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sábado, 2 de noviembre de 2024

Guadalcanal Monumental 5


Convento de la Concepción

          Convento de Franciscanas según un texto o Clarisas según otro, el de la Concepción, fundado por legado testamentario del indiano guadalcanalense Álvaro de Castilla y Ramos, otorgado el 11 de septiembre de 1641 en Guanajuato (México). Su apertura se produjo en 1649 con 11 monjas venidas del convento de la Concepción de Mérida del que tomó su nombre. Este Convento debió tener una enorme extensión, abarcando desde la actual Iglesia hasta el que se llamó Paseo de la Cruz, actualmente Avenida de la Constitución. A este respecto todavía recuerdo haber visto, hace unos cuarenta años, como las dependencias que daban a esta calle eran transformadas en garajes para camiones de gran tonelaje de la familia Gálvez. Parece de lo que antecede que es de este Centro religioso del que tenemos menos noticias y fuentes documentales.

            Aparte de los tres indianos mencionados en lo que antecede Julia Mensaque nos informó, en su trabajo citado, de la existencia de Teresa de Morales, guadalcanalense, vecina de Panamá, que legó 3.000 ducados para establecer una capellanía en la Iglesia Mayor de Santa María. Otras Capellanías fundadas por emigrantes guadalcanalenses a Indias han sido exhaustivamente documentadas por el investigador sevillano del CSIC Javier Ortiz de la Tabla Ducasse que enumera las siguientes personas como fundadores de estos legados: Alonso Bonilla, Alonso López de la Torre, Diego Ramos Gavilanes, Diego Ramos el Rico, Fernando Rodríguez Hidalgo, Juan Bonilla Mexías, Jerónimo de Ortega Fuentes, Luis Ortega Suárez, Antonio de la Bastida y Cristóbal de Arcos.   

            De los datos anteriores llama poderosamente la atención el contraste entre la religiosidad interna de los guadalcanalenses de los siglos precedentes, particularmente los que habían hecho las Indias, que estuvieron muy preocupados por la salvación de sus almas, con cuyo fin fundan los monasterios y capellanías en su pueblo natal, y la actual vivencia externa del hecho religioso, que se manifiesta en la Semana Santa y Romería, y que algunos sociólogos de guardia llaman “marcadores de identidad”.

            Llegado a este punto creí oportuno, con vistas a rellenar las enormes lagunas existentes, hacer una investigación en la Biblioteca Cardenal Cisneros de Madrid de los PP. Franciscanos, donde fui atendido amablemente por su director Padre Hipólito. La búsqueda en este Centro concluyó que no había nada relacionado con nuestro pueblo, pero dicho fraile tuvo la amabilidad de facilitarme la dirección de dos Centros regidos por su Orden, y otro de los Dominicos de la Provincia de Filipinas que tienen en Valladolid una Biblioteca que contiene fondos procedentes de la Desamortización de Mendizábal. Lamentablemente, en ninguno de los cuatro Centros me pudieron facilitar datos que completaran los anteriores. En cualquier caso, quiero agradecer desde estas líneas las amables respuestas que recibí de los Padres Franciscanos Hermenegildo Zamora del Santuario del Loreto (Espartinas), Jesús España del Santuario de Regla (Chipiona) y el Sr. C. Mielgo de la Biblioteca Estudio Agustiniano de Valladolid.

Concluyo estas líneas animando a los historiadores guadalcanalenses, profesionales y aficionados, tanto nativos como foráneos, a que hurguen en esta parcela de nuestra historia con el fin de completar la documentación existente y aportar las fuentes correspondientes que aún no han sido citadas.

FUNDACIÓN DEL HOSPITAL Y CONVENTO DE LA CONCEPCIÓN.

             A principios del siglo XVII vivía en las Indias un individuo llamado Pedro de Ledesma, el cual envió cierta cantidad de dinero para fundar en Guadalcanal, donde había nacido, un hospital y otras obras pías, nombrando por albacea a don Álvaro de Castilla.

            Llegada una suma de 40.000 ducados, juntamente con el testa­mento, a poder del consignatario Rodrigo de Castilla, hermano del cita­do albacea, como transcurrido algún tiempo y conforme a la voluntad del testador, ni dicho capital se había impuesto a renta, ni tampoco se había comenzado la erección de dicho establecimiento, en 10 de enero de 1613 un tal Francisco Torres recurrió ante el fiscal de la Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla, a fin de que se ejecutase lo dis­puesto por Pedro de Ledesma en su testamento.

            Esta Audiencia comisionó, pues, a Cristóbal Chamorro para que viniera a Guadalcanal e investigara en el caso. Resultó, en primer lu­gar, que el denunciante no existía. Por declaración que hicieron ciertos testigos, se supo que don Álvaro de Castilla había marchado a Améri­ca, y por la que ofreció doña Isabel de Castilla, hija de don Rodrigo, pudo averiguarse que "en su poder hay treinta y cuatro mil ducados, enviados desde Indias por don Álvaro, y que Pedro de Ledesma hace diez y ocho años que vino de Indias a casa de Rodrigo de Castilla, su pariente".

            Añadió Chamorro en el instrumento que redactó que "esía gente (la familia de Castilla), que es tan poderosa y de tanto dinero", había tenido sospecha de que el albañil Juan Bautista Ruiz Callejón había sido el verdadero delator, quien, a su vez, por denuncia que contra él había presentado en el Juzgado de esta villa Baltasar Gómez Tamayo. fue encarcelado y preso en la cárcel de Cazalla de la Sierra.

            El 26 de febrero de 1613, el comisionado de la Audiencia de la Casa de la Contratación solicitó de uno de los alcaldes ordinarios de Guadalcanal hiciera las oportunas gestiones para que se le entregasen el prisionero y los autos correspondientes, a lo que se negó la autori­dad local. Les fueron entonces demandados por la propia Audiencia, obedeció puntualmente.

            Nada más sabemos de estos extraños incidentes. Consta documentalmente, en fin, de cuentas, que este año de 1613 se comenzó a labrar el hospital, "en la plazuela que sale a la calle Olleros", según lo sitúa una de las escrituras fundacionales, y así lo cita don Antonio Mu­ñoz Torrado en su pormenorizada y bien urdida historia de la Cofradía y santuario de la Virgen de Guaditoca.

            Como queda dicho, el albacea testamentario del instituidor de este hospital, don Álvaro de Castilla, emigró a las Indias y allí consiguió reunir una gran fortuna. Por su testamento, otorgado en Guanajato (Méjico) el 17 de septiembre de 1614, ordenó la fundación de un con­vento de religiosas, junto al recién construido hospital, a las que impuso la obligación de asistir a cuatro enfermos acogidos en el mismo, para lo que les asignó una renta anual de 500 ducados. Nombró por patraña a su mujer, doña María de Loja y Meneses y dispuso que a la muerte de ésta pasase el patronato a su hija Agustina Bermúdez de Meneses y sus descendientes, en cuyo defecto lo ostentaría su otra hija Leonor y sus herederos.

            Muerto don Álvaro de Castilla, su viuda otorgó una escritura el 19 de abril de 1616, en nombre propio y en el de sus hijas, como tutora y curadora de ellas, por la que mandó eximir a las religiosas del conven­to la obligación de curar y asistir a los pobres del hospital anejo y dero­gó la cláusula del documento fundacional según la cual las monjas de su linaje quedaban exentas de tributar a la comunidad.

            Doña María de Loja dotó la iglesia del convento -que ya se em­pezó a llamar de la Concepción- de la primera capellanía que en ella existió, para cuyo desempeño nombró al presbítero don Francisco de Sotomayor, según escritura de 19 de enero de 1619.

            El 17 de agosto de 1622 entraron en la clausura las religiosas sor Josefa Moreno, abadesa nombrada; sor Leonor del Espíritu Santo, sor Inés de San Gregorio y sor Olalla de Santiago, oriundas del con­vento de la Concepción de Mérida.

            Según el "Memorial" de 1646, "hay en el convento algunas reli­giosas que tratan de mucha virtud, oración y mortificación; tienen todo el año ejercicios eremíticos y otros ejercicios que un religioso de esta santa provincia de los Ángeles les dio, con que se recogen grandes medros espirituales en este nuevo jardín".

            Algunos indicios quedan hoy día de este convento (patios, arca­das, etc.) en casas inmediatas a la iglesia, que, afortunadamente y muy i a pesar de su abandono, se conserva en pie todavía.

            Esta iglesia, que posee una extraordinaria elevación, es de una sola nave, cubierta por bóvedas de cañón y lunetos y media naranja en el presbiterio. En el altar mayor labraron un retablo de yesería, que recuerda un tanto el estilo plateresco, y cubrieron su frontal y gradas azulejos sevillanos de cuenca, probablemente de acarreo, pues i de época muy anterior a la de la erección del templo.

            Pero lo que más destaca del edificio es la soberbia portada -hoy cegada- de la calle Concepción, de corte clásico, bien conservada.

 Hemerotecas

sábado, 26 de octubre de 2024

En la memoria

Luis Castelló Pantoja 1881-1964

            Breve reseña de este pundonoroso militar español y masón, perteneciente a la Gran Logia Ibérica Unida, cuyo caso fue uno de los más dramáticos de nuestra guerra civil, que desarrolló parte de su carrera militar en África, donde obtuvo la Cruz Laureada de San Fernando.

            Su fidelidad al gobierno republicano le hizo ocupar varios cargos de responsabilidad antes y durante la guerra civil, formó parte de las Juntas de Defensa en la II República, al iniciarse la Guerra Civil se hallaba al frente de la Comandancia Militar de Badajoz y jefe de la 2ª brigada de infantería con el grado de general.

            El 20 de febrero de 1933 fue nombrado Subsecretario de Guerra por Manuel Azaña, cargo que desempeñó en varias ocasiones, se mantuvo leal a la República, desempeñando el cargo de Ministro de la Guerra, en el gabinete de Giral, nombrado el 20 de Julio de 1936, hasta el 7 de agosto del mismo año, pasando a ocupar la Jefatura de la I División hasta octubre.

            El prestigioso historiador Ramón Salas, analiza su breve paso como máximo responsable del Ministerio de Guerra, “Castelló vio pronto que no pasaba de ser un ministro nominal, también allí había llegado la revolución y el poder lo ejercía en el Ministerio un comité constituido por el teniente coronel Hernández Saravia, los comandantes Hidalgo de Cisneros, Chirlandas y Mezquita, los capitanes Codón, Núñez Mata y Freire y el teniente Martín Blázquez”, pero lo cierto es que, trató de imponer su honestidad e hizo lo humanamente posible para poner orden en aquel caos sin conseguirlo.

            La salida apresurada de Badajoz, dejando allí a su mujer y a sus dos hijas y posterior detención y prisión de las mismas y la muerte de su hermano y su sobrino, fusilado por las milicias anarquistas en Guadalcanal, le hicieron entrar en una profunda depresión nerviosa y tuvo que ser ingresado en el sanatorio psiquiátrico de Leganés, terminando así su carrera política y militar y su participación en la contienda.

            Después de unos meses de internamiento en este centro se refugió en la embajada francesa, en la primavera del 37 consiguió salir de España, exiliándose en Francia, donde desarrolló actividades cívicas y culturales, siempre supeditado por su estado de salud, al no poder superar su salida de España y la pérdida de sus seres queridos.

            Fue detenido por los alemanes durante la II Guerra Mundial en 1942 en su exilio francés y devuelto a España, donde se le sometió a consejo de guerra y condenado a muerte, siendo indultado y puesto en libertad tres años después por las autoridades del régimen de Franco. Según comenta el historiador Cristóbal Zaragoza, más tarde se le otorgó el retiro y terminó sus días en Guadalcanal (Sevilla), donde todavía le quedaba familia.

Rafael Candelario Repisa

Fuentes. - Hemeroteca de ABC, Centro Estudios Turolenses y Reseñas del profesor Cristóbal Zaragoza

domingo, 20 de octubre de 2024

Guadalcanal Monumental 4

 

CONVENTO DE SANTA CLARA

             La sensible despoblación que Guadalcanal sufrió en el siglo XVI a causa de la emigración ya que muchos de sus hijos emprendieron a las Indias, perjudicó grandemente los intereses de esta villa, proporcionó en cambio, notables beneficios en el orden espiritual, como se vio por la larga serie de fundaciones de obras pías, instituciones religiosas y mandas para ayuda de los necesitados que efectuaron gran número de guadalcanalenses enriquecidos en el Nuevo Mundo.

            El convento de Santa Clara de Guadalcanal fue consecuencia devota y benemérita de estos hechos.

            El capitán Jerónimo González de Alanís, natural de esta villa, había pasado a las Indias hacia el año de 1538. Habiendo reunido una fortuna decidió hacer testamento el 19 de abril de 1584 ante Francisco Pliego, en la Plata (Perú) -debajo del cual murió veinte días después-, y por él ordenó que de su hacienda se tomasen 30.000 pesos de plata para la fundación de un convento de monjas de la observancia regular de Santa Clara en Guadalcanal, adscrito a la provincia de los Ángeles. Instituyó también la capellanía de dicho convento y un pósito, ajeno al mismo.

            Una vez el dinero en esta villa y en poder de la hermana del testador, doña Catalina López de Alanís, a quien nombró por patrona, se compraron 582.953 maravedíes, los cuales se impusieron sobre las alcabalas de Guadalcanal, Llerena y Azuaga, con autorización real, otorgándose la escritura correspondiente ante Agustín de Binaldo, en 19 de marzo de 1589.

            Por la escritura de fundación -que se leyó en esta villa en la escribanía de Fernando de Arana, el 4 de noviembre de 1589- cono­cemos ciertas normas por las que según la voluntad del instituidor había de regirse este convento. Consta en ella que la dotación de la capellanía sería de 400 pesos de principal, equivalente a 108.000 maravedíes, cuyo cargo ostentaría el clérigo pariente más cercano del fundador residente en Guadalcanal. A falta de parientes, pasaría la prebenda al sacerdote secular que nombrase el guardián del convento de la Piedad de esta villa, que lo era a la sazón Fray Antonio Delgado, quien en principio no hubo de usar esta facultad, pues fue primer cape­llán del nuevo cenobio don Juan López Rincón, hijo de la mencionada doña Catalina López de Alanís y de Cristóbal Muñoz, su marido. Se especifica asimismo en la escritura de referencia que el capellán debe­ría ser previamente examinado por el guardián del convento francisca­no de esta localidad de "ciencia y loables costumbres".

            Establecíase también que el patrono tendría una consignación anual del orden de los 100 pesos, equivalentes a 27.000 maravedíes, con obligación de dar al guardián de la Piedad 300 reales, así para gastos de ornamentos como para atención de las necesidades propia de la comunidad.             Por voluntad del testador, el patronato pasaría asi­mismo a un pariente suyo en la villa, siéndolo, tras la muerte de doña Catalina López, Diego de Fuentes.

            En cuanto a la entrada de las religiosas en la clausura, en fin, las parientes del fundador tenían derecho a abonar sólo la mitad de la dote.

            Pasaron algunos años.

            El 4 de marzo de 1591 llegó la licencia del Consejo de las Ór­denes para la erección del convento, en cuya fecha el Cabildo munici­pal, el entonces provincial del distrito angélico, Fray Diego de Espinosa, y los párrocos de las iglesias, juntamente con el guardián de San Fran­cisco y doña Catalina López, acompañados de otros religiosos y mucha gente principal de la villa, procedieron a la colocación de la primera piedra del edificio conventual, al que se llamó de San José, sito en la actual calle de Santa Clara, en casas que se compraron a Cristóbal Muñoz y a Hernando Rodríguez. Dio testimonio del acto el alcalde ordi­nario don Juan González Hidalgo.

            Concluida la construcción y dotación del edificio, el provincial de los Ángeles, que a la sazón lo era Fray Juan del Hierro -hijo preclaro de Alanís-, comisionó a Fray Alonso de Aspariegos para que fuese al convento de San Juan que las clarisas tenían en Belvis y trajera las monjas fundadoras, que fueron: Isabel del Espíritu Santo, abadesa nombrada; Juana de la Cena, vicaria; María de la Columna, María de la Transfiguración, Dionisia de la Encarnación y María del Pesebre.          

            El licenciado don Fernando Sánchez Duran, con autorización del provisor de Llerena, llevó el Santísimo Sacramento en solemne procesión al sagrario que en la capilla del convento se había deputado, entrando las religiosas en la clausura el 28 de abril de 1593.

 

Hemerotecas

 

sábado, 12 de octubre de 2024

Tal a vez Colón era negro, Señor


Cartas desde Whuzland/Quinta

Whuzland, octubre 2024

 

            Buenos días señor: Hoy quiero hablarle de mi color de piel y mi dialecto, señor, hace unos días, escuchaba por radio exterior de RNE las intervenciones de cuatro sesudos profesores y periodistas en el Instituto Cervantes de Utrecht, la cosa iba del mal uso del español en los medios de comunicación, SMS e Internet, ese idioma tan rico y universal en el que Vds. se expresan señor; Uno de los ponentes, un profesor sudamericano muy brillante, según su auto presentación, comentaba que hoy muchos jóvenes castellano parlantes no usan más de doscientas palabras en sus conversaciones, contaba una anécdota muy graciosa de uno de sus alumnos, el chico escribió un día en un ejercicio que Colón era negro, el profesor le recriminó y le preguntó de dónde había sacado semejante conclusión, Colón, añadió el maestro, era un marino genovés o español y en ninguno de los libros de Historia se menciona que fuera negro.

            No es cierto, señor, respondió el chico; lo dice claramente nuestro libro de texto: “Cristóbal Colón, un oscuro navegante...”.

            Se contaron muchas otras cosas interesantes en esa conferencia, por ejemplo, que muchos mandatarios sudamericanos se mofaban de un tal Evo Morales porque en sus intervenciones en español no utilizaba más de 150 palabras, pero nadie se para a pensar en que el dialecto materno del señor Morales no es el español sino el aimara o aymara y que seguramente en ese idioma se expresa mucho mejor, como yo en el mío, señor, igualmente se comentó que cuando miles de campesinos apoyaron con una marcha al líder boliviano (el de las pocas palabras), el periódico español El País, apenas le dedicó a la noticia un recuadro de tres centímetros por cinco y diez líneas (200 palabras aproximadamente), pero cuando un puñado de terratenientes protestaron contra el gobierno de Morales, el mismo periódico le reservó media página, otro de ellos comentaba jocosamente que leyera los discurso de un tal Fidel, que con su fácil verborrea podría estar tres horas hablando sin decir nada en perfecto castellano, claro que con dos horas de discurso el señor Morales se iba a repetir más que un gazpacho cargado de ajo, pienso yo, señor.

            Lo que más me impresionó fue el comentario de otro lumbreras que hizo sobre un libro de un periodista mexicano que investigó las manipulaciones de la prensa durante los gobiernos del PRI; Encontró este periodista investigador en los Archivos Generales de la Nación, en unas cajas abandonadas y sin clasificar, cuarenta folios con instrucciones para manipular al ciudadano, por su interés, le cito señor un párrafo de lo que allí se dice: “El ciudadano debe tropezarse con la propaganda a cada paso y esquina de su vida privada y de su vida de relación cotidiana y de trabajo, esto le inducirá a pensar en nosotros y no en las hordas marxistas, por la acción de la propaganda política podemos concebir un mundo dominado por una tiranía invisible que deberá adoptar la forma y que nosotros transformaremos en un gobierno democrático”. Esto sí que es verborrea, pienso yo, para no decir nada.

            Todo esto me lleva a pensar señor español, que si su idioma universal es rico y claro, no lo utilizan bien ni los de un lado ni los del otro del mundo. Ser moreno de piel, como le comentó Sarkozy a un insigne mandatario africano, entonces, lo mío  es una macha oscura fruto de alguna enfermedad tropical, para Vds. hablar bien o mal es pura semántica, ya que leyendo en sus periódicos los panfletos escritos de muchos de sus afamados políticos y periodistas, o escuchándolos en la radio, da la sensación que también estuvieron en aquella conferencia coloquio de Utrecht y que siguen al pie de la letra esas instrucciones aprendidas, hablar mucho para no decir nada o escribir poco para decir menos. Con todo respeto señor, se despide de Vd. un negro del cuerno sur de África que en su dialecto luzlandes solo utiliza no más de 200 palabras, eso sí, todos en la aldea entendemos lo que el otro expresa, por ejemplo.

 Vanhaez tersay (Respetuosos saludos),

Rafael Candelario Repisa.
La fragua del pensamiento

sábado, 5 de octubre de 2024

Guadalcanal Monumental 3

 

Iglesia de San Sebastián 

1.INTRODUCCIÓN.
    Como es de todos conocido, el mercado de abastos de Guadalcanal cuenta con la particularidad de hallarse instalado en el inmueble de la antigua parroquia de San Sebastián, edificio de gran interés arquitectónico pero de poco conocida historia y hoy totalmente vacío de su primigenio patrimonio artístico a raíz de los desgraciados sucesos de la Guerra Civil.
    Siguiendo nuestra línea de puesta en valor del elenco monumental de la localidad queremos trazar en esta ocasión una visión panorámica de la historia y el arte de este templo, engarzando una serie de datos sobre sus vicisitudes históricas con la descripción de sus valores arquitectónicos y la evocación de las piezas artísticas desaparecidas que ornamentaron su hoy vacío interior, que a pesar de todo constituye una destacada muestra de la arquitectura medieval de la comarca de la Sierra Norte.

2. DESCRIPCIÓN ARQUITECTÓNICA.
    Tal como ha llegado a nuestros días, la arquitectura de la Iglesia de San Sebastián revela las diferentes etapas por las que atravesó su construcción y los estilos en boga en cada una de ellas, en un largo proceso que arrancando de las postrimerías de la Baja Edad Media llega a alcanzar incluso el Barroco, determinando por ende la combinación de elementos de distinta cronología y filiación estilística.
    Las noticias documentales más antiguas que conocemos nos hablan de su fundación por el maestre Don Alonso de Cárdenas en torno a la década de los ochenta del siglo XV y muestran el templo en obras ya en los años finales de la centuria. En efecto, el informe de la Visita Canónica de 1494 señala que el templo se está construyendo con las limosnas de los vecinos y el dinero procedente de la asignación de sepulturas, quedando por cubrir una parte de la iglesia, que constaba de tres naves separadas por medio de arcos de ladrillo y cal; cuyas techumbres eran a base de madera tosca con cañas y barro y teja encima, situándose en la cabecera el presbiterio, cubierto con bóveda 1. En definitiva, un edificio que seguía la tipología gótico-mudéjar de templo basilical cubierto con techumbre lignaria en las naves y capilla mayor abovedada, modelo al que obedece en la misma localidad la parroquia de Santa María.
    Sin embargo, a mediados del siglo XVI se van a acometer importantes obras, responsables de buena parte de su fisonomía actual, por cuanto las tres naves que componían la iglesia de San Sebastián se van a reducir a una sola, al tiempo que se levantará un nuevo presbiterio o capilla mayor. En 1549 se está cubriendo la nave con techumbre de madera de castaño, con vigas talladas y racimos dorados 2, siguiendo los modelos mudéjares de la denominada carpintería de lo blanco, especializada en levantar los genéricamente denominados «artesonados» tan propios de la arquitectura española y que se hallan presentes en no pocos de nuestros templos y palacios. Por su parte, la capilla mayor se construyó a mediados del siglo, hallándose ya abovedada en 1575, año en que no sólo se levantó la sacristía que se techó con madera de pino y ladrillos por tabla, sino que también se abordó la ampliación del templo, empeño en el que se tropezó con la falta de espacio y que pudo solucionarse mediante la incorporación del solar de un antiguo hospital vecino, espacio en el que se incluía una pequeña capilla puesta bajo la advocación de Santiago y en la que celebraba sus cultos la hermandad del mismo nombre 3.
    En definitiva, estas intervenciones quinientistas son las responsables del templo que nos ha llegado a nuestros días 4. Construido en mampuesto y ladrillo, su nave principal a la que se le adosa otra lateral en el lado izquierdo o del Evangelio, de gran elegancia a causa de su gran elevación, se divide en cuatro tramos el primero desviado del eje del edificio por medio de arcos transversales apuntados de gran luz que apean sobre pilastras adosadas al muro, muy esbeltas y con capiteles muy sencillos, cubriéndose hasta hace unos años con techumbre de madera, sustituida por la cubierta actual, dispuesta a dos aguas y que mantiene el recuerdo de la primitiva en la utilización de los maderos. 
    Por su parte, el presbiterio, igualmente desviado en relación al eje longitudinal de la nave y al que se accede a través de arco toral o triunfal apuntado y perfilado por dos sencillos baquetones, se cubre con bóveda estrellada, compuesta por dos nervios diagonales que al unirse entre sí por medio de otros nervios secundarios -los terceletes- dibujan una estrella de cuatro puntas, dentro de la que se inscribe un círculo. Las nervaduras que componen la bóveda que acabamos de describir muestran en sus uniones una serie de rosetas decoradas con interesantes temas heráldicos que, no hemos podido estudiar debidamente por su gran altura, pero que tal vez aludan al Priorato de San Marcos de León y a la Orden de Santiago, arrancando dichos nervios de ménsulas decoradas con relieves que representan los símbolos de los Evangelistas, unidas entre sí por medio de sendas impostas que recorren solamente los muros laterales del presbiterio, desapareciendo en el muro del testero a causa de la colocación del retablo que en su día ocupaba su superficie. En uno de dichos muros laterales se abre el ingreso a una pequeña capilla, cubierta igualmente con bóveda estrellada, pero de diseño mucho más simple, parecido a dos puntas de arpón unidas por sus vértices.
    Otra capilla, que en su día fue la del Sagrario, se abre al primer tramo de la nave, vecino del arco toral que conduce a la cabecera del templo. De planta cuadrada, su cubierta es también una bóveda estrellada con terceletes, cuya plementería todavía muestra restos de la decoración pictórica barroca con la que se la enriqueció en una reforma posterior, tal vez del siglo XVIII, a la que también debe corresponder la bóveda de medio cañón con arcos fajones que cubre la nave lateral.
    En definitiva, nos encontramos en el templo de San Sebastián con una combinación de elementos estilísticos del gótico, mudéjar, renacimiento y barroco. El esquema de nave única articulada por medio de arcos transversales apuntados y cubierta con techumbre de madera es muy representativo no sólo de la arquitectura medieval de la comarca, sino también de otras zonas vecinas, como las sierras de Huelva y Córdoba, teniendo en Guadalcanal otra buena muestra del mismo en la parroquia de Santa Ana, de la que nos ocuparemos en otra ocasión. De construcción rápida y barata por los materiales empleados -ladrillo y madera-, este modelo de templos serranos, todavía mal estudiados y que parecen ponerse de moda a partir de 1400, se va a extender a otras zonas, como las comarcas levantinas y las tierras del reino de Granada, zona esta última donde a raíz de la reconquista y bajo la iniciativa de los Reyes Católicos se van a levantar iglesias de estas mismas características. Otro elemento muy habitual en este tipo de templos de la sierra es la torre -fachada-, cuyo fuste o caña arranca sobre el ingreso situado a los pies de la nave, componiendo un imafronte de gran verticalidad de líneas al unir visualmente con gran sentido ascensional la entrada y el campanario, aunque en el caso de la iglesia de San Sebastián las transformaciones sufridas por dichos elementos han acabado por desdibujar el modelo originario 5.
    Por su parte, la estética gótica, en su fase más tardía y decadente, prolongando el agonizante estilo ojival hasta prácticamente los años centrales del siglo XVI, se manifiesta en las ya descritas bóvedas estrelladas del presbiterio y capillas laterales. El Renacimiento aparece tímidamente en la decoración heráldica de las nervaduras de la capilla mayor y en las ménsulas e impostas de las que arrancan y finalmente, el barroco asoma, aparte de la decoración pictórica de la antigua capilla del Sagrario, en la portada del edificio, compuesta por sencillo vano adintelado encuadrado entre pilastras y coronado por frontón recto y roto. Las reformas barrocas trajeron de la mano otras intervenciones, de cuya visión nos han privado los avatares sufridos por el templo, como la reparación del artesonado de la nave y la construcción de unas puertas nuevas para la capilla bautismal por parte del carpintero Jerónimo Espino en 1778, fecha también en la que el alarife Francisco de Ávila contrata la ejecución de la bóveda de dicha capilla y otros reparos 6.

3. EL DESAPARECIDO PATRIMONIO ARTÍSTICO.
    La antigua parroquia de San Sebastián fue cobijando entre sus muros un completo patrimonio artístico integrado por retablos, esculturas, pinturas, piezas de orfebrería y ornamentos sagrados de diferente época y estilo, en su mayoría destruidos en los lamentables sucesos de 1936.
    Ya desde los mismos días de la construcción del templo la Orden de Santiago se fue preocupando de dotarlo del correspondiente ajuar litúrgico. Así, la Visita Canónica de 1494 nos proporciona un minucioso listado de vasos sagrados y ornamentos, al tiempo que se señala la existencia de dos altares: el mayor, presidido por la escultura del Titular, «hecha de bulto, de madera», y otro dedicado a la Virgen, «de bulto, con su hijo en brazos, de madera, bien pintada e dorada» 7.
    Ya en el siglo XVI se anotan algunos encargos de obras para esta iglesia. Entre 1514 y 1515 el pintor Antón de Madrid se ocupa en la realización de un retablo 8, seguramente el mayor, que en la Visita de 1549 se describe como de talla dorada y valorado en 17.000 maravedís 9. Años después, entre 1565 y 1566 el escultor Juan de Valencia, activo en Llerena, ejecuta una nueva imagen de San Sebastián, cuyo pago aún no se había producido en su totalidad en 1571 10.
    En la Visita Canónica de 1575 se consignan diversos pagos al platero Alonso Pérez el Mayor y se señala que el rejero Domingo Hernández, avecindado en Guadalcanal, tiene cobrados más de 100.000 maravedís, importe de la reja que hizo para la capilla de Diego Ramos en el propio templo 11. Dentro de este campo de la rejería habría que recordar la reja de la capilla del clérigo Melchor Suárez, obra del segundo tercio del Quinientos y que, procedente de este templo, se halla colocada hoy día en la parroquia de Santa María, cerrando la capilla del primer tramo de la nave derecha o de la Epístola 12. Y a fines del siglo, el 20 de agosto de 1587 Alonso Ramos en representación del difunto Fernando Ramos y con destino a la capilla funeraria de este último, concertaba con el escultor Juan Bautista Vázquez el Mozo, la ejecución de un retablo compuesto por banco, un cuerpo y ático, presidiendo el conjunto un grupo escultórico del Calvario y situándose en las calles laterales las efigies de San Juan Bautista y San Benito 13. De este desaparecido retablo proceden, en opinión del profesor Palomero Páramo, dos relieves con las figuras de los citados santos y un Crucificado que hoy día forman parte de un retablo compuesto por elementos de acarreo y situado a los pies de la nave en la parroquia de Santiago de la vecina localidad de Llerena 14.
    El siglo XVII contempla la ejecución de un nuevo retablo mayor, contratado en 1639 con el escultor Mateo Méndez, de la citada localidad de Llerena, quien también ejecutó el de la parroquia de Santa María y el del convento del Espíritu Santo en nuestra villa 15.
    Por desgracia las obras mencionadas en estas noticias documentales han desaparecido, como todas las que se repartían por los muros del templo que nos ocupa. Gracias a un inventario de 1924 16 y a los trabajos del doctor Gordón Bernabé 17 y de los profesores Hernández Díaz y Sancho Corbacho 18 podemos hacernos una idea de este patrimonio perdido y su situación en el templo.
    Presidía el presbiterio el retablo mayor ejecutado por Mateo Méndez. Su estructura arquitectónica, muy clasicista, a tono con la sobriedad ornamental y rigor arquitectónico propios de la retablística de la primera mitad del siglo XVII, constaba de banco, dos cuerpos divididos en cinco calles y ático, distribuyéndose por sus registros tanto pinturas en lienzos encuadradas en cajas rectangulares como esculturas exentas cobijadas en hornacinas semicirculares. De este modo, en las hornacinas centrales del primer cuerpo figuraban el Titular, acompañado por San Joaquín y San Roque, situándose en el centro del segundo cuerpo la imagen de la Dolorosa, al tiempo que por las calles laterales se repartían diversas pinturas, como las de la Huida a Egipto, el Arcángel San Rafael y la Imposición de la Casulla a San Ildefonso.
    Dentro del arco que daba acceso a la sacristía se ubicaba el retablo de San Juan de Dios, en el que figuraban un lienzo del Titular y una pequeña imagen de la Dolorosa. A la altura del arco toral – que daba acceso a la capilla mayor- se situaba el retablo de Animas, con lienzo de este tema y coronado por otra pintura con la Virgen de Montserrat.
    La capilla del Sagrario se cerraba con reja de hierro forjado y albergaba un retablo de fines del siglo XVIII, dorado, presidido por la imagen de San José, más las efigies de San Rafael y Santa Catalina, situándose en el ático el Crucificado, acompañado por San Francisco de Asís y Santa Teresa de Jesús. El tabernáculo sacramental, flanqueado por dos esculturas del Niño Jesús, se ornamentaba con cornucopias y mostraba en su portezuela un cuadro de cristal con la Dolorosa. En otro retablo lateral dentro de la misma capilla recibía culto la primitiva imagen de Jesús Nazareno, acompañado por las de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, más otra efigie del Niño Jesús, denominado el Niño Perdido. Esta capilla fue al parecer fundada por Diego Ramos, natural de la localidad, quien en su testamento, otorgado el 31 de Octubre de 1573, dejó encargado que se hiciese la cubierta abovedada y que sobre su altar de piedra labrada se colocase un retablo, dejando para ello la suma de 1.000 ducados 19.
    Siguiendo por el muro de la nave, el retablo de la Inmaculada mostraba una pintura de esta advocación mariana y una pequeña imagen de San Roque. A continuación se situaba el de Santiago, compuesto por tres pinturas que representaban al titular, San Lorenzo y la Virgen, respectivamente.
    Ya en el muro contrario, una vez pasada la puerta del templo, se encontraba la capilla del Resucitado, cerrada con verja y con retablo integrado por tres pinturas: la Resurrección del Señor, Santa Ana y San Pedro. En los muros laterales y dentro de dos hornacinas se contemplaban las imágenes de San Diego de Alcalá y San Juan Nepomuceno.
    A la altura del arco toral y haciendo pareja con el de Animas, se situaba otro retablo con la imagen de la Virgen del Reposo.
    El retablo de San Antonio, con pintura de este santo, se ubicaba dentro de la pequeña capilla que vimos se comunicaba con el presbiterio, la cual podría identificarse con la perteneciente a Gonzalo Xuárez y sus herederos, que la compraron por 200 ducados con el fin de ser enterrados en ella 20.
    Para finalizar, señalaremos que la parroquia contaba con algunas piezas de orfebrería de interés, como una interesante caja–copón de fines del siglo XV, un copón de principios del siglo XVII y la custodia procesional, de fines del siglo XVIII y compuesta por tres cuerpos con columnillas decoradas con motivos rocalla. Los fondos documentales del archivo parroquial de San Sebastián se conservan integrados -junto con documentación procedente de Santa Ana- en el de la parroquia de Santa María, arrancando su cronología desde mediados del siglo XVI 21.

BIBLIOGRAFÍA
1 MUÑOZ TORRADO, Antonio: Visitas hechas a los pueblos de Andalucía, León y Extremadura de la referida Orden (de Santiago), en Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, tomo IX, n.º 47 (1925), pág. 91.
2 FLORES GUERRERO, Pilar: El arte del Priorato de San Marcos de León de la Orden de Santiago en los siglos XV y XVI: arquitectura religiosa. Universidad Complutense, Madrid, 1987. Vol. 1, pág. 480.
3 Ídem, págs. 480-481
4 HERNÁNDEZ DÍAZ, José; SANCHO CORBACHO, Antonio; COLLANTES TERÁN, Francisco: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, Vol. IV Sevilla, 1955. Págs. 220-223; V. V. A. A.: Guía artística de Sevilla y su provincia. Diputación Provincial de Sevilla, 1981. Pág. 582-583; Inventario artístico de Sevilla y su provincia. Madrid, 1982. Vol. 1, pág. 160; Edificios de tradición mudéjar en Andalucía. Consejería de Cultura, Sevilla, 2000. Págs. 85 -86; ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XIII; XIV y XV Ayuntamiento de Sevilla, 1983. Pág. 130.
5 ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Arquitectura mudéjar sevillana…, pág. 157
6 VILLA NOGALES, Fernando de la; MIRA CABALLOS, Esteban: Documentos inéditos para la Historia del Arte en la provincia de Sevilla, 1993. Págs. 14 y 67.
7 MUÑOZ TORRADO, Antonio: “Visitas hechas a los pueblos…, pág. 91; MENDEZ VENEGAS, Eladio: “Una Visita de la Orden de Santiago al Provisorato de Llerena de la Diócesis de Mérida-Badajoz: aspectos artísticos e ella señalados”, en Memoria Ecclesiae, vol XVII (Arte y archivos de la Iglesia, II). Oviedo 2000. Pág. 452.
8 SOLÍS RODRÍGUEZ, Carmelo: “Escultura y pintura del siglo XVI” en Historia de la Baja Extremadura, vol II. Badajoz, 1986. Pág. 604.
9 FLORES GUERRERO, Pilar: “El arte del Priorato…” pág. 481.
10 SOLÍS RODRIGUEZ, Carmelo: “Escultura y pintura…” , pág, 582.
11 TEJADA VIZUETE, Francisco: “Artes suntuarias en la Baja Extremadura en los siglos XVI y XVII”, en Historia de la Baja Extremadura, op. cit., págs. 782 y 804,
12 ídem, pág. 806; MATA TORRES, Josefa La rejería sevillana en el siglo XVI. Diputación Provincial de Sevilla, 2001. Págs, 297-298.
13 LOPEZ MARTÍNEZ, Celestino: Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés. Sevilla, 1929. Págs. 120-121.
14 PALOMERO PARAMO, Jesús Miguel: El retablo sevillano del Renacimiento: análisis y evolución (1560-1629). Diputación Provincial de Sevilla, 1982. Pág. 339.
15 MENSAQUE URBANO, Julia: “El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de la Pava en Guadalcanal”, en Andalucía y América en el siglo XVII. Actas de las III Jornadas de Andalucía y América. Sevilla, 1985. Vol. II, pág. 64.
16 ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA, sección IV (Administración General), serie Inventarios, legajo 693.
17 GORDON BERNABE, Antonio: “La Iglesia de San Sebastián”, en Revista de Guadalcanal (1985), s.p.
18 HERNANDEZ DÍAZ, José; SANCHO CORBACHO, Antonio: Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1937 Págs. 126-128.
19 FLORES GUERRERO, Pilar: ”El arte del Priorato…”, pág. 482,
20 ídem, pág. 481,
21 V. V. A. A. .Catálogo de los archivos parroquiales de la provincia de Sevilla, Banesto, Sevilla, 1992, Vol. I, págs. 561-574.

Salvador Hernández González. 
Revista de Feria 2002 

sábado, 28 de septiembre de 2024

... Y TENDRÁS EL CIELO DE GUADALCANAL

Manuel Machado, Poeta

            Anualmente se celebra en Teruel, ciudad dende vivo La Semana Cultural sobre el Modernismo y la Generación de 98, curioseando en la exposición de libros encontré un viejo libro de la Editorial Azteca de México titulado “Manuel Machado de la Generación del 98 al Modernismo”, en este libro encontré en el capítulo dedicado a su obra Ars Moriendi (Arte de Morir), en el apartado Sevilla y otros poemas de 1918, en el que sin título comienza un párrafo de un poema inacabado dedicado a Guadalcanal:

Mezcla de plata y gloria,
risa, azul y sal…
y tendrás el cielo de Guadalcanal.

             Me puse en contacto con un amigo que trabaja en el Centro de Estudios Turolenses y solicité permiso para indagar en los archivos de ésta fundación, una vez concedido me puse manos a la obra con dos objetivos claros, encontrar toda la información sobre este principio de poema y la relación del otro Machado con Guadalcanal, la bibliografía de Manuel Machado es muy extensa y algo distinta a mis ideas, pero a la vez, admito que a mi edad la poesía no se debe juzgar por ideas políticas, simplemente hay escritores y tendencias respetables, compartidas o no.

            Las pesquisas fueron decepcionantes, al menos creo que para mí, consulté libros, Obras Completas tan prestigiosas como las editadas por Mundo Latino o las de Editorial Plenitud, La Generación del 98 de Pedro Laín Entralgo, Alma, Ars Moriendi del profesor Pedro del Barco, y varios más, revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, El Modernismo, Poesía Hispánica, La Farsa, El Castellano, El lunes del Imperial, Cosmópolis y otras, en la mayoría de estos libros y revistas no aparece ninguna acotación del poema o simplemente aparece con sus tres líneas.

            Lo curioso es que, dentro de su obra del arte de morir, Manuel Machado apela a describir la belleza de paisajes como Finisterre, Regreso o el dedicado a Guadalcanal, escapando de su mente atormentada aparando en el alma y la muerte y refugiándose en la geografía paterna y materna de Galicia y Andalucía.

            Nada, efectivamente en las publicaciones citadas aparece como un poema inacabado, pero curiosamente en una edición Mundo Latino de 1.929, dice en su comentario final que en esta obra desaparecen algunos poemas, entre ellos, después de ”Sevilla” , el que, sin título comienza por Mezcla de título plata y gloría…”, pero en una edición anterior de la misma publicación, en un capítulo en el que comenta que Manuel Machado “recurre a la pintura en su obra Ars Moriendi” y se refugia en el paisaje, aparecen poesías nostálgicas y hermosas como Finisterre, Sevilla y Guadalcanal, y aquí me llevo la sorpresa que aparece bajo el título “poema inacabado de Guadalcanal”, una “versión” distinta:

Mezcla de plata y gloria,
risa, azul y cal,
y tendrás el cielo de Guadalcanal.

             Puede que sea un error tipográfico, pero a mí, particularmente me cuadra más cal que sal, ya que nuestro pueblo es de interior y con minas de plata y no de sal, igualmente se caracteriza por la cal que adereza las paredes de sus casas y hacen blancas y hermosas nuestras plazas y calles, y tal vez por esas calles paseara alguna vez el otro Machado y se enamorara de nuestro pueblo, aun pensando que un poeta no tiene que haber estado en un lugar para describir su hermosura.

            Mis deducciones me hacen pensar que “Guadalcanal” no es un poema inacabado como se induce de varias publicaciones consultadas, simplemente, el poeta seleccionó las palabras justas para describir la belleza de nuestro pueblo.

            ¿Y por qué no pudo estar el poeta en Guadalcanal?, por una parte, su padre, Antonio Machado Álvarez (Demófilo), era íntimo amigo y colaborador en los estudios folklorista de nuestro paisano Juan Antonio Torre Salvador (Micrófilo), y por otra, es sabido que, siendo muy niño, apenas contaba 9 años, su familia abandonó Sevilla y se instaló en Madrid, pero en 1896 su familia le envió nuevamente a Sevilla durante un tiempo, para alejarlo de un lío de faldas y la vida bohemia.

            Durante esa época, combinó sus estudios de filosofía en Sevilla bajo la supervisión y tutela de su tío materno Rafael Ruiz, con su vida de juergas y borrachera, las crónicas dicen que se dedicó a viajar por gran parte de Andalucía e incluso se le sitúa en un ateneo literario en Constantina, en alguna tertulia literaria, taurina o flamenca, así que yo pienso que perfectamente en esa, o en otra época pudo visitar Guadalcanal, y por qué no, visitar a Micrófilo en la calle Guaditoca, amigo de la familia y enfermo ya por aquellas fechas.

Hemerotecas 

sábado, 21 de septiembre de 2024

Guadalcanal Monumental 2

La Capilla de San Vicente Ferrer de Guadalcanal y la antigua Hermandad del Rosario de la Aurora

           La Iglesia de San Vicente.- Edificio barroco cuya planta tiene forma de Cruz Latina, de una nave cubierta por bóveda de medio cañón con lunetas y cúpula en el crucero, pr su construcción y portada, parece obra del siglo XVIII, en ella se encontraba una imagen de San José, obra dl insigne escultor Juan de Mesa. Desde hace muchos años, este edificio, en manos particulares ha tenido múltiples funciones ajenas al culto, actualmente es una cafetería.

    La antigua capilla de San Vicente, destinada hoy a usos bien distintos de su función religiosa ordinaria, es uno de los monumentos de Guadalcanal de más desconocida historia, vacío que queremos llenar aportando una serie de noticias históricas ciertamente dispersas y aisladas, pero evocadoras de su origen, sus vicisitudes y su desaparecido patrimonio artístico, todo ello bajo el denominador común del culto del Santo Rosario, añeja y olvidada devoción de otros siglos en la localidad.
    Esta devoción, propagada por la Orden Dominicana desde la Baja Edad Media, se consolida en el siglo XVI gracias a la institución en 1573, por el Papa Pío V, de la festividad de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria de Lepanto (7 de octubre de 1571) y alcanza su mayor auge durante los siglos XVII y XVIII gracias a los numerosos Rosarios públicos que se crearon entonces, especialmente en Sevilla y su archidiócesis. En efecto la religiosidad popular adquiere en Sevilla auténtica naturaleza en torno a la segunda mitad del siglo XVII, fenómeno en el que jugó importante papel las misiones cuaresmales pro­movidas por las autoridades eclesiásticas, en las que el rezo del Santo Rosario, como devoción a la vez individual y comunitario, es fomentado por los propios misioneros. De esta forma, el Rosario se convierte en signo visible y tangible de la presencia de Dios y en un auténtico medio de salvación, por lo que esta práctica piadosa se constituye en paradigma de la religiosidad popular (1). Tras el falleci­miento en olor de santidad del dominico Fray Pedro de Ulloa (1690), se genera todo un movimiento fundacional de congregaciones de marcado carácter peni­tencial y de culto interno en relación con esta devoción del Santo Rosario. Así se inició una auténtica explosión que se expandió por las diversas parroquias, iglesias y conventos en un cortísimo espacio de tiempo (2).
    En el caso de Guadalcanal, los orígenes de la Hermandad del Rosario nos son conocidos gracias a unas notas históricas elaboradas por Don Antonio Muñoz Torrado e insertas en el expediente incoado en 1925 por el Arzobispado de Sevilla sobre la venta de la ermita de San Vicente (3). Según nos relata Muñoz Torrado, las reglas de la Hermandad del Rosario de Guadalcanal fueron aprobadas el 8 de octubre de 1691 por el Prior del convento Santo Domingo de Llerena, dada la pertenencia de la localidad durante aquella época y hasta fines del siglo XIX en lo eclesiástico a la antigua Provincia de León de la Orden de Santiago. Por ello los vínculos con la citada localidad pacense, donde residían las autoridades religiosas de dicha Provincia de León, eran estrechos, no debiendo extrañar que los dominicos del convento Llerenense, como el más cercano a Guadalcanal, se encargasen de fomentar en la localidad la devoción al Rosario mediante predi­caciones y la fundación de una hermandad de esta advocación mariana.
    A principios del siglo XVIII y como nos sigue contando Muñoz Torrado, la Hermandad, instalada desde su origen en la parroquia de Santa María, entró en decadencia, de la que salió gracias al impulso del Venerable Simón el Ermitaño, muerto en 1711 y al que se debió la edificación de la capilla de la que tratamos, dedicada a San Vicente Ferrer -y no a su homónimo mártir-, santo dominico valenciano (1350-1419) famoso por sus fervorosas y multitudinarias misiones. El Venerable Simón, que vivía retirado en la ermita de San Benito, consiguió enfervorizar de nuevo a los cofrades y devotos del Rosario mediante la salida procesional por las calles de la localidad al amanecer. Y para tener un templo propio donde celebrar sus cultos, poco después de su muerte la Hermandad del Rosario de la Aurora comenzó a labrar el templo de San Vicente, que vino finalizarse en 1739. Ya a fines de siglo, el 1 de enero de 1792, la cofradía aprobar nuevas Reglas.
    A lo largo del siglo XIX la cofradía permanece activa en San Vicente, aunque sufriendo diferente altibajos y vicisitudes. En los primeros años de dicha centuria ocurrió un curioso episodio relacionado con esta iglesia, que igualmente nos es relatado por Muñoz Torrado:
    Por los años de 1818 vino a Guadalcanal a residir una ilustre dama que ocupó cargo en la corte, cerca de la Reina. Presentóse un día festivo en Santa Maria; a la hora de la Misa Mayor, con traje poco honesto. Pasaba el tiempo y los fieles se impacientaban, acercándose alguno a la Sacristía para preguntar la causa de la no celebrarse la Misa. Era Vicario D. Paulino de Caro, Caballero Santiaguista Vicario y Juez Eclesiástico de la villa, y salió al altar y dijo que no saldría la Misa hasta que no se retirara aquella Señora que no vestía conforme a la honestidad. Salió la Señora del templo humillada en su soberbia, y retiróse a su casa. Desde aquel día vistió honesta y humildemente, y asistía todos los días a Misa en la iglesia de San Vicente, y obtuvo privilegio del Obispo Prior (de Llerena) para que hubiese Reservado allí. Su cadáver recibió sepultura en el centro del crucero.
    Dicha señora era Doña Rosa Maffeito, fallecida en 1838. Su hija, Doña Ana Espinosa de los Monteros y Morales, esposa de Don Leandro López y Ayala, ambos vecinos de Guadalcanal, consiguieron en 1851 autorización eclesiástica para que en la ermita de San Vicente se establece el sagrario donde rendir continuo culto al Santísimo (4). El 22 de enero de dicho año dicho matrimonio se dirigía por escrito al Gobernador Eclesiástico del Priorato de San Marcos de León ofrecién­dose a mantener el culto eucarístico en dicho recinto sagrado. Tres días más tarde el citado Gobernador Eclesiástico pidió informes sobre el asunto al Párroco de Santa María de la Asunción, quien el siguiente día 27 contestó en sentido positivo a la propuesta de dichos señores, "pues además de ser bastante crecido el número de cofrades y devotos del Santo Rosario de la Aurora, sito en dicha ermita, y de concurrir diariamente a sacar por las calles y hora de la madrugada el Santo Rosario, se celebran en dicha ermita funciones de iglesia y misas rezadas en todos los días del año, a las que concurren muchos fieles, lo mismo que a recibir el Sacramento de la Penitencia, particularmente en la Cuaresma". El 1 de febrero siguiente dicho Gobernador pidió a los solicitantes que otorgasen, ante notario, escritura de obligación de sus bienes, por lo cual se comprometen al manteni­miento del culto eucarístico en San Vicente, que, en efecto, fue otorgada el 6 del propio mes ante el escribano Antonio José Calleja, siendo testigos Dionisio Palacios, Juan Pérez y Narciso Calleja. Los bienes con que se garantizaba el cumplimiento de los devotos propósitos de Don Leandro y Doña Ana eran sus casas en la calle Valencia, "que lindan a mano derecha entrando en ellas con huerto de casas de Doña Joaquina Sánchez y por la izquierda y espaldas con el mismo huerto (...)” y la finca "La Jayona". Finalmente, el 3 de marzo siguiente el Doctor Don Genaro de Alday, Provisor del Obispado Priorato de San Marcos de León, concedió su permiso para que se estableciese sagrario con Sacramento perpetuo en San Vicente, encomendando su inspección al Párroco de Santa María, corriendo a cargo del matrimonio López de Ayala y de sus sucesores el man­tenimiento de la lámpara que habría de iluminar al Santísimo, de los vasos sagrados y de otros enseres del culto.
    Ya en 1855 el Ayuntamiento de Guadalcanal había solicitado a las autoridades eclesiásticas de la Orden de Santiago la cesión de las ermitas de San Vicente y de los Milagros para instalar en ellas las Casas Consistoriales y escuelas (5), lo que parece que no se llevó a cabo, aunque una década después, con motivo de la Revolución de septiembre de 1868, el templo fue incautado por la Junta Revolucionaria que tomó el poder en la localidad, siendo desmontados los retablos y pulpitos, todavía sin instalar cuando en 1874 es devuelta la capilla (6). Al año siguiente de 1875 el templo estaba ya restaurándose y se preveía su pronta apertura al culto, para la cual el 10 de abril de dicho año el Párroco Don Juan Climaco Roda solicitaba permiso al Arzobispado de Sevilla -jurisdicción eclesiás­tica a la que la localidad se había incorporado por entonces-, bendiciéndose finalmente la capilla el siguiente 18 de abril. Por esa época el capellán de la Hermandad celebraba en San Vicente la misa de los domingos y festivos, después de cantado el Rosario por las calles del pueblo, además de los Septenarios de San José y de la virgen de los Dolores, la Función anual de la cofradía el día de la Circuncisión del Señor, con sermón y exposición del Santísimo, y los oficios de Semana Santa el sermón de la Institución de la Eucaristía (7).
    Sin embargo, no tardaron en presentarse nuevamente las fricciones entre la autoridad eclesiástica y la municipal. El 4 de febrero de 1876 el Gobierno Civil de la provincia exponía al Arzobispado sus quejas sobre el párroco de Santa María de la Asunción, quien se había negado a que el templo de San Vicente se utilizase como colegio electoral, a lo que se respondió desde la Misa alegando que el Ayuntamiento de Guadalcanal debería haberse dirigido al Palacio Arzobispal, "única (jurisdicción) a quien corresponde ceder para un servicio profano las iglesias abiertas y destinadas al culto público", y no al citado párroco de Santa María, con lo que se hubiese conseguido la pertinente autorización para instalar el colegio electoral en la citada capilla y se habrían evitado los enfrentamientos entre el párroco y el alcalde (8), agravados por la incautación de dicha ermita el 20 de enero de dicho año por parte del Ayuntamiento, quien la devolvió a las manos de la Iglesia el 13 de marzo del año siguiente (9).
    Todavía a fines del siglo XIX la Hermandad del Rosario de la Aurora permanecía activa en su templo de San Vicente, saliendo en procesión "todos los días de madrugada cantando el Santo Rosario por las calles de la población, y costeando el estipendio de la misa que se celebra en dicha ermita los días festivos terminada la procesión", según informaba al Arzobispado el Mayordomo de la misma, Don Rafael Arcos Romero, al tiempo que solicitaba permiso para emprender en dicho templo la construcción de un coro en alto a los pies de la nave al objeto de albergar a los numeroso fieles que concurrían a los cultos, obra que había sido tasada en 900 reales por los alarifes locales (10).
    No volvemos a tener más noticias de la capilla y hermandad hasta los primeros años del siglo XX. Todavía en 1914 salía diariamente el Rosario de la Aurora, celebrándose en noviembre la Novena de Animas (11). Sin embargo, la decadencia por la que atravesaba la cofradía del Rosario era irreversible, llegando a disolverse en 1916 y pasando sus libros y objetos a la Parroquia de Santa María, aunque su extinción canónica no se planteó hasta el decreto dado por el Cardenal Ilundain el 4 de junio de 1925, año en que el Arzobispado se plantea la venta de la capilla de San Vicente, cerrada al culto desde 1917 y sirviendo como almacén, aunque conservando los retablos y algunas imágenes. Los pocos hermanos que perdu­raban de la cofradía del Rosario alegaron el siguiente 9 de julio la propiedad de la Hermandad sobre el edificio, oponiéndose a su enajenación y nombrando una Junta de Gobierno interna para reorganizar la corporación. No sabemos si la Hermandad logró salir de su postración, aunque sí se consiguió paralizar la venta, suspendida por decreto arzobispal del 16 de septiembre de dicho año. Ya en 1931 el Párroco de Santa María recibió algu­nas peticiones para destinar el edificio a escuela, lo que fue desestimado por la Mitra (12).
    Finalmente, en los desgraciados su­cesos de 1936 el edificio fue saqueado, destrozándose sus retablos e imáge­nes (13). Gracias a un inventario de 1924 podemos hacernos a la idea del patri­monio artístico perdido (14). El retablo mayor era de madera tallada, presidido por la Virgen del Rosario, acompañada a los lados por Santo Domingo de Guzmán y San Vicente Ferrer, imágenes todas de talla. En sendos retablos laterales se veneraban un Crucificado y San Anto­nio, respectivamente. Y ya en la nave, dentro de hornacinas formadas en los muros, las esculturas de San José, procedente del antiguo convento de Santa Clara e interesantísima obra atri­buida a Juan de Mesa (15) y San Diego de Alcalá. Sobre las pilastras del presbi­terio se situaban dos pinturas proce­dentes del desaparecido convento de San Francisco.
    Hoy sólo podemos contemplar, como recuerdo de esta desaparecida devo­ción del Rosario, la antigua capilla de San Vicente, sobrio y sencillo edificio barroco compuesto por una sola nave con planta de cruz latina cubierta por bóveda de cañón y lunetos y media naranja sobre el crucero (16), la cual se trasdosa al exterior por medio de tambor poligonal cubierto con linterna ciega, siguiendo un modelo muy difundido en la época por Extremadura. Al interior se accede por medio de simples portadas adinteladas, apilastradas y rematadas por frontones, destacando en la fachada de los pies una sencilla espadaña de vano único.

NOTAS: -

(1) ROMERO MENSAQUE, Carlos José: "La conformación popular del universo religioso: los Rosarios públicos y sus Hermandades en Sevilla durante el siglo XVIII", en Religión y Cultura, vol. I. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía - Fundación Machado, Sevilla, 1999. Pág. 428.
(2) Ibidem, págs. 428-429.
(3) ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA (en adelante, A.G.A.S.), sección II (Gobvr serie Asuntos Despachados, legajo 587: Expediente de venta de la ermita de San Vicente de Guadalcanal (1925-1935).
(4) A.G.A.S., sección III (Justicia), legajo 3703: Guadalcanal. Sacramento en la ermita de San Vicente (1851).
(5) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 275 (1855).
(6) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 327 (1874).
(7) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 632, expediente n.911: Guadalcanal. Ermita de San Vicente. Sobre su reedificación, bendición y Sagrado permanente (1875).
(8) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 332 (1876): Guadalcanal. Parroquia de Santa María. Queja del alcalde por haberse negado el Cura a ceder la ermita de San Vicente para colegio electoral.
(9) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 336 (1877).
(10) A.G.A.S., sección II (Justicia), serie Hermandades, legajo 225.
(11) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 414 (1914).
(12) A.G.A.S., sección II (Gobierno), serie Asuntos Despachados, legajo 587: Expediente de venta de la ermita de San Vicente de Guadalcanal (1925-1935).
(13) HERNÁNDEZ DÍAZ, José - SANCHO CORBACHO, Antonio: Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1937. Pág. 131.
(14) A.G.A.S., sección IV (Administración General), serie Inventarios, legajo 693.
(15) GÓMEZ MORENO, María Elena: Escultura del siglo XVII, vol. XVI de "Ars Hispaniae". Madrid, 1963. Pág. 179; HERNÁNDEZ DÍAZ, José: Juan de Mesa. Escultor de Imaginería (1583 - 1627). Sevilla, 1983. Pág. 82.
(16) HERNÁNDEZ DÍAZ, José - SANCHO CORBACHO, Antonio - COLLANTES DE TERAN, Francisco: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, vol. IV. Sevilla, 1953. Pág. 224; V.V.A.A.: Guía artística de Sevilla y su provincia. Sevilla, 1981. Pág. 583.

Salvador Hernández González
Revista de Feria 2000

sábado, 14 de septiembre de 2024

Reflexiones

Los niños de los años cincuenta de Guadalcanal

         El agua se desparrama por el pretil de la ancha alberca de la huerta. Va calentar el sol cada vez más y la tierra, reseca, acoge agradecida el reguerito de agua fresca derrama la alberca.

A las dos de la tarde, el campo en verano se deja aplastar por el calor y el silencio. Sólo un moscardón o un gran abejorro zumba inquieto sin que sepamos nunca dónde está. La calina derrite los sesos de un pollino, inmóvil como una gran figura de peluche desvaído, que se acoge a la sombra de una higuera enorme que hay unos pasos más No se inquieta el asno por los movimientos y las voces estridentes del grupo de chavales que chapotean en la alberca redonda y grande. Ahora uno de ellos, apoyándose en el borde salta fuera ágilmente. Lleva un bañador oscuro, azul marino, con peto y tirantas. Es un bañador de esos que eran comunes allá por los años cincuenta cuando apenas hacía poco más de diez años que había concluido la guerra civil.

         Entonces, todavía nadie pensaba en democracias ni en políticas. España comenzaba a levantarse de una catástrofe espantosa que había costado las mejores vidas de gente en uno y otro bando.

Comenzábamos a olvidar. Las heridas sanaban, quedaban cicatrices enormes en los pueblos y en las almas, pero el mundo entero estaba, por fin, en paz después de sufrimiento y de tanta locura, y las puertas de la esperanza se nos iban abriendo poco a poco. Eran, todavía, años de penuria, de escasez, con los cementerios demasiado llenos y las despensas demasiado vacías. Se comía mal y poco, se remendaban las camisas y los zapatos, se parcheaban las perolas y los cubos y se les daba la vuelta a los abrigos y las chaquetas.

         Los que entonces éramos niños nada sabíamos de huelgas, ni de reivindicaciones laborales, ni de injusticias sociales. Veíamos a nuestros padres luchar a brazo partido con la vida para llevar un jornal al hogar y les admirábamos por su tesón y su constancia. Oíamos que en Sevilla los estudiantes tumbaban tranvías, en lucha con los “grises”, sin saber muy bien por qué lo hacían y nosotros, por solidaridad con ellos, hacíamos novillos en la escuela. Pero nada más. Todo el que tenía un trabajo procuraba cumplir y conservarlo sin querer pensar en más, porque apenas si había derechos y sí muchas obligaciones...

         Después, las hojas del calendario fueron sucediéndose una a otra con vertiginosa rapidez. Los años, la vida, volaban. Mil novecientos sesenta, sesenta y cinco, setenta... Francisco Franco, el Caudillo salvador de España para unos, el tirano para otros, admirado y odiado a un mismo tiempo, acaba sus días y se presenta ante el juicio de Dios a rendir cuentas de sus actos. Y ante los españoles se abre un nuevo capítulo de la Historia. Muchos malintencionados y muchos oportunistas, que aguardaban su momento, salen a la luz. “Ahora somos libres” se escucha por doquier. Pero la Libertad es un arma de doble filo, sirve para todo y para todos. Con ella y en su nombre, se puede hacer el bien y el mal, se puede trabajar generosamente por los demás y se puede trabajar egoístamente por uno mismo. Se puede jugar limpio y se puede mentir... Y, sin embargo, es la gran riqueza del ser humano.

         Ahora, en mil novecientos noventa y cuatro, en la madurez de nuestras vidas, los niños de los años cincuenta, que no fuimos educados en los difíciles vericuetos de la política, nos encontramos, tal vez, desorientados en lo más íntimo de nuestro ser.

         Tenemos, tiene España, la gran oportunidad de progresar en paz y en libertad y está quedando atrás ya el sarampión desorientador de los primeros años de democracia.

         No son estas páginas el lugar idóneo para vaticinios políticos, ni para mostrar preferencias, y no voy a caer en ese ridículo, pero tengo derecho a preguntarme a mí mismo y a todos, noblemente, hasta dónde estamos dispuestos a dar para salir adelante. Sí, tengo derecho, y lo tenemos todos los españoles, a pedir que sean barridos todos los vividores y todos los oportunistas, sean quienes sean y del color que sean, para que un viento de honradez y limpieza refresque nuestra patria, nuestras ciudades, nuestros campos y nuestros pueblos

         Para que todos seamos uno solo, codo con codo, en el común afán de un futuro mejor nuestros hijos.

PLÁCIDO DE IA HERA
REVISTA DE FERIA Y FIESTAS – 1994