todo momento, en cambio hoy se hace todo lo contrario, no se les tiene en cuenta para nada, y es que no siempre los tiempos cambian para bien.
    En Navaldurazno como en otros cotos se pueden encontrar parajes con nombres de personajes famosos como: “El Bomba”, “Castillejo”, “Parladés”, “El Guerra” “Primo de Rivera”, “El Amo”, “Franco”. Esto es debido a la costumbre que tenían de siempre los dueños de coto de poner a sus invitados en el mismo puesto. Aquellos señores, hoy inexistentes, dejaron para siempre sus nombres en estos remotos y bravíos lugares como si se tratara de una calle o plaza de una ciudad cualquiera.
    Franco estuvo cazando en Navaldurazno, el año 1949. Después de dialogar largamente; la noche anterior, D. Fernando y mi abuelo, decidieron ponerlo en el puesto del amo, o sea en el de D. Fernando.
    Este puesto está perfectamente situado, en todo lo alto de lo que es la “Loma de la Baña”, por donde en normales condiciones aparecen muchas reses, tanto jabalíes como venados, debido a sus querencias para irse a la solana.
    La umbría, cuando se montea siempre se bate para arriba, para cerrar en “Varetales”, que es como quien dice la solana de la finca.
    Pero se dio la circunstancia, de que aquel día estuvo el viento de arriba, o sea del norte, desde por la mañana, y las reses no dieron la cara por allí, como se esperaba, se volvían antes de llegar a lo alto, porque les daba el viento del montero, a la sazón El Generalísimo Franco, y de los cinco o seis que llevaba con él, por lo que el caudillo se marchó sin tirar, cosa que no gustó nada, según dijeron los que lo conocían bien.
    Franco por entonces solía visitar San Calixto, con cierta frecuencia, siempre que venía a cazar a la zona de Hornachuelos, se hospedaba en casa de los Marqueses de Salinas que eran los dueños de la finca. Esta casa también hospedó a los Reyes Belgas, Balduino y Fabiola, cuando pasaron su luna de miel en este añorado lugar, allá por el año, 1962.
    Como haría el rey, D. Alfonso XIII muchos años antes en la finca de “Moratalla”, una especie de palacete hecho a propósito para hospedar a tan distinguido señor.
    Esta finca era por entonces propiedad de los Marqueses de Viana.
    Estos puestos solían ser buenos o muy buenos en aquella época, hoy en cambio no suelen ser lo mismo, ha cambiado todo, las querencia de las reses no siempre suelen ser las mismas, bien porque se haya limpiado de maleza aquel lugar y las reses teman descubrirse al pasar, sobre todo cuando se trata de jabalíes, o al revés, que haya crecido mucho la maleza y no se vean cuando pasan, o simplemente porque exista una alambrada de las muchas que se pueden encontrar por los alrededores , que corte el paso de las reses.
    A mí personalmente, moteando en Navas de los Corchos en una ocasión, me tocó el antiguo paso del rey, y era como los demás, en medio de un alcornocal muy espeso con muy poca visibilidad, los árboles al paso del tiempo habían crecido y se habían hecho tan frondosos que casi no se veía nada.
    “El Brocal de la Umbría”, es lo que no se puede dejar de visitar cuando llegas a Navaldurazno, a cien metros de la casa, sin obra, natural como todo su entorno; sólo hacen falta unos prismáticos y alguien con comentar el fascinante espectáculo de sus infinitas lontananzas.
    Desde “Brocal de la Umbría”, se pueden hacer todos los planes en cuanto a montería se refiere, tanto en cantidad como en calidad de sus trofeos.
    Las reses se pueden controlar a la salida de la umbría al caer la tarde y se puede ver tanto lo que entra como lo que sale. Aunque siempre hay alguna novedad en lo que se refiere a ejemplares que entran a diario.
    Mi hermano Diego, que reemplazara a mi padre y a mi abuelo, en el mimo oficio, siempre sabia por dónde salía cada ciervo, incluso les tenía nombres a los que le parecían mejores o simplemente porque les parecieran más simpatizantes.
    Siempre hacia comentarios las vísperas de la montería con su jefe, para pronosticar lo que se podía hacer cuando llegara el día fijado para la cacería.
    Decía que la umbría mandaba, que la umbría era la protagonista porque por allí pasa toda la caza del coto. La umbría un gran atractivo para las reses con la bellota del quejigo que es la primera en aparecer, y para las reses no deja de ser una novedad, y más aún al final del verano cuando no encuentran nada por el campo.
    Desde “El Brocal de la Umbría”, se pueden ver las reses cruzar el pantano al caer la tarde. Desde arriba parecen patos sus cabezas en fila cortando el agua, y hasta que no salen del agua y se sacuden no sales de dudas.
    También se puede ver algún marrano bajar tranquilamente a beber y a darse un baño en algún recoveco de los que hace el agua en el pantano.
    Los días son largos y el calor y los insectos los hacen acudir al agua, sobre todo en las tranquilas tardes de finales de verano y al anochecer, que es cuando ellos comienzan sus andanzas por aquellos lugares.
    Navaldurazno va a significar mucho en la saga de la familia de los Escote, que durante cuatro generaciones siguen ocupando ese mismo lugar en la sierra de Hornachuelos, desde que “El Sereno”, sentara cátedra como guarda mayor, allá por el año 1926, procedente de Guadalcanal.
    Mis primeros pasos vacilantes por Navaldurazno, fueron detrás de mi perro Chanchi, que crecía conmigo y me conducía a todas partes, aunque mi juguete preferido era una pequeña cierva que mis hermanos criaron con las cabras. Desde pequeño me fascinaron estos animales, de ojos grandes y de mirada profunda, que si te paras a contemplarlos te darás cuenta de su gran nobleza, por lo que siempre te quedaran ganas de volver a observarlos.
    En los años 1959/60, tuve la oportunidad de comprobar esto, cuando fui encargado para criar varias decenas de estos animales, para ser devueltos a su libertad, como repoblación, en otros lugares de la península, como puede leerse en un precioso artículo de la “Revista Caza y Safaris”, escrito por mi entrañable amigo D. José F. Titos.
    En 1936, Cuando dio comienzo la guerra civil, la cierva ya no se iba con las cabras, prefería quedarse conmigo en el cortijo, y comer de todo lo que yo le daba, y no aceptaba nada de nadie que no conociera, así que, con mi perro y mi cierva, era yo el niño más feliz del mundo, y creo que no los hubiese cambiado por el caballo de cartón que todos los niños de mi edad hubieran soñado.
    Por motivos de la guerra hubo que abandonarlo todo, para seguir a unos cuantos, que armados hasta los dientes, obligaban a toda una muchedumbre para conducirlos a ninguna parte. Solo decían en su lenguaje autoritario y amenazador ¡para arriba y callar!
    Mi abuela, una mujer analfabeta como casi todas las mujeres de aquellos tiempos, pero con un gracejo fuera de lo normal, asomada y de jarritas en el enorme portalón de la casa vieja de Navaldurazno, les gastaba bromas a todos los que pasaban en las interminables caravanas con destino desconocido, pensando que a ella no le tocaría nunca, hasta que llegaron otros más armados todavía y con más mala… y nos obligaron a incorporarnos a toda aquella gente, que obedecían órdenes de aquellos, que de la noche a la mañana pasaron de ser conocidos trabajadores de la finca, a mandones cabecillas.
    En los veintitantos días que duró aquella tragedia, escaseó todo, y mis padres tuvieron que sacrificar la cierva para alimentar a toda la familia, yo andaba por aquellos días con unas fiebres muy altas y ni comía de nada, solo me apetecía comer la carne de mi cierva, tal vez, sin yo saberlo, pues sólo tenía cinco años.
    La carne la habían cocinado las mujeres en una enorme cacerola de porcelana azul que recuerdo muy bien, y que seguía la caravana a lomos del burro capón, que andaba muy despacio con las orejas caídas: ya no quedaba carne en la perola azul, sólo quedaba la salsa, pero aún seguía siendo mi alimento preferido, mojando sopas de pan si es que lo había.
    El pan lo daban en pequeñas raciones, y había que ir a recogerlo a la casa de “Los Cabezos”, en donde había una especie de economato, de todo lo que habían requisado aquellos vándalos anteriormente por todas las tiendas de todos los pueblos y casas particulares por donde habían pasado.
    “La casa de los Cabezos”, estaba a una distancia considerable de donde estábamos nosotros, y la encargada en ir a recoger el pan era mi madre con el burro capón.
    Algunos días llegaba muy tarde y sin nada porque no había llegado para ella, después de estar todo el día esperando su turno y aguantando el calor de Julio.
    Mi padre y mi abuelo nos condujeron a los lugares más conocidos por ello a toda la familia, pero ya estaban deshabitados, no obstante, permanecimos algún tiempo escondidos por aquellos matorrales.
    A mi padre y a mi abuelo se los llevaron a Pozo Blanco, seguramente con la idea de asesinarlos, pero parece ser que estando allí las cosas cambiaron, y ellos en la confusión escaparon cómo pudieron a campo través hasta llegar a las chozas, de “Juan Luis”, diciendo llenos de alegría que se había acabado todo.
    En aquel mismo momento, creo que era de madrugada, no dudaron en poner en marcha la caravana familiar, pero esta vez en sentido contrario.
    Regresábamos pues a nuestro hogar lleno de alegría, aunque nunca olvidaríamos la dolorosa experiencia vivida en aquellos días de terror. Ahora hasta parecía que el burro caminaba más de prisa y con orejas más derechas como si tuviera unas ganas locas de llegar a Navaldurazno, para irse a San Calixto, porque, aunque estaba privado de sus facultades varoniles, le gustaba reunirse con las burras, y cada vez que hacía falta había que ir por el a San Calixto. Mi madre lo montaba siempre para ir al pueblo, lo arrimaba a un desnivel y cuando le caían los 80 kilos encima comenzaba a andar despacio y con una oreja para cada lado.
    Cuando murió, cerca de la casa, daba muy mal olor, y decía mi padre que hasta después de muerto estaba dando por ahí por donde las espaldas pierden su honroso nombre.
    Por aquellos tiempos quedaron en la sierra unos cuantos, de excombatientes renegados, de los que no faltó su visita a nuestra casa, para darnos otro buen sablazo y amenazar de muerte a mi padre y a mi abuelo si daban parte a la Guardia Civil, diciendo que los habían visto.
    Después mi hermano, Diego tuvo un encuentro con ellos, en la casa de Varetales, cuando estaba haciendo el servicio militar; le habían dado las fiebres de malta y tenía muy mal aspecto, y los bandoleros se reían de él preguntándole que si todos los soldados de Franco, tenían la misma pinta.

Todo aquel macabro dialogo se estaba desarrollando debajo del alcornoque que hay por delante de la casa, mientras que otro de ellos le acariciaba el cuello con una cuerda: en aquella época no se andaban por las ramas cualquiera era buena para colgarle el chaleco al menos pensado.
    Mi hermano Diego, contaba esto como una anécdota, pero qué duda cabe que en aquellos momentos las pasaría canutas, hasta que por fin a fuerza de cháchara que a él no le faltaba, terminó por caerles bien a los bandoleros y los hizo cambiar de opinión.
    Los años de la posguerra fueron muy malos, sobre todo para los más pobres como pasa siempre. Todos los que andaban alrededor de la montería, tenían que pasar muchas penalidades con el mal tiempo para ir de un lado para otro incluso de noche, y quedarse donde podían, para estar en otro lugar con los caballos a punto para otra jornada de caza, y volver el infeliz cargado con todos los pertrechos a agarrarse a la cola del caballo en las empinadas cuesta como único recurso para poder llegar.
    Desde Hornachuelos venían andando para recoger las entrañas de los ciervos muertos para alimentarse, porque no había otra cosa. Los caminos de la sierra eran muy duros para todos los que tenían que usarlos a diario para ir a trabajar en las distintas faenas de campo.
    Pero los tiempos afortunadamente fueron cambiando, y hoy se puede recorrer toda la sierra de Hornachuelos a lomos del usual caballo metálico. El progreso no arregla los caminos, pero produce coches.
    Desde siempre para mí el camino que une Hornachuelos con Guadalcanal, me ha resultado ameno y familiar, antes por razones de trabajo, y ahora por ocio, no he dejado de hacerle una visita de cuando en cuando, e ir recordando al paso toda una serie de vivencias pasadas, pero siempre presentes en mi larga andadura por la sierra, cada vez que me adentro, pero sin salir de ella parece que espero encontrar algo nuevo o distinto, aunque todo siga siendo igual.
    Desde toda mi vida me han unido fuertes lazos con las tierras cordobesas, allí tuve mis primeros amores y allí pasé buena parte de mi juventud, hasta que en 1961 entrara a ocupar un puesto en la emisora de RTVE. en Guadalcanal.
    Cuando me conducía a Guadalcanal la madre de Morito, una yegua noble como ninguna, yo solo contaba diez años; en la puerta de Navaldurazno me despedía de mis padres, tras haberme advertido que no les tocara a las riendas, que ella sabía el camino y me llevaría a Guadalcanal sin problema alguno.
    Hace muchos años que sigo cruzando esas sierras con cierta frecuencia. A María, mi esposa, y a mí nos gusta ir recordando cada lugar, que para nosotros tiene un significado entrañable: Comprar pan al paso por los pueblos, y coger bellotas de nuestra encina preferida, para comerlas con pan por el camino, o parar a merendar en los verdes prados de la ribera, que elegían nuestros hijos cuando eran pequeños.
    La madre de Morito la recuerdo mucho cada vez que voy o vengo de Hornachuelos, y no salgo de mi asombro, como aquel animal entre un sin fin de veredas, incluso algunas en la misma dirección, sabía sin equivocarse la que tenía que tomar. Quizás se daría cuenta, aquel maravilloso animal de la inexperiencia del jovencísimo jinete, y por eso ella tomaba tan sabias decisiones.
    Donde la Sierra Norte deja de ser sevillana para convertirse en cordobesa, como dice mi amigo Titos en uno de sus artículos sobre estas sierras, es donde María, siempre me comenta que le crece el corazón como buena cordobesa, ella incluso les ha puesto nombres por su cuenta, a lugares que ahora recordamos su origen cuando pasamos por ellos.
    En estos últimos años, viajamos con cierta frecuencia a la, muy noble y muy leal villa, la Roda de Albacete, por motivos familiares, y como tal me veo obligado a hacer algún comentario de la bella y legendaria región manchega, en el presente libro.

Isidro Escote Gallego