“Historia de España”: “Yacimientos casi exclusivamente de plata son los de Guadalcanal los cuales fueron explotados por cartagineses y romanos y probablemente a los árabes”
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domingo, 27 de diciembre de 2020
Las minas de Pozo Rico
“Historia de España”: “Yacimientos casi exclusivamente de plata son los de Guadalcanal los cuales fueron explotados por cartagineses y romanos y probablemente a los árabes”
domingo, 20 de diciembre de 2020
El clero y la religiosidad en Guadalcanal en el antiguo régimen 3
Iglesias y parroquias
Aparte la
descripción, el informe de los visitadores de 1575 contiene interesantes datos
sobre las actividades económicas y administrativas de la parroquia,
ofreciendo un inventario general de los ornamentos sagrados (imágenes,
retablos, cálices, custodias, copones, patenas, etc. (15), ropas de eclesiásticos
(casullas, capas, albas, manteles, paños, etc. (16) y otros objetos
precisos para el culto (libros, campanas, armarios, campanillas, bancos
etc.), describiendo pacientemente cada uno de ellos y comparando estos datos
con el inventario de la visita anterior. A la vista de este análisis, tomaron
ciertas determinaciones relativas al culto (17), ordenaron la enajenación de algunos
ornamentos inservibles y la adquisición de otros.
También se
interesaron por las posesiones (bienes inmuebles y derechos hipotecarios
o censos) que la parroquia tenía asignada para su mantenimiento,
decoro y gastos de culto. El conjunto constituían los bienes de fábrica (de la
parroquia, iglesia, convento o ermita, según los casos) de origen diverso: una
parte correspondía a donaciones que la propia Orden le hizo en el momento de
su fundación, aunque la más sustancial procedía de mandas testamentarias de
parroquianos a cuenta de misas perpetuas por sus almas (capellanías,
memorias y vínculos), costumbre alentada por el numeroso clero de la
época, que presentaban a un Dios Todopoderoso, pero Justiciero, con el cual
convenía reconciliarse en los últimos días. Para este efecto, los visitadores
hicieron compadecer al mayordomo de la fábrica, quien puso a su disposición el
Libro de Fábrica, donde se reflejaba la contabilidad de los últimos años. Según
estos libros, la Iglesia Mayor carecía de fincas rústicas y urbanas, si bien
disponía de 22 derechos hipotecarios o censos sobre otras tantas propiedades,
cuyos réditos anuales ascendían a 27.052 mrs., aparte de otros 3.412 más
procedentes de memorias, si bien esta última partida se consignaba para el
colectivo de clérigos beneficiados de la parroquia.
Continúa la visita
a la Iglesia Mayor, ahora requiriendo del párroco el título que le habilitaba
para ostentar el beneficio curado, presentando el bachiller Pedro Cabezón,
que así se llamaba el párroco y subvicario en cuestión, una Real Provisión
(25/VIII/1572) despachada a su favor y ratificada por el prior. Asimismo, dio
cuenta de sus ingresos, que ascendían a 60.000 mrs., poco más o menos. Por
otros documentos posteriores, los generados en sendos pleitos que los párrocos
sostuvieron contra los comendadores y los administradores del Hospital, se han
localizado datos más precisos sobre la congrua o emolumentos de este beneficio
curado. Consistía en una cantidad -fija e invariable a lo largo de los siglos
XVI, XVII y XVIII- estipulada en 778 reales (677 que pagaba el comendador de
Guadalcanal y 101 el comendador de los Bastimentos de la provincia), más los
derechos de pie de altar, es decir, las limosnas que percibía por oficiar los
bautismos, casamientos, entierros, misas de difuntos y memorias. En conjunto,
sumados las costas fijas y los ingresos de pie de altar, los emolumentos del
párroco de Santa María rondaban los 2.800 reales anuales (95.200 mrs) (18).
III.2.- PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN
Siguiendo con el protocolo establecido en
las visitas, al día siguiente se personaron en la iglesia de San Sebastián, la
segunda de las tres parroquias de la villa. En el atrio fueron recibidos por el
párroco, sacristán y mayordomo de turno (19), pasando inmediatamente a rezar ante
el Santísimo Sacramento, según se prevenía en tales casos. Mientras, el
escribano de la visitación redactaba el siguiente informe:
“Es una iglesia de una nave sobre
cuatro arcos de ladrillo sin el arco toral. La techumbre es de madera de
castaño, con sus vigas de alfarjías y ladrillos por tabla.
Tiene tres puertas. La una es de
testero, entrando por la cual, a la mano derecha está la Pila del Bautismo;
junto a ella una escalera de ladrillo por la cual se sube al coro, el cual es
de madera, con su antepecho sobre dos pilares de piedra.
Otra puerta en mitad de la iglesia,
al medio día (sur), entrando por la cual hay otra puerta que sale al hospital
de Santiago.
Tiene una capilla principal que se
ha hecho después de la visita pasada, la cual es de crucería de cantería, con
dos altares en el arco toral.
Al Altar Mayor se sube por nueve
gradas de ladrillos. Tiene un retablo con el Santísimo Sacramento en medio; a
la una parte la imagen de Nuestra Señora y a la otra la de San Sebastián.
A la parte de la epístola hay una
puerta por la cual se entra a la sacristía, que es pequeña. La techumbre es de
madera de castaño y ladrillos por tabla.
A los lados de dicha capilla
principal hay dos capillas pequeñas: la una, que está a la parte de la
epístola, es de los Funes, por la cual dieron doscientos ducados a la iglesia;
y la que está a la parte del evangelio es de Gonzalo Suárez y sus herederos,
que dieron por ella doscientos ducados para comprar su suelo”.
La visita
transcurre siguiendo el mismo orden que en el caso anterior, anotando los
nuevos mandatos e interesándose por los bienes de la fábrica y sus rentas, así
como por el título y beneficio del párroco.
III.3.- PARROQUIA DE SANTA ANA
Siguiendo el mismo
orden y protocolo que en las anteriores parroquias, los visitadores se
personaron en Santa Ana. El amanuense de turno nos dejó la siguiente
referencia:
“Es un templo muy antiguo, que
tiene dos puertas: la una a septentrión y la otra al medio día. De la derecha
hay un portal con una arcada de arcos de ladrillos, y entrando por la puerta a
la mano izquierda hay una capilla pequeña para la pila del bautismo.
El coro está sobre un pilar grande
de piedra y la madera de pino.
La techumbre de madera de castaño
pintado.
En el arco toral hay dos altares:
uno que llaman de San Bartolomé y el otro de Nuestra Señora.
Junto hay una capilla que llaman de
Santa Lucía.
El techo de la capilla principal es
de crucería de ladrillo.
Al altar se sube por siete gradas
de azulejos; no tiene rejas”.
III.4.- IGLESIA DE LA MINA
En el poblado de
la mina fueron recibidos por Martín López, quien decía ser contador y juez
civil y criminal de todo lo concerniente al poblado y a la explotación minera.
A su lado permanecía el padre Carrasco, clérigo de la Orden de San Pedro y
capellán de la iglesia.
“La dicha Iglesia es de una nave de
piedra rajada. El cuerpo de ella es mediano. La techumbre de madera de castaño,
alfarjías y ladrillos por tablas.
La capilla principal es de crucería
de ladrillo. Al altar mayor se sube por tres gradas chapadas de azulejos, en
medio del cual estaba el Sagrario; a la parte del Evangelio está una imagen de
santo Antonio de bulto entero y encima de él una imagen de Ntra. Sra. pintada
al óleo, con dos puertas (tríptico); en la una de ella, a la mano derecha San
Juan Evangelista, y a la mano izquierda Santo Antonio. Encima de estas imágenes
está un crucifijo de bulto entero”.
Como se trataba de una iglesia nueva,
construida expresamente para dar servicio religioso a los que allí trabajaban,
su administración aún no estaba regulada. Los visitadores traían órdenes
expresas en este sentido, que hicieron escribir en los libros correspondientes,
para que en cada momento hubiese constancia de ello:
“En el dicho lugar e iglesia no hay
cura propio y el dicho Juan Carrasco dice misa y administra los sacramentos
con licencia del juez ordinario de la provincia de León de la Orden de
Santiago, dada en Madrid, en 1573. Está nombrado por capellán por los
contadores mayores de Castilla, por un capítulo de una carta fechada en Madrid,
en 1567, el cual capellán dice cada semana tres misas por S. M, como dio
relación Martín López, contador. Las condiciones con que se permitió hacer y
acabar la dicha iglesia son las siguientes:
Primeramente, que S. M. y su
administrador general en la dicha mina mande reparar la dicha iglesia y cumplir
lo que falta para que en decencia pueda estar el Santo Sacramento, proveyendo
de custodia y crismera para óleos para los enfermos, y de ornamentos y cera y
aceite y que siempre arda una lámpara. Y si las limosnas que sacaren no
bastare, que siendo a costa de S. M. se dé al clérigo que allí residiera una
congrua sustentación, el cual ya de decir en cada semana tres misas por S. M.
Ítem, que atento a que la dicha
iglesia está en término de Guadalcanal, y ella y las demás iglesias han de
reconocer a la iglesia de Santa María como Mayor, el párroco que ahora es y lo
que fueren en delante puedan visitar la iglesia de la mina y administrar los
sacramentos”.
Siguen otras
mandas de menor relevancia, y finaliza ordenando que se asignen tres reales y
medio diarios al capellán y reseñando que la referida iglesia carece de bienes
de fábrica, pero que S. M. la ha reparado y proveído suficientemente.
Notas.-
(13) Los visitadores traían unas instrucciones generales que, indistintamente,
aplicaban en todas las parroquias y ermitas visitadas. Una de ellas se refería
a las vestiduras deshonestas con las que, en opinión de la Orden, solían
vestirse a las imágenes de la Virgen y de los santos. Por otro mandato
prohibían las veladas en torno a las ermitas, pues entendían que se prestaban a
jolgorios y otros actos profanos, que poco tenían que ver con el culto. También
prohibieron a las plañideras su entrada en los templos durante los funerales y
misas de difuntos, pues estimaban que con sus llantos desorbitados promovían la
risa de los allí convocados. Finalmente, un mandato más trascendental, que
limitaba la confesión de los feligreses a su párroco, y no a otro clérigo. Con
esta última medida se perseguían dos objetivos: aprovechar los buenos oficios y
experiencia del párroco para conseguir de moribundas mandas testamentarias en
favor de la colecturía, y lo que no era menos importante, cortar con el
alumbradismo que reinaba en la zona, en momentos en los cuales el Tribunal del
Santo Oficio de Llerena desarrollaba una enérgica actividad antialumbradista.
MALDONADO FERNANDEZ, M. «Llerena y los Alumbrados. El Auto Público de Fe de
1579», en Revista de Fiestas Mayores y Patronales, Llerena, 1999.
(14) Cada real equivalía a unos 34 maravedís.
(15) Reguladas a instancia de los guadalcanalenses de la época por una Real
Provisión de 1641, en la que venían recogidos estos derechos de pie de altar
Real. Provisión de S.M. y Sres. del Consejo de Ordenes, a pedimento del
Concejo, Justicias, Regimiento y vecinos de la villa de Guadalcanal para que
los curas de la villa se atuvieran a las siguientes tasas de pie de altar.
ADPS,
Sec. Hospital de la Sangre, Carp.
10, doc. 12.
(16) Averiguaciones y pruebas aportadas por las partes interesadas en el pleito
que los tres párrocos sostuvieron con el Hospital y los comendadores de
Guadalcanal y de los Bastimentos a partir de 1642. ADPS, doc. anterior.
" Cristóbal de Monsalve,
clérigo de la orden de San Pedro, con beneficio curado tras una Real Provisión
de 1565, confirmada por el doctor Carvajal, prior entonces de la Orden de
Santiago.
(17) Cristobal de Monsalve, clérigo de la orden de San Pedro, con beneficio
curado tras una Real Provisión de 1565, confirmada por el doctor Carvajal,
prior entonces de la Orden de Santiago
18) Mas información en MUÑOZ TORRADO, A.
-El Santuario de Nuestra Señora de
Guaditoca, Edición del Ayuntamiento de Guadalcanal, 2003, con introducción de
I. Gómez.
-Los últimos días de la Feria de
Guaditoca, Sevilla, 1922
(19) En las obras anteriores. También PORRAS IBÁÑEZ, P. Mi Señora de Guaditoca, Guadalcanal, 1970.
Revista de feria de Guadalcanal 2004
domingo, 13 de diciembre de 2020
Oñate y Guadalcanal
Y es que es curioso lo de Guadalcanal
-Buenos días nos dé Dios.
De tan castellana manera
saludaba el ya ex embajador de los
Estados Unidos en España, Edward
L. Romero, el 21 de noviembre de 1998 a todos los que, ateridos de frío, se
reunieron -nos reunimos- en la plaza principal de
la localidad
toledana de Corral de Almaguer para
celebrar uno de los actos del IV centenario de la llegada
del conquistador criollo Juan de Oñate a Nuevo México.
Una conquista en la que
hubo presencia guadalcanalense.
Pero no nos precipitemos.
Romero, nuevo mexicano
orgulloso de su pasado español e
indio, multimillonario y amigo personal del entonces presidente Bill
Clinton, había estado durante años obsesionado con instalarse en España para
conocer el pueblo en donde nació su antepasado, el alférez Bartolomé
Romero, corraleño que en 1580 partió a América y que fue, en 1598,
uno de los 129 expedicionarios que junto a Juan de Oñate fundara la segunda
ciudad de los Estados Unidos, San Juan de los Caballeros, que, al poco,
mudaría su nombre por el de San Gabriel del Yunque.
De ahí que el
rechoncho y afable empresario de cuchillas de afeitar no dudara en elegir la Embajada de España como premio a su generosa aportación a la campaña presidencial de Clinton.
Romero, nada más llegar a nuestro país, se puso en contacto con el alcalde de Corral, Antonio
Mancheño, para incluir
a este municipio en los actos de conmemoración del IV Centenario de la llegada de Oñate a
Nuevo México. Y
así Corral de Almaguer se convertiría en noticia mundial al ser el único lugar del orbe en el que una tribu de indios Pueblo mostró la
Danza del Búfalo fuera
de su territorio natural. Para ello fue preciso un permiso expreso de los líderes espirituales de esta tribu, permiso que no fue, ni
mucho menos, fácil
de obtener.
Una Danza del Búfalo que vieron bailar por primera vez en el verano de 1598 Diego Núñez y Diego
Núñez de Chaves,
dos soldados de Oñate que nacieron en Guadalcanal. Es decir: dos paisanos estuvieron presentes, con toda probabilidad, en la fundación
de la segunda ciudad
que se erigió en territorio norteamericano. La primera fue San Agustín, fundada en La Florida por Pedro
Menéndez de Avilés en 1565 y destruida
por el pirata inglés Francis Drake en
1586. En su lugar se erige otra ciudad con nombre dedicado al mismo santo, pero en inglés: Saint
Augustine.
El 18 de agosto de 1598 la
expedición de Oñate, formada en su mayoría por familias y con tres
mil cabezas de ganado pues la intención no era sino crear asentamientos
estables al norte de Nueva España llega a un enclave en la confluencia de los ríos Grande y Chuma, al norte de la actual ciudad que entonces -y ahora- se llama Española y muy cerca del actual “pueblo”(reserva)
de San Juan. Llamaron al lugar San Juan
de los Caballeros, en honor del general
Juan de Oñate, y de los indios de la
zona, que se portaron muy bien con los
expedicionarios. A los pocos días se
trasladaron todos a un pueblo abandonado
muy cercano, de nombre Yunqueinegge.
Allí se instalaron construyendo
casas de manera definitiva y rebautizaron
el enclave con el nombre de San
Gabriel del Yunque, aunque algunos
historiadores también llaman a esta ciudad
San Gabriel de los Caballeros. Hoy
no existe y sus ruinas están, ya
decimos, entre Española y San Juan Pueblo,
a unos cuarenta kilómetros al norte de Santa Fe, capital de este estado norteamericano. Por cierto: en aquel 1598, concretamente el 8 de septiembre, día en que se celebra en todo el mundo cristiano el nacimiento de la Virgen, se realizó en territorio de Estados Unidos la primera Acción de Gracias. Tan norteamericana festividad es de origen español. Para que vean. Otra curiosidad: en un país que
rinde culto a sus actores y actrices, los primeros que realizaron
una representación teatral fueron los españoles. Lo
hicieron ese 8 de septiembre con la escenificación de una pieza
titulada «Moros y Cristianos», cuyo autor era un tal
Martín de Farfán.
Diego Núñez era natural de Guadalcanal y era hijo de
Juan de Chaves. Según hemos podido saber, viajó en la expedición con cota de malla, arcabuz y un sirviente. También poseía armadura para él y para su caballo. De Diego Núñez de Chávez también se dice que era hijo de un tal Juan de Chaves. ¿Hermanos? Las normas de nomenclatura
de la época eran muy arbitrarias,
pero no tanto corno para que se
repitiera incluso el nombre. No obstante
sí parece claro que les unía algún parentesco. De este segundo
guadalcanalense, Diego Núñez de Chaves, se
dice que tenía treinta años de edad,
era de buena estatura, de poblada
barba castaña y tenía algunos dientes
de arriba rotos. Dada la brutalidad
con la que Oñate se empleó incluso
con los suyos (los ejecutaba sin temblarle el puso ante el más mínimo asomo de deserción y desertar en aquellas tierras era una tentación a la que podía sucumbir cualquiera)
y dadas las penalidades que sufrieron
los colonizadores en tierras tan
ásperas durante seis largos meses pudiera temerse que ambos no llegaran con vida a San Gabriel, pero en el listado de primeros vecinos de esta ciudad aparecen los apellidos Núñez y Chaves. Parece, pues, que lo lograron.
Y es que es curioso lo de Guadalcanal.
Dado que se trata de una
población pequeña es muy
significativo la gran cantidad de personas que aportó a la conquista y colonización de
América. De hecho, en la expedición de Oñate sólo otras 16 poblaciones
andaluzas aportan expedicionarios y todas ellas eran muy superiores en
habitantes a nuestro pueblo. Este hecho es algo que se corrobora si se ve el
censo de emigración a Indias: el número de vecinos de Guadalcanal que se
embarcaron es sorprendente.
Con el artículo de
Pepe Álvarez que antecede a éste y la aparición de los Núñez en la aventura
de Oñate cabe pensar que la nómina de pequeños -o grandes,
según se mire- héroes locales debe ampliarse. Motivo de
orgullo para todos y motivo de trabajo para los
que nos interesamos por bucear en la grande historia de nuestro
pequeño pueblo.
La figura de Oñate es
motivo de agria
controversia. Fue un hombre cruel, que
nadie lo dude, por eso fue desterrado
de Nueva España y enviado a la
Península como Adelantado de Minas.
La acción española en América es
contradictoria: es de naciones maduras
asumirlo ya que toda empresa humana tiene
claroscuros. Pero hay un dato objetivo del que este
cronista fue testigo. Alguien, entre ellos los Núñez que estuvieron con Oñate, enseñaron muchas cosas a los indios de Nuevo México. Entre ellas, un idioma, que ha perdurado generación tras generación
en aquellas lejanas y áridas tierras
que empleó un rechoncho, afable
emocionado embajador norteamericano
en la plaza de un pequeño pueblo
toledano el 21 de noviembre de
1998.Un idioma
que tiene un saludo que así:
-Buenos días nos dé Dios.
JESÚS RUBIO
Toledo, mayo de 2001. Revista de feria de Guadalcanal
domingo, 6 de diciembre de 2020
El clero y la religiosidad en Guadalcanal en el antiguo régimen 2
Subvicaría de Santa María
III.- GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN DE
LAS PARROQUIAS
Los provisores y
vicarios supervisaban el gobierno eclesiástico de las parroquias, conventos,
ermitas, cofradías, capellanía y obras pías de los pueblos incluidos en su
jurisdicción, cuidando que el clero y los feligreses se atuvieran a la
doctrina de la Santa Sede y la institución santiaguista. Para ello, giraban
periódicas Visitas Pastorales, levantando actas en los Libros Sacramentales y
en los Libros de Fábrica de cada uno de los institutos religiosos tutelados,
complementando o sustituyendo a las visitas que hasta finales del XVI giraban
los visitadores de la Orden.
A cargo de la
parroquia se situaba el cura parroquiano, o un teniente de cura si es que se
trataba de la iglesia de un lugar o aldea anexa a determinada villa cabecera.
El nombramiento de los curas correspondía al maestre y más tarde al Consejo de
Órdenes, teniendo dichos párrocos la facultad de nombrar a un teniente en las
iglesias de su jurisdicción. Unos y otros se encargaban de organizar y
presidir el culto (misas, procesiones y otras manifestaciones religiosas);
además, instruían a los parroquianos en los asuntos de fe, vigilaban el
cumplimiento de la preceptos religiosos (10), administraban los sacramentos,
cumplimentaban los Libros Sacramentales (bautismos, confirmaciones,
velaciones, desposados y difuntos) y supervisaban la administración
económica de sus iglesias y de las capellanías, cofradías y ermitas que
quedaban bajo su jurisdicción. Para cubrir sus necesidades alimenticias disfrutaban
del beneficio curado, o conjunto de rentas y bienes asignados para este fin.
Consistía en determinadas cantidades de dinero contante con cargo a la Mesa
Maestral, más las rentas de ciertas tierras y censos cedidos por los maestres.
Asimismo, con la
finalidad de proveer de objetos sagrados a los templos y para su decoro y
mantenimiento, la Orden dotó a cada parroquia de ciertas rentas, que
globalmente se conocían como bienes de fábrica. Su administración correspondía
a un mayordomo seglar, quien se encargaba de recaudar las rentas derivadas,
atender a los gastos y llevar la contabilidad en el denominado Libro de
Fabrica. Terminada su mayordomía, rendía cuentas ante el nuevo mayordomo, el
párroco y un regidor comisionado al efecto, que se hacía acompañar del
contador del cabildo. Con estos ingresos se atendía al decoro y ornamentación
del templo, se pagaban los salarios y gajes a sacristanes, acólitos,
organista, ministriles y trabajadores eventuales (carpinteros, albañiles,
etc.), y se corría con los gastos generales de cera, aceite y trigo. El dinero
sobrante se aplicaba en la compra y reparación de objetos destinados al culto
(imágenes, coronas, cálices, custodias, casullas, etc.), que constituían los
bienes muebles de carácter inventaríales. En el mismo Libro de Fábrica, de vez
en cuando vienen descritos con detalles cada uno de estos objetos sagrados,
especificando el uso, color, calidad y peso (11), fundamentalmente
cuando se producía un relevo de sacristán o a resulta de las visitas.
Para estudiar las
particularidades que concurrían en Guadalcanal, utilizamos como referencia
la visita de 1575 y otros datos tomados de sendos pleitos (1642 y 1786) que los
párrocos de Guadalcanal sostuvieron con los administradores de la encomienda
y del Hospital de la Sangre (12). Se completan con los recogidos del Catastro
(1753), del censo de Floridablanca (1787) y del Interrogatorio de la Real
Audiencia de Extremadura (1791).
Según las fuentes
citadas, durante el Antiguo Régimen coexistían en Guadalcanal tres parroquias:
Santa María o Iglesia Mayor, Santa Ana y San Sebastián. El párroco de Santa
María ostentaba también el título de subvicario de Santa María de Tudía y
Reina, sólo con jurisdicción en nuestra villa; es decir, dicho
párroco-subvicario tenía cierta autoridad sobre los otros de la villa, y no en
otra parte, quedando, sin embargo, bajo la jurisdicción del provisor de
Llerena.
Aparte las
parroquias, en Guadalcanal estaban presente numerosas ermitas y, asociada a
una u otra iglesia o santuario, numerosas cofradías, capellanías, obras pías y
memorias por difuntos. Para dar cobertura a las exigencias religiosas de estas
instituciones, asociado a cada parroquia existía una auténtica pléyade de
clérigos beneficiados, que se disputaban entre sí las asistencias más generosas
con dichos capellanes.
También hemos de
contemplar la presencia de cinco institutos de religiosos y religiosas, de
tres de los cuales (el monasterio de religiosos de la Observancia de San
Francisco, la casa asilo de monjes de San Basilio y las clarisas del convento
de San José) no tenemos noticias precisas, al estar exentos de la jurisdicción
eclesiástica santiaguista.
III.1.- PARROQUIA Y SUBVICARÍA DE
SANTA MARÍA (13)
El actual templo
de Santa María (de la Asunción) fue sede de la más antigua y principal
parroquia de Guadalcanal, con mayor número de feligreses, por lo que ostentaba
el título de Iglesia Mayor; es decir, donde tenían lugar las celebraciones
religiosas oficiales de la villa, por lo que, como contrapartida, recibía del
concejo cierta asignación anual para completar el salario de sacristanes,
organistas y acólitos. Desde el punto de vista arquitectónico, parece ser
el resultado de varias intervenciones, iniciándose su construcción ya en
el siglo XIII, seguramente reutilizando la infraestructura de una antigua
mezquita. La descripción arquitectónica más completa corresponde a la visita
de 1575, cuyos responsables nos dejaron las siguientes referencias:
“La iglesia es de tres naves sobre dos
danzas de arcos y de maderamiento; del cuerpo de la iglesia de obra morisca
pintada de lazos con sus bullones y racimos dorados.
Tiene una capilla mayor de bóveda
sobre crucero de piedra con doblones y dos escudos dorados en ella. Se sube al
altar mayor por seis gradas de azulejos, en el cual está una imagen de nuestra
señora adornada; tiene un retablo de tablas y pincel dorado, la mayor parte de
los tableros con imágenes; en medio del retablo, en un basamento, está una
imagen de tabla de la Ascensión de Nuestra Señora. A los lados del Sagrario (14), al
lado del evangelio, están dos imágenes de San Pedro y de San Pablo, y encima
una imagen de Nuestra Señora.
Bajando del Altar, al lado derecho
está una sacristía dividida en dos piezas.
En frente de la puerta de la
sacristía hay dos altares: el de la mano derecha se dice de Santiago, y el
otro de San Antón, que después se ha invocado de Santa Catalina.
Sobre la mano izquierda del Altar
Mayor está una capilla de bóveda mediana, con sus rejas de hierro, y tiene un
retablo en el altar de tabla y pincel, de la advocación de nuestra señora de
la Ascensión, y otra imagen de pincel a la mano derecha del altar que es de
Santiago.
Hay otra capilla pequeña con una
concavidad en la pared, que tiene un altar y una reja, el cual dicen que es de
San Francisco. Y junto a ésta en la misma concavidad de la pared otra
capillita con su altar, que dicen que es de Alonso Larios.
Y por bajo de la puerta de la dicha
iglesia hay dos capillas con sus rejas y dos retablos, uno enfrente del otro,
metidos en la concavidad de la pared. Al lado de abajo, en el testero de esta
pared, en una concavidad de ella está otro altar de azulejos, con un retablo de
tabla dorado y pincel, con un letrero en medio que dice que es de Juan
González, clérigo.
Hay un coro alto de madera de pino
bien labrado, sobre un pilar de mármol con su antepecho de pino. A un lado del
coro, en una pieza posterior, están los órganos.
Debajo del coro estaba una capilla
donde está la Pila del Bautismo, en la cual está una librería de diecinueve
cuerpos de libros que mandó a la dicha iglesia el bachiller Juan Caballero,
que están viejos y son de derecho canónico.
Y la dicha iglesia tiene una torre
donde están las campanas”.
Notas. -
(10) El primer acto de la visita, tras la recepción de los visitadores por el cabildo y el clero, consistía en una oración ante el Santísimo Sacramento, que según indicaron estaba (guardado en una cajita, junto a una custodia) en un sagrario con puerta dorada en el Altar Mayor, a la mano del evangelio, todo muy limpio y decente. De acuerdo con las referencias de esta visita tomadas en otros pueblos santiaguistas, esta posición lateral era habitual, circunstancia que debía ser subsanada por los visitadores, que ordenaron su reubicación en el centro del Altar Mayor.
(11) Indicando si eran de plata, latón, cobre, etc., su peso y procedencia.
(12) Especificaban los colores y estado de conservación: nuevo, en uso o viejo.
(13) Los visitadores traían unas instrucciones generales
que, indistintamente, aplicaban en todas las parroquias y ermitas visitadas.
Una de ellas se refería a las vestiduras deshonestas con las que, en opinión de
la Orden, solían vestirse a las imágenes de la Virgen y de los santos. Por otro
mandato prohibían las veladas en torno a las ermitas, pues entendían que se
prestaban a jolgorios y otros actos profanos, que poco tenían que ver con el
culto. También prohibieron a las plañideras su entrada en los templos durante
los funerales y misas de difuntos, pues estimaban que con sus llantos
desorbitados promovían la risa de los allí convocados. Finalmente, un mandato
más trascendental, que limitaba la confesión de los feligreses a su párroco, y
no a otro clérigo. Con esta última medida se perseguían dos objetivos:
aprovechar los buenos oficios y experiencia del párroco para conseguir de
moribundas mandas testamentarias en favor de la colecturía, y lo que no era
menos importante, cortar con el alumbradismo que reinaba en la zona, en
momentos en los cuales el Tribunal del Santo Oficio de Llerena desarrollaba una
enérgica actividad antialumbradista. MALDONADO FERNANDEZ, M. «Llerena y los
Alumbrados. El Auto Público de Fe de 1579», en Revista de Fiestas Mayores y
Patronales, Llerena, 1999.
(14)
Cada real equivalía a unos 34 maravedís.
Revista de feria de Guadalcanal 2004