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lunes, 27 de julio de 2020

Curicheando en la Sierra Norte de Sevilla

"La perdiz alta, difícilmente ba­ja”

Nuestro término, en cuanto a caza se refiere, es, sin duda, el más apropiado para la caza con reclamo, dado a la abundancia de la codiciada "Perdiz Roja", objeto de líneas, dedicadas a la afición de Guadalcanal.
Afición "in crescendo" por la efectividad de sus puestos tan deliciosos y panorámicos, donde se contemplan las habilidades tan exquisitas que nuestro reclamo desarrolla al trabajar las campesinas, al transcurso de los cuarenta y dos días de la apertura de la veda nos ofrece en nuestra zona Norte de Sevilla.

Como pajaritero   empedernido, que  no  toda la  afición consiste en la preparación de: siento, puesto de tela, coche y otros secundarios, sino en el esmero de los reclamos basado en la continua labor de sus espe­cíficos cuidados, vigilancia cons­tante en todos sus aspectos, eli­giendo su colocación, combinada de tal manera que no falte luz, sol, abrigo y atmósfera, para conse­guir su sanidad, perfecto pelecho, y dejarlos en condiciones óptimas para soportar la dura batalla de la anhelada temporada de celo.

El criar pollos para, quizás, ob­tener buenos reclamos, es una aventura difícil y abnegada, ya que necesitan multitud de cuidados y mucha suerte, pero no siempre salen buenos, pudiendo compro­bar esta bondad soltando varios de ellos en una habitación con un reclamo enjaulado, aquilatando así su valentía y su buena sangre, al observar aquellos que le hacen cara, desafiando y curicheando que son los que hay que seguir cuidando hasta su prueba en el campo.

El procedimiento mejor para ob­tener buenos reclamos, es sencillo y hacedero, pues se trata de no dolerse de la cartera; no obstan­te, siempre hay que observar al nuevo "fenómeno" que se compra, en su sanidad, mansedumbre y buenos comportamiento en el pulpitillo, al hacerle las tres pruebas del reglamento pajaritero: sin perdices, con perdices y al matarle el macho primero, para ver cómo tra­baja a la hembra; creyendo inútil la prueba de errar de exprofeso la primera perdiz que entre en plaza.

Con qué entusiasmo se recuer­dan los buenos puestos dados en Los Olivos, Los Arrayanes, Los Ba­rrancos, La Varita, La Alcornocosa, Sierra del Agua, La Utrera y tantos otros que nos proporciona­ron esa inmensa vitalidad latente, que al transcurso del tiempo nos va impulsando esa gran esperanza para poder esperar la venida de un nuevo celo que nos coloque en nuestra salsa, esa salsa especial que necesitamos los buenos aficio­nados a la jaula.
No quiero terminar estos párra­fos sin antes consignar estas "Ad­vertencias" muy constructivas pa­ra todos los que se precien de pajariteros:
"Por San Antón, el capillo al perdigón, y si no están, por San Blas".
“Pájaro con tufo, casi nunca es cuco".
"Campesino que mucho curichea, poco se menea".
"Con heladas, lo probable es no hacer nada".
"Pájaro cobarde cantador, pue­de ser el mejor".
"Perdiz viuda, a los tres días es segura".
"Puesto repetido, es puesto per­dido".
"Pájaro aseador, no es el me­jor".
"Tarde tranquila y algo de calor casi siempre es la mejor".
"El puesto sin monte alrededor, nunca será el mejor".
"El pulpitillo en sitio pelado, es casi siempre un espantajo".
"El que primero llega a un pues­to, es el dueño para todo el tiem­po".
"La perdiz alta, difícilmente ba­ja".
"Cazar muchos compañeros, es estropear los cazaderos".
"Lo ideal, son dos para cazar".
"La perdiz para venir, pendiente tiene que subir".
"Campesino que más de una perdiz guarde, es pájaro cobar­de".
"Si este pájaro entrara, sería el primero que mataras".
"Siempre se tuvo consideración con el cazador de perdigón".
"Y si el cazador es cogido, de­be ser sufrido".

JOSÉ M.ª RIVERO SANZ
Revista de feria 1980

lunes, 20 de julio de 2020

Un alcalde-poeta en Guadalcanal 4

Última parte

…Era sangre d’otras épocas su sangre,
sus agallas parecían d’otros tiempos…;

Bibliografía. –

EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS (1921)
El miajón de los castúos es la obra más popular de Luis Chamizo. Su aparición estuvo propiciada por el mecenazgo de Don José Ortega Munilla, padre del filósofo Ortega y Gasset.
El prólogo, la presentación en el Ateneo de Madrid y varios sueltos en la prensa nacional contribuyeron a dar a conocer esta original muestra de poesía intrahistórica. La primera edición del libro se agotó a los pocos meses, saliendo en el mismo año 1921 la segunda. Escritor regionalista castellano, amigo de Chamizo, fue Julián Sánchez-Prieto, de oficio pastor, pero que con la ayuda de Ortega Munilla y los juicios críticos de Concha Espina se dio a conocer un año más tarde que Chamizo; en la casa del poeta, en Guareña, le dedicó el libro titulado En el chozo con estas palabras: “Para el excelso cantor de Extremadura, Luis Chamizo, con un abrazo de su mejor amigo y devoto (1 agosto 1922)”; a este autor, en su época, se le conoció con el nombre de “El pastor-poeta” y él firmaba como “El pastor de Ocaña, pastor de Castilla”. De esta manera se convirtió Luis Chamizo en un poeta modelo para los escritores regionalistas de Castilla, Andalucía, Extremadura, etc. Sin duda, contribuyó a ello la fama alcanzada en España e Hispanoamérica con El miajón. Eugenio Frutos ha resumido magistralmente el éxito y los efectos de la crítica sobre el libro: “Fue una época brillante, aunque breve. Desde el elogio exaltado de Santiago Vinardell, hasta las reservas de Salaverría sobre el baturrismo poético, la gama de juicios fue muy variada”
            Si reparamos en el subtítulo de la obra, vemos que es Rapsodias extremeñas. Creo que podemos encontrar el porqué del contenido de El miajón; pienso que Chamizo se siente rapsoda, cantor de las hazañas del pueblo extremeño. Veo estrecha relación entre este subtítulo y el pensamiento de Ortega y Gasset en Las meditaciones del Quijote, donde se explica el papel del rapsoda en el edificio de la obra épica con estos términos: “A diferencia del poeta moderno, no vive aquejado por el ansia de originalidad”. Sabe que su canto no es suyo sólo. La conciencia étnica, forjadora del mito, ha cumplido. Julián Sánchez-Prieto, En el chozo, Prólogo de don José Ortega Munilla, juicio crítico de Doña Concha Espina, Madrid, Librerías de Martin, 1922. En la casa de Guadalcanal en la biblioteca se conserva una fotografía del “pastor poeta” dedicada a Chamizo.
Todo, antes que él naciera, el trabajo principal; ha creado los objetos bellos. “Su papel queda reducido a la escrupulosidad de un artífice”. Chamizo fue el técnico que, con el cincel de su verso, se encargó de dar forma a la vida poética del pueblo extremeño; para su pueblo escribió una contemporánea Ilíada, en la que narró las costumbres ancestrales con un lenguaje cargado de arcaísmos. Ejemplo próximo en el tiempo para chamizo fue el poema Mireya de Mistral.
            El miajón de los castúos es un himno dedicado a exaltar las jazañas extremeñas y a dar identidad actual a auna región que dio hombres importantes en el pasado, “que triunfaron en América” y:
Conquistaron pare los reyes de su Patria
los Peruses y los Méjicos;
y llenaron de pinturas sus iglesias,
y palraron su sentir en los Congresos.
(M. 141-144)
            Estos héroes --conquistadores, pintores y oradores—son los protagonistas junto con el pueblo llano de la epopeya étnica de Extremadura. Para el poeta los héroes continúan en los campos extremeños, cuando afirma que «semos... los nietos de los machos qu'otros días/trunfaron en América».
            En este poema se canta la vida cotidiana y heroica del hombre extremeño con sus rasgos etnográficos: el miajón que llevamos los castúos/por bajo e la corteza (M. 55-56), que habita un ecosistema que ama y a la vez le condiciona. El sentimiento colectivo de pueblo agrícola está expresado en los versos: Qu'estos hombres son los machos d'una raza/de castúos labraores extremeños (M. 115-116). Es la tierra labrantía para el hombre extremeño la jembra, la madre, la novia y la hermana (M. 121-126). El saber se transmite de unas generaciones a otras por tradición: qu'ha de saber podar como su agüelo/y ha de saber segar como su padre (M. 443-444).
Obras completas, Madrid, Revista de Occidente, 7 ª edición, 1966, t. l, p. 374. E. Frutos relata cómo conoció el libro de Ortega: “Un dato curioso --dada mi posterior consagracion a la filosofía-- es que Chamizo trajo de Madrid el primer libro de Ortega y Gasset: las famosas Meditaciones del Quijote, cuyos análisis fenomenológicos, que a Chamizo le inspiraban curiosidad y le divertían, me impresionaron vivamente, aunque entonces, claro es que no hubiera sabido denominarlos así” (Vid. Fiesta de mayo, 1976, Guareña).
El paisaje extremeño está surcado por el tren; elemento extraño que rompe el silencio del campo bucólico y espanta con sus silbidos a las yuntas. El tren y la luz eléctrica representan el progreso que el campesino tradicional mira con recelos, de tal manera que el muchacho que ve por primera vez la procesión de Semana Santa dice: Y pa mí qu'a Ella no debía gustale/la lus elertrina pa que l'alumbrara (M. 870-871). Sin embargo, Chamizo acepta las nuevas técnicas de artesanía inventadas por su padre que “endispués de cavilá tuvo el acuerdo/de los conos y los jornos encuadraos” (M. 1.325-1.326) y puso en producción, descuajando el monte, la finca de Vardearenales, al transformarla en la fértil viña: y las cepas dieron uvas/remojás con el süor del tinajero (M. 1.342-1.343).

LAS BRUJAS (1932)
            Las brujas, Arturo Gazul advirtió en la poesía de Luis Chamizo cualidades teatrales en los personajes que monologaban y dialogaban sobre sus dramas vitales con acertado realismo. En las reiteradas visitas de Chamizo a la casa de Gazul, en Llerena, éste le animó a que escribiera una obra teatral.
            Las brujas se enmarcan dentro del teatro regional español, insinuado por Enrique Díez-Canedo, en el ámbito del teatro costumbrista de Arniches, los Álvarez Quintero, etc. Chaizo se acoge a la estética del teatro poético, en verso, que había tenido éxito con las obras de Valle-Inclán, Villaespesa,
Marquina.
            A la forma modernista del verso Chamizo añade el fondo intrahistórico al tratar un tema con profundas raíces en el folklore popular: los amores, el traje, el dialecto, los ritos, etc. Los tres cantos de la obra están inmersos en creencias populares; el primer canto es la historia vulgar de la novia que cede al novio antes de partir para la guerra; en el segundo titulado “El mal de ojo” se apodera el conjuro de la muchacha y en el tercero se resuelve el nudo en la noche de San Juan. Toda la obra se halla envuelta en un halo de superstición y brujería.
 referencias a la cercana guerra de Marruecos contribuyeron a enardecer los sentimientos del público asistente a las representaciones. La técnica teatral es la tradicional en tres actos, sin aplicar las modernas técnicas europeas del momento. Vid. Enrique Segura, prólogo a Las Brujas, Op. cit p. XXII.
El Sol, II-X-30.
El éxito del drama de Chamizo fue, en opinión de Arturo Mori, “acaso el más brillante de la actual temporada”.
            Chamizo escribió también dos libretos de zarzuela; uno de costumbres extremeñas titulado Flor de Luna y otro de ambiente andaluz, Gloria, que debió ser musicado por Pablo Sorozábal; ambos estaban destinados a su amigo Marcos Redondo. Las dos zarzuelas permanecen inéditas y desconocemos quién posee los manuscritos.

EXTREMADURA (1932)
            El libro Extremadura (poema) se publicó en 1942, pero su gestación fue muy larga y solamente se imprimió el canto primero. Los inicios y las vicisitudes por las que pasó esta composición los describe Eugenio Frutos:
«Emprendió la composición de un poema largo, donde palpitaban las virtudes de la raza. Lo concibió como una exaltación del extremeño y de la vinculación a la tierra, y tomó como motivo la antigua fiesta de la Candelaria, cuando se llevaban las candelas --tizones de las hogueras familiares-- a la tierra
vinculada a la familia. El poema se titularía “La Juguera”.
Después el poema cambió, y lo que, andando bastantes años, se publicó fue el poema “Extremadura”, donde se inserta “La noche de las candelas”.
            En 1930, con motivo del homenaje que le tributaron sus amigos en Sevilla por el éxito del estreno de Las Brujas, recitó dos poemas de este libro: “Pelea de gallos en Medellín” y “La jilandera”. Sobre este libro escribió López Prudencio:
“Desde el paisaje hasta la acción, todo está visto y sentido a la luz de la gesta literaria de Extremadura en los días gloriosos de España”.
            El cuadro costumbrista de la pintura de Eugenio Hermoso y de Adelardo Covarsí está perfectamente equiparado con la descripción del tipismo extremeño que hace Chamizo en estos versos:
Al brillar el lucero, los labrantines
aparejan sus bestias.
Van a piernacachones los mozalbetes
en albardas de bálago, bien peripuestas;
en el arzón la bota de vino tinto,
y la moza en las ancas, a mujeriegas,
una mano en el talle del mozalbete
y otra mano en el talle de la vigüela.
(Extr., 517-524)
            El tiempo en este poema no se cuenta por el calendario sino por los trabajos y las fiestas populares: la sementera, la Candelaria, el Corpus, etc. La vida del pueblo transcurre con las creencias religiosas: Bastián y la Mari-Rosa rezan juntos/la oración de la siembra (E. 1.047-1.048) y las creencias supersticiosas: un calenturón negro, por los rincones/reía con su zumba malagorera (E. 89-90), bisarmas de cuentos brujos (E. 229-230), curanderas, brujas, Samparipayo. Las costumbres populares
están reflejadas en las carreras de gallos, el traje regional, la cocina (cuencas de fresno, trincaya, vino de Guareña), las canciones (El gerineldo), los romances, los juegos (tirar a la barra, E. 394), instrumentos musicales, etcétera.

POESIAS CASTELLANAS (1935)
            Hay una segunda edición publicada en 1967. Las fechas de composición van de 1913 a 1926 en los poemas que la anotan; hay otros en que no aparece el año.
            El tema del amor está tratado en “Canto bohemio”, “Fecundidad”, “Trini la zagalilla”, “En el remanso”, “La eterna elegía”, “Rima”, “Romance del tiempo viejo”, “Mi virgencita”, “Renunciación”, “En el azul celeste de tus ojos” y “El último romántico”.
            La naturaleza la canta Chamizo en “Amanecer de invierno”, “La rosa blanca” y “La oración de la noche”. Los temas tradicionales y folklóricos en “Los quintos de hogaño”, “El juramento”. La justicia social se enaltece en “Los héroes sin gloria” y “Mis polichinelas”. El regionalismo se toca en “Nostalgias”, “A Gabriel y Galán”, “Invocación al héroe”.

Hay otras publicaciones, tales como La Nacencia y Poemas Extremeños (1932) y una recopilación publicada en 1967 titulada Obra Poética Completa de D. Luis Chamizo, igualmente caben destacar artículos y cuadernillos publicados en los diarios y revistas de la época, permanecen inéditas una zarzuela andaluza, Gloria, y una zarzuela extremeña, Flor de Luna.


Fuentes. - Biblioteca Virtual Extremeña, Antonio Viudas Camarasa (Obras completa), Asociación Cultural Luis Chamizo (Guareña) y Francisco Arias Solís (Luis Chamizo. La voz del tinajero de Guareña)

lunes, 13 de julio de 2020

Que levante la mano

PLAYA DE GUADALCANAL

¿Pero eso no está en el Pacífico?
La distancia no es el olvido. más bien todo lo contrario. Cuando uno se haya lejos de lo que le importa siempre tiene la memoria, los recuerdos. Se establece un vínculo imaginado y ensoñador que no sólo reduce el tiempo, sino el espa­cio. Cuando se evoca una mujer, hasta casi se puede oler su perfume. Cuando lo que se evoca es un pueblo, en este caso mi pueblo, imágenes, sonidos y sensaciones invaden, como si de una película se trata­se, mi cabeza.

“¿Pero eso no está en el Pacífico?” Ardua tarea la de explicar a los que te inquieren por tu lugar de nacimiento, por qué, siendo de Guadalcanal, uno es sevi­llano y no un aborigen de la Polinesia, con todos mis respetos, por supuesto, para mis hermanos de las Antípodas. Y todo por­que un paisano mío, siglos atrás, desem­barcó en la playa de una isla a la que, como hijo bien nacido, le puso el nombre del pueblo que le vio nacer: Guadalcanal. Una vez terminada la explicación, el interlo­cutor adopta varias posturas. A saber: pro­nuncia un “aaahhh” de curiosidad satisfe­cha, se encoge de hombros con indiferen­cia, o, las menos de las veces "pero de todo hay", no se vayan a creer simplemente no se lo tragan. Y es que la ignorancia es osada. Pero hay algo que inevitablemente sucede. Una vez finiquitada la conversa­ción, retorno al pasado. Comienzan a aflorar a mi mente vivencias, recuerdos, historias, sensaciones, sentimientos, per­sonas... Todo aquello que a lo largo de mi vida me ha acaecido e influido. Y mientras notas que la nostalgia se está convirtiendo en tu compañera de conversación, una sonrisa, mitad feliz mitad melancólica se te esboza entre los labios.

Luego llega una cierta sensación de vacío, de desamparo, de desarraigo. Es como un pequeño soplo de viento helado que te invade el corazón. Y surge la pre­gunta: ¿De dónde soy? Alguien dijo que uno no es de donde nace, sino de donde pace. Algo de razón hay en ello. Pero no es toda la verdad. Max Aub, escritor hispano-francés, dijo, con sarcasmo, que uno es de donde hace el bachillerato. Y yo, mien­tras, miro a un lado y a otro, y mientras me miro en el espejo, tras unos instantes de duda, me digo que el hogar está donde está el corazón.

Y si no todo mi corazón, por lo menos una parte importante de él, o la más pura e inocente estén en Guadalcanal. Está en los recovecos de cualquier esquina. En cualquier rincón de sus blancas calles. Entre los naranjos de la Plaza de España. Sobre el albero del Coso. Sobrevolando las copas de los árboles del Palacio. Atrapado en las pupilas de las mujeres de aquí que un día encendieron en mí las primeras llamas de amor. Y, sobre todo, está entre los olivos que, tiempo atrás, fueron bañados por el sudor de mis padres y de los padres de mis padres.

Vamos que soy guadalcanalense. Es decir, sevillano y andaluz.
Quien pueda decir lo mismo, que levante la mano.


Jesús Rubio
Revista de feria 1994

lunes, 6 de julio de 2020

Un Acalde-poeta de Guadalcanal 3


Yo vía escribir “La Nacencia”
 Tercera parte 

“y las cepas dieron uvas
remojás con el süor del tinajero".

    Aunque paisano de Luis Chamizo, no lo conocí personalmente hasta mis quince años. Estudiaba yo entonces el cuarto curso de Bachillerato y una epidemia de gripe obligó a cerrar el colegio aquel otoño de 1918. Fui con mi familia al campo, a Valdearenales, y nos instalamos en una casa cercana a la del poeta, que la tenía en la famosa «viña del tinajero» de sus poemas.
    Ya entonces había cantado Chamizo a Valdearenales en ligeras seguidillas, por [os años de su adolescencia. En ese otoño del 18 debía tener ya más de veinte años.
    Chamizo había tomado contacto en Madrid con la poesía del tiempo a través de los corifeos más conocidos del modernismo en España: Salvador Rueda, Villaespesa, Nervo, Carrere. Aunque ya tenía afición a lo dramático y a lo pintoresco del color local, sus composiciones en extremeño eran raras y frecuentemente no se sostenía el dialecto a lo largo del poema, sino en diálogos o monólogos puestos en boca de los pastores y campesinos. --Por entonces él consideraba los alejandrinos de “Renunciación” como sus mejores versos--.
    Presentados, en el gran salón del campo, por un amigo común, recuerdo que me recitó dos poemitas: uno ligero y suave “¿Flores? ¿Mujeres?... ¿Qué más da? --Llenan de besos y perfume s -- todo el jardín primaveral”; otro, recién compuesto, describiendo un amanecer en el campo:
Un caldero de migas colgado de las llares
sobre las jaras secas en combustión sonora.
Un cielo de amaranto flotando en el oriente.
Un almaizal de oro velando los lugares
Y un disco de rubíes, que, a la luz de la aurora,
semeja la tiara de un dios omnipotente.
   Algunos de estos poemas fueron publicados en “La Semana”, el periódico de Don Benito, dirigido por el Inolvidable Francisco Valdés.
    Mi amistad con Chamizo continuó en los siguientes años. Durante los veranos solía yo subir a su casa, por las mañanas, con frecuencia. Me suministraba libros o los leíamos juntos. Eran principalmente libros de versos. Pero también allí leí, por vez primera, las “Meditaciones del Quijote” de Ortega y Gasset. En ocasiones, nos entreteníamos en puntuar. --de cero a diez, como ahora en el Bachillerato-- los poemas de Villaespesa y Amado Nervo. En estas lecturas llegamos a Antonio Machado; pero hasta mi ida a Madrid no había de penetrar yo en la nueva modalidad poética, que a Chamizo le era desconocida.
    Su genio alegre y realista le llevaba más a las formas vernáculas. Después del triunfo de “Los consejos del tío Perico”, en los Juegos Florales de Almendralejo, es cuando encaminó sus pasos decididamente por el sendero regional. En poco tiempo escribió los poemas de “El miajón de los castúos”. Solía leérmelos al día siguiente de escribirlos, salvo “La nacencia”, cuya escritura presencié. Llegué a su casa, como de costumbre, por la mañana y entré directamente a su despacho, que abría su puerta en primer término a la derecha, en el caño de casa. Estaba escribiendo.
    “Siéntate un momento --me dijo-- estoy con otra poesía para el libro”. Y me fue leyendo las estrofas del poema conforme salían, casi sin correcciones, de la pluma:
Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s'agachó en un cerro,
 y los artos cogollos de los árboles
 d'un coló de naranja se tiñeron.
     Pronto estuvo el libro dispuesto y salió a luz pública con el prólogo de Ortega Munilla. Fue una época brillante, aunque breve. Desde el elogio exaltado de Santiago Vinardell, hasta las reservas de Salaverría sobre el baturrismo poético, la gama de juicios fue muy variada. Pero el hecho de haber ocupado este juicio columnas de los más importantes diarios madrileños,
prueba, sin más, el éxito. Para mí adquirió este cuerpo en el banquete que se le ofreció en Don Benito, al que yo asistí, aunque todavía colegial, por bondad de Don José María Manzano. El discurso de Reyes Huerta y una poesía de Vicente Ruiz Medina cita cigüeña describe su parábola —por el ancho zafiro de los cielos-- me impresionaron particularmente en ese
homenaje.
     En sus viajes a Madrid, Chamizo tomó contacto con Ardavín, amigo de Valdés, y con RAMÓN y su tertulia de Pombo. Pero su modalidad poética estaba ya definida.
    Emprendió la composición de un poema largo, donde palpitaban las virtudes de la raza. Lo concibió como una exaltación del extremeño y de la vinculación a la tierra, y tomó como motivo la antigua fiesta de la Candelaría, cuando se llevaban las candelas --tizones de las hogueras familiares-- a la tierra vinculada a la familia. EI poema se titularía “La Juguera”. Después el poema cambió, y lo que, andando bastantes años, se publicó fue el poema “Extremadura”, donde se inserta “La noche de las candelas”. En relación con este poema, tengo que apuntar otro recuerdo personal. En otra de mis visitas al poeta, lo encontré escribiendo y me pidió que le copiara mientras él recitaba los Versos de turno. Fue en una sala frontera al despacho, y. recuerdo a Chamizo paseando y dictándome Un buen fragmento del que siempre he recordado dos versos, que figuran en el libro: “una mano en el talle del mozalbete: y otra mano en el talle de la vigüela”.
     Después de su matrimonio vi menos a Chamizo, pues, aunque conservaba su casa en Guareña, residía habitualmente en Guadalcanal. Las últimas vacaciones de verano que yo pasé en mi pueblo fueron las del año 23, después de cursar segundo de Facultad. Por entonces había yo alcanzado el nivel poético de la época. No sólo me había familiarizado con Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, con los poetas americanos y con los parnasianos y simbolistas franceses, sino que conocía los primeros libros --entonces recién aparecidos-- de Vicente Huidobro, Gerardo Diego, García Lorca, Dámaso Alonso, Juan Chabás y otros. Hablé de todo esto con Chamizo paseando por la plaza y hasta hube de enseñarle alguno de mis últimos poemitas. Aunque desvinculado de'este movimiento, dio muestras de su aguda sensibilidad poética. A los pocos días me leyó dos poesías en el nuevo estilo. Ciertamente se traslucía el modernismo de sus versos en castellano, pero la aproximación era innegable.
   No he visto después a Chamizo, sino en dos ocasiones: una en Cáceres y otra, hace poco tiempo, en Madrid. Pero seguí su labor y no me sorprendió el éxito de “Las Brujas” pues conocía su maestría de versificador y su talento dramático. Hace muy poco la prensa volvió a recordármelo con motivo de su homenaje. El mío es de gratitud. Por él avancé en mi evolución lírica más deprisa que lo hubiera realizado por mi cuenta. Me desvinculó de los clásicos y románticos --desvinculación que considero tan necesaria como después el retorno a ellos--y me introdujo en la versificación de la época. Mi gusto por lo íntimo y universal a un tiempo, me alejaron de la poesía regional, aunque el campo extremeño sea todavía el manantial más fuerte de mis imágenes. Chamizo estaba especialmente dotado para ello, y eligió sabiamente su camino, aunque podía haber ganado un puesto honroso en la poesía castellana.
    He querido escribir estos recuerdos como fluían de la memoria y del corazón, sin interponer papeles ni citas. Van vinculados a una época de mi vida todavía clara y serena, donde la ingenua alegría de los castúos no estaba envenenada por extrañas doctrinas. A esta alegría sin sombras se me vincula el nombre de Luis Chamizo, que la gozó y supo cantarla.

EUGENIO FRUTOS
MTM - Biblioteca Virtual Extremeña