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sábado, 16 de noviembre de 2024
Guadalcanal Monumental 6
sábado, 9 de noviembre de 2024
El poeta tinajero
La voz tinajera de Guareña
¿Quién te trujo pa estos cerros?
Güervete pa tu Sanroque deseguía,
güervete pa tus tinajas, tinajero?”
El
padre de Chamizo comenzó su vida pobremente y trabajó porque la tinaja ventruda
se estilizase. El padre de Chamizo, el inventor de la tinaja cilíndrica, fue un
revolucionario de la alfarería. A muy temprana edad Chamizo compone sus
primeros versos. El poeta de Extremadura se traslada a Madrid, donde cursa el
bachillerato, que finaliza en Sevilla, donde prosigue los estudios de Perito
Mercantil.
En
los veranos de estudiante frecuenta Guareña y realiza visitas a la finca de su
padre en Valdearenales. También visita la finca de Valdelapeña, donde se
relaciona con varias familias de pastores. A los veinticuatro años termina la
licenciatura en Derecho y vuelve a su pueblo natal y se dedica a la venta de
tinajas, especialmente en la provincia de Ciudad Real. Posteriormente se colocó
de pasante en la notaría de Victoriano Rosado Munilla.
En 1913 escribe la poesía “En el remanso”, en
lengua castellana, que es la primera de la que se tiene noticia del poeta.
Posteriormente
escribe Vibraciones, libro que permanece inédito, y en el que se aprecia la
influencia de Rubén Darío y de otros poetas modernistas. Colabora en el
periódico La Semana en Don Benito. En 1921 marcha a Guadalcanal, provincia de
Sevilla, donde conoce a Virtudes Cordo Nogales, con quien contrae matrimonio al
año siguiente. Tuvieron cinco hijas. En 1924 es elegido, circunstancialmente,
alcalde de Guadalcanal, en ese mismo año, es designado miembro de la Real
Academia Sevillana de Buenas Letras. Durante los primeros meses de la guerra
civil provocada por la rebelión militar del 18 de julio, Chamizo estuvo
escondido en Guareña en uno de los hornos de cocer conos, protegido por los
obreros de su alfarería, y pasó el resto del periodo de la guerra en
Guadalcanal con su familia. Terminada la guerra civil marcha a Madrid y trabaja
en el Sindicato de Espectáculos. Luis Chamizo muere en Madrid, el 25 de
diciembre de 1945.
El
cadáver fue trasladado al cementerio de Guareña, conforme al deseo expresado
por el poeta. El poeta tinajero, mientras sus máquinas laboran, allá en un
cuartito de su casa escribe. Escribe copiando la manera de hablar de los
trabajadores extremeños. Y viaja el poeta para vender sus tinajas, y anda por
las montaneras y por las dehesas, y pernocta a veces en chozas pastoriles, y se
satura del espíritu racial en la conversación de los mercados. Y luego, de todo
este caudal de ideas, de sentimientos y de frases expresivas, él realiza el
empeño noble de convertir en páginas perdurables lo que de otra suerte quedaría
en el olvido. Y además dignifica, ennoblece, cubre de gloria esas maneras de la
actividad del pueblo extremeño.
Chamizo,
en frase de Zamora Vicente, representa para la región extremeña “la mejor voz
del terruño”. Chamizo contactó con el movimiento modernista a través de
Salvador Rueda, Villaespesa, Carrere, Amado Nervo, etc. Coetáneo de la
generación del 27, Chamizo siguiendo la línea de Gabriel y Galán y de Vicente
Medina, cultivó el localismo en dialecto popularista. Su obra poética dedicada
a cantar el terruño materno comprende Poemas extremeños y El miajón de los
castúos (Rapsodias extremeñas) (1921). En 1942 apareció su poema épico
Extremadura. También es autor como hemos dicho de un drama rural, Las brujas
(1932). En 1967 se editó en Madrid una antología poética con el título de Obra
Poética Completa. Todavía permanecen inéditas una zarzuela andaluza, Gloria, y
una zarzuela extremeña, Flor de Luna. El poeta Chamizo tiene el secreto de la
expresión brava. Tiene también el secreto de la expresión tierna. El feliz
tinajero de Guareña posee dos cualidades eminentes y dominadoras: la
originalidad y la vehemencia expresiva. Y ha acertado recogiendo del ámbito
extremeño sus dos modalidades: la energía y la delicadeza. En unos poemas de
extrema sencillez, Chamizo supo captar el espíritu extremeño.
Según
un estudio de José Luis del Barco, profesor de la Universidad de Málaga, la
autenticidad es para Chamizo el rasgo antropológico fundamental como se
desprende del título de su obra más conocida,
El
miajón de los castúos. Luis Chamizo utiliza frecuentemente el término “castúo”.
Así, en Compuerta, habla del “miajón que llevan los castúo por bajo e la
corteza”. En Consejos del tío Perico, de “una raza / de castúos labraores
extremeños”. En El porqué de la cosa, una mujer dice a su esposo, llena de
alegría que habrá de darle un hijo que “será campusino mú castúo”. En El
Chiriveje se refiere a los “muchachos castúos de tu tierra”. Expresiones
parecidas aparecen en La viña del tinajero, donde habla repetidamente de “los
castúos labraores”.
Otras
semejantes se pueden hallar, en fin, en diversos lugares del poema dramático
Las brujas, así como en el poema Extremadura. Luis Chamizo nos ha enseñado que
en las montaneras extremeñas hay un hálito espiritual maravilloso. Y él nos lo
ha entregado. La queja extremeña late en la profundidad de su poesía:
que son probes los que no tienen dinero:
semos probes, semos probes,
¡que sé yo! eso icen de nusotros, icen eso”.
Pero su bellísimo poema La viña del tinajero
es una prueba excelente de que el hombre puede sobreponerse a las
circunstancias y de que su voluntad es un atributo poderosísimo para vencer los
obstáculos sin abdicar de sí mismo como “ser que siempre decide lo que es”:
sus agallas parecían d’otros tiempos;
era un hijo de estas tierras, de la raza
de castúos veteranos extremeños.
Y trunfó de lo que tanto se burlaron,
y trunfó de los que tanto se riyeron,
y las cepas dieron uvas
remojás con el süor del tinajero”.
Y es que, como dijo el poeta “mú castúo”:
“¡Qué saben d’estas cosas
los señores aquellos!”
Francisco Arias Solís
La Comunidad
sábado, 2 de noviembre de 2024
Guadalcanal Monumental 5
Convento de la Concepción
Aparte
de los tres indianos mencionados en lo que antecede Julia Mensaque nos informó,
en su trabajo citado, de la existencia de Teresa de Morales, guadalcanalense,
vecina de Panamá, que legó 3.000 ducados para establecer una capellanía en la
Iglesia Mayor de Santa María. Otras Capellanías fundadas por emigrantes
guadalcanalenses a Indias han sido exhaustivamente documentadas por el
investigador sevillano del CSIC Javier Ortiz de la Tabla Ducasse que enumera
las siguientes personas como fundadores de estos legados: Alonso Bonilla,
Alonso López de la Torre, Diego Ramos Gavilanes, Diego Ramos el Rico, Fernando
Rodríguez Hidalgo, Juan Bonilla Mexías, Jerónimo de Ortega Fuentes, Luis Ortega
Suárez, Antonio de la Bastida y Cristóbal de Arcos.
De
los datos anteriores llama poderosamente la atención el contraste entre la
religiosidad interna de los guadalcanalenses de los siglos precedentes,
particularmente los que habían hecho las Indias, que estuvieron muy preocupados
por la salvación de sus almas, con cuyo fin fundan los monasterios y
capellanías en su pueblo natal, y la actual vivencia externa del hecho
religioso, que se manifiesta en la Semana Santa y Romería, y que algunos
sociólogos de guardia llaman “marcadores de identidad”.
Llegado
a este punto creí oportuno, con vistas a rellenar las enormes lagunas
existentes, hacer una investigación en la Biblioteca Cardenal Cisneros de
Madrid de los PP. Franciscanos, donde fui atendido amablemente por su director
Padre Hipólito. La búsqueda en este Centro concluyó que no había nada
relacionado con nuestro pueblo, pero dicho fraile tuvo la amabilidad de
facilitarme la dirección de dos Centros regidos por su Orden, y otro de los
Dominicos de la Provincia de Filipinas que tienen en Valladolid una Biblioteca
que contiene fondos procedentes de la Desamortización de Mendizábal.
Lamentablemente, en ninguno de los cuatro Centros me pudieron facilitar datos
que completaran los anteriores. En cualquier caso, quiero agradecer desde estas
líneas las amables respuestas que recibí de los Padres Franciscanos
Hermenegildo Zamora del Santuario del Loreto (Espartinas), Jesús España del
Santuario de Regla (Chipiona) y el Sr. C. Mielgo de la Biblioteca Estudio
Agustiniano de Valladolid.
Concluyo estas líneas animando a los historiadores
guadalcanalenses, profesionales y aficionados, tanto nativos como foráneos, a
que hurguen en esta parcela de nuestra historia con el fin de completar la
documentación existente y aportar las fuentes correspondientes que aún no han
sido citadas.
FUNDACIÓN DEL HOSPITAL Y CONVENTO DE LA CONCEPCIÓN.
Llegada
una suma de 40.000 ducados, juntamente con el testamento, a poder del
consignatario Rodrigo de Castilla, hermano del citado albacea, como
transcurrido algún tiempo y conforme a la voluntad del testador, ni dicho
capital se había impuesto a renta, ni tampoco se había comenzado la erección de
dicho establecimiento, en 10 de enero de 1613 un tal Francisco Torres recurrió
ante el fiscal de la Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla, a fin de
que se ejecutase lo dispuesto por Pedro de Ledesma en su testamento.
Esta
Audiencia comisionó, pues, a Cristóbal Chamorro para que viniera a Guadalcanal
e investigara en el caso. Resultó, en primer lugar, que el denunciante no
existía. Por declaración que hicieron ciertos testigos, se supo que don Álvaro
de Castilla había marchado a América, y por la que ofreció doña Isabel de
Castilla, hija de don Rodrigo, pudo averiguarse que "en su poder hay
treinta y cuatro mil ducados, enviados desde Indias por don Álvaro, y que Pedro
de Ledesma hace diez y ocho años que vino de Indias a casa de Rodrigo de
Castilla, su pariente".
Añadió
Chamorro en el instrumento que redactó que "esía gente (la familia de
Castilla), que es tan poderosa y de tanto dinero", había tenido
sospecha de que el albañil Juan Bautista Ruiz Callejón había sido el verdadero
delator, quien, a su vez, por denuncia que contra él había presentado en el
Juzgado de esta villa Baltasar Gómez Tamayo. fue encarcelado y preso en la cárcel
de Cazalla de la Sierra.
El 26
de febrero de 1613, el comisionado de la Audiencia de la Casa de la Contratación
solicitó de uno de los alcaldes ordinarios de Guadalcanal hiciera las oportunas
gestiones para que se le entregasen el prisionero y los autos correspondientes,
a lo que se negó la autoridad local. Les fueron entonces demandados por la
propia Audiencia, obedeció puntualmente.
Nada
más sabemos de estos extraños incidentes. Consta documentalmente, en fin, de
cuentas, que este año de 1613 se comenzó a labrar el hospital, "en la
plazuela que sale a la calle Olleros", según lo sitúa una de las
escrituras fundacionales, y así lo cita don Antonio Muñoz Torrado en su
pormenorizada y bien urdida historia de la Cofradía y santuario de la Virgen de
Guaditoca.
Como
queda dicho, el albacea testamentario del instituidor de este hospital, don Álvaro
de Castilla, emigró a las Indias y allí consiguió reunir una gran fortuna. Por
su testamento, otorgado en Guanajato (Méjico) el 17 de septiembre de 1614,
ordenó la fundación de un convento de religiosas, junto al recién construido
hospital, a las que impuso la obligación de asistir a cuatro enfermos acogidos
en el mismo, para lo que les asignó una renta anual de 500 ducados. Nombró por
patraña a su mujer, doña María de Loja y Meneses y dispuso que a la muerte de ésta
pasase el patronato a su hija Agustina Bermúdez de Meneses y sus descendientes,
en cuyo defecto lo ostentaría su otra hija Leonor y sus herederos.
Muerto
don Álvaro de Castilla, su viuda otorgó una escritura el 19 de abril de 1616,
en nombre propio y en el de sus hijas, como tutora y curadora de ellas, por la
que mandó eximir a las religiosas del convento la obligación de curar y
asistir a los pobres del hospital anejo y derogó la cláusula del documento
fundacional según la cual las monjas de su linaje quedaban exentas de tributar
a la comunidad.
Doña
María de Loja dotó la iglesia del convento -que ya se empezó a llamar de la
Concepción- de la primera capellanía que en ella existió, para cuyo desempeño
nombró al presbítero don Francisco de Sotomayor, según escritura de 19 de enero
de 1619.
El 17
de agosto de 1622 entraron en la clausura las religiosas sor Josefa Moreno,
abadesa nombrada; sor Leonor del Espíritu Santo, sor Inés de San Gregorio y sor
Olalla de Santiago, oriundas del convento de la Concepción de Mérida.
Según el "Memorial" de
1646, "hay en el convento algunas religiosas que tratan de mucha
virtud, oración y mortificación; tienen todo el año ejercicios eremíticos y
otros ejercicios que un religioso de esta santa provincia de los Ángeles les
dio, con que se recogen grandes medros espirituales en este nuevo jardín".
Algunos
indicios quedan hoy día de este convento (patios, arcadas, etc.) en casas
inmediatas a la iglesia, que, afortunadamente y muy i a pesar de su abandono,
se conserva en pie todavía.
Esta
iglesia, que posee una extraordinaria elevación, es de una sola nave, cubierta
por bóvedas de cañón y lunetos y media naranja en el presbiterio. En el altar
mayor labraron un retablo de yesería, que recuerda un tanto el estilo
plateresco, y cubrieron su frontal y gradas azulejos sevillanos de cuenca,
probablemente de acarreo, pues i de época muy anterior a la de la erección del
templo.
Pero
lo que más destaca del edificio es la soberbia portada -hoy cegada- de la calle
Concepción, de corte clásico, bien conservada.