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sábado, 2 de noviembre de 2024

Guadalcanal Monumental 5


Convento de la Concepción

          Convento de Franciscanas según un texto o Clarisas según otro, el de la Concepción, fundado por legado testamentario del indiano guadalcanalense Álvaro de Castilla y Ramos, otorgado el 11 de septiembre de 1641 en Guanajuato (México). Su apertura se produjo en 1649 con 11 monjas venidas del convento de la Concepción de Mérida del que tomó su nombre. Este Convento debió tener una enorme extensión, abarcando desde la actual Iglesia hasta el que se llamó Paseo de la Cruz, actualmente Avenida de la Constitución. A este respecto todavía recuerdo haber visto, hace unos cuarenta años, como las dependencias que daban a esta calle eran transformadas en garajes para camiones de gran tonelaje de la familia Gálvez. Parece de lo que antecede que es de este Centro religioso del que tenemos menos noticias y fuentes documentales.

            Aparte de los tres indianos mencionados en lo que antecede Julia Mensaque nos informó, en su trabajo citado, de la existencia de Teresa de Morales, guadalcanalense, vecina de Panamá, que legó 3.000 ducados para establecer una capellanía en la Iglesia Mayor de Santa María. Otras Capellanías fundadas por emigrantes guadalcanalenses a Indias han sido exhaustivamente documentadas por el investigador sevillano del CSIC Javier Ortiz de la Tabla Ducasse que enumera las siguientes personas como fundadores de estos legados: Alonso Bonilla, Alonso López de la Torre, Diego Ramos Gavilanes, Diego Ramos el Rico, Fernando Rodríguez Hidalgo, Juan Bonilla Mexías, Jerónimo de Ortega Fuentes, Luis Ortega Suárez, Antonio de la Bastida y Cristóbal de Arcos.   

            De los datos anteriores llama poderosamente la atención el contraste entre la religiosidad interna de los guadalcanalenses de los siglos precedentes, particularmente los que habían hecho las Indias, que estuvieron muy preocupados por la salvación de sus almas, con cuyo fin fundan los monasterios y capellanías en su pueblo natal, y la actual vivencia externa del hecho religioso, que se manifiesta en la Semana Santa y Romería, y que algunos sociólogos de guardia llaman “marcadores de identidad”.

            Llegado a este punto creí oportuno, con vistas a rellenar las enormes lagunas existentes, hacer una investigación en la Biblioteca Cardenal Cisneros de Madrid de los PP. Franciscanos, donde fui atendido amablemente por su director Padre Hipólito. La búsqueda en este Centro concluyó que no había nada relacionado con nuestro pueblo, pero dicho fraile tuvo la amabilidad de facilitarme la dirección de dos Centros regidos por su Orden, y otro de los Dominicos de la Provincia de Filipinas que tienen en Valladolid una Biblioteca que contiene fondos procedentes de la Desamortización de Mendizábal. Lamentablemente, en ninguno de los cuatro Centros me pudieron facilitar datos que completaran los anteriores. En cualquier caso, quiero agradecer desde estas líneas las amables respuestas que recibí de los Padres Franciscanos Hermenegildo Zamora del Santuario del Loreto (Espartinas), Jesús España del Santuario de Regla (Chipiona) y el Sr. C. Mielgo de la Biblioteca Estudio Agustiniano de Valladolid.

Concluyo estas líneas animando a los historiadores guadalcanalenses, profesionales y aficionados, tanto nativos como foráneos, a que hurguen en esta parcela de nuestra historia con el fin de completar la documentación existente y aportar las fuentes correspondientes que aún no han sido citadas.

FUNDACIÓN DEL HOSPITAL Y CONVENTO DE LA CONCEPCIÓN.

             A principios del siglo XVII vivía en las Indias un individuo llamado Pedro de Ledesma, el cual envió cierta cantidad de dinero para fundar en Guadalcanal, donde había nacido, un hospital y otras obras pías, nombrando por albacea a don Álvaro de Castilla.

            Llegada una suma de 40.000 ducados, juntamente con el testa­mento, a poder del consignatario Rodrigo de Castilla, hermano del cita­do albacea, como transcurrido algún tiempo y conforme a la voluntad del testador, ni dicho capital se había impuesto a renta, ni tampoco se había comenzado la erección de dicho establecimiento, en 10 de enero de 1613 un tal Francisco Torres recurrió ante el fiscal de la Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla, a fin de que se ejecutase lo dis­puesto por Pedro de Ledesma en su testamento.

            Esta Audiencia comisionó, pues, a Cristóbal Chamorro para que viniera a Guadalcanal e investigara en el caso. Resultó, en primer lu­gar, que el denunciante no existía. Por declaración que hicieron ciertos testigos, se supo que don Álvaro de Castilla había marchado a Améri­ca, y por la que ofreció doña Isabel de Castilla, hija de don Rodrigo, pudo averiguarse que "en su poder hay treinta y cuatro mil ducados, enviados desde Indias por don Álvaro, y que Pedro de Ledesma hace diez y ocho años que vino de Indias a casa de Rodrigo de Castilla, su pariente".

            Añadió Chamorro en el instrumento que redactó que "esía gente (la familia de Castilla), que es tan poderosa y de tanto dinero", había tenido sospecha de que el albañil Juan Bautista Ruiz Callejón había sido el verdadero delator, quien, a su vez, por denuncia que contra él había presentado en el Juzgado de esta villa Baltasar Gómez Tamayo. fue encarcelado y preso en la cárcel de Cazalla de la Sierra.

            El 26 de febrero de 1613, el comisionado de la Audiencia de la Casa de la Contratación solicitó de uno de los alcaldes ordinarios de Guadalcanal hiciera las oportunas gestiones para que se le entregasen el prisionero y los autos correspondientes, a lo que se negó la autori­dad local. Les fueron entonces demandados por la propia Audiencia, obedeció puntualmente.

            Nada más sabemos de estos extraños incidentes. Consta documentalmente, en fin, de cuentas, que este año de 1613 se comenzó a labrar el hospital, "en la plazuela que sale a la calle Olleros", según lo sitúa una de las escrituras fundacionales, y así lo cita don Antonio Mu­ñoz Torrado en su pormenorizada y bien urdida historia de la Cofradía y santuario de la Virgen de Guaditoca.

            Como queda dicho, el albacea testamentario del instituidor de este hospital, don Álvaro de Castilla, emigró a las Indias y allí consiguió reunir una gran fortuna. Por su testamento, otorgado en Guanajato (Méjico) el 17 de septiembre de 1614, ordenó la fundación de un con­vento de religiosas, junto al recién construido hospital, a las que impuso la obligación de asistir a cuatro enfermos acogidos en el mismo, para lo que les asignó una renta anual de 500 ducados. Nombró por patraña a su mujer, doña María de Loja y Meneses y dispuso que a la muerte de ésta pasase el patronato a su hija Agustina Bermúdez de Meneses y sus descendientes, en cuyo defecto lo ostentaría su otra hija Leonor y sus herederos.

            Muerto don Álvaro de Castilla, su viuda otorgó una escritura el 19 de abril de 1616, en nombre propio y en el de sus hijas, como tutora y curadora de ellas, por la que mandó eximir a las religiosas del conven­to la obligación de curar y asistir a los pobres del hospital anejo y dero­gó la cláusula del documento fundacional según la cual las monjas de su linaje quedaban exentas de tributar a la comunidad.

            Doña María de Loja dotó la iglesia del convento -que ya se em­pezó a llamar de la Concepción- de la primera capellanía que en ella existió, para cuyo desempeño nombró al presbítero don Francisco de Sotomayor, según escritura de 19 de enero de 1619.

            El 17 de agosto de 1622 entraron en la clausura las religiosas sor Josefa Moreno, abadesa nombrada; sor Leonor del Espíritu Santo, sor Inés de San Gregorio y sor Olalla de Santiago, oriundas del con­vento de la Concepción de Mérida.

            Según el "Memorial" de 1646, "hay en el convento algunas reli­giosas que tratan de mucha virtud, oración y mortificación; tienen todo el año ejercicios eremíticos y otros ejercicios que un religioso de esta santa provincia de los Ángeles les dio, con que se recogen grandes medros espirituales en este nuevo jardín".

            Algunos indicios quedan hoy día de este convento (patios, arca­das, etc.) en casas inmediatas a la iglesia, que, afortunadamente y muy i a pesar de su abandono, se conserva en pie todavía.

            Esta iglesia, que posee una extraordinaria elevación, es de una sola nave, cubierta por bóvedas de cañón y lunetos y media naranja en el presbiterio. En el altar mayor labraron un retablo de yesería, que recuerda un tanto el estilo plateresco, y cubrieron su frontal y gradas azulejos sevillanos de cuenca, probablemente de acarreo, pues i de época muy anterior a la de la erección del templo.

            Pero lo que más destaca del edificio es la soberbia portada -hoy cegada- de la calle Concepción, de corte clásico, bien conservada.

 Hemerotecas

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