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domingo, 6 de diciembre de 2020

El clero y la religiosidad en Guadalcanal en el antiguo régimen 2

Subvicaría de Santa María

 

III.- GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN DE LAS PARROQUIAS

Los provisores y vicarios supervisaban el gobierno eclesiástico de las parroquias, conventos, ermitas, cofradías, capellanía y obras pías de los pueblos incluidos en su juris­dic­ción­, cuidando que el clero y los feligreses se atuvieran a la doctrina de la Santa Sede y la institu­ción santiaguista. Para ello, giraban periódi­cas Visitas Pastorales, levantan­do actas en los Libros Sacramentales y en los Libros de Fábrica de cada uno de los institu­tos religiosos tutela­dos, complementando o sustituyendo a las visitas que hasta finales del XVI giraban los visitadores de la Orden.

A cargo de la parroquia se situaba el cura parro­quiano, o un teniente de cura si es que se trataba de la iglesia de un lugar o aldea anexa a determi­nada villa cabecera. El nombramiento de los curas correspon­día al maestre y más tarde al Consejo de Órdenes, teniendo dichos párrocos la facultad de nombrar a un teniente en las iglesias de su jurisdicción. Unos y otros se encarga­ban de organi­zar y presidir el culto (misas, procesio­nes y otras manifestacio­nes religiosas); además, instruían a los parro­quianos en los asuntos de fe, vigila­ban el cumplimiento de la preceptos religiosos (10), adminis­traban los sacramentos, cumplimentaban los Libros Sacramenta­les (bautis­mos, confirma­ciones, velacio­nes, desposa­dos y difuntos) y supervisa­ban la adminis­tra­ción económica de sus iglesias y de las capella­nías, cofradías y ermitas que quedaban bajo su juris­dicción. Para cubrir sus necesidades alimen­ticias dis­fru­ta­ban del benefi­cio curado, o conjunto de rentas y bienes asignados para este fin. Consis­tía en determi­na­das cantida­des de dinero contante con cargo a la Mesa Maestral, más las rentas de ciertas tierras y censos cedidos por los maestres.

Asimismo, con la finalidad de proveer de objetos sagrados a los templos y para su decoro y mantenimiento, la Orden dotó a cada parro­quia de ciertas rentas, que globalmente se conocían como bienes de fábrica. Su adminis­tra­ción corres­pondía a un mayordo­mo seglar, quien se encargaba de ­re­cau­dar las rentas derivadas, atender a los gastos y llevar la contabi­lidad en el denomina­do Libro de Fabrica. Terminada su mayordo­mía, ­ren­día cuentas ante el nuevo mayordomo, el párroco y un regidor comisio­na­do al efecto, que se hacía acompa­ñar del contador del cabildo. Con estos ingresos se atendía al decoro y ornamen­ta­ción del templo, se pagaban los salarios y gajes a sacrista­nes, acóli­tos, organista, ministriles y trabajado­res eventua­les (carpin­te­ros, albañi­les, etc.), y se corría con los gastos generales de cera, aceite y trigo. El dinero sobrante se aplicaba en la compra y reparación de objetos destinados al culto (imáge­nes, coronas, cálices, custo­dias, casu­llas, etc.), que constituían los bienes muebles de carácter inventaríales. En el mismo Libro de Fábrica, de vez en cuando vienen descritos con detalles cada uno de estos objetos sagrados, especi­ficando el uso, color, calidad y peso (11), fundamentalmente cuando se producía un relevo de sacristán o a resulta de las visitas.

Para estudiar las particularidades que concurrían en Guadal­ca­nal, utiliza­mos como referen­cia la visita de 1575 y otros datos tomados de sendos pleitos (1642 y 1786) que los párrocos de Guadalcanal sostuvieron con los adminis­trado­res de la encomienda y del Hospital de la Sangre (12). Se completan con los recogidos del Catastro (1753), del censo de Floridablanca (1787) y del In­terro­ga­to­rio de la Real Audien­cia de Extrema­dura (1791).

Según las fuentes citadas, durante el Antiguo Régimen coexis­tían en Guadal­canal tres parro­quias: Santa María o Iglesia Mayor, Santa Ana y San Sebas­tián. El párroco de Santa María osten­taba también el título de subvicario de Santa María de Tudía y Reina, sólo con juris­dicción en nuestra villa; es decir, dicho párroco-subvicario tenía cierta autoridad sobre los otros de la villa, y no en otra parte, quedando, sin embargo, bajo la jurisdicción del provis­or de Llerena.

A­par­te las parroquias, en Guadalca­nal estaban presente numerosas ermitas y, asociada a una u otra iglesia o santuario, numerosas cofradías, capella­nías, obras pías y memorias por difuntos. Para dar cobertura a las exigencias religiosas de estas instituciones, asociado a cada parroquia existía una auténtica pléyade de clérigos beneficiados, que se disputaban entre sí las asistencias más generosas con dichos capellanes.

También hemos de contemplar la presencia de cinco institutos de religio­sos y religio­sas, de tres de los cuales (el monasterio de religiosos de la Observancia de San Francisco, la casa asilo de monjes de San Basilio y las clarisas del convento de San José) no tenemos noticias preci­sas, al estar exentos de la juris­dic­ción ecle­siástica santiaguis­ta.

 

III.1.- PARROQUIA Y SUBVICARÍA DE SANTA MARÍA (13) 

El actual templo de Santa María (de la Asunción) fue sede de la más antigua y principal parroquia de Guadalcanal, con mayor número de feligreses, por lo que ostentaba el título de Iglesia Mayor­; es decir, donde tenían lugar las ce­lebraciones religiosas oficiales de la villa, por lo que, como contra­partida, recibía del concejo cierta asignación anual para completar el salario de sacristanes, organistas y acólitos. Desde el punto de vista arqui­tec­tó­ni­co, parece ser el resulta­do de varias inter­vencio­nes, inicián­dose su construc­ción ya en el siglo XIII, seguramente reutili­zando la infra­estructura de una antigua mezquita. La descrip­ción arquitec­tónica más completa corres­ponde a la visita de 1575, cuyos responsa­bles nos dejaron las siguien­tes referen­cias:

La iglesia es de tres naves sobre dos danzas de arcos y de maderamien­to; del cuerpo de la iglesia de obra morisca pintada de lazos con sus bullones y racimos dorados.

Tiene una capilla mayor de bóveda sobre crucero de piedra con do­blones y dos escudos dorados en ella. Se sube al altar mayor por seis gradas de azu­lejos, en el cual está una imagen de nues­tra señora adornada; tiene un retablo de tablas y pincel dorado, la ma­yor parte de los tableros con imágenes; en medio del retablo, en un basamento, está una imagen de tabla de la Ascensión de Nuestra Señora. A los lados del Sagrario (14), al lado del evan­gelio, están dos imágenes de San Pedro y de San Pablo, y encima una imagen de Nuestra Señora.

Bajando del Altar, al lado derecho está una sacristía dividida en dos piezas.

En frente de la puerta de la sacristía hay dos altares: el de la mano de­recha se dice de Santiago, y el otro de San Antón, que después se ha invo­cado de Santa Catalina.

Sobre la mano izquierda del Altar Mayor está una capilla de bóveda mediana, con sus rejas de hierro, y tiene un retablo en el altar de tabla y pincel, de la advoca­ción de nuestra señora de la Ascensión, y otra imagen de pincel a la mano derecha del altar que es de Santiago.

Hay otra capilla pequeña con una concavidad en la pared, que tiene un altar y una reja, el cual di­cen que es de San Francis­co. Y junto a ésta en la misma concavi­dad de la pared otra capillita con su altar, que dicen que es de Alonso Larios.

Y por bajo de la puerta de la dicha iglesia hay dos capillas con sus rejas y dos retablos, uno enfrente del otro, metidos en la concavi­dad de la pa­red. Al lado de abajo, en el testero de esta pared, en una concavidad de ella está otro altar de azulejos, con un retablo de tabla dorado y pincel, con un letrero en medio que dice que es de Juan González, clérigo.

Hay un coro alto de madera de pino bien labrado, sobre un pilar de mármol con su antepecho de pino. A un lado del coro, en una pieza posterior, están los órga­nos.

Debajo del coro estaba una capilla donde está la Pila del Bau­tismo, en la cual está una librería de dieci­nueve cuerpos de libros que mandó a la dicha iglesia el bachi­ller Juan Caballero, que están viejos y son de derecho canónico.

Y la dicha iglesia tiene una torre donde están las campanas”.

 

Notas. -

(10) El primer acto de la visita, tras la recepción de los visitadores por el cabildo y el clero, consistía en una oración ante el Santísimo Sacramento, que según indicaron estaba (guardado en una cajita, junto a una custodia) en un sagrario con puerta dorada en el Altar Mayor, a la mano del evangelio, todo muy limpio y decente. De acuerdo con las referencias de esta visita tomadas en otros pueblos santiaguistas, esta posición lateral era habitual, circunstancia que debía ser subsanada por los visitadores, que ordenaron su reubicación en el centro del Altar Mayor.

(11) Indicando si eran de plata, latón, cobre, etc., su peso y procedencia.

(12) Especificaban los colores y estado de conservación: nuevo, en uso o viejo.

(13) Los visitadores traían unas instrucciones generales que, indistintamente, aplicaban en todas las parroquias y ermitas visitadas. Una de ellas se refería a las vestiduras deshonestas con las que, en opinión de la Orden, solían vestirse a las imágenes de la Virgen y de los santos. Por otro mandato prohibían las veladas en torno a las ermitas, pues entendían que se prestaban a jolgorios y otros actos profanos, que poco tenían que ver con el culto. También prohibieron a las plañideras su entrada en los templos durante los funerales y misas de difuntos, pues estimaban que con sus llantos desorbitados promovían la risa de los allí convocados. Finalmente, un mandato más trascendental, que limitaba la confesión de los feligreses a su párroco, y no a otro clérigo. Con esta última medida se perseguían dos objetivos: aprovechar los buenos oficios y experiencia del párroco para conseguir de moribundas mandas testamentarias en favor de la colecturía, y lo que no era menos importante, cortar con el alumbradismo que reinaba en la zona, en momentos en los cuales el Tribunal del Santo Oficio de Llerena desarrollaba una enérgica actividad antialumbradista. MALDONADO FERNANDEZ, M. «Llerena y los Alumbrados. El Auto Público de Fe de 1579», en Revista de Fiestas Mayores y Patronales, Llerena, 1999.                (14) Cada real equivalía a unos 34 maravedís.

Manuel Maldonado Fernández (Trasierra 2004)
Revista de feria de Guadalcanal 2004

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