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lunes, 18 de febrero de 2019

Nuestro entorno 14


El patrimonio minero andaluz. El futuro de un pasado 1C

Resumen,-
El rico patrimonio histórico minero andaluz todavía es poco conocido y alorado. Resultado de una confluencia de experiencias, metodologías e intereses, la arqueología industrial ha permitido iniciar la investigación de sus restos más recientes, sin que por ello podamos disponer todavía de un catálogo completo de los principales conjuntos o instalaciones. Si exceptuamos el Museo Minero de Riotinto, con un alto grado de  consecución y funcionamiento, esta dispersión también es reconocible en las iniciativas para su rehabilitación y puesta en valor, en general proyectos localistas con graves problemas de definición y financiación, originados en las propias características de este tipo de patrimonio Histórico.

Introducción.-
Despreciado hasta fechas recientes, y hoy todavía amenazado por la ignorancia, el patrimonio industrial es objeto de un verdadero descubrimiento para muchos ciudadanos. En Andalucía, donde las condiciones económicas generales hicieron derivar
esta “industrialización” hacia el sector extractivo, la minería constituye una parte importante de su patrimonio cultural e histórico.
A partir del desarrollo en las últimas décadas de la “arqueología industrial” (ARQUEOLOGÍA, 1991 y TICCIH, 1995), el patrimonio minero contemporáneo ha pasado a constituir una importante fuente de conocimiento histórico y un valor patrimonial en alza, con una problemática específica de gestión.
Si la toma de conciencia sobre el valor de estas huellas ha partido de su amortización como restos obsoletos gracias a los cambios tecno-económicos operados, el proceso de su valoración específica (y por lo tanto, la dotación de un contenido histórico concreto) abre nuevas vías para su comprensión y puesta en valor, un camino en el que todavía queda mucho por recorrer.

Patrimonio minero y arqueología.-
La valoración de los recursos extractivos como tema de estudio cuenta con una larga tradición arqueológica que gira en torno a la importancia económica de los metales y al significado social que alcanzaron muchos de ellos. Por lo tanto, los lugares de explotación (ya fueran minas o canteras) han merecido cierta consideración por parte de los investigadores.

La arqueología minera y los paradigmas de investigación.-
Desde las teorías difusionistas dominantes hasta hace algunas décadas en el ámbito de la prehistoria reciente y la protohistoria, la minería constituía un medio privilegiado para comprender no tan solo la economía (ARRIBAS, A. y otros, 1989) y los intercambios de productos específicos sino también el cambio cultural (BOSCH, P. y DE LUXAN, F., 1935). De hecho, la formación geológica de muchos arqueólogos produjo una temprana atención sobre las minas y los metales (SIRET, H. y L. 1887). Sin embargo, trabajos recientes han rebajado la importancia social de la primera metalurgia (GÓMEZ, P., 1997), con relación a la explotación del sílex (RAMOS, A. y otros, 1991). Como una especialización de la arqueometría destaca la arqueometalurgia, centrada en el estudio de las propiedades físico-mecánicas de los útiles, resultado de las características intrínsecas del mineral, los mecanismos de extracción y la forma de transformarlo en metal (AMORES, F y LLORET, T., 1995), materia de la que ya se va disponiendo de algunas monografías (MONTERO,iI., 1992 y 1994). En este sentido, cabe afirmar que conocer las características de las menas, sus calidades y usos tradicionales, puede servir para explicar la tipología de las explotaciones (por ejemplo, en la primera mitad del siglo XIX, el plomo de sierra de Gádor se extraía en cuatro calidades; CARA, L., 2002).
Sin embargo, la investigación sobre el patrimonio minero ha alcanzado un nuevo desarrollo en los últimos años como resultado de un doble cambio de perspectiva de estudio. De una parte, las investigaciones han virado de la economía del consumo a la de la producción, centrándose en los lugares, procesos, tecnologías y relaciones sociales de producción (TORRÓ, J., 1994). De otra parte, del estudio del objeto privilegiado se ha pasado a la investigación sobre la “cultura material” y con ella al mundo cotidiano, donde se manifiestan y resuelven las contradicciones entre la producción y el consumo (CARANDINI, A., 1984 y 1997) y es posible rastrear otras “historias paralelas” (THOMPSON, P., 1988). Hasta ciertos puntos concomitantes, estos cambios han supuesto la aplicación y consolidación de unas metodologías específicas, que tienen por fundamento la arqueología, y la pareja valoración del mundo minero en toda su complejidad e implicaciones (FRANCOVICH, R., coord., 1993 y 1997). De hecho, estudios integrados recientes han permitido abordar la minería desde un enfoque diacrónico (BLANCO-FREJEIRO, A. y ROTHEMBERG, B., 1981) y extensivo, con un importante componente paisajístico y territorial (OREJAS, A. y otros, 1999) que supone un nuevo aliciente para su puesta en valor.
En este sentido, es evidente que la aportación de la arqueología (y la propia naturaleza de las fuentes o documentos con los que se complementa) será muy distinta según el objeto y las características materiales y funcionales de la instalación o equipamiento pues las huellas de las actividades extractivas desmanteladas pueden dejar menos evidencias ahora que en el pasado.

La arqueología industrial.-
Dentro de la propia flexibilidad del "documento arqueológico" ha sido posible la aparición de arqueología temáticas, entre las que cabe incluir la "industrial" o la "de la arquitectura". La primera ha conocido un desarrollo progresivo en los últimos treinta años hasta su consolidación en la década de los Ochenta, cuando se implanta en España (ARQUEOLOGÍA, 1991 y TICCIH, 1995). Vinculada desde sus inicios a la defensa del industrial heritage, el proceso de toma de conciencia sobre el valor patrimonial y de identidad colectiva de estas “reliquias” del pasado giró en torno a la catalogación de los edificios y su preservación como un frágil legado.
Como disciplina de estudio se fue abriendo camino entre algunos investigadores del Reino Unido más como objeto que como método de estudio (BUCHANAN, R.A., 1977 y HUDSON, K., 1964). Al carácter localista, nostálgico y sentimental de los primeros aficionados se fue uniendo el interés suscitado por diversos profesionales. Las aportaciones que ha recibido la "arqueología industrial" de distintas disciplinas (Historia Económica, Social o de la Técnica, Sociología del Trabajo, Antropología Social), justifican tan acusada riqueza y complejidad metodológica que casi cabe definirla como un campo de investigación disperso y confuso.
Digo confuso porque, en principio, poco podría aportar la arqueología (una disciplina nacida en el siglo XIX para conocer el pasado más antiguo del hombre, fundamentalmente, a través de la excavación de sus lugares de ocupación; CARANDINI, A., 1977) con unas instalaciones de las que podemos conservar, incluso, los proyectos de obras, memorias y prolijas descripciones (MADOZ, P., 1845-50) cuando no fotografías y otros formatos documentales.
Pero si nos atenemos, simplemente, a los objetivos y a algunos de los métodos de investigación, las relaciones parecen más estrechas con una disciplina que hace tiempo rompió sus ataduras temporales. Además, la arqueología posibilita partir del análisis concreto de las situaciones reales, un punto al que historiadores COHEN, A., 1987) y antropólogos sociales (CHECA, Fr., 1995), preocupados por modelos de desarrollo o comprensión generales, quizá no estén dispuestos a llegar. En este sentido, hay que tener en cuenta que el concepto (igualmente difuso) de "cultura material" ha rehabilitado la investigación arqueológica entre los historiadores, a veces, más tradicionales (CARANDINI, A., 1997 y FRANCOVICH, R. y MANACORDA, D., eds., 2001).
Incido en el carácter de la investigación porque sólo a través de ella es posible establecer la realidad concreta del bien y destacar sus valores más importantes; es decir, sin investigación no sabremos nunca qué es lo que estamos presentando al público.

Lorenzo Cara Barrionuevo

Arqueólogo. Centro Virgitano de Estudios Históricos

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