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domingo, 20 de diciembre de 2020

El clero y la religiosidad en Guadalcanal en el antiguo régimen 3


 Iglesias y parroquias

Aparte la descripción, el informe de los visitadores de 1575 contiene interesantes datos sobre las activi­da­des económicas y adminis­trativas de la parroquia, ofreciendo un inventario general de los ornamentos sagrados (imágenes, retablos, cálices, custodias, copones, patenas, etc. (15), ropas de eclesiásticos (casu­llas, capas, albas, mante­les, paños, etc. (16) y otros objetos precisos para el culto (libros, campa­nas, armarios, campani­llas, bancos etc.), descri­bien­do pacientemente ca­da uno de ellos y comparando estos datos con el inventario de la visita anterior. A la vista de este análi­sis, tomaron ciertas determinaciones relativas al culto (17), ordenaron la enajena­ción de algunos ornamentos inservibles y la adquisi­ción de otros.

También se interesaron por las posesiones (bienes inmue­bles y derechos hipotecarios o censos) ­que la parroquia tenía asignada para su manteni­mien­to, decoro y gastos de culto. El conjunto constituían los bienes de fábrica (de la parro­quia, iglesia, convento o ermita, según los casos) de origen diverso: una parte corres­pon­día a donacio­nes que la propia Orden le hizo en el momento de su fundación, aunque la más sustancial proce­día de mandas testa­men­tarias de parroquianos a cuenta de misas perpetuas por sus almas (cape­llanías, memorias y vínculos), costumbre alentada por el numeroso clero de la época, que presentaban a un Dios Todopode­roso, pero Justi­ciero, con el cual convenía reconci­liarse en los últimos días. Para este efecto, los visitado­res hicieron compadecer al mayordo­mo de la fábrica, quien puso a su disposición el Libro de Fábrica, donde se reflejaba la contabilidad de los últimos años. Según estos libros, la Iglesia Mayor carecía de fincas rústicas y urbanas, si bien disponía de 22 derechos hipotecarios o censos sobre otras tantas propieda­des, cuyos réditos anuales ascendían a 27.052 mrs., aparte de otros 3.412 más procedentes de memorias, si bien esta última partida se consignaba para el colectivo de clérigos beneficiados de la parroquia.

Continúa la visita a la Iglesia Mayor, ahora requi­rien­do del párroco el título que le habilitaba para ostentar el benefi­cio curado, presen­tando el bachiller Pedro Cabezón, que así se llamaba el párroco y subvicario en cuestión, una Real Provi­sión (25/VIII/1572) despachada a su favor y ratificada por el prior. Asimismo, dio cuenta de sus ingresos, que ascen­dían a 60.000 mrs., poco más o menos. Por otros documentos posteriores, los generados en sendos pleitos que los párrocos sostuvieron contra los comendadores y los administradores del Hospital, se han localizado datos más precisos sobre la congrua o emolumentos de este beneficio curado. Consistía en una cantidad -fija e invariable a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII- estipulada en 778 reales (677 que pagaba el comendador de Guadalcanal y 101 el comendador de los Basti­mentos de la provincia), más los derechos de pie de altar, es decir, las limosnas que percibía por oficiar los bautismos, casamientos, entierros, misas de difuntos y memorias. En conjunto, sumados las costas fijas y los ingresos de pie de altar, los emolumentos del párroco de Santa María rondaban los 2.800 reales anuales (95.200 mrs) (18).

 

III.2.- PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN

Siguiendo con el protocolo establecido en las visitas, al día siguiente se personaron en la iglesia de San Sebas­tián, la segunda de las tres parroquias de la villa. En el atrio fueron recibidos por el párroco, sacristán y mayordomo de turno (19), pasando inmediatamente a rezar ante el Santísimo Sacramen­to, según se prevenía en tales casos. Mien­tras, el escriba­no de la visitación redacta­ba el siguiente informe:

 

“Es una iglesia de una nave sobre cuatro arcos de ladrillo sin el arco toral. La techumbre es de madera de castaño, con sus vigas de alfarjías y ladrillos por tabla.

Tiene tres puertas. La una es de testero, entrando por la cual, a la mano derecha está la Pila del Bautismo; junto a ella una escalera de ladrillo por la cual se sube al coro, el cual es de madera, con su antepecho sobre dos pilares de piedra.

Otra puerta en mitad de la iglesia, al medio día (sur), entrando por la cual hay otra puerta que sale al hospital de Santiago.

Tiene una capilla principal que se ha hecho después de la visita pasada, la cual es de crucería de cantería, con dos altares en el arco toral.

Al Altar Mayor se sube por nueve gradas de ladrillos. Tiene un retablo con el Santísimo Sacramento en medio; a la una parte la imagen de Nuestra Señora y a la otra la de San Sebastián.

A la parte de la epístola hay una puerta por la cual se entra a la sacristía, que es pequeña. La techumbre es de madera de castaño y ladrillos por tabla.

A los lados de dicha capilla principal hay dos capillas pequeñas: la una, que está a la parte de la epístola, es de los Funes, por la cual dieron doscientos ducados a la iglesia; y la que está a la parte del evange­lio es de Gonzalo Suárez y sus herederos, que dieron por ella doscientos ducados para comprar su suelo”.

La visita transcurre siguiendo el mismo orden que en el caso anterior, anotando los nuevos mandatos e intere­sándose por los bienes de la fábrica y sus rentas, así como por el título y beneficio del párroco.

 

III.3.- PARROQUIA DE SANTA ANA

Siguiendo el mismo orden y protocolo que en las anterio­res parroquias, los visitadores se personaron en Santa Ana. El amanuense de turno nos dejó la siguiente referencia:

“Es un templo muy antiguo, que tiene dos puertas: la una a septentrión y la otra al medio día. De la derecha hay un portal con una arcada de arcos de ladrillos, y entrando por la puerta a la mano izquierda hay una capilla pequeña para la pila del bautismo.

El coro está sobre un pilar grande de piedra y la madera de pino.

La techumbre de madera de castaño pintado.

En el arco toral hay dos altares: uno que llaman de San Bartolomé y el otro de Nuestra Señora.

Junto hay una capilla que llaman de Santa Lucía.

El techo de la capilla principal es de crucería de ladrillo.

Al altar se sube por siete gradas de azulejos; no tiene rejas”.

 

III.4.- IGLESIA DE LA MINA

En el poblado de la mina fueron recibidos por Martín López, quien decía ser contador y juez civil y criminal de todo lo concerniente al poblado y a la explota­ción minera. A su lado permanecía el padre Carrasco, clérigo de la Orden de San Pedro y capellán de la iglesia.

“La dicha Iglesia es de una nave de piedra rajada. El cuerpo de ella es mediano. La techumbre de madera de castaño, alfarjías y ladrillos por tablas.

La capilla principal es de crucería de ladrillo. Al altar mayor se sube por tres gradas chapadas de azule­jos, en medio del cual estaba el Sagrario; a la parte del Evangelio está una imagen de santo Antonio de bulto entero y encima de él una imagen de Ntra. Sra. pintada al óleo, con dos puertas (tríptico); en la una de ella, a la mano derecha San Juan Evangelista, y a la mano izquierda Santo Antonio. Encima de estas imágenes está un crucifijo de bulto entero”.

Como se trataba de una iglesia nueva, construida expresa­mente para dar servicio religioso a los que allí trabajaban, su administra­ción aún no estaba regulada. Los visitadores traían órdenes expresas en este sentido, que hicieron escribir en los libros correspondien­tes, para que en cada momento hubiese constancia de ello:

“En el dicho lugar e iglesia no hay cura propio y el dicho Juan Carrasco dice misa y administra los sacramen­tos con licencia del juez ordinario de la provincia de León de la Orden de Santiago, dada en Madrid, en 1573. Está nombrado por capellán por los contadores mayores de Castilla, por un capítulo de una carta fechada en Madrid, en 1567, el cual capellán dice cada semana tres misas por S. M, como dio relación Martín López, conta­dor. Las condiciones con que se permitió hacer y acabar la dicha iglesia son las siguientes:

Primeramente, que S. M. y su administrador general en la dicha mina mande reparar la dicha iglesia y cumplir lo que falta para que en decencia pueda estar el Santo Sacra­mento, proveyendo de custodia y crismera para óleos para los enfermos, y de ornamentos y cera y aceite y que siempre arda una lámpara. Y si las limosnas que sacaren no bastare, que siendo a costa de S. M. se dé al clérigo que allí residiera una congrua sustentación, el cual ya de decir en cada semana tres misas por S. M.

Ítem, que atento a que la dicha iglesia está en término de Guadalcanal, y ella y las demás iglesias han de reconocer a la iglesia de Santa María como Mayor, el párroco que ahora es y lo que fueren en delante puedan visitar la iglesia de la mina y administrar los sacra­mentos”.

Siguen otras mandas de menor relevancia, y finaliza ordenando que se asignen tres reales y medio diarios al capellán y reseñando que la referida iglesia carece de bienes de fábrica, pero que S. M. la ha reparado y proveído sufi­cientemente.

 

Notas.-

(13) Los visitadores traían unas instrucciones generales que, indistintamente, aplicaban en todas las parroquias y ermitas visitadas. Una de ellas se refería a las vestiduras deshonestas con las que, en opinión de la Orden, solían vestirse a las imágenes de la Virgen y de los santos. Por otro mandato prohibían las veladas en torno a las ermitas, pues entendían que se prestaban a jolgorios y otros actos profanos, que poco tenían que ver con el culto. También prohibieron a las plañideras su entrada en los templos durante los funerales y misas de difuntos, pues estimaban que con sus llantos desorbitados promovían la risa de los allí convocados. Finalmente, un mandato más trascendental, que limitaba la confesión de los feligreses a su párroco, y no a otro clérigo. Con esta última medida se perseguían dos objetivos: aprovechar los buenos oficios y experiencia del párroco para conseguir de moribundas mandas testamentarias en favor de la colecturía, y lo que no era menos importante, cortar con el alumbradismo que reinaba en la zona, en momentos en los cuales el Tribunal del Santo Oficio de Llerena desarrollaba una enérgica actividad antialumbradista. MALDONADO FERNANDEZ, M. «Llerena y los Alumbrados. El Auto Público de Fe de 1579», en Revista de Fiestas Mayores y Patronales, Llerena, 1999.

(14) Cada real equivalía a unos 34 maravedís.

(15) Reguladas a instancia de los guadalcanalenses de la época por una Real Provisión de 1641, en la que venían recogidos estos derechos de pie de altar Real. Provisión de S.M. y Sres. del Consejo de Ordenes, a pedimento del Concejo, Justicias, Regimiento y vecinos de la villa de Guadalcanal para que los curas de la villa se atuvieran a las siguientes tasas de pie de altar. ADPS,

Sec. Hospital de la Sangre, Carp. 10, doc. 12.

(16) Averiguaciones y pruebas aportadas por las partes interesadas en el pleito que los tres párrocos sostuvieron con el Hospital y los comendadores de Guadalcanal y de los Bastimentos a partir de 1642. ADPS, doc. anterior.

" Cristóbal de Monsalve, clérigo de la orden de San Pedro, con beneficio curado tras una Real Provisión de 1565, confirmada por el doctor Carvajal, prior entonces de la Orden de Santiago.

(17) Cristobal de Monsalve, clérigo de la orden de San Pedro, con beneficio curado tras una Real Provisión de 1565, confirmada por el doctor Carvajal, prior entonces de la Orden de Santiago

18) Mas información en MUÑOZ TORRADO, A.

-El Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, Edición del Ayuntamiento de Guadalcanal, 2003, con introducción de I. Gómez.

-Los últimos días de la Feria de Guaditoca, Sevilla, 1922

(19) En las obras anteriores. También PORRAS IBÁÑEZ, P. Mi Señora de Guaditoca, Guadalcanal, 1970.


Manuel Maldonado Fernández (Trasierra 2004)
Revista de feria de Guadalcanal 2004

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