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lunes, 18 de mayo de 2020

Historia de las Minas de Plata de Guadalcanal 7/8



Guadalcanal en la primera mitad del siglo XIX.-

Tras la Guerra de la Independencia hubo tímidos intentos de la Compañía de Navegación del Guadalquivir (fundada por R.O. de 8 de diciembre de 1814 y autorizada por R.O. de 8 de agosto de 1815) para reactivar las explotaciones, con escaso éxito. En 1818, Bernardo de Larrea y Villavicencio (1758-1839), natural de Riobamba, en Ecuador, Conde del Real Agrado y discípulo del barón Nordenflinch en Potosí, colabora con la Compañía del Guadalquivir, ensayando minerales y participando en el desagüe.
Pascual Madoz (1849, XIV: 395) dice que la compañía hizo en Guadalcanal ensayos sin fruto que le costaron medio millón de reales. Del Moral Ituarte (1991: 98) presenta a esta empresa como un grupo de carácter innovador, que aporta tecnología, señalando: “se mecaniza casi al unísono, en el período comprendido entre 1816 y 1823, la excavación de la corta Borrego (1816), la navegación de pasajeros de Sevilla a Sanlúcar y el pontón de limpia de los bajos del río (1817), la excavación de las minas de carbón de Villanueva y, quizás las de plata de Guadalcanal”. S  abemos por Pascual Madoz (1849, XIV: 395) que se emprendió la explotación de las minas de carbón de Villanueva del Río “por medio de una máquina de vapor”. No sabemos sin embargo si en Guadalcanal introdujeron estas novedosas técnicas. En 1918 la Compañía de Navegación del Guadalquivir fue retirada de sus concesiones.
La primera máquina de vapor para desaguar minas españolas fue la instalada, en 1805, en Almadén, por Francisco de la Garza (1757-1832). La de la Compañía del Guadalquivir de Villanueva del Río (1817), es ligeramente posterior.
En 1819, Alejandro Vicente Ezpeleta, fundidor mayor de la fábrica de Sevilla, en un informe realizado por encargo de S.M. sobre el Memorial sobre las minas del Reino presentado por José María de Mena, dice de Guadalcanal “que después de producir grandes riquezas con que se levantó la casa de los Júcares (Fúcares) (…) han quedado inundadas y sin utilidad hasta el presente” (Adaro, 1994).
Poco después, en sesión extraordinaria de Las Cortes españolas, de 8 de noviembre de 1820, se encarga una Memoria de las Minas de Guadalcanal a D. Bernardo de Larrea, ensayador de las minas, señalando datos acerca del producto, gastos y utilidades de las mismas (Gaceta del Gobierno, viernes 10 de noviembre de 1820: 608).
Tras la independencia de las colonias americanas Fausto de Elhuyar (1755-1833) vuelve a España, en 1822, siendo nombrado poco después Director General de Minas y Ministro de Estado. España había perdido las explotaciones mineras de plata en México y era urgente recuperar las minas peninsulares. A Elhuyar se le encomienda el reconocimiento de las minas de Almadén, Guadalcanal y Riotinto (R.O. de 14 de septiembre de 1822).
Por encargo de la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público, Fausto Elhuyar inspecciona las minas de Guadalcanal, entre 1822 y 1823, con la colaboración de Francisco de la Garza (1757-1832), director de Minas de Almadén, y Bernardo de Larrea y Villavicencio (1770-1839), elaborando un mapa de la zona (desde Guadalcanal hasta las minas, además de un plano subterráneo del socavón de Santa Victoria, hoy extraviados) y una Memoria (Palacios Remondo, 1993).
Fausto Elhuyar (1925: 91) tenía buena idea de estas minas, así hablando del socavón de Santa Victoria dice que: “existe porción de mineral (…) con leyes superiores que ofrecen las mejores esperanzas de su continuación”.
Sin embargo, no sabemos por qué, en el R.D. de Ley de Minas de 1825 (obra de Fausto) se excluyen de las minas de la Real Hacienda a las de Guadalcanal, Cazalla, Aracena y Galaroza (derogando las leyes 3ª y 4ª del título VIII, Libro IX, dedicado al Comercio, Moneda y Minas, de la Novísima Recopilación de las Leyes de España, de 1806).
En 1825, el catalán Gaspar de la Remisa i Mialons, Marqués
de la Remisa y Vizconde de Casa Sants (1784-1847) empieza a investigar las minas de Guadalcanal, logrando su concesión en 1927. El metalurgista Bernardo de Larrea y Villavicencio aparece como socio de la Compañía, siendo nombrado director de la Mina, por su amplia experiencia en el Virreinato del Perú y en estas minas.
Sebastián Miñano, en su Diccionario (1826, IV, pp. 374), dice que en Guadalcanal: “están las minas de plata, cuyo producto es bastante considerable, y su explotación es digna de verse”, aunque en aquella época las labores están en preparación. Gaspar de la Remisa, tras su entrada en Guadalcanal, va a convertirse en un gran empresario minero, poco después explotará las minas de Ríotinto (1829-1849) y las de la Cruz, en Linares (h. 1830), etc.
Según de la Remisa, su inversión en Guadalcanal fue de 70.000 duros (Flores Caballero, 2011: 111).
La empresa de Gaspar de la Remisa explotará las antiguas
labores de Hoppensak: Santa Casilda, Chaparral, Pozo Azul y Mina Victoria, pero las obras no fueron de tan gran envergadura como insinúa Miñano (Kith, 1852). El 18 de agosto de1828, el Marqués de Remisa envía al Rey 7 piñas de plata, obtenidas por amalgamación. Se emplearon en los ensayos el método de los toneles, ideado por Ignaz von Born (1741-1791) a finales del XVIII, con buenos rendimientos (Mercurio de España, 28 de septiembre de 1828, pp. 189, lo mismo en Gaceta de Madrid de 16 de septiembre de 1928). Aunque Manuel Flores Caballero (2011: 114) considera que el vizconde era un especulador, así su labor en el Suroeste: “solo sirvió para embolsarse los beneficios que obtuvo con la avariciosa explotación que realizó en Río Tinto, dejando abandonadas las minas de Guadalcanal”.
De todas formas, el Gobierno no cede en el empeño de volver a recuperar las minas para el Estado y encarga, en 1830, al presbítero Tomás González y Carvajal (1780-1833) una recopilación de los datos históricos relativos a Guadalcanal, apareciendo los dos tomos de documentos en 1831.
Pascual Madoz (1847, IX: 10) señala al hablar del municipio de Guadalcanal: “A 1/4 de leg. entre N y E se hallan las minas de plata que han sido en otra época de gran utilidad á la nación, pero que hace 14 años están abandonadas”.
Por tanto, la explotación del Marqués de la Remisa dura más o menos hasta 1833. Dice Kith (1852) que solo sacaron de allí 50 libras (22,68Kg) de plata, abandonando las labores al poco tiempo. Este autor tenía datos frescos gracias a su relación con Vicente López Preve, que había trabajado como ingeniero de la empresa de Gaspar de la Remisa, y con otros trabajadores de la misma con los que coincide en Riotinto. En los años 40, se producen numerosos registros de minas y escoriales antiguos en el municipio (cfr. Minas registradas y denunciadas, Boletín Oficial de Minas, 1842-45). Destacamos la presencia de una compañía británica, The Guadalcanal Silver Mining Association que pasó a la zona tras informe del agente de minas, comerciante, banquero, fabricante de sal y cónsul general de Austria y de Rusia, Juan Duncan Shaw (Shauv) (1801-1878), nacido en España, aunque de ascendencia escocesa, y del capitán (capataz de minas) Sincock (Mining Journal, 30 de septiembre de 1848: 464). Esta Compañía fue constituida en Londres en 1848.
Disponemos de copia del registro provisional de la Compañía (Joint Stock Companies’ Registration Act) fechado en junio de 1850. Los socios que se citan son: Thomas Field, marchant; Paul Rapsey Hodge, civil engineer; Edward Hunt, marchant; George Knight Huxley, gentleman; y Joseph Thomas, publisher).
Previamente a los trabajos de arranque se documentaron las minas, recuperándose antiguos planos. La compañía inglesa pagaría 1.200 reales por las labores e instalaciones y el 26 de diciembre de 1848 iniciaron el desagüe de Pozo Rico, con bomba de vapor traída desde Inglaterra (Cabo Hernández, 1995, citando a The Mining Journal y Kith, 1852). Nombran a Duncan Shaw director de la Mina y a G. Michell Director Técnico. Los gastos de explotación y desagüe los llevaron pronto a ampliar el accionariado, con 2000 nuevos títulos (Daily News, 17 de diciembre de 1849)
La mina estaba completamente desaguada a finales de enero de 1850, lo que posibilitó su reconocimiento.
Se comprobó que el mineral de plata no aparecía por debajo
del tercer piso, en una mina de once pisos (con 242 varas de profundidad). El filón se volvía además completamente estéril hacia el Norte, mientras que por el Sur desaparecía en una falla. La falta de mineral llevó al cese de las labores en el mismo año de 1850. El ingeniero de minas sevillano Roberto Kith (1852) que había visto la mina desaguada y evaluado el criadero dice que debían hacerse galerías de prospección ortogonales al filón de Pozo
Rico, para encontrar nuevos filones, tal y como hizo Hoppensak.
En 1852, las minas antiguas estaban de nuevo
anegadas (Kith, 1859). Los empresarios que habían participado en The Guadalcanal Silver Mining Association, poco después de entrar en Guadalcanal, constituyeron The Linares Lead Mining Company (1849), dirigidos por John Taylor e hijos, para explotar
una mina de plomo en Linares, llamada Pozo Ancho, donde tuvieron más éxito.

La última etapa de Guadalcanal. -
En 1859, Roberto Kith, a petición de varios compañeros, edita en Revista Minera los planos de los trabajos de Guadalcanal, como memoria histórica, pero también “para alguno que quisiera volver a investigar sobre aquellas labores”.
El autor menciona el denuncio, en 1853, de las minas Chaparral y Santa Cecilia, por parte de la Compañía de Pablo Ochaita, el cual hizo en años posteriores algunas calicatas. Este empresario también inscribiría a su nombre las minas de plata en Montejo de la Sierra (Madrid), en 1854. De igual forma otras tres Sociedades, con sede en la capital de España, pero cuyo nombre ahora desconocemos, denunciaron todos los pozos antiguos, sin actividad reseñable. Como señala Kith (1859): “las minas antiguas se hallan anegadas, del mismo modo que se hallaban en 1852”.
Las minas siguieron paralizadas toda la segunda mitad del siglo XIX. En 1880, el Porvenir de Sevilla señala que el propietario de Pozo Rico, D. Cándido Moreno trata de vender esta mina (Cfr. Revista Minera, Metalúrgica y de la Ingeniería, 31: 273)
En 1911, se vuelve a intentar la explotación de las minas y empezaron a realizar su desagüe. Se perforaron 100m de pozo, llegándose a los 200m de profundidad, donde había labores antiguas (ENADIMSA, 1986). Según el ingeniero de minas bilbaíno Joaquín Menéndez Ormaza (Revista Minera, Metalúrgica y de la Ingeniería, 70: 584) las bombas no daban a vasto: “las dos insignificantes bombas eléctricas trabajan sin un segundo de descanso y el añadir otra implicaba la ampliación de la central eléctrica del pozo. En estas condiciones se retiró el material para constituir una Sociedad que permitiera ampliar las instalaciones para seguir profundizando, cuando sobrevino la guerra”.
En 1917, en plena I Guerra Mundial, se crea en Madrid la Compañía Cuprífera Española, con capital social de 500.000 ptas. (5.000 acciones de 10 ptas.)). Su presidente era el abogado Luis Martínez Kléiser (1883-1971) (ABC, 9 de marzo de 1920). Según el plano de las minas de Goetz Phillipi), vemos que, en 1919, el yacimiento queda repartido entre concesiones de tres Sociedades: Compañía de Pozo Rico, La Cuprífera Española y la Compañía de Rodolfo Goetz Phillipi. La Estadística Minera de este año y posteriores no recoge ningún dato de actividad en Guadalcanal, probablemente por qué no lo hubo.
A partir de 1914 no hemos localizado datos sobre el laboreo de esta mina (si de permisos de investigación). Sin embargo, hay referencia de explotaciones de diversas sustancias en otros lugares del municipio de Guadalcanal.
Este es el caso del plomo (d. 1916 tenemos la mina del Laberinto), barita (la SA Baritina fue constituida en los años de la I Guerra Mundial), carbón (en 1917 ya funcionaba Mina San Epifanio y luego vinieron otras como Charco de Sal, San Pedro, María o La Primera), así como de otras sustancias en la zona, sin volver a saber nada de la plata.

ETSI Minas y Energía, Ríos Rosas 21, 28003 Madrid

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