Mi abuelo Andrés Cordero Mariscal
nació 1905 en Guadalcanal (Sevilla) y falleció en 1974, de modo que he tenido
que elaborar y reconstruir estas vivencias con la ayuda de su familia más
cercana, mi madre y sus primos, Antoñita, de setenta y tres años, y su hermano
José, de setenta y dos, hijos de una hermana de mi abuelo.
El pueblo natal de mi madre es Alanís de la Sierra , en plena Sierra
Morena, adonde mi abuelo había llegado a los cinco años, cuando quedó huérfano.
En su entorno se encuentran Guadalcanal, San Nicolás del Puerto, Cazalla de la Sierra o Azuaga, ya en
Badajoz.
La geografía de la zona es la típica
de la Sierra Norte
de Sevilla, llena de olivares, encinas y dehesas, también hay huertas a lo
largo de la rivera de Benalija, donde se realiza la Romería , arroyo que limita
el término por occidente con el de Guadalcanal, antes de rendir sus aguas al
Viar.
Mi abuelo Andrés era el cuarto de seis
hermanos, cuatro hembras y dos varones. Su padre, mi bisabuelo, murió cuando mi
abuelo era niño todavía. Se dedicó al cultivo del campo, trabajando para los
terratenientes, propietarios de los numerosos cortijos de la zona.
Porque entonces prácticamente los
únicos trabajos que había, los más abundantes, eran el de jornalero o el de las
minas, muy numerosas también por estos pueblos de la sierra y que en estos años
provocaron el desarrollo económico de la zona.
Mi abuelo no fue a la escuela,
directamente se puso a trabajar a muy corta edad ya que la situación económica
lo requería así. Asistir a la escuela estaba reservado sólo para las familias
bien posicionadas.
El Fruto Del Trabajo Era Para El Terrateniente. -
Pues bien, mi abuelo, igual que su
padre, trabajó en el campo labrando las tierras, los cortijos, un trabajo muy
duro, ya que además de las muchas horas, el fruto del trabajo no era para el
labrador, sino para el terrateniente, aunque había familias propietarias que
ellas mismas se encargaban de la labranza.
Semejante es el caso de mi tío, el
marido de mi tía, cuyos padres eran propietarios entonces de un cortijo y
varias tierras, que ellos mismos cultivaban y siguen cultivando sus hijos en la
actualidad. Y puedo asegurar que es un trabajo muy duro, que no permite
descanso, ya que los animales no dejan de comer, incluso los fines de semana.
La diferencia está en que el jornalero trabajaba por un pedazo de pan y no veía
el fruto de su esfuerzo.
Matarife, Talabartero, Cestero...
Como la vida en aquellos años era tan
dura y había tanta necesidad, había que buscarse trabajos complementarios: Mi
abuelo trabajó como matarife, es decir, se encargaba de matar los cochinos en
los meses de matanza, de noviembre a febrero, o bien cogiendo aceituna, o
descorchando los alcornoques. También realizaba trabajos artesanales, era
talabartero o guarnicionero, que hacía monturas de cuero para las caballerías,
y cestero, porque confeccionaba cestas y canastos, y echaba asientos a las sillas
de enea.
Las mujeres, aunque en su mayoría se
dedicaban a criar a los hijos y a las labores del hogar, no era de extrañar
tampoco que ayudasen a la economía familiar, yendo a coger aceitunas o
blanquear las casas. La recogida de la aceituna es algo muy común, ya que
abunda mucho en estas tierras y porque hay una cooperativa en el mismo pueblo,
aparte de que en aquellos años también había un molino de aceite, el “Molino
de la Silla ”.
La situación económica requería saber
de todo, aunque fuera por un mendrugo de pan, ya que eran años de mucha
escasez.
Aún Hablan Con Miedo. -
Según mis entrevistados, los años
previos a la guerra, fueron de relativa calma. No puedo concretar hasta qué
punto esto es cierto, ya que por entonces tenían muy corta edad como para darse
cuenta de la situación real.
Otra dificultad que he encontrado al
realizar este trabajo es la reticencia de las personas mayores a hablar sobre
estos temas. Aún en nuestros días, hablan con miedo y dejan sin contar detalles
que, según ellos, es mejor no contar por lo que pueda suceder. A pesar de esto,
he reunido bastantes datos como para reconstruir los hechos lo más fielmente
posible.
En el momento mismo de estallar la
guerra, cuenta Antoñita que estaba en la plaza con otros niños del vecindario y
algunas madres que allí reunían, cuando empezó todo el alboroto, los disparos,
las tropas. El pánico se reflejaba en los rostros de aquellas mujeres, que
cogieron a sus hijos huyendo a las casas más próximas a refugiares. Según
cuentan, hubo gente que el estallido los pilló en otro pueblo y no pudieron
regresar.
Dice que, aunque no sabía lo que
ocurría, se daba cuenta de que no era bueno. Tenía miedo, todos tenían miedo,
fueran niños, adultos o ancianos. Recuerda las largas horas en su casa, reunida
toda la familia, en medio de un silencio sepulcral, a la espera de noticias.
La Incertidumbre De Herir A Un Paisano Era Insoportable. -
La Incertidumbre De Herir A Un Paisano Era Insoportable. -
El pueblo quedó bajo dominio de las tropas franquistas, al igual que
otras comarcas cercanas. A partir de entonces nada volvió a ser igual. Parecía
como si la gente no fuera la misma. Mi abuelo tuvo más suerte que otros y no
fue llevado al frente, que por esas fechas ya tenía treinta y un años. Sin embargo,
un hermano y su cuñado, padre de mis entrevistados, fueron movilizados y
llevados a luchar, donde fueron heridos en una pierna y un brazo
respectivamente, por lo que se les permitió regresar a sus casas.
En el poco tiempo que estuvieron en el
frente vieron cosas temibles. La incertidumbre de poder herir a algún hombre
del pueblo que estuviera en el otro bando era insoportable. Además, la vida
allí era muy difícil: hambre y miseria. Cuenta que su padre y tantos otros,
orinaban en los proyectiles, para enfriarlos, debido a las a las temperaturas
que se alcanzaban por aquellas tierras.
Muchas eran las familias que veían
partir al frente a los más jóvenes, sin poder remediarlo, muchos de los cuales
no regresaron. El dolor era compartido por todos y cuentan que fue
impresionante como unió a familias enteras.
Mi Abuelo Se Libró De Una Muerte Segura. -
Según mi madre y mis tías, mi abuelo
era totalmente apolítico. Sin embargo, se lo incluyó en las listas de personas
opuestas al franquismo, que eran llevadas a fusilar. Pues bien, lo fueron a
buscar y cuando ya lo llevaban al paredón, llegó uno de los jefes del pueblo,
que al verlo pregunto que por qué lo habían apresado, porque él lo conocía y
sabía perfectamente que no pertenecía a ningún bando. Gracias a su
intervención, mi abuelo se libró de una muerte segura. Otros no corrieron su
misma suerte.
Numerosos fueron los casos que me han
narrado, de hombres que, sin saber a ciencia cierta si eran republicanos o
comunistas y, por el simple hecho de que alguien diera un chivatazo, eran
apresados y fusilados, dejando mujeres e hijos. Tal fue el caso de un vecino de
la calle donde vivía mi abuelo, la calle Triana. La Guardia Civil entró
su casa, mientras su mujer estaba de parto, y lo apresó. La mujer se casó de
nuevo al cabo de unos años, ya que daba por muerto al primer marido. Pero no
fue así. Se oyeron rumores de que había sobrevivido y que iba a regresar. La
mujer, como es lógico, se preguntaba qué haría ella con dos maridos.
Otro caso especial fue el de dos
mujeres acusadas de ser comunistas, a consecuencia de lo cual les raparon la
cabeza y las pasearon por el pueblo para mostrar lo que les podía suceder a
todas las de su militancia. Posteriormente fueron encarceladas y una de ellas,
que estaba embarazada, tuvo a su hija en la cárcel.
Otros tantos, profirieron huir al
monte antes de ser apresados y seguramente fusilados. En esta sierra hubo
varios grupos guerrilleros, contrarios a abandonar la lucha, que ofrecieron
mucha resistencia al franquismo. Las gentes del pueblo, a pesar de las fuertes
represalias, acogían a los guerrilleros cuando por las noches aprovechaban y
bajaban por comida. Me contaron que más de una noche estuvieron en la casa con
mi abuelo y el resto de la familia. En estas visitas aprovechaban y les
informaban de todo lo que sucedía fuera, las novedades. Les hablaron de la
reforma agraria que se realizaba en la zona republicana y de otros proyectos
que tenían para cuando la guerrilla venciese, algo de lo que se mostraban
totalmente seguros. Estas pequeñas veladas daban algo de esperanza a todos
aquellos que por miedo acataban el franquismo.
Pero como es de suponer, el mantener
contacto con los guerrilleros, estaba fuertemente penalizado, pagándose incluso
con la muerte. La
Guardia Civil , mandaba contrapartidas por las noches, a los
cortijos, en busca de estos guerrilleros que bajaban en busca de comida.
Eran muy conocidas las brutalidades
que estos grupos de las contrapartidas realizaban: desde matar a los perros de
los cortijos y colgarlos de los árboles, acusando posteriormente a los
guerrilleros, hasta maltratar y golpear a las familias que vivían en los
cortijos, violando a las mujeres, por el simple hecho de que la zona era
frecuentada por los guerrilleros.
Contra Las Tapias Del Cementerio. -
Hasta el pueblo llegaron noticias de
la matanza realizada en El Pedroso, un pueblo de la comarca, que provoco en los
ciudadanos más miedo si cabe a las fuerzas falangistas. Esta matanza no fue la
única, ya que en Guadalcanal o en el mismo Alanís hubo muchas muertes, hasta
diecisiete en un mismo día contra la pared del cementerio.
Los Moros Tenían Muy Mala Fama. -
Entre tanto dolor y pena, también hay
sitio para las anécdotas, pequeñas cosas que quedaron grabadas en la mente de
estos pequeños que tanto vieron y padecieron. Cuentan que un día vieron que el
color del cielo no era el de siempre, tenía un tono anaranjado. Se alarmó la
gente porque pensaban que podría tratarse de gases que habían echado en el
frente. Pues bien, se avisó a los vecinos para que salieran al campo, a las
zonas verdes, para respirar aire puro, por lo que pudiera pasar. Pero luego uno
de los maestros del pueblo anunció que no se preocuparan, que solo se trataba
de una aurora boreal (aunque no sé si ese fenómeno es posible por estas
zonas). Hechos semejantes muestran el miedo que tenía aquella gente.
Otro hecho, quizás ya menos alegre,
fue que por la calle de la casa donde vivían mi abuelo con el resto de la
familia, pasó un grupo de moros, de las tropas africanas, los cuales tenían muy
mala fama y al pasar por la puerta de la casa dieron una patada. Menos mal que
poco antes había llegado mi abuelo de trabajar y cerrado el portón. De no ser
así, quizá habrían muerto todos los que estaban en ese momento en el interior.
En otra ocasión, en esa misma casa,
una bala entró por la ventana y se incrusto en la cuna de madera de uno de los
niños, con la fortuna de que en ese momento no se encontraba en ella.
Era El
Único Modo De Salir Adelante. -
La situación económica, como es lógico, fue a peor. La imposibilidad
de ir a trabajar fuera del pueblo afecto a muchas familias. Si la situación económica
ya era bastante difícil, en estos años fue a peor. Familias que no tenían que
llevarse a la boca y bebés que no salían adelante.
Pero hubo casos de personas que no se
resignaron a vivir así y, arriesgando su vida, se dedicaron al estraperlo. Este
fue el caso de una vecina de la familia que sobrevivía gracias a esta
actividad. Compraba café y azúcar, productos de primera necesidad, que luego
traía al pueblo para venderlos a precios más altos. Este comercio estaba
fuertemente penalizado, pero a veces era el único camino para seguir adelante.
Pues bien, esta señora, sin saber leer ni escribir, sin haber recibido
educación alguna, lo consiguió. Salió adelante y montó su propia taberna con la
que se ganó la vida.
Los “Rojos” Tiraban Los Santos Y Las Imágenes. -
Los monumentos en la guerra también
fueron protagonistas de primera mano. Es más, son los más fielmente podrían
relatar lo sucedido, pues fueron testigos de todo lo acontecido en aquellos
años.
El primero de ellos es el castillo. Su
historia se remonta mucho más atrás de esta Guerra, pues se construyó en el
siglo XIV. Situado en un estratégico montículo al sur de la población,
sobrevivió a los bombardeos de las tropas napoleónicas, que lo dejaron en
ruinas. En los años de la guerra su función queda reducida a ser el lugar desde
donde los “rojos” tiraban los santos y las imágenes como protesta y oposición a
las tropas franquistas.
Otro monumento clave es la Ermita de Nuestra Señora de
las Angustias, destruida por republicanos y comunistas. Según cuentan en el
pueblo, fue un alto mando franquista el que prometió que, si sobrevivía a la
guerra, reconstruiría esta ermita. Sucedió así, cumplió su palabra y mandó
reconstruir la ermita a la
Virgen de las Angustias, que se convirtió en patrona del
pueblo.
Las celebraciones tradicionales del
pueblo, quedaron paralizadas
en estos años. Una de ellas era la
Romería , que se llevaba y lleva a cabo en el mes de mayo.
Pero en los años que duró la guerra la gente no tenía ánimos para ningún
festejo. Sin embargo, terminada la guerra e instaurada la dictadura franquista,
se prohibió de modo absoluto cualquier celebración popular, tanto de la Romería como las Cruces de
Mayo, que se hacía el 2 de mayo y se adornaban las calles principales: Triana,
Corredera y calle Nueva, que competían entre sí. Todas estas tradiciones
volvieron a realizarse, una vez abolido el régimen franquista, con la llegada
de la democracia.
El Miedo Estaba Presente Más Que Nunca. -
Cuando en 1939 finalizó la guerra y se
instauró la dictadura del general Franco, toda posible esperanza de una
victoria republicana se vino abajo. A pesar de esto, muchos guerrilleros que no
abandonaron su lucha y permanecieron en el monte hasta años más tarde. Otros,
en cambio, tuvieron miedo. En el pueblo se conocen casos de hombres que
regresaron a sus casas, fueron encarcelados, en el mejor de los casos, o
fusilados. El miedo estaba presente más que nunca. Nadie hablaba de lo
sucedido, parecía como si no hubieses pasado nada, aunque la situación lo
reflejaba todo.
Ni Miembro De Falange, Ni Amigo De La Iglesia. -
En estos años se observa que las
personas que se mostraron fieles al bando franquista, tuvieron su compensación
con la victoria. A mi abuelo le llegaba todos los años una carta en la que se
le distinguía como miembro de Falange y se le invitaba a asistir a misa, con
una camisa azul. Esto tiene una explicación: cuando un hombre del pueblo lo
salvó de ser fusilado y explicó el error, se consideró que era franquista. Mi
madre cuenta que, aunque recibía estas cartas, nunca hacía caso de ellas, pues
ni era miembro de Falange, ni amigo de la Iglesia.
Con El Hambre Y La Miseria Llegaron Las Enfermedades. -
Al año de 1940 se lo conoce como el
Año del Hambre. La miseria se incrementó hasta límites inimaginables. No todas
las personas que dejaron el trabajo por la guerra, lo recuperaron luego, pues
había escasez. Mi abuelo salía adelante con pequeñas labores, lo que fuera. Los
niños se incorporaron a la escuela, aunque muchos de ellos, como en el caso de
mis entrevistados, también trabajaban de porqueros, pastores... Cualquier ayuda
en casa era poca. Los salarios muy pocas veces superaban la peseta, en el mejor
de los casos.
El estraperlo seguía funcionando. Se
repartieron cartillas de racionamiento, en las que se detallaba la cantidad,
precio y fecha en la que se debían adquirir los alimentos, para así controlar
que nadie comprase más cantidad de la permitida. Como es lógico, esto sólo se
aplicaba a las familias humildes, con pocos recursos, porque los ricos, que
tenían dinero, compraban todo lo que querían.
Con el hambre y la miseria llegaron las
enfermedades: tifus, poliomielitis, piojos, pulgas...
Un hermano pequeño de estos primos
murió con dos años de poliomielitis. Estas enfermedades atacaban sobre todo a
niños pequeños y durante estos años aumentó el número de muertes infantiles.
Les Daban Leche En Polvo Y Queso De Bola. -
Mi abuelo se casó en el 41 y tuvo a su
tercera hija, mi madre, en el 48. Aunque ya habían pasado varios años desde el
final de la guerra, la situación en que mi madre y sus hermanas crecieron no
era mucho mejor. Vivían en la misma casa con el resto de familiares, tías y
tíos, primos y primas.
Pudieron ir a la escuela, donde les
daban leche en polvo y queso de bola, y tenían que llevar la lata para el
brasero del maestro. Pero como en años anteriores, también tenían que ayudar a
la economía familiar.
Esta situación de miseria, dureza y
miedo se prolongó durante toda la dictadura de Franco y desapareció poco a poco
tras su muerte en 1975, por lo que mi abuelo no pudo ver esta otra forma de
vida, la democracia.
No es fácil sacar conclusiones de algo
que no se ha vivido, que no se ha padecido en primera persona y menos de un
suceso tan grave como la
Guerra. Son muchas las impresiones que quedan tras haber
realizado este trabajo y haber escuchado los relatos por boca de personas que
sí lo vivieron.
La idea básica en la que coincidimos
todos, tanto los que pasaron la guerra como las generaciones posteriores, es la
gran suerte que tiene mi generación, suerte de la que a veces no somos
conscientes. Al contrario que nosotros, que no hemos conocido guerra alguna en
nuestro propio país (exceptuando el movimiento terrorista del País Vasco),
aquella generación creció en medio de un conflicto bélico, que los hizo
despertar a muy tierna edad y los arrancó de la infancia. Es cierto que esta
generación maduró mucho antes que la anterior y, por supuesto, mucho antes que
las generaciones posteriores.
A pesar de ello, estos niños de la
guerra, abuelos hoy en día, prefieren que la juventud actual siga como hasta ahora,
viviendo como ausentes al mundo, inmersos en nuestros propios problemas y
preocupaciones, sin importarnos todo lo que nos es ajeno, a que despertemos a
este mundo de la forma en que ellos lo hicieron, en medio de una guerra.
Por ello, viendo la situación actual
del mundo, creo que sería una buena idea que nuestro presidente del Gobierno
escuchara todos estos relatos de las personas que sufrieron la Guerra Civil y así
quizás se daría cuenta de las consecuencias que acarrearía provocar una nueva
guerra.
Acataban El Franquismo Por Miedo
Escrito por: Aurelio Mena Hornero el 09 Jun 2008