Tras la Guerra de la Independencia hubo
tímidos intentos de la Compañía de Navegación del Guadalquivir (fundada por
R.O. de 8 de diciembre de 1814 y autorizada por R.O. de 8 de agosto de 1815)
para reactivar las explotaciones, con escaso éxito. En 1818, Bernardo de Larrea
y Villavicencio (1758-1839), natural de Riobamba, en Ecuador, Conde del Real
Agrado y discípulo del barón Nordenflinch en Potosí, colabora con la Compañía
del Guadalquivir, ensayando minerales y participando en el desagüe.
Pascual Madoz (1849, XIV: 395) dice que
la compañía hizo en Guadalcanal ensayos sin fruto que le costaron medio millón
de reales. Del Moral Ituarte (1991: 98) presenta a esta empresa como un grupo
de carácter innovador, que aporta tecnología, señalando: “se mecaniza casi
al unísono, en el período comprendido entre 1816 y 1823, la excavación de la
corta Borrego (1816), la navegación de pasajeros de Sevilla a Sanlúcar y el
pontón de limpia de los bajos del río (1817), la excavación de las minas de
carbón de Villanueva y, quizás las de plata de Guadalcanal”. S abemos por Pascual Madoz (1849, XIV: 395) que
se emprendió la explotación de las minas de carbón de Villanueva del Río “por
medio de una máquina de vapor”. No sabemos sin embargo si en Guadalcanal
introdujeron estas novedosas técnicas. En 1918 la Compañía de Navegación del
Guadalquivir fue retirada de sus concesiones.
La primera máquina de vapor para
desaguar minas españolas fue la instalada, en 1805, en Almadén, por Francisco de
la Garza (1757-1832). La de la Compañía del Guadalquivir de Villanueva del Río
(1817), es ligeramente posterior.
En 1819, Alejandro Vicente Ezpeleta,
fundidor mayor de la fábrica de Sevilla, en un informe realizado por encargo de
S.M. sobre el Memorial sobre las minas del Reino presentado por José
María de Mena, dice de Guadalcanal “que después de producir grandes riquezas
con que se levantó la casa de los Júcares (Fúcares) (…) han quedado inundadas
y sin utilidad hasta el presente” (Adaro, 1994).
Poco después, en sesión extraordinaria
de Las Cortes españolas, de 8 de noviembre de 1820, se encarga una Memoria de
las Minas de Guadalcanal a D. Bernardo de Larrea, ensayador de las minas,
señalando datos acerca del producto, gastos y utilidades de las mismas (Gaceta
del Gobierno, viernes 10 de noviembre de 1820: 608).
Tras la independencia de las colonias
americanas Fausto de Elhuyar (1755-1833) vuelve a España, en 1822, siendo nombrado
poco después Director General de Minas y Ministro de Estado. España había
perdido las explotaciones mineras de plata en México y era urgente recuperar
las minas peninsulares. A Elhuyar se le encomienda el reconocimiento de las
minas de Almadén, Guadalcanal y Riotinto (R.O. de 14 de septiembre de 1822).
Por encargo de la Comisión Especial de
Recaudación del Crédito Público, Fausto Elhuyar inspecciona las minas de
Guadalcanal, entre 1822 y 1823, con la colaboración de Francisco de la Garza
(1757-1832), director de Minas de Almadén, y Bernardo de Larrea y Villavicencio
(1770-1839), elaborando un mapa de la zona (desde Guadalcanal hasta las minas,
además de un plano subterráneo del socavón de Santa Victoria, hoy extraviados)
y una Memoria (Palacios Remondo, 1993).
Fausto Elhuyar (1925: 91) tenía buena
idea de estas minas, así hablando del socavón de Santa Victoria dice que: “existe
porción de mineral (…) con leyes superiores que ofrecen las mejores
esperanzas de su continuación”.
Sin embargo, no sabemos por qué, en el
R.D. de Ley de Minas de 1825 (obra de Fausto) se excluyen de las minas de la
Real Hacienda a las de Guadalcanal, Cazalla, Aracena y Galaroza (derogando las
leyes 3ª y 4ª del título VIII, Libro IX, dedicado al Comercio, Moneda y Minas,
de la Novísima Recopilación de las Leyes de España, de 1806).
En 1825, el catalán Gaspar de la Remisa
i Mialons, Marqués
de la Remisa y Vizconde de Casa Sants (1784-1847) empieza
a investigar las minas de Guadalcanal, logrando su concesión en 1927. El
metalurgista Bernardo de Larrea y Villavicencio aparece como socio de la
Compañía, siendo nombrado director de la Mina, por su amplia experiencia en el
Virreinato del Perú y en estas minas.
Sebastián Miñano, en su Diccionario (1826,
IV, pp. 374), dice que en Guadalcanal: “están las minas de plata, cuyo producto
es bastante considerable, y su explotación es digna de verse”, aunque en
aquella época las labores están en preparación. Gaspar de la Remisa, tras su
entrada en Guadalcanal, va a convertirse en un gran empresario minero, poco
después explotará las minas de Ríotinto (1829-1849) y las de la Cruz, en
Linares (h. 1830), etc.
Según de la Remisa, su inversión en
Guadalcanal fue de 70.000 duros (Flores Caballero, 2011: 111).
La empresa de Gaspar de la Remisa
explotará las antiguas
labores de Hoppensak: Santa Casilda, Chaparral, Pozo
Azul y Mina Victoria, pero las obras no fueron de tan gran envergadura como
insinúa Miñano (Kith, 1852). El 18 de agosto de1828, el Marqués de Remisa envía
al Rey 7 piñas de plata, obtenidas por amalgamación. Se emplearon en los
ensayos el método de los toneles, ideado por Ignaz von Born (1741-1791) a
finales del XVIII, con buenos rendimientos (Mercurio de España, 28 de
septiembre de 1828, pp. 189, lo mismo en Gaceta de Madrid de 16 de
septiembre de 1928). Aunque Manuel Flores Caballero (2011: 114) considera
que el vizconde era un especulador, así su labor en el Suroeste: “solo
sirvió para embolsarse los beneficios que obtuvo con la avariciosa explotación
que realizó en Río Tinto, dejando abandonadas las minas de Guadalcanal”.
De todas formas, el Gobierno no cede en
el empeño de volver a recuperar las minas para el Estado y encarga, en 1830, al
presbítero Tomás González y Carvajal (1780-1833) una recopilación de los datos
históricos relativos a Guadalcanal, apareciendo los dos tomos de documentos en 1831.
Pascual Madoz (1847, IX: 10) señala al
hablar del municipio de Guadalcanal: “A 1/4 de leg. entre N y E se hallan las
minas de plata que han sido en otra época de gran utilidad á la nación, pero
que hace 14 años están abandonadas”.
Por tanto, la explotación del Marqués de
la Remisa dura más o menos hasta 1833. Dice Kith (1852) que solo sacaron de
allí 50 libras (22,68Kg) de plata, abandonando las labores al poco tiempo. Este
autor tenía datos frescos gracias a su relación con Vicente López Preve, que
había trabajado como ingeniero de la empresa de Gaspar de la Remisa, y con
otros trabajadores de la misma con los que coincide en Riotinto. En los años
40, se producen numerosos registros de minas y escoriales antiguos en el
municipio (cfr. Minas registradas y denunciadas, Boletín Oficial de Minas,
1842-45). Destacamos la presencia de una compañía británica, The Guadalcanal
Silver Mining Association que pasó a la zona tras informe del agente de
minas, comerciante, banquero, fabricante de sal y cónsul general de Austria y de
Rusia, Juan Duncan Shaw (Shauv) (1801-1878), nacido en España, aunque de
ascendencia escocesa, y del capitán (capataz de minas) Sincock (Mining
Journal, 30 de septiembre de 1848: 464). Esta Compañía fue constituida en
Londres en 1848.
Disponemos de copia del registro
provisional de la Compañía (Joint Stock Companies’
Registration Act) fechado en
junio de 1850. Los socios que se citan son: Thomas Field,
marchant; Paul Rapsey Hodge, civil engineer; Edward Hunt, marchant; George
Knight Huxley, gentleman; y
Joseph Thomas, publisher).
Previamente a los trabajos de arranque
se documentaron las minas, recuperándose antiguos planos. La compañía inglesa
pagaría 1.200 reales por las labores e instalaciones y el 26 de diciembre de 1848
iniciaron el desagüe de Pozo Rico, con bomba de vapor traída desde Inglaterra (Cabo Hernández, 1995, citando a The Mining Journal y Kith,
1852). Nombran a Duncan Shaw director de la
Mina y a G. Michell Director Técnico. Los gastos de explotación y desagüe los
llevaron pronto a ampliar el accionariado, con 2000 nuevos títulos (Daily
News, 17 de diciembre de 1849)
La mina estaba completamente desaguada a
finales de enero de 1850, lo que posibilitó su reconocimiento.
Se comprobó que el mineral de plata no
aparecía por debajo
del tercer piso, en una mina de once pisos (con 242 varas
de profundidad). El filón se volvía además completamente estéril hacia el
Norte, mientras que por el Sur desaparecía en una falla. La falta de mineral
llevó al cese de las labores en el mismo año de 1850. El ingeniero de minas
sevillano Roberto Kith (1852) que había visto la mina desaguada y evaluado el
criadero dice que debían hacerse galerías de prospección ortogonales al filón
de Pozo
Rico, para encontrar nuevos filones, tal y como hizo
Hoppensak.
En 1852, las minas antiguas estaban de
nuevo
anegadas (Kith, 1859). Los empresarios que habían
participado en The Guadalcanal Silver Mining Association, poco después
de entrar en Guadalcanal, constituyeron The Linares Lead Mining Company (1849), dirigidos por John Taylor e
hijos, para explotar
una mina de plomo en Linares, llamada Pozo Ancho, donde
tuvieron más éxito.
La última etapa de Guadalcanal. -
En 1859, Roberto Kith, a petición de varios
compañeros, edita en Revista Minera los planos de los trabajos de
Guadalcanal, como memoria histórica, pero también “para alguno que quisiera
volver a investigar sobre aquellas labores”.
El autor menciona el denuncio, en 1853, de
las minas Chaparral y Santa Cecilia, por parte de la Compañía de Pablo Ochaita,
el cual hizo en años posteriores algunas calicatas. Este empresario también
inscribiría a su nombre las minas de plata en Montejo de la Sierra (Madrid), en
1854. De igual forma otras tres Sociedades, con sede en la capital de España,
pero cuyo nombre ahora desconocemos, denunciaron todos los pozos antiguos, sin
actividad reseñable. Como señala Kith (1859): “las minas antiguas se hallan
anegadas, del mismo modo que se hallaban en 1852”.
Las minas siguieron paralizadas toda la
segunda mitad del siglo XIX. En 1880, el Porvenir de Sevilla señala que
el propietario de Pozo Rico, D. Cándido Moreno trata de vender esta mina (Cfr. Revista
Minera, Metalúrgica y de la Ingeniería, 31: 273)
En 1911, se vuelve a intentar la
explotación de las minas y empezaron a realizar su desagüe. Se perforaron 100m
de pozo, llegándose a los 200m de profundidad, donde había labores antiguas
(ENADIMSA, 1986). Según el ingeniero de minas bilbaíno Joaquín Menéndez Ormaza (Revista
Minera, Metalúrgica y de la Ingeniería, 70: 584) las bombas no daban a
vasto: “las dos insignificantes bombas eléctricas trabajan sin un segundo de
descanso y el añadir otra implicaba la ampliación de la central eléctrica del
pozo. En estas condiciones se retiró el material para constituir una Sociedad
que permitiera ampliar las instalaciones para seguir profundizando, cuando
sobrevino la guerra”.
En 1917, en plena I Guerra Mundial, se
crea en Madrid la Compañía Cuprífera Española, con capital social de 500.000 ptas.
(5.000 acciones de 10 ptas.)). Su presidente era el abogado Luis Martínez
Kléiser (1883-1971) (ABC, 9 de marzo de 1920). Según el plano de las
minas de Goetz Phillipi), vemos que, en 1919, el yacimiento queda repartido
entre concesiones de tres Sociedades: Compañía de Pozo Rico, La Cuprífera
Española y la Compañía de Rodolfo Goetz Phillipi. La Estadística Minera de
este año y posteriores no recoge ningún dato de actividad en Guadalcanal,
probablemente por qué no lo hubo.
A partir de 1914 no hemos localizado
datos sobre el laboreo de esta mina (si de permisos de investigación). Sin embargo,
hay referencia de explotaciones de diversas sustancias en otros lugares del
municipio de Guadalcanal.
Este es el caso del plomo (d. 1916
tenemos la mina del Laberinto), barita (la SA Baritina fue constituida en los
años de la I Guerra Mundial), carbón (en 1917 ya funcionaba Mina San Epifanio y
luego vinieron otras como Charco de Sal, San Pedro, María o La Primera), así
como de otras sustancias en la zona, sin volver a saber nada de la plata.
ETSI
Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid
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