https://guadalcanalpuntodeencuentro1.blogspot.com/

sábado, 22 de marzo de 2025

Guadalcanal Monumental 15

 

Restos de las minas del molinillo

La iglesia de San Antonio o de las Minas

    El patrimonio artístico y monumental de Guadalcanal ha ido perdiendo a lo largo de su historia muchos de los elementos que lo enriquecieron. Dejando aparte las pérdidas sufridas con las desamortizaciones del siglo XIX, las destrucciones de la Guerra Civil y los expolios y ventas de la recta final del siglo XX, algunos monumentos debieron desaparecer desde antiguo. Este parece ser el caso de la iglesia de San Antonio, que atendía las necesidades de los trabajadores de la Mina del Molinillo. Como los demás templos de la localidad, su atención y funcionamiento caían dentro del marco jurisdiccional eclesiástico de la Provincia de León de la Orden de Santiago, a pesar de ser un templo rural como el de Nuestra Señora de Guaditoca o la desaparecida ermita de Santa Marina. De ahí que la inspección de su funcionamiento se confiase a la Visita Canónica ejercida por los visitadores santiaguistas.

    En este sentido, el informe de la Visita Pastoral efectuada el 16 de noviembre de 1575 nos describe la estructura arquitectónica y el patrimonio de bienes muebles de este recinto de culto, que se convertía en el centro espiritual de las cincuenta o sesenta casas que a juicio de los visitadores integraban el poblado minero, levantado por la Corona para la explotación de este yacimiento[1]. En esa fecha el templo estaba atendido por el clérigo Juan Carrasco, en su condición de capellán.

    La iglesia era un recinto de medianas dimensiones, pues constaba de una sola nave articulada en tramos por medio de tres arcos de ladrillo. Se seguía así el tradicional modelo de iglesia de arcos transversales o arcos diafragma, propio de la arquitectura mudéjar de la Sierra sevillana y también extendido por las vecinas serranías onubense y cordobesa y las cercanas tierras extremeñas. Y como es propio de este modelo de ascendencia medieval, la cubierta consistía en una techumbre de madera de castaño, dispuesta a un agua, cuya trama estaba integrada por las consabidas vigas o alfajías de madera sobre las que descansaban los ladrillos por tabla, que suplen la tablazón de madera de otras modalidades lignarias. Un sistema de gran tradición en la zona, presente también en la arquitectura doméstica y que como vemos hunde sus raíces en las tradiciones constructivas medievales. Sin embargo, para el presbiterio, la zona más noble del templo, se reserva la cubierta abovedada con crucería gótica, que en el caso de esta iglesia de San Antonio mostraba su plementería realizada en ladrillo, con lo que se reforzaba el componente estético de mudejarismo de estas construcciones religiosas rurales, tan vinculadas a la práctica de los maestros locales que perpetuaban usos y técnicas ancestrales. Para el servicio del templo se contaba con una sacristía mediana, techada a un agua con el mismo sistema constructivo visto en la nave del templo.

    Los datos suministrados por esta Visita Canónica de 1575 se completan con el testimonio que ofrece un inventario fechado el 6 de julio del siguiente año de 1576[2]. Si bien coincide en la descripción del templo con el informe de los Visitadores santiaguistas, añade algunos datos complementarios, como las medidas de la nave (25 pies de ancho y 88 de largo), “de proporcionada altura”, y la existencia de dependencias accesorias como la casa del capellán, integrada por dos “piezas” o habitaciones bajas y cuatro altas.

    Al presbiterio o capilla mayor se ascendía por tres gradas o escalones forrados de azulejos. El testero estaba ocupado por el retablo mayor, que adoptaba la forma de tabernáculo o templete cerrado por portezuelas. Su estructura descansaba sobre el pequeño tabernáculo del Sagrario, del que sabemos estaba decorado en 1575 con cuatro balaustres – elemento propio del repertorio ornamental del Renacimiento – que sustentaban una cornisa dorada de coronamiento. Se cerraba por medio de una portezuela ornamentada con la representación del tema de la Resurrección de Cristo, seguramente en relieve escultórico. Este receptáculo eucarístico se cerraba con sendas puertas pintadas al óleo y albergaba la custodia de plata del Santísimo Sacramento. El núcleo del retablo lo constituía el citado templete cerrado con puertas (en cuyas caras estaban pintadas las efigies de San Juan Evangelista y San Antonio), que albergaba una imagen también pictórica de la Virgen con el Niño. Sobre la mesa de altar, a la izquierda, descansaba una imagen de San Antonio de bulto redondo. Y coronando todo el conjunto, una imagen del Crucificado también de bulto redondo. Otras piezas de interés eran dos guadamecíes pequeños (piezas de adorno elaboradas en cuero) que representaban a los santos Andrés y Santiago.

    El templo contaba también con un ajuar integrado por piezas de orfebrería como un cáliz, dos crismeras, una ampolleta, dos candeleros y una pareja de vinajeras medianas, todo de plata, además de diversas vestiduras litúrgicas como casullas, albas, amitos, frontales de altar, etc. Otros enseres eran un incensario de latón, una caldereta o acetre de azófar para el agua bendita, una campanilla para el altar, dos atriles, la pila bautismal cerrada con tapa de madera, el palio para la procesión del Santísimo Sacramento tejido en damasco carmesí, unas parihuelas cerradas con su tapa a modo de ataúd para los entierros, el guion o estandarte para la procesión eucarística (coronado por una cruz de madera dorada), el reloj de la iglesia, un candelero grande de madera para colocar el cirio pascual, un cajoncito de madera de pino para guardar la cera del Santísimo y un púlpito también de madera de pino con su escalera. Para los cultos de la Semana Santa se utilizaba, como Monumento Eucarístico, un arca de madera de nogal donde se depositaba el Santísimo. Este conjunto de enseres litúrgicos se había costeado tanto a base de las limosnas de los fieles como especialmente a costa de la Hacienda Real, interesada en la correcta atención espiritual de los trabajadores de este poblado minero, en aquella interesante coyuntura de la España de mediados del siglo XVI, cuando las minas de Guadalcanal adquirieron la celebridad con la que han pasado a la Historia.


[1] ARCHIVO HISTORICO NACIONAL, sección Ordenes Militares, Visitas de la Orden de Santiago, libro 1012 – C, folio 378 recto – 379 recto.

[2] ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS, sección Cámara de Castilla – Diversos, legajo 46, documento 31: Relación de los ornamentos y otras cosas de la iglesia de las minas de Guadalcanal (1576).

Salvador Hernández González
Revista de Feria 2009

sábado, 15 de marzo de 2025

El ocaso de un poeta

Luis Chamizo (1943/1945)

Como el Guadiana mismo -aquí se oculta, allí aparece- así es la vida de Luís Chamizo, sujeta siempre a un movimiento pendular que le lleva de la fama al silencio, del éxito al fracaso.

En los primeros días del año 1943 -momento en que comenzamos nuestra evocación- Chamizo se nos presenta, por decirlo con palabras de Machado, "pobre, cansado, pensativo y viejo". Se ha disipado en su espíritu la ilusión que antes le impulsara a acometer las más ambiciosas empresas literarias y en los ojos le asoma el velo del hastío. El corazón abierto por los dolores de la aún cercana guerra civil, ajada el alma por un mar de dudas y acosado por imperiosas necesidades económicas, Chamizo se ve obligado a trasladar su residencia a Madrid. Y tras la ventanilla del ferrocarril, que de Guadalcanal le lleva a la capital, contempla el poeta las tierras extremeñas, ateridas por el frío invernal. Ante sus ojos desfilan en loca carrera ondulados altozanos, suaves parameras, bosques de encinas, robustas y humildes, símbolo y blasón de toda una gloriosa raza; regatos, esquilas, paz, silencio... Extremadura, su Extremadura, queda definitiva y dolorosamente atrás. Partir es morir un poco.

Poblaban la mente de Chamizo los perfiles de un Madrid arnichesco que él conociera y viviera, todavía "último rincón romántico de Europa", a caballo entre la gran urbe cosmopolita y el franco lugarón manchego. Una ciudad que hoy reía con los lances licenciosos del duende la Montera, para llorar mañana la muerte de doña Emilia Pardo Bazán. Un pueblo llano y hospitalario, que a Chamizo le dispensó la más cordial de las acogidas cuando en el año 1921, publicó el poeta su "Miajón de los Castúos". El éxito alcanzado por la obra rebasó todas las previsiones, agotándose las dos primeras ediciones en un plazo inferior a quince días. Madrid vibraba con aquellos versos cuajados de aires rústicos, en un ansia de recuperar aquellas esencias propias que ya empezaba a perder. Que Madrid, antes que Corte, fue siempre y por encima de todo, Villa.

Veintidós años han transcurrido desde esos días de gloria, hasta esta desapacible jornada de 1943, en que Luís vuelve a la capital. El poeta se hospeda en el Hotel Gibraltar, y de allí partirán sus paseos mañaneros, perdido entre callejas y plazuelas, en las que parecen cobrar cuerpo sus nostalgias. Son todos itinerarios presididos por la añoranza y el recuerdo: Travesía del Conservatorio número 14, su primer aposento madrileño; Instituto Cardenal Cisneros, donde el poeta cursara parte de su Bachillerato; calle ancha de San Bernardo, sede de la Universidad Central en la que, con diversa fortuna, estudió la carrera de Derecho, y calle de la Madera Baja, la más entrañablemente guardada en el corazón del poeta. En ella -años atrás- existió una pensión en la que Luís vivió largas temporadas. Regentaban la misma dos ancianas a quienes Chamizo convertiría en las primeras lectoras madrileñas de sus poemas. Algo de su propio ser se encerraba en aquel barrio, apellidado Latino. Algo que no quería perder. Y por ello decide alquilar un modesto piso en la cercana calle del Escorial quince, en el que residirá hasta su muerte. A escasos metros de su hogar tiene el suyo Antonio Reyes Huertas, con quien le unió de antiguo una sincera amistad.

La vida cotidiana del poeta es sencilla, humilde, casi ascética. Por la mañana se levanta temprano y gusta de escribir hasta la hora de incorporarse a su puesto en el Sindicato Nacional del Espectáculo. Tiene Luís entre manos la elaboración de una obra teatral para la que ya ha encontrado un título: Ellos y nosotros, drama autobiográfico que por desgracia, fue destruido tras la muerte de Luís sin que sus hijas pudieran hacer nada por evitarlo.

No gusta. Chamizo de frecuentar los ambientes mundanos, y ama apasionadamente el recogimiento hogareño. Ello no es óbice para que acuda puntualmente a todos los estrenos teatrales que se celebran en la capital. De siempre el teatro fue una pasión para Chamizo, quien los sábados de nueve a doce de la noche suele asistir a la tertulia del Café Pombo.

Un doloroso suceso, la muerte de su madre, viene a sembrar de amargura el ánimo de Luís. Doña Asunción Triguero Bravo expira en Guareña el día 13 de agosto de 1943. A ella dedicó Luís Chamizo su primer poema, cuando aún no contaba ocho años de edad, y con su fallecimiento, el caudal poético de Chamizo queda seco. A partir de ahora se abrirá un largo silencio literario, antesala dramática de la muerte.

Un proyecto singular ocupa al poeta en los últimos años, meses ya, de su vida: la creación de una pequeña escuela de recitación, en la que el mismo poeta desentrañaba los secretos declamatorios de sus poemas.

El Chamizo decidor de sus composiciones, ha sido poco estudiado, a pesar de que su labor en este campo fue extensa y fructífera, según los testimonios conservados. Hay a este respecto un significativo artículo que Arturo Gazul publica en el Hoy y en el que puede leerse:

"Un recital de Chamizo en cualquiera de nuestros pueblos, tenía la rara virtualidad de desarmar nuestro feroz individualismo y de unirnos e identificarnos en una especie de comunión emocional. La voz del poeta era la voz ancestral de la tierra y a su conjuro las almas se fundían en una sola alma y los corazones en un solo corazón".

Gracias a aquellas clases, Luís consigue reunir un grupo de entusiastas de su obra, que con afán encomiable se entregan a la nada fácil recitación de las rapsodias castúas. Y Chamizo, como el más hábil de los maestros, se sirve de todo tipo de resortes pedagógicos de entre los que, por más frecuente y singular, destacaría la utilización de las suertes taurinas para el adiestramiento de gestos y aires de su alumnado. Y así no era extraño que los versos de "La Jilandera", "La Juerza d'un queré" o su magnífica "Nacencia", surgieran en un marco bordado de verónicas y chicuelinas.

De todos sus discípulos -verdaderos hijos en el corazón del poeta Luís Chamizo- honra a dos con el regalo de su amistad total. El primero, Manuel Pano, catalán de nacimiento, pero extremeño de corazón, por quien Luís siempre sintió un especial cariño. Al propio Pano encomendaría Chamizo el prólogo que habría de encabezar su libro Vibraciones, colección de poemas en castellano del vate guarenense que nunca vieron la luz en vida del poeta. El segundo de aquellos alumnos es Carlos Pérez Alonso, a quien Luís siempre calificó como el más dotado de sus discípulos y en quien el poeta encarnó sus ansias nunca colmadas de tener un hijo varón. El sería el compañero, lazarillo a veces del poeta, que caminaba ya al final de su vida.

En el mes de agosto de 1945 se le presenta a Luís una otitis que le ocasiona fuertes dolores. Aconsejado por sus familiares acule a la consulta del doctor Tapia quien le diagnostica la dolencia, aplicándole un tratamiento que en principio ataja el mal. Mas la infección, secretamente, continuará su paso. Chamizo soporta el dolor con resignación. Son estos días de profunda tristeza, que quedan bien reflejados en un documento hasta hoy inédito, y que tuve la fortuna de hallar en el archivo personal del poeta. El documento en cuestión es un dictado que Luís hace a la menor de sus hijas, Asunción, y que por mor de las circunstancias, se va a convertir en un verdadero testamento literario. Dice así: "Yo era feliz. Tenía veinte años. Me sonreía la vida. Todo un mundo de ilusiones y esperanzas se abría a mi paso. Mis versos eran famosos en todo el mundo. Hasta de Japón llegaron cartas ensalzando mi obra. Todo cayó y todo murió. Cuando yo deje de existir me harán la justicia que no me han hecho todavía".

El dictado lleva fecha del día cinco de diciembre de 1945.

Las últimas fuerzas de Chamizo se agotan. El día dieciocho de diciembre sufre un desvanecimiento, lo que le obliga a postrarse en cama de la que ya no volverá a levantarse. Una voraz septicemia se ha apoderado de su cuerpo.

Luís Chamizo entra en agonía en las primeras horas de la noche del día 24 de diciembre. Momentos antes de fallecer un fraile mercedario de la cercana iglesia de la Buena Dicha, le administra los Últimos Sacramentos.

En la madrugada del día 24 de diciembre, con el corazón repleto de Extremadura y el nombre de su madre en los labios, expiró. Fuera el aire se poblaba de un rumor de zambombas y sonajas y en la pequeña alcoba en que reposaban los restos del poeta parecían oírse estas palabras: "Cuando yo deje de existir me harán la justicia que no me han hecho todavía".

Basanta Reyes, Antonio

sábado, 8 de marzo de 2025

Guadalcanal Monumental 14


La Torre de la Iglesia De Santa María de la Asunción
Un legado del esplendor de las minas de plata del siglo XVI

    Recuerdo cuando aún era niño aquel viejecito con su gorra y su bastón que todos llamábamos Bastián, sentado en un banco de la plaza contando historias y chascarrillos de nuestro pueblo, en una de sus citas más o menos comentaba: “nuestros antepasados echaron hace muchos años a los moros de Guadalcanal, salieron corriendo y no les dio tiempo ni a terminar la torre de la Iglesia, después de tantos años así se quedó, como la veis”.     Esta frase que no sé si será totalmente exacta a la que él dijo, era una sentencia y no tenía razón nuestro recordado Bastián, la torre es quizás el único legado que nos quedó de la floreciente Guadalcanal en el esplendor y posterior decadencia de sus minas en el siglo XVI, ya que en el año 1556 Agustín de Zárate, el recién nombrado administrador General de las minas de plata de Guadalcanal por la Princesa Regente Gobernadora, "recibe un nuevo destino de la administración fiscal y se establece en Guadalcanal para asegurar el orden en el beneficio del mineral y la recaudación de los derechos estatales de las importantes minas de plata que se han descubierto en esta villa"
    El Sr. Zárate se reúne a principio de dicho año con el Concejo de la Villa y sus alcaldes, estos le proclaman los pocos beneficios que la localidad obtiene de la explotación de la dicha rica mina, denunciando el progresivo estado de pobreza de la vecindad, por las grandes mermas de ganado (que se utiliza sin control y a bajo precio en la mina para alimentar a propios y esclavos), la esquilma de los montes que quedan "limpios" de leña y pastos, material para hacer carbón y maderos para la mina, todo esto hace que los montes queden mermados y con falta de manutención para el ganado, unido al poco trabajo que se les ofrece a los guadalcanalenses en la mina, que por su escasa profesionalidad, se limita al acarreo y penosos trabajos de pocos maravedíes de salario. 
    En este mismo sentido, el Concejo envía una libranza a la corte: “conbiene al seruiçio de V.M. que en esta fábrica no se lleue alcabala del carbón, leña, plomo y almártaga, pues estas son cosas que nunca se bendieron arrendaron en el dicho término de Guadalcanal, sino después que en la fábrica se funde y así ni al concejo ni arrendadores no se les haze agrabio. Reçobelo (agravio) la fábrica que de las demás cosas que en ella se benden lleuen más alcabala de lo que se lleua en la misma villa de Guadalcanal y así suplico a V. M. lo mande y con los mesmos días de franqueza que ay en la dicha villa”. 
    La respuesta real es favorable a la pretensión de la administración: Así pues, de hecho, la mina resulta ser un vecino incómodo para la villa; goza de los derechos de los demás vecinos —cortar leña y aprovecharse de los pastos propios y comunes— pero no se sujeta por la mayoría de los deberes. ¿Cómo afecta esto a la mayoría de los vecinos?, menos en los derechos, éstos sí que se ven claramente perjudicados: la rica dehesa de la villa, antes a disposición de los avecindados, queda reservada para el exclusivo de las minas durante 10 meses del año y sólo los dos meses de verano para el libre acceso de los vecinos 
    El mismo Zárate es consciente de que la villa merece una cierta compensación a los perjuicios que recibe en función de la presencia de la explotación real: “Conbendría que la alcauala de lo que se vende en las minas no se diese encabeçamiento a la villa de Guadalcanal, porque valen las cosas a esta causa eçesivamente caras, porque molestan a los que bienen a vender y les lleuan demasiada alcauala y a causa dello el carbón, almártaga y otras cosas nesçesarias se encaresçen y no se traen á vender a las dichas minas lo nesçesario"                                                                                                                                          . Por eso conbendría que se repartiese y diese por vía de encabeçamiento de las dichas minas a la fábrica dellas por un predio moderado y a los de Guadalcanal, "Su Magestad los gratifique los daños que a causa de las minas resçiuen así en los mantenimientos como en el pasto del ganado y bestiamen de las minas en su dehesa y en sacar çepas y no es equivalençia el prouecho que tienen de los que trauaxan en las minas de la villa, la qual meresçe qualquier gratificación por el amor y voluntad con que siruen a Su Magestad”. 
    El 25 de Abril, después de repetidas reuniones de D. Agustín de Zárate con el Concejo de la Villa, envía varios escritos a Valladolid para la princesa gobernadora, y, en uno de ellos comenta: “Con la mucha hanbre que en esta tierra hay, acude a estas minas mucha jente que no nos podemos valer porque el principal intento que traen es el de hurtar (...)”. Igualmente reconoce el administrador que: “labrándose aquí minas, forçoso se han de encaresçer los jornales y resçibir grande daño toda la tierra, porque les será grande costa labrar sus heredades” 
    En otro escrito comenta que los roces entre vecinos de la villa y la población minera son frecuentes y se inscriben los tradicionales choques entre comunidades configuradas y asentadas de antiguo y poblaciones halógenas. En este informe daba noticia de que: “los vezinos de la dicha villa de Guadalcanal hazen muchas molestias y malos tratamientos a los maestros, ofiçiales y operarios y otras personas que entienden en (...) las minas que an paresçido en término de la dicha villa y que no les quieren dar posadas ni rropa en que duermen ni mantenimientos por sus dineros”. 
    El 22 de Octubre de 1556 la princesa gobernadora dirige un escrito a D. Diego López administrador tesorero de la mina de Guadalcanal y otorga la obligación de liberar de los beneficios de dicha mina la cantidad de 590 ducados (221.250 maravedíes), equivalente al 0,017% del beneficio total de la extracción de plata hasta la fecha, así mismo otorga las siguientes libranzas, para un paño de la Iglesia de Guadalcanal 75.000 maravedies, al monasterio de los descalzos de Guadalcanal, 4 cálices de plata de las minas, con un valor de hechura de 37.500 maravedies, para limosnas a diversas instituciones religiosa de la villa 17.500 maravedíes y una cantidad no determinada para la adquisición de una campana para la torre de Santa Ana. Al año siguiente, según cédula de 12 de Mayo, se otorga otra asignación de 200 ducados (75.000 maravedíes) para seguir con la construcción de la torre de Santa María de la Asunción y finalmente, en el año 1559, se otorga una última obligación de liberar la cantidad de 65.000 maravedíes para terminar la dicha torre, así dispone la princesa regente gobernadora y envía copia de otorgamiento a Juan Pérez de Mérida mayordomo de la iglesia parroquial De estos otorgamientos es sabedor ejecutor D. Hernán López del Campo, instructor del Consejo de Hacienda y Contador Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. No hay constancia documentada de más asignaciones para la construcción de la torre y tampoco si en el año 1559 tenía su estado actual o si los sucesivos Concejos decidieron invertir más en su construcción. 
    La Torre de la iglesia de Santa María de la Asunción de Guadalcanal se levantó sobre la parte de la antigua muralla defensiva almohade de la población, se sitúa a los pies de la nave izquierda, después de varios siglos, la situación actual de esta torre es de deterioro y semi abandono, sea por parte de la iglesia o por las distintas administraciones que pudieran implicarse. En estos últimos tiempos se han efectuados varios intentos fallidos para remediar la situación: En el 2008, el arquitecto de la Archidiócesis de Sevilla, acompañado por el Delegado de Patrimonio del Excmo. Ayuntamiento -Eduardo Cordobés- y el Párroco de Guadalcanal -Gabriel Sánchez-, estuvo visitando el lunes 29 de septiembre la torre de la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, que presenta diversos desperfectos provocados por el paso del tiempo. Se ha acordado, en una primera fase que comenzaría en breve, fijar los elementos que se encuentran en peores condiciones y entrañan un mayor peligro, como las cornisas. Estas obras están financiadas por la Archidiócesis de Sevilla. La colaboración del Excmo. Ayuntamiento se centrará en la limpieza interior de la torre. El 5 de Noviembre de 2014, el entonces alcalde de Guadalcanal José Manuel Martínez, concedió una entrevista en El Correo de Andalucía a José Ángel Fontecha en la que entre otras cosas decía: “se adelantó ayer las principales líneas de actuación que podrían llevarse a cabo en la consecución de la financiación necesaria para la restauración de la torre de la Iglesia de Santa María de la Asunción. Tras sendas reuniones con responsables de La Caixa y con el párroco, Juan Carlos de la Rosa, el regidor aseguró que son tres campos en los que se pretende trabajar” “El Ayuntamiento y la iglesia firmarían un acuerdo para la apertura de una Cuenta Solidaria conjunta donde todo el que quiera, a base de donaciones podría ingresar lo que estime conveniente”. 
    “El Ayuntamiento contribuirá económicamente en todo lo que vaya pudiendo con la consecución de ayudas”. "Los contribuyentes que participaran en la colecta, aseguran desde el Consistorio, independientemente de la suma aportada, recibirían un diploma para recordar su colaboración". Los otros dos campos de acción "vendrían en forma de subvención, ya que se prevé solicitar las ayudas económicas pertinentes tanto al Ministerio de Fomento como al Grupo de Desarrollo Rural Sierra Morena, a fin de conseguir parte de los casi 300.000 euros en los que está presupuestada esta restauración. Dichas subvenciones son excluyentes entre sí, por lo que, si se logra una de ellas, quedaría descartada la otra"
    Han pasado los años, varias corporaciones municipales y párrocos, pero lo cierto es que nuestra simbólica torre de la plaza de España, sigue deteriorándose, sin emprender las obras necearías para su restauración y con las tres bufandas negras puestas que tanto afean el edificio y contorno, nuestro paisano Juan Daniel Blanco Ceballos se preocupa todos los años de retirar los escombros del interior y limpiar los escalones de los excrementos de las palomas. Parece según información que el Arzobispado de Sevilla ha habilitado conforme al proyecto, una partida similar a la que se concedió para arreglar la techumbre del convento, esta partida está pendiente de ejecutar a través del Área de Cultura del Emxo. Ayuntamiento de Guadalcanal.

Fuentes. - Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal, De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales (Julio Sánchez Gómez-Salamanca 1989), Consejo y Juntas de Hacienda, Contadurías Generales, Sobre emigración a América de los habitantes de Guadalcanal y Hemerotecas. Rafael Spínola

sábado, 1 de marzo de 2025

Guadalcanal 1833 2/2


INCORPORACIÓN DE GUADALCANAL A LA PROVINCIA DE SEVIILLA Y SEGREGACIÓN   DE MALCOCINADO COMO MUNICIPIO PERTENECIENTE A BADAJOZ.

 Segunda parte

 

            En 1856 hallamos algunos visos de prosperidad, en el ámbito municipal tal vez como consecuencia de la venta, a don Ignacio Sán­chez Martín de la dehesa del Postigo, que pertenecía a sus propios, y. sobre todo por la liquidación de gastos ocasionados durante la guerra de la Independencia a este Ayuntamiento por parte de la Real Hacienda, cuyas cantidades fueron hechas efectivas en la persona de don Luis López de Ayala.

            Ello permitió realizar algunas obras de urbanización, tales como la fila de casas que flanquea el Paseo del Palacio, en lo que actualmente es la calle Palacio. Para esto, como para la rotulación y nume­ración de las calles y casas de la población, se formó una junta pericial, de la que se designó como presidente a Antonio Llamazares.

            Por un repique general de campanas que, por orden del alcalde don Antonio Moreno Guerrero, se hizo el día 13 de diciembre de 1857. todo el vecindario tuvo conocimiento "del feliz natalicio del Príncipe de Asturias", Alfonso Francisco Fernando Pío. Después del toque de áni­mas de ese día, tuvo lugar un concierto en la Plaza Mayor, y al día siguiente se celebró misa solemne, seguida de un "tedeum", en Santa María, a la que asistieron el clero y la Corporación municipal.

            Ocho días después, el teniente de alcalde don Carlos Franco Romero se dirigía a Doña Isabel II en los siguientes términos:

 

"Señora”

            El Ayuntamiento Constitucional de la villa de Guadalcanal, pro­vincia de Sevilla, tiene la honra de ofrecer a L.R.P. de V.M. la sincera expresión de júbilo por el feliz natalicio del augusto hijo de V.M. y sere­nísimo Príncipe de Asturias.

            Y el Ayuntamiento, Señora, que reverentemente deposita el homenaje de su lealtad ante el excelso trono que V.M. ocupa, ruega a la vez al Todopoderoso prolongue con innumerables días las vidas preciosas de V.M. y del príncipe heredero, para que, animado por el valor de los Pelayos, adornado de la santidad de los Fernandos, son­reído por la fortuna de los Carlos, dotado por la prudencia de los Felipe y revestido de las altas virtudes que tanto brillan en el reinado de V.M., sobre la ventura de esta gran nación, que fía la gloria de su por­venir en las relevantes prendas de su futuro rey.

            Dígnese, pues, V.M. aceptar este testimonio, que con el debido acatamiento tiene la honra de ofrecer a V.M. el Ayuntamiento de esta villa.

            Salas Consistoriales de Guadalcanal, 20 de noviembre de 1857.

 

Señora. A.LR.P. de V.M."

            A buen seguro que caló hondo en la femenina sensibilidad de la soberana tan pedantesca como halagadora felicitación, pues he aquí que cuando un lustro después alguien solicitó la real aprobación de los estatutos por los que habría de regirse la Cofradía de la Virgen de Guaditoca, tiempo le faltó para ordenar al ministro de Gracia y Justicia que comunicase a este Ayuntamiento su graciosa concesión.

            En sesión extraordinaria que en 25 de marzo de 1863 celebró el Ayuntamiento, con asistencias de los tres párrocos, se acordó fijar las fiestas y solemnidades a las que había de concurrir ambos estados, que fueron:

    Publicación de la bula de la Santa Cruzada.  Se haría en Santa María, con asistencia de la Corporación municipal y Clero de las tres parroquias.

    Funciones votivas de la villa.- Las de San Gregorio y San Atanasio, en Santa María, y la de San Roque, en San Sebastián, con asis­tencia sólo de sus respectivas comunidades.

   Función de desagravios.- Tenía lugar el domingo infraoctavo de la Inmaculada, y fue acordado que concurrieran el Ayuntamiento y el Clero de las tres parroquias, con sus cruces, haciéndose de modo rotativo entre ellas.

    Procesión general del Corpus Christi.- Se celebraría en Santa Ma­ría y concurrirían el Clero local y el Ayuntamiento.

    Procesión del Santo Entierro de Jesucristo.- En igual forma.

    Octava del Corpus.- En cada una de las tres parroquias con respectivos cleros.

    Titulares de las parroquias. - Asistirían, recíprocamente, las Comunidades de ellas y el Ayuntamiento.

    Letanías mayores. - Se celebran el día de San Marcos, que si veneraba en Santa Ana. Las Comunidades de Santa María y San Sebastián irían con sus respectivas cruces y llevarían a dicho Santo en procesión a Santa María, para, una vez oficiadas las letanías devolverlo a su iglesia.

    Venida y vuelta al santuario de la Virgen de Guaditoca. - Siguiendo la primitiva costumbre, fue acordado que se haría acompañamiento de las tres parroquias.

            En virtud de una serie de superiores disposiciones que, con carácter general, fueron promulgadas en este siglo, con el fin de formar la propiedad fija y estancada en propiedad libre y circulante -que no otro fue el móvil desamortizador-, el Municipio fue expropiado de aquellos terrenos -tantas veces mencionados aquí- que componían sus bienes comunales. El origen de la mayor parte de estas prioridades concejiles se remontaba a las concesiones santiaguistas, y antiguo las disfrutaron comunalmente los vecinos y moradores localidad, de acuerdo con las condiciones y limitaciones que el Municipio imponía, según consta en las Ordenanzas municipales, que aprobadas por el Consejo de Castilla en 1674.

            No es necesario encarecer la tremenda convulsión que en el orden económico se hizo sentir, con tal despojo, entre el vecindario general. Por ello, el Ayuntamiento, consciente de la gravedad del problema, no desmayó un instante en el arbitrio de soluciones encaminadas a remediar en lo posible la funesta situación.

            Concretamente, en 1862, el alcalde don José Sanen deseoso de devolver al pueblo su secular prerrogativa, solicito al gobierno Civil de la provincia la devolución de dichos terrenos, para lo que nombró una comisión, que formaron don Miguel Ramos Lobo, don Juan Rivero y don Francisco Espino, encargada de elaborar un minucioso estudio por donde se viniera a demostrar la inveterada costumbre de esta población en el disfrute de dichas tierras, amén de un pormenores acerca de la importancia económica que tal i comportaba. Y al año siguiente, un grupo de vecinos, representados por los también guadalcanalenses don Ignacio Arcos Albarrán y don Francisco Romero Burgos, se dirigieron a S.M. en el mismo sentido Siempre, el silencio administrativo... Y, mientras, la pobreza hacía estragos entre nuestros abuelos.

            De entre las fincas enajenadas, las de Plasenzuela El Donadío, la dehesa de Estaban Yanes, La Zarza, Monforte, la de Vega y Santa Marina, fueron valoradas en 332.100 reales. Pero he aquí que en 1865 aún no habían sido devengados a este Ayuntamiento los intereses, que importaban 1.536 reales. Por ello no puede menos 3e sorprender el que todavía les quedara humor a aquellos munícipes para que presentaran una "atenta y razonada exposición" al ministro de Hacienda solicitando dicho dinero, según lo determinaba (Además)

una ley de 5 de julio de 1856.

            Pero, como a lo que parece, casi nunca vienen solas las desgracias, el 17 de septiembre de este mismo año de 1865 en este Ayuntamiento "dióse cuenta de un escrito que con fecha de 22 de agosto último presentó don Francisco de Ortega y Ayala y doña Ramona de Ortega y Arana, naturales y vecinos de esta villa, por el que manifiestan que por el Juzgado de Primera Instancia de la villa de Cazalla (el título de ciudad le viene a Cazalla de la última dictadura) se ha declarado a tos dichos y al difunto don Juan Romero la propiedad y el derecho a percibir los réditos de los censos pertenecientes a la obra pía fundada por don Nicolás de Toledo, impuesta sobre los propios de esta villa, para atender determinadas instituciones, invirtiéndose en ella sus decursos, los cuales han caducado por la extinción de los conventos de regulares de San Francisco de esta expresada villa y el de la de Jerez de los Caballeros; resultando de autos que las anualidades que se hallan sin satisfacer son desde el año de 1840 inclusive hasta la fecha, que a razón de 5.000 reales cada anualidad, importan 125.000 reales; y solicitan, como legítimos herederos de los referidos capitales, el que se incluya en el presupuesto municipal ordinario una anualidad corrien­te y otra en concepto de atrasos, hasta extinguir la deuda. El Ayunta­miento, visto el informe presentado por la comisión encargada de la búsqueda y estudio de los antecedentes que resulten acerca del asunto manifiesta:

1°.       Que, atendiendo la mente del fundador, y en el caso de que hoy pudiera cualquiera considerarse con algún derecho al cen­so de que se trata, lo serían en primer término instituciones muy respetables que carecen absolutamente de recursos, como son la Beneficencia e Instrucción pública.

2°.       Que la personalidad de don Antonio Ors para hacer la transacción que practicó con el señor Ayala y consortes no estaba legalmente acreditada, porque de ella no figuraban ni se dio partici­pación a las corporaciones que pudieran hallarse inmediatamente interesadas en el asunto, por cuyas circunstancias deben considerarse nulas y de ningún valor todas aquellas diligencias.
3°. Que la administración interina concedida al señor Ayala, mientras no se declara la pertenencia de la obra pía, puede ser en extremo perjudicial cuando andando el tiempo se declare a favor del Estado u otra cualquiera institución, puesto que éste no podría reintegrar a las personas o corporaciones a quienes se adjudicaran legalmente estos derechos.
4°.       Que, suponiendo válida la declaración de administradores que ostentan los reclamantes, estos no tienen hoy ni aun acredita­da su personalidad.

            Y, por último, que, siendo también posible la falta de titula­ción legítima o, en otro caso, la redención del censo que se declara, no debe atenderse en manera alguna la solicitud de los reclamantes mientras no presenten en su favor otras pruebas y documentos que acreditante sin género alguno de dudas que son los únicos que tienen derecho a percibirlas cantidades que se declaran".

            Menos mal que, como se ve, los sufridos munícipes supieron esquivar hábilmente la aleluya del último de los Ortega, el cual -porque acaso dormitara sobre los laureles de su principalía- permanecía igno­rante de las graves circunstancias que el pueblo atravesaba.

            A un extremo tal llegó la situación, que por la Corporación municipal, integrada por don Cándido Venegas, don Narciso Calleja Galindo, don Ignacio Arcos Albarrán, don Francisco Rivera Palacios, don Antonio Fontán, don Antonio Moreno Guerrero, don José Barragán Palacios, don José de Castilla y Grajera, don Antonio Rivera, don Mar­cos Alvarado, don Manuel Arcos, don Juan Rivera, don Ramón Rivero y don Ignacio Vázquez, puesto que el paro era casi absoluto, se acorde dar, para su explotación, la llamada Dehesa Boyal a aquellos vecinos que lo solicitarán. Como se sabe, esta dehesa -que era uno de los escasos bienes que a la sazón restaban al Municipio- desde antiguo estuvo destinada al pasto de ganado vacuno de los vecinos y morado­res de la villa.

            Sus límites eran: al norte, la senda de los Sayales; al sur, la ribera de Benalija; al este, la dehesa del Hornillo, y al oeste, el arroyo de los Molinos. De las 350 fanegas de cabida de trigo de sembradura de que constaba la citada dehesa, se hicieron lotes de cuatro fanegas cada uno, y fueron entregados a aquellos vecinos que, al tiempo de contrato dispusieron de los 56 reales que fijó el Ayuntamiento a título de impuesto.

            Lógicamente, la precedente medida minifundista, amén de revelar la buena voluntad de los regidores, en poco remediaría el decisivo malestar. Por ello, en 1869, ya puestos a probar todas las suertes se dirigen a las Cortes en los angustiosos y aduladores términos que sigue:

            "... La desamortización, a no dudarlo, un principio fecundo y positivo de prosperidad, que, abriendo un extenso campo al interés privado, viene a redundar en beneficio y fomento de la riqueza individual y colectivamente considerada. Pero por razones de Estado y la conveniencia general exigen la reforma de las leyes desamortizadoras para que el pueblo pueda ser partícipe de aquellos beneficios, no menos la reclaman circunstancias especiales de algunas localidades que, como ésta, puramente agrícola, no contaba con otros elementos de vida más que disfrute común de sus terrenos baldíos, que estos laboriosos vecinos a costa de muchos trabajos y sacrificios, habían metido en condiciones de aprovechamiento y cultivo.

            Consecuente, pues, a la Ley de desamortización de primero de marzo de mil ochocientos cincuenta y cinco, y no obstante que el aprovechamiento común de terrenos baldíos de que antes se hace méritos practicado, consentido y respetado desde tiempo inmemorial, han enajenados en su mayor parte y pasado a manos de un corto número de compradores, dejando por consecuencia reducida repentina-te a esta población a la más espantosa miseria.

            Poco queda que enajenar; pero, sin embargo, haciéndose un reparto a censo recensativo entre los vecinos pobres, podría repararse en algún tanto el daño causado. Y a este propósito se dirige el Ayun­tamiento de esta villa a los diputados de la Nación don Manuel Carrasco, don Antonio Ramos Calderón y don Federico Caro, inclinando su ánimo para que, prestando apoyo con su palabra y voto al proyecto de que ha presentado a las Cortes los señores Bueno, García Ruiz y otros diputados referentes a los bienes propios y baldíos, se alivie en lo posible la triste y angustiosa situación en que se halla la clase pobre esta localidad..."

            Del nulo eco que tuviera esta exposición de idea el que, al mes siguiente, el Gobierno Civil extendiera autorización para deslindar la dehesa del Hornillo, que había sido adquirida por el vecino de Ahillones don Eduardo Maeso de la Fuente en pública subasta. Y esto, ya, acabó con la paciencia del Ayuntamiento, el cual, tan vencido como desmoralizado, en 28 de agosto de 1870 otorga poder al diputado constituyente vecino de Sevilla don Manuel Pastor y Landero para que ante el Go­bierno Civil gestione autorización para vender el resto de los propios. Y el 10 de septiembre del año siguiente, se recibió un despacho del Ministerio de Hacienda por el que se autorizaba la enajenación de la dehesa del Encinar, último reducto del estrago desamortizador.

            Al propio tiempo, también dentro de la misma población se hace notar, si de distinta índole, la tónica expropiatoria que dio el siglo, aquí es la Junta Provisional Revolucionaria, que, en 1868, anticlerical ella, consiguió del Ayuntamiento que se subastase el hospital de Santiago, sito en la calle de San Sebastián, yéndose a instalar la entidad benéfica a la llamada bodega del Sol, de la calle de los Milagros, que, por ser propia del Estado, fue necesario instruir el oportuno expediente. Y, seguidamente, se apropia de las iglesias de San Vicente. Los Milagros y la Concepción, poniéndolas a disposición del Ayuntamiento, a fin de que éste las destine a alguna utilidad pública material. Sale al paso el alcalde, don Antonio Moreno Guerrero, argumenta que, para realizar legalmente tal despojo, es preciso el consentimiento del Go­bierno de la nación; pero que no estaba del todo resuelto a defender los edificios señalados lo prueba el hecho de que, cuando el cura de Santa María, don Juan Climaco Roda, eleva ante el Gobierno Civil una enérgica protesta en tal sentido, la primera autoridad local informa, por orden del gobernador, que un pueblo que sólo tiene cinco mil almas, con las tres parroquias con que cuenta puede perfectamente subvenir sus necesidades espirituales. Sin embargo, y a pesar de lo adverso de los tiempos, en esta ocasión sí prosperó la gestión de la curia.

            En 4 de octubre de 1868, la Municipalidad, presidida por don Leonardo Castelló y Donoso, tomó el acuerdo que sigue:

            "El Ayuntamiento de Guadalcanal, como fiel intérprete de los deseos de sus administrados y cumpliendo, a la vez, con un deber de conciencia por parte de todos los individuos de que aquél se compone, ha acorda­do por unanimidad que la calle de Camachos de esta población sea conocida y rotulada con el preclaro nombre de López de Ayala.

Los hijos de este pueblo que vieron nacer al poeta insigne honra de las letras españolas, recuerdan orgullosos a su paisano y tributan el homenaje de su gratitud y cariño.

            Su talento y tacto, su constancia y arrojo, han influido eficazmente por la salud y libertad de la patria. Por ello, quieren dejar escrito con caracteres indelebles la memoria y servicios de tan esforzado patricio.

            Cuyo acuerdo original se remite a dicho señor para su satisfacción fines propuestos".

 Hemerotecas

sábado, 22 de febrero de 2025

Guadalcanal Monumental 13

 

HOSPITAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS MILAGROS DE GUADALCANAL

CURIOSIDADES HISTÓRICAS

            En la calle López de Ayala nº 6, enfrente de la casa del párroco de Santa María, existe una interesante portada de principios del siglo XVI (1). Esta portada perteneció al antiguo Hospital de Nuestra Señora Milagros, también conocido como Hospital del Milagro o Hospitalito y que es el único vestigio que nos queda de este histórico Edificio.

            Prácticamente no sabemos nada de los orígenes y el devenir histórico de esta institución. Sólo sabemos que en el siglo XVI ya existía, se conjetura con su fundación a finales del siglo XV, y que a finales del siglo XVIII aún estaba en funcionamiento (2). Tampoco conocemos la fecha que dejó de funcionar.

            En este Hospital, allá por el año de 1575, ocurrió un hecho que llenó de gran escándalo el pueblo de Guadalcanal. Este suceso está recogido en un documento que se conserva en el Archivo del Palacio Arzobispal de Sevilla, y que es el motivo de este artículo (3).

            Un día de Marzo de 1575, Pedro Martín de la Rinconada, vecino de Guadalcanal y Mayordomo del Hospital de Nuestra Señora de los Milagros presenta querella criminal ante el prior de la Provincia de León de la Orden de Santiago, contra Miguel de Rueda, Alguacil de la Gobernación de Llerena y un mulato, llamado Domingo, criado suyo. Los hechos que reproduciré aquí con las palabras del propio afécta­los, fueron los siguientes:

… el dicho alguacil y las demás personas , con temor de Dios nuestro Señor y en desacato de la imagen de Nuestra Señora de los Milagros que está en dicha Iglesia, el viernes próximo pasado diez y ocho de este mes de Marzo, entró en la dicha iglesia y la quebrantó, de la cual sacó y se llevó preso a Hernán González Caballero vecino de esta villa, por cuyo efecto dio con la imagen de Nuestra Señora del Altar abajo, en tal manera que le quebró dos de sus dedos de las manos y le hizo una señal en la cabeza que baja por el rostro y más de esto partió y pisó el Niño Jesús y le quitó a la dicha imagen la tocadura y le rompió una ropa de tafetán y le hizo otros malos tratamientos, todo en desacato de la dicha imagen y a su iglesia, de lo cual por la gran devoción que en la dicha Villa y en otras partes se le tiene a la dicha imagen e iglesia, de la villa y vecinos de ella se alborotaron y hubo sobre ello gran escándalo y alboroto...(4). Por todo lo expuesto el Mayordomo pide que Miguel de Rueda sea castigado para que de ejemplo.

            A partir de la denuncia comienza el proceso criminal. El caso se le asigna al Bachiller Pedro Calderón, Teniente Vicario de Guadalcanal Este se encarga de interrogar a los testigos presentados para el saso a los que hace responder a seis preguntas, las mismas para todos. De las respuestas de los testigos se recogen nuevos datos, gracias a cuales conocemos algo más sobre el suceso, la imagen y el Hospital

            En el interrogatorio nos enteramos que el tal Hernando González huía de la justicia, representada por el dicho aguacil de la gobernación y Domingo, su criado mulato, refugiándose en la iglesia del hospital en busca de inmunidad eclesiástica, la cual viola el alguacil al entrar en la iglesia a prenderlo. Hernando González, en vista de esto, se refugia en la capilla de la Virgen, junto a su Altar, donde espera que el alguacil no se atreva a entrar, pero se equivoca, éste entra con poca reverencia y respeto hacia ese lugar sagrado, agarrando al delincuente, que se resiste asiéndose a la Imagen de la Virgen. El aguacil y el mulato tiran de él y entre los tres sacan a la Imagen de su altar estrellándola contra el suelo. El Niño Jesús se golpeó contra una cruz que había en el Altar. Según los testimonios de los testigos, los destrozos que sufrió la Virgen fueron los siguientes:

—Hendidura en el rostro.

—Quebrada y quitada la cabeza por los hombros.

—Rotura de una ropa de tafetán negro guarnecida de tercie del mismo color, que se tasó en 12 ducados (5).

            Por estos testimonios también sabemos que la devoción a esta imagen era muy grande, que se le atribuían muchos milagros, y que por ello contribuyó grandemente a la fama del Hospital, que se convirtió por ello en importante lugar de devoción tanto en Guadalcanal como en su comarca. Decían que por este suceso "...se ha enturbiado en parte la dicha devoción y nunca más se ha dicho misa en la dicha capilla…(6). La devoción a esta Imagen llegó a América donde emigraron muchos guadalcanaleses" .. .y muchas personas que están y han venido de las Indias los cuales por devoción que tienen a la dicha Virgen la han hecho donación de muchas cosas, así de cálices, lámparas y candelabros de plata y muchas ropas de mucho valor..."(7).

            Escuchados los testigos, visto y examinado el proceso, los autos y méritos presentados por las partes, el Provisor de la Provincia de León, el licenciado Diego de Valcazar, da su veredicto. Aunque en un pudiéramos pensar en la declaración de culpabilidad del reo y en un castigo ejemplar, la resolución es la que sigue:

            “Fallo por la culpa, que resuelta contra el dicho Miguel de Rueda, usando de misericordia dejando a pie el rigor, lo debo condenar y condeno en 6.000 maravedís los cuales aplico para el reparo de los daños de la imagen y ropa que tenía al tiempo que la derribó del altar, y por el desacato que cometió contra Nuestra Señora y su Santo Templo, mando que se haga una procesión de toda la Clerecía de la dicha villa, en un día de fiesta, que salga del dicho Hospital y vaya a la Iglesia Mayor, en la que vaya el dicho Miguel de Rueda en cuerpo destacado con un hacha de cera que pese 4 libras en la mano, ardiendo y oiga en la dicha Iglesia una misa cantada a la cual esté de pie sin humillarse arrimado a la primera grada del Altar Mayor en medio de la capilla hasta haber consumido que el Preste diga Santo, que se hincará de rodillas hasta haber consumido y acabado la misa y ofrezca el hacha al cura para la Iglesia y le bese la mano y dé de limosna 4 reales y tome testimonio de como así lo cumplió y lo traiga a esta Audiencia. Condeno de más en las costas de este proceso legítimamente hechas, cuya tasación en mi reservo...” (8)

            Esta sentencia fue dada por Diego de Valcazar, Provisor de la provincia de León, en la Prisión del Prior, a 24 de Marzo de 1576. Ante el escribano Alonso Esteban. Por tanto, un año llevó la resolución del pleito.

            Como podemos ver la sentencia fue benévola, podemos suponer que por no existir precedentes en el acusado, por haber actuado en servicio de su deber para con la justicia, y, pensando un poco mal, por tratarse de un representante del poder de cierta relevancia en la zona, que sin duda merecía otra oportunidad.

            En definitiva, un hecho curioso, que nos permite conocer un poco la historia de una institución guadalcanalense, en una etapa de vida en la que gozaba de un importante florecimiento, y por tanto conocer también un poco más de la historia de Guadalcanal.

 NOTAS:

(1) WAA.; "Catálogo arqueológico y artístico de la Provincia de Sevilla". Tor (Es-H). Sevilla, 1940. Pag. 224.

(2) ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA (En adelante AGAS) Justicia. Ordinarios. (Conventos, hospitales...) Legajo 195. En este legajo   aparece la visita general a   Guadalcanal que realizó el Visitador del Provisorato Llerena, Don Lorenzo Caro Guerrero y Zambrano en 1787. En ella dice hallaba con decencia el ara para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa.

(3) AGAS. Justicia. Ordinarios. Legajo 195. En este legajo se encuentra el citado documento.

(4) El texto está respetado íntegramente, sin embargo, el sistema ortográfico actualizado para que se entienda mejor.

(5) Estos datos nos hacen pensar que se pudiera tratar de una imagen Virgen con el Niño, probablemente gótica, de cuerpo entero, pero vestida, se hizo con muchas imágenes góticas. Puede que para ello se mutilara el cuerpo, pero no tenemos certeza de ello.

(6) AGAS. Documento citado. Por lo menos hasta la fecha en que se realizaban los interrogatorios a los testigos.

(7) AGAS. ídem. Sobre emigración a Indias y donaciones de Indianos a Guadalcanal ver. ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, J.: "Emigración a Indias y fundac capellanías en Guadalcanal siglos XVI - XVII" en "Actas de las I Jornadas Andalucía y América" Huelva, 1981. Tomo I. IDEN: "Rasgos socioeconómicos de los emigrantes a Indias. Indianos de Guadalcanal: sus actividades en Amé sus legados en la Metrópoli, siglo XVII" en "Actas de las III Jornadas de j cía y América". 1983.

(8)  AGAS documento citado.

Javier Serrano Pinteño (Licenciado en Historia del Arte)

Revista de Feria 1997

domingo, 16 de febrero de 2025

Guadalcanal 1833 1/2

 


INCORPORACIÓN DE GUADALCANAL A LA PROVINCIA DE SEVIILLA Y SEGREGACIÓN   DE MALCOCINADO COMO MUNICIPIO PERTENECIENTE A BADAJOZ.

 Primera parte

             Aún pervive entre las personas más añosas de Guadalcanal una especie que aquí tuvo antiguamente carta de naturaleza, según la cual, en determinado momento del siglo XIX, medio pueblo perteneció a Extremadura, mientras que la mitad sur de la población pasó a de depender en lo civil de la provincia de Sevilla. Aunque no se le puede llegar su viso de pintoresquismo, la cosa no pasa de ser una de las tantas patrañas que aquí, como en todos sitios siempre han transitado. Sin embargo, algo de eso hubo, como veremos a continuación.

            Tras los varios intentos que en España se siguieron en orden a una organización territorial durante la centuria que comentamos, en noviembre de 1833 quedó establecida la división del país en provincias, a frente de las cuales se pusieron una Jefatura política y una Diputación. Ni que decir tiene que, para efectos incorporativos, el asunto de­bió revestir una arbitrariedad meridiana. Y Guadalcanal, en el enclave de dos regiones ya de antiguo perfectamente demarcadas, si bien desde la pérdida de la autonomía municipal siempre había pertenecido en lo civil y en lo eclesiástico a Extremadura, a partir de este momento es incorporado a la provincia de Sevilla, y comienza a regirse conforme al recién creado sistema administrativo. Así, pues, de la noche a la mañana, pasamos de extremeños a andaluces...

            Al propio tiempo -no sabemos si a efectos de rotulación o por qué otro motivo- la antigua cortijada de Malcocinado, evolucionada en aldea sufragánea de esta villa, simultáneamente, se erigió en municipio independiente, adscribiéndosele a Badajoz. Así lo disponía un Real Decreto

de 12 de abril de 1842, por el que, además, se le concedía a la nueva población el nombre de Villanueva de la Victoria, que no prosperó pues que hasta oficialmente se le sigue conociendo por su antigua denominación de Malcocinado. También según el mencionado decreto, Guadalcanal hubo de ceder para término del nuevo municipio la faja de terreno comprendida entre los ríos Sotillo y Guaditoca, hasta el castillo de COMO MUNICIPIO Valjondo, calando entonces la leyenda que de él en este pueblo existía.  

            He aquí, pues, una vez más, si la última, el viejo fenómeno de las alteraciones en el alfoz local. Su configuración actual data, por consiguiente, de esa época.

            La villa de Malcocinado, eclesiásticamente, siguió perteneciendo a  Guadalcanal, pues consta por un boletín  del Obispado-Priorato de San Marcos de León de 1858 que la parroquia que en ella se creo era filial de Santa María de Guadalcanal. Y en esta dependencia estuvo hasta que, algún tiempo después, fueron abolidas las jurisdicciones exentas, con lo que esta villa pasó a la diócesis ordinaria de Sevilla y Malcocinado, a la de Badajoz.

            A los veinticinco años de vida como pueblo independiente, Malcocinado contaba con 870 vecinos, mientras que Guadalcanal tenía 6.366.

            Los terrenos adjudicados a Malcocinado pertenecieron a propios de este Municipio, según lo ordenado. Por una avenencia suscrita por ambos ayuntamientos -puesto que las propiedades concejiles se hallaban harto diseminadas por este término-, se acordó permutar los terrenos próximos y lindantes con Malcocinado con los que hubieran de corresponderle dentro del alfoz de esta villa, con lo que, además, se facilitaba la mejor demarcación de sus respectivas jurisdicciones.

            En sesión municipal celebrada en 11 de enero de 1852, presidida por el alcalde don Leandro López de Ayala y Montero de Espinosa, se acordó solicitar del Gobierno Civil de la provincia, se instalase en esta localidad una partida de la Guardia Civil, que garantizara la seguridad personal de este vecindario y protegiera los caminos que cruzan este término municipal. Ello fue a raíz de un asesinato cometido en la persona de Antonio Vázquez, de cuyo percance fue dada oportuna cuenta por el teniente de alcalde que entendía en las primeras diligencias a la primera autoridad provincial.

            Siendo éste un siglo especialmente caracterizado por una casi permanente penuria económica de las arcas municipales, sorprende que en 1854 el Ayuntamiento declare, en sesión de 30 de julio, disponer de ciertas cantidades. A propuesta del alcalde, don Miguel Ramos Lobo, dicho dinero fue consignado para los gastos de construcción de un cementerio municipal, de acuerdo con las modernas ordenanzas sanitarias. Como se sabe, hasta que se dispuso de los camposantos, y con carácter general, los enterramientos se practicaban en las mismas parroquias.

            Para ello, no se pensó en otro lugar que en el llamado Prado de San Francisco, sobre las ruinas del desaparecido convento francis­cano o de la Piedad, cuyo solar fue solicitado, tras la conveniente ex­posición a la autoridad eclesiástica con sede en Llerena.

            Al propio tiempo, y ante el mismo gobernador de Llerena, este Consistorio formuló petición para que se le cedieran las capillas de San Vicente y Los Milagros, "que son innecesarias para el culto -declaraba-no sólo en razón de su proximidad a las parroquias de Santa María y (de) San Sebastián, sino por los muchos templos que hay en la población", para construir en ellas las Casas Consistoriales -de las que ca­recía- y otras dependencias.

            Todo lo solicitado fue concedido a este Ayuntamiento; pero, no obstante, el edificio consistorial no llegó a construirse en las menciona­das capillas, sino sobre el palacio que los comendadores de Santiago que habitaron en esta villa, tras las gestiones que para ello realizara en Madrid don Ignacio Sánchez Martínez.

            He aquí de nuevo sobre la mesa consistorial, en pleno siglo XIX, la vieja polémica de los límites y pertenencias territoriales de esta villa con la de Azuaga, como ya ocurriera en la decimoquinta centuria en cuya ocasión hubo de intervenir -para zanjar las contiendas promo­vidas con este motivo- el propio maestre de Santiago.

            Sucedió que el Ayuntamiento, mediante un contrato verbal convenido con el vecino de Malcocinado Antonio Grueso, había dado a éste en arrendamiento la mitad de la suerte conocida -y ya menciona­da en ocasión de las disputas habidas en torno a su pertenencia- por La Reyerta. Para ello, previo expediente que esta Corporación instruyó, se sometió el susodicho contrato a la aprobación de la Diputación pro­vincial, que la concedió. Y, una vez más, es el Ayuntamiento de Azua­ga el que se opone a que este Municipio disponga libremente de los terrenos en cuestión.

            En su consecuencia, y con el propósito decidido de obviar tri­fulcas entre ambos pueblos, la primera autoridad de esta villa se dirigió por escrito, el 13 de marzo de 1855, al alcalde constituyente de Azuaga en el sentido de que, ''habiéndose querido por parte de la municipalidad que Vd. Dignamente preside no poner obstáculos al cumplimiento de aquel contrato, y aunque para evitar todo género de competencias y disgustos he practicado, como a Vd. Consta, diligencias extraoficiales y amistosas, éstas no han producido resultado algunos favorable".

Para hace valer y respetar los derechos que asistían a este pueblo en el disfrute y posesión de la mencionada hacienda, el alcalde de Guadalcanal presentó, a continuación, al de la villa de Azuaga una demostración circunstanciada, a la luz de los documentos que obraban en el Archivo Municipal, para lo que hubo de remontarse, nada menos, a la carta-privilegio del maestre de Santiago Don Enrique de Aragón, dada en el convento de Uclés el 10 de abril de 1428, juntamente con los debates que tras su promulgación se siguieron.

            Probablemente, con tan aplastante argumento, los de Azuaga suspenderían toda actuación contra el arrendatario Antonio Grueso, como ya tenía iniciada. Pero, en cualquier caso, de haber sucedido dos años después el relatado episodio, el magistrado cesante y alcalde de esta villa don Miguel Ramos Lobo no se hubiese podido valer del aludi­do recurso, toda vez que con fecha de 8 de enero de 1857 fueron en­viados a la Real Academia de la Historia, por su pedimento, todos los ordenamientos, cuadernos de Cortes y Fuero, que obraban en este Archivo. De rechazo, digamos en desmérito de aquella Corporación municipal, que nadie hubo que se molestara en copiar tan preciados documentos antes de remesarlos.

            Las noticias que anteceden dan buena cuenta de la eficiente alcaldía que desempeñara el mencionado Ramos Lobo. He aquí otros datos relativos a su gestión.      
            Este año de 1855 tienen lugar dos inauguraciones: el Paseo de la Cruz y el Cementerio Municipal, al que titularon de San Francisco en recordación del convento que allí existente con anterioridad.

            Comoquiera que el clero se hubiese apropiado del huerto lla­mado de El Palacio, el cual a la sazón lo tenía dado en arrendamiento al vecino José Sebastián Rivero, el alcalde presentó una reclamación en forma ante el administrador delegado de los bienes eclesiales, quien hubo de reconocer el derecho que asistía al reclamante, puesto que aquél era pertenencia del Municipio desde tiempo inmemorial.

            Mas no se hizo tardar la réplica por la parte afectada, ya que lo alegado por el alcalde en defensa de dicha propiedad municipal se aparecía irrefutable. Fue en ocasión de la sustitución de la campana del reloj de la Villa, que era muy pequeña, por otra parte, existía en la espadaña de la capilla del desamortizado convento del Espíritu Santo y que la municipalidad consideró apta para llenar la finalidad que se de­seaba. El cura de Santa Ana, don Mariano Martín de Arriba, a cuya collación pertenecía el referido convento, presentó una enérgica protes­ta, que no surtió el efecto apetecido, por lo cual llevó el caso al gober­nador eclesiástico de Llerena. Este pidió explicaciones a la primera autoridad local, quien, tras una larga exposición de sólidas argumenta­ciones a favor de su decisión, respondió que, "llevado (el cura) de un celo exagerado y obedeciendo a un rigorismo tan sólo loable cuando se fratase de defender un dogma o sostener una creencia, estuvo, en opción de la municipalidad, un tanto falto de tino y tacto político cuan­do versaba la cuestión sobre un asunto fútil y de escasa importancia..." Terminó prometiendo restituir la campana al sitio de origen así que el Ayuntamiento dispusiera de medios para adquirir una, y en esto acabó e asunto.

            En el libro-minutario de don Miguel Ramos Lobo existe un acuerdo fechado en 15 de octubre de 1855, que, a la letra, es como sigue:

            "Acordado por este Ayuntamiento el alistamiento de la Milicia nacional con arreglo a la instrucción, dispuso que con motivo de protestar a la entrega de las armas, se reorganizase aquélla, a fin de que estas se depositaran en personas que por sus antecedentes y cualida­des inspirasen plena confianza al orden y la situación. Al efecto se nombró una comisión que llevara a cabo los trabajos, los que fueron aprobados, dándoles nuevas facultades para seguir las operaciones necesarias

            Con arreglo a las mismas, se había resuelto proceder a la elección el domingo 14 del corriente, y manifestándose por mi así el domingo anterior a la milicia reunida en su cuartel, hallándose delante su jefe y capitán, don Leonardo Castelló.

            Esto, no obstante, el 12 de este mes le pasé un oficio partici­pándole para los efectos oportunos, y contestándole a otro que me habían dirigido relativo a una consulta que en su nombre y como capi­tán de la Milicia Nacional había hecho al Excmo. Sr. Subinspector so­bre elecciones, que, como era natural, nada preceptuaba ni resolvía.

            El domingo por la mañana, reunido el Ayuntamiento, y al terminar la sesión, suscitó don Leonardo Castelló, como alcalde segundo, la cuestión de si debían nombrarse todos o parte de los jefes, en cuya discusión, por lo avanzado de la hora y, sobre todo, por evitar conflictos que por prudencia y delicadeza propia debía rehuir el Leonardo, no quise se entrase.

            En esta situación, di orden al tambor de la milicia para que tocara llamada, y, al llegar batiendo la caja a la esquina de la calle San Bartolomé frente de la de Tres Cruces, salió el don Leonardo Castelló y, dirigiéndose al tambor, le quitó la caja, diciéndole que por que tocaba contra su orden; a lo que contestó éste que por que se lo había mandado el presidente del Ayuntamiento, y, dejándola en su poder fue a darme parte.

            Entre tanto, la milicia sin continuar la llamada, se reunía en el cuartel para verificar la elección, asistiendo toda, menos los enfermos y ausentes ocupados en el servicio de la conducción de unos presos que fueron destinados el día anterior por el mismo don Leonardo Castelló Y yo, conociendo la gravedad de las circunstancias, tomé las medidas convenientes para que el orden no se alterase en lo más mínimo, como se consiguió, habiéndose hecho la elección con la mayor calma, tranquilidad y legalidad, y casi por unanimidad, resultando reelectos tres de los antiguos jefes y dos nuevos, siendo el capitán elegido don Antonio Moreno Guerrero, rico propietario y teniente de caballería.

            He formado las diligencias oportunas sobre estos hechos, que remitiré a la autoridad competente, probando las ligerezas y desacato del don Leonardo, y sobre todo el empeño de que no se verificase a elección apetecida por toda la milicia, y queriendo él ser su capitán  y jugando personalmente en la cuestión, debió por toda clase de motivos y consideraciones rehusar y principalmente buscar otros medio ya oficiando, ya reclamando a la superioridad, pero nunca suscitando tan graves conflictos por el orden, que como autoridad tiene el deber primero de conservar".

            Y, en otro orden, tampoco el año se caracterizó por la tranquilad pública, como lo demuestra el hecho de que, como medida preventiva, el alcalde ordenase al comandante de la Milicia Nacional destaca­ra a un cabo y a cuatro soldados a la Capilla de la Concepción con motivo de la celebración del novenario de su Titular.

Hemerotecas