Iglesias y parroquias
Aparte la
descripción, el informe de los visitadores de 1575 contiene interesantes datos
sobre las actividades económicas y administrativas de la parroquia,
ofreciendo un inventario general de los ornamentos sagrados (imágenes,
retablos, cálices, custodias, copones, patenas, etc. (15), ropas de eclesiásticos
(casullas, capas, albas, manteles, paños, etc. (16) y otros objetos
precisos para el culto (libros, campanas, armarios, campanillas, bancos
etc.), describiendo pacientemente cada uno de ellos y comparando estos datos
con el inventario de la visita anterior. A la vista de este análisis, tomaron
ciertas determinaciones relativas al culto (17), ordenaron la enajenación de algunos
ornamentos inservibles y la adquisición de otros.
También se
interesaron por las posesiones (bienes inmuebles y derechos hipotecarios
o censos) que la parroquia tenía asignada para su mantenimiento,
decoro y gastos de culto. El conjunto constituían los bienes de fábrica (de la
parroquia, iglesia, convento o ermita, según los casos) de origen diverso: una
parte correspondía a donaciones que la propia Orden le hizo en el momento de
su fundación, aunque la más sustancial procedía de mandas testamentarias de
parroquianos a cuenta de misas perpetuas por sus almas (capellanías,
memorias y vínculos), costumbre alentada por el numeroso clero de la
época, que presentaban a un Dios Todopoderoso, pero Justiciero, con el cual
convenía reconciliarse en los últimos días. Para este efecto, los visitadores
hicieron compadecer al mayordomo de la fábrica, quien puso a su disposición el
Libro de Fábrica, donde se reflejaba la contabilidad de los últimos años. Según
estos libros, la Iglesia Mayor carecía de fincas rústicas y urbanas, si bien
disponía de 22 derechos hipotecarios o censos sobre otras tantas propiedades,
cuyos réditos anuales ascendían a 27.052 mrs., aparte de otros 3.412 más
procedentes de memorias, si bien esta última partida se consignaba para el
colectivo de clérigos beneficiados de la parroquia.
Continúa la visita
a la Iglesia Mayor, ahora requiriendo del párroco el título que le habilitaba
para ostentar el beneficio curado, presentando el bachiller Pedro Cabezón,
que así se llamaba el párroco y subvicario en cuestión, una Real Provisión
(25/VIII/1572) despachada a su favor y ratificada por el prior. Asimismo, dio
cuenta de sus ingresos, que ascendían a 60.000 mrs., poco más o menos. Por
otros documentos posteriores, los generados en sendos pleitos que los párrocos
sostuvieron contra los comendadores y los administradores del Hospital, se han
localizado datos más precisos sobre la congrua o emolumentos de este beneficio
curado. Consistía en una cantidad -fija e invariable a lo largo de los siglos
XVI, XVII y XVIII- estipulada en 778 reales (677 que pagaba el comendador de
Guadalcanal y 101 el comendador de los Bastimentos de la provincia), más los
derechos de pie de altar, es decir, las limosnas que percibía por oficiar los
bautismos, casamientos, entierros, misas de difuntos y memorias. En conjunto,
sumados las costas fijas y los ingresos de pie de altar, los emolumentos del
párroco de Santa María rondaban los 2.800 reales anuales (95.200 mrs) (18).
III.2.- PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN
Siguiendo con el protocolo establecido en
las visitas, al día siguiente se personaron en la iglesia de San Sebastián, la
segunda de las tres parroquias de la villa. En el atrio fueron recibidos por el
párroco, sacristán y mayordomo de turno (19), pasando inmediatamente a rezar ante
el Santísimo Sacramento, según se prevenía en tales casos. Mientras, el
escribano de la visitación redactaba el siguiente informe:
“Es una iglesia de una nave sobre
cuatro arcos de ladrillo sin el arco toral. La techumbre es de madera de
castaño, con sus vigas de alfarjías y ladrillos por tabla.
Tiene tres puertas. La una es de
testero, entrando por la cual, a la mano derecha está la Pila del Bautismo;
junto a ella una escalera de ladrillo por la cual se sube al coro, el cual es
de madera, con su antepecho sobre dos pilares de piedra.
Otra puerta en mitad de la iglesia,
al medio día (sur), entrando por la cual hay otra puerta que sale al hospital
de Santiago.
Tiene una capilla principal que se
ha hecho después de la visita pasada, la cual es de crucería de cantería, con
dos altares en el arco toral.
Al Altar Mayor se sube por nueve
gradas de ladrillos. Tiene un retablo con el Santísimo Sacramento en medio; a
la una parte la imagen de Nuestra Señora y a la otra la de San Sebastián.
A la parte de la epístola hay una
puerta por la cual se entra a la sacristía, que es pequeña. La techumbre es de
madera de castaño y ladrillos por tabla.
A los lados de dicha capilla
principal hay dos capillas pequeñas: la una, que está a la parte de la
epístola, es de los Funes, por la cual dieron doscientos ducados a la iglesia;
y la que está a la parte del evangelio es de Gonzalo Suárez y sus herederos,
que dieron por ella doscientos ducados para comprar su suelo”.
La visita
transcurre siguiendo el mismo orden que en el caso anterior, anotando los
nuevos mandatos e interesándose por los bienes de la fábrica y sus rentas, así
como por el título y beneficio del párroco.
III.3.- PARROQUIA DE SANTA ANA
Siguiendo el mismo
orden y protocolo que en las anteriores parroquias, los visitadores se
personaron en Santa Ana. El amanuense de turno nos dejó la siguiente
referencia:
“Es un templo muy antiguo, que
tiene dos puertas: la una a septentrión y la otra al medio día. De la derecha
hay un portal con una arcada de arcos de ladrillos, y entrando por la puerta a
la mano izquierda hay una capilla pequeña para la pila del bautismo.
El coro está sobre un pilar grande
de piedra y la madera de pino.
La techumbre de madera de castaño
pintado.
En el arco toral hay dos altares:
uno que llaman de San Bartolomé y el otro de Nuestra Señora.
Junto hay una capilla que llaman de
Santa Lucía.
El techo de la capilla principal es
de crucería de ladrillo.
Al altar se sube por siete gradas
de azulejos; no tiene rejas”.
III.4.- IGLESIA DE LA MINA
En el poblado de
la mina fueron recibidos por Martín López, quien decía ser contador y juez
civil y criminal de todo lo concerniente al poblado y a la explotación minera.
A su lado permanecía el padre Carrasco, clérigo de la Orden de San Pedro y
capellán de la iglesia.
“La dicha Iglesia es de una nave de
piedra rajada. El cuerpo de ella es mediano. La techumbre de madera de castaño,
alfarjías y ladrillos por tablas.
La capilla principal es de crucería
de ladrillo. Al altar mayor se sube por tres gradas chapadas de azulejos, en
medio del cual estaba el Sagrario; a la parte del Evangelio está una imagen de
santo Antonio de bulto entero y encima de él una imagen de Ntra. Sra. pintada
al óleo, con dos puertas (tríptico); en la una de ella, a la mano derecha San
Juan Evangelista, y a la mano izquierda Santo Antonio. Encima de estas imágenes
está un crucifijo de bulto entero”.
Como se trataba de una iglesia nueva,
construida expresamente para dar servicio religioso a los que allí trabajaban,
su administración aún no estaba regulada. Los visitadores traían órdenes
expresas en este sentido, que hicieron escribir en los libros correspondientes,
para que en cada momento hubiese constancia de ello:
“En el dicho lugar e iglesia no hay
cura propio y el dicho Juan Carrasco dice misa y administra los sacramentos
con licencia del juez ordinario de la provincia de León de la Orden de
Santiago, dada en Madrid, en 1573. Está nombrado por capellán por los
contadores mayores de Castilla, por un capítulo de una carta fechada en Madrid,
en 1567, el cual capellán dice cada semana tres misas por S. M, como dio
relación Martín López, contador. Las condiciones con que se permitió hacer y
acabar la dicha iglesia son las siguientes:
Primeramente, que S. M. y su
administrador general en la dicha mina mande reparar la dicha iglesia y cumplir
lo que falta para que en decencia pueda estar el Santo Sacramento, proveyendo
de custodia y crismera para óleos para los enfermos, y de ornamentos y cera y
aceite y que siempre arda una lámpara. Y si las limosnas que sacaren no
bastare, que siendo a costa de S. M. se dé al clérigo que allí residiera una
congrua sustentación, el cual ya de decir en cada semana tres misas por S. M.
Ítem, que atento a que la dicha
iglesia está en término de Guadalcanal, y ella y las demás iglesias han de
reconocer a la iglesia de Santa María como Mayor, el párroco que ahora es y lo
que fueren en delante puedan visitar la iglesia de la mina y administrar los
sacramentos”.
Siguen otras
mandas de menor relevancia, y finaliza ordenando que se asignen tres reales y
medio diarios al capellán y reseñando que la referida iglesia carece de bienes
de fábrica, pero que S. M. la ha reparado y proveído suficientemente.
Notas.-
(13) Los visitadores traían unas instrucciones generales que, indistintamente,
aplicaban en todas las parroquias y ermitas visitadas. Una de ellas se refería
a las vestiduras deshonestas con las que, en opinión de la Orden, solían
vestirse a las imágenes de la Virgen y de los santos. Por otro mandato
prohibían las veladas en torno a las ermitas, pues entendían que se prestaban a
jolgorios y otros actos profanos, que poco tenían que ver con el culto. También
prohibieron a las plañideras su entrada en los templos durante los funerales y
misas de difuntos, pues estimaban que con sus llantos desorbitados promovían la
risa de los allí convocados. Finalmente, un mandato más trascendental, que
limitaba la confesión de los feligreses a su párroco, y no a otro clérigo. Con
esta última medida se perseguían dos objetivos: aprovechar los buenos oficios y
experiencia del párroco para conseguir de moribundas mandas testamentarias en
favor de la colecturía, y lo que no era menos importante, cortar con el
alumbradismo que reinaba en la zona, en momentos en los cuales el Tribunal del
Santo Oficio de Llerena desarrollaba una enérgica actividad antialumbradista.
MALDONADO FERNANDEZ, M. «Llerena y los Alumbrados. El Auto Público de Fe de
1579», en Revista de Fiestas Mayores y Patronales, Llerena, 1999.
(14) Cada real equivalía a unos 34 maravedís.
(15) Reguladas a instancia de los guadalcanalenses de la época por una Real
Provisión de 1641, en la que venían recogidos estos derechos de pie de altar
Real. Provisión de S.M. y Sres. del Consejo de Ordenes, a pedimento del
Concejo, Justicias, Regimiento y vecinos de la villa de Guadalcanal para que
los curas de la villa se atuvieran a las siguientes tasas de pie de altar.
ADPS,
Sec. Hospital de la Sangre, Carp.
10, doc. 12.
(16) Averiguaciones y pruebas aportadas por las partes interesadas en el pleito
que los tres párrocos sostuvieron con el Hospital y los comendadores de
Guadalcanal y de los Bastimentos a partir de 1642. ADPS, doc. anterior.
" Cristóbal de Monsalve,
clérigo de la orden de San Pedro, con beneficio curado tras una Real Provisión
de 1565, confirmada por el doctor Carvajal, prior entonces de la Orden de
Santiago.
(17) Cristobal de Monsalve, clérigo de la orden de San Pedro, con beneficio
curado tras una Real Provisión de 1565, confirmada por el doctor Carvajal,
prior entonces de la Orden de Santiago
18) Mas información en MUÑOZ TORRADO, A.
-El Santuario de Nuestra Señora de
Guaditoca, Edición del Ayuntamiento de Guadalcanal, 2003, con introducción de
I. Gómez.
-Los últimos días de la Feria de
Guaditoca, Sevilla, 1922
(19) En las obras anteriores. También PORRAS IBÁÑEZ, P. Mi Señora de Guaditoca, Guadalcanal, 1970.
Revista de feria de Guadalcanal 2004
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