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lunes, 30 de marzo de 2020

Guadalcanal siglo XVI 2/2

Economía, comercio y sociedad en época de crisis (2) 

1.       CONSIDERACIONES GENERALES.

La economía del partido de Llerena en el siglo XVI es, como casi en toda España. esencialmente agraria. La agricultura y la ganadería son en todas las poblaciones estudiadas las actividades dominantes, tanto por el valor de la producción como por el porcentaje de población acusa empleada en ellas. La agricultura, casi exclusivamente de secano, descansa sobre los cultivos de cereales, especialmente trigo y cebada, a los que se dedica la mayor parte del terrazgo, en tanto que la ganadería, cuya importancia real era inferior a la que podíamos suponer, se basa de forma preponderante en la explotación del ganado ovino, que en buena parte procedía de fuera.
La artesanía y el comercio eran sectores muy reducidos. Sí se exceptúa la capital, Llerena, donde se registra una actividad artesanal y mercantil superior a la normal de la zona. en el resto del partido las actividades secundarias y terciarias, ejercidas por muy pocas personas, se limitaban al mínimo imprescindible:
la producción de algunos artículos básicos para satisfacer la demanda local (cueros, zapatos, aperos agrícolas, ciertos géneros alimenticios, etc.), la construcción y el pequeño comercio de productos agrarios y textiles. La minería, que en la segunda mitad del siglo anterior había tenido una notable importancia gracias sobre todo al fulgurante, aunque efímero, desarrollo de las minas de plata de Guadalcanal (1), es en el siglo XVI                                                    un sector completamente abandonado, que no da ocupación a más que a tres o cuatro viejos ilusos buscadores de plata. Por estas razones, el presente capítulo se reduce precisamente al estudio de la agricultura y la ganadería, extraordinaria para las comunidades vecinales y sus ayuntamientos. Aunque de forma insuficiente, la existencia de extensas fincas municipales contribuía a paliar el problema generado por el desigual reparto de la propiedad, facilitando que, en algunos casos, los campesinos sin tierra o con propiedad insuficiente pudieran encontrar un recurso complementario para no vivir en la indigencia.
Los montes, especialmente, constituían un pequeño seguro para la mayoría de las economías familiares, que pueden aprovecharlos con algunas, pocas, cabezas de ganado, principalmente de cerda, además de obtener lena y algo de caza, lo que les garantizaba un nivel de subsistencia. Sin embargo, los humildes no fueron los principales beneficiados de los bienes comunales. En el siglo XVI, las mejores tierras mundiales, las dehesas, estaban generalmente sustraídas al aprovechamiento común, pues las crecientes necesidades financieras de los ayuntamientos, causadas sobre todo por el incremento de la presión fiscal, determinaron que estos procedieran a arrendarlas a particulares mediante un sistema de publica subasta. El problema se acentu6 en la segunda mitad de siglo, a partir
del momento en que se disparan los gastos por la guerra de Portugal, y paralelamente del endeudamiento de los muñidlos, que se vieron obligados a hipotecar sus propios en censos al quitar, que originaban nuevas deudas. Al finalizar el siglo, la situación financiera de los principales ayuntamientos era extraordinariamente grave. Llerena tenía sus propios hipotecados por el Convento de Monjas de la Concepción de Guadalcanal, al que debía pagar por un censo 9.270 reales anuales, y otras sensualidades a los que adeudaba los réditos de diferentes años.
Con el objetivo de sanear la hacienda municipal, una Real Cedula del 2 de diciembre del 1693 autorizaba al Cabildo de Llerena a empeñar la dehesa del Encinar, la más predada de todas sus dehesas, a la obra pía fundada por el capitán Diego Fernández, que ofreció por ella 552.795 reales de vellón (27).
Por las mismas fechas, el estado de las finanzas del Ayuntamiento de Azuaga era tan difícil que sus propios estaban administrados por la Real Cancillería de Granada (28). Igualmente, otros municipios como el de Bienvenida, Guadalcanal y Los Santos sufrieron grandes apuros.
Ahora bien. prescindiendo de esta cuestión que se nos antoja insoluble, un hecho parece cierto, la concentración de la mayor parte de las tierras en un pequeño número de propietarios. Existen indicios que invitan a pensar en ello.
Si se examinan, por ejemplo. los expedientes de arrendamiento de las medias innatas y vacantes de las encomiendas, se comprueba la existencia en las villas importantes de un bajo número de personas, que participan en las operaciones de arrendamiento y ofrecen fianzas en tierras, cuya superficie supera casi siempre las 200 fanegas de sembradura. El caso más llamativo que conocemos es el de Don Pedro Iriarte Ponce de León, yerno y regidor perpetuo de Guadalcanal, que en 1690 aseguró el arrendamiento de la encomienda de esta villa poniendo como fianza, entre otros bienes, 1.500 fanegas de tierra, tres heredades de viña y un olivar (38). Podríamos mencionar otros arrendatarios que dan también fianzas muy veladas, pero redundamos a ello para no caer en un relato prolijo, que no nos conduciría a ninguna conclusión nueva.
El bajo porcentaje de cereal en Guadalcanal es excepcional y se explica cómo veremos más andante, por la singular importancia de viñedo en esta villa. Los valores restantes son los normales de la zona, como confirman los porcentajes obtenidos en otras poblaciones. a pesar de no ser muy representativas por haber sido calculados sobre un corto número de años. Los resultados conseguidos son los siguientes: en Ahillones d 75%, en Bienvenida el 62%, en Llerena d 50% y en Palomas el 70%. Probablemente, el porcentaje de Llerena era superior al expresado. si tenemos en cuenta que se ha obtenido con los datos de producción de tres años, que coinciden precisamente con una de las peores crisis agrícolas de siglo en esta zona, la de 1630-1632. Por tanto, no es aventurado estimar
que el valor de la producción cerealística representaba aproximadamente un 70% del total de la producción agraria. Este porcentaje está sujeto a notables variaciones interanuales a causa de las fluctuaciones de la producción y de los precios agrícolas.
La cebada era el segundo cereal en importancia. El volumen de su producción es, en conjunto. sensiblemente inferior al del trigo, no llegando a alcanzar el 60% de este en poblaciones como Azuaga, Bienvenida y Ribera. Só1o en zonas de suelos pobres como Guadalcanal y Palomas, la producción de cebada superaba generalmente la del trigo. Las principales áreas productoras eran también Azuaga, Bienvenida, Ribera y Los Santos.
Las zonas productoras más importantes estaban al sur del partido:
Guadalcanal, Fuente del Arco y Azuaga. En Guadalcanal el primero tenía una importancia singular hasta el punto de que, en algunos años, el valor del diezmo del vino superaba ampliamente d de los cereales, así, el valor total del diezmo del vino del quinquenio 1661-1665 excedió, según nuestros cálculos, en un 34% del conjunto del trigo y la cebada. En Fuente del Arco, aunque no alcanzó esta importancia, su participación en el valor final de la producción agrícola se situaba también por encima de la media general. En d periodo 1631-1634, del valor del diezmo del vino representó cerca del 70% del de los cereales. Otras zonas productoras, con un carácter ya muy secundario, eran Llerena, Puebla de Sancho Pérez y Los Santos.
La escasez de datos decimales impide evidentemente realizar un análisis de la evolución de la producción, sin embargo, todos estos datos y otros muchos más de tipo cualitativo procedentes de fuentes diversas (63) apuntan a un hecho seguro. una fuerte reducción de la producción, que probablemente alcanzaría sus niveles más bajos entre 1640 y 1670. Así, en Fuente del Arco el valor del diezmo de vino en 1631 só1o representaba un 54% del correspondiente a 1603. En Guadalcanal, el valor del producto decimal, con respecto al de esta última fecha, era en 1645 de un 40% y de un 53% el del promedio
del quinquenio 1661-1665. Mayor aun fue el descenso experimentado en Azuaga. pues en 1660 el valor del diezmo no significaba más que un 20% del que tenía en 1603. Esta tendencia se prolongaría probablemente durante el resto del siglo, al menos en Azuaga y Granja, dado que en una descripción de la encomienda de 1681 se Informa de la perdida de muchos pagos en el área de Malcocinado y la Cardenchosa,"cuyos diezmos antiguamente se arrendaban por separado y ahora, por haber impartido muchos pagos, se arrendaba todo junto con la principal" (64).
Los cultivos de plantas industriales estaban igualmente poco extendidos en la zona. El diezmo de Uno aparece datado en las descriptoras de casi todas las encomiendas,
pero sus valores nunca se expresan, a excepción en algunas ocasiones, de los pertenecientes a las encomiendas de Guadalcanal y Reina, únicas zonas donde tuvo una relativa importancia. alcanzando en 1603 un valor por arrendamiento de 880 y más de 1.500 reales de vellón respectivamente.
El zumaque se cultivó en varias localidades, especialmente en Guadalcanal y, en menor medida, en Los Santos y Lerena. En Guadalcanal su producción era considerable a comienzos de siglo, pero fue decreciendo a lo largo del mismo, según indican los escasos datos decimales disponibles: 2.200 arrobas en 1603, 1250 en 1628 y tan solo 360 en 1645.
Los cultivos de la huerta, como sucedió con otros cultivos a medida que va avanza el siglo va dejando sentir la crisis de forma más o menos acentuada según los lugares, pero en todos los casos se constata una considerable disminución de los valores de los diezmos y, por tanto, de la producción. En Guadalcanal, d valor del diezmo de 1647 só1o suponía un 21% de de 1603, pero se recupera posteriormente y pasa a ser de un 80% en 1660. En esta fecha, el diezmo de Azuaga se había reducido a un tercio de su valor en 1603, recuperándose igualmente después, y pasa a ser con respecto al de esta última fecha de un 68% en 1691.
La Dehesa y los Baldios en la Encomienda de Llerena, con los municipios, muy extensos, disponían de un elevado número de dehesas. Destaca en primer lugar Lerena con 9 dehesas más 3 baldios adehesados, que de hecho se habían convertido en dehesas; Guadalcanal en segundo lugar con 10, seguida de Usagre con 7, etc. Parece un hecho frecuente en la época modem que los ayuntamientos procuraran alargar sus dehesas a costa de los baldíos o bien que convirtieran algunos de estos en dehesas, como hemos comprobado en Lerena y Azuaga. En total, hay constando documental de 57 dehesas, a las que habría que sumar 7 baldíos adehesados, cuya superficie no es posible determinar con exactitud, pues las fuentes del siglo XVI apenas informan sobre este aspecto y el Catastro no especifica en muchos casos la superficie de cada dehesa, y en otros ni siquiera la del conjunto, Ultimándose a ofrecer el dato de la superficie de la totalidad de dehesas, baldios y ejidos. No obstante, se puede evaluar la superficie de estas 64 dehesas concejiles en unas 100.000 fanegas de trigo en sembradura, lo que representa un 30% de la extensión del partido.
Los precios de arrendamientos en las dehesas eran elevados para la época, así la Dehesa del Palacio. propia de la encomienda de Guadalcanal, en el término de Reina. Los valores de sus arrendamientos fueron 140.000 maravedís en 1604, 120.700 en 1645 y 112.000 durante los años 1655-1657.
En cuanto a la cabaña de ganado de la época, noticias aisladas, pero igualmente significativas, se encuentran también para poblaciones como Guadalcanal, Don Pedro Iriarte Ponce de León oferta en 1690 como fianza al arrendamiento de la encomienda, entre otros bienes, 3.000 cabezas de ganado lanar. En Azuaga, el presbítero Femando Muñoz de Aldana debía en 1609, 100 borregos del diezmo de ese año. En Bienvenida, había varias familias de ricos hidalgos como los Gordón.
Si son más objetivos los datos del ganado cabrío. Las características de este ganado, bien adaptado a parajes difíciles y poco exigente en alimentación, permiten tenerlo como un recurso ganadero complementario de bajo coste, lo que explica su extensión en
todo el partido, pero especialmente en las áreas serranas y montuosas de Guadalcanal, Azuaga. Reina, Oliva y Palomas. En estos lugares, el valor del diezmo alcanza en algunos años cifras considerables. Por ejemplo. En Guadalcanal estuvo arrendado en 1603 en 53.000 maravedís; en Oliva en 35.700 maravedís en 1670, etc.
Por último, el ganado vacuno, esta extendido logicamente por todo el partido, teniendo en cuenta que las labores de arado se seguían haciendo fundamentalmente con yuntas de bueyes y que, además, proporcionaban carne, leche y cueros; pero su importancia era inferior a la de las especies ya estudiadas, pues el diezmo de becerros, por su corto valor, aparece generalmente formando parte del bloque de las minucias y pocas veces figura su importe. No obstante, en algunas poblaciones presenta un valor estimable. Así, en 1603 valió de diezmo de becerros de Lerena 73.526 maravedís, en Azuaga y Granja 27.000 y 45.000 en Guadalcanal. También debía de tener cierta importancia en Los Santos, ya que en 1628 aprovecharon el agostadero de la dehesa del Moral 452 vacas de cuernos de la villa (98). A medida que pasa el siglo estos valores se reducen, como se puede observar en los casos de las encomiendas de Azuaga y Guadalcanal.
El comercio era muy diverso en la encomienda, como ejemplo, el de la miel y la cera.  Este diezmo presenta también valores apreciables en Lerena (25.179 maravedís en 1603), Guadalcanal (10.200 maravedís en 1645) y Oliva (27.000 maravedís en 1672).

2.      ARTESANlA Y COMERCIO. -
Una actividad muy importante era la textil, el lino se trabajaba en varios lugares del partido, especialmente en la zona sur: Guadalcanal, Fuente del Arco, Casas de Reina, Trasierra y Ahillones (103). La seda, al parecer, só1o se trabajaba en Llerena; la única información de estos materiales sobre esta rama textil procede de una reclamación hecha por la mesa maestral contra diez vecinos de Llerena para que pagasen el diezmo de seda, pero la producción seria insignificante, pues el valor del arrendamiento de este diezmo sólo ascendía a principios del siglo a 1.500 maravedís (104). La elaboración de paños de lana tenía tambien poca importancia, pese a la abundancia de materia prima. La producción era de paños bastos y de poca calidad, destinada al consumo local de una población de escasos recursos y poco exigente. Una buena parte de la producción debía de tener un carácter doméstico. En cualquier caso, se trata de una actividad sin relieve, como demuestra el bajo número de tejedores existentes en las principales poblaciones del partido.
En Llerena. só1o aparecen registrados en el libro de enterramientos de la Parroquia de Santiago, durante el periodo 1612-1699, doce tejedores; En Azuaga. según el padrón ya datado de 1659, únicamente había dos tejedores; y en Los Santos, uno en 1688. En las poblaciones mencionadas y probablemente en otras existían otros oficios relacionados con esta actividad: cardadores, hilanderos. tundidores y sastres; pero ocupaban a muy pocas personas.
Otros trabajos artesanales eran la transformación del zumaque y el de la piel, sobre el que existen algunas referencias en Los Santas, Guadalcanal y Llerena. En esta ciudad, la curtiduría era uno de los ramos más usados de las alcabalas, arrendándose durante el primer tercio del siglo en más de 225.000 maravedís anuales. En la población de la Encomienda y especialmente en Guadalcanal, había un gran índice de producción de vinos y una actividad minera irregular.
Todas estas actividades agrícolas, ganaderas y comerciales eran expuestas en las ferias anuales. Las ferias más Importantes eran las de Guaditoca en Guadalcanal y, sobre todo, la de San Mateo en Llerena, que se celebraba en el mes de septiembre por privilegio ferial concedido en la Baja Edad Media (117). Durante el primer tercio del siglo, la feria de San Mateo alcanzó un auge notable, pues sus alcabalas se arrendaban ordinariamente en tamo a los 115.000 maravedís (118). Además, Llerena gozaba. por un privilegio concedido por la reina Dona Juana en 3 de diciembre de 1515 y confirmado por Carlos I en 15 de mayo de 1517, del derecho de tener un mercado franco cada martes para los forasteros de todo lo que vendiesen y comprasen (119). La vitalidad del comercio de Llerena queda confirmada también por el elevado valor de las alcabalas del viento, que en el periodo dotado se situaba alrededor de los 200.000 maravedís anuales.

ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. -

Dirección General de Rentas.
Del Catastro de Ensenada se han utilizado las respuestas generales de los pueblos siguientes: Ahillones (Lib. 134), Azuaga (Lib. 134), Bienvenida (Lib. 136), Casas de Reina (Lib. 138), Fuente del Arco (Lib. 140), Fuente del Maestre (Lib. 140), Granja (Lib. 141), Guadalcanal (Lib. 141), Hinojosa (Lib. 142). Llerena (Lib. 143), Maguilla (Lib. 144), Oliva (Lib. 146), Palomas (Lib. 147), Puebla de Sancho Pérez (Lib. 147), Reina (Lib. 148), Ribera (Lib. 148), Los Santos (Lib. 149), Trasierra (Lib. 151) y Usagre (Lib. 152


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